Los pecados de Marga. IRA (4)
"Que el demonio te lleve
al infierno que t� has elegido
porque t� te condenas a mi olvido
te condeno yo a mi soledad."
"Yo solo quiero aprender de ti algo que pronto se pueda
olvidar,
pues alg�n d�a lo voy a contar muy lejos de aqu�"
(Radio Futura)
Adolfo me llam� al d�a siguiente por la ma�ana para invitarme
a comer, pero le dije que estaba cansada, as� que quedamos para cenar (de eso no
pude escaparme).
Aquella noche volvimos a acostarnos. Era de esperar. Y me
gust� mucho, de verdad lo pas� muy bien, pero en modo alguno fue como el d�a
anterior. Es que fue algo que se esperaba� una cena y a retozar en la cama. No
s�, no tuvo el mismo aliciente que el viernes por la noche. Y eso que incluso me
propuso que volvi�ramos a grabarlo todo en video.
Monoton�a no, por favor.
Precisamente vengo huyendo de ella.
Tal vez por miedo a repetir, el s�bado me qued� all� a
dormir. Y a desayunar. Y volvimos a hacer el amor antes y despu�s del desayuno,
y otra vez en la ducha, antes de irnos a mi casa a cambiarme de ropa para ir a
comer fuera. Y luego por la tarde, despu�s del segundo caf� y de nuevo en mi
casa.
Y se qued� a dormir.
Y volvimos a hacer el amor por la noche.
Pero lo que m�s dulcemente recuerdo son sus besos y sus
caricias, aunque hab�a algo profundamente perverso en todo... era perversa la
inocencia de sus caricias en mi piel. Adolfo me acariciaba con una delicadeza
que de alguna forma yo ya estaba asimilando como si me perteneciera. Como si sus
manos fueran m�as y no de Luc�a. Como si todo �l fuera m�o, y no de Luc�a.
Luc�a�
Nunca, jam�s, ni remotamente me hab�a atrevido a sospechar
que existiera en el mundo un hombre de imaginaci�n tan sucia y tan
exquisitamente educado como Adolfo� era un amante perverso, atento, detallista,
fant�stico, vaya.
Pero es que a m� quien me gusta es Horacio. Qu� se me va
hacer. Que le echen la culpa al Amor, y no a mis hormonas. O a ambos. O a que
soy una caprichosa redomada.
"Me gustas mucho, Marga".
"Y t� me gustas mucho a m�".
Estaba sentado sobre el borde de la cama, desnudo de cintura
para arriba, a punto de marchase ya, con las piernas cruzadas de esa enrevesada
forma tan t�picamente masculina, con el tobillo derecho apoyado sobre la rodilla
derecha. Mir�ndome con una sonrisa peculiar, una sonrisa de ni�o que est� a
punto de hacer una gamberrada.
"�Sabes una cosa, Margita �?"
"Si, que tienes mucho morro, Adolfito.
"Si, eso es verdad. Pero tienes que reconocer que soy
encantador."
"Eres encantador."
"Te voy a echar otro polvo. Ahora mismo"
"�!Jajajajajajaaa!! �Qu� me dices?"
"Lo que oyes. Vaya, si no te parece mal".
"No�no me parece mal. Es m�s, me parece muy, pero que muy
bien�"
* * * *
Me hab�a propuesto adoptar todas las medidas cautelares
posibles para encubrir hasta el m�s m�nimo indicio del estado en el que me
encontraba, ese sentimiento antiguo que mi organismo recordaba apenas, una
especie de remoto hormigueo en el coraz�n. "Esto va a acabar mal", me
advert�a a cada instante, mientras arreglaba la casa y quitaba las evidencias
del paso de Adolfo, "pero que muy mal, Marga", me repet�a a mi misma
mientras me maquillaba, mientras me miraba en el espejo y me limpiaba la cara, y
volv�a a pintarme m�s discretamente. Sin embargo, cuando el domingo por la noche
por fin tuve a Horacio delante, sus ojos huyeron de mi rostro a tal velocidad
que pens� que podr�a haberme ahorrado el esfuerzo.
