La misi�n era en realidad muy sencilla, o al menos eso
parec�a sobre los mapas expuestos sobre la mesa de campa�a. El Capit�n Smith les
expuso el plan en pocas palabras.
Caballeros, es imprescindible que volemos el puente de
Kwuan Lon, no existe otro modo para impedir que el enemigo se abastezca de
pertrechos y armamento mas que por esa v�a. De lograrlo, cortaremos de tajo
sus posibilidades de tomar Jartun, y les daremos un duro rev�s a sus tropas.
En silencio, el Teniente Thomas Nelson y el soldado Mel
Kalwoski asent�an atentos, tomando conciencia de lo importante que era lograr el
objetivo.
Por supuesto la operaci�n debe ejecutarse con el m�s
absoluto sigilo � continuo el Capit�n � porque dependeremos totalmente del
elemento sorpresa.
Con cu�ntos hombres puedo contar? � pregunt� el Teniente
Nelson.
S�lo ustedes dos y un experto en explosivos que esta por
llegar � fue la respuesta.
Nelson tuvo que aceptar que un equipo peque�o tendr�a mas
posibilidades de alcanzar el �xito.
Cu�ndo partiremos? � pregunt� entonces el soldado.
Hoy mismo por la noche � termin� el Capit�n � y les deseo
mucha suerte.
Nelson y Mel salieron de la oficina del Capit�n con caras
serias y preocupadas. La misi�n era pr�cticamente un suicidio, y ambos lo
sab�an, pero era su deber como militares y estaban dispuestos a morir en el
intento.
El soldado Kawolski, con escasos 23 a�os se pregunt� si
saldr�a con vida de aquella misi�n. Era un muchacho rubio, de piel blanca y ojos
azules, heredados de sus antepasados polacos. Como todo joven tenia la vitalidad
y la energ�a para la dura vida militar. Nelson por su parte era de origen
italiano, de piel aceitunada y a sus 32 a�os hab�a obtenido el grado de teniente
gracias a su pericia militar. Llevaban mas de un a�o juntos en el batall�n y
Nelson sab�a que Mel era sin duda el mejor soldado que hubiera podido elegir
para aquella misi�n.
Nos tomamos un respiro, Teniente? � pregunt� Mel al ver a
su superior tan taciturno.
S� � acept� Nelson � vamos a refrescarnos un poco antes de
empezar los preparativos.
Tomaron unas toallas y un jab�n y se alejaron rumbo al r�o.
Los hombres de otras compa��as los vieron pasar y les chiflaron y gritaron
frases obscenas. Aquellas bromas eran tan comunes que ambos contestaron con
gestos igual de obscenos que lograron arrancar las carcajadas de todos.
Llegaron al r�o y el sonido del agua corriendo entre las
rocas les hizo olvidarse por un momento de su pr�ximo destino. Como ni�os se
desnudaron r�pidamente y se lanzaron al agua. Nadaron un rato y luego
procedieron a enjabonarse. Mel disimuladamente miraba el cuerpo desnudo del
Teniente Nelson. Jam�s lo hubiera admitido, pero la admiraci�n que le ten�a por
su pericia militar se hab�a ido convirtiendo con el tiempo en algo mucho mas
complejo. Muchas veces se quedaba contemplando su atractivo y masculino rostro,
casi siempre mal afeitado, le gustaba tambi�n su voz, ronca y nasal al mismo
tiempo, le gustaba su sentido del humor y lo bien que sabia tratar a sus
muchachos. Hab�a tenido oportunidad de verlo desnudo en varias ocasiones, y de
pronto se hab�a descubierto admirando tambi�n sus potentes brazos, su pecho
velludo y aunque no quisiera admitirlo, tambi�n hab�a puesto atenci�n a su
miembro viril, oscuro y grueso.
Ahora, con los ojos cerrados debido al jab�n con que se
lavaba el pelo, tuvo oportunidad para mirarlo a sus anchas. De su firme y
marcado vientre cubierto de suave vello oscuro, su mirada descendi� hasta la
hirsuta mata de pelos de su pubis, y m�s abajo, el pene moreno colgando casi al
ras del agua, sobre un par de gordos y pesados test�culos. Un asomo de erecci�n
alarm� a Mel, y se dio vuelta antes de que el teniente pudiera darse cuenta de
su embarazosa situaci�n.
