Relato: Marta la sumisa



Relato: Marta la sumisa

Marta la sumisa.


No se que es lo que me ocurre con mi hermana Marta, que es lo
que me excita tanto de de ella. Es mi�rcoles. Se acerca el fin de semana, y
solamente pensar que la ausencia de mis padres me dar� la oportunidad de
disfrutar de ella me pone a cien.


La observo mientras se pasea por el pasillo, intentando
memorizar los apuntes, concentrada en sus estudios y siento un cosquilleo en el
est�mago, en el vientre, en la columna, en la pr�stata y el cipote. Yo creo que
ella ya se ha percatado de mis intenciones. Ya ha empezado a poner esa cara de
mosquita muerta, de v�ctima que tanto me gusta de ella. No pone cuidado. Le da
igual si con ese camis�n se le trasparentan las bragas, si al coger el salero,
la apertura de su chaleco me permite ver el canal de su pecho, la parte m�s baja
de su sujetador, y con un poco de suerte, si no piensa salir, sus pechos
deliciosos.



Tengo dieciocho a�os y estudio econ�micas. Me llamo Carlos.
Mi hermana Marta es mayor que yo. Tiene veinte a�os. Yo soy un chico que acaba
de salir de la adolescencia. A�n me salen espinillas y mi barba a�n no se ha
cerrado. Mido 1,70 aunque a�n puedo crecer unos cent�metros. Soy delgado, de
espaldas a�n por ensanchar, un universitario que estudia la semana antes de los
ex�menes. Mi hermana es una chica rubia, casi casta�a, delgada y alta. Mide
1,73. Tiene un tipo precioso a pesar de su delgadez. Su culo es deliciosamente
elegante, como sus pechos, ni gordo ni delgado y muy bien puesto. Es de piernas
largas, como sus brazos y manos, como su cuello y sus pies. Su cara es preciosa,
de ojos marrones verdosos, de nariz recta y alargada, como la cara. Es muy poco
velluda. Una mu�eca. A cualquier hombre le gustar�a. Yo llevo a�os enamorado de
ella.



Desde que mi pichita tom� algo de vida, quiz�s con diez u
once a�os, cuando en la playa me fij� en sus nalgas, en sus caderas, en su tipo,
mi hermana me gusta. Al fin y al cabo, yo ya la ve�a mayor, deseable. Cuando m�s
crec�a, mayor era la atracci�n que Marta realizaba sobre m�. Yo lo ocultaba,
l�gicamente, aunque era algo m�s que mi prototipo de mujer. Era mi objeto de
deseo. Pasaba horas en vela, con la picha a medio gas imagin�ndome que su cuerpo
era m�o y yo dispon�a de �l utiliz�ndolo para satisfacer mis deseos con mis
limitados conocimientos sobre el sexo



Un d�a le propuse jugar a un inocente juego. Los dos hab�amos
visto una pel�cula un poco fuerte. Yo ten�a trece a�os y ella quince. Mi
proposici�n era que yo representar�a el papel del protagonista y ella el de su
acompa�ante femenina. Imaginamos las distintas peripecias de la pel�cula. Lleg�
el momento deseado. Era la hora de la siesta. Nuestros padres dorm�an. Le
propuse darnos un beso y acostarnos en la cama como hac�an los dos
protagonistas. Marta lo pens� unos instantes. Su boca se acerc� a la m�a
despacio y nuestros labios se sellaron.



Marta me ense�� a besar esa tarde. Fue ella la que me
introdujo la lengua dentro de m�. La que se abraz� mientras nos bes�bamos. La
que me animaba a repetir nuevamente cada beso. Tengo que decir que aquella
situaci�n, de la que ella con quince a�os era m�s responsable que yo con mis
trece, se prolong� durante a�os.



Aprend� a acariciar sus pechos cuando nos bes�bamos mientras
mi pene crec�a dentro de mi bragueta. Desabrochaba los botones de su camisa e
introduc�a mi mano entre su piel y su sujetador. Aprend� a reconocer el gozo de
Marta ante mis caricias en sus pechos, en sus nalgas, entre sus muslos, a lo que
se opon�a de palabra, diciendo que le produc�a cosquillitas.



Un d�a prob� a besar sus pechos. Pens� que se negar�a, pero
no me dijo nada. Permaneci� quieta mientras le lam�a los pezones y yo sent� por
primera vez c�mo se le endurec�an y empec� a comprender que yo no era el �nico
al que se le pon�a algo duro. Otro d�a, me corr�. Era la primera vez. Ya me
hab�an avisado en las clases de educaci�n sexual que aquello ocurrir�a. Pero no
sab�a como disimular la mancha de mis pantalones. Marta me los lav� a mano.
Desde entonces, cuando nos bes�bamos, yo con catorce a�os y ella ya con
diecis�is, Marta met�a su mano en mi bragueta y me tocaba el pito y no paraba de
manosearlo hasta que consegu�a que me corriera.



Se ech� novio y dejamos de hacerlo durante un a�o. Cuando yo
cumpl� los diecis�is, ella ten�a dieciocho. Yo hab�a aprendido algunas cosas,
como la forma en que se deb�a follar, aunque s�lo en teor�a. Un d�a est�bamos
solos en casa. Me acerqu� a mi hermana por detr�s. Me hab�a puesto muy caliente
por que no llevaba sujetador y le hab�a visto las tetas en un descuido. Le
levant� la falda en silencio y comenc� a acariciarle los cachetes del culo
estaban fr�os, pero cuando bajaba la mano hasta su co�ito, se iban calentando.
Marta se volvi� y me bes� como lo hac�a antes, y meti� su mano en mi bragueta.
Me puso a ci�n y luego, me desabroch� el pantal�n, me baj� los calzoncillos y
para mi placer e incredulidad, se arrodill� delante de m� y se la meti� en la
boca y me dio un placer, el mayor placer que jam�s me hab�an dado. No par� hasta
eyacular. Marta apart� la cara y escupi� unas gotitas de mi semen que se la
hab�an quedado dentro. Otras le hab�an manchado la falda.



Empezamos a hacer "cositas" otra vez. Cada vez nos
entreg�bamos m�s a nuestros juegos. Ya no acept�bamos la ropa. Me refiero a la
suya, naturalmente. Yo la desnudaba y la dejaba en bragas, s�lo en bragas y la
besuqueaba por todo el cuerpo, desde la planta de los pies hasta la parte
interior de los muslos y los pechos, y las nalgas. No me atrev� nunca con el
sexo, hasta que ella tom� mi mano y me la puso sobre su co�o, por encima de sus
bragas. Ten�a miedo pero ella me animaba a profanarla. Sent� sus labios
gorditos, sent� c�mo aparec�a una hendidura entre sus muslos. Ella se puso
cachond�sima. Jam�s la hab�a visto as� y finalmente, ante su insistencia, decid�
acariciarla con fuerza y pareci� darle un ataque de una extra�a locura que yo
identifiqu� con lo que me hab�an ense�ado como orgasmo.