Me ofrec� a prepararle la cena, pero �l me dijo que estaba
agotado, que ya hab�an picado algo por el camino y que solo quer�a acostarse.
Hablaba mucho, atropelladamente, y eso no era com�n en �l. Me pregunt� qu� le
habr�a pasado con Luc�a para estar as�, o tal vez solo estaba tante�ndome para
averiguar si yo sab�a algo de todo aquello. En ning�n momento pens� que
sospechara de m�. Creo que mi marido siempre ha pensado que soy demasiado simple
como para tener un amante. Me sent�a poderosa, con el poder en las manos.
"Si �l supiera lo que hace su mujercita a sus espaldas� Si,
si �l supiera�", pens�.
Fue entonces cuando empec� a barruntar la posibilidad de
ense�arle el v�deo que hab�amos grabado Adolfo y yo, ese donde el marido de la
amante de Horacio me sodomizaba por primera vez en mi vida, lo que siempre hab�a
estado prohibido en nuestro matrimonio y que me hac�a un desconocido� que no lo
era del todo.
La soberbia volvi� a colorear mi sangre.
"�Marga?"
"�Si�?"
"�Por qu� sonr�es as�? Est�s tan ensimismada� Cari�o, a
veces me das miedo".
"Y m�s que te voy a dar"
"�C�mo dices?"
"Nada, mi vida, que si no te acuestas a�n, �no estabas
tan cansado?"
"Voy�"
Pude ver c�mo se cepillaba los dientes. Despu�s se refresc�
la cara y se contempl� durante un buen rato en el espejo en un arranque de
inusitado narcisismo. Enseguida se desnud�. Completamente. Pero lo hizo tan
despacio que volv� a admirar su cuerpo como lo hice la primera vez, cuando solo
era una adolescente asustada que se descubr�a ante quien cre�a ser el hombre de
su vida. Claro que el cuerpo de Horacio hab�a cambiado, peor los a�os a�n no le
hab�an arrebatado el misterio de la f�til belleza.
Cuando se liber� de la ropa interior me sorprendi�
descubrirle una incipiente erecci�n. Sent� un ligero cosquilleo en mi
entrepierna, y quise llamarle, pedirle que me hiciera el amor aun a pesar de su
relativo "cansancio", pero no fui capaz. De alguna forma present� que aquella
noche ser�a la �ltima noche, as� que no fui capaz. Adem�s, se me estaba haciendo
tan extra�o espiar a mi marido, a ese hombre que una vez fue El Hombre, con
may�sculas, pero que ahora no pasaba de ser casi un desconocido, un ser anodino,
sin apenas nombre. Yo quiero mucho a Horacio, si, pero� hac�a mucho tiempo que
se nos hab�a perdido la magia, y la verdad es que ni �l ni yo hicimos nada,
jam�s nos hab�amos arrodillado a cada lado de la cama para tratar de buscarla.
Horacio se acarici� reverencialmente el pene como si se
tratara de la mism�sima esencia de la vida. Lo m�s preciado del mundo. Apartaba
con los dedos la piel del glande, reluciente ya, y se miraba en el espejo
sonriente, crey�ndose solo.
Se gustaba.
Y no era de extra�ar. Tiene un pene magn�fico. No soy ninguna
est�pida, Dios lo sabe, pero su pene, su fant�stico pene de 19 cts. y de
considerable grosor fue una de las principales razones por las que me fij� en
�l.
Un pene que ahora disfrutaba otra mujer.
Observ� extasiada c�mo se pasaba la mano por el vello p�bico
para luego, con las manos extendidas, recogerse todo el paquete, embelesado,
orgulloso de sus armas. Sus test�culos parec�an hinchados de agridulce esperma,
y eso me hizo recordar a mis fugaces amantes de d�as anteriores, cuando comet�
el Pecado de la Gula. Apenas pude controlar los violentos latidos que amenazaban
con destrozarme el pecho, el amasijo de nervios que anidaban en mi vientre y la
h�meda vibraci�n de mi sexo. Pens� que Horacio se ir�a a masturbar all� mismo,
pero en lugar de eso lo que hizo fue apagar la luz y salir del ba�o.
