Relato: Zunilda, la domestica



Relato: Zunilda, la domestica

Zunilda, la dom�stica


Por: Hugo


La Sra. Inocencia trabaja como mucama para Don Jos� desde
hace cinco a�os. La anciana sabe cumplir con todos los oficios para mantener la
casa de un hombre soltero limpia y ordenada, como todas las mujeres de su edad.



Y es que, a pesar de sus 55 a�os, Don Jos� necesita de
alguien que le atienda su casa, y lave y planche su ropa, etc. Esas son tareas
que un ocupado juez no puede atender.



Un caluroso viernes, antes de viajar al interior, como todos
los fines de semana, la Sra. Inocencia solicit� hablar con Don Jos�:





Antes de irme Don Jos�, quiero convers� un tema con ust�


D�game Sra. Inocencia.


Ver�, una nieta m�a se me casa el fin de semana de m�s
arriba, en Aguadulce, mi pueblito, y la mama me ha ped�o que la ayude a
prepar� la fiesta. As� que yo quer�a sab� si ust� se molestaba si yo mando a
una de mis nietas a que me cubra durante la semana que estar� ayudando a mi
nuera�


�Pero Sra. Inocencia, usted sabe que yo la necesito en mi
casa! �Usted trabaja muy bien! �Sin usted aqu�, mi casa ser�a un desastre!
Adem�s, sin ofender, las chiquillas de hoy no saben fre�r ni un huevo.
�Usted es la �nica persona que puede atender mi casa como debe ser!


No se preocupe Don Jos�, que mi nietecita trabaja bien. A
pesar de ser tan joven, tiene experiencia trabajando para varios patronos�


Me va a perdonar Sra. Inocencia, pero yo prefiero que
usted no me env�e ning�n reemplazo. �Y no hay otra persona que pueda ayudar
a su nuera?


Pa se sincera, s�, Don Jos�, s� hay quien la ayude, pero
yo le tengo mucho cari�o a ella. Le ruego, acepte lo que le propongo...





Estuvieron cerca de una hora m�s conversando sobre el asunto,
y finalmente Don Jos� acept�. Lo hizo por consideraci�n, pues en cinco a�os de
excelente labor, la anciana jam�s le hab�a pedido vacaciones, ni siquiera una
semanita libre.



Al viernes siguiente, la Sra. Inocencia le dijo a Don Jos�:




Bueno, Don Jos�, si no requiere m�s na de m� me retiro.
Recuerde que mi nieta llegar� el lunes a las 7 de la ma�ana, tal y como yo
lo hago. Y una vez m�s le agradezco la amabilidad.


No se preocupe Sra. Inocencia. Qu� la pase bien.





Llegada la madrugada del lunes cay� tremendo aguacero en la
ciudad de Panam�, propio de la estaci�n lluviosa de los climas tropicales. A las
siete de la ma�ana, Don Jos� llam� a la oficina diciendo que no se sent�a bien y
que no ir�a a trabajar. La verdad era que el delicioso fresco de la lluvia y su
relajante sonido hicieron que a Don Jos� se le pegaran las s�banas.



Un rato despu�s alguien toc� el timbre de la casa.





Debe ser la nieta de la Sra. Inocencia. De seguro se est�
mojando con esta lluvia � pens�





Se puso un pantal�n corto y, descalzo y sin camisa, corri�
hacia la puerta con un paraguas en mano. Al abrirla, tras el port�n de la cerca
vio un cuerpo femenino, cubierto por un capote, que sosten�a un gran bolso. Don
Jos� se apresur� al port�n, tom� el bolso de las manos de ella, y llev� a la
joven hacia el portal.



Ya dentro de casa, la jovencita dijo:





Buenos d�as Don Jos�, mi nombre es Zunilda, nieta de la
Sra. Inocencia. Lamento la tardanza, pero el aguacero me demor� venir para
ac�. Vengo a atender las labores de la casa. Espero quede satisfecho con mi
desempe�o.





