�l la hab�a recogido, tal y como acostumbraban, frente a la
tapia del cementerio de Les Corts. Durante media hora hab�a estado esperando que
Madame Marcela acabase un servicio, sentado en el coche, con el motor apagado,
escuchando, como sol�a, m�sica de �pera. Hab�a podido admirar como el sol se
pon�a tras los edificios de la universidad ti�endo el cielo de tonos rosados,
m�s tarde carmes� para acabar muriendo en un profundo azul ultramar.
Mientras la conduc�a a su casa, se deleitaba contemplando al
travest�. Bajo el abrigo de polipiel, el musculado cuerpo oscuro de la mulata
aparec�a cubierto solo por unos shorts de vinilo rojo, unas medias oscuras y
unas botas altas de plataforma, fabricadas en charol rojo, que le llegaban a
medio muslo y acababan en unos tacones aguzados como saetas. Las morenas piernas
de defensa central se exhib�an herc�leas asomando entre los shorts y la parte
superior de las botas. Sus s�lidos pechos apuntaban enhiestos y afilados por
debajo del gab�n abierto.
En el trayecto a trav�s de las calles de la ciudad en
direcci�n a la parte alta, ella recompuso su maquillaje y su peluca mir�ndose en
el espejo de respeto. Antes de que �l se diese cuenta, absorto en su observaci�n
del fornido cuerpo de su Ama, ya estaban pr�ximos a su casa y, sin darle tiempo
a reaccionar, ella le coloc� la mano en una pierna, y subi�ndola pausadamente
alcanz� el bulto que crec�a en su entrepierna, lo acarici� con los dedos. Sin
dejar de sonre�r, le dijo:
- "Cuando lleguemos a tu casa, me apetece descansar en tu
sof� y relajarme. T� te meter�s en la alcoba, y te vestir�s como a m� me gusta,
y una vez vestida, me servir�s un caf�... y todo lo que a m� me apetezca �Est�s
de acuerdo?"
A �l se le aceler� el coraz�n de golpe, y a la vez notaba
como su miembro crec�a entres los dedos de su Ama. Se avergonz� por un momento
de que su Ama se diera cuenta lo que le hab�an excitado estas palabras.
Santos no lo pod�a controlar, pero le costaba aceptar de
golpe ese cambio, por mucho que eso le estaba excitando. Quer�a dejarse llevar
por esa excitaci�n, y lo estaba consiguiendo a medida que su pene iba
reaccionando a los h�biles dedos de su Ama. Se hubiera podido correr en ese
momento, pero su Ama le conoc�a muy bien, y por eso aumentaba y disminu�a el
ritmo de su mano, llev�ndole al limite del orgasmo, pero frenando cuando ve�a
que su sumiso perd�a el control. Lo notaba por como �l gem�a y abr�a las piernas
ofreci�ndole el miembro.
- "Esta noche vas a ser muy puta para m�, me vas a servir
como una criada, y mientras cene te vas a masturbar como yo te diga, y
mantendr�s mi polla dura durante toda la cena" � le dijo Madame Marcela.
Ya no sonre�a al decir esas palabras. Sus caricias se hab�an
vuelto m�s duras, manoseando su polla descubierta a placer, estrujando el
miembro entre los dedos hasta hacerle gemir de dolor, pellizc�ndoselo y
estirando hasta o�r sus sollozos de placer. El Ama sab�a que �l estaba inc�modo
manejando el coche en esa situaci�n y deseaba llegar a su casa.
Una vez hubo estacionado y apagado el motor, sali� del coche,
dio la vuelta y le abri� la puerta a su D�mina. Ella tom� su mano y descendi�
procurando pisarle con el estilete que era el tac�n de su bota. Su mueca de
dolor pareci� complacerla, decidi� jugar a masturbarlo un poco m�s en el garaje,
sin levantar el tac�n de su pie. Se incorpor� y asi�ndolo con una mano por el
cabello, sigui� restregando su pene, orden�ndole que abriera la bragueta. �l ya
no conoc�a d�nde se encontraba, la excitaci�n hac�a que no pudiera pensar en la
situaci�n. Baj� la cremallera de la bragueta y dej� brotar su miembro, r�gido y
ardiente. Solo deseaba que su Dominatrix le permitiera correrse, ya no aguantaba
m�s, solo sent�a la mano de su Ama frotando su polla, su otra mano estir�ndole
del pelo, haciendo que su cabeza ladeara hac�a donde Madame Marcela quisiera.
