Relato: La horrible duda (11: Mis chicas sospechan...)



Relato: La horrible duda (11: Mis chicas sospechan...)

�Es solo Mariluz?. Y entonces, �por qu� no viene a mi cama
abiertamente, sin tanto misterio?. La idea de que sea mi hermana Carla, al
principio me llenaba de culpa y remordimientos, pero con el paso del tiempo
empiezo a aceptar una situaci�n inimaginable anteriormente. �Y si son las dos?.
En este caso, no s� qu� pensar ni c�mo actuar a partir de este momento. �Alguien
puede darme alg�n consejo?. Lo agradecer� en el alma.


(Este relato es el und�cimo de 11. El primero fue publicado
en estas p�ginas el 08-07-2003. Mejor, los leen antes para hacerse una idea, y
luego contin�en con este).



Eran m�s de la 1:30 cuando al fin consegu� llegar a nuestra
casa alquilada, que estaba vac�a y silenciosa. Recorr� las habitaciones, pero
las chicas, previsiblemente cansadas de esperarme, probablemente hab�an ido a la
playa.


Me dediqu� a vaciar el maletero repleto con mis compras,
subi�ndolo hasta la cocina, y despu�s a colocar todo en donde me pareci� m�s
adecuado. Sent�a una sed inmensa, que una cerveza helada del frigor�fico se
encarg� de paliar. Me encontraba sudado, sucio y pegajoso, despu�s de mi
encuentro con Greta, y los esfuerzos posteriores. Las 02:10, y las chicas
segu�an sin aparecer.


Me desnud� r�pidamente, introduciendo las prendas en el cesto
de la ropa sucia, lo que me evitar�a probablemente explicaciones por su aspecto.
Tom� una segunda cerveza, y me dirig� a la ducha.


Segundos despu�s, sent�a como el agua apenas tibia limpiaba y
relajaba mis m�sculos. Una mirada a mi pecho confirm� lo que estaba temiendo:
aunque desva�das, hab�a dos manchas rosadas, producto de la pasi�n de Greta, e
ignoraba si mi cara presentaba alguna marca m�s. Me re�, al pensar que la chica
posiblemente habr�a tenido que explicar las causas de las se�ales que deb�an
haberla dejado mis ligeros mordiscos. Bien, no ten�a forma de arreglarlo. En
circunstancias normales, la ropa habr�a ocultado mis se�ales, pero estando
desnudo todo el d�a� ni modo.


Fue en ese instante cuando sent� abrirse la puerta, y o� las
voces de las dos chicas. Unos instantes despu�s, entr� Mariluz en el aseo,
"vestida" con uno de sus escuetos bikinis.


- �Hombre!, por fin -exclam�-. �D�nde te hab�as metido?.


- Me entretuve porque hab�a mucha gente, y cuando volv�, ya
no estabais -expliqu�-.


- Pues mucho debieron entretenerte, porque nos fuimos a la
playa a las 12:30, y t� a�n no hab�as aparecido -me reconvino -. �Por qu� no
fuiste a buscarnos?.


- Sinceramente, ten�a calor, y no me apetec�a ponerme al sol
-ment�-.


Mientras hablaba, se hab�a quitado las dos breves prendas,
que introdujo en el recipiente de la ropa para lavar. Pens� que ya no tendr�a
que dar explicaciones, ni siquiera por las manchas de mi camisa. La vista de su
desnudez, a la que a�n no me hab�a acostumbrado, me produjo una punzada de
deseo, m�s intelectual que otra cosa, porque me encontraba saciado en ese
aspecto. Mariluz tom� la lata de cerveza mediada de sobre el lavabo, y le dio un
ansioso trago.


En ese momento entr� Carla. Llevaba puesto �nicamente el
sujetador, y tra�a en la mano la peque�a braguita de su bikini.


Mariluz se introdujo en ese momento bajo la ducha,
empuj�ndome juguetonamente.


- D�jame sitio, no te quedes con toda la ba�era para ti solo
-pidi�-.


- �Hace mucho que est�s en casa? -pregunt� Carla-.


- Un rato -respond�, sin especificar-.


Mariluz entonces advirti� las se�ales en mi pecho.


- �Y eso?.


Hice ver como que me daba cuenta por primera vez de las
marcas.


