Relato: Juegos adolescentes (2)



Relato: Juegos adolescentes (2)


JUEGOS ADOLESCENTES 2



Por: Horny




Resumen JUEGOS ADOLESCENTES: A la edad de 13 a�os mi
hermano (1 a�o menor) y yo, pas�bamos las tardes en mutuas tareas
masturbatorias. Las noches, en la habitaci�n que compart�amos eran c�lidos
momentos de exploraci�n. Todo cambio el d�a que la empleada dom�stica nos
descubri� y nuestros padres nos designaron habitaciones separadas.


*******


Durante un mes que se me hizo un a�o, la relaci�n entre mi
hermano y yo no pasaba de miradas furtivas, de roces casuales, un corto beso en
los labios. Nadie nos vigilaba expresamente pero el suceso con Clemencia nos
hab�a dejado traumatizados, esa mujer nos hab�a pillado in fraganti y no
quer�amos que eso pasara con nuestra abuelita o peor a�n con nuestros padres.


Para colmo, un profesor particular nos acompa�aba en las
tareas todas las tardes, de lunes a viernes. Lleg�bamos del colegio y el
profesor ya estaba en casa. Se iba cuatro horas despu�s, justo cuando nuestros
padres llegaban del trabajo, a veces unos minutos antes los cuales
aprovech�bamos para un besito mas largo o meter una manito bajo la camiseta del
otro. Para nada mas nos alcanzaban esos minutos.


Hac�a aproximadamente un a�o yo hab�a tenido mi primer
orgasmo. Fue un momento intenso, que se dio de manera gradual, con sensaciones
cada vez m�s intensas, tan solo cosquilleos al principio y despu�s toda una
explosi�n. En mi hermano la situaci�n se dio de manera similar aunque �l se
masturbaba a solas mucho mas seguido que yo. Durante el �ltimo mes por obvias
razones ambos hab�amos tenido que recurrir a nuestras propias manos para darnos
placer.


Para la �poca en la cual nos separaron de habitaci�n hab�amos
planeado algo especial que no pudimos llevar a cabo: la iniciaci�n de ambos, el
perder juntos la virginidad. M�s de una vez su capullo hab�a tanteado mis labios
vaginales ba��ndose en mis flujos, pero sin ir mas all�, los temores de ambos
nos hab�an detenido.


Ahora yo compart�a habitaci�n con mi hermanita de 4 a�os, muy
peque�a para comprender lo que ocurr�a pero lo suficientemente grande como para
delatar a mi hermano en caso que intentara entrar en nuestra alcoba de noche sin
explicaci�n. Como si fuera poco el piso de la casa era de madera, chirriaba, los
pasos en el hall se escuchaban claramente, habr�a sido dif�cil salir de nuestra
respectiva alcoba de noche.


Ya hab�amos sopesado una y otra vez todas esas opciones, se
nos notaba deprimidos, como ausentes. Mis padres lo notaron y en el colegio la
situaci�n era similar. Pero por mas que pens�bamos no encontr�bamos la manera de
vernos a solas para besarnos� amarnos�


Era un viernes, estaba en el colegio, en una de las zonas
verdes ubicada junto a un muro de unos dos metros que daba a la calle. Sol�a
pasar all� los descansos en compa��a de mis amigas m�s �ntimas, hablando de
cosas de adolescentes. Una de mis amigas me dijo:




�Ese que est� all� sobre el muro no es tu hermano?




Gir� mi cabeza y efectivamente era �l que como un chimpanc�
hab�a trepado el muro instal�ndose c�modamente para observarme, aunque no era
�nicamente eso lo que se propon�a. Mi rostro se ilumin� nada mas verlo.




Marcela � me grit� mi hermano desde lo alto del muro �
�hay manera de entrar? Necesito hablar contigo urgentemente.


Siiii Andr�s, � le dije emocionada � hacia la parte
trasera del colegio este muro se convierte en una simple cerca de alambre.
Baja con cuidado y nos vemos all� en dos minutos; sigue por esa misma calle.




Me desped� de mis amigas fingiendo preocupaci�n por la
"visita" de mi hermano y sal� corriendo hacia la parte trasera del colegio. El
lugar estaba convenientemente cubierto por el coliseo deportivo, lejos de las
aulas. Era una zona verde muy vasta con una sola peque�a edificaci�n: la casita
de mu�ecas de las ni�as de preescolar. Pero a esa hora las mas peque�as hab�an
salido de clase, era mucho mas de medio d�a.


Cuando llegu� mi hermano ya estaba esper�ndome, era un
experto trepando y burlando todo tipo de seguridad, aunque al ser campestre el
colegio donde estudiaba no estaba demasiado cercado.




