Relato: Un tratamiento muy particular (2)





Relato: Un tratamiento muy particular (2)

Un Tratamiento Particular ( II )


Autor: Hypnoman




Cap�tulo Cinco: Cambio de mente....Cambio de imagen


Mientras bajaban las escaleras, rumbo a la calle, Paula tom� a su amiga
Patricia por los hombros y le pregunt�:


- �And�s con tiempo?


- S�, �Porqu�?


- Porque ya que estamos en el centro, me gustar�a
pasar por una buena peluquer�a. Me siento tan bien que quiero cambiarme el look.
Presiento que hoy he comenzado una nueva vida.


- Dale, vamos.


A pocas cuadras de all�, encontraron un sal�n que les pareci� importante y
como era d�a de semana, hab�a muy poca gente. Entraron y Paula pidi� una revista
con modelos de cortes. Se interes� en los cortos, aunque ella nunca se hab�a
cortado el pelo m�s arriba de los hombros, pero sent�a necesidad de llevarlo
pegado a la nuca. Pidi� la aprobaci�n de Patricia y �sta la alent�
fervor�samente. Cuando la atendi� el coiffeur le mostr� el corte elegido. Bien
cortito. Bien sexy. Una vez que aprob� el trabajo mir�ndose al espejo y
satisfecha con el resultado le coment� a Patricia que se ver�a mucho mejor si
cambiaba el color. Nunca se hab�a te�ido el pelo, su color natural era casta�o
oscuro, casi tirando a negro, pero, no sab�a porqu�, ard�a en deseos de
cambiarse el color. Pidi� una cartilla de colores y eligi�, sin dudarlo un
instante, un caoba rojizo, siempre con el aliento de su amiga. "�C�mo nunca me
di cuenta que Pat tiene casi mis mismos gustos!. Me encantar�a intimar m�s con
ella, ser su �ntima amiga. Adem�s es tan atractiva.......tan atractiva", pensaba
Paula mientras le cambiaban el color a su cabello.


Al salir de la peluquer�a, Paula era otra persona. El cambio producido en
ella se hizo notar cada vez que se cruzaban con un hombre. Ten�a un corte y un
color tan provocativo que casi todos la miraban "con hambre" o le dec�an alg�n
piropo. Ella se re�a y se sent�a muy complacida. �Le gustar�a a Martins?.
Inmediatamente borr� el pensamiento de su mente. Martins era todo un profesional
para andar fij�ndose en el corte de pelo de una paciente. "Pero es tan buen
mozo.....me atrae", pens�.


Mientras se dirig�an hacia la parada del colectivo que las llevar�a a sus
casas, pasaron por un local de lencer�a femenina. Paula se detuvo en la vidriera
c�mo paralizada y comenz� a devorar con la mirada las prendas que se encontraban
en exhibici�n. Miraba a los maniqu�es posar con esos conjuntos tan er�ticos, tan
sensuales que por un momento sinti� la humedad entre sus piernas. Tom� de la
mano a Patricia y entraron. En pocos minutos, hab�a comprado m�s de cinco
conjuntos, todos diferentes, pero todos altamente provocativos. Cada vez que se
probaba uno diferente, se miraba al espejo y poco le importaba si realmente le
gustaba o n�. Sinceramente pensaba si le gustar�a a Martins. Pens� que estaba
obsesionada con esa sesi�n y nuevamente recurri� al apoyo de su amiga. Decidi�
llevarse puesto el que m�s le gustaba, ante la sonrisa complaciente de Patricia
y la incredulidad de la vendedora, y los dem�s fueron colocados en bolsas. En
una de esas bolsas puso el que hab�a llevado puesto durante toda la jornada y,
al llegar a la esquina del negocio, lo revole� por los aires, con la complicidad
de su amiga.


El colectivo, a esa hora, iba bastante lleno y a duras penas pudieron
encontrar lugar por la mitad del mismo. Paula qued� detr�s de Patricia y su
mirada parec�a magnetizada hacia el culo de su amiga. Por m�s que mirara para
otro lado o se distrajera ante cualquier circunstancia, siempre sus ojos volv�an
hacia esa cola perfecta. Envidiaba ese culo, con una envidia sana porque sent�a
a Patricia cada vez m�s amiga suya, pero luego se di� cuenta que m�s que envidia
eran ganas tocarlo, de acariciarlo, de lamerlo. "�Qu� loca estoy!", pens� y se
r�o de su ocurrencia. Lo que no sab�a era que en ese mismo momento, Patricia
estaba pensando lo mismo de sus suculentas tetas. El vaiv�n del colectivo hizo
que muchas veces sus muslos rozaran el culo de su amiga. Not� que en vez de
alejarse, Patricia parec�a refregarlo a prop�sito, como sintiendo placer. Lo
mismo ocurri� cuando, debido a los mismos vaivenes, Paula apoy� sus pechos sobre
la espalda de la otra muchacha. Ahora era ella la que sent�a su cuerpo
apasionarse. Tras casi media hora de viaje, el colectivo hab�a comenzado a
vaciarse, pero ellas no se hab�an dado cuenta, siguiendo con ese franeleo que
provoc� el horror de las ancianas y la calentura de los hombres, inclu�do el
colectivero, quien tuvo un par de frenadas bruscas por no poder sacar los ojos
del espejo retrovisor. Al bajarse del colectivo, tanto una c�mo la otra ten�an
la entrepierna totalmente humedecida, pero ni siquiera tocaron el tema, c�mo si
nada hubiese sucedido. Se despidieron con pesar, deseando que llegase r�pido el
pr�ximo d�a, para encontrarse nuevamente en el trabajo.