- No s�, supongo que ya las ten�a esta ma�ana�


- De eso nada, precioso, que yo me he dado un lote de vista
contigo, como siempre, y no las ten�as -ironiz� Mariluz-.


�Se han dado cuenta de que a veces contar una verdad
incre�ble, como la que me hab�a sucedido, es la mejor manera de que no te
crean?. Puse cara compungida.


- Bueeeeee. Os dir� la verdad. �Os acord�is de Greta, la
alemana de la playa nudista?. Pues me he encontrado con ella, y nos hemos dado
un revolc�n en su cama.


Sucedi� como me esperaba. Mariluz se ech� a re�r.


- �Anda ya, menos lobos!. No nos querr�s hacer creer que te
le has follado as�, sin m�s�


Se qued� mirando especulativamente mi pene fl�ccido, y luego
lo hizo balancearse a un lado y otro con un dedo.


- �Joder!, Carla, mira. No se le levanta, como suele. A lo
mejor dice la verdad y todo.


Pero sus carcajadas desmintieron sus palabras. Sin embargo,
el rostro de Carla me indic� que al menos hab�a dudado por un instante.


Ya hab�a terminado, as� que sal�, dej�ndole todo el espacio a
Mariluz. Carla segu�a con el sujetador puesto. Me puse a su espalda, a�n
chorreando agua, y se lo desabroch�, liberando sus pechos, que cog� en mis dos
manos, abraz�ndome a ella.


- �No dec�as que no estaba empalmado? -chill� Carla-. Mira,
mira.


Huy� de m�, meti�ndose en la ba�era con la otra chica,
mientras ambas re�an a carcajadas.


Despu�s de terminar de secarme, me demor�, admirando los dos
cuerpos femeninos desnudos que se alternaban bajo el agua. Finalmente, Carla
cerr� el grifo.


- No te quedes ah� parado, anda. Alc�nzanos las toallas.


Se las entregu�.


- �No quer�is que os seque? -dije, fingiendo una expresi�n
l�brica-.


No tuve por menos que echarme a re�r. Como si se hubieran
puesto de acuerdo, ambas exclamaron a la vez.


- S�cala a ella.


Las dej� solas, y estuve escuchando sus carcajadas y
cuchicheos hasta que se reunieron conmigo en la cocina.




Despu�s de comer, advert� que las dos chicas hab�an cogido
una buena raci�n de sol. Ten�an enrojecidos los hombros, y se advert�a la
diferencia entre las partes de sus cuerpos cubiertas por los sujetadores y las
braguitas, cuya piel aparec�a ligeramente tostada, con el rosa intenso de las
partes expuestas.


Me ofrec� a extenderles un "after sun".


- Este, con tal de darse el lote con nosotras, no sabe qu�
inventar -ironiz� Mariluz-.


- Pues tiene raz�n. A m� me escuecen los hombros -convino
Carla-.


Mariluz fue a buscar el tubo de pomada. Al cabo de un rato,
escuchamos su voz desde el dormitorio.


- �Recuerdas d�nde lo dejamos?. No lo encuentro.


Mi hermana y yo nos dirigimos hacia all�. Durante un rato,
estuvimos revolviendo los cajones y las bolsas de playa, pero no aparec�a.


Finalmente, la b�squeda nos llev� hasta mi dormitorio. Yo no
recordaba haberlo dejado all�, pero apareci� en el caj�n de una de las dos
mesillas de noche. Mientras Carla y yo registr�bamos todo, Mariluz se hab�a
tendido en mi cama.


- �Sabes que �sta habitaci�n es m�s fresca?.


- Pues nada, -respondi� Carla- si te apetece, cambiamos: t�
duermes desde ahora con mi hermano, y yo me quedo la otra habitaci�n para m�
solita.


- �Qu� te lo crees, que voy yo a dormir en la misma cama que
�ste s�tiro! -replic� su amiga-. Sin embargo, si quieres t� puedes cambiar.
�C�mo sois hermanos, seguro que �l te respeta, y no se te sube encima en cuando
apagu�is la luz!.


Y se ech� a re�r a carcajadas, ante la confusi�n de Carla.
Sent� que deb�a vengarme. Tom� el tubo, y me acerqu� a ella:


- Anda, que voy a untarte esto. Pero necesito que colabores�


Me mir� extra�ada.


