Relato: Matilde, mi madura secretaria





Relato: Matilde, mi madura secretaria

Se me hab�a antojado hacerlo de nuevo. Follarme a una mujer
casada delante de su marido. Ya lo hab�a hecho bastantes veces. Bastaba ofrecer
dinero. Los sitios m�s asequibles para conseguir parejas que se prestasen a ello
se encontraban en los pa�ses reci�n ingresados en la UE.



Al llegar al despacho le encargu� a Matilde la gesti�n. Ella
conoc�a los contactos de las mafias importadoras de prostitutas que me
conseguir�an la pareja adecuada.



- Matilde, quiero que quede claro que ella debe estar entre
los 25 y los 35 a�os y que debe tener al menos un hijo del mismo marido que ser�
el cornudo espectador. Nada de parejas profesionales del porno o relacionadas
con la prostituci�n. Debe ser una pareja normal y corriente. Se acreditar�n con
un certificado de trabajo, su n�mina o algo similar. Tampoco debe haber lugar a
dudas de que la usar� ella por cualquiera de los agujeros y de la forma que
quiera, garantizando por supuesto que no habr� da�o f�sico. No quiero usar
preservativo, as� que aportar�n certificado m�dico tambi�n.



- Si, Don Carlos, como usted disponga.



- Negocie sobre la base de 6.000 euros. No m�s de 8.000. No
me importa si ella es fea, pero debe tener buen cuerpo. Ya sabe usted mis
gustos, descr�baselos.



- Se los transmitir�, Don Carlos, �desea disponer de mi
ahora?.



- No, hoy ser� despu�s, mientras hace usted la gesti�n
examinar� unos informes. Ya la llamar�.



- A su servicio, Don Carlos.



Matilde sab�a perfectamente de qu� se trataba. No en vano era
mi secretaria personal desde hac�a cinco a�os, cuando con un buen golpe de mano
me hice consejero delegado de aquel grupo empresarial. Buen puesto y
magn�ficamente remunerado, aunque no estaba necesitado de dinero precisamente.



No ten�a gran cosa que hacer, puesto que el trabajo me lo
llevaban dos expertos asesores. Por ello prescind� del personal que ten�a
asignado qued�ndome solamente con Matilde.



Desde el primer d�a le dej� claro a mi secretaria que sus
tareas no solo consistir�an en las cl�sicas de secretar�a. Tendr�a que prestarme
unas atenciones personal�simas que le detall�. Le di dos d�as para consultarlo
con su marido y despu�s sueldo doblado o puerta.



Se qued� de piedra. Despu�s de un rato mascando el asunto
objet�:



- No puede usted forzarme a eso. Es indigno. Es acoso sexual.
Adem�s, yo tengo 45 a�os y usted 30 seg�n me han dicho. �Por qu� le iba a
interesar tener relaciones sexuales conmigo?. Tampoco soy una beldad. Soy
corrientita y usted es muy apuesto, podr�a tener a cualquier jovencita que le
apetezca.



- Escuche bien. Usted es mi secretaria personal. Y entre los
servicios personales yo incluyo los que necesito. Usted est� fuera del convenio
colectivo y gana m�s que otras secretarias, precisamente porque sus tareas
exigen una dedicaci�n que no es posible regular en el convenio, donde por cierto
tampoco se contempla que le doble el sueldo. Si no desea las condiciones de
trabajo que le ofrezco puedo enviarla a personal para que le asignen otro puesto
y no hay m�s problema. Yo no acoso ni nada as�. Le ofrezco un incre�ble sueldo a
cambio de ejecutar determinadas tareas. Si no quiere el pacto no pasa nada. No
va a ser despedida ni habr� represalia o persecuci�n alguna.



Al d�a siguiente mostr� evidentes s�ntomas de que doblar el
sueldo era un buen acicate para aceptar las condiciones de trabajo, pero
manifest� algunas objeciones:



- Creo que no har�a falta que lo supiese mi marido.



- Su marido debe saberlo, entre otras cosas porque usted
acudir� al trabajo con determinado vestuario y acicalado que, tarde o temprano,
extra�ar�an a su marido. Adem�s, una de las condiciones, que parece no ha le�do
bien, es ser follada al menos una vez al a�o en presencia de �l.



- �Dios m�o, no!.



- �No ha le�do las condiciones de trabajo?



