Relato: El Inicio de Todo







Relato: El Inicio de Todo

Antes que nada quiero agradecer los mensajes que me han
enviado las personas a quienes les gust� mi primer relato, as� como quiero
disculparme por la redacci�n del mismo. S� que no es lo buena que debiera ser,
pero lo escrib� en un momento de gran excitaci�n (como ahora) y no le puse la
atenci�n debida. Procurar� hacerlo mejor.


Quiero relatar el modo en que me inici� en este gusto
desmedido por el sexo, aclarando que no es el momento en que perd� la
virginidad, ya que pas� alg�n tiempo entre eso y mi despertar a esta adicci�n al
semen.


Mi inicio en el sexo fu� de lo m�s com�n, creo yo. Ten�a 12
a�os, estaba en primero de secundaria y ten�a un novio 6 a�os mayor que yo. A�n
no me desarrollaba f�sicamente, pero mis caderas y piernas ya dejaban ver lo que
llegar�an a ser. A Juan, mi entonces novio, le gustaba acariciarme los muslos;
dec�a que eran lo mejor de m�. No contar� lo que pas� desde que nos hicimos
novios hasta que tuvimos nuestra primera relaci�n sexual, ya que no tiene nada
de interesante. Incluso las cogidas que tuvimos en esos tiempos no ten�an nada
de extraordinario; yo era caliente por naturaleza, pero el era un amante muy
malo. Se limitaba a agasajarme, llevarme a su casa, pedirme que se la mamara
(cosa que me repugnaba, pero me atra�a al mismo tiempo), la sacaba de mi boca
antes de acabar, me penetraba y, despu�s de 3 � 4 minutos, se ven�a en mi
est�mago y piernas, para evitar embarazarme.


Esa relaci�n dur� unos meses, casi un a�o, hasta que conoc� a
Juan Jos�, un amigo suyo que me present� en una fiesta. Ahora pienso que todo
estaba arreglado: Juan me lo present� y me dej� platicando con �l, mientras se
iba con una muchacha de 17 a�os que Juan Jos� le hab�a presentado y que yo sab�a
que le atra�a.


Juan Jos� era ya un joven de 20 a�os con mucha experiencia en
el sexo (yo ya hab�a cumplido los 13), era mucho m�s directo y atrevido que
Juan. A partir de que me lo presentaron empez� a buscarme a la salida de la
escuela para invitarme a salir. Como Juan ya casi ni me buscaba por andar con la
otra, yo inici� una amistad con su amigo que ni me imaginaba lo que iba a
desatar. El d�a que tuve mi rompimiento definitivo con Juan fu� muy
desagradable: tuvimos una discusi�n muy fuerte en su casa, �l se port�
inusualmente grosero, al grado de llamarme puta y ofrecida. Despu�s de mentarle
la madre, sal� de su casa echando chispas y casi llorando de coraje. No lo
amaba, pero a nadie le gusta que la cambien por otra, y menos de ese modo. Hab�a
caminado una o dos cuadras cuando "casualmente" se apareci� Juan Jos� en su
autom�vil; me salud� y me pregunt� el motivo por el que estaba tan enojada. Yo
le cont� lo que hab�a sucedido, y �l se ofreci� a llevarme a dar un paseo para
que se me bajara el coraje. Yo acept� y me sub� a su coche; dimos una vuelta por
la ciudad, y cuando empez� a anochecer ya estaba yo m�s calmada. La verdad era
que Juan Jos� me atra�a, m�s que por su f�sico (que no ten�a nada de particular)
era su forma de ser, tan directa y sin andarse por las ramas. Para esas alturas,
�l ya se se sent�a con la confianza de abrazarme y acariciarme un poco; se daba
cuenta de mi fragilidad y de que mi car�cter era de lo m�s manejable. Al poco
rato se atrevi� a ponerme una mano en el muslo, ligeramente metida bajo mi
falda, muy cerca de la entrepierna. Quise apartarla, pero no me lo permiti�. �l
dec�a lo que se ten�a que hacer y no admit�a r�plica, al grado que cuando le
ped� que me llevara a casa, se neg� diciendo:


-No. A�n no est�s lista para irte a tu casa.