De repente not� como ella dejaba de acariciarle y mir�ndole a
la cara le dio una bofetada de esas que a �l le descolocaban, y a la vez le
hac�an sentirse m�s sumiso, por completo en sus manos.
- "Vamos arriba"
Apart�ndose a un lado, Santos la dej� salir del coche.
Marcela se situ� tras �l para verle caminar por detr�s, pellizc�ndole las nalgas
a medida que iban subiendo las escaleras. El elegante traje de lana fr�a no era
una defensa ante los rabiosos dedos de la transexual.
- "Maric�n, p�rate y ag�chate un momento".
�l obedeci� sin pensarlo, all�, en mitad de las escaleras se
agach� apoyando las manos en un escal�n superior. El pene colgaba rid�culamente
a trav�s de la bragueta que no se hab�a acordado de cerrar. Fue consciente de
que la chaqueta abierta y la corbata de seda italiana rozaban el suelo
grasiento, pero en esa posici�n le ofrec�a los gl�teos a su Ama por primera vez
aquella velada. �sta se puso a su lado, una de sus manazas de estibador le
estruj� una nalga, mientras con la mano libre le azotaba violentamente la otra
nalga. Santos apret� los dientes y empez� a revolver el culo porque le estaba
abofeteando siempre en el mismo sitio, y cada vez le escoc�a m�s, pero Madame
Marcela se anim� con ese movimiento, y sigui� disciplin�ndole en la misma zona,
sabiendo que le dol�a, y que eso har�a que continuar� culeando
- "As� es maricona, mueve el culo como la puta que eres"
y sigui� d�ndole hasta que se convenci� de que ya lo deb�a tener bien encarnado.
- "No te muevas, que ahora me vas a chupar la polla un
poco. Me la has puesto muy dura, y ya sabes como me gusta que me la chupen, como
una puta desesperada por complacer a su Ama".
Sin dejar que �l se moviera, apart� a un lado los shorts de
vinilo, descubriendo una gruesa manga azabache y se la puso delante de la cara.
El olor dulz�n del miembro masculino liberado de su encierro inund� sus
sentidos.
- "Y ahora abre esa boca de zorra y empieza a mam�rmela".
�l no deseaba otra cosa, y empez� lamiendo con glotoner�a el
ca��n de chocolate que se le ofrec�a. Recorri� el tronco con la lengua, desde la
base velluda hasta el prepucio, empap�ndolo de saliva, atravesando el balano en
toda sus longitud y golpeando finalmente el glande, solo para volver a
recorrerlo de regreso, lami�ndolo con lujuria, anhelando sumerg�rselo en la
boca, jadeando y relami�ndose como una perra, calent�ndose cada vez m�s. Hasta
que, finalmente, su Ama le asi� ferozmente por el pelo, y le hundi� el inicio
del cicl�peo miembro viril dentro de la boca, colm�ndola, foll�ndole por aquella
entrada con los movimientos obscenos de su cadera
- "Muy bien bujarr�n, ahora vamos a entrar en tu casa... y
ya sabes lo que quiero"
Sac�ndole de improvios el pene de la boca, se dio media
vuelta subiendo los �ltimos escalones que quedaban para llegar a casa.
�l, por unos instantes, hab�a olvidado donde estaban y al
hacerlo, se puso en pie de un salto y la sigui�, apresur�ndose por entrar
dentro, a resguardo de la vista de cualquier vecino que hubiera podido
sorprenderles.
Una vez dentro, Madame Marcela se dirigi� al sof� con paso
firme y decidido y se sent� para descansar de los esfuerzos de su jornada
laboral. Se dirigi� a su esclavo y le espet�:
- "Enciende la tele y vete al cuarto, perra viciosa. Ya
sabes como quiero verte salir".
