Relato: El hijo de mi socio





Relato: El hijo de mi socio

El hijo de mi socio




Eran casi las seis de la tarde de un jueves bastante
ajetreado. La verdad es que ten�a ganas de irme a casa, pero me hab�a propuesto
terminar la lectura de un expediente que ven�a postergando desde hac�a d�as. Con
esa intenci�n, m�s resignado que decidido buscaba concentrarme en lo que le�a,
cuando una voz me distrajo por completo.



"�Est�s ocupado?".



Alc� la vista y me encontr� con la cara de Mart�n, el hijo de
Edgardo, mi socio, que me miraba exhibiendo una sonrisa t�mida.



"Hola Martincito!".



"Pas� a saludarte, pero si est�s trabajando no quiero
interrumpirte . . .
".



"No, no te preocupes.". Me levant�, fui al encuentro
del chico para darle un beso, y entonces vi los libros y cuadernos que llevaba
en una mano.



"Pero . . .�de donde vienes?", le pregunt�. "�No me
vas decir que reci�n sales del colegio?
".



"No, no", respondi� el chico sonroj�ndose. "Estuve
estudiando en la casa de un compa�ero, y como estaba cerca pas� a buscar a mi
pap�.
".



"Mm . . . pero me parece que tu viejo se fue a ver un
cliente, y ya no vuelve
.".



"�En serio?". Mart�n agrand� los ojos, y otra vez se
sonroj�. "Deb� haber llamado antes" murmur�.



"Bueno, tal vez me equivoco. Por qu� mejor no averiguas
con Eugenia. Ella seguro sabe bien cuales eran los planes de Edgardo
".



Mart�n asinti� con un gesto de cabeza, dej� sus cuadernos
sobre mi escritorio y sali� en busca de la secretaria. Mientras se alejaba, me
qued� pensando en cuanto hab�a crecido el mocoso, en c�mo hab�a pasado el
tiempo. �Qu� incre�ble!. Si ya hac�a ocho a�os que me hab�a asociado con Edgardo
para poner nuestro propio Estudio Jur�dico. Por aquel entonces Mart�n era un
gurrum�n, y a pesar de haberlo visto crecer todav�a me costaba creer que ese
chico regordete se hubiese convertido en este esbelto jovencito de diecis�is
a�os. Bueno, aunque algunas cosas no hab�an cambiado, porque Mart�n conservaba
esa timidez que lo hac�a sonrojarse por nada. Y conmigo m�s que con nadie. Por
alguna raz�n, cada vez que yo le hablaba un leve rubor te��a sus p�mulos, y una
inocultable agitaci�n lo invad�a cuando me dirig�a la palabra.



Abstra�do en mis remembranzas me puse a ordenar mis papeles,
y sin darme cuenta empuj� las cosas de Mart�n hasta la orilla del escritorio, y
claro est�, se cayeron al suelo. Pute�ndome por mi torpeza di la vuelta al
mueble y me puse a recoger los libros y cuadernos . . . y fue en ese momento
cuando del interior de uno de ellos cay� una revista con un t�o en la tapa. Era
un tipo musculoso, bien parecido, acomodado en una pose por dem�s sugerente.



No estaba seguro sobre el contenido de la revista, pero
cuando la abr� no tuve dudas: en la mayor�a de las p�ginas hab�a fotos porno gay
de todo tipo: muchachos solos o acompa�ados; d�os o tr�os mam�ndose o follando
como locos. En fin, una galer�a bastante variada y extensa.



Me qued� helado, sin saber que hacer. �Carajo, de repente
Mart�n me resultaba un completo desconocido!. Y pensar que hasta hac�a unos
instantes me acordaba del tierno ni�ito que hab�a sido!. �Ser�a posible que el
espigado muchachito fuese . . . puto?. Fue entonces cuando vino a mi mente la
forma en la que se comportaba conmigo: nervioso, m�s t�mido de lo acostumbrado.
Era la actitud t�pica que tienes cuando . . . cuando te gusta alguien!.



�Pero claro, ahora todo cerraba!. �C�mo no me hab�a dado
cuenta antes!. El mocoso deb�a fantasear conmigo, y quien sabe la clase de cosas
que pensaba cada vez que yo lo miraba, lo abrazaba . . .



Me sent� muy extra�o. �Qu� deb�a hacer?. Nada, claro. Yo
estaba suponiendo cosas, y al fin de cuentas me estaba entrometiendo sin permiso
en la intimidad del chico. Entonces puse la revista dentro del cuaderno en el
que estaba, junt� el resto de las cosas lo m�s r�pido posible y las coloqu�
sobre un sill�n. Justo a tiempo. Porque sent� unos pasos, y segundos despu�s
Mart�n entr� en mi oficina.



