Arriba las manos
Despu�s de haber estado trotando durante casi una hora sin
parar, Diego aminor� la marcha y finalmente se detuvo.
La jornada hab�a sido bastante agotadora para el joven
abogado, de manera que cuando sali� de la oficina pens� que lo mejor para
aliviar las tensiones acumuladas ser�a hacer un poco de ejercicio. Con esta idea
en mente, apenas lleg� a su casa se puso unos pantalones cortos, una remera y
las zapatillas, y se fue al parque a correr.
El d�a hab�a sido bastante caluroso pero la noche estaba
agradablemente fresca, y como �l muchas personas estaban haciendo ejercicio al
aire libre.
El abogado camin� unos metros para bajar sus pulsaciones, y
despu�s sali� de la senda aer�bica encamin�ndose hacia un conjunto de �rboles en
donde pensaba elongar sus m�sculos.
Respirando pausadamente, Diego se puso a estirar los
cu�driceps. Estaba muy concentrado en su tarea, cuando de repente sinti� algo
apoyado en su espalda mientras una voz joven y masculina le ordenaba que no se
moviera ni gritase.
Por un instante Diego se desconcert� pero enseguida
comprendi� que lo estaban asaltando, e imagin� que lo que sent�a en su espalda
era alg�n tipo de arma.
El sujeto que estaba detr�s suyo confirm� sus sospechas,
porque exhibiendo un peque�o revolver le orden� que se moviese sin tratar de
llamar la atenci�n, y bajo amenazas lo fue llevando hasta un sector m�s
solitario y oscuro del parque, detr�s de un peque�o bosquecillo.
Cuando llegaron all� el individuo se puso frente a Diego, y
entonces el abogado pudo ver que se trataba de un muchacho muy joven, de no m�s
de veintitr�s a�os. Ten�a el pelo casta�o muy corto, ojos claros y una barba
rala de d�as sin afeitarse. Al igual que Diego estaba vestido con short, remera
y zapatillas, seguramente para pasar desapercibido. Tambi�n llevaba una peque�a
alforja en la cintura, en donde deb�a ocultar el arma.
El ladr�n apunt� el revolver a Diego y le orden� que le
entregase el dinero. El abogado le explic� que no llevaba nada encima, porque
como viv�a cerca hab�a venido al parque caminando y regresar�a a su casa de la
misma forma. Entonces el delincuente le quit� el reloj. Diego no pudo contenerse
y le dijo que el objeto ten�a m�s valor afectivo que otra cosa, y a pesar de
comprobar que lo que el abogado dec�a era cierto el delincuente igualmente se lo
guard� en su alforja.
Despu�s, sin dejar de apuntar a Diego, le dijo:
"�Es todo lo que traes? Malo, muy malo. Me resultaste un
mal negocio."
Diego trag� duro, y rogaba porque alguien pasara cerca y
advirtiese lo que estaba sucediendo. Pero nadie cruzaba ese sector tan oscuro y
desolado. Sin duda el ladr�n sab�a esto, y por eso deb�a haberlo llevado hasta
all�.
El delincuente sigui� apuntando a Diego, y mir�ndolo con una
expresi�n extra�a en los ojos le dijo:
"Ponte de rodillas".
Temiendo lo peor, el abogado obedeci�. Entonces el ladr�n
comenz� a acariciarse el paquete, diciendo mientras sonre�a:
"Vas a tener que compensarme".
Diego palideci�.
El delincuente meti� la mano en su short y sac� una verga que
a pesar de estar en reposo mostraba un tama�o respetable, acompa�ada por un par
de enormes huevos. Despu�s, sin dejar de apuntar a Diego se acerc� al abogado
hasta ponerle la polla a la altura de la boca y le orden� que la chupara.
Dando muestras de un gran asco, el abogado tom� con sus
labios la cabeza de la verga y comenz� a succionar. Pero entonces el delincuente
le dijo:
"�As� no! ��Con m�s ganas!!"