A solas dentro de la alcoba, �l tuvo que hacer un esfuerzo
para bajar de las nubes que la excitaci�n que el trato humillante de su Due�a le
hab�a producido. Ten�a prisa por volver con ella, no obstante, antes deb�a
pensar c�mo iba a vestirse. R�pidamente se quit� el traje manchado por la
suciedad del garaje, la camisa y la corbata, y se desnud�. Al verse el pene y
darse cuenta de lo excitado que estaba, decidi� pegarse una ducha r�pida. Una
vez que se hubo secado, abri� el caj�n donde guardaba su ropa interior
"especial". "Quiere verme como una ramera", pens�, y, decidido, cogi� unas
medias de viuda y se las puso.
Dudaba si ponerse el vestido y el delantal que se hab�a hecho
hacer para su Due�a, pero se acord� de unas cosas que se compr� y que su Ama
todav�a no hab�a visto. Eran, por un lado un cintur�n cors� negro de varillas, y
por otro un body tanga sin cremallera con hombros descubiertos, y tirante atado
al cuello, de lycra semitransparente, que por delante era muy subido de pierna,
le marcaba mucho el paquete. �l se lo subi� a�n un poco m�s, haciendo que la
tela apenas cubriera su miembro erecto. La parte superior le oprim�a el pecho,
enred�ndose con su vello masculino. Se dio la vuelta y en el espejo se mir� por
detr�s, el body era tanga, y la forma en que se abrochaba por arriba dibujaba un
circulo en su espalda.
Le gustaba el tacto de la lycra, y pensaba en su Ama cuando
se lo viera. Esperaba que le gustara, se lo hab�a comprado en un impulso, y se
lo hab�a probado varias veces pensando en una sesi�n de sometimiento servil a
Madame Marcela
Se puso los zapatos de plataforma, y se meti� en el cuarto de
ba�o. Se cepillo el pelo cano y se lo pein� con brillantina, dej�ndolo pegado y
brillante. Luego se maquill�, se sombre� los ojos, se puso rimel y se pint� los
labios de un tostado intenso. Finalmente, ci�� un collar de esclavo de cuero con
remaches alrededor de su cuello. Ya estaba preparado, se perfum� y se dispuso a
salir del cuarto.
Pero ahora que ya no estaba tan excitado, le entr� la
inseguridad, el miedo a no poder comportarse tal como Madame Marcela quer�a.
Pensaba en su D�mina tumbada en el sof� de piel, y le hubiera gustado dirigirse
a ella directamente, arrodillarse delante y quedarse muy cerca. Acurrucarse
junto al cuerpo c�lido y vigoroso de la mulata, dejar que le dominase y que le
poseyera como si fuese una mujer. Estando tan cerca de su Ama alquilada, se
sent�a muy seguro.
Pero aquellas sesiones eran muy caras y no deb�a ser as�, se
hab�a vestido de forma provocativa con otros fines, y ya sab�a lo que esperaba
la Domin�trix de ella. Entonces cambi� el chip, y decidido sali� del cuarto con
la cabeza alta, dispuesto a complacer los caprichos de su Due�a.
Se present� ante Madame Marcela, qued�ndose a una cierta
distancia, esperando la aprobaci�n de su Ama y sus instrucciones. Le extra�� ver
una silla colocada frente al travest�, a escasa distancia. Inm�vil y sin saber
que hacer con sus manos, le miraba atento, sonriendo por los nervios, alerta a
cualquier gesto de la D�mina.
- "Muy bien esclava maricona, me gusta, a ver, date la
vuelta, quiero verte por detr�s".
Se dio la vuelta, tranquilizado porque Madame Marcela no
continuaba observando cada uno de sus gestos.
- "Ahora, como una buena puta maricona, vas a desvestir a
tu Ama, despacio, besando cada parte de mi cuerpo que desnudes".
Madame Marcela encendi� un cigarro, mientras su sumiso se
arrodillaba servil a sus pies. Despacio, como le hab�a ordenado su Ama, empez�
por quitarle las botas de charol rojo y luego las medias, descubriendo las
musculosas piernas del travest�. Las bes� hasta que lleg� a sus pies, tom� uno y
luego otro, su lengua, primero se dirigi� hacia el tal�n y luego hacia el
extremo de cada uno de los dedos, repas�ndolos, limpiando su sudor,
sabore�ndolos. Fue consciente del olor ofensivo que desped�an despu�s de haber
estado toda la tarde encerrados en aquel calzado sin transpiraci�n.