"Ah, Mart�n!. Puse tus cosas ah� porque estaba acomodando
unas carpetas y necesitaba el lugar
", ment�.



"S�, claro! Perd�n, no quise ocupar tu escritorio", se
disculp� el chico, sonroj�ndose otra vez. Entonces me sent� un cerdo, y fue mi
turno de sonrojarme.



"No, no hay cuidado. �Y qu� pas� con tu viejo?".



"Ten�as raz�n, se fue a ver un cliente y ya no vuelve",
me contest� con un suspiro. Me dio pena la cara de resignaci�n que puso, y
entonces le pregunt�:



"Y ahora �te vas a tu casa?".



"Y . . . s�".



"Bueno, dame dos minutos que ordeno todo esto y te llevo.".



"No, no! No te molestes, yo me voy solo!".



"Ninguna molestia, hombre!", le dije sonriendo. "Si
mi casa est� cerca de la tuya. Adem�s, yo tambi�n quiero irme
".



Acomod� mis cosas, apagu� las luces de mi despacho, salud� a
los pocos que quedaban en el Estudio, y baj� con al muchacho al estacionamiento
del edificio. Subimos al carro, y mientras nos acomod�bamos vi que Mart�n ten�a
sus cuadernos en el regazo.



"�Quieres ponerlos atr�s?" le pregunt� se�al�ndolos.



"No, gracias. Prefiero llevarlos yo" me contest�.
Claro, entend� perfectamente porque no quer�a separarse de sus libros. No fuese
cosa que algo inconveniente se escapase de entre ellos . . . �Todav�a no pod�a
creerlo!. El recuerdo de la revista trajo muchas preguntas a mi mente: �De donde
la habr�a sacado?. �De la casa de ese compa�ero con el que hab�a estado
estudiando?.



�Y si no hab�an estado estudiando . . .?.



�Y si no hab�a estado con un compa�ero . . .?".



Una extra�a agitaci�n me invadi� cuando empec� a suponer lo
que Mart�n podr�a haber estado haciendo. Lo mir� de reojo, y por unos segundos
imagin� ese cuerpo en desarrollo acariciado por las manos de un hombre,
recorrido por una lengua ardiente, besado por unos labios ansiosos, pose�do por
un sexo endurecido y babeante . . .



Tragu� duro, y not� con inquietud como mi verga se hab�a
agarrotado con esos pensamientos. S�, aunque no me gustase, deb�a aceptarlo:
estaba excitado. Por unos minutos busqu� desesperadamente serenarme y pensar en
el muchacho como lo que era: alguien a quien yo quer�a mucho. Pero una sucesi�n
de im�genes lascivas que ten�an como protagonista al t�mido hijo de mi socio
desfilaron por mi mente, y otra vez mi verga se endureci� furiosamente debajo de
mis pantalones.



Mis instintos me dominaron, y sin detenerme a pensar en lo
que hac�a puse una mano en la pierna de Mart�n y le pregunt�:



"�Y . . . estudiaron mucho con tu compa�ero?".



"�C�mo?. Ah . . . s�!", me contest� mientras sus
mejillas se coloreaban.



"Mm . . . �Seguro?. �O se la pasaran hablando de sexo?"
le espet� con brutalidad mientras mi mano sub�a y bajaba por su muslo.



"No, no!. Estudiamos, estudiamos!", me respondi� rojo
como una grana al tiempo que sus ojos miraban mi mano acariciar su pierna.



El resto del viaje permanecimos callados. Cuando llegamos a
la casa de mi socio detuve el carro, y Mart�n se volvi� para saludarme. Vi sus
labios preparados para el beso, y sent� una tentaci�n irresistible. Obnubilado,
clav� mis ojos en los del mocoso, puse mi mano en su nuca y lo atraje hacia m�.
Por unos instantes Mart�n me mir� con una mezcla de ansiedad y sorpresa, como
esperando cualquier cosa. La verdad es que ni yo estaba seguro de lo que iba a
hacer. Pero por fortuna recobr� la conciencia . . . y mi boca pas� a escasos
cent�metros de la del chico para finalmente posarse en su mejilla. Le di un beso
largo, h�medo, durante el cual mis labios acariciaron la piel todav�a suave del
adolescente.



"Chau Martincito!. Fue un gusto verte", le dije con
voz ronca.