Nelson se enjuag� el pelo con el agua del r�o y al abrir los
ojos encontr� frente a s� la pecosa espalda de Mel. Fue inevitable que su vista
bajara disimulada hasta las blancas y redondeadas nalgas del soldado. Puta
madre, pens�, qu� culo tiene el muchacho. Sus muchos a�os en el ejercito le
hab�an hecho abrir la mente a muchas cosas que probablemente fuera de ese
ambiente jam�s se hubiera animado a probar alguna vez. Una de ellas era el
exquisito placer que esos j�venes y masculinos soldados pod�an ser capaces de
proporcionar. Por supuesto hab�a que cuidar el rango, la reputaci�n y el respeto
tan duramente ganado, pero sab�a que siempre exist�a la forma de darse una
escapada.
Llevaba mucho tiempo sin ning�n tipo de acci�n, y de repente
dese� las nalgas de Mel como hac�a mucho que no deseaba algo. De cualquier forma
el momento no era propicio. Estaban demasiado cerca del campamento y se control�
con pura fuerza de voluntad adquirida gracias a su buen entrenamiento.
Como sea, su miembro se engros� un poco, seg�n se percat� Mel
al salir del agua, pero no se atrevi� a mirarlo para no despertar las sospechas
del Teniente. Salieron los dos del agua evitando mirarse mutuamente y regresaron
al campamento hablando ya de su futura misi�n.
El Capit�n Smith los esperaba ya acompa�ado de otro militar.
Les presento al Teniente James Torton, experto en
explosivos � dijo en cuanto se acercaron.
Nelson y Mel saludaron a Torton, un hombre un poco mayor que
Nelson de raza negra y fr�a mirada.
Tengo todo listo � dijo � y en cuanto est�n preparados les
explicar� lo que tengo pensado.
Nelson y Mel fueron a preparar el equipo y se reunieron con
Torton para ultimar detalles. Partieron esa noche en un veh�culo que les
acercar�a lo m�s posible dentro de terreno neutral. A partir de all�, solo
contaban con sus propios medios para sobrevivir.
Sin tener que ponerse de acuerdo, Nelson y Mel coincidieron
en que el experto en explosivos era un autentico hijo de puta. Apenas si
llevaban unas horas de camino y ya lo detestaban. Torton era uno de esos tipos
tan comunes en el ejercito que han obtenido su rango por su excelente
capacitaci�n mas que por su labor en el campo de batalla. Para �l todos eran
unos ineptos, maricas, borregos que hab�a que manejar porque carec�an de la
inteligencia suficiente para tomas las decisiones correctas. Mel y Nelson lo
escuchaban sin decir palabra, deseando que la misi�n fuera un �xito, mas que
nada para libarse de aquel pelmazo lo m�s r�pido posible.
Pongan atenci�n � dijo el negro pomposamente cuando
hicieron un alto en el camino � porque no voy a repetirlo.
El teniente hizo una mueca de verdadero fastidio y Mel se
contuvo para no decir lo que en realidad estaba pensando. El experto en
explosivos explic� su brillante plan.
Ustedes cubren mi retaguardia � Mel y Nelson miraron al
mismo tiempo el redondo culo del negro y estallaron en carcajadas.
Con todo gusto � dijo entre risas el teniente, y Mel casi
se orin� de risa.
No entiendo qu� les causa tanta gracia � coment� irritado
Torton.
Los otros estallaron con una nueva serie de incontrolables
risotadas y visiblemente molesto Torton explot� de enojo y se alej� soltando
maldiciones. El teniente y el soldado continuaron desternillados de risa hasta
que un disparo reson� en medio de los matorrales. Inmediatamente tomaron
posiciones, martillando las armas y protegi�ndose al ras del suelo. En silencio,
trataron de escuchar ruido de pisadas. Apenas unos lejanos murmullos y el
estridente canto de algunos p�jaros. Torton deb�a haberse ocultado tambi�n,
porque no lo escucharon tampoco. Aguardaron varios minutos, hasta que el
teniente se puso de pie y Mel lo sigui�. Alertas, revisaron el per�metro sin
encontrar nada anormal. Nada, excepto que Torton hab�a desaparecido.