- S�, mujer -continu�- mira, la mejor postura es abierta de
piernas�


Se incorpor� y me dio un cachete, sin demasiada fuerza.


- �Golfo, sinverg�enza!. �Ser� posible?.


- Mejor, os dejo solos� -ofreci� Carla-.


- �Ni se te ocurra, hermosa! -salt� r�pida Mariluz-. Adem�s,
t� est�s m�s quemada que yo.


Palme� la cama, antes de continuar�


- Ven, t�mbate aqu� a mi lado, y as� controlas que �ste no me
meta mano.


Pero se la met�, y a modo. Estuve dedic�ndome a los pechos de
las dos, hasta que Carla protest� d�bilmente:


- Oye, que lo que tengo quemados son los hombros, no los
pezones. Comp�rtate.


Mariluz me abraz� por la espalda, y se ech� a reir.


- A lo mejor, la que sobra soy yo�


Me volv� hac�a ella, y puse mi mano en su vulva, mientras
preguntaba:


- Y aqu�, �est�s quemada?. Mmmmm -continu�- seguramente s�,
porque est�s muy caliente.


La broma, despu�s de otro cachete, impuls� a las chicas a
subirse encima de m�, frot�ndome todo el cuerpo como si me extendieran una crema
inexistente. Mientras me dedicaba ahora a los pechos de Mariluz, que se
bamboleaban sobre m�, sent� varias veces manos que agarraban mi pene, que empez�
a crecer inexorablemente con las caricias.


- �Mira, mira! -chill� Mariluz-. Despu�s de todo, no le hab�a
echado un polvo a su Greta�


Decid� que ya ten�a bastante. Despu�s de aquello, s�lo
quedaba subirme encima y echarle un polvo, como ella misma dec�a. Pero estaba
seguro de que no lo permitir�a. Me relaj� sobre la cama, tendido boca arriba, y
las bromas cesaron.


Fue la misma Mariluz la que propuso, "ya que est�bamos all�
los tres" hacer la siesta en mi cama. Las dos chicas se volvieron, d�ndome la
espalda. Y yo me qued� entre ambas, intentando controlar el deseo que me
asaltaba de introducir mi mano entre sus piernas, acariciar sus vulvas�


Me levant� y me fui a la sala de estar. Ninguna de las dos
dijo nada, aunque yo estaba seguro de que continuaban despiertas�




Ninguno ten�a ganas de salir aquella noche. Yo me encontraba
relajado por primera vez en aquellos d�as, despu�s de mi aventura con Greta. Las
chicas� no s� cuales eran sus motivaciones, pero Carla coment� en un momento
determinado que ya le estorbaba la ropa cuando sal�amos, despu�s de aquellos
d�as de desnudez casi constante.


En m�, algo hab�a cambiado, sin embargo. Ya no me encontraba
constantemente excitado. Me estaba acostumbrando a la visi�n de los dos pares de
pechos, de los muslos incitantes, de los sexos mostrados, ahora s�, con absoluta
despreocupaci�n, de las nalgas de las dos movi�ndose cadenciosamente ante m�.
Pens� que quiz� hab�a que ponerle un poco de "pimienta" a aquello, para mantener
el inter�s. Pero no quise iniciar una historia como la de la noche anterior.


Yo cocin� un par de tortillas espa�olas, con las patatas
cortadas por Carla, mientras Mariluz preparaba una gran ensalada.


Cenamos en la misma cocina. Otro detalle: ninguna propuso un
nuevo "picnic" en la terraza.


Eran poco m�s de las 22:00 cuando acabamos de recoger la
loza, y fregarla entre Mariluz y yo, mientras Carla la secaba y colocaba en los
estantes.


En un momento determinado, Mariluz se qued� pensativa unos
instantes.


- �Sab�is?. No hemos vuelto a comprobar si los vecinos se lo
siguen "montando" en plan org�a.


- Una org�a es "todos contra todos" -intervino Carla-. Y ah�
se follaba en p�blico, pero cada uno con su pareja.


- �Y qu� sabes t� qu� hicieron despu�s de cerrar la cortina?
-pregunt�-.


