Arturo se hab�a convertido en una gacela alegre, cari�osa y
obediente: en mi gacela.
Su cuerpo juvenil resaltaba formas arm�nicas y redondeadas.
Piel blanca y suave, casi lampi�o, cabellos rubios y boca
carnosa eran los atributos de su sangre ardiente.
Su trasero redondeado y terso, envidia de m�s de una, era la
fuente de mis mayores desahogos.
Me hab�a entregado su virginidad y poco a poco, en ardientes
sesiones de pasi�n, mi verga fue modelando su canal hasta dilatarlo a la
flexibilidad actual en que pod�a penetrarlo sin dificultad. Con la sola presi�n
la cabeza de mi lanza abr�a su argolla y se escurr�a por su caverna hasta que
mis pendejos quedaban sellados en sus nalgas. Entre gemidos de placer recib�a
mis estocadas y, con sus manos hacia atr�s, as�a mis nalgas y me pegaba su
cuerpo exclamando: s�, d�mela toda, m�s, qu� hermoso, soy tuyo.
Con mi espada en las entra�as tiraba su cabeza hacia atr�s
para ofrecerme su boca a la que sellaba con un beso. Mi lengua recorr�a su
cavidad mientras mi pene le masajeaba por dentro y, con las manos, ora
acariciaba sus tetillas, ora su potente chicote.
Le gustaba ser clavado por todos los agujeros y, en esas
ocasiones, con mi verga en su culo, mi lengua en su boca y mis manos en su arma
volaban los ardientes chorros de su esperma, deshaci�ndose en gemidos de goce y
entrega.
No hab�a parte de la casa que no hubiera sentido el impactos
de sus chorros esenciales lanzadas con la fuerza de la voluptuosidad de su
vehemencia.
Sus espasmos eran interminables. A la eyaculaci�n le segu�an
las convulsiones que nac�an en el interior de su culo y se expand�an haciendo
vibrar su ingle y sus entra�as con descargas org�smicas que, como ondas, se
extend�an por todo su carne, cimbreante de placer.
Descargado, dejaba su juventud penetrada por mi estaca.
Abandonado a mi goce hab�a aprendido a manejar su culo con
destreza de manera que abr�a su esf�nter a cada estocada y lo cerraba en cada
retirada, comiendo mi pija con sus carnes, hasta que las corrientes me llevaran
al climax, reventando en frenes�, perfor�ndolo hasta m�s all� del fondo, y
depositando en sus profundidades las lechadas de mi geiser.
Lasos por los estallidos permanec�amos abotonados hasta que
mi miembro se marchitara o recobrara su dureza para otra sesi�n.
2
Aquel jueves estaba particularmente radiante. Como siempre,
hab�a llegado a mi departamento sin previo aviso, ataviado con una amplia
camisa, jeans y mocasines sin medias. Su cabello suelto, cayendo libremente, le
daba un aire angelical.
Ya en el interior del departamento nos fundimos en un abrazo.
� Quer�a verte, me dijo mir�ndome a los ojos.
� Quer�a olerte, le contest� acerc�ndome a su cuello,
bes�ndole suavemente.
Su cuerpo sinti� el impacto de mis labios y cimbr� su pasi�n
entreg�ndose a mis caricias.
Desaboton� su camisa y el la m�a.
Su torso desnudo era una tentaci�n irresistible y as� mi boca
bes� y mordi� suavemente sus hombros mientras �l me respond�a con caricias de
sus manos.
Me detuve m�s de un momento en aquellas j�venes tetillas,
mordi�ndolas suavemente y dispar�ndole r�pidos leng�etazos en sus pezones que no
tardaron en encenderse endureci�ndose.
Desabroch� su cinto y el bot�n del pantal�n que no tard� en
rodar hasta sus pies. Con �gil movimiento liberose de la prenda y sus mocasines
rebotaron libres por el piso.
Le vi radiante en su slip tipo tanga que resaltaba su enorme
paquete ya erguido.
Se acerc� entreg�ndome su boca para que la selle con un
apasionado beso. Mi lengua jugaba en su cavidad mientras sus manos bajaban mi
pantal�n y calzoncillo. Qued� desnudo a sus caricias.
Me arrodill� para bajar con mis dientes su slip, lo que hice
entre besos y caricias. Liberada su vara, ol� descaradamente su ijar, lam� sus
huevos, mord� sus pendejos escasos y, desde abajo, fui subiendo con mi lengua
por el largo de su tallo, lami�ndole en todo su di�metro, hasta arribar a la
punta de su verga donde bes� y leng�etee sutilmente su orificio, saboreando su
l�quido preseminal. Reci�n entonces me introduje esa carne ardiente que resbal�
hasta mi garganta e inici� un movimiento de metesaca, mam�ndole con fruici�n.
Levantando los ojos, desde mi posici�n, le miraba el rostro
de placer, con los ojos entornados, mordi�ndose los labios, suspirando de goce.
De pronto vino en s�, sac� su vara de mi boca, se arrodill�
frente al sof�, d�ndome su culo en pompa.
Goc� aquellas blancas y redondas nalgas y a fuerza de suaves
caricias con las yemas de los dedos, de leng�etazos y mordiscos, calent� su
grupa y lubriqu� su argolla.
Apoy� la punta de mi verga en su ano, presion� y mi arma se
abri� paso separando las paredes de su recto, llenado de ardiente y dura carne
sus entra�as. El abr�a su ano y presionaba su culo a mi cuerpo meti�ndose mi
aparato, comi�ndolo con el culo.
Sus gimoteos y susurros daban cuenta de su goce.
Era �l quien se meneaba y se clavaba mi estaca en lo m�s
profundo de cuerpo, abri�ndose cada vez m�s a mis estocadas.
Sin tocarse cimbr� su cuerpo y las sacudidas vehementes
dieron cuenta de su eyaculaci�n y de su miembro, como un geiser, brot� en
chorros intermites su esperma.
Su culo se peg� a mi cuerpo y sus ancas se mecieron con m�s
fuerza mientras sus sacudidas le llenaban dias.