Comenzaron a buscarlo. A 30 metros encontraron su boina
verde, la misma que llevaba puesta minutos antes. No hab�a huellas de sangre,
por lo que dedujeron que hab�a sido capturado por el enemigo. La misi�n hab�a
fracasado antes de empezar, y peor aun, hab�an perdido a su experto en
explosivos. El teniente decidi� encontrar al maldito bastardo antes de que el
enemigo lo torturara, como seguramente iba a suceder, y obtuviera datos sobre la
localizaci�n del pelot�n, su armamento y dem�s informaci�n confidencial.
Silenciosos y abatidos, comenzaron a seguir el rastro.
Torton, maniatado y amordazado fue llevado por dos soldados
orientales ante su capit�n. En medio de la habitaci�n, un hombre de peque�os y
feroces ojos oblicuos le miraba. Dijo algunas palabras que Torton no entendi�,
pero que definitivamente sonaban amenazadoras. Los hombres comenzaron a
golpearlo. En el vientre, en la espalda, en las piernas, a pu�o limpio y a veces
con unas cachiporras de cuero que r�pidamente doblegaron la estoica valent�a del
negro.
Esto apenas va comenzando � dijo el capit�n en un ingl�s
rudimentario pero entendible � y m�s vale que cooperes o se pondr� aun peor.
Qu� es lo que quiere? � pregunt� Torton con visibles muecas
de dolor.
Informaci�n � fue la r�pida respuesta � y una nueva lluvia
de golpes cay� sobre el negro.
De haber conocido la informaci�n que aquellos tipos le
cuestionaban, sin duda Torton hubiera contado todo, pero para su mala suerte
apenas llevaba unas cuantas horas en el campamento y no fue lo suficientemente
convincente al hablarles del numero de hombres, armas, y mucho menos planes de
ataque.
Desn�denlo � orden� el capit�n visiblemente molesto.
Los hombres desgarraron sus ropas en un santiam�n. En
calzoncillos, Torton esperaba lo peor.
Mis hombres llevan ya mucho tiempo en esta selva solitaria
y h�meda � explic� el capit�n � y aunque hasta ahora han resistido, la verdad
es que necesitan algo en que desfogar la bestia que llevan dentro.
Torton trat� de entender el ingl�s chapurreado tan
torpemente. Hombres solos, bestias en la selva. La frase estaba tan mal
estructurada y se sent�a ya tan agotado que le hab�a pasado por alto el
verdadero sentido de la frase. Por lo mismo, le extra�� la s�dica risa de los
soldados y m�s todav�a que uno de ellos le acariciara las nalgas de pronto con
torpes y brutas caricias.
El capit�n se acarici� la bragueta y sonri� complacido al ver
la mueca de entendimiento en el asustado rostro del negro.
Ahora comprendes � dijo estallando de risa.
Torton forceje� un poco. Uno de los soldados le bes� una de
sus oscuras y erectas tetillas, mordi�ndola cruelmente despu�s. Torton grit�
adolorido, pero estaba amarrado, colgando casi del techo y poco pod�a hacer para
quit�rselo de encima. El otro soldado le hab�a arrancado ya los calzones. Sus
gruesas y potentes piernas culminaban en un par de majestuosas y redondas
nalgas. Como muchos hombres de raza negra, ten�a un trasero redondo y firme, y
aquellos delgados y fibrosos orientales enloquecieron con �l. A sus espaldas,
sinti� sus rudas caricias y manotazos. Parec�an divertirse mucho palmeando sus
nalgas para ver bailar la abundante carne oscura y Torton sinti� que el trasero
le ard�a ya con tantas nalgadas. Los soldados re�an y el capit�n parec�a
animarlos, visiblemente excitado por el comportamiento de sus muchachos, seg�n
dejaba adivinar el bulto en los pantalones de su uniforme.
