Relato: Una alumna � una esclava sexual - parte 3
La gloriosa jornada del estreno de Cecilia a�n proyectaba v�vidas im�genes en mi mente, cuando al d�a siguiente llegaba al colegio para realizar mis labores. Al pasar frente a ella, fue como cualquier d�a. Como estaba claramente acordada la discreci�n, en ning�n momento se acerc� a hablarme y como ese d�a no me tocaba el grupo de ella, actu� normalmente, como si nada hubiese pasado. Era martes.
Al d�a siguiente s�, se producir�a nuestro segundo encuentro, que ser�a el primero al que le dar�a m�s contenido de sesi�n BDSM. Al salir del colegio la recog� en la parada del bus, pero esta vez no la llev� a ning�n restaurante, sino derecho a mi casa. Orden� comida por celular. Una ensalada primavera: arroz, ma�z, arbejas, zanahoria y presas de pollo. Bien liviano para una buena tarde de sexo y algo m�s. Mientras �bamos en el auto le fui mencionando algunas reglas:
- Solo hablar�s cuando te autorice y si necesitas hacerlo, me pedir�s permiso primero. Desde hoy, cada vez que est�s conmigo a solas y una vez que se cierre la puerta, dispondr�s exactamente de un minuto para desnudarte completamente. Solo usar�s ropas frente a m� cuando yo te lo permita y seg�n lo que yo te indique que uses. Me llamar�s Amo o Se�or y har�s todo lo que te ordene quieras o no, te guste o no, para tu placer o dolor y en cualquier caso me agradecer�s todo lo que te haga. Entendido?...
- S�, Amo.
Al llegar a casa y tras cerrarse la puerta, comenz� a quitarse sus ropas. Le indiqu� una silla donde deb�a dejarlas prolijamente dobladas. Le dije tambi�n que cuando terminara me esperara arrodillada frente a mi sof�, con las rodillas abiertas y separadas y ambas manos sobre la nuca. Yo fui a buscar la orden del almuerzo y volv� en pocos minutos. Cecilia estaba desnuda y en la pose indicada. Dej� la comida sobre la peque�a mesa junto al sill�n y le orden� que se pusiera de pie para inspeccionarla. La pose era piernas separadas, torso bien erguido y manos en la nuca con los brazos bien abiertos. Su cuerpo expon�a de inmejorable manera las generosas formas que hab�a desarrollado. Le indiqu� que mirara hacia abajo mientras la inspeccionaba y obedeci�. Not� que llevaba algo de maquillaje en el rostro y su vagina luc�a un bello p�bico muy tupido. La llev� al ba�o, le entregu� una afeitadora que hab�a comprado para ella y le prest� mi espuma de afeitar.
- Rasura tu vagina y desde hoy mantenla siempre as�... nada de concha peluda conmigo. Luego qu�tate el maquillaje y no vuelvas a usar nada de eso sin pedirme permiso. Te dejo este cepillo de dientes que compr� para ti, pero lo usar�s despu�s de comer. Cuando termines estas tareas, recoge la comida, s�rvela en dos platos. Pon el m�o en la mesa y en cuanto a ti, ya sabes d�nde debes comer. Date prisa.
Cumplidas sus tareas, sirvi� la mesa para m� y puso su plato en el suelo. Me sent� a la mesa, ella se arrodill�. Esper� a prop�sito a que lo hiciera, para refrendarle que no hab�a servido agua.
- Quieres que almuerce a pico seco?
- No, Amo... le pido perd�n.
- Ve al refrigerador y toma una botella de agua mineral sin gas. Abre el armario, saca dos vasos y trae todo aqu�.
Se apresur� a cumplir la orden y volvi� con todo lo requerido. Sin que le dijera nada destap� la botella, me sirvi� primero a m� y qued� expectante.
- Bien, Cecilia... sirve para ti tambi�n, ponlo en el suelo y ya puedes empezar a comer.
El almuerzo transcurri� con el debido silencio de su parte y una vez terminado le dije:
- Ya sabes qu� hacer con los platos, vasos y cubiertos... Luego ve al ba�o y cepilla tus dientes y despu�s b�scame en la sala de estar.
Levant� todo y sin perder tiempo fue a la cocina a realizar su tarea, mientras yo aprovech� para hacer mi higiene dental. Luego, en mi dormitorio me despoj� de mi ropaje y desnudo me dirig� a la sala de estar rumbo al sof�, donde puse en exhibici�n dos l�tigos m�s una fusta que hab�a comprado el d�a anterior, m�s mi cintur�n, m�s una fina vara de madera y tambi�n un collar de perra de color negro con una chapita con su nombre escrito todo en min�scula, y entre corchetes, mi nombre en may�sculas. El collar ten�a una argolla con una cadena muy linda enganchada. Cuando lleg� Cecilia y vio todo eso, acus� la sorpresa abriendo sus ojos ampliamente. No dejaba de observar aquellos objetos.