Al terminar de hablar se quit� el capote. Fue entonces cuando
Don Jos� pudo contemplar el magn�fico cuerpo de la mujer: llevaba un su�ter
blanco que, al estar completamente empapado, dejaba ver con claridad los
voluptuosos senos, tan grandes que no hac�a necesario el uso de sost�n (y no lo
usaba); sus pantaloncitos blancos de tela lisa, tambi�n empapados, mostraban los
jamonudos muslos y las gruesas nalgas; era obvio que usaba panty-tanga; y la
inocencia de su hermoso rostro, con sus bellos ojos casta�os, llevaron a Don
Jos� a pensar:





Si hubiera sabido que esta chiquilla est� tan buenona
como veo, no le hubiera puesto tanto "pero�" a la Sra. Inocencia aquel d�a.
Esta ni�a tiene cara de no tener mucha experiencia, cosa de la que me puedo
aprovechar para llevarla a la cama y ense�arle lo que es que un macho de
verdad le haga el amor.





No estar�a mal para variar. Ya Don Jos� se ha comido a todas
las secretarias de la oficina, quienes tratando de ganar el puesto de "querida
oficial de un juez" le abren las piernas cada vez que �l lo pide. Adem�s, si
bien es cierto que las putas de la calle le complacen bastante bien, es todo un
gol comerse a una chiquilla tan buenona como esta.



Lo que no saben ni Don Jos� ni la Sra. Inocencia es que
Zunilda ya tiene una basta experiencia sexual, a pesar de sus 17 a�itos. De
hecho, todos los trabajos los ha perdido porque las se�oras de las casas en las
que laboraba descubrieron que Zunilda ten�a amor�os con el patr�n. M�s a�n, en
la �ltima ocasi�n, la Sra. Martinez la sorprendi� chup�ndole la pinga a su
marido, en su propia cama. Pero a pesar de todo, al ser Zunilda la nieta m�s
peque�a en la familia de la Sra. Inocencia, y por ende la consentida, siempre se
las ingeniaba para inventar una defensa que la libraba de toda culpa. Zunilda,
como todas las ni�as adolescentes de hoy, es muy viva para su edad. No hay
inocencia qu� hallar en ella.



Zunilda not� que Don Jos� la contemplaba, as� que se tom�
unos segundos antes de volver a cubrirse con el capote, dizque por verg�enza. El
pantal�n corto que llevaba puesto Don Jos� era bastante ancho, por lo que no se
notaba la ligera erecci�n del pene del hombre.





Hola, mucho gusto. � dijo Don Jos� con voz ansiosa
producto del libido, y estrech�ndole la mano � Disculpa las fachas con las
que te recibo, pero me apresur� a recibirte para que no te mojaras tanto.
Ven, te mostrar� tu habitaci�n. Usar�s la misma habitaci�n de la Sra.
Inocencia.





En el camino al cuarto, Zunilda levant� un poquito el capote,
y Don Jos� no paraba de babearse mirando las gruesas nalgas y las blancas y
lisas piernas de Zunilda, notando la tanga que llevaba por panty.





Esta es la habitaci�n � se�al� Don Jos� - Ir� un momento
a mi habitaci�n a vestirme, y luego te explicar� cuales son tus deberes.


No se preocupe, Don Jos� � replic� la ni�a � Ya mi
abuelita me ha descrito todo lo que hay que hacer. Si me permite
desempacar�, me dar� un ba�o y comenzar� con mi trabajo


�Bien! �Excelente! � dijo el patr�n





De vuelta en su habitaci�n, Don Jos� hablaba en voz baja:




Tambi�n me voy a tomar esta semana libre. Antes del
viernes debo culiarme a esta pela�ta. Est� muy buena como para dejar pasar
una oportunidad como esta. Soy hombre, y ella es una mujer, y me gusta.





