Noche de confesiones.
La luna se paseaba sobre Hyrule, un tel�n de estrellas
salpicaba el cielo nocturno mientras el ruidoso crujido de unos cascos veloces
sobre la hierba atravesaba la campi�a. Una figura ecuestre apareci� entre las
sombras acerc�ndose a las puertas cerradas del gran castillo. Su jinete observ�
fijamente las enormes hojas de madera que sellaban el paso a la fortaleza. Los
ruidos apagados de la noche apenas pod�an ser percibidos por sus o�dos afinados:
algunos murmullos dentro de las murallas, el aletear de las lechuzas y los
murci�lagos, y algo m�s; algo que hab�a venido a buscar: el sonido ligero de una
tonada lejana, procedente de la ocarina que hab�a guiado sus pasos en el papel
que el destino hab�a elegido para �l.
El jinete mascull� una maldici�n, no ten�a que haber venido
otra vez, todas las noches se acercaba a escuchar las �ltimas notas surgidas del
pasado, lo �nico que le manten�a vivo durante un d�a m�s.
El caballo dio un giro brusco y se puso en marcha de nuevo
hacia la zona apartada del bosque kokiri donde la montura y el caballero sol�an
pasar la noche; a los pocos minutos de marcha, un ruido como de un silbido
fuerte se escuch� a la izquierda de los viajeros. Una abominaci�n surgi� de ese
ruido, una figura similar a un hombre encapuchado al que le faltaran las piernas
y parte del torso, habiendo sido estas transformadas en humo, en su mano derecha
manten�a un objeto similar a una l�mpara que brillaba con luz purp�rea, los ojos
brillaban amarillos tras un velo de pelo pajizo enmara�ado: un poe, un espectro
surgido del odio que hab�an abundado durante la �poca de terror de Ganondorf.
Sin aminorar siquiera la marcha, el jinete descolg� su arco
de su espalda y lanz� dos flechas en r�pida sucesi�n, ambas impactaron en el
pecho del monstruo, deshaciendo su cuerpo en polvo y haciendo caer la linterna
al piso, donde se hizo a�icos, dejando escapar una llama violeta con rasgos
faciales sonrientes y grotescos delineados en ella que se evapor� a los pocos
segundos.
El jinete ni siquiera pesta�e�, las luchas ya no lo
emocionaban ni lo desafiaban, se hab�an convertido en algo necesario para
sobrevivir, no porque un enemigo pudiese poner en peligro su vida, sino porque
esas luchas eran una de las pocas razones que ten�a para seguir aliment�ndose y
manteni�ndose con vida.
Hab�a sido el salvador de esta tierra, hab�a sufrido tantas
heridas por la defensa de su mundo como para regar toda la campi�a que recorr�a
con sangre, hab�a sacrificado siete a�os de su vida en su lucha an�nima... no
hab�a recibido nada a cambio.
�l era Link, hac�a catorce a�os hab�a sido escogido para
iniciar una cruzada solitaria contra un se�or oscuro que representaba la
encarnaci�n de todo el mal, hab�a conseguido las llaves de la Puerta del Tiempo,
pero Ganondorf hab�a conseguido entrar a trav�s de ella us�ndolo a �l y hab�a
irrumpido en la realidad sagrada donde se guardaba el relicario que conten�a la
esencia de los dioses. La guerra estaba perdida, pero, para darle la edad y
fortaleza adecuada para cambiar las tornas de esa lucha, Link hab�a permanecido
durmiente durante siete a�os, se encontr� al despertar con un mundo
espantosamente mancillado por la presencia del mal. Libr� much�simas batallas
usando la Espada Maestra y consigui� vencer al demonio; Zelda, la princesa que
le hab�a llamado para su causa, le hab�a prometido devolverle a su edad antes
del desastre, y lo hab�a hecho, pero en su memoria a�n recorr�a los t�neles
llenos de criaturas horribles. Su vida hab�a perdido el sentido desde entonces,
hab�an pasado siete a�os m�s y hab�a recuperado su aspecto de cuando derrot� al
demonio pero no hab�a ahora ninguna batalla que diera un prop�sito a su vida.