Cada vez me volv� m�s atrevido con su sexo, y al cabo de
algunas semanas, empezaron a sobrarme sus bragas y mi dedo se apoderaba de su
raja despu�s de jugar con su cl�toris y de acariciarla con suavemente con la
yema de mi dedo. No ten�a en la cabeza culminar una relaci�n sexual con ella. Y
yo creo que ella tampoco.



Mis padres se han ido a pasar fuera el fin de semana. Es
s�bado por la ma�ana. Marta no pod�a ir. Les ha dicho que tiene que estudiar. Es
mentira. Quiere quedarse. Conforme ha llegado el momento de la partida de mis
padres mi coraz�n se me ha acelerado y ahora est� m�s acelerado que nunca. No se
cuando abordarla. �Despu�s de comer? S�. Ser� despu�s de comer. Antes de comer
he abierto la caja que guardo en el lugar m�s secreto de mi cuarto. Es una
cajita fuerte en la que tengo unas braguitas tanga, unas cuerdecitas muy suaves
pero bastante corditas para atar unas manos o unos tobillos. Tengo un bote de
pastillas de esas efervescente, que me lo pongo en el dedo y lo utilizo como
consolador, y algunas cosas m�s, como un juego de bisuter�a de pl�stico, un
juego de medias de mam� llenas de carreras y los preservativos, que no me falten
los preservativos. Lo saco todo de la caja y lo guardo debajo de mi almohada.
Luego disimuladamente voy al cuarto de mi hermana y cojo aquella min�scula falda
que se compr� para su novio, Esa camiseta de hace tres a�os que se le ha quedado
estrecha y le marca todo el pecho, esos zapatos de tac�n de aguja.



Mi hermanita anda pululando por ah� en camis�n. Se le ven las
piernas hasta la mitad de los muslos y se le adivinan sus tetitas moverse
libremente. Ahora desayuna. Tiene una miguita de pan con un rastro de
mantequilla en los labios, el pelo alborotado. Est� riqu�sima. Despu�s va a
ducharse. Espero a que entre y oigo cerrar la puerta. Yo s� lo que tengo que
hacer. Le doy tiempo hasta que el grifo se abre y entro.



-�Carlos?-


-�Si?.-


-�Ah! Eres t�.-



Abro la cortina con decisi�n. Est� desnuda y r�pidamente se
cruza las manos delante de los pechos y se da la vuelta. Tiene una espalda muy
bonita, un poquito ancha en los hombros, se va estrechando hasta la cintura para
desancharse en las caderas. Sus nalgas brillan bajo la espuma de jab�n. Cierro
la cortina y salgo del ba�o. Ahora Marta ya sabe que la deseo.



Marta ha ido a su cuarto envuelta en su toalla. Si el camis�n
le quedaba corto, la toalla s�lo le tapa unos cuatro dedos por debajo de las
nalgas. La esp�o desde el otro lado del pasillo y la veo meterse en su cuarto,
donde encima de la cama le he colocado las bragas tanga, la minifalda, la
camiseta super estrecha, las medias que recuper� de la basura por que mam� las
tir�, llenas de carreras, y los zapatos de tac�n.



Sale del cuarto al rato. Lleva puesta la ropa que le he dado.
Ahora ella s�lo espera mi momento, pero yo me har� esperar. He comprobado que
cuanto m�s tarde, m�s la desconcierto, y cuanto m�s la desconcierto, m�s sumisa
y caliente me la encuentro. Marta se ha puesto ese perfume barato que me
embriaga y se ha pintado como a m� me gusta, provocativa, sensual, con pinta de
fulana de barrio. La miro con descaro y ella se ruboriza. Me roo con ella cuando
pasa cerca de m� y le manoseo el culo.



La comida nos la ha dejado mam� preparada. S�lo tenemos que
calentarla. Marta no duda en poner dos platos sobre la mesa y en servime. Me
coloco frente a ella y la miro con severidad mientras ella se esfuerza en
sonreir. Ya me siento su due�o y se�or. Ya me veo con los dedos pringados de su
humedad mientras ella jadea sobre mi hombro. Ya siento en mi pituitario el olor
de su piel mezclado con el rastro del aroma del gel que a�n persistir�. La
ordeno que haga caf� y r�pidamente me obedece. Es un ceremonial. Siempre tomamos
caf�. Me gusta el sabor que el caf� deja en sus labios, ese sabor fuerte y dulce
que impregna su aliento. Mientras me prepara el caf� me limpio los dientes y
ella har� lo propio cuando acabe de servirme el caf�. Nos gusta hacer las cosas
bien.



Me tomo el caf� y ella conmigo. Entre los dos hay un silencio
tenso. Ella espera que le ordene cualquier cosa. Finalmente se levanta
decepcionada.- Bueno, si no quieres nada m�s me voy a dormir la siesta.-



A�n va por el pasillo, andando despacio. Doy una voz
-�Espera!.- y ella se da la vuelta lentamente. Puedo adivinar una sonrisita en
su boca.



- �Por qu� te has vestido de esta forma? �Para ponerme
caliente?.-


-�Yo?. No s�, para ponerme c�moda.-


- �C�moda? �Si vas vestida de putita de feria!.-


- �Ay Carlos, c�mo me dices eso!.-


- �Con esas medias! �Parece que hubieras salido de echar un
polvo de detr�s de unos matojos! �Puta! �M�s que puta!.-



Marta agacha la cabeza. La sonrisa ha desaparecido de su boca
y me mira con sumisi�n. Le levanto bruscamente la falda, con esfuerzo,
desliz�ndola por sus muslos hasta sus caderas. -�A ver que bragas llevas! �Eso,
bragas de puta!.-



La cojo de la cintura y luego de las nalgas, prietas y suaves
y la atraigo hacia m�. De nuevo aparece una sonrisa en la cara de Marta. Hinco
mis dedos en su carne y me la acerco. Su cara s�lo est� separada de la m�a unos
cent�metros. Su olor me embriaga. - �Seguro que no llevas sujetador!.- Le
manoseo los pechos por encima de la camiseta. Son suaves, menudos, deliciosos.
La tela de la camiseta deja que aprecie ya la dureza incipiente de sus pezones.



La beso. Aprieto mis labios contra ella. Quisiera arrancarle
con mis labios un trozo de los suyos, que se me ofrecen entreabiertos, sumisos,
pacientes. Quiero pegar mi boca a la suya, en un contacto de cien por cien,
respirar su aire. Ella se entrega a m�. Saco de los bolsillos de mi pantal�n uno
de los cordones que guardaba en mi caja fuerte y le pongo las manos a la
espalda. Marta las deja ah�, paciente, esperando que se las ate. Yo le doy la
vuelta. Ahora me ofrece sus nalgas mientras le ato las manos. Observo el
excitante efecto que me producen sus min�sculas bragas, la tersa piel de sus
nalgas bajo el borde de la falda que permanece subida en su cintura. Y debajo,
el borde superior de las medias a la altura del muslo.