Andr�s � le dije yo � �c�mo llegaste hasta aqu�?


Hoy no entr� a clases, tom� el autob�s y vine a verte.


Tal y como lo dices lo haces ver tan simple � le dije.


No, no fue simple � me dijo � pero ning�n esfuerzo es
demasiado con tal de verte a solas.




Se acerc� a m� y junt� sus labios a los m�os. Cerramos los
ojos y nos dejamos llevar por ese beso, por el primer beso apasionado que nos
d�bamos despu�s de un mes.




Se de un lugar donde podemos estar a solas � le dije.




Lo conduje de la mano a la casita de mu�ecas despu�s de mirar
a lado y lado que nadie nos viera entrar. La casita era un peque�o chalet, algo
as� como una tercera parte o menos de uno grande. Para entrar deb�amos
agacharnos un poco pues la puerta no superaba los 1,40 m de altura. Era de dos
pisos, en el primero una peque�a cocina, sala y comedor. En el segundo piso
(para acceder se deb�a subir por una escalera de gato) la peque�a alcoba.


Entramos en la habitaci�n en cuatro patas y nos tumbamos en
el piso. La camita era demasiado peque�a para que cupi�ramos los dos pero en el
piso repleto de cojines estar�amos a gusto.




Ten�a tantas ganas de verte � me dijo mir�ndome a los
ojos.


Y yo a ti � le respond� � este mes casi sin tocarte ha
sido un infierno.




Acostados de medio lado, mir�ndonos con ternura y pasi�n
nuestros labios se acercaron de nuevo y se regalaron el mejor de los besos,
nuestras lenguas se buscaban como locas, nuestros brazos comenzaron a buscar el
cuerpo del otro. El tiempo y las circunstancias actuaban en nuestra contra,
deb�amos aprovechar cada minuto.


Una de sus manos subi� por mis muslos levant�ndome la faldita
escocesa, acarici�ndome suavemente con la palma desde la rodilla hacia arriba
como ya era su costumbre. Le encantaba ir encendi�ndome poco a poco, hacerme
desfallecer con sus caricias, llevarme al l�mite de la pasi�n, dejarme all� un
rato y luego dejarme ir como en un tobog�n desbocado de lujuria hasta el m�ximo
cl�max.


Mis manos se acercaron a su camisa, acariciaron su pecho a�n
infantil, luego comenc� a desvestirlo lentamente. Nos arrodillamos frente a
frente para facilitar la tarea, todo eso sin separar nuestras bocas, como si
nuestra saliva fuera el combustible para seguir viviendo.


Nuestros respectivos uniformes escolares salieron a volar.
Minutos despu�s nos vimos desnudos, tomamos una manta de la peque�a cama y nos
envolvimos en ella, nuestros tibios cuerpos muy juntos, desprendiendo calor. Nos
tumbamos de nuevo, de medio lado, acarici�ndonos, mir�ndonos, bes�ndonos.


Entonces escuchamos ruidos afuera. Con mucho sigilo me
incorpor� y mir� por la peque�a ventana. Eran mis amigas busc�ndome, la hora de
descanso hab�a terminado y deb�amos volver a clase. Comenzaron a llamarme, mi
coraz�n galopaba, si ellas llegaban a descubrirnos� no quer�a ni pensarlo.


El timbre son� justo cuando ellas estaban entrando en la
casita, en ese momento se me sali� el alma del cuerpo y volvi� a entrar. Justo
arriba de sus cabezas est�bamos mi hermano y yo desnudos.




Parece que por ac� no hay nadie � dijo una de ellas.


Si, seguro Marcela ya est� en el sal�n de clases � dijo
otra.




Salieron de la casita y se fueron por suerte en sentido
contrario a donde est�bamos mi hermano y yo.


Me calm�, respir� aliviada y me recost� de nuevo con la
cabeza echada hacia atr�s, cerrando los ojos. Lo que sent� fue delicioso, la
mejor terapia para un momento como esos: mi hermano apoderado de uno de mis
pezones, succion�ndolo con su dulzura caracter�stica, apret�ndolo con sus
labios, suavemente con sus dientes, marcando su contorno con su lengua c�lida.


Sus dos manos comenzaron a deslizarse lenta y suavemente
hacia el sur de mi cuerpo, hacia mi zona h�meda. Una de ellas se pos� en los
dorados y escasos rizos de mi conchita, en ese momento abr� mis piernas
dej�ndome llevar. La otra mano, bajo mis caderas trataba de llegar a mi culito
delineando mi raja sin ning�n apuro.


