RENATO
LA PROFESORA DE GEOGRAF�A � ( II )
Un Flabiau
Original
De
ANALBO
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El Nono Renato siempre con sus historias. Algunas cre�bles,
otras... �hummm!... la duda deja un mal sabor, porque es un buen tipo, pero
mentiroso como el mism�simo Belceb�, que con falacias rosadas, conquista al
flojo de esp�ritu.
Pero, �ment�a el Nono Renato? �O era �l, el que quer�a que
quien lo escuchara pensara en que no dec�a la verdad? Tal vez le era m�s f�cil,
que nadie creyera en lo que dec�a, para no dar explicaciones, ni nombres.
Era un hombre elegante. De chico lo llamaban Nono, porque �l
a su vez, cuando hablaba de su abuelo, le dec�a "mi Nono". Todos los muchachos
del barrio, desde la escuela, ya le dijeron Nono. Su fama de mentiroso fue
gratuita. Pero, veamos, con cincuenta y pico de a�os, no le faltaron nunca
amistades del sexo opuesto, ya sea por simpat�a, su enorme sensibilidad y buena
pinta a pesar de su pronunciada calva. Fuerte, atl�tico. Buena ropa. Excelente
voz, muy bien cuidada dentadura y unos p�caros ojos celestes. Nariz griega,
siempre afeitado, espesas cejas, sin bigotes, y una boca bien formada y sensual.
Es la pintura del Nono Renato, que cuando cont� lo que para algunos era la
mentira n�mero� ��quien sabe cu�nto!!... quedaron at�nitos ante la verosimilitud
de hechos acaecidos en los a�os de la secundaria, algunos de sus compa�eros
estaban all� escuchando. Cuando termin� el relato, nadie lo tom� a risa. El
silencio fue total. Las miradas de todos era de admiraci�n hac�a el Nono Renato.
Juancito Arguello, su amigo del alma, pregunt� asombrado:
- �Vos te refer�s a "aquello"?... � todos miraron a Renato y
�ste sonri� casi con tristeza:
- �S�, Juancito� "aquello"!... �Te acord�s?...
- Entonces, el que lo logr� - como si se le cayeran las
babas, totalmente fascinado -� �fuiste� vos?... � Renato le hizo un gesto para
que no dijera m�s, pero Juancito se opuso y mirando a los amigos, los de antes y
los del momentos, los circunstanciales - � �No, hermano!� Todos se r�en de tus
relatos� pero �ste me consta, nada m�s que desconoc�a el final, d�jame que yo se
lo cuente a los amigos, que sepan de una vez por todas quien se comi� en
aquellos a�os la frutilla del postre m�s deseado de toda la secundaria�
--00�
Uno de la vieja guardia, compa�ero de aula, dijo:
- �lo de la Culito de Goma?... � todos rieron, y sigui� dando
nombres que fueron descartados por Juancito - � �me doy por vencido!...
- Todos los nombres que has dado, viejo, no los pod�s
mencionar� �Somos personas mayores! �Que falta de �tica! �C�mo vas a nombrar a
compa�eras que hoy son casadas� algunas con nietos? Si, era sabido que se
acostaban con cualquiera del curso� - Renato record� algo que nos conmovi� a
todos en aquel a�o� y no hablamos de alumnas� No hablamos de compa�eras� estamos
hablando un asunto de desaparici�n de persona� �O te has olvidado de lo que
todos llamaban: "el extra�o caso de la profesora de geograf�a?"
--00�
Esa ma�ana en pleno invierno, el viento fr�o part�a las
carnes en las calles. Para llegar al colegio todos deb�an caminar unas 6 cuadras
desde la parada del �nico medio de transporte que pasaba m�s cerca de esa
humilde casa de estudios. El cuarto a�o estaba dividido en dos enormes aulas, ya
que eran muchos los alumnos, pero era la misma profesora la que dictaba
Geograf�a durante dos horas en cada sal�n, el "A" y el "B". Un centenar de
adolescentes, entre ni�as y ni�os. Bueno, "Ni�as" y "Ni�os", era una forma del
dialecto del profesorado con los estudiantes, todos contaban entre 16 y 18 a�os,
verdaderos muchachotes ellos que no sacaban los ojos de los senos y colas de sus
compa�eritas bien desarrolladitas que con el transcurrir de las horas, merced al
acoso verbal, de miradas de los varones, y algunas manos largas, volcaban
cantidades de n�ctares seminales, cuyo hedor cubr�a los cerrados �mbitos de las
aulas. Las Feromonas femeninas y las masculinas a diario se trenzaban en una
lucha sin consideraci�n, terminando siempre alguna yunta en los ba�os, para
tener sexo de apuro. Pero, los d�as en que las "ni�as" perd�an su atractivo,
eran los martes y jueves de cada semana. Durante un par de horas la profesora de
Geograf�a, acaparaba la atenci�n masculina, provocando excitaci�n y algunos
arrebatos de los muchachotes para esa mujer no muy alta, de cabellos negros
azabache, con cejas anchas y espesas, acompa�adas de una largas pesta�as, que
hac�an de sombrilla a un bell�simo par de ojos color Dulce de Leche y a unos
carnosos labios que manten�a a toda la audiencia en total silencio cuando
hablaba. Su voz acariciaba los o�dos de ni�os y ni�as. Su forma de explicar, de
decir, de dirigirse a cualquier alumno, los dejaba fascinados.
