Volv�a de mi trabajo , sentado en el asiento de primera fila
de una de las l�neas de subterr�neos de Buenos Aires. En esa �poca los subtes
como les decimos aqu�, eran de propiedad del Estado y ten�an asientos en la
misma direcci�n de cada uno de los vagones. Al privatizarse, cambiaron la
orientaci�n de dichos asientos y ahora se ubican de espaldas a las ventanillas.
Hac�a calor y ven�a molesto por el ambiente de mala leche que
hab�a en mi oficina, y agradec�a poder volver sentado pues el vag�n ven�a
atestado de personas. En las primeras estaciones no bajaba casi nadie y entraban
mas y mas pasajeros.
En un momento sent� que mi compa�ero de asiento , en quien no
hab�a reparado hasta entonces, hab�a acercado su pierna a la m�a y la hab�a
refregado o eso me pareci�.
Pens� es mi imaginaci�n de gay cachondo y mal atendido , pues
hac�a como un mes que no ten�a sexo. La �ltima vez habia sido con un carnicero
gordo y transpirado que lo �nico que quer�a era acabar antes que volviera la
se�ora.
El tipo de al lado segu�a poni�ndome la pierna. El hombre se
hab�a visto obligado a correr su pierna cntra la m�a por la cantidad de
pasajeros, pens� para tranquilizarme..
Yo ven�a leyendo uno de esos libros de autoayuda tan de moda
a fines de los a�os ochenta principios de los noventa, y desoyendo mis instintos
volv� a leerlo . Segu�a subiendo gente en las estaciones y hacia un calor
insoportable.
En eso, siento otra vez la pierna de mi compa�ero de asiento,
refreg�ndose en la mia y fue cuando lo mir� y el tipo no me devolvi� la mirada.
Disimuladamente miraba hacia delante. Por lo que pude ver tendr�a unos 28 a 30
a�os, y era alto , corpulento y con unas piernas bien gruesas que transmit�an un
calor de asarse. Mir� hacia abajo y not� que llevaba unos zapatos mocasines muy
c�modos con medias claras. En esa �poca las medias blancas o claras me
erotizaban enormemente lo mismo que los pies grandes y masculinos (y limpios,
uno ser� fetichista pero no asqueroso vi�?).
Antes de que yo pudiera reaccionar, el chico se descalz� y
disimuladamente y protegido por la muchedumbre, cruz� su pie descalzo para
acariciar mi pantorilla derecha repetidas veces.
Alli me dieron ganas de irme, de bajarme pues me estaba
calentando y no sab�a como reaccionar.
Me pon�a nervioso la situaci�n: me calentaba y al mismo
tiempo me incomodaba, pues el chico lo hac�a delante de mucha gente y encima
parec�a no hacer nada con su cara inocente y seria que segu�a mirando para
adelante.
Me dieron ganas de empujar su pierna para que se alejara de
la m�a pero no me atrev�, y lo que pude hacer es correr mi propia pierna para
que no se tocara con la del muchacho.
Cuando lo hice , el chico me mir� fugazmente pero no pudo
evitar que lo viera y volvi� a acercar su grueso muslo contra el m�o. Mi
erecci�n era evidente y no pude ver si a �l le pasaba lo mismo.
Nervioso como estaba guarde el libro en le portafolios que
ten�a sobre mi falda y saqu� el diario. Era el vespertino La Raz�n, en sexta
edici�n, que en ese entonces era todav�a un peri�dico grande y no un tabloide.
Era dif�cil leerlo en un medio de transporte por su tama�o y cuando lo pude
abrir, el chico pas� su mano por debajo del diario para acariciarme el muslo,
era una caricia suave de una mano muy caliente y sensual, que sub�a y bajaba y
cada vez que sub�a llegaba mas arriba..
Nuestras miradas se cruzaron mientras la gente se bajaba en
una de las estaciones mas concurridas y el me sonri� levemente mientras su mano
sub�a por mi muslo hasta rozar peligrosamente mi pija parada y mis huevos
atentos.
Estabamos por llegar a la estaci�n previa a aquella donde
debi�a bajarme cuando aprovechando un corte moment�neo de la luz de los coches,
me sob� la pija y los huevos y yo mudo sordo e inm�vil, Este me queria hacer la
paja en medio del p�blico pens� y mariquita asustada como era, cerr� el diario,
levant� el portafolios y me dirig� a la puerta pensando que con la actitud
sorpresa escapar�a del tipo.
Camino a la salida del vag�n yo parec�a la carpa de un circo
con la pija parada a mil y el culo que se me deshac�a de deseo, por lo que no se
como llegu� a bajar antes que el subterr�neo cerrara sus puertas.
