Soldaditos calientes y enamorados
Cumpl�a el servicio militar obligatorio en un destino de
cierto acomodo, donde casi todos los soldados �ramos estudiantes universitarios,
y no la pasaba demasiado bien.
Cansado de las guardias extenuantes, de rasquetear y lustrar
pisos de grandes salones, de llevar macetas a las amantes del oficial de turno,
de pasarle el trapo con desinfectante a las baldosas de mi lugar de trabajo, y
limpiar ba�os, no ve�a la hora de irme..
Odiaba a los militares argentinos, tan arrogantes , tan
machistas, tan discriminadores de la plebe (los civiles) y aunque yo era mas
educado y culto que la mayor�a de ellos, ten�a que soportar sus arranques, sus
caprichos, sus desprecios, su consuetudinaria estolidez. Cuerpo a tierra ,
carrera maarchhhhhhhhhh. Los ve�a como ni�os grandes de bigotes crecidos,
jugando a la guerra, con sus uniformes tan planchaditos, almidonados compuestos
y aburridos.
El servicio militar obligatorio , que luego fue suprimido,
era una especie de servidumbre civil que obligaba a todo aquel que tuviera que
cumplirlo , a realizar tareas muchas veces humillantes, pr�cticamente impagas,
durante un a�o para distintos cuerpos militares y a someterse a una disciplina y
a unas reglas casi imposibles de soportar. Estoy hablando en tiempo de paz. En
tiempos de guerra la cosa podr�a ser diferente.
Por aquella �poca , la hip�tesis de guerra, para los
militares argentinos, no era a�n la subversi�n interna armada que llevar�a a�os
despu�s a desapariciones y muertes, sino Chile. El pa�s trasandino era nuestro
"enemigo" y otro poco hicieron los militares chilenos que ense�aron a su pueblo
a odiar a la Argentina, y a los argentinos sin demasiado motivo, o por la simple
raz�n de tener un pa�s mas angosto y mas pobre, y para mantenerse en el poder,
comprar armas y obtener "comisiones". En eso eran iguales a mis militares
compatriotas.
En una dependencia cercana a la que yo me desempe�aba , hab�a
un soldado que por su caradurismo, desfachatez, vulgaridad y simpat�a a toda
prueba, se hab�a ganado la atenci�n de toda la compa��a. Rolando Mirras, alias
el loco Mirras.. De �l se dec�an muchas cosas: que hab�a sido ladr�n o
contrabandista, que su madre era partera y bruja y que viv�a de hacer abortos,
que su hermano estaba preso, que el mismo vend�a su cuerpo en la estaci�n
Pac�fico del Ferrocarril, a automovilistas que pasaban por la zona. Tambi�n que
era un pajero compulsivo y que a veces acababa sin cuidarse. .en cualquier
parte. Ladr�n, pajero degenerado y taxiboy era lo menos que se dec�a de el.
Mirras era rebelde y contestador y por eso siempre se le
aplicaban sanciones y quedaba preso dentro del cuartel , muchas veces
trabajando, haciendo dibujos, pues se desempe�aba en un sector que dise�aba
mapas y cartas geogr�ficas.
A veces ven�a a mi oficina, que se encargaba del registro,
archivo, custodia y pr�stamo de esos mapas y cartas geogr�ficas, y yo lo trataba
correctamente pero nunca le daba mucha confianza. Le tem�a a su lengua ordinaria
y soez, a su forma de ser desfachatada, a su presunta locura, a que me hiciera
cualquier cosa que me da�ara : yo quer�a irme en la primera baja, y �l era mal
visto y catalogado.
Mirras no era lindo, era mas bien alto, de cabello casta�o
claro, piel blanca, ojos verdes muy claros, rastros de acn�, boca enorme de
labios muy carnosos, dientes desparejos, casi lampi�o, bastante musculoso, muy
agil y din�mico. Nunca hab�a pensado en el como en un objeto sexual. Ni sus
famas de taxiboy o de pajero compulsivo me parec�an cre�bles. Lo ve�a como un
loquito, que siempre usaba palabrotas, y que exageraba su forma de ser, para
ganarse las simpat�as de los dem�s..
Hab�a otros soldados que me quitaban el sue�o, como uno de la
sala de guardia , que sol�a pasearse desnudo con sus enormes bolas y pija por el
dormitorio de los soldados, el fouriel que sol�a cambiarse todas las ma�anas
enfrente de todos su ropa civil por la de soldado, mostrando una dotaci�n
considerable y sexy., particularmente cuando se daba vuelta y por debajo de su
culo asomaban sus huevos incre�blemente llenos de leche. Estaba aquel chico alto
de ojos azules que parec�a un modelo de fotonovelas, y que era uno de los
mejores soldados.