- Tengo una idea -dijo Mariluz-. Vamos a la ventana de tu
dormitorio, a ver si vemos algo.


Nos dirigimos a mi dormitorio, pero las luces de la otra casa
estaban apagadas. Nos volvimos desilusionados.


- �Qu� hacemos hasta la hora de dormir? -interrogu�-.


Mariluz puso una exagerada cara de lujuria.


- Se me ocurre�


- �De eso nada, rica m�a! -protest� Carla-. Ya tuvimos
bastante con tus ideas.


- No, si no era nada malo -se quej� Mariluz-. Se trata de
tendernos en la terraza a contar estrellas fugaces. Creo que hoy se esperan
bastantes, seg�n tengo entendido�


Luego a�adi� r�pida.


- Y el que m�s consiga ver, elige a qui�n follarse de los
otros.


Se ech� a re�r ante nuestra cara de consternaci�n.


- Era broma. Anda, si quer�is, vamos a preparar la terraza.
Apagad la luz.




Est�bamos tendidos los tres muy juntos en la terraza, con la
�nica claridad p�lida de las estrellas, que no permit�a distinguir apenas las
facciones. S�lo, volviendo la cabeza a un lado y otro, distingu�a vagamente las
formas de los dos cuerpos desnudos tendidos junto al m�o, manchas m�s claras que
la alfombra del sal�n sobre la que est�bamos. Nos mantuvimos sin hablar a lo
largo de muchos minutos. Finalmente, fue Carla la que rompi� el silencio:


- �En qu� pens�is? -pregunt�-.


- T� primero, que has sido la que pregunt� -respondi� Carla-.


- Pues, estaba pensando�


Tras unos segundos, se puso boca abajo, y se volvi� hacia
nosotros, acodada en uno de los cojines que nos serv�an de almohada.


- Suponed por un momento que anoche hubierais estado los dos
solos, jugando al mismo juego. �Qu� habr�ais hecho con el mismo papel que os
mandaba follar?.


- �Eh! -continu�-. La verdad. Si no quer�is responderme, os
call�is, pero nada de mentiras�


Se hizo un silencio inc�modo, que finalmente me v� obligado a
romper, ya que Carla no se decid�a. Me ayud� bastante no poder ver a Carla, y
que ella no pudiera distinguir mi rostro.


- Creo que lo habr�a hecho -respond�-. Mirad, antes de estos
d�as, para ser muy sincero, s�lo hab�a sentido leves punzadas de deseo las dos o
tres veces que pude contemplarla con poca ropa. Pero, despu�s de lo que hemos
vivido, siento lo mismo que si no se tratara de mi hermana. Las dos, casi por
igual, me inspir�is el mismo apetito, no puedo evitarlo. La visi�n de vuestros
cuerpos, casi permanentemente desnudos, me ha tenido en un estado de excitaci�n
que no se calma siquiera con las visitas nocturnas, ya me entend�is.


Me mord� la lengua, para no hacer de nuevo la pregunta cuya
respuesta me hab�a sido negada hasta el presente por las chicas.


- Ahora t�, hermosa -invit� Mariluz-.


Imagin� la cara ruborizada de Carla, mientras notaba que el
deseo estaba volviendo a m�, estimulado por las implicaciones de nuestra
conversaci�n.


- Yo no estoy segura de lo que sent�


- �De eso nada!. No vale. Hemos dicho que la verdad, toda la
verdad, y nada m�s que la verdad -protest� Mariluz-.


- Bueno -continu� Carla lentamente-. Anoche me encontraba muy
excitada. A m� me pasa lo mismo que a mi hermano. Una vez entr� en el ba�o, en
su casa, y le vi desnudo durante un momento. Me march� r�pidamente, porque no me
parec�a bien espiarle, pero�


- Bueno, -continu�-, estaba muy�


- Mojada -continu� Mariluz-.


- S�. -acept� Carla-.


- Pero no nos has dicho a�n que habr�as hecho� -inquiri�
Mariluz-.


Carla se qued� callada durante unos minutos. Luego continu�.


- Bueno, creo que de haber estado solos, habr�a bastado con
que �l me tocara� y s�, debo reconocer que me habr�a dado reparo, pero lo
habr�a�


- �Qu�? -insisti� Mariluz-.


- Bueno, que yo...