Era demasiado seductora, por naturaleza. Sus encantos estaban
en su sonrisa, sus blancos dientes, brillaban y deleitaban a sus alumnos, y
cuando por alguna raz�n, su lengua sal�a de su boca, se escuchaban exclamaciones
de algunos fogosos, impetuosos y ardientes j�venes, como si en ese preciso
momento estuvieran regurgitando por los masajes que se practicaban con sus manos
en los bolsillos, ante la risotada de las jovencitas que tambi�n sucumb�an ante
la atracci�n de aquella mujer que no llegaba a los 25 a�os. Ella sab�a los
volc�nicos sentimientos que provocaba en esa hermosa juventud que la devoraban
con sus m�rbidos ojos. Ella sab�a que su com�n forma de vestir, pero de muy buen
gusto, no mostrando nada, dejaba todo para ser elucubrado por los libidinosos
pensamientos de los varones, a los cuales tal vez, deseaba tanto, como ellos a
su profesora. Renato se sentaba siempre en la primera fila. Jam�s quitaba su
vista de los fogosos ojos de su maestra, para luego bajarlos a sus faldas y
fijarlos en sus entrepiernas.
Ella advirti� muchas sonrisas casi obscenas del muchacho
aquel, era uno de los de m�s edad del curso, y el m�s bello ejemplar de la
manada. Ese d�a Daniela lo not� demasiado fogoso a Renato, casi lujurioso con
sus intenciones. Cuando reparti� las hojas para trabajar sobre el tema que hab�a
desarrollado, se agacho demasiado frente a su pupitre, homenaje que Renato no
dej� de advertir y le dijo desfachatadamente con tono sical�ptico luego de un
profundo suspiro:
- �Maestra� perm�tame llevarle sus pesados libros hasta el
�mnibus!... �por favor!... � fue casi imperceptible la voz del joven. Ella s� lo
oy�. Solamente le hizo un cruce de mirada. A partir de ese momento, Renato no
volvi� a mirar m�s que con el rabillo del ojo a su profesora, tal vez la hab�a
ofendido. La fugaz y furibunda mirada de la catedr�tica fue la respuesta. Al
terminar la clase, se qued� en su asiento, como repasando su escrito. Todos iban
retir�ndose del aula y la profesora tambi�n lo hizo sin mirararlo ni saludarlo.
Cuando ya no quedaba nadie, Renato advirti� que los libros de la educadora
estaban sobre su escritorio. Sali� al patio a buscarla. No la hall� por ning�n
lado. Volvi� a los libros y not� que el primero de ellos ten�a un escrito en una
etiqueta que dec�a:"EN CASO DE EXTRAVIARSE ENTREGAR EN"� Hab�a un tel�fono
tambi�n. No sab�a qu� hacer. Si los dejaba, el turno tarde iba a hacer un
desastre con los textos de estudios y decididamente los carg� en su bolso y
parti� con la pesada carga rumbo a su casa. Cerca del mediod�a, fue al bar de la
esquina de su casa a hablar por tel�fono - � Hola, �profesora Daniela?� Renato
Su�rez le habla, del cuarto B�
- �S�! �Renato?... �el de la primera fila?... estoy esperando
los libros� �se ha olvidado que se ofreci� a alcanz�rmelos? Se los dej� sobre el
escritorio� Ahora voy a almorzar, a las 15 estar� de vuelta en casa� �lo espero�
y gracias!... � y la profesora, con tono seco cort�. Renato qued� vacilando,
luego con las manos en los bolsillos, inici� el camino a casa para el almuerzo.
El fr�o iba en aumento.