�l ya manejaba en las afueras de la ciudad, se meti� por una
vereda oscura y apag� el motor. Yo ten�a algo de miedo de estar a solas con �l,
ah�, tan lejos de mi casa y en un lugar tan oscuro.


-Ll�vame a mi casa, por favor -le dije- quiero irme.


-No, quiero platicar contigo.


-�De qu�?


Se acerc� a m�, rode�ndome los hombros con un brazo, y
acarici�ndome el muslo izquierdo con el otro.


-Me gustas mucho, Marta -me dijo-.


-Tambi�n t� me gustas -le dije, con la vista baja-, pero ya
me quiero ir.


-Vamos a platicar un rato. Dame un beso -me dijo mientras
acercaba su boca a la m�a. No me opuse, hasta que sent� su mano subiendo hacia
mi sexo. Ah� lo detuve, intentando separarme.


-Quieto. Eso no -le orden�, pero �l ni caso me hizo y,
tomando mis calzones, empez� a bajarlos-. �No!�Su�ltame!


-No te hagas del rogar, Marta, s� que te gusta.


-�No!�Qui�n te crees que soy? �Su�ltame ya!


Forcejeando, me baj� los calzones hasta los muslos, mientras
me besaba el cuello y los hombros. Con la otra mano ya se hab�a apoderado de uno
de mis senos y lo apretaba fuertemente. Yo estaba confundida, por un lado me
molestaba todo aquello, pero por otro me sent�a un poco excitada al verlo as�.
Me resist�a a sus rudas caricias, pero sin mucha convicci�n.


-No te hagas. S� que te gusta. Mira c�mo me tienes -me tom�
una mano y la puso en su entrepierna. Su verga estaba dura, a trav�s de la tela
de su pantal�n se sent�a grande y r�gida como una piedra. Muy a mi pesar,
mantuve la mano apretando su miembro a�n despu�s de que �l la solt�. Ya presa de
la calentura, no me resist� demasiado cuando me desaboton� la blusa y me la
quit�. �l se daba cuenta de mi excitaci�n, y aprovech� eso para quitarme el
brassier y liberar su verga del pantal�n. Al verla libre, la tom� con una mano y
empec� a masturbarlo, mientras �l me met�a un dedo en mi sexo y empezaba un mete
y saca fren�tico.


El interior del auto estaba penetrado ya con el olor de
nuestros sexos. Juan Jos� ya estaba como pose�do, metiendo mano en cada rinc�n
de mi cuerpo y yo ya estaba excitad�sima. Tras un rato, �l me solt� para
depojarse de su camisa y bajarse el pantal�n. Yo continu� agarrando su miembro,
mientras lo ve�a desnudarse. Sab�a lo que iba a pasar, pero quer�a que �l me lo
pidiese. Quer�a sentir su verga dentro de m�, quer�a ser suya. La autoridad con
la que �l me acariciaba me enloquec�a. Me mir� fijamente, y, sin decirme nada,
me coloc� una mano en la nuca, me acarici� el pelo y me empez� a bajar la cabeza
hacia su verga. Yo no esperaba eso, quer�a que me penetrara, pero no quer�a
mam�rsela. No era algo que me gustara. Al sentir aquello, me resist�, no dejando
que bajara mi cabeza hasta su entrepierna.


-M�mamela - me dijo.


-No -le dije-, eso no me gusta.


-�ndale, ch�pamela -me orden�-, no te hagas la santa.


-No me hago la santa, simplemente no me gusta.


-Claro que te gusta, no te hagas tonta -me dijo, mientras me
jalaba la cabeza hacia abajo-. Juan me cont� c�mo se la mamabas antes de que te
cogiera.


Eso me dej� muda. Juan le hab�a platicado nuestras
intimidades. Durante unos segundos no supe qu� decir. Juan Jos� lo not� y me
jal� con m�s fuerza.