Durante los d�as siguientes, Paula y Patricia fueron como hermanas
siamesas. Unidas por una fuerza invisible e irresistible, andaban juntas todo el
d�a. Hac�an coincidir los horarios de almuerzo, charlaban todo el d�a, se hac�an
bromas constantemente, aprovechando para jugar de manos, cosa que adem�s de
divertirlas las excitaba mucho y cada conversaci�n desembocaba en el mismo
nombre: Michael Martins. En especial Paula, quien durante todos esos d�as no
pod�a despejar la imagen del m�dico de su cabeza. Cada hora que pasaba, m�s
atractivo encontraba al profesional y m�s deseaba que llegase el d�a de volver a
su consultorio. Sorprendi� a todo el personal de la empresa el dr�stico cambio
en la vestimenta de Paula. Cuando no llegaba con una cort�sima minifalda y un
top que parec�a a punto de explotar al sostener semejantes pechos, se aparec�a
con un pantal�n super ajustado y una camisa desabrochada casi por completo y
atada a su cintura. Lo que m�s sorprend�a a todos, adem�s del cambio en su pelo,
era la exhibici�n que Paula hac�a de su ropa interior. Car�sima, sensual,
provocativa.


Ese d�a, �por fin hab�a llegado ese d�a!, Paula ten�a que visitar a "su
sic�logo". Se lo record� a Patricia y lament� no poder ir con ella. Ya no ten�a
sentido ir con su amiga, lo cual la apenaba demasiado, sin saber muy bien
porqu�. Durante la tarde, Patricia hab�a recibido un llamado en el cu�l
solamente pronunci� tres o cuatro veces la palabra "SI". Cuando Paula, tan
pendiente ultimamente de los movimientos de su amiga, le pregunt� quien era,
respondi� con evasivas. "Seguramente debe ser alguna de esas larvas que te est�n
rondando", brome� Paula y no le di� m�s importancia al tema. Se retir� del
trabajo unos minutos antes que su amiga, porque quer�a tomarse el tiempo
suficiente para elegir, esmeradamente, la ropa que se iba a poner para visitar a
Martins. Sent�a la necesidad de estar espl�ndida. Notaba cambios positivos en su
actitud, al punto tal que una tarde en compa��a de Patricia y mientras cruzaban
una plaza, se puso a recitar en voz alta el texto de la obra que estaba
ensayando con el grupo, parada sobre el banco de la plaza, ante la mirada
at�nita de los que pasaban por ah�, sin sentir la m�s m�nima verguenza. Si bien
eso no era lo mismo que representar la obra en un teatro y con p�blico,
pendiente de sus movimientos y entonaciones, la motiv� el hecho de haber podido
hacer algo que una semana atr�s ni se le hubiese ocurrido.


Cuando lleg� a la puerta del edificio donde se encontraba el consultorio
de Martins, se not� excitad�sima. Ni por asomo era la misma muchacha de la
semana anterior. Su pelo cort�simo, rojizo, maquillada c�mo para ir a una
fiesta, con un top semitransparente que dejaba traslucir el er�tico corpi�o que
llevaba debajo, una minifalda que apenas tapaba su entrepierna, unas medias de
encaje que se adher�an a sus piernas d�ndoles mucha m�s forma y unos zapatos de
taco bien alto. Suspir� profundo y entr�, tratando de disimular sus nervios.
Cuando Adriana, la secretaria, le abri� la puerta, le cost� mucho trabajo
reconocerla. Paula se di� cuenta y sonri�. C�mo siempre, la sala estaba vac�a y
decidi�, quiz�s por c�bala, sentarse en el mismo lugar donde lo hab�a hecho la
otra semana. Ni bien se sent�, sinti� que su cuerpo comenzaba a relajarse. Su
mente comenz� a perder el hilo de los pensamientos y en pocos minutos qued�, con
la mirada perdida en uno de los cuadros y escuchando la m�sica que acariciaba
sus o�dos, a la espera de su turno. Cuando se abri� la puerta del consultorio ni
siquiera prest� atenci�n a la persona que sal�a, pero cuando, a los pocos
segundos, vio la figura de Martins avanzar hacia ella, reaccion� y se puso de
pie inmedi�tamente, como accionada por un disparador.


- Bueno, esto s� que es una sorpresa -dijo
Martins, fingiendo asombro, cuando vi� los cambios que se hab�an producido en la
apariencia de Paula.


- Sent� la necesidad de cambiar mi aspecto. Espero
que �sto no sea contraproducente con el tratamiento
-respond�o,
totalmente ruborizada al notar la manera en que el doctor la estaba observando.


- En absoluto, Paula, has hecho muy bien. Adem�s te
sienta espl�ndido. Adelante, por favor


Cuando Paula ingres� al consultorio, se volvi� a ruborizar. Pero esta vez
porque not� que estaba humedecida y que sus r�gidos pezones se notaban
n�tidamente a trav�s de su ropa.




Cap�tulo Seis: Una dilataci�n dolorosa


Martins ocup� su lugar en el sill�n y Paula hizo lo propio en el suyo,
aunque �sta vez cuid� al detalle su postura en la silla. Mantuvo la espalda bien
erguida, casi sacando pecho, lo que aumentaba un poco m�s el volumen de sus
tetas y cruz� desprejuiciadamente las piernas, dejando entrever a los ojos del
doctor su fin�sima ropa interior, debido a la corta longitud de la minifalda. Le
encantaba provocarlo con esa postura, pero todav�a estaba muy lejos de su mente
el intentar seducirlo. Tem�a ofenderlo y que su tratamiento cayera por la borda.
Cuando Michael le pidi� que le contara qu� cosas significativas le hab�an
sucedido entre la sesi�n anterior y �sta, ella comenz� a relatarle sobre su
repentina decisi�n de cambiar su imagen, aclar�ndole que hab�a sido una idea
propia y que ni su amiga ni nadie la hab�a influenciado en tomar tal decisi�n
(ella no se daba cuenta lo ingenuas que resultaban sus palabras a los oidos de
Martins). Continu� coment�ndole su creciente amistad con Patricia, el tiempo que
compart�an juntas y se cuid� muy bien de hacer menci�n de algunos pensamientos
er�ticos que acud�an a su cabeza y que ten�an como destinataria a su amiga.
Mucho menos le hizo saber que �l era el protagonista de casi todos sus sue�os
nocturnos y que m�s de una ma�ana amaneci� excitada y humedecida por haberlo
tenido como figura estelar de esos sue�os.