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Renato, ya con sus 18 a�os, hab�a quedado mal por el corte de
rostro que le hizo la maestra. Estaba como avergonzado, como si hubiera perdido
algo �A qu� iba a ir hasta el centro de la ciudad? Dud� entre hacer un largo
viaje y pasar por un bobo joven enamoradizo y tonto, o no llevarle nada y dejar
todo en la direcci�n del Colegio al d�a siguiente. Pero all� se iban a enterar
que �l se los hab�a llevado y los compa�eros iban a molestarlo con sus dichos y
cargadas. Pidi� plata a su madre y le dijo la verdad. La madre comprendi� y lo
aconsej� que fuera, que tal vez la profesora necesitaba sus libros para su
trabajo, y as�, mas tranquilo parti� rumbo a la parada de �mnibus y viajar como
un enano mandadero a complacer a la maestra, que en realidad lo excitaba al
m�ximo.
En su febril mente de joven fogoso y ardiente, cuya
incontinencia sexual saltaba a la vista, era adem�s, un irreflexivo tierno y
buen mozo joven, que se vanagloriaba de su enorme virilidad, mientras viajaba,
dibuj� miles de situaciones con la maestra y todas terminaban con el enojo de la
estudiosa ech�ndolo de su casa. Estaba totalmente desanimado cuando baj� del
transporte a una cuadra de la casa de Daniela, la profesora de Geograf�a. Sinti�
un enorme dolor de vientre. Casi tuvo miedo de seguir. No estaba excitado como
en el curso, pero con solo recordarla sus genitales se pon�an tensos. Le pareci�
verla en una mujer que ven�a hacia �l, y su coraz�n apresur� sus latidos. Lleg�
al lugar. Era un edificio de tres plantas. Subi� las escaleras pesadamente, ella
viv�a en el 3ro "A". Baj� su bolso al piso. Tom� aire, pues la subida de tantos
escalones lo hab�a fatigado algo. Nunca hacia semejante ejercicio. Pens� unos
minutos y luego se decidi� a tocar con el llamador de bronce y tembl�, mientras
su miembro se tensionaba. Poni�ndose duro al m�ximo. Meti� su mano izquierda en
el bolsillo y forz� su verga para que quedara tomada entre sus piernas. Cuando
iba a golpear, la pesada puerta de madera con molduras, se abri�. Se sorprendi�:
- �Perd�n� me equivoqu� de piso!� - pero al enfrentar sus
ojos con lo esa persona que le abr�a la puerta de entrada, su alma se enterneci�
y se aflojaron todos sus m�sculos. La sonrisa de ella, la dentadura de ella, los
hermosos ojos Dulce de Leche, sus espesas cejas y hermosas pesta�as, todo era
ella. Se qued� pasmado, sin atreverse a hablar:
- �Qu� pasa alumno Su�rez?... �Por qu� me mira de esa
forma?... pase usted� pase le voy a servir algo caliente, debe hacer mucho fr�o
afuera� Aqu� se est� templado� �pero, por favor pase!... � ella lo tom� de sus
manos y lo introdujo en el departamento. Renato estaba inmovilizado. No pod�a
creer lo que estaba viendo. La profesora Daniela, estaba con atuendos de
religiosa� era una dulce monjita. Ella lo comprendi� y lo anim� - � �Se
sorprende por mis h�bitos?... es el �nico que lo sabe, espero sepa guardar mi
secreto. Si, soy religiosa� Trabajo para terminar de pagar mis estudios, adem�s,
estoy de vacaciones� reci�n regreso del convento, donde con el apoyo de la Madre
superiora, puedo hacer lo que hago� No se sienta usted apenado� fue mi decisi�n,
ser monja, servir a Dios� - le trajo una humeante tazota de caf� con unas ricas
galletitas y se sent� frente a �l.
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Totalmente azorado Renato, escudri�aba a trav�s de sus ropas
algo, alguna semejanza f�sica con la profesora de Geograf�a. Ella lo vio
totalmente aturdido y trat� de animarlo - � �Por favor, Renato, h�bleme!... � y
muy sugestivamente, con su acostumbrado tono de voz, intent� sacarlo de su
estado poco m�s o menos que catat�nico, con dulzura le repiti� -� �Renato�
m�reme a los ojos como lo hizo esta ma�ana y p�dame nuevamente que le permita
llevarme los libros hasta el �mnibus!... � y le pas� su mano por su frente. El
muchacho estaba traspirando - � �Qu� le pasa a mi alumno preferido? �Por qu� me
niega su voz? �Acaso no le gusta la m�a? �Claro, se siente impedido de adular a
una religiosa!... �Por qu�? �Acaso no soy la misma de �sta ma�ana?... � y pas�
uno de sus dedos sobre los labios de esa boca cerrada. Los not� ardientes y
acerc� su rostro al de �l, comprobando que su respiraci�n era acelerada - � �Qu�
le ocurre al enamorado escogido? �Lo inhiben mis atuendos? �Claro, si es un ni�o
todav�a! �Vamos, Renato, sonr�ame� necesito que esos hermosos ojitos celeste que
tiene, me miren con el deseo que me miran durante el curso!... � le tom� la cara
con ambas manos. �l cerr� sus ojos. Record� las ense�anzas de su madre que
siempre le dec�a que deb�a tener sumo respeto cuando se enfrentara con una
religiosa y ser cort�s y respetuoso, nunca ofender la investidura de una hija
del Se�or. Pero las c�lidas y suaves manos de la ahora monjita Daniela en su
rostro, trastoc� sus sentimientos, se mordi� sus propios labios. Sinti� ahora el
aliento de ella junto a su cara, y no pudo retener su verga, en el momento en
que escapaba un enorme manantial de esperma, mojando su pantal�n.