Con los zapatos de tac�n ella me saca cinco dedos. As� tengo
sus nalgas m�s a la altura de la mano. Quiero llevarla a un lugar de la casa
donde nunca hallamos estado. Es dif�cil. La he masturbado ya sobre la mesa de la
cocina, sobre el sof� del sal�n, en el pasillo, en el ba�o, en mi dormitorio y
en el suyo. �Ya est�! Detr�s de la cocina hay un peque�o lavadero donde est� la
pila de lavar. Le bajo la falda y le desabrocho la cremallera. La falda cae
ayudada por mi mano. Queda en mitad del pasillo mientras nos alejamos. Yo la
empujo pasillo adelante, hacia el lavadero, separado del patio de vecinos por
s�lo una ventana de cristales trasl�cidos. Miro el gracioso movimiento de su
trasero mientras la conduzco al lugar donde ser� m�a. Su pelo est� rizado
ligeramente por haberse duchado. Sus manos permanecen atadas.



Estamos en el lavadero. De nuevo la abrazo y la beso con
pasi�n, mientras hinco una de mis manos en sus nalgas y le sobo el pecho por
encima de la camiseta. Luego mi mano abandona sus nalgas y comienzo una maniobra
de profundizaci�n. Le levanto la camiseta hasta encontrar la caliente y suave
piel de sus senos, que salen como botando de la prenda que le queda demasiado
ajustada. Mi otra mano acaricia su vientre y se desliza hacia abajo. Busco el
borde superior de su tanga, y cuando lo encuentro meto mi mano dentro de sus
bragas. Atravieso la parte baja de su vientre, suave, totalmente depilada por
exigencias m�as y encuentro la piel rugosa de los labios de su sexo, y en medio,
la crestita, su cl�toris excitado que tomo entre mis dedos.



Juego con ella. Muevo mis dedos, los que contienen su
cl�toris y los que pellizcan tiernamente sus pezones. Quiero que mi boca los
encuentren tersos, crecidos, deseosos de recibir placer. Mientras la sigo
besando, ahora m�s despacio, recre�ndome en sus gestos, en la manera que tiene
su mirada de expresar el placer. Me separo y bajo los tirante de su camiseta y
luego doy un tir�n hacia debajo. S� que quiz�s le haya causado alguna molestia
por la estrechez de la prenda, pero a ella le gusta que la traten as�. De hecho
su cara a pasado de reflejar la sorpresa a reflejar cierto dolor, y cuando sus
pechos han salido de la presi�n de la camiseta, que se la he dejado a la altura
de la cintura, como dos masas libres, ha puesto esa cara de putita satisfecha
que tantas ganas me dan de com�rmela, de hacerla m�a sin mirarle a la cara,
sinpreocuparme de si le gusta o no le gusta.



Oigo a la vecina de al lado abrir la ventana del fregadero
mientras le como los pechos a Marta. Lo hago despacio, con ternura, aunque de
vez en cuando tomo un pe�n entre mis labios y estiro de �l, o lo aprieto tal vez
demasiado fuerte. Cada vez que hago una cosa as� ella se retuerce pero en
seguida me ofrece sus pechos para que los siga martirizando dulcemente. Ella
tambi�n se ha dado cuenta de la vecina y con voz queda, no deja de suplicarme
que pare .-�Que nos van a oir!.-



Al final guarda silencio. Acepta la situaci�n y se queda
callada y quieta mientras le bajo las bragas hasta la altura de los tobillos. No
se las quita. Sabe que me gusta as�, con las bragas uniendo sus piernas. Paso mi
lengua por su vientre desnudo de ropa y de pelo. Me encanta ver su co�o
depilado. Tiene un pequita en su lado derecho que me lo hace inconfundible.
Encontrar�a el co�o de mi hermana entre mil que me pusieran en fotos. A ella le
encanta sentir mi lengua en su co�ito, pero yo le exig� que se depilara
totalmente. Ella me obedece. Me tomo todo el tiempo que hace falta para coger
con mis dedos y separarle los labios clitorianos y lamerle su crestita, hasta
arrancarle las primeras gotitas del n�ctar de su sexo. Lo adivino por que
desprende un olorcito que me llega a la zona m�s profunda de mi nuca. Entonces
me disparo. Lo tomo entre los labios y le doy lametones con la lengua, lo estiro
y lo suelto para volver a buscarlo. Paso la mano por su sexo y me lo encuentro
h�medo, excitado y descubro que Marta ha comenzado a proporcionarse placer ella
misma. Y la vecina de al lado no deja de tender la ropa.



No me gusta que hagas eso, Marta. No me gusta que te metas el
dedo desde detr�s mientras te hago m�a. Yo soy quien debe darte el placer. Yo
soy el chulo que te convierte en una zorra caliente. Me pongo de pi�, tras
bajarle las medias llenas de carreras hasta la altura de los tobillos. Me
percato de que s�lo la camiseta arrremolinada en su cintura cubre su cuerpo. La
apoyo en el borde duro de la pila de lavar y tiro de su nuca hacia m� mientras
con la otra mano me deslizo por su vientre, buscando entre sus muslos la humedad
de su sexo e introduzco dos dedos con decisi�n dentro de ella, que se apresta a
retirar el suyo. La oigo gemir de placer. Quiere apartar la cabeza de mi hombro
pero la obligo a permanecer as�. De nuevo gime suavemente cuando muevo mis dedos
dentro de ella. Oigo el chirrido de las ruedecitas del tenderero de la vecina
cada vez que estra de la cuerda para colgar una nueva prenda de ropa y aprovecho
para introducir mis dedos m�s profundamente, pring�ndolos de su humedad, de la
miel que me empalaga.



Estoy yo mismo a punto de reventar. Me duele la punta del
pene de la excitaci�n. Si no se corre ya, me voy a correr yo mismo. Muevo mis
dedos r�pidamente a un lado y otro de su vagina y ella irrumpe en un chillidito
tras de lo cual parece sufrir un peque�o desmayo y luego, la siento morderme el
cuello, conteniendo sus gemidos para evitar que la pesada de la vecina oiga
nada. La siento derrumbarse sobre m�. La siento humedecer mis dedos, restregar
su cara en mi hombro, buscar el contacto de mi cuerpo con todo su cuerpo, y
luego quedarse quieta, muy quieta mientras yo mismo la beso en el hombro y el
cuello.