Diego titube�, pero cuando sinti� el ca��n del rev�lver en su
cabeza introdujo toda la polla en su boca y comenz� a chupar casi con dedicaci�n
el ya hinchado miembro. El concienzudo trabajo pronto dio resultado, porque
instantes despu�s la verga del ladr�n hab�a crecido tanto que casi no entraba en
la boca del abogado.
Extasiado, el delincuente tom� la cabeza del Diego con su
mano libre, y sujet�ndola firmemente por la nuca comenz� a mover su cadera para
literalmente coger al muchacho por la boca. Evidentemente el ladr�n deb�a estar
gozando mucho, porque en cada embestida repet�a "��As�, as�!!" y met�a su
vergajo cada vez m�s profundo en la boca de Diego, tanto que el joven lleg� a
sentir arcadas en m�s de una oportunidad.
De repente la tranca del ladr�n comenz� a latir, y Diego
imagin� que el asaltante le acabar�a en la boca. Aunque la idea le causaba
repulsi�n imaginaba que con eso terminar�a la pesadilla, pero enseguida comprob�
estaba equivocado porque el ladr�n sac� abruptamente la polla de su boca y le
orden� que se acostase boca abajo en el pasto.
Diego no se movi�, pero el martilleo del arma le indic� que
el delincuente no bromeaba, y obedeci�. Entonces el delincuente se hinc� entre
las piernas del abogado, y con la mano libre le baj� bruscamente el pantal�n y
el boxer dejando al descubierto las duras y blancas nalgas del muchacho.
"��Bueno bueno!! ��Pero que lindo culito hab�as tenido!!",
dijo ri�ndose.
Diego trat� de levantarse, pero el ladr�n le apret� el ca��n
del rev�lver en la nuca al tiempo que le dec�a:
"��Quieto!! �O prefieres que te agujeree la cabeza?"
Vencido, el abogado se desplom� en el suelo. Entonces el
ladr�n se escupi� la mano y la pas� bruscamente por la raja del culo de Diego,
tanteando el agujero con un dedo.
"��Por favor, no lo hagas!!" implor� Diego, imaginando
las intenciones del muchacho.
"Shh, calladito!" le respondi� el ladr�n. Y agreg�: "Ni
se te ocurra gritar".
Despu�s apoy� la cabezota de su verga en el ano del abogado,
y comenz� a meter la gruesa y dur�sima tranca en el culo del joven.
Diego se quejaba, y sin poder evitarlo un par de l�grimas
saltaron de sus ojos debido al dolor y a la bronca que sent�a.
"��Por favor, me est�s matando!!" dijo Diego.
"Tranquilo, que falta poco para que te la comas toda"
le contest� burlonamente el delincuente.
En unos pocos segundos, m�s toda la polla del ladr�n estuvo
dentro del culo de Diego. Entonces el delincuente se acost� sobre el joven, le
separ� las piernas con sus rodillas, y empez� a bombear en el ano del abogado.
Diego ahogaba los gritos de sufrimiento, y con cada embestida
sent�a como su esf�nter se iba desgarrando y abri�ndose para alojar al intruso.
El ladr�n comenz� a aumentar el ritmo de la bombeada, y
segundos despu�s se corri� abundantemente en el culo del abogado en medio de
gritos ahogados. Diego gimi� muy quedamente, sinti�ndose dolorido y
tremendamente humillado.
El delincuente dej� su nabo enterrado en el esf�nter del
abogado a�n despu�s de haber escupido hasta la �ltima gota de leche. Con sus
piernas segu�a separando las nalgas del muchacho, y con el peso de su cuerpo lo
manten�a inmovilizado.
"Me gusta tu culo", le dijo mientras le humedec�a la
oreja con la lengua. "Y creo que voy a follarte de nuevo".
"No, no otra vez!" protest� airadamente el abogado,
sin medir las posibles consecuencias de su arrebato.
Furioso, el ladr�n apret� la cabeza de Diego contra el suelo.
"Voy a cogerte cuantas veces quiera, te guste o no, y voy a disfrutar de culo
como si fuera un co�o!", le dijo rudamente.