La de pajas que me hacia en mi casa pensando en sus cuerpos
esbeltos y bellos, en sus pijas grandes, en sus piernas largas , en su
sexualidad masculina en el pico de esplendidez , pero en Mirras no, no me
calentaba, no me generaba ninguna excitaci�n, casi dir�a que me daba como cierta
repulsi�n por sus dientes desparejos de vampiro, su mirada inyectada en sangre
cuando se enojaba, su desprolijidad e higiene sospechosa, su figura payasesca.
Hab�a un chico en el sector de los coroneles , empleado de un
banco internacional., moreno y muy distinguido , con quien yo manten�a un
romance casi plat�nico , salvo unos besos y tocamientos durante alguna que otra
tarde, en un rinc�n alejado del edificio. Era peludito , bronceado como si el
sol del verano, hubiese permanecido en su piel. Sus besos sab�an a chicle globo
y usaba una colonia inglesa que a�os despu�s oler�a en Paris en un local de
indumentaria masculina , y que me traer�a su recuerdo grato. Claro que el chico
ten�a novia, pensaba casarse y se declaraba heterosexual. Pero cada vez que nos
ve�amos nuestros ojos brillaban, nos hac�amos chistes, nos toc�bamos
incidentalmente y hasta nos costaba separarnos. Oh amores quasi plat�nicos de
aquellos a�os....
Se llamaba Luis Carlos y el tiempo ha borrado su apellido, el
sabor de su boca, el calor de aquellos besos, la pasi�n de las caricias de unos
soldaditos perdidos en un mundo que no les pertenec�a.
A Mirras casi no lo trataba : venia a mi sector, dejaba sus
cartas geogr�ficas y yo le daba el correspondiente recibo. El, que era juguet�n
con todos, intent� serlo conmigo, las primeras veces, escondi�ndome la lapicera,
o el papel carb�nico , pero mi seriedad a toda prueba, la presencia del empleado
mayor a quien yo asist�a, le quitaban gracia a su broma y advertido de ello, no
lo volvi� a hacer.
Un s�bado por la tarde yo estaba de guardia, y el Capit�n de
la compa��a necesitaba un juego de llaves que Mirras se hab�a llevado a su casa,
por lo que me solicit� que fuera hasta el domicilio del soldado a buscarlas.
Luego deber�a llev�rselas al domicilio del oficial cerca de Palermo , en las
proximidades del Jard�n Bot�nico de Buenos Aires.
Tom� un �mnibus hasta la casa de Mirras que quedaba por Villa
Urquiza y llam� a su puerta, esper� un largo rato, y por f�n apareci� �l, con
cara de dormido y algo asustado al verme.. Le dije que s�lo necesitaba las
llaves, que no era nada grave, pero insisti� en querer ir conmigo a casa del
Capit�n. Se visti� el uniforme y volvimos juntos hasta el cuartel,
Desde su casa tomamos un �mnibus, y el saludaba a todos los
conductores que lo conoc�an por su primer nombre, nos sentamos juntos y not� al
rato que el rozaba con su pierna la m�a pero yo fing� que no me daba por
enterado, aunque sab�a que era intencional. Sus piernas eran largas y musculosas
y muy calientes. Cuando not� mi falta de respuesta, comenz� a preguntarme,
asombr�ndose por mi progreso en la carrera, lo que llam� "tu buena onda", pues
pensaba que yo era muy antip�tico y que siempre lo hab�a despreciado. Trat� de
darle a entender de que nunca lo hab�a despreciado sino que procuraba no tener
sanciones para irme de alli , que eso era un infierno. Que no hab�a nada en
contra de �l.
Ahh dijo, suspirando aliviado. Finalmente llegamos a Palermo.
Decidimos ir primero a la casa del oficial , y alli retorn�
las llaves al Capit�n a quien explic� porqu� las ten�a, y satisfecho este,
Mirras sinti� otro gran alivio pues no lo sancionar�an otra vez.
Salimos de lo del Capit�n y me dijo de acompa�arlo a comer
algo a un bar de la Avenida Las Heras y yo le dije que no ten�a dinero y que
deb�a volver al cuartel pues a las nueve entraba de guardia otra vez.
Son las siete., no te vayas, . me dijo. Y yo acept� cruzar la
avenida y entramos al bar. Busc� la �ltima mesa, la que estaba cerca del ba�o de
caballeros y mientras nos devor�bamos medio s�ndwich de jam�n crudo y queso cada
uno, y compart�amos una gaseosa, que pag� el , me cont� su vida y yo la m�a , y
en un momento sus ojos tan claros se llenaron de l�grimas , porque estaba harto
del servicio militar y s�lo saldr�a a fines de marzo del a�o entrante y faltaban
mas de cinco meses.
Por momentos se convert�a en el adolescente juguet�n que
escond�a el az�car, o me pateaba por debajo de la mesa y yo corr�a mis pies , y
el se re�a a carcajadas.