Descubr� que Marta era sumisa hace unos dieciocho meses. Yo
estaba en el instituto todav�a y ella estudiaba ya en la universidad. Era la
�poca de los ex�menes y los dos est�bamos muy tensos. Mis padres se fueron al
cine y yo, como ya hab�a maquinado que masturbar�a a Marta y ella me lo har�a a
m�.



Fui hacia ella, que estudiaba en la mesa camilla y me puse
detr�s de ella, cogiendo sus pechos con mis manos. Como me hab�a fijado, no
llevaba nada. Comenc� a mover mis manos manoseando sus tetas,, que giraban en el
mismo sentido que mi mano. Ella me ped�a que la dejara, pero yo no estaba
dispuesto a dejar pasar la oportunidad. Pretend�a ponerla cachonda, pero Marta
es muy responsable para los estudios y me grit� -�Carlos! �Co�o! �D�jame!.-



Me apart� pero volv� a los cinco minutos. Yo estaba muy
caliente y me negaba a hacerme yo mismo una paja. As� que se levant� bruscamente
ante mi insistencia y me dio un empuj�n que por poco me tira al suelo. Yo me
enfad�, la segu� .-�Eres una calientapollas! �Te enteras? �Una calientapollas!.-



Yo se que no se debe tratar a una mujer con violencia, pero
era un adolescente y al fin y al cabo era una pelea entre hermanos. Se iba por
el pasillo, con ese pantal�n de chandal que le hac�a un tipo esbelto. Le cog�
del pelo por detr�s y le d� un tir�n. Ella grit�-�Ay!.- la arrincon� en un lado
del pasillo.



Marta estaba asustada. Me miraba de medio lado,
protegi�ndose. Yo estaba decidido -�Ahora mismo te pones de rodillas y me la
comes! �Vamos!.- Marta entonces sufri� como un cambio y de una expresi�n de
miedo pas� a la cara de placer m�s absoluto que le hab�a visto jam�s. Me bes�
apasionadamente. Me comi� los morros mientras yo, con la mand�bula apretada le
amasaba los pechos con rabia. -�Vamos ya, golfa calientapollas!.-



Marta, al escuchar este insulto se agach�. Me abri� la
bragueta y me la comi� sin rechistar. Desde ese d�a descubr�, que Marta, como
mujer, adora hacer ciertas cosas que nunca admitir�a que le gusta hacer, y yo
fui descubriendo nuevas cosas de ella, introduciendo nuevos h�bitos en nuestra
relaci�n, hasta convertirla en mi objeto de juego sexual.



Me la he tra�do a la cocina. He tirado de la camiseta hacia
debajo y se la he sacado por las piernas, luego le he subido las bragas y ahora
la empujo en el hombro para que se siente en una silla. A�n est� atada. Las
manos est�n detr�s de ella, que me observa c�mo me desato la correa, me quito el
bot�n del pantal�n y me bajo la cremallera, y cuando el pantal�n cae, como me
bajo los calzoncillos y le ense�o el m�stil de mi bandera, mi torre de Pisa en
la que se aprecia una gotita de l�quido. Se lo acerco. Se lo paso por los
pechos. Ella se retuerce en la silla como si no quisiera que rozara sus peones
con mi pene. Pero yo se que a ella le gusta tanto como a m� el que finja su
disgusto. Luego tomo su nuca y la llevo hacia la punta de mi pene. Pero ella es
muy traviesa y antes de met�rselo en la boca, me lame el escroto, la funda de
los tesst�culos, me los mordisquea con los labios y luego desliza la punta de su
lengua lentamente por todo lo largo de mii pene hasta encontrar la cabeza
desnuda.



Marta juega con mi cabecita en el interior de su boca. La
lame con su lengua, la mete en su garganta y yo, que ya estoy m�s que excitado,
comienzo a sentir que mi vientre se contrae, que mi pene se mueve, que mis
test�culos bombean. Comienzo a mover mis caderas ligeramente mientras con la voz
entre cortada le dirijo unas palabras.- Ya sabes... que te lo tienes que
tragar...todo.-



Nos hemos metido en la ducha y nos hemos lavado el uno al
otro, sin mayores pretensiones sexuales que acariciarnos cari�osamente, como
hombre y mujer que se han satisfecho mutuamente. Luego hemos salido del ba�o,
nos hemos secado y nos hemos puesto �nicamente unos calzoncillos y unas bragas
mientras ve�amos una pel�cula de v�deo de esas de acci�n. -�Te acuerdas cuando
jugamos por primera vez a las pel�culas?.- Le pregunto. Est� echada sobre m�,
con su cabeza encima de mis muslos. Su respuesta es un beso en una de mis
piernas.



-�Qu� vamos a hacer esta noche?.- Me pregunta Marta,
esperando escuchar mis planes.


-Hay una fiesta en Derecho. El paso del ecuador. Jugaremos a
la calientapollas. Te acercar�s a la persona que te diga y la intentar�s
seducir. Os ir�is a un sitio del local donde yo os vea y dejar�s que se
aproveche de ti. Luego, cuando a m� me parezca bien parecer� yo. Dir�s que soy
tu hermano y que te tienes que ir.-


-�Y ya est�?.-



Comprendo a Marta. Ella ya ha jugado varias veces a este
juego. De hecho, a su novio �ltimo lo conoci� as�. Lo que no sabe es que despu�s
de meditarlo, he pensado introducir una variante que sin duda nos resultar� muy
excitante a ambos. He pensado en una persona. La semana pasada me la presentaron
y me pareci� tan interesante y excitante que no he dejado de darle vueltas. Ir�
a la fiesta de paso de ecuador por que de hecho, ya me hab�a fijado en esa
persona muchas veces y la he visto en otras fiestas universitarias.



Nos hemos preparado los dos. Yo voy vestido con unos vaqueros
y una camisa. Me he peinado hacia atr�s. A mi hermana le he dicho que se ponga
una minifalda m�s larga que la que ya se ha puesto esta tarde. Le he dicho que
se ponga unas braguitas blancas,, discretas y elegantes, unos panties-medias de
color crema, unos zapatos de tac�n m�s bajitos que los que le he obligado a
llevar mientras la masturbaba en el fregadero, una camiseta del estilo de la que
se ha puesto antes, pero m�s discreta. En conjunto, mi hermana va muy atractiva.
Tiene una pinta sensual, fresca, alegre. No me gusta que vaya muy provocativa
por que eso nos causa a los dos problemas. Marta se ha pintado los labios de un
rojo oscuro, y los p�rpados de color azulado. Un ligero toque oscuro en los
mofletes le alargan la cara, le hacen parecer m�s delgada. Hemos entrado juntos
a la fiesta. Es un local de techo no muy alto, de iluminaci�n deficiente y mucho
humo en el ambiente.. La m�sica suena de forma desigual. No se de donde han
sacado permiso para hacer la fiesta en el garage de la facultad. Pedimos unos
cubatas. Los t�os nos marcan. Es decir, la est�n marcando a ella. Siento que la
observan, que me miran envidioso y que no se explican que hace una mujer como
Marta con un chico ani�ado como yo. Vamos a la barra y el eventual camarero, un
estudiante de tercero de Derecho, seguramente, la mira esbozando una sonrisa
picarona. Marta lo mira serio y le pide dos combinados. El chico no se los
cobra. Nos vamos juntos a un extremo de la pista. Espero que aparezca la persona
en la que estoy pensando. Pasa media hora y no ha venido, as� que nos pedimos
otro combinado, al mismo chico y con el mismo resultado. Invitados de balde.