- Y con respecto a tu vocaci�n actoral. �Has notado
algo diferente?
-se interes� Martins.


- Bueno, a decir verdad, muy poco. Es que he ido una
s�la vez. Pero tengo tanta confianza en el tratamiento que he hablado con el
director y le he pedido que confiara en m� una vez m�s y me asignara el
protag�nico femenino. Le asegur� que �sta vez no le iba a fallar. Como ve, estoy
en sus manos, Doctor.
-dijo Paula sonriendo provocativamente. "Por
supuesto que est�s en mis manos", pens� Martins, "Y en un rato, me lo vas a
demostrar".


- Okay, no perdamos m�s tiempo y sigamos con el
tratamiento
-Martins se levant� de su silla, di� vuelta al escritorio y
se apoy� sobre �l, a cent�metros de donde se encontraba sentada Paula. Levant�
su mano derecha, a la altura de la cara de su paciente, y chasque� los dedos.
Paula entr� en trance inmedi�tamente. Oleadas de placer sacudieron su cuerpo al
ver la cara de su amo. Se levant� de su asiento, se puso de rodillas, con las
palmas de las manos descansando sobre sus muslos, levant� la cabeza buscando la
mirada de "su Dios" y comenz� la "oraci�n":


- Gracias por recibirme, Amo. Soy tu m�s puta
esclava. Haz de m� lo que quieras. He obedecido todas tus �rdenes: He cortado mi
pelo y lo he te�ido tal como lo has mandado. He cambiado todo mi vestuario,
especialmente mi ropa interior, s�lo para agradarte. Necesito seguir obedeciendo
tus ordenes. Tus m�s m�nimos deseos ser�n cumplidos. S�lo quiero obedecer....


Martins detuvo su "plegaria" levantando su mano. Paula entendi� que deb�a
callar y bajo la mirada. Permaneci� de rodillas a la espera de cualquier orden
que sent�a que deb�a obedecer ciegamente. Michael sonri� al observar qu� r�pido
aprend�a su nueva esclava y dirigi� su mirada hacia un privado que se encontraba
dentro del mismo consultorio. Alz� la voz y dijo:


- Ya puedes salir, esclava. Te estamos esperando.


Paula se dio cuenta que esa orden no estaba dirigida a ella, por lo que
levant� la vista y observ� c�mo se abr�a la puerta del privado y sal�a.......�
Patricia !, S�, su amiga Patricia aparec�a ante sus ojos vestida s�lo con un
corpi�o de cuero negro y una peque��sima tanga del mismo material. Dentro de
Paula se mezclaron sentimientos encontrados. Por un lado sinti� un poco de
celos, ya que ella quer�a ser la �nica esclava de Martins en ese momento. Quer�a
obedecer hasta el m�s m�nimo deseo de su amo. Eso la ayud� a contener su
ansiedad, ya que si era la voluntad de su Amo que estuviesen las dos all�, ella
no era nadie para contrariarlo. Por otro lado la excit� mucho la vestimenta de
su amiga, lo cual aument� m�s la atracci�n que ya ven�a sintiendo hacia ella y
comenz� a erotizarse pensando las cosas que juntas podr�an hacer para deleite de
su Se�or. Mientras esos pensamientos cruzaban su mente, Paula no not� que
Patricia ten�a en sus manos un conjunto similar al que llevaba puesto. S�lo se
di� cuenta cuando Martins le orden� que se quitara toda su ropa y se vistiese
igual que su amiga. Paula no dud� un instante en desvestirse completamente y, en
pocos segundos, estaban las dos paradas, con el mismo atuendo, frente al doctor.


El contraste de los dos cuerpos era m�s que excitante. Patricia era m�s
alta, su pelo rubio hasta la base del cuello, con poco busto pero, con la ayuda
del corpi�o, bien armado. Se notaba que mientras hab�a estado esperando en el
privado se hab�a masturbado, quiz�s por orden de su amo, al punto de tener los
pezones firmes y bien marcados. Ten�a una peque�a cintura que le daba una figura
muy sexy y su cuerpo desembocaba en ese culo magistral, la admiraci�n y la
obsesi�n de todos los hombres que hab�a conocido. Paula, a su vez, era m�s baja
pero de figura muy er�tica, mucho m�s despu�s de su paso por el "sal�n de
belleza", con un busto imponente, que parec�a imposible de sujetar por el
peque�o corpi�o de cuero y con caderas y cola, n� de la magnitud de su amiga,
pero s� muy apetecibles. A diferencia de Patricia, que llevaba meses "bajo
hechizo" y que hab�a hecho el amor con Martins una veintena de veces y de todas
las maneras diferentes, entregando todas las partes de su cuerpo, Paula nunca
hab�a tenido sexo anal y ni ella se imaginaba lo r�pido que iba a perder ese
invicto.


- Quiero que se saquen el corpi�o, las dos a la vez.


Ambas mujeres obedecieron inmediatamente. La diferencia de bustos era
notoria. Por un momento Patricia sinti� un poco de celos al observar como los
ojos de Martins se dirig�an casi exclusivamente hacia los pechos de su amiga.
Pero, muy pronto, iba tener la posibilidad de tomarse revancha.


- Ahora, p�nganse de espaldas hacia m� y qu�tense
las tangas.


Nuevamente obedecieron al instante. Las dos trataron de hacer los
movimientos m�s er�ticos, mientras se sacaban el atuendo, pero �sta vez era
Patricia la que corr�a con ventaja. Ahora sent�a, sin verlos, los ojos de
Martins escudri�ando sus nalgas y present�a, adem�s, que su orificio anal estaba
mucho m�s dilatado que el de su amiga, lo que seguramente lo har�a m�s
atractivo.


- Vayan las dos al div�n, y col�quense en cuatro
patas.