Una tenue luz que entraba por la ventana cubri� la habitaci�n
con un velo transl�cido.
Cerr� los ojos.
�l rode� la cama, se tumb� a mi lado y me abraz� por la
espalda, coloc�ndose estrat�gicamente para que yo pudiera sentir su miembro
justo en mi nalga derecha. Debi� notar mi excitaci�n porque lo o� suspirar mi
nombre, peor no me mov�.
"Horacio, cari�o� tengo que ense�arte algo, antes de
nada".
"Lo que desees, gatita, aunque digo yo que todo puede
esperar� pero soy todo tuyo, leona"
"�Todo m�o, seguro?"
Se puso r�gido.
"�Qu� quieres decir?"
Me gir� para besarle en los labios, al mismo tiempo que me
zafaba de su abrazo. Me dirig� hacia mi bolso y saqu� la cinta de video que
hab�a grabado Adolfo.
"Co�o, Marga, ��desde cu�ndo necesitamos pel�culas de ese
tipo para ponernos a tono!? Anda, ven aqu� y deja eso".
"No, tienes que verlo, es importante"- le sonre� con la
m�s dulce y p�cara de mis sonrisas- , "es una sorpresa�" � puse la cinta en
el aparato de v�deo- "...solo para ti"
No me respondi�. Quiz�s capt� mi tono sarc�stico y se imagin�
que yo le hab�a descubierto con Luc�a y que all� ten�a las pruebas. Me acerqu�
al equipo de m�sica y seleccion� un CD de m�sica instrumental portuguesa. Lo
accion� al mismo tiempo que el video. PLAY. Le quit� r�pidamente voz al
video.
�Una gigantesca cama redonda. Es la primera que veo en toda mi vida. Las
s�banas son de sat�n rojo oscuro... y sobre ellas el hombre m�s atractivo que
jam�s he visto. Quiz�s demasiadas cosas nuevas para m�, porque me siento
desfallecer. Adolfo est� completamente desnudo, tumbado de lado y con la cabeza
apoyada sobre una mano, mir�ndome con la misma cara que deben de tener los lobos
de las m�s remotas estepas. Yo echo la cabeza a un lado, en un coqueto gesto, y
le sonr�o ilusionada, complacida. �l me devuelve la sonrisa y se�ala un punto
indeterminado a los pies de la cama: una enorme c�mara de video.�
Horacio se incorpor�.
"Marga, qu� es esto".
"Compru�balo t� mismo"
�Me acerco lentamente a la cama, descalz�ndome por el camino. Subo a ella y
me tumbo a su lado, y Adolfo, sin dejar de mirarme, me desnuda con una lentitud
que de poco no me vuelve loca. Pero me controlo. S� lo que me espera y tengo
tantas ganas de que ocurra que estoy como bloqueada.
Agust�n desnudo verdaderamente es un dios. Tiene un pene grande, fuerte,
erecto hasta el delirio, con un glande rojo brillante, precioso� Me siento
peque�a, d�bil a su lado. Estoy totalmente a su merced, como si yo solo fuera
una marioneta. No pronunciamos palabra. Solo nos miramos, como grabando a fuego
nuestras orograf�as respectivas, hasta que me coge de la cintura y me coloca
suavemente a cuatro patas. Mientras alterna besos por mi columna vertebral y
palabras tranquilizadoras a media voz, siento su mano en mi ya empapado sexo,
c�mo me introduce dos� tres dedos, empap�ndoselos con mis fluidos, para despu�s
acariciarme el ano con una suavidad que me sorprende. Las im�genes son de una
calidad extrema. Su endurecida polla me roza a la altura de la cintura y tengo
que obligarme a hacer un enorme esfuerzo para no abalanzarme a por ella. Me
introduce la punta de un dedo y se me olvida todo� siento una ligera punzada de
dolor, pero �l comprende porque es sabio�
Se coloca detr�s de m� y me lame suavemente el ano, apartando con ambas manos
mis prietas nalgas. Despu�s prueba a introducirme un dedo entero. Me sorprende,
pero no me desagrada. Sin embargo, cuando mete dos dedos a la vez, creo que me
est� rompiendo por dentro� el dolor me hace gemir, pero Adolfo me dice que trate
de relajarme� al parecer mi ano es de los estrechos. Inicia un breve ritual de
mete saca hasta que mis m�sculos poco a poco se van adaptando a sus dedos.