El mundo se hab�a recuperado del golpe, ahora �l viv�a
matando a los �ltimos siervos de la sombra que rondaban por Hyrule, pero estos
empezaban a escasear, incluso los poes ,que hab�an llenado las llanuras en la
�poca de Ganondorf ,aparec�an ahora s�lo espor�dicamente. Link tem�a, por encima
de cualquier otra cosa, que llegase el momento en el que ning�n enemigo se
abatiese sobre �l y sufriera la apat�a total, entreg�ndose a la muerte por
inanici�n.
Escuch� de nuevo el sonido de la ocarina mientras se bajaba
de su montura, siempre estaba presente en su mente, pero ahora de forma m�s
persistente, como si sonase de verdad en el aire nocturno.
Un estallido de luz amarilla le sobresalt�, cogi� su arco y
apunt� r�pidamente una flecha, al poco la bajo y solt� el arco, el cual cay� con
un ruido sordo a la hierba.
Hac�a m�s de siete a�os que no ve�a a la figura que se alzaba
frente a �l, un cuerpo humano esbelto, no muy alto, con una capucha y un velo
que dejaban a la vista tan solo dos grandes ojos rojos y algunos mechones de
pelo rubio. Su ropa era una ce�ida t�nica azul oscura, sobre la cual se pon�a
una prenda harapienta blanca que cubr�a la mayor parte de su torso, dejando s�lo
sus brazos y piernas cubiertas por la t�nica, �sta llegaba hasta las manos y
dejaba sus dedos al aire, cubriendo tambi�n las piernas hasta entrar en la ca�a
de las botas.
Era Sheik, el alter-ego de Zelda, una mujer con las
habilidades guerreras de un ninja y la sabidur�a de un erudito; Sheik hab�a
guiado a Link durante su guerra, ense��ndole los poderes de la Ocarina del
Tiempo y se�al�ndole los lugares a los que ten�a que ir.
Link estaba estupefacto, desde su �ltimo viaje en el tiempo,
cuando Zelda le devolvi� a su infancia, Sheik no hab�a vuelto a rondar por el
mundo, su aparici�n no pod�a ser posible si Zelda no se transformaba y la
princesa no ten�a motivo alguno para hacer tal cosa.
Los ojos rojos de Sheik estaban clavados en Link, mir�ndolo
con una mezcla de decisi�n y compasi�n, Link no hab�a sentido nada similar en
toda su vida.
Por fin, se atrevi� a hablar:
-�C�mo...? �Por qu� estas t� aqu�?-balbuci�-�Qu� significa
esto?
La respuesta de ella fue todo menos lo que �l hubiera podido
esperar:
-Link, h�roe del Tiempo, guardi�n de Hyrule, te he seguido
durante mucho tiempo, siempre que mi mente vive bajo este cuerpo busco el galope
que erra por el bosque y observo lo que haces. He visto como acababas con muchos
de tus antiguos enemigos, he visto como el orgulloso joven que vivi� la m�s
grande de las aventuras desahogaba su c�lera en los que hab�an escapado a su
primera cruzada... he visto como se apagaba la llama de tu pasi�n en la lucha,
consumiendo el �nico atisbo de poder que quedaba de una gran persona.
-Mi misi�n termin�... yo... �No tengo mas raz�n para vivir!
-�Es posible tal cosa? Quiz�s sea cierto que el mundo no
precisa de tus servicios para sobrevivir pero recuerdo que, antes de iniciar tu
gran aventura, eras un ni�o kokiri com�n, ten�as tus juegos, tus amigos... s�lo
estabas un poco aislado de los dem�s debido a que no ten�as un hada acompa�ante
y a que verdaderamente no eras un kokiri pero viv�as como lo hubiera hecho
cualquier ni�o normal.
Link no tuvo respuesta para eso, su mirada recorri� su cuerpo
y se pos� nuevamente en Sheik.
-�Por qu�? �solloz� finalmente-�Por qu� me eligi� un destino
tan cruel para darme la gloria y el poder y quit�rmelo tan pronto como cumpliera
con los designios de la luz?