Ella no lo not�. La ropa del joven era oscura, pero percibi�
la fetidez, ese hedor caracter�stico del aula y presinti� una rica convulsi�n de
su alumno. Cerr� ella tambi�n sus ojos, y apoy� sus labios sobre la boca de
Renato Su�rez, que olvidando los consejos maternos, cumpli� con su deseo morder
los labios de la profesora. Y as� lo hizo, ella busc� su lengua. �l se la
entreg� y all� se encendi� la mecha apasionada del efebo rey de la juventud, que
ardorosamente, casi con violencia, vigoroso y apasionado, tom� el rostro de la
monja Daniela y la mordi� hasta sangrarle esos labios que lo ven�an
enloqueciendo desde principio del curso. Ciego, impetuoso, bram� de placer al
eyacular nuevamente, cuyas feromonas enardeci� a la religiosa Daniela, que
comenz� a desabotonar el pantal�n de su visitante y de un manotazo quit�
semejante alhaja de su ocultamiento.
Estaba escurriendo a�n y se lo llev� a la boca, succionando
la verga de ese alumno elegido para cumplir con un deseo. Casi 25 cent�metros
perforaron esa boca tal vez virgen para estas cosas, dejando el tallo del
ramillete entre sus blancos dedos. La verga del muchacho reaccion� como influida
por una descarga el�ctrica. Renato, se puso de pie, levant� a su profesora en
vilo y la llev� en sus fuertes brazos hasta la primera puerta que encontr�, la
abri� de una patada, mientras sus bocas se unieron enloquecidamente. Era el
dormitorio de Daniela. La deposit� sobre la cama como el tesoro mas preciado y
comenz� a quitarse �l, su propia ropa. No pod�a perdonar el reto de la profesora
de geograf�a convertida en monja. Hab�a sido desafiado en su virilidad, su madre
nunca comprender�a. Era una verdadera chupa cirios. Ella tambi�n comenz� por
quitarse los zapatos, pero al verlo totalmente desnudo se espant�. Un enorme
macho. Jam�s sus ojos hab�an visto un ejemplar de hombre totalmente despojado de
ropas.
Las circunstancias a ra�z de su vestimenta as� lo indicaban.
Y comprob� fehacientemente el tama�o del miembro del voluptuoso amante y se
lanz� a tomarlo con ambas manos y acariciarse su rostro, sus ojos, sus labios,
su cuello con tremendo pincel cuya cabezota se asemejaba una v�bora cobra
dispuesta a dar el picotazo. Renato qued� inmovilizado, con los ojos cerrados,
mordi�ndose los labios. Ella volvi� a pasar su lengua por el ojito de la
poderosa verga y saborear algunas gotas seminales, abri� bien la boca y logr�
entrarla, pero no pudo engullirla totalmente. �l la tom� de la cabeza, le tir�
la toga por debajo de la cama, y la arrastr� de sus cabellos hasta sentir que
Daniela daba arcadas y fue all� precisamente donde acab� por tercera vez e hizo,
forz�ndola, que se tragara una incalculable cantidad de esperma. Luego algo mas
calmo, la ayud� a ponerse de pie y comenz� a desabrochar su pesada vestimenta,
hasta que qued� totalmente desnuda ante su mirada, que estaba solamente para
comerse con la vista los ojos enloquecedores de su profesora tan deseada. All�
comprob� que era realmente ella, su bella profesora de Geometr�a. Pens� para s�,
que el desaf�o fue vestirse de monja para despertar ese volc�n en erupci�n que
viv�a dentro de �l, otras se viste de colegiala, ella hab�a elegido lo mas
prohibido, ser una religiosa, donde el pecado era imposible.
