[Parte III - escena 1, entrando en confianza]
Alberto supo paso a paso de los avances de mam�; y con cada
nuevo paso me premiaba d�ndome placer meciendo su tallo en mi recto por largo,
largu�simo tiempo - tal como era su costumbre y su habilidad - y haci�ndome
desfallecer de gusto. Mi marido sab�a la calentura que yo ten�a con mi amante y
sab�a que lo hac�a dos y hasta tres veces por semana, pero no preguntaba porque
en nuestro acuerdo, ambos nos contamos nuestras aventurillas s�lo si deseamos
hacerlo, sin preguntas. Lo amo. Pero lo que no sab�a (ni sabe hasta hoy) mi
marido es c�mo corr�a el r�o en la cuesti�n de mam�, ya que ambas - ella y yo -
conserv�bamos el mismo trato cari�oso y formal de siempre frente a �l.
Ese jueves Alberto supo y luego de su premio y mientras
tomaba un caf� reparador me pidi� que le diera unos minutos antes de irme; al
momento de salir me entreg� un papel reci�n escrito y - casi como una orden - me
dijo: l�elo y trata de hacer lo que te pido. No era nada dif�cil ni raro; lo
transcribo:
�
Chumi:
Cuando llegues a tu casa h�blale a tu madre y cu�ntale
qu� tal te he tratado hoy. Y el s�bado, dile a Esteban que si no le
molesta, me gustar�a que vos y yo pudi�ramos estar juntos. Quiero
presentarte a alguien.
�
(Chumi es el apodo que me regal� Alberto, y me gusta). Pasar
gran parte del s�bado con mi amante no era mayor problema porque los s�bados mi
marido tiene guardia y contarle a mam� me movi� a risa pero supuse (y bien
supuesto) que Alberto quer�a saber hasta d�nde pod�a llegar la temperatura de
mam�, por lo tanto, as� lo hice.
Era la primera vez que hablaba en forma chancha con madre por
tel�fono pero ambas nos re�mos y nos divertimos much�simo. Y le aclar� de
entrada que lo hac�a por expreso pedido de Alberto. Y al d�a siguiente le
confirm� a mi amante que once, once y media de la ma�ana iba a estar en casa de
�l, tal como me hab�a pedido.
El s�bado comenz� como casi todos mis d�as, con una buena
cepillada de mi maridillo tras la cual - y luego que �l partiera rumbo a su
trabajo me qued� remoloneando en la cama hasta cerca de las nueve en que lleg�
mam�. Me levant� con lo puesto (un coqueto y muy trasparente conjunto rosa de
camisol�n corto y pantaloncillo que volv� a ponerme, ya que mi flacucho se hab�a
encargado de quit�rmelo un par de horas antes) y ya en el comedor de diario me
dispuse a preparar un suculento desayuno para ambas mientras parlote�bamos como
mujeres que somos.
Mi plan para el d�a estaba claro: luego de desayunar, ducha,
ropa liviana, un toque de maquillaje y partir rumbo al d�a especial al que me
hab�a comprometido con mi amante. Unos minutos m�s tarde son� el llamador de la
puerta y fui a ver de qu� se trataba pensando que ser�a alg�n vendedor
ambulante, de esos que tanto molestan �ltimamente. Pues no, no era un vendedor,
era el mism�simo Alberto !. Cr�anme: me sorprendi�.
Alberto, qu� haces ac� ? no hab�amos quedado qu�... / �l
interrumpi� mi interrogante / nada, princesa, todo est� bien, s�lo que hay un
peque�o cambio de plan y por eso me adelant� a buscarte �ok?. Intent� decirle
que estaba mam� pero �l peg� su boca a la m�a buscando mi respuesta con su
lengua. Ven, ven, pasa, que quiero presentarte a mam�, alcanc� a decirle cuando
separ� su boca de la m�a. Mam�, est� tu mam� ? pregunt�, sorprendido. S�, ven
conmigo. Espera ! me pidi�, tom�ndome del brazo y tirando hacia atr�s, antes
d�jame darte otro beso, princesa (me volvi� a partir la boca mientras meti�
mano, excit�ndome).