Las dos disputaron un lugar en el peque�o div�n y adoptaron la postura
ordenada. Como Patricia era un poco m�s "experimentada", baj� al m�ximo sus
brazos y sus caderas para elevar al m�ximo posible su trasero. Estaba dispuesta
a ganar la primera batalla por los favores de su amo. Y as� fue. Martins la tom�
por las caderas e introdujo, sin ninguna dificultad dado el tama�o del orificio,
su erecto miembro en ese maravilloso culo. En segundos, Patricia alcanz� el
primer orgasmo. Desde que Michael la hab�a convertido en su esclava, Patricia
era capaz de alcanzar una multitud de orgasmos en pocos minutos. Mientras
Martins la coj�a, llev� sus manos hacia sus peque�os pechos y comenz� a
estrujarlos, lo que provocaba en la mujer m�s y m�s placer y la llevaba a tener
m�s orgasmos. Patricia hab�a sido "programada" para tener m�ltiples orgasmos
cada vez que su amo rozara siquiera cualquiera de sus partes m�s sensibles y
adem�s eso la llevaba a excitarse m�s todav�a. Tratando de evitar la
eyaculaci�n, Martins retir� su pene del culo de Patricia, lo cual le provoc�
otro orgasmo, todav�a m�s fuerte que los anteriores, y, con el permiso de su
amo, se desplom� en el div�n para disfrutarlo al m�ximo. Martins decidi� que era
el momento de penetrar el, hasta ahora, virgen trasero de Paula. Le cost�
much�simo, dada la estrechez del orificio y tuvo que recurrir a cremas
especiales para tal f�n. Paula hac�a lo imposible para que su amo pudiera
penetrarla, a�n sufriendo un dolor inimaginable hasta entonces, movi�ndose con
m�s fuerza, ayudando a su amo a llevar a cabo la tarea. No era una tarea f�cil
para ella. Sent�a un dolor punzante, pero era tal la calentura despu�s de haber
visto la escena entre su amo y su amiga que, no quizo ni por un momento frustrar
los deseos de su "due�o", ni tampoco los suyos propios. Cuando el pene de
Martins alcanz� a traspasar el escollo, tard� unos segundos en acostumbrarse a
esa "extra�a" presencia dentro suyo y comenz� a recibir oleadas de placer. El
esfuerzo de Michael por penetrarla hizo que no pudiese controlar su eyaculaci�n
y en poco tiempo comenz� a acabar dentro del culo de su esclava. Un fogonazo de
placer invadi� la mente de Paula cuando sinti� el orgasmo de su amo, era algo
s�blime, jam�s alcanzado en las pocas relaciones que hab�a tenido hasta
entonces. Observ� como su amo retiraba el pene, y c�mo el mismo alcanzaba
r�pidamente el estado de flacidez y, antes de que el pene alcanzara su estado
habitual, Paula se abalanz� sobre �l, lo introdujo en su boca y comenz� a
limpiarlo con su lengua de todos los restos de semen, con la meticulosidad del
asesino que intenta borrar todas las huellas de su crimen. Estaba totalmente
enamorada de su Amo. Ning�n hombre podr�a ni siquiera igualarlo. Sent�a que, con
cada orgasmo que hab�a tenido, su mente ya no le pertenec�a y quer�a que su
cuerpo fuese un juguete para "Su Se�or".


Minutos despu�s, Paula y Patricia ya se encontraban totalmente vestidas,
a�n bajo trance hipn�tico y Martins estaba frente a ellas. En su mano ten�a una
especie de admin�culo de goma, de forma cil�ndrica, muy angosto en uno de sus
extremos, casi puntiforme, haci�ndose m�s ancho hacia el otro extremo. Era como
una especie de tap�n. Poni�ndolo ante los ojos de Paula, se dirigi� a ella:


- Esclava. Habr�s notado que he tenido que hacer un
gran esfuerzo para poder realizarte una penetraci�n anal. A tal punto que pronto
tuve deseos de acabar y no pude resistirlo. C�mo te dar�s cuenta, eso no me
provoca gran placer
-Paula o�a aterrorizada. Su Amo y Se�or estaba
reproch�ndole algo y ella se sent�a culpable de su desilusi�n. Tem�a que su Amo
la abandonase. No podr�a vivir sin �l. -El problema
es que tienes el orificio anal muy estrecho. Debemos hacer algo para dilatarlo y
creo tener la soluci�n. Patricia ya lo ha probado y hemos obtenido excelentes
resultados. S�lo necesito tu ayuda para evitar que esto vuelva a suceder.

-Paula desesper� de ansiedad. Har�a cualquier cosa por satisfacer a su Amo.
Cualquier cosa que �l le pidiese la cumplir�a sin siquiera pensarlo.
-Quiero que te introduzcas este dilatador en tu ano y lo
lleves puesto las 24 horas del d�a. Cuando est�s fuera del trance, obviamente,
sentir�s una molestia, pero la atribuir�s a un grano que te ha salido en la
zona. No querr�s verlo ni tocarlo. A la �nica persona que le comentar�s esa
"molestia" ser� a Patricia, y ella te responder� que lo dejes as�, que va a
desaparecer s�lo. Cada vez que sientas un dolor m�s fuerte, por ejemplo cuando
te sientes, una imagen muy placentera y excitante acudir� a tu mente y te
ayudar� a aliviar el dolor. S�lo te lo quitar�s cuando tengas que ir al ba�o a
hacer tus necesidades. En el momento de entrar al ba�o, entrar�s autom�ticamente
en trance hipn�tico, te lo retirar�s y luego volver�s a colocarlo en su lugar.
Una vez hecho �sto, despertar�s del trance y olvidar�s absolutamente todo lo que
hiciste. Para nuestra pr�xima visita, tu orificio estar� lo suficientemente
dilatado como para brindarme el placer que seguramente t� quieres brindarme. �No
es as�, esclava?


- Por supuesto, Amo. Har� todo cuanto me has pedido
y espero poder darte todo el placer que te merec�s. Cumplir� todas tus ordenes.
Quiero ser tu esclava perfecta y que me puedas cojer c�mo y cu�ndo gustes.


