Relato: Juegos sexuales en el internado





Relato: Juegos sexuales en el internado

JUEGOS SEXUALES EN EL INTERNADO



Despu�s de los destrozos ocasionados por un hurac�n en la
ciudad donde viv�a, la escuela en donde est�bamos por terminar el ciclo escolar,
con el que pasar�amos a la siguiente categor�a, qued� totalmente destrozada y
hubo que pedir ayuda a las autoridades educativas de la ciudad vecina, para que
nos aceptaran en una de sus escuelas y as� pudi�ramos terminar el curso.



Solidarios con nosotros, nos aceptaron en un internado, en el
que no permanec�amos encerrados, sino con la libertad de asistir a la escuela
que se encontraba independiente de este edificio, s�lo est�bamos en el internado
para dormir, ba�arnos y tomar nuestros alimentos, con la salvedad de que a una
hora determinada, deb�amos estar dentro, lo que ocurr�a a las 9 de la noche.



Est�bamos divididos en dos grupos, los novatos y los
veteranos, siendo los novatos los reci�n ingresados, grupo en el que me
encontraba yo. Los novatos est�bamos sometidos y ten�amos que actuar como
sirvientes de los veteranos en encomiendas tales como cuidar la ropa lavada en
los tendederos hasta que �sta se secaba, limpiarles los zapatos, y hasta cuidar
su sue�o, cuando tomaban una siesta.



Nuestro grupo, al haber llegado de un mismo lugar, se hab�a
hecho muy solidario y cuando alguno de los veteranos trataba de exigir sus
derechos, los dem�s sal�an en defensa del elegido y as� pod�amos impedir este
sistema de esclavitud, rompiendo las reglas establecidas desde hac�a mucho
tiempo en el internado, pues como bien dice el dicho, "el valiente vive hasta
que el cobarde quiere", pero merced a esta unidad evitamos las vejaciones, malos
tratos y el ataque a nuestra dignidad y hasta conseguimos algo de respeto por
parte del otro grupo.



Cuando llegaba la hora de internarnos, en la barraca que nos
serv�a de dormitorio nos reun�amos a platicar nuestras historias, a contar
chistes calientes y a participar en competencias tales como la de hacernos la
pu�eta en grupo y ver quien arrojaba la leche a mayor distancia. Cuando hac�amos
nuestros concursos de masturbaci�n, hab�a quienes apostaban parte de su cena,
fuera su raci�n de pan o el caf� con leche, apauestas que se cobraban al d�a
siguiente de la competencia.




El que casi siempre ganaba era un joven de m�s edad que
nosotros con unos bigotes hirsutos, de pelo grueso, que ca�an como lluvia sobre
su labio superior. De �l supon�amos que ten�a mucho m�s experiencia sexual que
nosotros, pues como era el mayor deb�a haber tenido m�s contacto con mujeres con
las que seguramente practicaba el sexo. Estando en clases, una vez fue
sorprendido por uno de los maestros leyendo un libro, que se titulaba "Como
enamorar a las mujeres", y mof�ndose de �l, ley� algunos textos del libro que,
la verdad, eran bastante anticuados, pues se refer�an a la forma en que se
declaraban los pretendientes a nuestras j�venes abuelas e inform�ndole que en la
actualidad se va directamente al grano, lo que me ha recordado las ense�anzas de
mi tutor, quien dec�a "Si le pides el culo a mil mujeres, puede que muchas te
digan que no, pero alguna te lo dar�, y hasta te va a agradecer que se lo hayas
pedido".



Otro de los juegos que pon�amos en pr�ctica, era el de hacer
que uno de nosotros contuviera la respiraci�n, y oprimi�ndole fuertemente por
debajo de las costillas, se lograba que perdiera el conocimiento, pero no se
desmayaba, sino que quedaba como hipnotizado, sin saber lo que ocurr�a a su
alrededor, inclusive, no se percataba de lo que se le dec�a, y se prestaba a que
se le hicieran bromas de tipo sexual.