Como a una pluma volvi� a levantarla deliciosamente en sus
brazos. Camin� con ella por la habitaci�n sin dejar de besarla cent�metro a
cent�metro toda su blanca y perfumada piel. Luego, sent�ndose al borde de la
cama, manteni�ndola con delicadeza sobre sus piernas hamac�ndola como a una
beba. La miraba golosamente. No dejaba de acariciarla con la vista y besarle ese
rostro tan querido para �l. Sus labios se apoyaban en los bellos y singulares
ojos de la amada profesora, en sus mejillas, en su frente, sus o�dos, mord�a sus
orejas y penetraba su lengua en ellas. Los gemidos de Daniela se hac�an cada vez
m�s intensos, sumando orgasmos tras orgasmos. Casi con candidez, Renato, con
finura la coloc� en el centro de esa cama de plaza y media, �l se acomod� sobre
sus pechos y comenz� a mojarlos nuevamente con su lengua. Mordiendo los oscuros
pezones de la maravillosa adquisici�n, que gritaba y ped�a por favor ser
penetrada. El joven lleg� as� a su pubis, bajando lentamente y buscando con su
lengua la vagina tan deseada. Se encontr� con enormes matorrales de vellos
p�vicos que obstru�an su camino, hasta que por fin se hizo visible la punta
ardiente del cl�toris, empuj� y se abrieron los labios de la vulva, perdi�ndose
su lengua en estrecho conducto que vomitaba y vomitaba con cada gemido,
gelatinosos l�quidos que Renato absorb�a enloquecido por el olor maravilloso del
sexo de su maestrita. Daniela no dejaba de pedir sentirlo totalmente dentro de
ella. Renato, levant� sus piernas y las apoy� sobre sus hombros y tomando su
dura verga hizo que la boca de ella la lubricara y comenz� a penetrar esa
boquita, que casi no se ve�a� Los labios vaginales no se separaban lo suficiente
para que entrara tama�o instrumento, con caso 8 cent�metros de di�metro por 300
de extensi�n,
ella suplic�:
- �No se detenga, alumno Renato, aunque grite, por favor
quiero sentirlo dentro m�o� eyacule en m� no me haga suplicarle m�s�
- �Perd�n, profesora� me cuesta trabajo�
- �Esf�rzate Su�rez! �ntrala de una vez. Quiero sentirte en
mis entra�as� ya, por favor, es una orden� - y Renato embisti� luego de recargar
las partes de la hembra con su propia saliva. Escuch� el grito estremecedor de
esa f�mina que comenz� a gozar como una ninf�mana desbordada. Tembl� el macho,
al sentir, c�mo l�quidos hirvientes mojaban su verga. Apresur� sus estocadas
ante los gritos de placer de la mujer, que se hab�a convertido en una lujuriosa
e intemperante diosa del sexo. Renato eyacul�, una� dos y tres veces en ella,
que se vaci� de orgasmos en orgasmos con un rostro beato, se sent�a glorificada
ante los furiosos arrebatos de su hombre. La lascivia de Daniela, segu�an
calentando el temperamento de Renato que sac� su verga, a�n dura en extremo,
para llevarla al ano, lugar sagrado de toda mujer y que ella le ped� gozar por
all�. Pero, a pesar de su juventud, Renato observ� su miembro totalmente
lubricado, pero al rojo vivo, sangrando�La profesora de Geograf�a, o la monjita
Daniela, era virgen. Renato la mir� profundamente a los ojos. Sinti� piedad por
ella, se dej� caer a los pies de la cama y le dijo, aturdido, conmovido:
- �Perd�n, maestra!... Si lo hubiera sabido� - se puso de
pie, limpi� su arma. Se arrop�, luego apoy� sus labios en los labios de la
monjita. Se sent�a culpable de haberla deshonrado y volviendo a pedir perd�n, se
fue de esa casa, dejando a su ilusi�n llorando sobre la cama�
--00�
- �Cu�ntos a�os pasaron?... � pregunt� Juancito:
- �M�s de treinta!... � respondi� el Nono Renato - � �o
cuarenta!..
- Y reci�n ahora nos enteramos qu� le hab�a pasado a la
profesora de Geograf�a, nunca m�s apareci� por el Colegio� nadie supo qu� le
pas�
- �No pod�a hablar!... No porque ella me lo pidiera, sino de
verg�enza� �Deshonr� y desflor� a mi profesora de Geograf�a! ��Ten�a 24 a�os�
hab�a tomado los sacramentales h�bitos de servir a Dios� era monja!!
***
FIN: "El extra�o Caso de la Profesora de Geograf�a"
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