-Anda, Martita, dame una mamada -me repiti�, ya un poco
irritado -no te hagas, bien que te gusta.


Yo ya estaba a s�lo unos cent�metros de su verga, dura,
erecta, desafiante. Me sent�a usada, enga�ada, casi ultrajada al darme cuenta
que Juan Jos� sab�a todo de m�, y que quiz� todo hab�a sido planeado por ellos.
Y al sentirme as� humillada, fu� cuando me d� cuenta que eso me excitaba. Sentir
que mi voluntad no contaba era algo muy caliente. Saber que me ve�an s�lo como
un objeto sexual era algo excitante. Fu� entonces que me abandon� al deseo.


Ya sin decir nada, abr� mis labios y engull� la cabeza de la
verga. El olor era algo que me gustaba y me repel�a al mismo tiempo. El estar
consciente de que aquello era algo indebido fu� el ingrediente que inclin� la
balanza a su favor. Empec� a chupar lentamente, recorriendo con mi lengua
aquella cabeza grande y caliente, probando el sabor del l�quido preseminal que
manaba. Sent� c�mo Juan Jos� se estremec�a al sentirme, lo escuchaba jadear y
murmurar cosas ininteligibles; sent�a sus manos en mi nuca, oblig�ndome a
mantener su verga dentro de mi boca. Met� su verga hasta la mitad, ya que no me
cab�a m�s. Mi saliva empez� a escurrir de entre mis labios a lo largo del tronco
del pene de Juan Jos�, llegando hasta sus huevos. Ve�a todo aquello con ojos
entreabiertos, era algo desagradable a la vista, pero me excitaba. Me estaba
comportando como la puta en que me estaba convirtiendo. Mi sexo estaba tan
mojado que mis dedos entraban con toda facilidad. A veces, venciendo la presi�n
de las manos de Juan Jos�, sacaba su verga de mi boca, chupaba mi propia saliva
de sus bolas y tronco, lam�a todo su miembro y volv�a a engullirlo. Lo que m�s
me excitaba era saber que a �l le gustaba, que a �l no le importaba si a m� me
gustaba o no, sino que todo era para complacerlo a �l. Que yo no era su amiga
Marta en ese momento, sino una puta cualquiera sin m�s voluntad que la de �l.


-Ahh, Marta, qu� bien la mamas. Sigue, sigue, no pares...eres
�nica...te gusta, �verdad?...dime que te gusta...


- Me encanta chuparte la verga, papacito -dije en un susurro,
levantando un poco la vista hasta sus ojos -la tienes bien buena.


Y volv� a chupar. Estaba extasiada, nunca Juan me hab�a hecho
sentir as�, tan usada, tan sin voluntad propia. Tan concentrada estaba, que no
sent� las contracciones de Juan Jos� cuando estaba a punto de venirse en mi
boca.


-�Aaaahhhh...ss����! -exclam� Juan Jos� al descargar su
primer chorro en mi boca. Yo nunca hab�a recibido una eyaculaci�n en mi
garganta, as� que intent� retirarme, pero �l no me lo permiti�. Me sujet� con
fuerza y descarg� su leche en mi boca, sorprendi�ndome por su cantidad y su
intensidad. Sent� que me ahogaba, y unas arcadas me hicieron casi vomitar.
Cuando al fin me separ�, apresuradamente me acerqu� a la ventanilla para
escupir, pero antes de bajar el cristal, �l me sujet� y me lo impidi�. Con voz
firme, a�n jadeando por su reciente orgasmo, me orden�:


-Ni se te ocurra tirarlo. Tr�gatelos.


Yo lo ve�a incr�dula...�de verdad quer�a que me tragara
aquello? �Eso era asqueroso! Con visible repugnancia, me negu�, intentando
llegar una vez m�s a la ventanilla, pero �l me lo volvi� a impedir.


-No, Martita, ni lo pienses. Te los vas a tragar -me tom� de
la nuca y me acerc� a su cara y, en voz baja, me repiti� -: Tr�gatelos. Todos.