Los soldados comenzaron a toquetearle el pene, maravillados
con su oscuro color y su considerable tama�o. A pesar de no desearlo, la verga
de Torton comenz� a responder al toqueteo, engros�ndose y estir�ndose. El
capit�n entonces se acerc� tambi�n para mirarlo de cerca. Los soldados se
hicieron a un lado, dej�ndolo frente al negro. El capit�n tom� los huevos de
Torton en una mano, acarici�ndolos primero, y apret�ndolos despu�s. Torton grit�
adolorido cuando la presi�n fue demasiada y sus torturadores rieron satisfechos.
Con todo, la verga del negro creci� aun m�s con el castigo, resaltando las
gruesas venas de su tronco color chocolate.
Ahora el capit�n estaba m�s excitado. Volvi� a su sill�n,
abri�ndose la bragueta despu�s de sentarse. Su verga, larga y afilada asomaba
por la abertura. Se la acarici� por unos minutos mientras ordenaba algo en su
incomprensible idioma a sus hombres. Torton sinti� que uno de los soldados le
abr�a las nalgas y poco despu�s not� su h�meda lengua en el ojo del culo. Lam�a
los bordes, echando saliva y moj�ndolo todo. La sensaci�n era una mezcla de
humillaci�n y placer y fue observada por el capit�n con muestras de evidente
excitaci�n, acarici�ndose el pito con cada vez mayor rapidez. Finalmente dio una
orden y Torton fue destrabado del gancho del cual estaba colgado y a punta de
pistola llevado hasta el capit�n, que le esperaba sentado y con el pene al aire.
Los soldados le hicieron girarse, d�ndole la espalda al
capit�n, que altern� algunas caricias a sus redondas nalgas con unos cuantos
sonoros palmoteos. Al parecer tambi�n le gustaba dar nalgadas, al igual que sus
soldados. Finalmente abri� las oscuras masas de carne y procedi� a meterle un
dedo en el culo. Torton aguant� como pudo y se sinti� mas mortificado aun cuando
fue obligado a agacharse para que el capit�n pudiera tener un mejor acceso a su
negro agujero.
Una nueva orden y los soldados empujaron a Torton sobre el
regazo del capit�n, oblig�ndolo a sentarse. Como lo hab�a temido, la verga del
capit�n era el destino final, y con dolorosa verg�enza, Torton tuvo que sentarse
sobre ella. La punta del pene se acomod� entre sus nalgas casi abiertas. El
capit�n la sostuvo con una mano, mientras con la otra guiaba el trasero de
Torton para hacerlo coincidir con su nervioso y excitado miembro. La verga
resbal� en su interior, con un doloroso sent�n que empal� a Torton s�bitamente.
Grit� de dolor y los soldados rieron con su tormento.
Obligado, Torton comenz� a subir y bajar sobre aquel palo
duro que le perforaba las entra�as. Para mayor verg�enza, su verga estaba dura y
rebotaba contra su vientre con cada subida y cada bajada. Los soldados estaban
ya tan excitados que pidieron permiso para sacarse las vergas. El capit�n les
dio su consentimiento, y los rudos soldados dejaron salir el encabritado animal
que ten�an bajo los pantalones. Pronto estaban ya frente a la boca de Torton,
que no tuvo que esperar mucho para recibir la orden de chuparlos. Se alternaban,
primero uno, luego el otro, gozando de sus gruesos labios y su h�meda boca,
mientras el capit�n disfrutaba con el intimo apret�n de su estrecho culo virgen.
As� estuvieron mucho rato, o al menos eso le pareci� a Torton, hasta sentir que
la estilizada verga del capit�n le dejaba dentro su carga de c�lida leche y los
soldados se vaciaban tambi�n sobre su rostro y dentro de su boca. El �cido sabor
del semen asque� a Torton, pero comprendi� que su posici�n en aquellos momentos
era muy delicada como para ponerse a escupir, y se trag� la pegajosa erupci�n
con el agradable consentimiento de los soldados.