Las l�grimas emergieron a su rostro, sucio de polvo y sudor,
dejando peque�os r�os que corrieron por su cara, formando l�neas de piel limpia.
Sheik cogi� su barbilla con su mano derecha y acarici�
suavemente su mejilla, Link hab�a dejado caer su mirada al suelo, donde ve�a
como sus lagrimas formaban un peque�o charco.
-No tengo respuesta a las preguntas de ese tipo-susurr� ella-
No puedo poner en duda los designios de las diosas. Pero me duele ver a alguien
que ha sacrificado tanto a cambio de tanto sufrimiento. Link, � su voz tomaba
ahora un tono mas imponente- dices que no tienes raz�n para vivir. Sin embargo
yo tengo el poder del Ojo de la Verdad, puedo ver lo que guardas en tu
coraz�n... y s� que a�n guardas amor por Zelda.
Las l�grimas de Link cesaron al instante, era cierto, lo que
le impulsaba a acercarse todas las noches al castillo a o�r la tonada de la
ocarina tocada por la princesa, lo que le llev� a cumplir la misi�n que le hab�a
encargado... no pod�a ser otra cosa que amor, amor por esa joven bella que hab�a
demostrado la fuerza de los dioses cuando se enfrentaron juntos a la oscuridad.
-Ella est� m�s all� de lo que puedo aspirar- dijo con voz
entrecortada- Zelda recuerda lo que pas� y seguramente me admira pero no puede
amarme, sus obligaciones est�n ahora atadas al trono de Hyrule.
Los ojos de Sheik se acercaron hasta estar a unos cent�metros
de los suyos
-Es cierto que ella no puede amarte- dijo- pero yo tengo
parte de sus sentimientos, parte de su alma en m�, y s� que te ama, aunque no
seas m�s que un viento en su coraz�n... ella te ama.
Link se qued� sin habla, mirando los ojos escarlata,
hipnotizado.
-Y as� como ella te ama, yo, que soy en parte ella, tambi�n
te amo.
Los ojos de Sheik tambi�n lloraban ahora, peque�as fuentes de
sal se escurr�an en el interior del velo que le tapaba la cara.
Link se recost� contra un �rbol, respirando con fuerza
mientras su mente repet�a una y otra vez las �ltimas palabras de la guerrera.
Lentamente se levant� y alz� las manos hacia el rostro tapado de la mujer.
Su mano izquierda agarr� un pliegue de la capucha, mientras
la derecha comenzaba a empujar el velo hacia abajo. Sheik ni se movi� durante
ese instante. Una melena de pelo rubio ondulado se desenroll�, saltando
ligeramente. El velo cay� y la cara de Sheik apareci� por primera vez frente a
Link: era muy parecida a Zelda, su pelo estaba m�s desordenado y sus rasgos eran
m�s afilados, tampoco ten�a tanta palidez en la piel; pero la forma de los ojos
y de la nariz sin duda eran iguales. Sus ojos segu�an siendo dos enormes rub�es
chispeantes, sus labios eran finos y poco sobresalientes, en contraste con los
gruesos y carnosos labios de Zelda; pero eran muy parecidas, podr�an haber sido
f�cilmente hermanas o familiares cercanos.
Ella sonri� levemente, ten�a unas facciones encantadoras, su
cuerpo era el de una guerrera, muy atractivo y Link se fij� r�pidamente en ello,
siempre hab�a admirado los m�sculos acerados de Sheik pero nunca se hab�a
percatado de la belleza que escond�a aquella misteriosa mujer.
Link pens� un momento en su propio aspecto, hab�a sido
bastante guapo antes, pero ahora parec�a sucio y desali�ado, su pelo, antes una
brillante melena de pelo casta�o claro liso, estaba ahora sucio y muy revuelto;
su piel tambi�n estaba marcada por el polvo. Su cuerpo segu�a siendo el de un
guerrero, con una anatom�a entrenada y atractiva pero sus ropas estaban casi en
peor estado que �l mismo.