Siento un agradable calorcillo que dispara mi excitaci�n, se�al de que ya estoy
preparada� se lo hago notar y �l no se hace de rogar. Suavemente su glande
comienza a abrirse paso por el reducido agujero de mi culito con delicadeza
mientras me hace girar las caderas con sus manos. Yo noto c�mo su gruesa verga
se va adaptando lentamente a los m�sculos de mi ano y, para mi sorpresa, con
suma facilidad, hasta que noto que ya el glande ha conseguido pasar. Se nota que
tiene mucha habilidad en la materia� hace que aquello sea maravilloso. Me
penetra y vuelve a salir de m� con un ritmo suave e intenso, llegando a sacarla
casi por completo y volvi�ndola a meter hasta el fondo.
De pronto, Adolfo, agarr�ndome fuertemente de la cintura, y sin previo aviso,
hace un movimiento brusco con la pelvis y me penetra de golpe, meti�ndome su
polla hasta la base. Yo grito como si se me fuera la vida en ello, un grito
seco, corto, intenso, un grito asustado que pide m�s. Creo que mi grito se oye
por todo el edificio� y sin embargo, a los poco segundos el placer ha superado
con creces al dolor� Y precisamente por eso me sobreviene un primer orgasmo,
algo apagado, pero me da �nimos para seguir aguantando las embestidas. �
Horacio se levant� y apag� el video. No pudo aguantarlo y eso
me enfureci�, pero esper�. Se qued� apoyado en el mueble, con la cabeza hundida
entre los hombros. La suave m�sica lo llenaba todo.
"C�mo lo has sabido... ��Maldita bruja vengativa!!"
"Vaya, Horacio, esta noche he pasado de ser una gatita a
una leona y de ah� a una maldita bruja vengativa con una velocidad pasmosa,
�no crees?"
"Joder..."
"Cuando veas a Luc�a dile que le devolver� la cinta un
d�a de estos, para que ella tambi�n la vea y eso. Adolfo y yo estamos muy
orgullosos de ella. Es buena, �verdad?"
"Eres c�nica"
"Casi tanto como t�, mi bien"
El ruido de la puerta cerr�ndose violentamente me estuvo
resonando en los o�dos durante los diez minutos que permanec� inm�vil, con la
terrible frase que no llegu� a pronunciar planeando a�n sobre mi cabeza.
Entonces la sent�.
Era Ella. La Ira. Mi Cuarto Pecado.
La Ira comenz� a inundarme las venas. La pude sentir dentro
de m�, muy dentro�
Ech� ra�ces profundas en mi coraz�n, con un dolor sordo que
me desgarraba. Y la sent� crecer, y crecer, y crecer�
Me hizo gigante, y m�s poderosa que la Soberbia. La Ira me
hizo ser la mujer m�s temible.
Me diviniz�.
Era Ella. Por fin.
Algo estall� dentro de mi cabeza y me encegueci�.
***
Cuando despert�, estaba echada sobre el sof� y ten�a la ropa
manchada de sangre. Ten�a un terrible corte en la palma de la mano derecha.
Sangre� roja como la sangre, porque la sangre es vida.
Me lam� la herida en silencio, soportando el dolor, mirando
al vac�o, tumbada sobre el sof�.
Y pens� en Luc�a.
Y en mi vecino de arriba.
Y en Adolfo.
Y en la frutera.
En Horacio no pens� hasta horas m�s tarde, cuando sal� de
urgencias�
Aliena del Valle.-