- No, lo siento. Solo he estado pensando. No puedo dar
cr�dito. No lo concibo.



-Pues le quedan solamente 24 horas para decidir o la pondr� a
disposici�n del departamento de personal para que le asignen otro puesto, con la
consiguiente remuneraci�n. Bastante m�s baja que la que contempla mi generosa
oferta.



- Por favor, Don Carlos, d�me dos d�as m�s. Es muy dif�cil
para mi. Siempre he sido fiel a mi marido. Ni siquiera me acost� con los novios
anteriores. Llegu� virgen al matrimonio. Mi vida siempre ha sido muy tranquila y
conservadora. Solo dedicada al trabajo y a ser ama de casa y madre. Tengo tres
hijos. �Qu� pensar�an si averiguaran que su madre se han convertido en una
ramera!.



- Yo no quiero convertirla en una ramera. Solo pido unas
tareas a�adidas a las de la rutina laboral y, en consecuencia, las debo
remunerar adecuadamente. Si le pidiese doblar la jornada tambi�n deber�a pagarla
m�s y no por eso se va a considerar una ramera.



- Por favor, d�me m�s tiempo. Me espanta plantear esto a mi
marido.



- Est� bien. Tiene hasta el lunes. El fin de semana es
suficiente y tendr� muchas ocasiones de hablarlo con �l.



- �Y si �l no se decide?



- Eso no es problema m�o sino de usted.



A�n me llam� el viernes por la noche angustiada porque hab�a
le�do a fondo sus nuevas funciones y condiciones de trabajo y algunas le
parec�an espantosas. Fui inflexible. Me intent� convencer que esos extremos no
ten�a por qu� saberlos su marido. Que bastar�a con que se supiese cornudo y
pensase que le soltar�a un polvo de cuando en cuando. Volv� a ser inflexible:



- Cuando me la folle a usted ante �l, comprobar�a que usted
le ha mentido Matilde. Debe saber las condiciones al detalle.



El lunes se present� al trabajo diciendo con tono de
resignaci�n que su marido estaba conforme con todo lo exigido en el nuevo
contrato que firm� sin demasiado reparo.



- Ma�ana comenzar� usted a ejercer, Matilde. Pres�ntese por
las ma�anas como est� indicado en el anexo.



- Si, Don Carlos, como usted diga.



. . . . .



Pues si. Ya cinco a�os trabajando para mi. Y cinco veces que
su marido hab�a presenciado impert�rrito el uso que yo hac�a de ella el d�a
laborable anterior a la nochebuena.



Despu�s de leer los informes la llam� por el interfono para
que acudiese a mi despacho.



- �Ha hecho la gesti�n que le he pedido?



- Si, Don Carlos. Me han asegurado que encontrar�n lo que
quiere a su pleno gusto por 4.000 euros para la pareja y 2.000 se quedar�n los
intermediarios como comisi�n.



Mientras informaba, Matilde se levant� hasta las caderas la
falda de su discreto y elegante traje de chaqueta gris para cumplir con el
protocolo matinal. Me mostr� que, efectivamente no llevaba bragas, como ten�a
ordenado presentarse. Su pubis totalmente depilado se encontraba brillante por
el lubricante que le hab�a ordenado ponerse siempre en vagina y ano ya que ella
no se lubricaba naturalmente. Desde luego no se pod�a afirmar que fuese una
hembra caliente y sensual. En los cinco a�os a mi servicio, siendo utilizada
todos los d�a laborables, no hab�a tenido ni un solo orgasmo. La atenci�n a mis
necesidades de ese tipo la tomaba de forma tan absolutamente profesional e
impersonal como anotar algo en la agenda.



La lubricaci�n, igual que el depilado del pubis o los dos
aros que perforaban sus labios mayores no eran una condici�n inicial m�a. No
pens� que fuera tan fr�gida como para no lubricarse naturalmente. La penetraci�n
en esas condiciones era sumamente dolorosa para los dos y le suger� ese remedio
.El depilado l�ser se lo hizo ella misma ya que le resultaba inc�modo afeitarse
diariamente, cual era mi condici�n. Igualmente fue ella la que decidi� hacerse
el piercing en los labios y colocarse los anillos, ya que las pinzas sujetando
los mismos para mantener la vulva abierta le provocaban irritaci�n. En efecto,
los aros se tensaban hacia los lados, dejando abierta la vulva, al sujetarse por
una cadenilla a otras dos que rodeaban el entronque de los muslos con las
caderas y sujetas a su vez a otra cadenilla en la cintura para que no resbalasen
por los muslos.