Sheik interrumpi� sus pensamientos tomando su rostro con una
mano, mientras deslizaba su otro brazo por la espalda de Link, se acerc� hasta
quedar abraz�ndolo, con un brazo en torno a su cuello y el otro sujetando su
espalda. Sus rostros se encontraban a pocos cent�metros uno del otro.
Link clav� sus ojos grises en los escarlata de ella, abraz� a
la mujer por el talle y la acerc� a�n m�s.
Sus ojos se cerraron y sus labios se encontraron en un beso
silencioso.
Se separaron con timidez, mir�ndose fijamente y mostrando una
media sonrisa, el tiempo pareci� detenerse, Link mir� el rostro de su nuevo amor
con asombro.
Sheik no le dio tiempo a hablar, se abalanz� sobre �l y le
bes� de nuevo, esta vez con pasi�n, y casi tir�ndolo al suelo. Una vez
recuperado de la brusca iniciativa de la mujer, comenz� a inclinarla sobre la
hierba, quedando ella tendida en el suelo del bosque.
Link se tumb� sobre ella, continuaron bes�ndose, ahora con
cierta lujuria, Link, tras haberse acostumbrado al juego de sus bocas, comenz� a
recorrer el cuerpo de la guerrera con sus manos, acarici�ndola, primero en el
abdomen y luego un poco m�s arriba..
Antes de que hubiera podido comenzar a tocar su pecho, ella
le empuj� hacia arriba, suave, pero firmemente.
-Espera-dijo- No lo haremos aqu�.
-Te seguir� hasta el final del tiempo con tal de acabar
esto-dijo �l, una vez comprendi� que no lo hab�a rechazado.
Subieron al caballo, Sheik tom� las riendas y se dirigi�
r�pidamente hacia el sur; mientras ella dirig�a al caballo, el mord�a
ligeramente su hombro, sobre la ropa. No tardaron el llegar al lago Hylia, una
gran extensi�n de agua que aparec�a al final del r�o Zora.
Una vez all�, bajaron del caballo, comenzaron nuevamente a
besarse y se dirigieron entre jadeos a las playas del lago. Sheik se quit�
pr�cticamente toda la ropa, quedando en una peque�a prenda que cubr�a su ingle y
otra similar (pero bastante holgada) que tapaba una buena parte de su torso,
incluidos sus pechos. Link s�lo se quit� la parte superior de su t�nica verde.
Se metieron en el agua fr�a caminando hacia el interior del lago y nadaron un
poco en ella, se acercaron y se besaron otra vez, ahora con mucha m�s fuerza que
en las ocasiones anteriores. Sheik hizo un gesto con la mano y nad� en una
direcci�n concreta. Link la sigui� braceando y llegaron a una peque��sima isla
en el centro del lago.
Se sentaron en la arena mojada y se miraron, de nuevo surgi�
ese nexo, esa uni�n antinatural entre sus ojos.
Link desliz� la mano sobre el brazo de ella, hasta llegar a
su hombro, donde descansaba el �nico ce�idor de la prenda, Sheik asinti� con un
escalofr�o y la tela cay� al suelo.
Link se retir� ligeramente para verla mejor, sus pechos era
hermosos, peque�os debido al entrenamiento f�sico, que hab�a inhibido su
crecimiento, sin embargo estaban perfectamente ajustados a las formas suaves y
equilibradas de una guerrera como ella.
Sheik se mir� a s� misma y se sonroj� cuando vio lo erectos
que estaban sus pezones. La incomodidad de la situaci�n se palpaba en el
ambiente y Link decidi� acabar con esta parte lo m�s r�pido posible. La recost�
de nuevo sobre la arena, ella se dej� hacer tras un momento de indecisi�n. Se
arrodill� frente a ella y comenz� otra vez con sus caricias, ahora ella sujetaba
sus manos y le inst� a tocar sus pechos, Link los sinti� fr�os por fuera debido
al agua que los empapaba, pero notaba la calidez que emanaba del cuerpo de la
mujer.