Martins sonri�. Si no fuera porque estaba completamente convencido del
profundo trance en que se encontraba su "paciente", pensar�a que estaba
representando la mejor de sus actuaciones. La sumisi�n y la devoci�n que hab�a
obtenido de Paula, lo gratificaba. Mientras le daba el dilatador a Paula y le
ordenaba que se lo pusiera, se dirigi� a Patricia:


- Esclava. T� te retirar�s de aqu�, pero continuar�s
en trance hipn�tico. Al llegar a la calle, pedir�s un taxi y te dirigir�s
directamente a tu casa. Una vez all�, te acostar�s en la cama y dormir�s
profundamente. Cuando despiertes, no recordar�s haber venido hasta aqu� ni nada
de lo que hoy ha sucedido y creer�s haber dormido toda la tarde. Saluda a tu amo
y vete.
-Patricia di� dos pasos hasta quedar frente a Martins, le di� un
apasionado beso mientras refregaba sus pechos y su pubis contra el cuerpo del
m�dico, se di� media vuelta y se retir�.


Cuando la puerta del consultorio se cerr�, Martins se coloc� frente a
Paula, quien ya se hab�a colocado el dilatador y se hab�a vuelto a vestir, y
chasque� los dedos frente a su cara. Paula despert� y se encontr� parada delante
de Martins. Sinti� una molestia en su ano pero no quiso darle importancia frente
al doctor. Quiz�s hab�a estado mucho tiempo sentada y a eso se deb�a la
molestia. Enseguida se di� cuenta lo bien que se sent�a an�micamente. Parec�a
reci�n despertada de una cura de sue�o. Sent�a una calma y una sensaci�n de
seguridad que la sorprend�an y la alegraban. Y verlo a Martins la excitaba cada
vez m�s. No sab�a como hacer para disimular la voracidad de su mirada. No pod�a
ni quer�a irse de all�. Ese hombre la atra�a cada vez m�s. Todo parec�a como
salido de un cuento de hadas. L�stima esa molestia que no desaparec�a......


Cuando, al otro d�a, lleg� a su trabajo, Patricia se encontraba haciendo
sus tareas. Paula entr� caminando con alguna dificultad y ni bien vi� a su
amiga, le dijo:


- Hola Patri, que sorpresa. Debe ser la primera vez
en meses que lleg�s antes que yo. �Te ca�ste de la cama o directamente no
dormiste?.


- Para nada. Al contrario. He dormido toda la santa
tarde y toda la noche. Me despert� sola, unos minutos antes que sonara el
despertador y decid� venir temprano, por lo menos una vez.
-contest�
Patricia, sonriendo.


- Dichosa de vos. Yo estoy desde ayer con una
molestia en el culo. Seguro que es un granito que me ha salido y no me deja ni
caminar.


- No te preocupes. Hace poco, a mi me ocurri� lo
mismo. No le di importancia y en poco tiempo desapareci�. Haceme caso, no le des
bola.
A todo esto, �C�mo te fue ayer en la
sesi�n?


- Estupendo. Yo no s� que es lo que hace este
hombre, pero estoy espl�ndida. Hoy tengo teatro y creo que con las ganas que
tengo no tendr�a problemas en actuar frente a diez mil personas.


- Genial. Si este tipo te cura, me vas a deber un
favor muy grande. No s� c�mo me lo vas a pegar
-le dijo Patricia con una
mirada provocativa. Paula no contest� pero a su cabeza acudieron varias formas
de pagarle el favor a su amiga. Eran demasiado atrevidas. Se ruboriz� con s�lo
pensarlas.


Paula se dirigi� a su escritorio y se sent�. El dolor que sinti� fue
terrible. Ese grano estaba creciendo cada vez m�s y la estaba mortificando
demasiado. Inmediatemente en su mente apareci� la imagen de Martins. So��
despierta como la besaba, la tocaba y la pose�a. Tuvo que reprimir un orgasmo
que amenaz� con venirle. Sin darse cuenta, se olvid� del dolor y comenz� con sus
tareas. Durante el transcurso de la ma�ana, sinti� ganas de ir al ba�o. Se par�
y con mucha dificultad camin� hacia la puerta del toilette. Cuando cerr� la
puerta del habit�culo, su mente se puso en blanco y sus ojos se vidriaron. Hab�a
entrado instant�neamente en trance hipn�tico, como se lo hab�a ordenado Martins.
Con toda precauci�n se quit� la ropa y se retir� el dilatador. Cuando finaliz�,
volvi� a coloc�rselo con mucho cuidado, se visti� y sali� del ba�o. De pronto
volvi� a la realidad. Se sinti� un poco confundida pero continu� sus quehaceres
con total normalidad.


Hab�an transcurrido ya unos d�as y Paula se hab�a acostumbrado al
"dispositivo" que ten�a en su interior y al que ella "confund�a" con un grano.
Ya casi no la molestaba y decidi� que el consejo de Patricia de ignorarlo hab�a
sido muy acertado. Lo que la ten�a preocupada era una sensaci�n que ven�a
notando desde hace algunos d�as. Cada vez le costaba m�s poder concentrarse en
cualquier actividad sin que la imagen de Martins apareciera en su mente. Si bien
no era �sto lo que realmente la preocupaba, ya que le provocaba sensaciones muy
placenteras, lo que verdaderamente la inquietaba era c�mo iba a reaccionar la
pr�xima vez que lo viese. Y para eso faltaban muy pocos d�as. Adem�s, esos d�as
entre una sesi�n y otra se volv�an interminables y ni la compa��a de Patricia,
que por cierto cada vez resultaba m�s placentera, pod�a apaciguar la ansiedad
por encontrarse con "su doctor". Mientras tanto, sus clases de teatro hab�an
progresado significativamente. Fue a pedido suyo que el director de la �ltima
obra que estaban ensayando, accedi� a realizar una presentaci�n con p�blico.
Esta decisi�n no solamente sorprendi� a su maestro sino que provoc� la alegr�a
de la mayor�a de sus compa�eros y la envidia de aquellas "colegas" que antes se
quedaban con su papel, cuando ella era presa de los ataques de p�nico. En una o
dos semanas se llevar�a a cabo esta prueba piloto y Paula quer�a cont�rselo
cuanto antes a Martins, un poco para demostrarle lo bien que iba el tratamiento
y mucho m�s para pedirle que reforzara el mismo para evitar cualquier
inconveniente. No pod�a dejar pasar esta oportunidad. Pensaba que, tal vez,
pod�a ser la �ltima. Era por eso que no ve�a la hora de encontrarse con el
m�dico y buscaba en su mente cualquier excusa para poder verlo antes de la cita
pactada. Ninguna excusa le parec�a razonable y veros�mil. Lo que Paula no sab�a
era que Martins, casi en ese mismo momento, tambi�n buscaba alg�n artilugio para
encontrarse con ella.