El chico murmur� un saludo, y se baj� r�pido del carro.
Mientras lo ve�a alejarse no pude evitar imagin�rmelo revolc�ndose en una cama
con un tipo, entreg�ndole ese culo menudo pero parado, gimiendo mientras lo
pose�an con ardor. No s� porque lo supuse pasivo. Tal vez por su car�cter
t�mido, porque todav�a no era un hombre . . . o porque la idea me excitaba mucho
mucho.



Esa noche, desvelado en mi cama, repas� una y otra vez lo
sucedido, y termin� por avergonzarme. �Qu� me hab�a pasado!. Mart�n era como un
sobrino para m�. �C�mo hab�a podido actuar de esa manera!. No, realmente mi
actitud hab�a sido deleznable, y quiz�s tuviese consecuencias. Porque �y si el
chico le hac�a alg�n comentario a su padre sobre mi extra�o comportamiento?.
�Qu� explicaci�n razonable iba a dar?.



Esa idea no dej� de atormentarme, y al otro d�a entr� al
Estudio con cierto temor. Francamente, esperaba encontrar a mi socio en mi
despacho, listo para encararme por mi conducta. Con el coraz�n latiendo
descontroladamente llegu� hasta la puerta de mi oficina, respir� hondo y la
abr�.



Pero no hab�a nadie.



Entr�, y todav�a intranquilo me sent� en mi sill�n. Entonces
vi pasar a Edgardo frente a mi despacho, y al verme solamente me dijo "�Buen
d�a!
". Despu�s se volvi�, se asom� apenas y me dijo:



"Gracias por llevar a Mart�n a casa ayer.".



No, el chico no hab�a dicho nada. Ni siquiera me plante� las
razones de su silencio. S�lo largu� un suspiro de alivio, y respond� sonriendo:



"No, de nada. Fue un gusto.".



Despu�s la rutina me devor�, y cuando quise acordarme eran
las seis de la tarde. Era viernes, por lo que a diferencia de otros d�as, todos
� incluyendo a mi socio - se fueron religiosamente a horario. As� me qued� solo,
tratando otra vez de leer ese maldito expediente. La atm�sfera tranquila y
callada me ayudaba, y ya hab�a empezado a concentrarme cuando de repente son� el
tel�fono, sobresalt�ndome. Atend� fastidiado, y del otro lado escuch� la voz de
Edgardo.



"Qu� suerte que te encuentro!".



"�Pas� algo?", pregunt� alarmado.



"No, no, tranquilo, todo est� bien. S�lo que olvid� mi
llavero sobre el escritorio, y ah� tengo tambi�n las llaves de la oficina. Y
justo el lunes pensaba ir m�s temprano!
".



"�Quieres que te las alcance?".



"No, no te molestes!. S�lo ll�vatelas, y yo las paso a
buscar ma�ana por tu casa. �Puede ser?. Porque es s�bado, y no quisiera
importunarte . . .
".



"No hombre, no hay problema. Por la tarde seguro voy a
estar en el departamento
".



Colgu� y mir� el expediente, resignado. Estaba visto que
nunca iba a terminar de leerlo en la oficina, de manera que tom� la carpeta,
pas� por el despacho de Edgardo para recoger su llavero, cerr� el Estudio y me
fue a mi casa.



Al otro d�a, cerca de las siete de la tarde, justo cuando yo
sal�a del ba�o despu�s de darme una ducha, llamaron a la puerta. No pod�a ser
Edgardo, porque el timbre que hab�a sonado no era el del portero el�ctrico sino
el del departamento. Espi� intrigado por la mirilla, m�s que nada porque estaba
vestido s�lo con el pantal�n corto del piyama, y entonces vi a Mart�n parado en
el umbral.



El coraz�n me lati� con furia. Mes� mis cabellos, respir�
hondo y abr� la puerta.



"Martincito!. �Qu� haces aqu�? le pregunt� con cara de
asombro. "Pero anda, pasa, que estoy casi en bolas!" agregu� invit�ndolo
a entrar con un gesto de cabeza.



"Yo . . . pas� a recoger el llavero de mi viejo. Vengo del
club, y como me queda de paso .
. .", respondi� el muchacho mientras se
sonrojaba como de costumbre.



"Ah! Pero que c�modo hab�a resultado tu padre, eh!. �Y
c�mo entraste?
".



"Justo sal�a el portero, y como ya me conoce me dejo pasar".



"Entiendo. Bueno, voy a buscar las llaves y a vestirme.
Pero por favor, si�ntate!
".



Mart�n obedeci� y se sent� en silencio. Me alej� unos pasos,
pero entonces di la vuelta y volv� junto a �l.



"Perd�name, soy un bruto. �Quieres beber algo?".



