El enfermero emergente
Cuando instal� mi departamento hace algunos a�os, requer�a de
algo de apoyo econ�mico para solventar los gastos corrientes. Entonces, se me
ocurri� colocar un cartel en la ventana ofreciendo una habitaci�n independiente
en renta.
El primer interesado en ocupar la habitaci�n fue Samuel, y
fue el �nico, porque apenas hablamos y retir� el r�tulo. Samuel era estudiante
de medicina y ven�a de un estado m�s al Norte de Monterrey. Platicamos poco, lo
instal� y le ofrec� las indicaciones pertinentes adem�s de recibir su primer
pago por el hospedaje. Le hice ver espec�ficamente que me gusta mi privac�a y
que no tengo tampoco costumbre de molestar la vida privada de nadie. Todo qued�
claro. Debo decir que Samuel era un muchacho de 23 a�os, muy guapo, alto, bien
formado y muy correcto.
En estos d�as, tras sentirme algo deca�do fui al doctor y me
dijo que mi problema era a causa del estr�s, que requer�a vitaminarme y bajar el
acelerador de mis apuros cotidianos, que tomara las cosas con calma y me recet�
ampolletas, dos series de tres, para aplicarse una cada tercera noche.
Las dos primeras inyecciones me las aplicaron en el
departamento de curaciones del hospital oficial, pero justo cuando sal�a la
tercera ocasi�n con la ampolleta en la mano, encontr� a mi inquilino quien al
ver el medicamento me pregunt� si eran para mi uso personal y entonces
brevemente le expliqu� la recomendaci�n del m�dico.
Samuel me dijo que hubiera hablado con �l que como estudiante
de medicina tiene habilidad para inyectar, que �l mismo pod�a aplicarme la
inyecci�n sin salir de la casa. Le agradec� el gesto y acept�, por lo que ambos
entramos a mi departamento, lo conduje a mi rec�mara, prepar� el material
necesario, y as�, de pie, baj� mi pantal�n a que �l tuviera acceso s�lo a la
nalga donde me inyectar�a, lo hizo sin comentario alguno, y en cambio, yo le
dije que ten�a muy buena mano, que no me hab�a dolido nada. �l agradeci� el
cumplido, lav� sus manos y se despidi� dici�ndome que la siguiente inyecci�n me
la aplicar�a �l mismo.
Al siguiente d�a llegu� muy agotado, el estr�s producto de
mis actividades, seg�n yo, no se quitaba con inyecciones. Samuel me esperaba ya
listo y entramos a mi rec�mara, me dijo que me relajara, que me ve�a muy tenso y
que si yo no pon�a de mi parte, de nada me iba a servir el medicamento...... se
par� tras de m�, me empez� a masajear el cuello y los hombros, sent� divinamente
la calidez y suavidad de sus manos. Me pidi� que me quitara la camisa y lo hice,
�l sigui� su masaje y entonces fue cuando me dijo que mejor me quitara toda la
ropa, que tambi�n ten�a habilidad para dar masajes relajantes. Obedec�.
Samuel me dijo entonces que para poder darme un masaje
efectivo necesitaba tambi�n quitarse la ropa porque iba a utilizar un aceite y
no quer�a manchar su uniforme. Estuve de acuerdo y fue cuando lo vi en b�xer,
una prenda de seda pegada a sus formas, de hecho se advert�a en la parte frontal
un buen paquete..... eso pens�, era producto de mi calentura.
Yo de cara a las almohadas, totalmente a su merced, con el
culo al aire y �l a un costado de la cama unt�ndome un aceite arom�tico, de
pronto subi� a la cama, me mont� sobre mis muslos, reinici� su tarea en el
cuello, hombros, espalda, se sent�a delicioso, en cada estiramiento y yo empec�
a sentir en mis nalgas la dureza de su tranca... me dio que si quer�a sentirme
del todo bien, podr�a seguir por los gl�teos y las piernas, yo le contest� que
lo hiciera como �l sab�a que pod�a ser m�s efectivo; se levant�, se quit� el
b�xer, volvi� a montarme y ahora s� pude sentir su verga directamente contra mis
nalgas, sin embargo, �l baj� hasta mis muslos y sigui� aplicando aceite ahora en
mis nalgas, como al descuido, met�a sus dedos en la zanja que separa ambas y
llegu� a sentir sus dedos rozando mi culo...... no es necesario aclarar lo que
estaba sintiendo, yo s�lo gem�a y de vez en cuando temblaba.
Samuel volvi� a montar sobre mis nalgas y recorri� de nuevo
mi espalda, en cada movimiento, su verga se deslizaba ayudada por el aceite en
el zurco que divid�a mis gl�teos, hasta que sin haberlo previsto y sin tener
ning�n asomo de pena le exig�: "M�temela ya, cabr�n, estoy muy caliente". Samuel
muy obediente, apunt� la cabeza de su verga al agujero de mi culo y me la
ensart� de un solo empell�n. Fueron la vida y la muerte, un dolor tremendo y
enseguida un placer inenarrable. Que maestr�a de cabr�n para coger.
Cuando los dos eyaculamos, �l dentro de m� y yo en su mano
cuando intent� masturbarme para que descansara, le ofrec� disculpas y �l me dijo
que no era necesario, que a veces las inyecciones deben ser por esa v�a. Entr�
al ba�o, se ase�, se despidi� y sali� tranquilamente, mientras yo me qued�
disfrutando el aroma del aceite y sintiendo en mi intestino y recto el vaiv�n
r�tmico de su penetraci�n. Definitivamente, pas� una noche muy tranquila.
Al otro d�a en la ma�ana, llam� a mi
puerta, me dijo que deb�a aplicarme la ampolleta original porque no deb�a
perderse la seriaci�n del tratamiento, entr�, me aplic� la inyecci�n y march� a
su trabajo.
Por la noche de ese mismo d�a, volvi� y
trajo algo para cenar, me pregunt� si no me molestaba que me acompa�ara un rato;
no pod�a negarme, tomamos limonadas y cenamos. Me pregunt� si estaba dispuesto a
repetir el masaje de la noche anterior, que incluso estaba dispuesto a hacerla
de "paciente" si yo deseaba ser su "enfermero emergente". Entend� la trama de su
argumento y lo hicimos realidad. Esa noche, yo me lo cog�, le dej� ir mi verga
cabezona en el interior de su recto. Fue una experiencia muy creativa.
Seguimos inyect�ndonos mutuamente cuatro meses, �l recibi� su
orden para hacer su residencia en otra ciudad y nos despedimos como grandes
amigos.
Juli�n
Como siempre, espero sus comentarios.
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