Ahora llega. Viene junto con otras chicas. No se si mi
hermana lo va a conseguir. Ella no sabe qui�n es. Le digo a marta al o�do donde
se tiene que ir a bailar.


- �Qui�n es?- me pregunta


-Ya lo sabr�s si tienes �xito.-



marta comienza a bailar. Un mont�n de buitres comienzan a
pulular a su alrededor. Le hago una se�a para que vaya m�s a la derecha. M�s
a�n.�Ah�!. Marta me entiende muy bien, hemos jugado a esto muchas veces. Marta
sigue sin saber qui�n es.. Yo miro a la persona que me interesa. Ha clavado sus
ojos en Marta, no le quita ojos, como las otras tres chicas que le acompa�an.
Marta me mira. Le hago una se�a y pone esa cara de desconcierto que tanto me
gusta, que siempre supone el inicio de nuestro mutuo placer. Parece que ha
entendido que quiere que seduzca a una de las chicas que bailan en el corro de
la izquierda. Lo ha captado por que de manera especial, esta chica tiene escrito
en la fachada que es un macho perico.



Marta abandona la pista y se dirige hacia m�. - �No puedo
hacer eso! �No me lo pidas!.-



Yo soy inflexible. � Marta. Es mi deseo y tu eres mi eclava.
�Lo har�s!.-


- �Pero yo jam�s he estado con una mujer!.-


- Bueno, pues ya va siendo hora. No me negar�s que es guapa.-


- Si, realmente es muy guapa, pero...-


- �Pero nada! �Ir�s y te liar�s con la rubita del pelo
corto!.-



Marta se va lentamente. He estado vigilando por si la rubita
del pelo corto nos ve�a, pero la ha buscado por la pista sin encontrar a Marta,
que entra en la pista lentamente, dubitativa. No me juzgu�is con severidad.
Marta disfruta siendo sumisa. Le excita hacer cosas que no desea hacer, que las
hace por que se las ordeno yo. Cuando ma�ana le pregunte si le excit� estar con
la bella lesbiana, me dir� que s� seguro. Marta no ser�a sumisa si de primeras
disfrutara con cualquier tipo de sexo, simplemente ser�a de ideas abiertas o de
moral relajada. Marta es sumisa por le excita que la obligue a hacer cosas que
la humillan, que la ponen en inferioridad, que son impuestas por m�.



Ah� est�, bailando delante de esa rubita invertida a la que
se le cae la baba al verla. No tiene nada que ver con las tres vacaburras que le
acompa�an. Las otras tres tambi�n se han dado cuenta y una de ellas, morena,
gorda, vulgar se dirige a ella. Mi hermana ya ha entrado en la tela de las
ara�as. La morena gordita quiere lig�rsela, pero Marta se arrima a la rubia de
pelo corto y mantiene con ella una conversaci�n. Marta se pone en plan seductor,
comienza a acariciar su pelo mientras habla, a mover la cabeza hacia un lado. Me
acerco disimuladamente y la veo sonreir con picard�a.



Ahora van hacia la barra y se piden un combinado. Ahora van a
la pista, pero ya se han separado de las otras tres marimachos. Se dirigen a un
lugar oscuro y apartado, en el que las parejas se abrazan y se entregan a sus
besos apasionados, donde la compostura ha quedado postergada a un tercer lugar.
Mi hermana est� ah� junto a la rubia. La rubia se ha echado sobre la pared y mi
hermana se echa casi encima de ella. Me entra un cosquilleo que me recorre la
columna cuando veo que sus bocas se funden en un beso que empieza a durar
demasiado. Mi hermana , o est� disimulando muy bien o de veras est� disfrutando.
Sus caras se separan. Parecen hablar. Una mano de la rubia pasa por detr�s de la
cintura de Marta. Ahora la veo que la agarra del culo. Mi hermana se queda
quieta, callada. Me fijo alrededor m�a. Unos chicos est�n tan absortos como yo
en la escena e incluso dir�a que el chico de aquella pareja del final mira a mi
hermana y su ligue de reojo.



La rubia da un paso m�s y coloca su pierna entre las piernas
de Marta y de nuevo las bocas se funden en un beso de tornillo hasta que la
rubia pone su mano sobre el pecho de Marta, que empieza asustarse, a estar
demasiado turbada. Mira alrededor, intentando encontrarme con la mirada. Me
escondo ligeramente. La rubia no cesa en sus caricias y finalmente Marta parece
darle una excusa y separarse de ella. La comprendo. Ha sido demasiado para ella.
No importa. S� que ha disfrutado y la pr�xima vez saldr� mejor. Yo me he quedado
a punto de mojar el pantal�n. Salgo a su encuentro. Me intenta dar una
explicaci�n. Yo no estoy ni mucho menos enfadado. La comprendo, pero tengo que
fingir enojo. -�No me des explicaciones!.- La cojo de la mano y me dirijo hacia
la puerta. La rubia de pelo corto se ha debido quedar m�s caliente que yo.
Salimos de la fiesta y con el dinero que hab�a destinado a pagar los cubatas
pido un taxi que nos va a llevar a casa. Nos recoge un taxista cuarent�n que nos
pregunta la direcci�n. Marta no me va a negar un capricho que se me ha ocurrido
cuando he visto como la miraba. Nos sentamos los dos detr�s y comienzo a subirle
la falda. Marta se pone nerviosa pensando que el taxista puede vernos pero a m�
me da igual. Es m�s, me gustar�a que nos viera. Toco su muslo caliente, firme y
busco su boca. Nos entregamos a un beso como el que mi hermana se ha dado con la
bella lesbiana. Y cierra los ojos pensando que si ella no ve al taxista, �l no
la ver�. Pero �l nos ve. No tiene nada de particular. Supongo que es la primera
vez que se suben a su taxi dos novios que se besan apasionadamente. M�s dif�cil
de encajar es quiz�s es hecho de que yo tenga una pinta de cr�o al lado de
Marta. M�s dif�cil ser�a si el taxista supiera que somos hermanos. M�s dif�cil
ser�a si el taxista supiera que me pienso follar a Marta esta misma noche y que
ella a�n no lo sabe.