A continuaci�n se coloc� de tal forma que pudiera quitarle
los shorts de vinilo con facilidad, baj�ndolos con lentitud, tratando de
adivinar si hab�a conseguido excitar a su Ama, mir� disimuladamente su
entrepierna y not� f�cilmente su entusiasmo. Los pantalones cortos de vinilo se
abultaban indecorosamente, dilatados por la presi�n de la columna de carne en
erecci�n. Eso le alegr� mucho, al mismo tiempo que le excit�.
El Ama travestida hizo un movimiento para que a �l le fuera
m�s f�cil deslizarle los shorts, y a medida que iban bajando por sus muslos, fue
besando otra vez las piernas, hasta llegar a sus pies y quit�rselos del todo.
Debajo de los shorts de vinilo apareci� un tanga min�sculo de algod�n. Cuando el
esclavo se dispon�a a quitarlo, el transexual le interrumpi�:
- "Todav�a no, puta maricona, lev�ntate, quiero ver como
te acaricias y te mueves para m�"
Desilusionado, porque lo que deseaba era besar una vez m�s la
enorme morcilla de sangre que le quedaba por desnudar, se levant�, y bajo la
atenta mirada de su Ama empez� a contonear las caderas. Mientras acariciaba las
piernas, subiendo las manos por la cintura hasta llegar a su paquete, se
acariciaba el cuerpo a trav�s de la transparencia de lycra, notando como esta se
calentaba.
- "Date la vuelta, quiero ver como mueves ese culo que me voy
a follar despu�s"
Apoy�ndose con una mano en la silla, con la otra se
acariciaba los gl�teos, doblando las rodillas, oscilaba el culo de un lado a
otro. Sent�a un picor de excitaci�n en el ano, que se abr�a receptivo con
voluntada propia, ansiaba que su due�a le empalase mientras �l se acariciaba el
miembro. Se estaba excitando mucho, y apoyando un lado de la cara en la silla,
liber� su otra mano para concederse el placer de mimarse la polla que,
agradecida, empez� a crecer apuntando al suelo.
Si hubiera seguido as� no habr�a tardado en correrse, pero de
pronto fue consciente de la presencia de su Ama detr�s, con su pene pegado a su
culo, agarr�ndola de las caderas, y frot�ndose contra �l. Tuvo que apoyarse con
las dos manos en la silla, mientras disfrutaba del placer que le estaba dando su
Ama. Notaba su miembro r�gido e impetuoso fregando sus gl�teos, sus manazas
vigorosas aferr�ndole por las caderas, cogi�ndole de las nalgas, abri�ndoselas,
y excit�ndole al limite.
Una mano de su Ama se fue deslizando por su espalda, hasta
cogerle del pelo, gui�ndole as�, lo incorpor�
- "Date la vuelta, quiero que te quedes de pie, con las
piernas abiertas y las manos en la espalda"
�l hizo lo que la transexual le ordenaba, d�ndose la vuelta
qued� situado frente a ella. Abri� las piernas y se cogi� las manos detr�s del
cuerpo. El primer golpe, aunque suave, le cogi� por sorpresa: el pie desnudo de
su ama le hab�a golpeado en los test�culos sin que pudiera reaccionar. Se dobl�
con un gemido de dolor. Un agudo retortij�n, partiendo de los genitales, le
recorri� las entra�as dej�ndole sin respiraci�n.
Una bofetada se estrell� contra su cara, gir�ndole la cabeza
hacia un lado. No fue el escozor en la mejilla, ni las l�grimas que nublaron su
vista los que le descompusieron, sino el zumbido en su o�do. Un sonido bajo y
persistente que le imped�a pensar. Como en una nube escuch� la voz de su Se�ora:
- "Mariquita, �qui�n te ha dado permiso para agacharte?"