Cuando v� pasar el �ltimo vag�n, cre� estar a salvo y para
recomponerme me sent� en un asiento de madera. Fue cuando lo vi. Caminaba hacia
mi, vestido con un jean muy ajustado y una remera que dec�a Kiss, los mocasines
que le hab�a visto , el pelo enrulado casta�o y unos anteojos de sol que me
asustaron hasta que se los sac� y le vi los ojos , con sus pesta�as muy largas ,
cejas pobladas, y una mirada entre enojada y segura "ya te cac� pajarito". Era
algo mas alto que yo. Su cuerpo era bien desarrollado pero no de gimnasio, y
pude ver un bulto de aquellos que dan calambres, bien acomodado hacia la
derecha, que me sonreia carnal, sexual, bruto, como dici�ndome aqu� estoy
mariconcito del centro, soy la verga que ven�as necesitando, querias pija aqu�
tenes pija. Quer�as garcha ac� ten�s toda mi garcha para vos.
Hola -.me dijo- y ven�a como agitado , hab�a corrido para
no perderme. Me llamo Luis-agreg�- y me mostr� un tatuaje en tinta azul que
as� lo acreditaba.
Dejame tranquilo �le dije- El tipo me daba miedo, incluso
el tatuaje parec�a ser de reformatorio o c�rcel
Yo solo quer�a ser amistoso � agreg� enfatizando
"amistoso"
No soy de esos , le dije con mi voz mas masculina y calma
posible, est�s equivocado -agregu�-
En el fondo yo actuaba como una mariquita tonta. Estaba
caliente, me gustaba el pibe y lo echaba por miedo. Podr�a ser un ladr�n pero yo
no ten�a nada de valor, reloj de pl�stico portafolios de pl�stico, casi nada de
dinero en la billetera , camisa vieja pantal�n gastado , zapatos muy usadas.
Se sent� a mi lado y volvi� con el jueguito de la pierna. Le
dije que se fuera, que llamar�a a la polic�a, pero el era un hueso duro de roer.
La estaci�n estaba desierta, pronto cerrar�an las puertas, eran cerca de las
diez de la noche, pero a Luis no le importaba nada, el hab�a advertido en alguna
inflexi�n de mi voz, en mi temblor, en el color de mi rostro , el deseo que me
imped�a levantarme y huir, y que me haci�a quedarme aqu� con mi cazador. Saqu�
mi pierna del contacto con la de el y el me tom� la mano. En la oscuridad de la
estaci�n vac�a, parec�a un contrasentido, que en lugar de atacarme como yo
pensaba, me hubiese tomado la mano.
No me tengas miedo, soy un buen pibe me dijo. Y yo lo mir�, y
no le solt� la mano, sus mano huesuda se agarr� a la mia y juntos subimos la
escalera mec�nica que iba a la calle. Sin darnos la mano pero pegados nuestros
brazos caminamos por las calles oscuras que separaban la estaci�n del hotel
donde vivia.
Ya en su cuarto, me volvi� a decir ; - Me llamo Luis y vos?
Ariel le dije. Se acerc� y me dijo mucho gusto , mientras su boca buscaba la
m�a, mientras sus labios gruesos acariciaban h�medos los m�os, mientras su
lengua enorme seduc�a a la m�a con un movimiento de ofidio en celo.
Me acarici� la frente y yo pas� mi mano por el pelo ondulado
y suave y el me tir� contra la cama y extendi� su cuerpo sobre el m�o y nos
fuimos desnudando despacito y le me fue dando besos en todo el cuerpo y yo no
reaccionaba al principio y luego comenc� a devolv�rselos y el me mir� con esos
ojos que ped�an perd�n o que dec�an que ganas de hacer el amor, y yo le baj� la
bragueta del jean y tom� su pija, acarici� su poronga h�meda ya , sus huevos, y
el se sac� el jean y me sac� el m�o y nos quedamos en bolas, y me maravill� que
era totalmente lampi�o como un chico, y nuestros cuerpos se refregaron y el me
besaba enloquecidamente.
Yo levant� mis piernas y el comenz� a lamerme el culo con
desesperaci�n y yo a mover mi orto con deseo de perra caliente y el me fue
metiendo la lengua y luego los dedos y cuando mi culo se hab�a abierto
franque�ndole el paso, me penetr�, me la puso despacito, muy despacito y sonaba
una canci�n de Rafaella Carr� y mientras me cog�a el la cantaba y yo sentia ese
fierro caliente que me abria y me her�a y me daba placer y movia el orto con la
m�sica y me relam�a con la poronga de ese macho reci�n conocido y el gritaba
bramaba , gem�a al comp�s de aquella canci�n contagiosa, hasta que yo acab� sin
tocarme (qu� epocas) y el acab� gloriasamente con su enorme poronga y me ech�
cuatro chorros de leche calientes y pegajosos como el clima de aquella noche de
Buenos Aires
galansoy
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