Se desnud� frente al espejo de cuerpo completo para
inspeccionar su f�sico: su obesidad no era fl�cida, y pese a la ligera gordura,
no se hab�a desecho la robustez de su cuerpo, producto de las largas horas en el
gimnasio durante su juventud. Su pene ten�a buenas dimensiones; lo sab�a porque
a�os atr�s midi� su pene en erecci�n, obteniendo el respetable valor de 20 cms.
No pod�a determinar si era guapo, pero el sab�a que a las mujeres j�venes les
gusta sentir la protecci�n de la experiencia.





Puedo seducirla - pens� Don Jos� � �A esta pela�ta me la
culeo de huevo a huevo!





El torrencial aguacero ces� poco antes de las once de la
ma�ana, y seguido, como siempre ocurre en Panam� despu�s de llover, un calor
sofocante se apoder� de la ciudad producto de la evaporaci�n del agua ca�da
sobre el cemento. Don Jos� uso aquello como excusa para quedarse semidesnudo,
s�lo cubierto por el pantal�n corto que us� para recibir a Zunilda. La chiquilla
sab�a por donde ven�a el asunto, pero se limitaba a hacer su trabajo.



Luego, Don Jos� contact� a sus superiores, con los que se
lleva muy bien, para arreglar unas "vacaciones" por esa semana. A cada instante
la lujuria se apoderaba m�s y m�s de �l, y s�lo dispon�a de menos de cinco d�as
para lograr su objetivo.



Al anochecer, Zunilda se retir� a sus aposentos, mientras Don
Jos� se promet�a consolidar sus planes al d�a siguiente.



Efectivamente, al d�a siguiente, Don Jos� implement� un plan:
sac� un disco de m�sica t�pica (de la que le gusta a la gente del interior), y
lo puso a sonar con su costoso equipo de sonido. Aprovech� la oportunidad para
invitar a Zunilda a bailar.





�Vamos, Zunilda! �No te gusta bailar?


Don Jos�, yo estoy aqu� para trabajar, no para bailar �
respondi� con mucha astucia la chiquilla � Es m�s, �no se le ha hecho tarde
para trabajar?


�No hay problema! Creo que he trabajado demasiado, y me
es mejor descansar por esta semana. �Ven, vamos a tirar unos pasos!





Tom� del brazo a Zunilda y la estrech� contra s�, sintiendo
las gruesas carnes de la hembra. Zunilda calibr� el ping�n de Don Jos� con
facilidad, pues �ste se hab�a puesto para la ocasi�n unos shorts de algod�n muy
ajustados, y no usaba calzoncillo; tambi�n ayud� el que ella usara sus
habituales pantaloncitos cortitos de algod�n. Adem�s, Don Jos� ten�a el pecho
desnudo, con lo cual estaba m�s que claro para Zunilda que el viejo le echaba la
caballer�a.



Zunilda no pudo evitar mirar a Don Jos� con una expresi�n de
"�Qu� pinga tienes!" Seguro de que Zunilda capt� las indirectas y de que la
hab�a impresionado con su enorme pinga, Don Jos� le correspondi� con una lasciva
sonrisa y la abraz� fuertemente agarr�ndole las suculentas nalgas.





�B�jame el pantal�n, y m�mamelo! � le orden� Don Jos�


Como usted diga � respondi� ella, obediente





Zunilda se sent� en el sof�, baj� los pantalones del patr�n,
y puso en pr�ctica las habilidades adquiridas en sus otros trabajos.





�Qu� bien mamas para ser una ni�a! � la felicit� Don Jos�





La chiquilla no respondi�, por estar concentrada en lo suyo:
succionaba la enorme pinga, lam�a y chupaba los huevos, y segu�a mamando. Don
Jos� sent�a m�s placer que nunca.



Despu�s de varios minutos de mamada, para facilitar los
movimientos de succi�n, Zunilda agarr� las nalgas de Don Jos�, y las us� para
impulsarse con cada entra y sale. A Don Jos� siempre le excit� que las mujeres
le agarran las nalgas, por lo que un par de minutos despu�s lleg� al cl�max,
eyaculando dentro de la boca de Zunilda, quien se trag� toda la caliente leche,
y limpi� con su lengua el palpitante glande.





�Wow, qu� mamada me has dado! �Ya me imagino lo bien que
lo har�s cuando tengas m�s pr�ctica! � dijo Don Jos� sofocado por el placer


Me alegra que le haya gustado � replic� ella, con
disimulada inocencia � Ahora continuar� con mi�


�He, he! �S�, vas a continuar! �Pero vas a continuar
recibiendo en la cama! � se apresur� a se�alar Don Jos�





A empujones la llev� hacia su cuarto. La empuj� contra la
cama, quedando ella acostada boca arriba. Don Jos� le quit� el pantaloncito y el
panty-tanga, acerc� su boca a la vulva de Zunilda, y le lami� todos los rincones
de sus �rganos �ntimos. Zunilda goz� tremendamente con la mamada de Don Jos�; el
que le practicaran sexo oral era lo que m�s la pon�a caliente. Don Jos� se
tragaba los jugos lubricantes de Zunilda, mientras esta gem�a:





�Oh, Don Jos�, Oooh! �Usted no�oh...no me respeta! �Me
pasa la lengua por toda la intimidad! �Aaaaah!


�Goza pela�ta! �Goza! �S� que te gusta!


�S�iii, me gustaaaa! �Aaah!





Las ansiosas lamidas lograron que Zunilda se viniera. Don
Jos� se dio cuenta de eso, satisfaciendo su instinto de macho, y excit�ndose
m�s. Pero como �l a�n no estaba satisfecho, rasg� el su�ter de tiritas que
llevaba puesto Zunilda, y se dio gusto apretando, lamiendo, y chupando las
magn�ficas tetonas de Zunilda.



Una vez que ya hab�a recuperado la fuerza, se acost� por
completo sobre Zunilda.





�Don Jos�, usted pesa mucho! �Usted est� muy agarrao Don
Jos�! �Me va asfixiar! �Su cuerpo es muy macizo! � se quej� Zunilda, con la
obvia intenci�n de excitar al viejo


�C�llate! �Ya aprender�s a aguantarme encima de ti!


�Qu� hace Don Jos�! �Qu� pone frente a mi micha! �Qu� es
esa cosota�! �No, nooo! �Me va a lastimar! �Aaaaaaaah!





Don Jos� le hab�a enterrado de un solo golpe su enorme
pingota. Zunilda estaba s�per excitada al sentir c�mo el grueso y largo pene de
Don Jos� la llenaba por completo. Se dio inicio a los r�tmicos movimientos;
Zunilda abr�a las piernas lo m�s que pod�a para facilitar la entrada de la carne
de Don Jos�. La hembra soportaba las furiosas y despiadadas embestidas del
macho, mientras �ste pasaba sus manos por los muslos, nalgas y tetas, como si
estuviera desesperado por despedazar por completo todo su cuerpo. Zunilda
acariciaba los poderosos brazos y la ancha espalda de Don Jos�.



Al cabo de interminables minutos, el viejo pas� sus manos por
la espalda de la pela�ta, llegando hasta las nalgas, empuj� hacia s� el vientre
de Zunilda. Zunilda hizo lo mismo, pero tuvo que estirarse mucho para poder
llegar a las nalgas del viejo libidinoso. Ambos empujaban sus vientres hacia s�,
desde las nalgas del otro, movimiento que los fue excitando a los dos hasta que
Don Jos� no pudo contenerse m�s, y dejo estallar otro chorro de semen dentro de
la vagina de Zunilda, quien a su vez volvi� a sentir el l�quido caliente, pero
esta vez en su vagina.



Como era de esperarse, el man not� que Zunilda no manch� la
cama. Don Jos� asumi� que perdi� la virginidad cuando m�s peque�a, de seguro por
abuso. Pero pese a esto, continuaba creyendo que Zunilda era una de esas
chiquillas de poca experiencia. El placer era mucho como para fijarse en el
"peque�o" detalle de la virginidad.



Descansaron un rato. Los dos estaban sudorosos y agotados.
Don Jos� a�n ten�a que tomar otro trofeo sexual del cuerpo de Zunilda, pero
necesitaba recuperar fuerzas. A su edad ya no ten�a la resistencia de un hombre
de veinticinco a�os, y la juventud de Zunilda le hab�a exigido m�s de lo que
cualquiera de sus otras amantes, mucho mayores que ella, lo hab�a hecho.





Me lo mete con m�s fuerza que un caballo a una yegua �
dec�a la chiquilla


As� me ver�s de ahora en adelante, como un semental que
te da del bueno � replic� �l





Zunilda respondi� con una sonrisa, la cual durar�a poco, pues
Don Jos� ya hab�a recuperado la potencia. R�pidamente, puso a Zunilda boca
abajo, y levant� las carnosas nalgas hacia �l. Zunilda sab�a que iba a pasar, y
dijo:





�Por favor Don Jos�, use vaselina! �Se lo ruego!


�Ah, con que ya sabes a que voy! � dijo �l, sorprendido �
De seguro tus amiguitas del campo te han echado muchos cuentos. Estoy seguro
de que a ellas tambi�n se las culean.


�S�lo le ruego que use vaselina! � repiti� ella





Zunilda sab�a que s�lo aguantar�a una pingota como esa si y
s�lo si le aplicaban lubricante, pero Don Jos� no ten�a la menor intenci�n de
ser piadoso con el culo de la voluptuosa hembra, por el contrario, quer�a
satisfacer su oscuro instinto de sentir su pene desgarrar el interior del culo
de Zunilda; hacerla sufrir a causa de su enorme pinga; someterla y lastimarla
hasta que ella suplicara piedad.



Don Jos� entonces, sujeto a Zunilda por las nalgas, coloc� su
glande (el cual estaba tan lleno de sangre como para estallar) sobre el agujero
anal de Zunilda, y empuj� por unos segundos hasta lograr meterlo. Zunilda peg�
un grito desgarrador. Ya no le quedaba m�s remedio que aguantar, pues la
superioridad f�sica del macho la somet�a.



El viejo disfrut� por unos instantes la gloria de introducir
su gruesa carne dentro del preciado culo. Luego enterr� lentamente todo el largo
y grueso tronco de su pene, sintiendo como se estiraba el agujero. La ni�a
gritaba y apretaba las s�banas, para desahogar el dolor.



Los movimientos r�tmicos comenzaron. Zunilda sent�a c�mo los
huevos de Don Jos� le golpeaban la base de las nalgas con cada acometida. El
ardor en el culo estaba dando paso al placer, al placer de sentirse sometida por
ese robusto, macizo y experimentado macho, dotado de ese inmenso falo que le
restregaba todo el interior del ano; pero continuaba gritando y quej�ndose para
excitar a Don Jos�.



Apretando el culo, Don Jos� conten�a el expeler sus l�quidos,
pero pasados unos minutos no pudo resistir m�s, y solt� su descarga de semen en
los intestinos de Zunilda. La ni�a pudo sentir c�mo palpitaba el glande de Don
Jos� en su ano, mientras liberaba la leche.



Quedaron los dos rendidos en la cama. Don Jos� pod�a
distinguir sangre en su glande. Tambi�n se ve�a un hilo de sangre corriendo
desde el culo hasta los muslos de Zunilda. El intenso ardor en el ano no impidi�
que Zunilda disfrutara de la satisfacci�n de haber sido sodomisada por el
portentoso semental.



Con escenas como esta pasaron esa semana y muchas otras, pues
Don Jos� convenci� a la Sra. Inocencia de que merec�a unas prolongadas
vacaciones pagadas, y de que el "eficiente", aunque "inexperto" servicio de
Zunilda lo hab�a dejado "completamente satisfecho".






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