Finalmente se decidi�.


- Creo que le habr�a permitido follarme -dijo en voz muy
baja-.


- O sea, que anoche fue s�lo mi presencia la que os impidi�
revolcaros� -concluy� Mariluz-. Es bueno saberlo� �Quer�is que me vaya al
dormitorio y os deje solos?


Yo ten�a la boca seca, y mi erecci�n era patente en aquel
momento. Pens� durante unos instantes en el absurdo de todo aquello. Carla y yo
acab�bamos de reconocer que no nos importar�a hacer el amor. Mariluz ya me hab�a
dejado claro en varias ocasiones que estaba m�s que dispuesta. �Qu� demonios era
lo que nos imped�a a los tres satisfacer nuestras ansias?. Aunque, bien mirado,
al menos una de ellas ya lo hab�a hecho, aunque sin llegar a las �ltimas
consecuencias a�n.


- Oye, Mariluz, t� no te has "confesado" a�n -invit�-.


No se hizo rogar.


- Pues, tengo que reconocer que anoche te habr�a follado sin
dudarlo. Me daba un poco de reparo la presencia de tu hermana, pero no dud�is ni
por un momento que estaba tan, tan caliente, que no me lo habr�a pensado dos
veces.


(�Qu� se pod�a responder a aquello?).


- Y ahora, �c�mo est�s de caliente? -pregunt� con iron�a-.


- Mira rico, compru�balo por ti mismo.


Tom� mi mano y la dirigi� a su vulva. Estaba muy h�meda.


- �Y t�, Carla? -pregunt� a mi hermana-.


- Bueno yo� -dud�-.


Yo estaba lo suficientemente excitado como para que no me
importaran gran cosa las consecuencias. Sin pensarlo, puse mi mano sobre el co�o
de Carla, que estaba igualmente caliente y h�medo. Ella se contrajo por la
sorpresa un momento, pero luego apret� los muslos en torno a mi mano. Aquello
s�lo ten�a una salida.


- Creo que debemos terminar lo que qued� interrumpido ayer
-comenc�-. Voy a retirarme a mi dormitorio. Vosotras sorte�is o lo que sea, y os
espero all� dispuesto. Pod�is venir una de vosotras, o las dos, juntas o
separadas, como quer�is. Y os recuerdo que all� no hace falta que me vend�is los
ojos. Alguna al menos ya sabe que no se ve un pimiento.


Me levant�, y me dirig� a mi gran cama de matrimonio. Durante
unos minutos, no pas� nada. Despu�s, not� otra presencia en la habitaci�n. Un
cuerpo femenino se tendi� sobre el m�o, y empez� a morderme la boca, m�s que
besarme. Yo introduje una mano entre sus piernas, y comenc� a acariciar una
vulva empapada de deseo. La chica elev� ligeramente el trasero para facilitar la
siguiente acci�n, y yo no lo pens� dos veces. Tentando con una mano, introduje
mi pene en su interior, empec� a contraer y relajar muy lentamente mis caderas,
impulsando a mi verga a entrar y salir poco a poco de su lubricada vagina,
mientras me aferraba a sus nalgas, como para evitar que su cuerpo se separara
del m�o ni un instante.


Verdaderamente, deb�a estar muy caliente, porque no pasaron
ni dos minutos hasta que comenzaron sus contracciones y gemidos entrecortados,
que finalmente se convirtieron en una especie de alarido intermitente, que sub�a
y bajaba de tono con los espasmos del apretado conducto que abrazaba mi pene.


Finalmente, su cuerpo se relaj� sobre m� con un gran suspiro,
y se mantuvo as� durante unos instantes. Luego se levant�. No pod�a consentir
que se marchara as�, aunque s�lo fuera porque ten�a a�n intacta toda mi pasi�n
sin consumar. R�pidamente, fui tras ella. Tropec� con un cuerpo a la entrada de
la habitaci�n, me abrac� a �l, y la conduje sin violencia de nuevo a la cama:


- Esta vez no, preciosa. A�n no he acabado contigo.


Se dej� tender boca arriba, sin una palabra. Mis manos
acariciaron por unos instantes unos pechos firmes, con los pezones absolutamente
inflamados. Descend� poco a poco mi mano por su vientre, rozando suavemente su
piel, hasta que mis dedos alcanzaron su vello p�bico, y despu�s su vulva,
incre�blemente h�meda.