Marta se pone cada vez m�s colorada por la verg�enza que le
da saberse observada por el taxista. Ni siquiera se atreve a mirarle de reojo,
pero encuentro su boca a�n m�s tierna, a�n mas complaciente, mientras mi mano
sube por su muslo y encuentra la tela de sus inmaculadas bragas al final de sus
piernas. La palpo con suavidad y en medio de la apertura que se abre entre las
piernas, encuentro la tela h�meda.



Llegamos a casa, le pago al taxi y nos metemos en el portal.
Lamo al ascensor y cuando estamos dentro, de nuevo la abrazo, la agarro bien de
las nalgas y nos besamos de nuevo apasionadamente, hasta que el ascensor se para
al llegar a nuestro piso.



Estamos ya dentro de la casa. Marta ha ido a su cuarto y se
ha puesto el camis�n. Yo ya se en qu� momento me acercar� a ella y la seducir�.
Sale de su cuarto hacia el ba�o para lavarse los dientes. Yo ya he hecho lo
propio. Me he metido en el bolsillp del pantal�n un preservativo. No se como
Marta piensa que esta noche no lo vamos a hacer. Adem�s, me lo debe. Me ha
desobedecido con la rubia.



Me quito la camisa y los zapatos mientras avanzo por el
pasillo. Enciendo la luz de su cuarto. No me esperaba. Me mira con cierta
sorpresa al verme tan s�lo con los pantalones puestos. Me quiere volver a dar
una explicaci�n sobre por que me ha desobedecido con la rubia.-es que...es que.-



La corto con sequedad. -�No te preocupes! �Yo ya sab�a que no
ibas a ser capaz!.- le digo mientras me desabrocho la correa del pantal�n. Ni
siquiera la miro cuando le ordeno .-�Qu�tate el camis�n!.-



Marta me espera tumbada sobre la cama. Me mira con
expectaci�n. Yo estoy en calzoncillos y me siento a un lado de la cama,,
recostado junto a ella. Marta ya sabe que tiene que poner las manos por detr�s
de la almohada, agarr�ndose al cabecero. La beso en la boca levemente y comienzo
a acariciar con suavidad sus pechos. Ahora me interesa parecer conciliador.



-�Qu� te ha pasado? �No te ha gustado que te guste la chica
rubia? �Con lo guapa que era!.- Marta calla mientras le manoseo los pechos.
-�Pero si a ti te gusta mucho que te toquen as�.-



Luego mi cara baja a sus pechos y antes de lamerle los
pezones como a ella le gusta, con lametones �speros y amplios, sigo dici�ndole
cosas con suavidad .- Te podr�a haber comido tu tetita as�, como yo lo estoy
haciendo ahora, con esos ojazos azules, con esa carita sin pelos...no te
entiendo,, Martita. No te entiendo.-



Mi mano, mientras le lamo los pezones, se deslizan por su
vientre con suavidad y alcanzan el borde superior de sus bragas que desbordo,
introduciendo mis dedos dentro, buscando su cl�toris en su vientre depilado por
mi expreso deseo. � Te pod�a haber tocado tu crestita as�, como yo lo estoy
haciendo, con suavidad, con mucha suavidad...como una chica se lo sabe tocar a
una chica.-



Y noto como mi hermana se abre de piernas, para hospedar mi
mano en su bajo vientre, mientras despu�s de acariciarle el cl�toris, hundo mis
dedos en su sexo, que lo encuentro h�medo, deseoso de ser orde�ado, de que
obtenga de �l algo m�s que su humedad, deseoso de que le produzca un orgasmo.
-�En fin! �En vista de que no quieres hacer el amor con una mujer...Lo tendr�s
que hacer con un hombre!.-



Cuando termino de decir esto noto en Marta una nueva
excitaci�n. Aparto mi mano, pues estoy seguro que de tener mi mano un momento
m�s en su sexo, se correr�a. Otras veces la he masturbado y luego me la he
follado, pero hoy tengo gana de correrme a la vez. Quiero hacerle el amor a
conciencia. Me levanto y comienzo a quitarme los calzoncillos, apartando el
borde de mi vientre para dejar salir de �l mi miembro excitado. Ella mientras se
est� bajando las bragas, sacando sus manos de detr�s de la almohada. Miro su
expresi�n. Hoy no la voy a atar. Quiero sentir las manos sobre mi espalda. Hoy
la quiero sentir libre. Que no pueda decir luego que la obligo. La sumisi�n debe
de ser libremente aceptada. Hoy toca demostrarle que me acepta libremente como
su due�o.



Me pongo el preservativo y me coloco de rodilla entre sus
piernas y apoyo mis manos en mis rodillas para obligarle a abrir las piernas. Me
agacho al ver asomar su crestita enrojecida y coloco mis labios en la parte
superior de su sexo, lamiendo su cl�toris con fuerza y mordisque�ndolo con los
labios. Marta acaricia mi nuca y yo comienzo a percibir ese olorcillo que tanto
me excita. Le doy algunos lametones m�s y pongo la punta de mis dedos en la
parte baja de las nalgas, esas que asoman por debajo de su sexo. Separo sus
nalgas y con ella abro su sexo y le doy un par de lametones. Su sabor me indica
que est� excitada ya, as� que me incorporo, poni�ndome de rodillas y avanzo
hacia su cara, hasta que me tiendo sobre ella y noto como ella me recibe, con la
boca entreabierta. La beso y ella coloca sus manos en mis costados. Noto la
parte suave del interior de sus muslos en la parte alta y posterior de los m�os,
el calor de su vientre en mi vientre, sus pechos suaves sobre mi torax. Tomo sus
manos con las m�as. Las cojo por las mu�ecas y comienzo a insertar mi pene
dentro de su grieta.



Noto la suavidad de su interior, aunque el preservativo me
impide percatarme de su humedad deslizante. Marta me pide que la penetre con
lentitud y yo le concedo ese deseo, pero no le doy tregua. En unos instantes
estoy totalmente acoplado. Me siento a punto de reventar y s�lo necesitaba darle
el puntillo movi�ndome dentro de ella. Marta por su lado estaba ya muy excitada.
Comienzo a menear mis caderas desde delante hacia detr�s mientras noto que marta
coloca sus manos sobres mis nalgas, que yo contraigo y relajo para aumentar el
efecto de mis penetraciones. La temperatura de nuestro cuerpo aumenta y
empezamos los dos a sudar ligeramente. El pelo revuelto le cubre la cara. Se lo
aparto para besarla de nuevo y me responde a mi beso con la misma pasi�n
desbordante. Le anucio que me iba a correr.- �Esp�rame un momento!.- Me dicee.
Me aguanto unos segundos y comieno a vaciarme en su vagina. Unos segundos
despu�s, ella empieza a correrse, gritando con ronquidos graves y cortos. Yo
permaneco dentro de ella hasta que ella termina de correrse, esforz�ndome por
seguir movi�ndome hasta que me percato de que su pasi�n se ha desvanecido. La
beso en la boca de nuevo y ambos quedamos tumbados en su cama callados. Paso la
noche pegado a ella, durmiendo hasta el amanecer, en que me voy a mi cama. No es
conveniente que se despierte conmigo dentro de su cama. Me har�a mostrar d�bil.