Torton crey� que la pesadilla hab�a terminado, pero apenas
hab�a terminado de ponerse en pie, con la dolorosa sensaci�n que dej� la verga
del capit�n al salir de su culo, cuando ya era arrastrado fuera de la caba�a por
los dos soldados. Afuera, la potente luz del sol le ceg� moment�neamente, y
mejor hubiera sido seguir cegado, porque en cuanto su vista se acostumbr� a la
luz, descubri� que fuera le esperaban otros diez soldados, sedientos ya,
ansiosos por probar tambi�n su ex�tica piel oscura, sus nalgas, su boca, su
cuerpo de pronto tan deseado y codiciado. Los soldados lo rodearon, haciendo
comentarios que Torton no entend�a pero s� sent�a. Pellizcos en sus nalgas, en
los pechos y en el sexo hicieron que sus intenciones fueran muy claras. Desnudo,
en medio de aquellos hombres, enemigos todos, comprendi� que estaba perdido, y
se resign� a lo peor.
Apenas a veinte metros de all�, ocultos por el espeso
follaje, el teniente Nelson y el soldado Mel contemplaban su precaria situaci�n.
En evidente desventaja, decidieron planear bien su pr�ximo movimiento, el cual
ser�a llevado a cabo al caer la noche. Mientras tanto, al simp�tico Torton no le
quedaba otra que sobrevivir por sus propios medios. Mudos, observaron como el
imponente negro era pasado de un hombre a otro, que re�an felices con el nuevo
juguete, sob�ndolo, acarici�ndolo, mordi�ndolo y ara��ndolo en una juerga que
apenas daba comienzo. El grupo de soldados se organiz� r�pidamente, echando
suertes para decidir los turnos. Torton fue llevado al lugar donde dorm�an,
apenas un techo de paja, sin paredes ni ventanas, lo que permiti� a Nelson y Mel
observar calladamente todo lo que suced�a.
Amarraron al negro en una cama, manos y pies separados, boca
abajo e imposibilitado para moverse. El primer hombre se acerc� y lo mont�.
Ning�n tipo de preliminares, s�lo el acto puro y animal de procurarse placer en
el orificio anal del pobre Torton. La escena era una pesadilla. Los hombres en
fila, animando al que estaba encima, con las vergas preparadas asomando de sus
pantalones, erectas todas, de distintos tama�os y formas, un desfile de machos
hambrientos, dispuestos a coger y coger hasta quedar saciados.
Nelson no pudo evitarlo. Estaba completamente empalmado. Su
pene estaba duro como una roca, mirando a aquellos hombres violar repetidamente
a Torton, cuyo culo seguramente era ya un mar de semen y sudor. Trat� de
disimular por Mel, que tambi�n miraba hipnotizado la escena, con el aliento
contenido. Para su sorpresa, el pecoso y rubio soldado se sobaba la verga,
tambi�n excitado. Nelson ya no pudo m�s. Se abri� la bragueta y liber� su
miembro. Mel se dio cuenta y en silencio lo imit�. Se miraron las respectivas
vergas. Las miradas vidriosas, excitadas, calientes ya mas all� de todo limite.
El cuarto hombre estaba penetrando ahora a Torton. Era apenas un muchacho, no
tendr�a mas de 18 o 19 a�os, delgadito y fibroso, pero con una verga larga y
tiesa, que vitoreada por sus compa�eros enterr� en el culo de Torton con un
decidido empuj�n. Nelson sinti� la mano de Mel trepando por su muslo, hasta
llegar a su excitada verga. No dijo nada, disfrutando de la suave caricia de su
mano. Para corresponder, busco a tientas la verga de Mel, y la encontr�
maravillosamente dura y caliente. Comenz� a masturbarlo, mientras el soldado lo
masturbaba a �l.
El quinto hombre ya estaba listo, y apenas su predecesor dej�
libre el sitio procedi� a cogerse a Torton, que ya ni siquiera se quejaba. Mel
se anim� a agacharse entonces entre las piernas del Teniente, que sinti� sus
c�lidos labios rozarle el glande. La sensaci�n fue maravillosa. El pecoso rostro
enterrado entre los abundantes vellos de su pubis. Le acarici� el cabello,
gui�ndolo, urgi�ndolo a seguir, a comerse su polla entera, hasta la empu�adura,
penetrando la h�meda cavidad de su boca hasta la misma garganta, insistente y
potente, su grueso miembro se engros� mas todav�a con la mareante caricia. Ya ni
siquiera miraba a Torton y el interminable desfile de vergas que le esperaba.