"No, no, gracias", me respondi�. Mientras habl�bamos,
not� la evidente turbaci�n del chico por verme casi desnudo. Me deseaba, eso
estaba clar�simo. La carga sexual que irradiaba era tan palpable que mi verga
corcove� y comenz� a empinarse, delatando la excitaci�n que empezaba a
invadirme.



"�De verdad?. Mira que no me cuesta nada . . .".



"No, no, de verdad", me contest� agitado. Pero a esa
altura, yo tambi�n estaba agitado. Mis ojos recorr�an la esbelta figura del
muchacho, vestido con una remera y un pantal�n corto que dejaba ver sus bien
torneadas piernas. Ten�a el cabello mojado, y de su piel emanaba un suave
perfume. Se ve�a masculino pero tierno a la vez. Todo en �l invitaba a
acariciarlo, besarlo, amarlo . . .



No pude m�s. Mi conciencia desapareci�, y dando dos pasos m�s
me par� frente al chico, con mi abultada entrepierna a la altura de su rostro.



"�Qu� pasa?. �Te pone nervioso verme as�?", le
pregunt� mientras le levantaba la barbilla con mis dedos.



"Yo . . .".



Por primera vez me mir� directo a los ojos, y le� en su
mirada un deseo abrasador. Entonces puse mi mano en su nuca, y suavemente atraje
su cabeza hasta mi palpitante falo. Mart�n entreabri� su boca, y con delicadeza
apret� mi verga con sus labios, haci�ndome gemir.



"S�, chiquito, s�!".



Ya no hizo falta que lo alentase. Sus suaves manos bajaron mi
prenda descubriendo mi feroz erecci�n, y luego su boca engull� con avidez mi
dur�simo miembro. Un latigazo de placer sacudi� mi cuerpo, y mientras mi verga
recib�a el masaje ardiente de los labios y la lengua del adolescente, mis manos
acariciaban con ternura su cabeza y su rostro. �Dios, con que maestr�a lo
hac�a!. Realmente estaba sorprendido con la habilidad del chico para succionar
una polla, e imagin� que alguien se hab�a tomado la placentera tarea de
entrenarlo tan bien.



Al cabo de unos pocos minutos sent� que iba a correrme, y
entonces lo detuve. Lo puse de pie, le saqu� la remera y as� dej� al descubierto
su torso bien definido. El aroma de su piel me enloquec�a, y ansioso por
saborearla llev� mi boca a las tetillas coronadas por unos pezones oscuros
apenas cubiertos con vello. Los mordisque� con suavidad, alternando entre uno y
otro, arranc�ndole gemidos de placer al chico. Despu�s recorr� sus pectorales
con mis labios hasta llegar al cuello, en donde deposit� una multitud de besos
que le pusieron la piel de gallina al adolescente. Luego, mis labios buscaron
los suyos, y mientras mi boca recog�a el aliento frutado del muchacho mis manos
sobaban sus preciosas nalgas.



"Quiero que seas m�o, chiquito!", le susurr� al o�do.
Entonces lo alc� en mis brazos, lo llev� hasta mi dormitorio y lo acost� en mi
cama. Despu�s le saqu� las zapatillas, el pantal�n corto y el slip, y yo me
despoj� del piyama. Por primera vez nos ve�amos completamente desnudos, y las
fantas�as que nos hab�an llevado a ese momento se hicieron de carne y hueso.



Me arrodill� sobre la cama a los pies de Mart�n y lentamente
le flexion� las piernas y se las levant�, dejando a la vista su esf�nter.
Despu�s alc� el culo del mocoso poni�ndole una almohada debajo, y hundiendo mi
cabeza entre sus nalgas comenc� a leng�etear el apretado orificio. Mi lengua se
deslizaba golosa entre los rugosos pliegues, y Mart�n gem�a de placer mientras
su cuerpo se estremec�a con cada beso negro que yo le daba.



En unos minutos la entrada de esa cueva deliciosa estuvo
lubricada y distendida, lista para recibirme. Pero antes quise comprobar que tan
dilatado estaba ese hoyito, y suavemente introduje un dedo que se perdi�
f�cilmente en las entra�as del chico. Met� otro dedo m�s, y Mart�n gimi� apenas
un poco. S�, el caramelo ya hab�a sido desenvuelto y probado, pero reci�n hab�an
empezado a saborearlo.



"�Qui�n te lo hizo por primera vez?", le pregunt� sin
rodeos.



"Un . . . un chico del colegio" me respondi� mientras
jadeaba. "Es de mi divisi�n, y tiene . . . tiene un a�o m�s que yo.".