Se incorpor� con la vista fija en el suelo. Su pene se
desinfl� como un globo pinchado y sus test�culos quedaron colgando grotescos
entre los muslos. En c�mara lenta vio levantarse nuevamente el pie en direcci�n
a sus cojones, vio como la pierna de defensa central de la travest� se
disparaba, lanzando una patada asesina. Su cuerpo intent� apartarse, pero la
fuerza de voluntad le oblig� a continuar. El pie se detuvo a menos de un
cent�metro de su escroto. Se relaj� y sinti� nuevamente como el pie impactaba
contra sus huevos, pero sin tanta potencia. Crey� que era un dolor soportable,
sin embargo, la idea de su Ama era otra. Sin descender continu� golpe�ndole,
retirando el pie un par de cent�metros y golpeando de nuevo. El dolor en su bajo
vientre se aviv� y sinti� como le ard�an los intestinos. Quiso pedir clemencia,
pero su disciplina y su fuerza de voluntad se lo impidieron, contin�o en
posici�n e incluso intent� enderezar el tronco que ten�a doblado. Para su
sorpresa, su cuerpo reaccion� de una manera extra�a: su miembro se enderez�, sus
test�culos se recogieron excitados y, sin que tuviese ocasi�n de saber lo que
pasaba, sinti� un ardor diferente en sus entra�as, cerr� los ojos y como un r�o
de lava eyacul� un torrente de semen hirviente.
- "�Hay que ser una cerda viciosa para correrse a patadas!
Tendr� que ense�arte disciplina"
La Domin�trix le habl� en tono glacial, �l no tard� en darse
cuenta de su error. Tem�a abrir los ojos, no valdr�an las excusas, no deb�a
correrse sin antes pedir permiso. Not� la mirada de su Ama sobre �l a�n con los
ojos cerrados, sab�a lo mucho que le encolerizaba a Madame Marcela que �l no
hubiera podido controlarse. Ya hab�a sido castigado muchas veces por esta falta.
No soportaba m�s esa inmovilidad de su Ama, y arriesg�ndose, alz� a cabeza y le
mir� a los ojos. Un sonoro bofet�n le cruzo la cara. Se la esperaba, pero aun
as�, le doli�. Pero m�s le dol�a defraudar a su Ama de esta manera.
- "Lo siento, Ama, no he podido evitarlo" Sab�a que
iba a ser castigado, y lo necesitaba.
- "Ve a tu alcoba y tr�eme las cuerdas y la paleta, y ve
pensando en el n�mero de azotes que crees que necesitas para acordarte la
pr�xima vez de pedirme el permiso para correrte"
Se incorpor� y mientras se dirig�a a la cocina iba pensando
en el n�mero que iba a decirle a su Ama.
La ultima vez fueron veinticinco azotes en cada nalga. Ahora
no se iba a conformar con menos. �l se acord� de lo mucho que le dolieron y, aun
as�, todav�a, alguna vez, se olvidaba de pedir ese permiso. Si Madame Marcela
planeaba atarlo para recibir el castigo, era porque iba a ser mucho m�s severo
que la �ltima vez. Crey� que cincuenta ser�a un buen n�mero, pero no quer�a ni
pensar en como le iban a doler tantos azotes. Trat� de pensar en que su Ama le
dar�a el castigo que necesitaba, no importaba el numero de nalgadas, solo
deseaba purgar su falta, y que su Ama se volviera a sentir orgullosa de �l.
Odiaba haberla defraudado de esta manera. Cuando estaba saliendo del cuarto con
las cuerdas y la paleta, oy� la voz de su Ama
- "Trae tambi�n las dos velas, la roja y la azul, despu�s
del castigo quiz�s me apetezca adornarte un poco el cuerpo"
Se detuvo en seco. La transexual deb�a saber que todav�a no
se hab�a acostumbrado a la cera caliente sobre su cuerpo. �l dudaba de que fuera
acostumbrarse alguna vez, por mucho que Madame Marcela le dijera que llegar�a a
hacerlo. En algunas zonas le daba la sensaci�n que su carne se escaldaba de
verdad, y cuando ve�a que su Ama iba acortando la distancia entre la vela y su
cuerpo, no pod�a evitar temblar. Cuando la vela se dirig�a lentamente hac�a su
pene, no val�an las quejas ni las suplicas, sab�a que las ultimas gotas que le
iban a caer, serian para cubrir el glande, y eso le hac�a sudar y retorcerse
temiendo ese dolor, pero al mismo tiempo sab�a que ser�an las �ltimas, y por fin
podr�a relajar el cuerpo que le dol�a de tanta tensi�n.