Cap�tulo Siete: Una visita "casual"


Michael Martins estaba sentado en su escritorio. Ten�a m�s de una hora
para pensar. El paciente que ten�a que ocupar ese turno hab�a avisado que se
sent�a un poco engripado y hab�a pedido aplazar la sesi�n hasta la semana
pr�xima. Este percance, m�s que incomodarlo, lo motivo a encontrar alg�n ardid
para encontrarse nuevamente con Paula. Estaba muy entusiasmado con ella ya que
hab�a aceptado las sugestiones muy r�pidamente, mucho m�s que cualquier otro
paciente. Se notaba que estaba totalmente decidida a superar su problema y por
tal motivo, inconscientemente, hab�a condicionado su mente para recibir
cualquier sugesti�n. Martins hab�a logrado con ella, en tiempo record, lo que le
hab�a llevado muchas sesiones con otras, inclu�da Patricia. Pero a diferencia de
Patri, Martins no hab�a insertado en su mente una sugesti�n post-hipn�tica para
sumergirla en trance, por ejemplo, telef�nicamente. A Patricia, y a casi todos
los dem�s pacientes, bastaba hacerles un llamado telef�nico, pronunciar la
palabra clave e inmediatamente �stos entraban en un profundo trance y obedec�an
ciegamente sus �rdenes. Esto le serv�a a Martins para "convocar" a cualquiera de
sus "esclavas" para su satisfacci�n personal o para algunos de los negocios
paralelos que dirig�a, adem�s de su profesi�n. Centenares de empresarios,
actores, pol�ticos, deportistas, diplom�ticos o cualquier hombre de negocios, no
ten�an m�s que llamarlo por tel�fono, solicitarle la mujer de sus preferencias y
�l eleg�a a la indicada de su extensa lista de "esclavas", las llamaba por
tel�fono, las hac�a entrar en trance y las convocaba a su consultorio. Una vez
all�, acondicionaba a la esclava y la mandaba al lugar donde la esperaba el
"cliente". Por supuesto que Martins recib�a onerosas sumas de dinero por tal
actividad con nada de gastos. Sus esclavas hac�an el trabajo a la perfecci�n, no
ten�an ninguna reserva moral de hacer cualquier cosa, hasta las mas degradantes
y humillantes y por sobre todo no recib�an un centavo. S�lo se conformaban con
que su "Amo" las premiara con una felicitaci�n. Viv�an para verlo complacido.
Luego las despertaba y les ordenaba que olvidaran todo lo ocurrido. Con Paula la
cosa era diferente. No hab�a tenido tiempo de insertar una sugerencia de este
tipo en su mente ya que hab�a tenido s�lo dos sesiones con ella. Pero los
resultados de esos pocos encuentros hab�an sido m�s que satisfactorios y �l
cre�a que estaba ante una "mina de oro". Esa chica, en trance, era capaz de
cualquier cosa y adem�s era "carne nueva" para volver a tentar a sus clientes
m�s influyentes. Necesitaba una excusa para poder ver a Paula m�s seguido e
intensificar su entrenamiento, pero no quer�a que ella pensara que el aumentar
la frecuencia de las sesiones significara que algo andaba mal en su tratamiento,
por lo tanto Martins estaba pensando la manera de traerla hasta su consultorio
de la manera m�s casual posible. Se detuvo un instante a pensar que una de sus
primeras sugestiones post-hipn�ticas estaba funcionando muy bien. Le hab�a
ordenado a Paula que cada vez que despertara de un trance hipn�tico sintiera una
atracci�n especial hacia �l, que poco a poco se ir�a transformando en
irresistible. Por la manera de mirarlo y por las posturas que Paula adoptaba en
su presencia, estando despierta, se convenci� de que ella estaba sintiendo algo
muy especial. El objetivo era saber hasta donde llegaba esa atracci�n y se le
ocurri� una idea para averiguarlo y, adem�s, lograr que viniese voluntariamente
hacia �l.


- Educaci�n, Buenas Tardes, mi nombre es Paula, �En
qu� puedo ayudarlo?


- S�, buenas tardes Paula. Soy Michael Martins. -por unos segundos Paula se qued� sin habla. Lo que menos esperaba era estar
hablando por tel�fono con "su" doctor. �Ser�a para suspender la sesi�n del
jueves? O quiz�s querr�a hablar con Patricia. �Algo andaba mal en su
tratamiento?. �stas y miles de conjeturas m�s cruzaron por su cabeza en un
instante, tratando de imaginar el motivo del llamado. Al notar que Paula no
respond�a, Martins continu�: -Antes que nada te
pido disculpas por molestarte en tu trabajo, pero es que mi secretaria, Adriana,
hoy ha tomado el d�a libre para realizar unos tr�mites personales y por ese
motivo he sido yo quien abri� el consultorio. Al hacerlo encontr� un mensaje en
el contestador. Era una paciente que solicitaba anticipar la sesi�n ya que ten�a
cosas muy importantes que contarme. Desgraciadamente su mensaje excedi� el
tiempo de grabaci�n y no pude saber quien era. Por la voz supuse que podr�a
tratarse de t� y por eso es que decid� chequearlo hablando directamente contigo.
-explic� Martins, tratando de armar una mentira con distintos sucesos reales.