El delincuente sigui� lamiendo la oreja de Diego, alternando
con mordiscos en el cuello. Con cada movimiento de su violador el abogado sent�a
escalofr�os, e involuntariamente apretaba las nalgas oprimiendo la verga que
ten�a clavada, not�ndola cada vez m�s hinchada. Despu�s de unos pocos minutos de
recibir el intermitente apriete del esf�nter del abogado, la tranca del ladr�n
volvi� a endurecerse por completo. Con desesperaci�n Diego sinti� como el tipo
reiniciaba el bombeo en su culo, haciendo que el dolor comenzara a martillear
nuevamente en su desvirgado esf�nter.
"�Por favor, no! gimi� Diego.
Como respuesta, el ladr�n le enterr� la tranca hasta la ra�z
arranc�ndole al joven un grito de dolor. Y sigui� impiadoso con su mete y saca,
descargando en cada vaiv�n el peso de su cuerpo sobre el culo del abogado.
Irremediablemente, el cerrado orificio fue dilat�ndose y
adapt�ndose al tama�o de la enorme tranca. Y poco a poco el dolor fue cediendo,
dejando paso a una sensaci�n extra�a que Diego se negaba a aceptar como placer.
Sin embargo, el abogado not� que su propia verga estaba completamente empalmada,
descubrimiento que lo dej� totalmente confuso.
El ladr�n comenz� a aumentar el ritmo de la bombeada y la
fuerza de las embestidas, golpeando con sus hinchad�simos huevos las duras
nalgas del abogado. Y sin darse cuenta el abogado comenz� a arquear el cuerpo
para facilitar la cogida.
Diego rasgu�aba la tierra, y cada arremetida de su
desvirgador le causaba una sensaci�n de placer que nunca hab�a experimentado.
Entonces la verga del delincuente comenz� a latir nuevamente, y ante la
inminente corrida el muchacho le dijo a Diego:
"��Aqu� . . . viene!! ��Toda la leche . . . para ese lindo
culito!!"
La verga del delincuente comenz� a escupir otra vez torrentes
de calent�sima lefa en el culo de Diego, y durante unos cuantos segundos el
espeso l�quido sigui� inundando las entra�as del abogado. Esto fue demasiado
para el muchacho, y en medio de fuertes gemidos comenz� a eyacular copiosamente
dentro de su boxer.
El ladr�n mantuvo firme su verga en el agujero de Diego hasta
que la polla del abogado dej� de latir. Despu�s, habl�ndole al o�do le dijo:
"No quer�as que te diera por el culo, pero al final te
corriste. Lo disfrutaste, verdad?".
Diego se manten�a en silencio. No pod�a � no quer�a � admitir
que era cierto.
"Y te gustar�a que te folle de nuevo, no es cierto
chupapijas?.
"Yo . . . "
�S�, claro que s�!. Mira, hagamos un trato: si esta vez te
aflojas y te entregas, te devuelvo tu reloj �Qu� te parece?".
"�Por qu� habr�as de hacer eso?" pregunt� Diego
fastidiado por lo que parec�a una burla. "�Acaso no dijiste que ibas a
cogerme me gustara o no?.
"S�, seguro que s�, y cuantas veces quiera. Pero voy a
gozar mucho m�s sintiendo como se abre con ganas tu lindo culito y viendo que te
retuerces y gritas de placer como una puta".
El abogado no dijo nada. En realidad, ya no le importaba que
el tipo le devolviese o no el reloj. S�lo le inquietaba esa sensaci�n de placer
que lo hab�a invadido hasta hacerlo acabar y que ahora, ante la idea de sentir
otra vez ese hierro candente perfor�ndolo, lo excitaba de manera incre�ble. Y
mientras su aturdida masculinidad trataba de hallar una explicaci�n, sus fuertes
nalgas comenzaron a abrirse y cerrarse r�tmicamente, apretando la gruesa y
babeante verga que a�n cobijaban.
"��S� . . . as� puta . . . as� . . .!!"
Quince minutos despu�s, Diego retomaba la senda principal del
parque camino a su casa. A la luz de un farol se detuvo y se mir� la mu�eca: su
reloj marcaba las 22:15 hs.