Del indefenso agujero asomaba el cord�n de las bolas chinas
que deb�a colocarse al llegar a la oficina y llevar hasta terminar su jornada
salvo que yo decidiese usar ese agujero para otros fines incompatibles con el
alojamiento de las bolas.



Aquella escena era la que m�s me agradaba del d�a. Ten�a su
encanto ver a la profesional, pulcra, circunspecta, seria y eficiente secretaria
madura con su pelo corto y sus convencionales gafas de concha, ense�ando
imp�dicamente el estado de sus genitales.



Para sus 50 a�os se manten�a muy bien. Sus muslos eran
musculosos y recios, prolongados en unas torneadas piernas rellenas y enfundadas
en medias negras con liga que acababan en unos s�lidos tobillos. El culo a�n se
ergu�a apeteciblemente. Sus manos, grandes, de dedos largos y fuertes,
presentaban las u�as cortadas al ras y perfectamente pulidas. Esas manos me
gustaban tanto que era frecuente que empez�semos la jornada con una paja usando
solo esas herramientas.



Si acaso ten�a un pero para alguien, aunque no para mi, eran
los peque�os perojitos ca�dos que ten�a por pechos. A mi me parec�an
encantadores con su extensa ar�ola oscura y sus pezones bien gordos y poco
acordes con el tama�o de la ubre.



Decid� que me hiciese la paja con las manos. La noche
anterior la hab�a pasado con un par de putitas muy fogosas y no me encontraba
muy necesitado.



Se baj� la falda, se arrodill� ante mi silla y tom� con sus
ya expertas manos sobre mi pene y mis test�culos tras desabrocharme el cintur�n
y sacarlos de la bragueta. Qu� bien manipulaban los largos dedos. Solo
ostentaban dos joyas, si se pueden calificar como tales: Su alianza de
matrimonio en el anular de la mano derecha y el sencillo pero ancho anillo de
acero mateado, con mis iniciales grabadas en su interior, en el pulgar de la
izquierda.



Pronto tuvo mi verga en condiciones y me pregunt� si deseaba
acelerar el orgasmo. Asent� y me meti� su generoso �ndice en el ano para apretar
mi pr�stata. Pronto estuve al borde de la eyaculaci�n y se lo avis�. Meti� mi
polla en su boca y recibi� mi descarga que trag� entera sin parpadear. Dedic� un
rato con su lengua a recoger los restos mientras orde�aba lenta y suavemente el
miembro para que no quedase nada dentro. Despu�s lami� concienzudamente el dedo
que hab�a metido en mi ano. Meti� mi paquete en su alojamiento, cerr� la
bragueta y habl�:



- �Desea usted algo m�s de mi ahora Don Carlos?



- No por ahora. Sigue la gesti�n que te he encargado. A ver
si ya tienen alguna pareja apalabrada. Que env�en foto de ella.



- Muy bien, Don Carlos, con su permiso.



Una hora m�s tarde me inform� Matilde por el interfono:



- Don Carlos, me dicen que ya tienen pareja para usted. Hay
algo que le gustar�, conociendo sus inclinaciones.



- D�game Matilde.



- Son croatas y la se�ora est� embarazada de 7 meses.



- �Ah!, espl�ndido. �Les dijo usted algo de que me gustan
as�?



- Si, Don Carlos, me permit� esa licencia.



- Qu� eficiente es usted Matilde. Estar�a perdido sin usted.



- Gracias, Don Carlos.



- Ah, por favor, pase a mi despacho. Tengo que orinar.



Matilde pas� a mi despacho de inmediato y nos dirigimos al
amplio y bien dotado aseo que comunicaba con �l. All�, ante la taza, me abri� la
bragueta, sac� con delicadeza mi pene y lo sujeto en la correcta direcci�n. Una
vez estuve aliviado, Matilde se arrodill� ante mi y meti� mi verga en su boca
para limpiarla concienzudamente de cualquier gota de orina que pudiese quedar en
el meato.