Paula comprendi� que "el destino" le estaba dando la oportunidad que hab�a
estado esperando. Sin importarle las consecuencias, decidi� tomar el lugar de
esa paciente que hab�a llamado a Martins, sin saber que todo era una fabulaci�n
del doctor.-


- Bueno, en verdad fui yo quien lo llam�. Pero
quiero aclararle que el mensaje no se cort� por haberse excedido el tiempo de
grabaci�n, como usted supuso. Lo que pasa es que me di� mucha verguenza
molestarlo y decid� cortar la comunicaci�n.


Del otro lado de la l�nea, Martins sonri�. El plan hab�a funcionado a la
perfecci�n. Decididamente, Paula estaba desesperada por encontrarse con �l y no
le importaba mentir para conseguirlo. S�lo faltaba la parte m�s f�cil: hacerla
venir a su consultorio.


- Pero eso est� muy mal. Si tienes la necesidad de
contarme algo y no puedes esperar hasta la pr�xima sesi�n, es l�gico que me
llames y me lo digas. Nuestro tratamiento est� en sus comienzos y cualquier cosa
que te perturbe debes compartirla conmigo, si lo deseas. Ahora soy yo quien te
pide que vengas cuanto antes y resolvamos tus inquietudes.


- Es que me imagino que usted deber� tener la agenda
muy ocupada y no quiero crearle una incomodidad...


- Nada de eso. Justamente a las 20:00 horas tengo un
turno libre y me gustar�a que pudi�semos encontrarnos a esa hora.


Era fant�stico, pens� Paula. Le dar�a tiempo para llegar a su casa y
cambiarse de ropa "apropiadamente" para su encuentro con el doctor.


- Bueno, si usted no tiene inconvenientes, a las
ocho estar�a por all�.


- Perfecto. Te espero. Hasta luego, Paula.


Martins estaba satisfecho. Su nueva esclava estaba reaccionando mejor de
lo previsto. Y sin necesidad de hipnotizarla. Se levant� de su silla y se
dirigi� hacia la sala de espera donde se encontraba el escritorio de Adriana,
qui�n, obviamente, no hab�a salido a hacer ning�n tr�mite personal, como le
hab�a mentido a Paula.


- Adri, necesito que suspendas el turno de las 20:00
horas, ya que he recibido un mensaje urgente y tengo que presentarme en casa de
un colega que necesita una interconsulta. Dem�s est� decir que c�mo es el �ltimo
turno del d�a, me gustar�a que te retires a tu casa unas horas antes de lo
normal. En m�s de una oportunidad has tenido que quedarte despu�s de hora y por
lo menos hoy me gustar�a recompensarlo.


- Bueno, como vos quieras. Desde ya te agradezco.
Voy a aprovechar para pasar por el supermercado y hacer algunas compritas.


- Ok. -Martins volvi� a entrar a su
consultorio y cerr� la puerta tras de s�. Es probable que a su pr�ximo paciente
lo durmiese por toda la sesi�n as� ten�a tiempo para pensar el plan que ir�a a
aplicar con Paula.


En casi todo el camino, desde su casa hasta el consultorio de Martins,
Paula hab�a recibido infinidad de piropos. Algunos inocentes pero la gran
mayor�a decididamente subidos de tono, cas� groseros. Es que su atuendo, su
maquillaje y su manera de caminar, un poco forzada por el dispositivo que a�n
permanec�a en su interior, invitaba a todo aquel que se la cruzaba a por lo
menos comerla con los ojos. Como el d�a era primaveral, hab�a decidido ponerse
un top de lycra bien ajustado, que marcaban y exageraban el tama�o de sus
inmensos pechos y dejaba al descubierto desde el ombligo hasta el comienzo de su
vientre. Una minifalda negra, de cuero, que apenas tapaba sus cachetes, unas
medias de encaje negro que afinaban y le daban una m�xima sensualidad a sus
piernas y unas botas de gamuza que llegaban hasta casi sus rodillas acompa�aban
el atuendo. Adem�s su maquillaje era decididamente provocativo y hab�a tenido
unos minutos para pasar por la peluquer�a y retocar su pelo. Desde la �ltima vez
su pelo hab�a crecido muy poco, pero decidi� volverlo a dejar bien cortito y
aument� la tonalidad del rojizo. Cuando lleg� la sorprendi� la ausencia de
Adriana, pero record� lo que le hab�a dicho Martins por tel�fono. La idea de
estar completamente a solas con �l la excit�. Muy poco tiempo debi� esperar su
turno ya que a los pocos minutos de haber llegado, se abri� la puerta y sali�
Martins, qui�n, como todo el mundo ese d�a, se tom� unos segundos para observar
el look de su paciente. Paula lo not� y al comienzo se ruboriz�, pero
inmediatamente se sinti� muy reconfortada por la mirada que estaba recibiendo y
aument� su excitaci�n, se puso de pie y ante la invitaci�n del doctor, pas� al
consultorio.


Se sent� en su silla y comenz� a explicarle a Michael el motivo de su
"anticipada" visita. Le cont� lo que hab�a sucedido en el grupo de teatro, la
posibilidad de hacer una obra con p�blico y su deseo de reforzar el tratamiento
para que no surgiera ning�n imprevisto. Mientras hablaba, hab�a cruzado sus
piernas, dejando todo a la vista del doctor. Este no pod�a resistir dirigir sus
ojos hacia la entrepierna de Paula, y cuando lo hac�a, no pod�a evitar llevarlos
hasta sus pechos. Paula se di� cuenta y exager� su postura en un juego de
provocaci�n que manten�a el clima al rojo vivo. Cuando Paula termin� su
exposici�n, Martins la tranquiliz�, le dijo que todo iba a salir bien y que,
mientras ella hab�a hablado, hab�a pensado una t�cnica que reforzar�a su
autoestima y le dar�a la seguridad necesaria para enfrentar ese compromiso sin
ning�n inconveniente. Le pregunt� si estaba lista y, ante su aceptaci�n, se
par�, se coloc� frente a ella y chasque� los dedos.