En un momento tom� mis pies con los suyos y los atrajo hacia
si, en un gesto que me pareci� muy intimo y tierno.
Cuando me quise levantar para irme, me implor� no lo hiciera
y me escondi� el birrete. No te vayas, quedate me dec�a.
Finalmente pareci� aceptar mi partida y por debajo del mantel
me devolvi� el birrete, pero reteniendo mis manos con las dos suyas... Le saqu�
el birrete y me lo puse y volv� mi mano hacia abajo del mantel y encontr� las
suyas y disimuladamente nos acariciamos, las palmas, los dedos, las u�as de los
dedos, y ese tocamiento tan ingenuo y casi infantil entre nuestras manos
j�venes, bajo el mantel en un lugar p�blico, tuvo una fuerza er�tica incre�ble ,
a ambos se nos par� la verga y debimos esperar largo rato hasta que nuestras
j�venes miembros estuvieran en posici�n de descanso.....
Nos dirigimos a la parada del �mnibus que me llevar�a al
cuartel y caminamos una cuadra oscura y tranquila con olor a jazmines del pa�s,
y en un descuido me dio un beso en la boca de esos que no se olvidan.
Un beso fuerte, que desarma y condena, un beso osado para
aquella �poca en el medio de la calle, sin importar si algui�n pudiere vernos.
Antes de que pudiera reacciones me dijo . "Quiero que seamos
..... amigos , , y yo contest� con la cabeza, si, sintiendo todav�a su saliva en
mi boca y el calor de sus labios en los m�os, y su cuerpo apretado a mi cuerpo,
desafiando al mundo.
A la ma�ana siguiente me enter� que saldr�a a las 9 de la
guardia pero que deber�a regresar esa tarde . Como yo viv�a lejos no me conven�a
irme a mi casa.
A las 9 menos cinco Mirras lleg� al cuartel , venia con su
auto desde la casa del Capit�n y enterado de que deb�a quedarme en la Capital,
me invit� a desayunar a su casa.. Hacia mucho fr�o y llovi�a por lo que acept�.
Adem�s estaba caliente con el , y eso no lo pod�a negar.
El desayuno fueron sus besos calientes y h�medos
Dios, como besabas Mirras, con esa lengua gigantesca y llena
de saliva, qu� hermoso placer le daban tus manos a mi cuerpo, acariciando mi
culo deseoso y dispuesto, tocando mi pija endurecida y llorona y mis huevos
llenos de mi leche, sobando mis piernas, mi pecho, mi vientre, recorriendo la
raja de mi culo con ternura, . Y qu� hermosos eran tu pija enorme y tus huevos
lampi�os, tu culo redondo y grande, tus brazos cari�osos y fuertes..
Obsesionado por tu pija grande y cabezona me lanc� a ella con
toda brutalidad pues me pareci� que era de goma.
La bes� desde el glande descubierto hasta los huevos
peluditos y colgantes, y mam� la pija despacito suavemente , como dice la
canci�n, en camara lenta , hasta que acabaste muchos chorros de leche que
parec�an haber estado guardados por a�os en tu alcanc�a . Ah� dud� de tu fama de
pajero y taxiboy. .
Y te quedaste abrazado a mi. los dos desnudos, casi lampi�os,
satisfechos.
Nos quedamos dormidos por un rato y me despert� tu voz
susurr�ndome una canci�n, en el o�do, mientras lam�as mi cuello, mi cara y mis
orejas, y cuando abr� los ojos buscaste mi boca y me besaste tiernamente , eran
besos dulces que nunca imagin� podr�as dar pero yo estaba tan caliente con vos
Mirras, que met� mi lengua entre tus labios y nuestros besos se hicieron
apasionados, largos, h�medos, desesperados.
Me pusiste boca abajo, y levantaste mi culo con una almohada
y comenzaste a chup�rmelo con suaves estocadas , cada vez mas profundas y yo
empece a gritar del deseo , y vos entrabas y sal�as de mi culo enloquecido, con
tu lengua gigantesca e hirviente y parec�a que ibas a seguir por horas mientras
mi esf�nter se dilataba . Mi culo era como un helado de vainilla que saboreabas
cada vez con mas apetito. Y yo te rogu� que me cogieras y lo hiciste y esa pija
me hizo doler , doler como no te imaginas y luego me hizo gozar a los gritos y
en mis gemidos estaba tu nombre..
Nos quedamos separados para refrescarnos un poco, y al rato
Mirras me entreg� su culo marm�reo y sensual,, y me gritaba que me lo cogiera y
lo hice y, cog�, cogi hasta sentir que me elevaba al cielo.
All� donde est�s, te digo Mirras, nunca te pude olvidar.
galansoy
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