En el grupo hab�a un jovencito de quien se rumoraba era
homosexual y algunos de los compa�eros comentaban que ya se lo hab�an cogido.
Dentro de los que esto atestiguaban estaba un amigo m�o, quien me cont� que
siempre se reun�an con este muchachito, �l y otro compa�ero regordete,
libidinoso como �l solo y entre ellos se dedicaban a meterle la verga hasta que
quedaban satisfechos. Seg�n me cont� mi amigo, su compa�ero no ten�a llenadera,
pues se pasaba las horas pegado a las nalgas del puto y se ve�a que gozaba de
veras.



Pues este joven se encontraba entre nosotros y fue sometido
al "tratamiento" con lo que qued� a merced de una jaur�a infernal que se lo
cogi� a m�s no poder. Despu�s al platicar con �l y comentarle si no se hab�a
dado cuenta de nada, me dijo que s�, pero que no iba a desperdiciar la
oportunidad de tener tantas vergas a su disposici�n, por lo que fingi� estar
"hipnotizado" mientras le dejaban el culo lleno de leche.



Como los s�bados y domingos eran d�as de asueto, la mayor
parte de los inquilinos iban de visita a casa de sus familiares, ya sea en la
ciudad, o en las poblaciones cercanas, para regresar el domingo por la noche.



En esa ocasi�n, un compa�ero alto, de aspecto delgado, tom�
la opci�n de quedarse, y como se hab�a pasado la noche estudiando, se qued�
dormido m�s tarde de lo acostumbrado. Seg�n me cont� despu�s, so�aba que ten�a
la verga metida en un h�medo co�o, pero entre sue�os, vio que el puto se
esmeraba en mamarle en una forma magistral la verga.



_Me tom� la libertad -le dijo, con una sonrisa p�cara. No
pude resistir la tentaci�n de probar tu caramelo y me ha gustado bastante. T�
descansa, y d�jame hacerlo todo.



Como acababa de salir del ba�o, se encontraba desnudo y por
la posici�n que hab�a adoptado para hacerle la mamada, casi un sesenta y nueve,
pudo observar que ten�a unas nalgas rollizas, y bien formadas, que pod�an
competir con las de una mujer, por su aspecto y tama�o, pues ten�a una breve
cintura que hac�a resaltar la redondez de su parte posterior y las mov�a en
forma provocativa, como incit�ndole a que se lanzara al ataque.



La verdad, me dijo, es que sent�a delicioso y ya despierto el
beb�, aunque no soy afecto a tener relaciones homosexuales, la maestr�a que
demostraba al chuparme, sobarme y lamerme la verga, hizo que me "sacrificara",
dej�ndolo seguir su diversi�n.



Despu�s de un buen rato de estarle demostrando su arte, le
pregunt� que si lo que ve�a le gustaba y al responderle que se antojaba meterle
la verga en el trasero, se le iluminaron cachondamente los ojos, y poni�ndose en
posici�n, levantando las nalgas y apoyando sus sienes contra la almohada, le
invit� a que lo ensartara.



Se coloc� detr�s de �l, y tom�ndolo por la cintura, apunt� la
cabeza de su carajo hacia su ojete y oprimi� con fuerza para sepultarlo de un
envite. Pero se encontr� con que su esf�nter estaba bien apretado y solo logr�
la penetraci�n tras varios intentos, despu�s de que el recipiente afloj� los
m�sculos..



Una vez realizada la penetraci�n, comenz� un lento movimiento
de mete y saca, sintiendo una deliciosa opresi�n en el cuerpo de su pene que iba
a repercutir en el centro del placer de su cerebro, haci�ndole disfrutar al
m�ximo con este enculamiento a que estaba sometiendo a su compa�ero de jodienda.



Merced a los apretones que recib�a su afortunado miembro, no
tard� en descargar un torrente de leche hirviendo que termin� por rebosarse en
el perforado intestino, y escurr�rse hasta los huevos del penetrador.