S�lo le importaba Mel y su embriagadora caricia. El soldado gan� confianza y
comenz� a acariciar sus suaves y peludos huevos. Nelson se fue recostando sobre
el pasto, al abrigo de los arbustos, con el sol brillando sobre sus p�rpados
cerrados y la boca de Mel haciendo estragos en su cuerpo. Ahora lam�a sus
test�culos, gordos y llenos de leche. Tantos d�as sin sexo, tantas ganas
contenidas. Y Mel tan cerca, tan dispuesto, y tan caliente como �l, seg�n
apreci� al ver aparecer su verga junto a su rostro. El soldado se hab�a girado,
de modo que ahora pod�an chuparse ambos mutuamente. Nelson tom� su verga y
comenz� a lamerla. Sus rosados test�culos colgaban sobre su nariz, y el
intoxicante olor de macho llen� sus fosas nasales.
Prendidos de sus respectivas vergas, se perdieron de las
restantes que disfrutaron a Torton. Tal vez si hubieran estado en otro sitio
hubieran hecho algo mas que mamarse mutuamente, pero estaban peligrosamente
cerca del enemigo, y era una imprudencia seguir con aquello. Nelson se vino
primero, y Mel bebi� su abundante esperma hasta la ultima gota. El teniente
correspondi� de igual forma, y no dej� de mamar la verga de Mel hasta dejarla
seca y limpia. Entonces satisfechos volvieron a observar. Torton segu�a desnudo,
como un mu�eco roto y usado, y por un momento temieron que lo hubieran matado,
pero lo oyeron gemir quedamente y respiraron m�s tranquilos. Maltratado pero
vivo. Se acomodaron a esperar el momento adecuado.
Despu�s de la org�a, los hombres obtuvieron licencia para
echarse un trago, y al caer la noche, la mayor�a de ellos estaban ya bien
borrachos. Eso permiti� que Nelson y Mel pudieran escabullirse y liberar al
atolondrado Torton, que se puso de pie dolorosamente y los sigui� en la negrura
de la noche. Caminaron lo mas lejos posible, hasta que Torton ya no pudo m�s. Se
escondieron y montaron guardia por turnos, vigilando la posible llegada del
enemigo. Por la ma�ana, despu�s de lavarse en un riachuelo y tomar alimento,
todos se sent�an mejor. Todos menos Torton, que no hab�a dicho ni una palabra de
su vergonzosa captura. Ya no era el arrogante experto en explosivos de un d�a
antes, ni les torturaba con su excesiva arrogancia. Era un hombre cambiado, y
los otros dos respetaron su cambio.
El plan debe seguir adelante � coment� entonces Nelson.
Lo que ordene, teniente � acept� Mel.
Miraron a Torton, quien permanec�a callado.
No estoy de acuerdo � dijo finalmente � me siento mal,
estoy herido y opino que debemos regresar al campamento.
Estas loco? � refut� Nelson airado � la misi�n debe
cumplirse, sin importar c�mo estemos ni c�mo nos sintamos. Es de vital
importancia.
Pues se har� lo que yo diga � grit� Torton en su viejo
estilo arrogante y prepotente � soy el que mayor rango tiene aqu� y ustedes
acatar�n mis ordenes.
Mel se qued� callado, enojado pero vencido por el rango
militar de Torton, pero el Teniente echaba chispas.
Me cago en tu rango militar � dijo desde�oso � y si no
seguimos adelante con la misi�n contar� con lujo de detalles como diez
calientes orientales te cogieron, uno por uno, y como les diste placer a todos
ellos con tu recio y bonito culo. Seguramente te dar�n una estrella, por ser
la m�s grande puta del ejercito � tron�.