Ambas manos casi se encuentran pero cada una se concentr� en
un solo orificio, y su boca hac�a maravillas en el pez�n que ten�a mas cerca. La
mano en mi conchita jugueteaba con mis pelitos y acariciaba mi rajita, para
luego separar mis labios tratando de entrar. La otra mano acariciaba el orificio
anal con un solo dedito, muy suavemente y en c�rculos, sin entrar, solo
acariciando.


Importantes cambios f�sicos se operaron en m�, cambios en la
respiraci�n, en el ritmo card�aco, en mis gemidos incontrolables, en los fluidos
que manaban imparables de mi conchita manchando las manos de mi hermano, la
manta y los cojines.


Mis piernas estaban abiertas a todo lo que daban, una rozando
la pared y la otra atrapada entre los muslos de mi hermano. Mov�a las caderas
como pod�a buscando esas manos, trataba de pegar mi peque�o pez�n a�n m�s a su
boca, quise detener el orgasmo que me ven�a inevitable pero era demasiado tarde,
me qued� quieta disfrutando el hormigueo previo pero ya no hab�a marcha atr�s
pues esas ondas que nac�an en mi vagina hab�an alcanzado su m�xima expresi�n
esparci�ndose por todo mi cuerpo. �l en ese momento me abraz�, sostuvo mi cuerpo
mientras duraron los espasmos, mirando los cambios en mi rostro producidos por
el placer, gozando con el rubor de mi rostro, con las peque��simas gotas de
sudor en mi frente, con mi espalda arqueada, mis ojos cerrados y mi boca
abierta.


Me repuse extenuada y lo bes� agradecida en las mejillas, la
frente y por �ltimo en la boca.




Marcela, quiero penetrarte � me dijo.




Le contest� con un beso, peg�ndome a su cuerpo, mis brazos lo
rodearon a la altura del cuello y mis caderas se pegaron a las suyas. Ya no
hab�a temor adem�s era tal vez la �nica oportunidad que tendr�amos en mucho
tiempo, en semanas o meses de estar juntos y hacer realidad los sue�os
construidos a lo largo de esos a�os.


�l tom� la posici�n dominante ubic�ndose sobre m�. En un
segundo ocurri� todo, una mirada, un beso y su verga de mediano tama�o entrando
en mi cuerpo muy despacio para que la pasi�n no lo traicionara y eyaculara antes
de tiempo. Cerramos los ojos para sentir mejor, para abstraernos del mundo
entero e instintivamente comenzamos a movernos r�tmicamente �l hacia m� y yo
hacia �l, como si siempre hubi�ramos sabido hacer el amor, como si llev�ramos
a�os practic�ndolo.


Una l�grima se escurri� lentamente de uno de mis ojos hacia
la oreja y Andr�s se detuvo un momento preocupado.




�Te duele? � me pregunt� - �lo saco?


No Andr�s � le dije � esta l�grima no es de dolor sino de
felicidad. Lo estamos haciendo �verdad Andr�s?


Si Marcela � me dijo sonriendo � lo estamos haciendo, es
el d�a m�s importante de nuestras vidas.




Nuestros movimientos continuaron, un poco m�s lentamente, sin
prisas. �l bes�ndome desde la boca hasta mis peque�os senos para luego regresar.
A pesar de su esfuerzo por demorar el momento cumbre controlando sus
pensamientos el placer pudo m�s.




Marcela � me dijo con vehemencia � estoy sintiendo algo
que nunca hab�a sentido con esta intensidad, me vengo�




En ese momento, con algo de temor sac� su verga de mi
interior derramando sus peque�as gotas sobre mi vientre sin dejar de moverse,
casi como lo estuviera haciendo con mi ombligo. Se desplom� sobre mi cuerpo,
apoyando su cabeza en mi pecho. Yo tom� su cabeza acarici�ndola en forma
maternal, despu�s de todo era la hermana mayor.




Andr�s � le dije yo � �c�mo te sentiste?


Mejor que nunca hermanita � contest� �l � mejor que con
cualquier paja, el placer es indescriptible. �Y t�? �te sientes satisfecha?
�tuviste otro orgasmo?


Me siento muy bien � contest� � no tuve otro orgasmo,
estaba concentrada en mirarte, en disfrutar las sensaciones, aunque sent�
peque�os espasmos, como orgasmos peque�os consecuencia del que me provocaste
hace un rato con tus manos.




Esa primera vez fue tal y como la sue�a la mayor�a de las
personas, con ternura, sin traumatismos aunque esa experiencia incestuosa nos
marc� para el resto de nuestras vidas.




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Relato: Juegos adolescentes (2)
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