Mientras se limpiaba los restos de leche que hab�an quedado
de esta enculada, le pregunt� como era posible que �l, a quien ya lo hab�an
perforado infinidad de vergas, a�n conservaba tan apretado su ojete, y le
confes� que en una revista de sexolog�a ley� que para conservar la erecci�n del
miembro hab�a que efectuar unos ejercicios que consist�an en apretar el
esf�nter. Algo as� como el recomendado para a las mujeres para ejercitar el
m�sculo pubococc�geo, y que esta pr�ctica era lo que lo conservaba en forma y
evitaba el aflojamiento del m�sculo que contra�a su esf�nter. Verdad o mentira,
lo cierto es que s� sinti� una opresi�n deliciosa, que lo invit� a repasar la
tarea cuatro veces m�s, y proseguir al d�a siguiente, con lo que su amigo qued�
m�s que servido.



Otro interno me cont� que hab�a hecho amistad con una persona
de edad madura, profesionista y rico, quien, ya existiendo confianza entre
ellos, le hab�a hablado de la existencia de ba�os de vapor en la ciudad, en los
que se pod�an contratar espacios privados, para poder disfrutar mejor los
beneficios de este servicio, y mi amigo, por no tener dinero, desconoc�a por
completo que existieran estas cosas. El licenciado, que tal era su profesi�n, le
ofreci� pagar el servicio, pues por la amistad que le hab�a brindado, le
agradar�a poder ense�arle a disfrutar de la vida.



Aceptada la invitaci�n, acudieron a un hotel donde se
encontraban estas instalaciones y una vez asignado el cub�culo, procedieron a
desnudarse y dejar que el vapor hiciera su tarea. En la conversaci�n que
sostuvieron sali� a relucir que �l era casado, pero que no pod�a satisfacer a su
esposa, puesto que hab�a descubierto su tendencia homosexual y su gusto por los
j�venes.



Conforme iba descubriendo su verdad, le licenciado empez� a
manosear el cuerpo de mi amigo, quien no tard� en tener la verga bien parada,
cosa que aprovecho el homosexual para atrapar su pene dentro de sus labios y
darle una ansiosa mamada. Sintiendo un delicioso fuego invadir el cuerpo de su
verga, mi amigo lo dej� hacer y cuando satisfizo su deseo de mamar, le pidi� que
le penetrara el ano, cosa a la que �l no se opuso, pues todos nosotros and�bamos
con las hormonas alborotadas, y como dec�amos a este respecto, "teniendo
agujero, aunque sea caballero".





Acomodado convenientemente en un mueble que serv�a para
sentarse o acostarse, el licenciado se puso en posici�n para recibir el erecto
miembro que se centro en su orificio posterior y que, despu�s de unos cuantos
empujones vigorosos, qued� alojado completamente en el interior de su recto que
lo recibi� gustoso. Alabando lo largo y grueso del miembro de mi amigo, el
receptor gem�a con deleite y le ofrec�a darle lo que el quisiera con tal de no
perder esa deliciosa verga que lo estaba haciendo disfrutar tanto.



Halagado, mi amigo se dispuso a darle la cogida de su vida, y
con firmes movimientos de mete y saca, lo llev� hasta el s�ptimo cielo, hasta
que �l no pudiendo contener m�s la presi�n del semen que alojaban sus
test�culos, dej� escapar un torrente de leche hirviendo que le llen� por
completo el intestino del que lo recib�a. No obstante la cantidad de leche
vertida, mi amigo lo sigui� jodiendo hasta que se vino dos veces m�s.



Esto fue solamente el ensayo, pues admirado de la potencia de
esta verga, le ofreci� hacerse cargo de todos sus gastos, puesto que pod�a
hacerlo, con tal de que fuera su amante, ya que no estaba dispuesto a dejar ir
algo que lo hab�a hecho gozar tanto. Acept� mi amigo, y unos d�as despu�s se
despidi� de nosotros, pues entrar�a a estudiar a una escuela de paga y a vivir
en un departamento que le hab�a rentado el amante. "Cosas veredes, M�o Cid, que
far�n fablar las piedras".