El momento de duda hab�a pasado, ahora se besaban y tocaban
con seguridad entre jadeos y caricias. �l apart� su boca de los labios de ella y
descendi� por su cuello hasta sus hombros, sin separarse en ning�n momento de su
piel cubri� su cuerpo de besos y peque�os mordiscos hasta que se detuvo en la
�ltima prenda que llevaba la mujer. Alz� los ojos y vio la respuesta a su
pregunta silenciosa en la mirada de determinaci�n que le devolvi� ella. Quit�
con actitud cuidadosa la ropa interior y mir� el tesoro que guardaban las
piernas de la joven: una mata de pelo rubio dorado muy rizado, empapado ya no
s�lo por el agua del lago, bes� su monte de Venus de forma casi respetuosa y
arranc� un par de gemidos fuertes de la garganta de su amor. Baj� un poco en su
labor y prob� el centro de su placer. Los gemidos de ella se hicieron m�s
fuertes, jadeaba y lanzaba sonoros suspiros mientras el exploraba sus
profundidades con su boca.
Impacientemente, ella se irgui� en uno de los momentos en los
que Link se deten�a y lo tom� de la cintura, lo bes� con m�s pasi�n de la que
cualquiera de los dos hubiera sentido nunca y se volvi� a tender en el suelo.
Link retir� por fin la parte de debajo de su t�nica, quedando
ya totalmente desnudo, Sheik lo agarr� con las dos manos y lo empuj� para unirse
a ella en el suelo. �l entr� en la mujer con sumo cuidado, empujando hasta que
encontr� el obst�culo en su interior. La guerrera lanzaba peque�os gritos
mientras se mov�a hacia �l.
La bes� con fuerza y empuj� en su interior con id�ntica sa�a,
la mujer solt� un grito y se desmadej� en la arena mientras �l se retiraba hasta
casi salir de ella. Link temi� haberle hecho da�o m�s de lo que hab�a temido
cualquier cosa antes y se apresur� a consolarla con caricias y palabras
afectuosas; en breve la mirada desafiante de Sheik volvi� a chispear en su
rostro invit�ndolo a terminar aquello.
Se movieron con un ritmo lento al principio, luego fueron
tomando cada vez m�s una marcha r�pida en su danza; se oyeron temblorosos
quejidos por la playa de la isla mientras alcanzaban el cl�max, hasta que los
gemidos se tornaron gritos de placer. Sheik hab�a perdido todo atisbo de dolor
en el proceso, se revolv�a con furia, dominada por las oleadas que le enviaba el
cuerpo de su amante, se revolc� de una forma especialmente brusca y ella qued�
sobre �l, sin parar en un solo momento el movimiento de sus cuerpos. Al fin,
tras unos minutos de tensi�n en la zona entre su est�mago y su ingle, Sheik
sinti� que le llegaba un orgasmo, luego otro y otro, Link sinti� las
contracciones de su cuerpo en su miembro y no pudo evitar acabar el tambi�n.
Se metieron de nuevo en el agua y se durmieron abrazados en
la playa.
Cuando Link despert�, ella se hab�a ido, recogi� su ropa y
volvi� a la costa del lago, se termin� de vestir y se fue a su peque�o refugio
en el bosque.
[...]
La luna se paseaba sobre Hyrule, un tel�n de estrellas
salpicaba el cielo nocturno mientras el ruidoso crujido de unos cascos veloces
sobre la hierba atravesaba la campi�a. Una figura ecuestre apareci� entre las
sombras acerc�ndose a las puertas cerradas del gran castillo... Si no fuese
porque no hab�a nadie despierto a esas horas, cualquier persona hubiese podido
ver como una mujer encapuchada descend�a desde las murallas, se sub�a al caballo
y ambos se perd�an en la noche.
Link sonri� en su montura mientras galopaban hacia la Luna;
hab�a dejado su vida como h�roe, a�n le quedaba una vida como amante.
Sheik tambi�n sonri�, durante el d�a era Zelda, la princesa
que guiaba al pueblo de Hyrule con su sabidur�a, pero por la noche era Sheik, la
misteriosa guerrera ninja que se escabull�a en el campo con su amor secreto.
FIN