Antes de levantarme pienso en la primera vez que la penetr�.
Fue en casa de mi abuela, en el pueblo, el a�o pasado. Hab�amos ido los cuatro a
las fiestas del pueblo. All� tenemos amigos. Ella se enamorisque� de uno que
ven�a de Valencia que no le hac�a caso. El caso es que durante esos d�as no
quiso que hici�ramos nada y yo estaba m�s bien mosqueado. Lleg� la noche
crujial, la que pod�amos llamar noche grande y me parec�a que Marta se hac�a
ilusiones. Estaba muy guapa aquella noche. De buena gana la habr�a atado como a
ella le gusta para masturbarla.



No tuvo suerte. El chico de Valencia se lig� a otra muchacha
que le gustaba m�s. Mi hermanita bebi� y para vengarse no se de qu�, decidi�
liarse con un t�o que me ca�a muy mal por que de peque�o se met�a conmigo. Yo no
pod�a permitir que mi hermana estuviera con aquel energ�meno por despecho hacia
el valenciano, as� que cuando se iban, le plant� cara. Nos encaramos y sin duda
nos hubi�ramos pegado si Marta no fuera mi hermana. El chico comprendi� o crey�
que yo defend�a a mi hermana, que estaba bastante bebida. Mi hermana estaba
enfadada y enfurecida conmigo por que seg�n me dijo, esa noche ten�a que follar,
si no con uno, con otro. Me dec�a que le daba igual.



No os podeis imaginar como me excitaba ver a mi hermana,
borracha, decir aquellas cosas. La casa de mi abuela tiene una despensa enorme
detr�s de la cocina, donde cuelga los embutidos y guarda los melones. Dej� de
gru�ir al llegar a casa, pero segu�a poni�ndome morros. En la parte de detr�s de
la amplia cocina de casa de mi abuela hay una despensa , una alacena donde se
guardan los fiambres y los melones. Me dirig� hacia la cocina y anim� a Marta a
que me siguiera, convenci�ndola de que le convendr�a comer algo antes de
acostarse. La leche manchaba los morritos de mi hermana. Mi coraz�n lat�a
acelerado cuando la tom� del brazo y me la llev� a la alacena. Dej� la puerta
mediocerrada y bes� a Marta, que ya sab�a lo que yo quer�a y que de esta forma
superaba su enfado, pasando a un estado de entrega total a mis requerimientos.



Llevaba un vestido de una pieza, con una cremallera detr�s.
Sab�a que es lo que tanto le gusta, as� que busqu� algo para atarle las manos a
la espalda. Luego desabroch� lentamente el vestido y le baj� los tirantes. Me
encontr� su sujetador, interponi�ndose entre ella y yo y se lo desabroch�. Tir�
de �l hacia arriba y lo coloqu� detr�s de su espalda. Sus pechos se me ofrec�an
c�lidos y tiernos. El vestido ca�a hasta la altura de su ombligo. Luego sub� el
vestido desde sus tobillos hasta las caderas. Aparecieron sus muslos m�s
hermosos que nunca, sus caderas anchas en un vientre plano, y unas braguitas
blancas, escotadas por las caderas y con unos encajes en el medio. Cog� el
vestido y se lo recog� por detr�s de las manos para que no me estorbara. Baj�
las preciosas bragas de Marta hasta sus tobillos y le orden� que se deshiciera
de ellas. Se deshizo de ellas con dificultad, por que su estado de embriaguez le
hac�a dif�cil mantener el equilibrio. Le cog� el co�ito que a�n no se depilaba.
Estuve jugando con ella, calent�ndola hasta que not� que estaba en su punto y
entonces sal� un momento a la cocina..



Mir� en mi cartera y saqu� ese preservativo que llevaba
siempre encima por que los j�venes nunca saben cu�ndo ser� su primera vez. Me lo
coloqu� con nerviosismo y volv� a entrar en la alacena, cerrando la puerta. No
hab�a luz. Cog� a marta de la cintura y la obligu�, conmigo, a ponerse de
rodillas, y luego a tumbarse. Ella debi� pensar que le iba a comer su co�ito
caliente, y de hecho, empec� por ah�, pero luego, avanc� por su cuerpo. Encontr�
sus bragas en el suelo, a un lado de su cuerpo. Yo no sab�a como reaccionar�a
Marta, as� que hice una pelota con ella y le orden� que se la metiera en la
boca.



Me com� sus tetitas durante un rato y al final me tumb� sobre
ella, entonces, comenc� a realizar lo que ya hab�a decidido hacer mientras me la
tra�a a casa. Nunca lo hab�a hecho. Estaba temeroso y encima, ella no parec�a
dispuesta a cooperar. AL principio tuve que forzarla un poco. No atinaba a
meterla hasta que de un peque�o golpe corto, sent� su estrechez alrededor de la
punta de mi pene. Ya no hab�a marcha atr�s. Yo y ella misma lo sab�amos, as� que
dej� de oponerse, se relaj�.



La met� del todo, poco a poco mientras la tra�a hacia m�,
metiendo mis manos por detr�s de su espalda y tray�ndola hacia m�. Sent�a su
calor, su excitaci�n de una manera especial. Me d� cuenta de que ya no ten�a que
temer que chillara o me mordiera, y le quit� las bragas de la boca y comenz� a
llamarme "amor" y cursiler�as por el estilo. Sent�a pr�xima el momento de mi
eyaculaci�n y no sab�a si esperar a que ella se corriera. Aguant� hasta que mi
propio cuerpo me traicion� y comenc� a eyacular sintiendo una liberaci�n. Por
suerte, ella no tard� en correrse tambi�n.



La intent� besar, pero rechaz� mi boca. La desat�, cogi� sus
bragas aunque no se las puso, supongo que hasta llegar a su cuarto. Se puso, eso
s�, bien el vestido y subi� sin mirar hacia detr�s. Con gestos m�s bien
mostrando un orgullo ofendido, una cansada altivez. Me entr� temor, por primera
vez, de que Marta decidiera dejar de jugar conmigo, de que, cosa peor, se
chivara, lo cual resultaba dif�cil, por que podr�a entonces explicar todo desde
el principio.