No s� por qu�, pero lo obedec�. Sent� que me quemaban la
garganta mientras bajaban. No s� como, pero domin� el asco y los tragu� todos.
Esa fu� la primera vez de incontables veces que lo he hecho. �l me ve�a a los
ojos con una sonrisa mientras yo tomaba aquel esperma. Nunca me hab�a sentido
tan sucia, tan rebajada en mi dignidad, tan puta. Cuando lo hice, me d� cuenta
que, a fin de cuentas, no hab�a sido tan desagradable. La sensaci�n de
humillaci�n era algo que no sab�a que me gustaba. El sabor del esperma no era
tan malo.


-Mu�strame tu boca -me orden�- quiero ver que lo has comido
todo.


Lo obedec�, me mir� y, sorprendi�ndome, me bes�. Larga y
apasionadamente. Despu�s de eso me mir� otra vez.


-Ahora, p�demelo - me dijo.


-C�geme -le dije, sin saber si se refer�a a eso.


-Eso es, Marta, sab�a que te gustaba.


Me jal� hacia �l, me hizo masturbarlo un poco, hasta que su
verga se puso r�gida otra vez, mientras me besaba. Luego se dedic� a morderme
los pezones, que ya estaban duros de excitaci�n, y me besaba mis entonces
peque�os pechos. Era firme y salvaje para besar y acariciar. No preguntaba si me
gustaba o no lo que me hac�a. Simplemente lo hac�a. Me tom� como si fuera una
mu�eca de trapo, y me coloc� de frente a �l, sent�ndome a horcajadas sobre su
verga. La coloc� en la entrada de mi panocha y tir� de m� hacia abajo. Yo abr�
un poco m�s las piernas para facilitar la cogida. La recib� lentamente dentro de
m�, poco a poco, cent�metro a cent�metro, hasta tenerla toda adentro. Juan Jos�
empez� a cogerme mientras besaba mis pechos y yo me abrazaba a su cabeza,
subiendo y bajando una y otra vez. Una ni�a de 13 a�os siendo cogida por un
hombre de 20, iniciada en el largo camino de la ninfoman�a. Me d� cuenta que
aquello era algo que me gustaba much�simo y que ya no podr�a vivir sin �l. �l me
acariciaba mis nalgas, metiendo un dedo en mi culo de vez en cuando, y luego
recorr�a mi cintura y mi espalda, me jalaba el pelo, me agarraba los
muslos...murmuraba cosas ininteligibles, y yo estaba quem�ndome de placer.
despu�s de un rato, se vino dentro de m�. Sent� su semen en mis muslos,
escurriendo. Nos quedamos abrazados as�, yo montada sobre �l, con su verga
dentro de m� hasta que perdi� su dureza. Nos besamos durante un rato y nos
preparamos para irnos. Yo estaba feliz, no me preocupaba nada, ni el hecho de
que hubiera acabado dentro de m�, pudi�ndome dejar embarazada (cosa que, por
suerte, no sucedi�). S�lo disfrutaba del momento, sintiendo que acababa de coger
con un hombre de verdad. Y sin imaginar lo que Juan Jos� ten�a preparado para m�
en el futuro.


-�Te gust�? -me pregunt� camino a mi casa.


-S�...mucho -le contest�.


-�Tambi�n el tragarte mi leche?


-Me cost� trabajo, pero s�...s�, creo que me gust�.


-Porque cada vez que cojamos lo vas a hacer.


-S�, lo que t� digas -y, para rematar mi respuesta, le dije-
: lo hubiera hecho aunque no me lo hubieras pedido.


Juan Jos� sonri�, sin voltear a verme.


-Ahora s�, ya est�s lista. V�monos.


No me import� el rega�o de mis padres. Ni la magnitud de lo
que hab�a hecho, ni lo que repercutir�a en mi futuro. S�lo recordaba esa cogida
y me masturbaba. Hasta ese momento, nadie como Juan Jos�. Pero faltaba a�n mucho
por venir en mi vida.


Espero que les guste este relato. Recuerden que pueden
escribirme a POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO
para comentar lo quieran sobre m� o mi historia.


Besos.


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