Por mi parte, hab�a hecho amistad con la cocinera, una se�ora
madura, con un cuerpo cuyos contornos no se pod�a uno ni imaginar, puesto que lo
cubr�a una especie de bata con la que siempre se vest�a. Vivi� en concubinato
con un hombre que la dej� y como era buen jodedor, la hab�a acostumbrado a
disfrutar de la verga, por lo que siempre andaba ganosa, pero por no perder el
trabajo, se absten�a de alg�n roce con el alumnado.



En las conversaciones que sosten�amos me confi� sus deseos y
yo le ofrec� satisfacerla guardando la m�s absoluta discreci�n.



Habiendo servido la cena, ella se qued� a hacer la limpieza
de la cocina y yo, escabull�ndome de los compa�eros, llegu� hasta ella
abraz�ndola desde atr�s, y bes�ndola ardorosamente en la nuca. Con las caricias
que le proporcion� a su cuerpo, ella empez� a calentarse y yo pude descubrir que
ten�a un cuerpo bien formado, con una breve cintura y unos pechos de agasajo,
as� como un par de piernas duras y bien torneadas.



Era una mujer muy limpia y su cuerpo desped�a un olor
agradable y, ya estimulada por el cachondeo, bastante excitante, lo que de
inmediato me puso la verga dura, con ganas de introducirse en ese co�o que
acariciaba yo con mis ansiosos dedos, sintiendo sus tibias humedades.



Sentado yo en una silla, ella se acaball� sobre mis piernas,
coloc�ndose mi verga en la entrada de su ansioso co�o, dejando que la penetrara,
desliz�ndose suavemente hacia el interior de su vagina, envolviendo mi pene con
una carne c�lida que lo apretaba deliciosamente.



Con el cuerpo de ella encima de m�, casi no pod�a moverme,
pero si pod�a acariciar sus tibias y redondas nalgas y lamer los pezones de sus
senos, su cuello, y darle ardorosos besos en los labios con lamida de lengua y
toda la cosa. Ella se remov�a gustosa, feliz de tener una verga, tanto tiempo
ansiada, penetrar sus intimidades y producirle unas sensaciones que la llevaban
al paroxismo de la dicha. Era una verdadera calentura la que la invad�a y
demostraba todo el deseo contenido dejando que mi verga perforara una y otra vez
su ardoroso interior lubricado por sus jugos vaginales.



Gozando verdaderamente con la penetraci�n de mi verga, ella
dejaba caer su cuerpo para sentir toda la longitud de mi miembro hasta la misma
matriz, y luego sus fuertes piernas se apoyaban en el suelo para levantar sus
nalgas y desplaz�ndose hacia arriba, dejando fuera mi verga, pero s�lo hasta
llegar al glande, para dejarse caer nuevamente exhalando suspiros deleitosos
cerca de mis o�dos, con lo que me excitaba m�s.



Todo este movimiento, todos los roces, lameteos, caricias,
besos y arremetidas, pronto dieron su fruto, y mis hinchados test�culos dejaron
escapar su tibia leche que invadi� el interior de la vagina de la ansiosa mujer
que dej� liberar sus tensiones con una venida que la dej� completamente
exhausta, al grado de tener que sujetarse de m� para no rodar por el suelo.



Como ella ten�a una hora determinada para abandonar el
internado y �sta ya hab�a llegado, ella, compungida, deseando seguir disfrutando
de esta sesi�n de sexo, me invit� que el fin de semana la acompa�ara a su casa
donde pod�amos continuar jodiendo hasta desfallecer.



Desde luego que acept� su invitaci�n, y durante el tiempo que
estuve en el internado, recib� atenciones especiales en mi alimentaci�n y me
asegur� una amante deliciosa, bastante fogosa y que disfrut� conmigo todo el
tiempo que pudimos estar juntos, hasta que tuve que dejar el internado, porque
fuimos llamadas de regreso, pues los problemas de nuestra escuela se hab�an
solucionado.



Ella me recibi� llorosa cuando fui a despedirme, pero me
obsequi� la m�s suculenta noche de placer que pudo darme, con mamadas,
penetraci�n de co�o, perforaci�n de culo y todo lo que nuestras mentes cachondas
pudieron concebir para producir el deleite a nuestros cuerpos.


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