Torton echaba espuma por la boca. La rebeld�a en el ejercito
era la peor traici�n posible, pero sab�a que estaba en manos de Nelson, y no
tuvo mas remedio que tragarse sus palabras y consentir seguir adelante con el
plan. La situaci�n se puso tensa y tirante entre ellos, pero el objetivo era muy
claro, y los explosivos fueron colocados en el puente tal y como se les hab�a
encomendado, y tuvieron que reconocer que el experto en explosivos ten�a muy
merecido su rango, porque el puente estall� en la forma exacta c�mo Torton lo
hab�a planificado y toda la estructura se derrumb�, dejando al enemigo sin forma
de abastecerse de pertrechos y armamento.
Se prepararon entonces para regresar al campamento. Torton
malhumorado y Nelson callado. Mel trataba de mediar entre los dos, pero era
imposible que se llevaran bien. Finalmente, apenas a unas horas de llegar
tomaron un respiro. El lugar era paradis�acamente hermoso. Una poza en el claro
de un r�o, el agua tranquila y fresca y al cobijo de altas palmeras. Decidieron
ba�arse. Nelson se desnud� sin mirar a nadie, y Torton hizo lo mismo. Mel mir� a
los dos hombres, tan distintos y tan apuestos cada uno en su tipo. Alejados uno
del otro, nadaron y se refrescaron, y Mel hizo lo mismo en medio de ambos.
Salieron chorreantes y se tiraron desnudos, sec�ndose al sol. Nelson record� lo
sucedido con Mel y comenz� a sentirse excitado. Su pene se engros� lentamente,
capturando la atenta mirada del soldado, que se acerc� para hacerle una caricia
al grueso miembro.
Qu� haces? � pregunt� escandalizado el Teniente se�alando a
Torton, que los miraba en silencio.
El tiene un secreto que debemos guardarle � dijo Mel � y
ahora conocer� un secreto sobre nosotros que deber� guardarnos tambi�n -
razon� sabiamente � lo que los pone a ambos en la misma situaci�n.
Torton sonri� por primera vez desde que lo conoc�an. Sus
blancos dientes relumbraron al sol. Estaba libre del chantaje de Nelson, y se
aproxim� a la pareja.
Mel tiene toda la raz�n � dijo en tono conciliador � y yo
soy el mas interesado en que todo lo sucedido en esta maldita misi�n quede
s�lo entre nosotros. Es un trato? � pregunt� estirando la mano.
Nelson choc� la mano con la del negro y el trato se cerr�. En
vez de soltarlo, jal� su mano hasta el palpitante y erecto miembro. Mel se hizo
a un lado, dej�ndole libre el acceso. Torton dud� apenas unos segundos. Tom� la
gruesa tranca del Teniente y la apret� suavemente. Nelson respondi� de igual
manera, tomando con una mano el oscuro y suave pene de Torton, que comenz� a
crecer r�pidamente, alcanzando un prodigioso tama�o.
Ahora si acepto que tu rango es el mayor de todos � coment�
Nelson mirando la enorme verga morena.
Todos rieron con el comentario, y una vez roto el hielo los
cuerpos se mezclaron. Mel se meti� la verga de Nelson en la boca, y �ste recibi�
la de Torton en la suya. El grueso pito termin� de crecer dentro de su c�lida
boca, mientras los pesados test�culos descansaban sobre su mal afeitada
barbilla, llenando de cosquillas los suaves y colgantes huevos negros. Se
besaron, se acariciaron, se probaron todas las combinaciones posibles, usando
las bocas y las manos, descubriendo los rincones de sus cuerpos, siendo gentiles
con Torton, que no quer�a saber nada de penetraciones, despu�s de lo sucedido.
Tal vez un d�a, mas adelante � prometi�.
Y los otros respetaron su promesa, content�ndose con
acariciar sus prodigiosas nalgas morenas, a la espera de que ese d�a llegara.
En el campamento fueron recibios como h�roes, y la historia
de su haza�a incluy� �nicamente los acontecimientos militares. Lo dem�s se lo
guardaron para ellos, porque sab�an que esa misi�n aun no estaba terminada.
Si te gust�, h�zmelo saber
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO