Era una ni�a cuando me puse mi primer vestido. A la casa
hab�a llegado un nuevo jardinero, y junto con �l su hijo, un joven cuya edad era
por un par de a�os mayor que yo. Yo ten�a tan s�lo diez, y aunque en mis
fantas�as me imaginaba como una se�ora adecuadamente vestida y maquillada, yo
era s�lo una ni�a.
Y as� de ni�a me sent� cuando vi al hijo del jardinero. Mis
noches de fantas�a empezaban a dar paso a una realidad que a�n no hab�a
conocido. Ninguno de los chicos que hab�a tratado hasta entonces me hizo sentir
como lo hizo Sandro. Fue un flechazo, no exactamente un amor a primera vista,
pero algo muy parecido. Un hombre sacud�a por primera vez mis intimidades
femeninas y me lanzaba al mundo donde yo era por fin, en el fondo de mi alma,
una mujer.
S�lo lo mir� unos segundos. Luego baj� la cabeza, impulsada
por un sentimiento de sumisi�n, y as�, agachada y sonrojada, experiment� mi
primera coqueter�a al frente de un hombre.
Cuando cay� la noche, me dirig� a la cocina y me puse el
mandil de la empleada. Con la oscuridad de mi lado, camin� tratando de imitar
sus movimientos. No ten�a nada debajo, s�lo aquel mandil tan femenino que rozaba
mis piernas y me hac�a sentir una m�s entre las mujeres.
Sandro apareci� unos d�as despu�s, cuando ya me hab�a probado
todo el vestuario de mi prima, que estaba pasando sus vacaciones con nosotros.
Me sorprendi� completamente vestida una noche en la que con el secreto deseo de
que �l me viera, me puse a pasear por el jard�n hasta llegar a la zona de la
servidumbre.
Me dijo "Se�orita, �qu� hace usted por aqu�?". Era la primera
vez que me llamaban as�. En esos momentos, mi feminidad experiment� un nuevo
impulso. "Me llamo Sandra", le dije. Hab�a decidido usar el nombre de �l en
femenino como una se�al de pertenencia. Me sent� en una banca, cruc� las piernas
y lo invit� a sentarse conmigo. Pude ver c�mo su miembro se pon�a erecto,
levant�ndose debajo de sus pantalones y convirti�ndose en una tentaci�n
irresistible. No pude m�s. Poco a poco deslic� mis manos hacia all� y empec� a
acariciarlo. Sandro se lo sac� y me pidi� que lo tomara directamente, sin mediar
pantal�n alguno, cosa que hice inmediatamente.
No pas� mucho tiempo hasta que �l eyacul� y me dej� en la
mano su semen caliente. Yo me asust� y corr� hacia el ba�o a lavarme, pero una
vez all�, pas� mi lengua por mi mano y sent� ese sabor que ahora me gusta tanto.
Desde esa vez, lo busqu� todas las noches. Mi mano hab�a
cedido su lugar a mi boca. Aprend� a obedecerle, a chupar su miembro como �l me
ped�a que lo hiciese, suave unas veces y fuerte otras. Me hab�a especializado en
recibir su semen en mi boca y en chuparselo luego hasta arrancarle todo.
Hasta que lleg� el d�a en que despidieron a su padre y nunca
m�s vi a Sandro. Mi familia debi� sospechar algo. Pero yo continu� visti�ndome
de chica.
Al cumplir los 18 a�os, mi culito empez� a pedirme cosas. Y
luego de muchos experimentos con pepinos, un alba�il muy fornido lleg� a la casa
para hacer unos arreglos.... (continuar�)