Paula entr� en trance inmediatamente. Se puso de pi� como impulsada por un
resorte ya que pens� que era una falta de respeto estar sentada frente a "su
amo" y recit� su plegaria ante Martins:


- Amo, estoy a tu disposici�n. He obedecido todo lo
que me has pedido y quiero saber si lo he hecho bien.


- Veremos, esclava, veremos. Para confirmarlo quiero
que te quites la ropa, te quedes completamente desnuda y te pongas en cuatro
patas para poder observar tu culo.


Paula obedeci� de inmediato. En unos instantes estaba totalmente desnuda y
en la posici�n que le hab�a ordenado su amo. Martins observ� que el dispositivo
se encontraba totalmente introducido dentro del culo de Paula y decidi�
quitarlo. Al hacerlo noto que el orificio anal se hab�a dilatado bastante. Si no
era todav�a lo suficientemente grande era porque el dispositivo tampoco lo era.
Lentamente, comenz� a desabrochar sus pantalones, ante la excitaci�n de su
esclava, que no solo imaginaba lo que estaba por suceder, sino que lo deseaba
con toda su alma. Martins introdujo su pene, con algo menos de dificultad que la
vez anterior, mientras que con las dos manos aprisionaba los pechos de Paula. Si
bien sent�a una sensaci�n placentera, no estaba del todo conforme. El conducto
segu�a siendo lo suficientemente estrecho y la presi�n que hac�a sobre el pene
provocaba en �l unas r�pidas ganas de eyacular. Y era eso lo que no lo
satisfac�a. La mayor�a de sus "clientes" eran personas de edad que apenas si
ten�an restos para un solo "polvo", y no les ca�a nada bien abonar considerables
sumas de dinero para tan poco tiempo de placer. Contrataban a las muchachas de
Martins porque �ste les aseguraba que ellas se someter�an a los juegos m�s
perversos y humillantes con absoluta docilidad, juegos a los que nunca se les
ocurrir�a ni siquiera proponer a sus respectivas esposas y/o amantes. Y las
j�venes no solo obedec�an sino que hasta se las ve�a gozar como si fueran ellas
las que estaban recibiendo "el servicio". Como estaba gozando Paula en ese
momento, quien totalmente ajena a los pensamientos de su amo, ya hab�a alcanzado
el tercer orgasmo, furibundo, explosivo, que nublaba totalmente su mente y la
convert�a en m�s d�cil, m�s obediente, m�s "esclava perfecta".


Martins desech� r�pidamente la idea de introducir un dilatador m�s grande
en el culo de Paula, debido a que le iba a molestar mucho y, estando fuera de
trance, podr�a darse cuenta de lo que llevaba insertado. Retir� su pene del culo
de su esclava sin haber eyaculado, lo que provoc� en Paula un gran desconsuelo.
De todas maneras se qued� en la posici�n en la que se encontraba para no
molestar ni desobedecer a su amo. Mientras tanto, Martins se qued� pensando un
momento hasta que se le ocurri� una idea, que decidi� ponerla en pr�ctica en ese
mismo momento.


- Paula, quiero que me mires a los ojos -la
joven abandon� inmediatamente su posici�n y se coloc� frente a su amo,
completamente desnuda, mir�ndolo fijamente a los ojos- A la cuenta de tres vas a dormir profundamente, pero te mantendr�s de pie.
Vas a estar totalmente relajada y tu mente abierta a todas mis �rdenes, las
cuales, como es l�gico obedecer�s ciegamente y sin ninguna
objeci�n....uno......dos......tres.


Los p�rpados de Paula cayeron de inmediato y su cara mostr� un estado de
relajaci�n total. La cabeza cay� sobre su pecho y los brazos quedaron colgando a
cada lado de su cuerpo. Parec�a un robot al que hab�an desenchufado. Martins
continu�:


- Cuando despiertes, por supuesto, no recordar�s
nada de lo que ha sucedido aqu�. Te sentir�s muy feliz y muy plena. Cuando
salgas a la calle, inconscientemente, mirar�s detenidamente a todos los hombres
que se crucen en tu camino y cuando encuentres alguno bien robusto y que te
parezca que puede estar "bien dotado" sentir�s una atracci�n irresistiblemente
sexual hacia �l. Lo intentar�s seducir de todas las maneras hasta lograr
llev�rtelo a la cama. Una vez all� s�lo permitir�s que te penetre por el culo.
Intentar�s quedarte toda la noche con �l y durante toda la noche har�s que te
penetre por atr�s. Obedecer�s a todo lo que te pida, sea lo que fuese, a cambio
de que te siga haciendo el culo todo el tiempo posible. No te estar� permitido
tener un orgasmo, pero lo buscar�s intensamente, por lo que querr�s hacer el
amor durante toda la noche. Para lograr que tenga una erecci�n que le dure
varias horas, le mezclar�s esta pastilla en alguna bebida que est� tomando.
Cuando est� distra�do, entrar�s en trance momentaneamente y dejar�s caer esta
pastilla en su vaso, luego saldr�s del trance y no recordar�s haberlo hecho.
Cuando llegues a tu casa, despu�s de haber cumplido mis �rdenes te acostar�s a
dormir un rato, hasta que llegue la hora de ir a tu trabajo, y cuando despiertes
no recordar�s nada de lo sucedido la noche anterior. �Me has comprendido?


- Absol�tamente, amo. He comprendido y obedecer�


- Muy bien, esclava. Ahora quiero que abras los ojos
pero sigas en trance hipn�tico.
-Paula los abri� inmediatamente y su cara
volvi� a tener la expresi�n de esclava d�cil y obediente.


- Antes de que te vayas, me gustar�a que con tu
hermosa boca me ayudes a descargar toda la leche que he guardado para t�.


Paula comprendi�. Su cara se ilumin�. Su amo le estaba ofreciendo su leche
y ella quer�a recibirla como el regalo m�s importante de su vida. Se arrodill�
hasta quedar a la altura del miembro de Martins y comenz� a esforzarse para que
esa mamada fuese inolvidable. Trag� toda la leche con una devoci�n y un esmero
digno de una esclava bien aplicada.


Tercera Parte...


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Relato: Un tratamiento muy particular (2)
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