Aquella era, sin duda, otra noche perdida.
Una cena m�s con mis amigos hab�a
acabado demasiado pronto. Remontaba sin prisa las calles del Eixample de
Barcelona. Era un paseo agradable en una noche de primavera. Al cruzar la
Diagonal, el tumulto de los asiduos a las salas de fiestas de la calle
Aribau me desvi� por una peque�a calle hacia Tuset. En el camino
las luces
de ne�n de una peque�a discoteca me llamaron la atenci�n,
decid� tomar una
copa y escuchar algo de m�sica antes de continuar mi paseo. El conserje
me
cobr� un precio rid�culo que inclu�a una consumici�n
y me abri� la puerta.
Al abrir la puerta me zambull� en un
mar de cuerpos sumergidos en humo de
cigarrillos y m�sica de sevillanas. Del lavabo de se�oras, sal�an
y entraban
chicas cruzando una puerta perennemente abierta. Atra�do por su descaro
me
detuve a observarlas. Estudiaban sus im�genes en el espejo, se pintaban,
re�an sin dejar de charlar entre ellas, hablaban con otras personas mediante
sus tel�fonos m�viles, bailaban, admiraban su propia gloria frente
al
espejo. Una de ellas levant� la taza del urinario y comenz� a
orinar de pie.
Sorprendido, buce� entre los cuerpos hasta la barra y aullando para hacerme
o�r ped� una cerveza.
Mientras esperaba que el camarero acabase de
discutir con alguien en el otro
extremo del muro de clientes, una mano me roz� el hombro y una voz me
salud�
desde detr�s. Cuando me gir�, una mirada diab�lica y celestial
me traspas�,
proyectada desde el brillo letal de unos ojos de pantera que me deslumbraban
escondidos bajo el alero infinito de unas pesta�as interminables. Me
despert� la sonrisa de unos labios oscuros y brillantes, entre los cuales
unos dientes perfectos iluminaban el interior de una boca deliciosa.
Finalmente, la aparici�n me habl� con una voz profunda y acariciadora.
El
coraz�n se dispar� dentro de mi pecho.
Comenzamos a charlar. Se llamaba Bianca, era
una travest� sudafricana. Sol�a
trabajar en espect�culos de variedades fuera de la ciudad. Aquella noche,
afortunadamente, estaba en Barcelona. Mientras hablaba, arrull�ndome
con la
dulzura de su timbre y empujada por el p�blico que abarrotaba el local,
se
aproxim� tanto a mi que su perfume y el aroma de su piel me inundaron.
El
recuerdo de esa sensaci�n a�n hoy me embriaga. Aquella fragancia
excitante
era tan poderosa que ha sido capaz de traspasar los paredes del tiempo para
llegar hasta m� una y otra vez.
Su conversaci�n era chispeante y amena,
su castellano era pr�cticamente
perfecto. Parec�a conocer a mucha gente del mundo del espect�culo.
Las
an�cdotas se suced�an unas otras y sus ocurrencias eran ins�litas.
Era una
delicia o�rla, no pod�a para de re�r y escucharla. Estuvimos
m�s de tres
horas unidos el uno al otro en aquella barra mientras el camarero, que en un
primer momento me hab�a parecido un cretino antip�tico, nos invitaba
y se
un�a a la conversaci�n.
En un momento dado se hizo el silencio y nos
besamos dulcemente. Decidimos
ir a su casa que estaba no muy lejos, en Gracia. En el camino no pod�a
dejar
de mirarla, ella solo caminaba y dir�a que danzaba junto a mi. Su falda
blanca, balance�ndose al ritmo de sus caderas, era capaz de hipnotizarme.
Al
llegar al edificio y mientras sub�a una estrecha escalera tras ella pude
admirar el culebreo admirable de sus piernas de bailarina sobre sus tacones
de aguja color de plata.
Cuando cerr� la puerta del piso nos
volvimos a besar con pasi�n. Sent�a la
dureza de su cuerpo perfectamente esculpido apretado contra mi. Su lengua
vert�a un veneno embriagador en mi boca. Sus labios se mov�an
con maestr�a,
ternura y lascivia. Mordi� los m�os suavemente, una y otra vez,
cada vez con
m�s intensidad. Aquel dolor tan suave contrastando con la h�meda
calidez de
su lengua inacabable me excit�. Mi miembro estaba cada vez m�s
duro,
comprimi�ndose contra la goma el�stica de mi ropa interior. Ella
me
desabroch� los pantalones y acarici� el bulto inflamado que se
expandi�
liberado. Mis manos se deslizaron sobre su espalda. El tacto de su piel
ten�a la calidad tersa y pulida de las manzanas nuevas. Las yemas de
mis
dedos no pod�an dejar de sentir ese contacto tibio una y otra vez.