Al intentar acariciar la suaves ingles, observ� que estaba
muy abierta de piernas, en una clara invitaci�n, que aprovech� de inmediato. Me
tend� entre sus muslos, e introduje mi pene absolutamente excitado en su
interior. Una estrecha vagina lo abraz� de inmediato, permitiendo que se
deslizara en su interior hasta que mis test�culos tocaron la suave transici�n
entre su ano y su vulva.


La chica, fuera la que fuera, comenz� inmediatamente a gemir
y contorsionarse debajo de m�. Unos segundos despu�s, sus piernas pasaron en
torno a mi cintura, de modo que me resultaba dif�cil contraer y distender mis
caderas en los movimientos del coito. Pas� mis manos en torno a su espalda,
haciendo a�n m�s estrecho el abrazo. Yo estaba ya absolutamente fuera de
control, y no tard� pr�cticamente nada en notar las primeras contracciones de mi
eyaculaci�n.


Los espasmos de la chica continuaban debajo de m�, por lo que
segu� movi�ndome en su interior, todo lo que la opresi�n de sus muslos me
permit�a. Y finalmente, unos chillidos entrecortados acompa�aron las
convulsiones de su orgasmo.


Rod� hasta quedarme de costado, con la chica a�n
estrechamente oprimida contra mi cuerpo. La permit� extraer su pierna de debajo
de mi cadera, y en todos estos movimientos, consegu� apa��rmelas para que mi
pene, que iba perdiendo poco a poco su rigidez, se mantuviera en el c�lido
alojamiento de su interior.


La bes� suavemente, y ella respondi� a mi beso. Luego,
quitando mis brazos de su espalda, comenc� a acariciar circularmente sus
pezones, que no perd�an su turgencia.


Unos segundos despu�s, hizo intenci�n de levantarse. Muy a mi
pesar se lo permit�, entendiendo que era parte del juego, sin el cual no
habr�amos disfrutado de aquel ardiente acto de amor.


Me qued� tendido en la misma postura, solo de nuevo en
aquella cama, intentando pensar en lo que hab�a ocurrido. Segu�a sin ser capaz
de determinar cual de los dos cuerpos femeninos hab�a pose�do. Pero una cosa
estaba clara: las cosas ser�an diferentes a partir de ese instante, y ya no
encontraba ning�n obst�culo que me impidiera saber, por fin, cual de ellas me
hab�a proporcionado tanto placer unos momentos antes, y si era o no la misma que
me hab�a visitado las noches anteriores.


Me dirig� al dormitorio de las chicas, y encend� la luz. Las
dos camas estaban vac�as. Me dirig� a la sala de estar, y encend� la luz.
Tampoco estaban all�. La apagu� de nuevo, y me dirig� a la terraza, donde pude
entrever las dos manchas claras de sus cuerpos desnudos tendidos. Me tumb� entre
ellas.


Mis manos se dirigieron a las dos vulvas, pretendiendo, esta
vez s�, conocer la verdad. Ninguna de las dos hizo esfuerzo alguno por
imped�rmelo, antes al contrario, se volvieron ambas como puestas de acuerdo, y
apretaron sus vientres contra mis costados.


Mis dedos hallaron en ambas solo una ligera humedad. Una
deb�a mostrar signos de mi descarga en su interior, pero al tacto me fue
imposible determinarlo: solo notaba pliegues ligeramente humedecidos en ambas.


Me encog� de hombros. �Qu� m�s daba?. Casi era preferible no
saber, para evitar que la verdad pudiera ir acompa�ada de rechazo en alguna de
ellas.


Bes� largamente primero a una, y luego a la otra, mientras
introduc�a mis dedos exploradores en sus dos vaginas�



Bien, este es el und�cimo cap�tulo, pero no el �ltimo: queda
un ep�logo. Tengo escritas varias versiones, pero acabo de decidirme por
ninguna. �Pod�is ayudarme?. �Qui�n pens�is que era la visitante nocturna, mi
hermana Carla o Mariluz?. (Mmmmm voy a esperar unos d�as antes de publicarlo,
por conocer vuestras opiniones).



A.V. 4 de julio de 2003.


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