Me gustan sus besos as� que se lo permit� y el tuvo el tino
de no hacerlo muy largo; nos separamos, vino tras de m�, entramos al comedor de
diario y los present�. Un cuadro surrealista fue: Alberto, en ba�ador y
camisetilla, se acerc� a mam�, vestida de calle, se arrodill� ante ella y
tomando su mano se la bes� como en los viejos tiempos cortesanos, dici�ndole "no
sabe cu�nto gusto me d�, reina" y yo, casi en pelotas, mirando la escena muerta
de risa.
"Diana es tu nombre, cierto ? pregunt� mi amante apenas
levantado; �no te importa que te trate de vos ?; est�bamos por desayunar, c�mo
lo quieres t� ?; lo de reina va en serio, Diana, tu sabes que tu hija es mi
princesa"; la conversaci�n r�pidamente se hizo simp�tica. Le acerqu� el caf� a
madre - sentada a la mesa pero girada hacia Alberto - y luego el doble a Alberto
que permaneci� de pi� apoyado contra la mesada justo enfrente de mam� y me
acerqu� al lado de mi amante con mi pocillo en mano. Alberto pas� su brazo tras
mi cintura, abraz�ndome fuertemente, y luego descendi� osadamente su mano
levantando mi camisol�n y desliz�ndola luego por dentro de mi pantaloncillo, por
delante, hasta alcanzar con el extremo de sus dedos el borde de mi pubis, a la
vista de mam�. Me revolv� un poco inquieta pero su abrazo era poderoso, pero
mientras, la conversaci�n segu�a animada, con Alberto repartiendo lisonjas hacia
m� y hacia mam� y explicando el peque�o cambio de planes que origin� su llegada
sorpresiva a casa. Hacia mediatarde y ante mi risue�a pregunta Alberto confes�
que hab�a urdido la trampa confiando en mi inocencia, pero... no nos
adelantemos.
� porqu� no nos sentamos ?, invit� tratando de encontrar una
buena excusa para zafar de su abrazo que ya me estaba empezando a producir
efectos no deseados (�no deseados?), tras lo cual nos repartimos alrededor de la
mesa. Mam�, Alberto a su derecha a noventa grados (la mesa es peque�a y
cuadrada) y yo frente a madre. Mientras conversaba con ambas h�bilmente pero con
la vista en mam�, Alberto hac�a correr su mano por sobre mis muslos, haci�ndome
finas cosquillas y provocando mi risa. Tali, basta ya !!, le dije cuando me d�
cuenta que mis pezones comenzaban a erguirse. C�mo es eso de Tali ? pregunt�
mam�, lo cual liber� m�s risa y en ambos, en m� y en Alberto; mejor no lo sepas,
mam�, alcanc� a contestar.
Aqu� me doy cuenta que faltan dos datos: Alberto me dice
cari�osamente "chumi", como diminutivo gracioso de chumino, porque seg�n �l mi
conchita es muy estrecha y la palabreja esa, chumino, me resulta muy... ch�vere,
aunque no sea de lo m�s com�n usarla por �stos lares sure�os. Y lo de "tali"
viene de tallo, esa otra palabreja que hace juego con chumi y que ustedes saben
a qu� se refiere. Y por eso las risas frente a m� �c�mo le explic�bamos eso ?
Y entre las convulsiones y movimientos de brazos y manos que
nos provoc� las risas Alberto volc� la taza con restos de caf� que fueron a dar
sobre su propia falda, manchando el ba�ador y quemando sus muslos. Ay, Alberto,
mira lo que has hecho, qu� desastre !!, exclam�, al tiempo que Alberto se
retiraba bruscamente hacia atr�s, tratando de evitar lo inevitable.