Se separ� de mi, me tom� de la
mano y fuimos a una peque�a habitaci�n donde
hab�a una peque�a cama. Bianca se desembaraz� de su vestido
y de los
sujetadores, los deposit� en un sill�n y se gir� hacia
mi. Mil sensaciones
se despertaron en mi, temblando dulcemente ante la belleza de aquel cuerpo
inmortal en todo su esplendor. En la tenue luz de aquella habitaci�n,
su
piel brillaba oscura, contrastando con la blancura de sus braguitas y sus
zapatos bru�idos. Sus pechos eran admirables, compactos, rotundos,
definitivos. Los pezones se disparaban hac�a mi afilados. Sus abdominales
perfectamente delineados trazaban una senda irresistible hacia sus braguitas
en cuyo abultamiento se adivinaba la tibieza de un pene exquisito. Sus
piernas eran dos largas columnas divinamente torneadas acabadas en unos
tobillos preciosos en los que se iniciaban los pies m�s bellos que un
ser
humano pueda poseer.
Tanta belleza me abrum�. Me arrodill�
frente a Bianca, la abrac� y comenc� a
besar su cintura. Ella se apoy� contra el sill�n en el que hab�a
dejado su
ropa, me sonri� y me ofreci� una de sus piernas. La tom�
con las manos y la
acerqu� a mi. Bes� su rodilla, apoyando con suavidad los labios.
El mundo
desapareci� de mi vista. Solo pod�a concentrarme en cada cent�metro
de su
piel. Su aroma segu�a siendo una droga poderosa que me embriagaba. Descend�
hasta su tobillo. Desabroch� el zapato y se lo quit� con suavidad.
Aproxim�
los labios a aquel pie soberbio y lo bes�. Su sabor, ligeramente m�s
fuerte
que el resto de su piel penetr� como una pu�alada en mi cerebro.
Lam� su
superficie deliciosa. Introduje entre mis labios apretados, uno a uno, cada
uno de los dedos de su pie y los sorb�, simulando que cada uno de aquellos
peque�os follaba mi boca. Mi lengua se desliz� encantada sobre
su empeine,
toc� con dulzura su planta, explor� todos los espacios y recovecos.
Despu�s
tom� el otro pie y le dediqu� el mismo tiempo y adoraci�n.
Estaba tan
excitado que apenas pod�a pensar. Mi miembro, encarcelado en el slip,
formaba un prominencia en cuyo extremo brillaba una mancha h�meda. Levant�
la vista hacia ella. Sus ojos resplandec�an. Sonri�, se inclin�
suavemente y
me volvi� a besar.
A continuaci�n se dio la vuelta, se
apoy� en el sill�n, ofreci�ndome la
parte posterior de sus piernas y su culito levantado. Era una visi�n
celestial. Dej� que mi boca gozase de la delicia de sus piernas
maravillosas. Me deslic� sobre la curvatura firme de sus nalgas. Su piel
era
a�n m�s delicada, tensa y deliciosa que en el resto de su cuerpo.
Con la
lengua apart� su tanga, separ� sus nalgas y admir� la perfecci�n
de su culo.
La piel, suave, se plegaba hacia su interior y solo una sombra de vello lo
rodeaba. Un aroma discreto, dulce e intrigante emanaba exaltado por su
excitaci�n y un sutil sudor. Al rozar aquella superficie sensible con
mi
lengua, ella dio un respingo y escuch� un gemido. Primero, repas�
la
superficie exterior con suaves toques, despu�s me dej� arrastrar
hacia el
interior de aquel para�so delicioso. A medida que mi lengua se encantaba
con
todos y cada uno de los pliegues de su ano, su palpitante esf�nter se
iba
abriendo con dulzura. Mientras tanto mi mano acariciaba la superficie rugosa
de sus test�culos, los apretaba con suavidad, tiraba de ellos, y,
finalmente, se perd�a en la tersura de su miembro completamente erecto.
Peque�as gotas humedec�an mis dedos cuando se aproximaban a su
capullo.