"�El compa�ero con el que estabas . . . estudiando . . .
el jueves?
", pregunt� sonriendo con sorna.



"S�!.".



"�Y has follado con alguien m�s?".



"No, no . . . s�lo con �l".



La conversaci�n estaba excitando a�n m�s al muchachito, tal
vez por el recuerdo de los placenteros momentos vividos con su compa�ero, y pude
sentir como su esf�nter se dilataba notoriamente. Deslic� un tercer dedo . . .



"�En la casa de �l?".



"S�!".



"�Y c�mo lo hacen?".



"El . . . �l siempre me pone en cuatro patas y me folla
parado . . . detr�s m�o!
".



Cerr� los ojos, e imagin� los cuerpos j�venes cogiendo con el
desenfreno propio de esa edad. Mi verga estaba tan dura que me dol�a.



"Bueno, nosotros vamos a hacerlo de otra manera".



Muy despacio saqu� mis dedos del culo del chico, me ubiqu�
entre sus piernas, apoy� mi enhiesta tranca sobre el latiente agujerito, y con
mucha lentitud empec� a introducir mi herramienta. Me deslic� con suavidad,
sintiendo como el estrecho canal iba amold�ndose a la forma de mi verga,
apret�ndome de una manera que me hac�a delirar de placer. Cada tanto Mart�n se
quejaba, acusando recibo de la diferencia de tama�o entre la polla de un
adolescente y la de un adulto. Entonces yo me deten�a, dejando que su esf�nter
se acostumbrase al intruso m�s voluminoso. Despu�s, cuando el mocoso recobraba
su respiraci�n calma, yo reiniciaba mi empalada. As�, poco a poco, el rosado
hoyito fue engullendo mi falo, hasta que finalmente mi pelvis se top� con las
carnosas nalgas.



"Ya estoy adentro, chiquito!".



Entonces separ� bien las piernas de Mart�n, me recost� sobre
�l, y rode�ndolo con mis brazos empec� a bombear. Me mov�a con suavidad, pero a
pesar de eso el chico se quejaba dulcemente.



"�Est�s gozando, beb�?".



A modo de respuesta, Mart�n llev� sus manos a mi espalda y me
apret� con ardor. Sus piernas se cruzaron sobre mi cadera, y jadeando por su
excitaci�n y por el r�tmico vaiv�n de mi cuerpo dentro del suyo me suplic� que
no me detuviese. Despu�s de eso su boca busc� la m�a, y nuestras lenguas
iniciaron una batalla h�meda y caliente.



Pasaron unos minutos gloriosos, durante los cuales nuestros
cuerpos fueron uno. Hubiese dado lo que fuera por prolongar ese instante en el
que el muchachito me estaba recibiendo como su primer Hombre, pero sab�a que la
excitaci�n que nos devoraba no tardar�a mucho en llevarnos al cl�max. Por eso no
me sorprend� cuando Mart�n comenz� a jadear m�s fuerte anunciando su corrida, y
segundos despu�s su miembro aprisionado entre nuestros cuerpos empez� a latir
derramando semen caliente sobre su piel y la m�a.



�Carajo, como resistir impasible esa explosi�n de placer que
me estaba regalando!. El hoyito del mocoso lat�a con cada trallazo apretando m�s
mi verga, y su rostro ten�a dibujado un gesto de gozo inmenso.



Ya no pude contenerme, y supe que tambi�n iba a correrme.
Entonces me qued� quieto, y apoy�ndome sobre mis manos dej� que mi polla
comenzara a descargar guasca espesa y caliente en las entra�as de Mart�n. La
acabada dur� varios segundos, y con cada andanada de lefa mi garganta emit�a
roncos gritos que se mezclaban con los quejidos apagados del chico. Despu�s,
cuando uno de los mejores orgasmos de mi vida lleg� a su fin, abrac� a mi joven
amante sintiendo como su coraz�n a�n lat�a aceleradamente.



Hubiera querido retener a Mart�n en mi cama para amarlo toda
la noche, aunque claro est�, eso no era posible. Pero de nuevo lo llev� hasta su
casa en mi carro, aunque antes de llegar hicimos un alto para que el chico se
llevara en la boca el sabor de mi leche . . .



S� que desde ese d�a me estoy ganando el Infierno. Pero el
Para�so se instala en mi cama cada vez que Mart�n viene a casa y se entrega a
m�, haci�ndome imaginar las deliciosas horas de placer que me esperan
disfrutando de ese cuerpo exquisito.



Porque esto . . . esto reci�n empieza . . .


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Relato: El hijo de mi socio
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