Entreg� a su Ama las cuerdas, la paleta y las velas. La mesa
del comedor ya estaba preparada.
- "Desn�date del todo, y ve a prepararme un whisky con dos
cubitos"
Desnudo para el castigo se dirigi� a la cocina a
prepar�rselo. Al meter los dos cubitos en el vaso no quiso pensar en si iba a
usarlos tambi�n. Cuando regres�, hab�a ya una cuerda atada en cada pata de la
mesa.
- "Muy bien, ahora t�mbate en la mesa boca abajo, ya sabes
como, los brazos y las piernas extendidos de forma que pueda at�rtelos. �Estas
dispuesto a cumplir tu castigo?, �has pensado ya en el numero de azotes que
crees que mereces?".
- "S�, mi Ama, estoy dispuesta a ser castigado por mi falta.
Y espero que cincuenta azotes en cada nalga sirvan para recordarme que debo
pedir permiso antes de correrme".
- "Yo tambi�n lo espero. No creo sea algo tan dif�cil de
recordar. T�mbate y prep�rate a recibir tu castigo".
- "S�, mi Ama".
La mesa estaba fr�a. Sinti� el pene y los test�culos
aplastados contra la madera. Las piernas abiertas tal como le hab�a indicado su
Ama. Le excitaba estar en esta posici�n. Se imaginaba a su Ama observando su
cuerpo en esta postura. Las nalgas preparadas para el castigo, su miembro
escondido bajo su cuerpo, asomando ligeramente entre sus piernas. Mientras su
Ama le ataba, notaba que se estaba excitando con la idea de que su Ama la
tocara. Pero no cre�a que eso fuera a ocurrir, ten�a que prepararse mentalmente
para el dolor que iba a recibir.
Sab�a que a su Ama le gustaba tomarse su tiempo, no tendr�a
prisa por empezar con los azotes. Escuch� como se encendi� un cigarrillo una vez
le hubo inmovilizado sobre la mesa. Ese era el tiempo que le quedaba para
recibir el castigo. Se imaginaba a su Ama, observ�ndola, la venda que le puso en
los ojos no evitaba que se imaginara el rostro de su Ama, tranquilo, disfrutando
del cigarro y del cuerpo de su sumiso dispuesto para el castigo. Madame Marcela
coloc� su tanga usado como mordaza en la boca del esclavo. Eso har�a que nadie
pudiera escuchar sus gritos, que sab�a que iban a ser muchos.
Una mano callosa sobre su espalda le hizo dar un respingo,
recorri� su espalda hasta sus nalgas. Percibi� el dorso de la mano
acarici�ndoselas, recorriendo la zona que iba a ser castigada. Cuando dejo de
sentir su mano, supo que hab�a llegado el momento. A�n as�, el primer azote le
pill� de sorpresa, por mucho que lo estuviera esperando, no pudo evitar que un
grito se le escapara de su boca amordazada. Sinti� como la paleta le marcaba la
piel. El segundo azote lo recibi� en la otra nalga, esta vez no grit�, aunque la
intensidad fuera la misma. No cre�a poder sop�rtalos si todos se los iba a dar
tan fuertes.
Siempre le pasaba lo mismo, minutos antes de que empezara
cualquier castigo, trataba de sacar fuerzas de donde fuera para poder aguantar
sin protestar. Pero una vez empezado, el dolor le hac�a arquearse, a medida que
su Ama iba contando los azotes. Su mente solo pod�a centrarse en esa parte de su
cuerpo que tanto le dol�a. No hab�a disminuido la fuerza, y solo llevaba diez en
cada nalga. Estaba sudando y notaba que sus nalgas le quemaban.
Sinti� alivio cuando pasaron unos cuantos segundos sin que su
Ama continuase con los azotes. Una mano en la cabeza la tranquiliz� por unos
momentos. Pudo notar el aliento alcoholico de su Ama sobre su cara.
- "Tienes un par de minutos para relajarte antes de que
contin�e con el castigo. Lo estas aguantando muy bien, pero solo llevas diez.