En el silencio de la habitaci�n solo
se pod�a o�r mi respiraci�n sofocada
entre sus nalgas y sus suaves gemidos. En un momento dado apoy� su mano
en
mi cabeza y me dijo: "necesito follarte". Me levant�, me quit�
los
pantalones y ocup� su posici�n, apoyado en el respaldo del sill�n,
ofreci�ndole mi culo. Bianca se arrodill� y me empez� a
besar. Era una
sensaci�n penetrante y agradable. Se aproxim� a mis nalgas y las
abord� con
su lengua y sus dientes. Forc� mi posici�n para que el acceso
a mi culo
quedase bien despejado. Entonces ella con las manos me separ� las nalgas
y
sigui� el trazado de mi canal con su lengua ensalivada. Notaba como su
cabello me rozaba levemente las nalgas, y el calor de su aliento. Me
deshac�a de placer, electrizado pensando en su penetraci�n, cuando
lleg� a
mi ano. Lo rode� con el ap�ndice jugoso de su lengua mojando toda
la
superficie. Empuj� su lengua dentro del agujero y no pude reprimir un
suspiro, mezcla de dolor y de placer.
Not� como uno de sus dedos, cubierto
de vaselina se deslizaba dentro de mi
ano. Despu�s, un ligero dolor cuando a�adi� un segundo
dedo. Los desliz�
alternativamente, de dentro a fuera y describiendo en peque�os c�rculos.
Continu� a�adiendo vaselina y trabajando con sus dedos hasta que
ella
decidi� y yo apreci� que ya estaba bastante dilatado. Advert�a
mi culo
extremadamente abierto y el extremo encendido de su polla desliz�ndose
con
dulzura en la entrada. Deseaba ser follado, codiciaba aquella adorable
pollita que hab�a visto por primera vez oculta tras la blonda de sus
braguitas. Bianca me bes� con dulzura en la nuca, empuj� un poco
e introdujo
el glande. Se me escap� un lamento provocado m�s por el deleite
que por una
m�nima sombra de dolor. Sent� su miembro deslizarse en mi interior
hasta que
su vello p�bico roz� mis nalgas. Mi esf�nter se estremeci�.
Clav� sus u�as
en mis hombros y empez� a agitar sus caderas. Al principio lentamente,
sacando s�lo una fracci�n de su deliciosa pollita para aumentar
en cada
ocasi�n el ritmo y la amplitud de la embestida. Involuntariamente apretaba
los m�sculos de mi esf�nter para aprisionar su miembro. Mientras
tanto, mi
miembro, completamente excitado, aplastado contra su falda que hab�a
dejado
en el respaldo del sill�n estaba a punto de estallar. Cada vez que ella
se
mov�a dentro de mi, mi polla se deslizaba sobre la falda. El placer era
indescriptible. No era capaz de pensar en nada, �nicamente en las
sensaciones que sent�a: la polla de Bianca dentro de mi culo, desliz�ndose
muy adentro, sus caderas y su vello p�bico golpeando r�tmicamente
mis
nalgas, el roce de sus dur�simos pezones, su cabeza apoyada en mi espalda
y
sus manos pellizcando mis tetillas. Me despert� un gemido y unas palabras
confusas en ingl�s. Supe que se hab�a corrido dentro de mi. No
pude resistir
m�s, un momento antes del �xtasis m�s profundo de mi vida,
sent� el calor
del l�quido seminal manando a borbotones de mi miembro.
Estuvimos muy quietos durante un buen rato.
Notaba mi esf�nter latir
mientras el semen continuaba brotando de m� muy lentamente. Finalmente,
ella
se separ� con suavidad de mi y yo del sill�n. Tome su cara y la
bes� con
ternura. Su boca, a�n despu�s de toda aquella excitaci�n,
segu�a siendo
fresca. Se abraz� a mi y volvimos a besarnos. Le ped� disculpas
por las
manchas en el vestido y me fui de su casa. A la noche siguiente volv�
a la
misma discoteca, pero ella no apareci�. Volv� una semana despu�s,
y tampoco
coincidimos. Segu� volviendo todos los fines de semana durante meses,
pero
no s� si por casualidad, o por su trabajo, ella no ha vuelto a aparecer.
Desde entonces, cuando salgo con mis amigos alguna noche, siempre doy un
paseo para ver si vuelvo a tener la fortuna de encontrarme con ella.