Mientras trabajaba record� el tiempo que me cost� que ella se
habituase a las nuevas tareas de la secretar�a. Dos meses pasaron antes de que
se pudiese utilizar su ano -del que entonces era virgen- con comodidad y sin
escuchar los gemidos y lloros que exhalaba a cada sodomizaci�n. El beberse mi
esperma o mi meada me cost� tres meses de contemplar aspavientos, arcadas y
v�mitos. Limpiar mi culo con su lengua cuando necesitaba aliviar mis intestinos
cost� casi un semestre entero.



Pero actualmente mi secretaria ejecutaba todas esas tareas
con la misma ejemplar dedicaci�n y meticulosidad conque me concertaba un viaje o
un hotel o me escrib�a un informe.



Hab�a que ver como se introduc�a desnuda en la ba�era,
colocaba un cuenco bajo su boca y la abr�a para beber toda mi carga de orina. Lo
que no pod�a tragar a tiempo, fuese porque ese d�a yo estuviera excesivamente
caudaloso o porque apuntase mal el chorro, ca�a en el cuenco y desde ah� se lo
beb�a. Y que conste que nunca la reproch� que no pudiese beberse todo. Lo del
cuenco fue idea suya.



Tambi�n, para que se sepa de su profesionalidad, he de
confesar que yo no ten�a apenas que realizar ning�n esfuerzo para follarla. Ella
era la que dirig�a siempre las faenas y se empalaba por un agujero u otro en mi
verga imponiendo el ritmo que consideraba m�s adecuado a mi estado f�sico o
an�mico que, no se bien como, detectaba perfectamente. Esta pasividad m�a la
abandonaba ese �nico d�a del a�o en que me la follaba delante de su marido.
Entonces era yo quien impon�a mis condiciones y dirig�a el acto. No fuera que el
cornudo se creyese que su esposa me dominaba.



Pero es que adem�s su habilidad para orde�ar mis huevos
llegaba a tal extremo de que, con un imperceptible tono de superioridad llegaba
a decir:



- Don Carlos, �en cuanto tiempo desea el orgasmo?



Al principio lo consider� petulancia y le dec�a en broma: 15
minutos.


Pero manejaba los movimientos, el ritmo y la presi�n de los
esf�nteres o la lengua de tal forma que a los 15 minutos m�s o menos mi esperma
era succionado por sus agujeros. Cada vez se aproximaba m�s al tiempo que la
dec�a. Un d�a le dije, como un reto, en un minuto. Pues me vaci� los test�culos
en un minuto y tres segundos. Reloj en mano. No la volv� a retar no fuese que me
convirtiese en eyaculador precoz.



. . . . . .



Al d�a siguiente de gestionarme la disponibilidad del
matrimonio croata, Matilde solicit� permiso para hacerme una sugerencia.



- D�game Matilde. Ya sabe que aprecio sus opiniones en el
impagable valor y sensatez que siempre tienen.



- He pensado que se podr�a ahorra dinero en pagar esos
matrimonios para follar a la esposa ante el marido.



- �Y c�mo?. D�game.



- Pues lo he comentado con mi marido y estar�amos dispuestos
a que me folle ante �l cuantas veces lo desee por solamente 500 euros cada vez.
Es que tendr�amos que cambiar de coche y nos vendr�a bien.



- Pues mire Matilde. Veo muy sensata su oferta y yo la voy a
plantear una contraoferta mucho m�s atractiva desde el punto de vista econ�mico
para su familia.



- D�game Don Carlos.



- Usted Matilde ya es madurita, no me lo tome a mal, pero as�
es y el tiempo no perdona. Quiz� debiera sustituirla. Pero no, no se preocupe.
Por cierto, su hija mayor est� casada �No es as�?.



- Si, Raquel est� felizmente casada y con dos ni�os ya, pero
eso que ..... �AH NO! �NI HABLAR!.



- Bueno, usted ver�. Yo pensaba en subirle a usted el sueldo
un 10% y negociar con su hija sobre los 12.000 euros. Pero si prefiere pasar a
otro puesto de trabajo menos estresante para su edad y esperar pl�cidamente la
jubilaci�n ..... claro, que cobrar�a el sueldo de convenio colectivo m�s
antig�edad.



- Eeehhh. No s�. Quiz� hable con Raquel y su marido. D�me dos
d�as Don Carlos.



- Dos d�as.




FIN.


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