Quiero que entiendas que tus orgasmos ya no te pertenecen, solo podr�s disfrutar
de ellos cuando yo te los pida, o cuando supliques mi permiso. Hasta que acabe
de darte los cincuenta azotes, solo tendr�s otro descanso. Quiero que mientras
te azote, te centres en que debes aprender a ser m�s obediente, y que el placer
de tu Ama esta por encima de tu propio placer."
Cuando acab� de decir estas palabras, continu� con el
castigo. Los azotes ahora no eran tan fuertes, pero s� m�s r�pidos. No le daban
tiempo a coger aliento entre uno y otro, notaba que transpiraba por todo su
cuerpo, era incapaz de pensar si se lo merec�a o no, ni de si se acordar�a la
pr�xima vez de pedir ese permiso, solo deseaba que acabara ya.
Cincuenta no era un buen n�mero, era una pesadilla.
Necesitaba otro descanso pero sab�a que todav�a era pronto, imaginaba que la
dejar�a descansar cuando llegara a treinta, o quiz�s a veinticinco, ya no pod�a
ni calcular, su Ama hab�a dejado de contar hac�a rato, le dol�a tanto que sus
l�grimas estaban empapando la venda, sent�a que los ojos le escoc�an, notaba la
sal de sus l�grimas, deb�a pensar en algo para poder continuar y dejar de
retorcerse como un poseso.
A trav�s de la mordaza emit�a apagados gritos que no cesaban.
Las cuerdas de las mu�ecas y de los tobillos le tiraban mucho, pero eso no era
nada, el dolor estaba centrado en sus gl�teos en carne viva. Para �l solo
exist�a esa parte de su cuerpo, le quemaba, contaba un golpe de la paleta tras
otro, no quedaba ni una m�nima zona de sus nalgas que no le doliera, cuando ya
cre�a que no podr�a soportarlo m�s, Madame Marcela. Lleg� el segundo y ultimo
descanso, no ten�a ni idea de cuantos azotes le quedaban.
En un tiempo que le pareci� eterno, dejo de percibir
cualquier movimiento en la habitaci�n. Despu�s not� como la transexual se
encaramaba a la mesa encima de �l. Un aguijonazo intenso en el ano precedi� a
una sensaci�n de desgarramiento brutal. El monstruoso pene oscuro le estaba
violando, posey�ndole sobre la mesa. Sin embargo, el dolor m�s intenso se
produjo cuando ella apoyo sus caderas contra las nalgas en carne viva. No pudo
contenerse, aull� tras la mordaza con toda la fuerza de sus pulmones.
- "Ahora te voy a embarazar, y luego tendr�s un hijo
mulato como yo" escuch� que le susurraba al o�do.
Empez� a cabalgar dentro de su culo cuando este se relaj� lo
suficiente. Durante largos minutos sinti� que como el miembro de su amante le
revolv�a los intestinos sin descanso. Una presi�n m�s intensa y un gru�ido sobre
su cabeza fueron la indicaci�n de que ella se hab�a corrido dentro de �l. Esper�
en vano que se retirase, pero Madame Marcela no daba se�ales de tener esa
intenci�n.
- "�Sabes qu�? Me voy a mear dentro de ti y luego no te
dejar� que lo eches fuera"
Unos instantes despu�s, un l�quido caldoso se escap� de su
ano manchando la mesa. La transexual se apart� de golpe y se ri� a carcajadas
viendo su cara de esfuerzo para evitar que un surtidor de mierda y meados
saliera disparado desde su culo y manchase la alfombra. Mientras �l apretaba con
fuerza el esf�nter distendido por la sodomizaci�n, ella le desat� y le permiti�
incorporarse. Santos sali� corriendo de la habitaci�n rumbo al lavabo m�s
cercano, pero no consigui� llegar, evacu� en el pasillo una catarata de orines,
heces l�quidos y semen.
Recogi� y limpi� la casa mientras Marcela tomaba un ba�o de
espuma. Cuando ambos se hubieron vestido, le pag� el precio convenido, bajaron
al estacionamiento y la acompa�� nuevamente a las tapias del cementerio de Les
Corts para que pudiera continuar su noche de trabajo.