A la ma�ana siguiente, Marta parec�a tener amnesia y no
parec�a que el haberlo hecho conmigo le hubiera afectado, pero a m� me ignoraba.
Yo comenc� a sentir ciertos remordimientos, pero a la semana pensaba "�Qu� co�o!
�Que me quiten lo bailao!" . Pens� que hab�a hecho bien. Hab�a fastidiado al
tonto ese con el que pretend�a follar. Yo hab�a follado por primera vez. Mi
hermana se hab�a llevado su polvo. Al f�n y al cabo, lo iba a hacer con el
primer cateto con el que se tropez� �Por qu� no hacerlo conmigo? Por otra parte,
el que mi hermana se acostara con ese t�o, hubiera se habr�a conocido pronto en
el pueblo, pro que habr�a hecho alardes delante de sus amigos. Por otra parte, a
los pocos d�as, Marta vino a buscarme a mi cama y lo hicimos otra vez.



Ahora la tengo presa tendida en su cama. Son las doce del
domingo.. Se visti� con unos pantalones cortos ajustado y una camiseta. Le he
atado las manos al cabecero de su cama y le he subido la camiseta hasta la
altura del cuello. Sus pechos caen aplastados por su peso sobre su cuerpo, pero
sus pezones aparecen excitados, erguidos, mirando al cielo.



Le he quitado los pantalones y le he bajado las bragas a la
altura del tobillo. Est� con las piernas estiradas y tan separadas como se lo
permiten las bragas. Me coloco frente a ella y veo que tiene insertado ese tubo
de pastillas efervescentes, de unos siete dedos de longitud y un grosor del
tama�o de una moneda de dos euros que he sacado de la caja secreta. Le he dicho
que se lo he insertado para castigarla por haberse negado a dejar que la rubia
la manoseara, pero la verdad es que la encontr� un poco estrecha ayer. Lleva as�
un cuarto de hora. Est� excitada.



-�Por favor! �Qu�tame ya el tubo.-


-Lo har� si te masturbas.- Se que odia masturbarse delante de
m�. Bueno. Lo odia pero le excita hacerlo. Guarda silencio. Meto su mano entre
los muslos y se lo introduzco un par de dedos m�s. Entonces cede a mi capricho.
Le suelto s�lo una mano y ella comienza a mover el tubo dentro de su vagina,
control�ndolo con sus largos y delgados dedos que mete en el hueco del tubo.


Me excita tanto verla. Retira el tubo de su vagina y lo
sustituye por sus dedos. Se lo tengo permitido pro que se que nunca se
terminar�a de correr moviendo el tubo. Es el momento de soltarle la otra mano
que utiliza para magrearse el pecho e incluso introducir alguno de los dedos
junto a los compa�eros de la otra mano, dentro de su sexo. Y comienzo a ver la
humedad de su sexo, a percibir su olor, su calor, hasta que ella misma provoca
su propia tempestad de pasi�n, el que ese ave f�nix que es el deseo sexual, arda
en su esplendor para volver a resurgir de sus cenizas.



Cuando ha acabado, la beso en el frente y le acaricio su
cuerpo sudoroso. Recibe mis caricias sumisa y agradecida. Oficialmente la he
perdonado, pero ya le he dicho que no renuncio a verla d�ndose el lote con una
mujer. Ella ha mirado para abajo y se ha mordido los labios. Estoy muy caliente,
pero voy a esperar a hacerlo despu�s de comer, a ver si se me baja el calent�n.



Me calienta la comida que mam� nos ha dejado preparada.
Comemos y le pido que prepare caf�. Marta me obedece sin rechistar. Espero un
poco m�s. Cada vez que se mueve por la cocina con esos pantaloncitos, con esa
camiseta ajustada, me pongo cachondo. Se le nota la costura de las bragas, que a
veces se le meten entre las nalgas y me imagino la escena sin pantalones. A las
cinco de la tarde ya no aguanto m�s. La llamo -�Marta!.- Se da la vuelta y se
mira sorprendida.



Ahora le toca ir a mi cuarto.- �Ve a mi cuarto y esp�rame
desnuda y a cuatro patas encima de la cama!.-



Yo estoy tan excitado que no necesito proleg�menos. No busco
su orgasmo, sino mi propio placer. Es un ejercicio de sumisi�n. Una sumisa no
debe buscar su placer, sino el de su due�o. Es un c�rculo vicioso. Su placer
produce su sumisi�n y su sumisi�n produce mi placer. Pero este c�rculo se
alimenta en un punto fundamental. Su sumisi�n le excita y esa excitaci�n
alimenta su sumisi�n. Y cuando m�s sumisa es ella, m�s la deseo.



Le doy su tiempo. M�s del necesario. Que se aburra. Que me
espere. Seguro que cuando llegue me encuentro su chocho mojado como un bebedero
de patos. Me desnudo antes de entrar. All� est�, como yo la he ense�ado. Ha
apoyado los codos en el colch�n, pero al verme r�pidamente estira los brazos. Lo
primero que veo son sus dos nalgas, y en medio, abajo, su co�o depilado. Me hace
gracia el agujero de su culo. Lo adoro, aunque a�n no me he atrevido a jugar con
�l. Los muslos le aparecen firmes. Sus pies aparecen delante de m�, desnudos,
blancos. Adoro sus pi�s. Me ha masturbado muchas veces con ellos.



Su espalda aparece arqueada y larga. Mira hacia detr�s,
sumisa. Me hace una pregunta. -�No te vas a colocar cond�n?.-



-Hoy no lo vamos a necesitar.- Le digo mientras me pongo
justo detr�s de ella, sintiendo sus nalgas en mi vientre. Marta se resiste. Hace
amagos de resistencia.



-�No lo haremos sin preservativo! �No quiero tener sustos!.-



-Tranquila.- Le digo mientras cojo mi pene excitado con la
mano y se lo coloco entre las nalgas. �Tranquila, que por donde te la voy a
meter no te puedes quedar pre�ada en la vida.- La he agarrado de su rubia
cabellera para evitar que salga huyendo, que se resista.



-�No! �Por favor! �No lo hagas!.-



Sigo jugando con ella.- �Me est�s poniendo muchas pegas
�ltimamente! �No quiero estar con la rubia! �No quiero por ah�! �O te la meto
por el culo o la pr�xima vez te corres con una chica! ��Qu� dices?!.-



Se su respuesta. Me dice que prefiere estar con una chica. Es
l�gico, puesto que eso puede ocurrir dentro de unas semanas y lo otro era un
peligro inmediato. Ha conjurado el peligro inmediato. Se la meto del tir�n. Est�
tan suave y c�lida como siempre. Ahora sus nalgas se me clavan y yo me esfuerzo
por met�rsela todo lo que puedo, hasta el final. Me muevo contra ella, que me
espera sumisa, quieta, sin moverse, esperando cada una de mis nuevas embestidas.



Estoy a punto de correrme y por eso, la cojo de las caderas,
la aprieto todo lo que puedo contra m� y mientras me corro, sintiendo como se me
nubla el sentido, hago una premonici�n que mi hermana finge no oir �Alg�n d�a...
y no a mucho tardar...tu culo ser� m�o.-



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Relato: Marta la sumisa
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