- Tu mala conducta amerita un castigo. Sabes en qu� has fallado?
- No, Amo... -dijo en voz baja y con cabeza gacha-
- En el auto te dije claramente que era tu obligaci�n agradecerme todo lo que te haga, no es as�?...
- S�, Amo...
- Pues no te escuch� darme las gracias por la afeitadora y el cepillo dental que te regal�, ni por la comida, ni nada...
- Tiene raz�n, Se�or... estoy en falta...
- Estos l�tigos y ese collar tambi�n los compr� para ti...
- Muchas gracias, Amo.
- El collar te lo tendr�s que ganar demostrando que eres digna de usarlo. Los objetos de castigo ya te los ganaste. Por ser la primera vez, te permitir� que t� misma elijas con cu�l de ellos quieres que te azote.
Pr�cticamente sin dudar, eligi� el cintur�n. Pensar que gast� un buen dinero en dos l�tigos y dos fustas, para que finalmente su primera azotaina fuera con el cintur�n que ajusta mis pantalones todos los d�as.
- Alg�n motivo en especial para esa elecci�n?
- Me recuerda a mi padre...
- �l te azotaba con su cintur�n?
- En pocas ocasiones... cuando me portaba muy mal...
- Y... c�mo te castigaba �l?...
- Me bajaba las ropas y me daba con el cintur�n... a veces solo con la mano.
- Pero siempre te bajaba las ropas?
- S�, Amo...
- Y qu� significaba para ti exponer tu cola desnuda ante tu padre?
- Sent�a verg�enza...
- Y crees que a �l le gustaba tenerte desnuda?
- Tal vez s� le gustaba... Cuando me ba�aba me tocaba toda... pero solo se animaba a tocarme y nada m�s.
- Bien, Cecilia... Yo me animar� a mucho m�s que solo tocarte, pero eso ser� despu�s. Ahora te dar� tu primer castigo. Ya que no hiciste fiesta para tus quince a�os, te los voy a festejar hoy con quince azotes. Quiero que los cuentes uno por uno, en voz alta... entendido?
- S�, Se�or...
Dispuse una silla en medio de la sala y le indiqu� que se parara justo detr�s, con un pie al lado de cada pata trasera de la silla, ambos por fuera. Luego la hice flexionar, apoyando su abdomen sobre el respaldo de la silla y los codos sobre el asiento. Su culo quedaba bien parado, como apuntando hacia arriba, completamente ofrecido para lo que se ven�a. No pod�a arriesgarme a dejarle marcas en ninguna parte del cuerpo donde fueran visibles en su vida cotidiana, de modo que sus preciosas nalgas ser�an las receptoras de todas las descargas de mi cintur�n. El solo verla as� me excitaba a tal punto que mi pene ya comenzaba a erguirse como diciendo, �me despert� y tengo hambre�... Tom� el cinto y dobl�ndolo al medio lo agit� al aire una par de veces.
- Lista, esclava?...
- S�, Amo...
Dicho esto med� mi fuerza para que no fuera ni muy suave, ni tan fuerte como para lastimarla y le descargu� un primer azote que le cruz� ambas nalgas. El Chas! reson� en la sala. Cecilia cerr� sus ojos, acuso el impacto, pero supo ahogar su grito y en su lugar cont� de viva voz...
- Uno...
Hice una pausa, pero luego decid� darle unos cuantos azotes sin pausas, manteniendo un ritmo...
- Dos!... Tres!... FFFFF... cuatro!... FF ay!... cinco!... Ay, ay!.. seis!...
Continu� con la seguidilla y despu�s del s�ptimo, se le doblaron las piernas como queriendo dejarse caer. R�pidamente le met� mano en la entre pierna y la levant�. Pude sentir que su vagina estaba h�meda. Le orden� que se mantuviera firme. No pod�a abandonar esa posici�n. Continu� castig�ndola y las l�grimas empezaron a surcar sus ojos, mientras sus carnosas nalgas se enrojec�an y yo acariciaba mi pene, como pidi�ndole paciencia... ya llegar�a su turno. Tras el d�cimo cuarto azote hice una pausa. Cecilia los hab�a contado todos entre quejidos y l�grimas. Yo levant� mi mano un poco m�s que en los anteriores y con firmeza le infring� el �ltimo suplicio.
- Ay!... quince... gracias, Amo, por el castigo, que es menos de lo que merec�a...
Dicho esto apoy� su cabeza sobre el asiento de la silla y llorique� un poco. Sin perder tiempo, arrim� otra silla y la puse justo en frente a la de ella, asiento contra asiento. Me sent� en ella y acercando mi pene a su rostro, la tom� por su cabello para dirigir su atenci�n hacia mi excitado miembro. Al verlo, solo abri� su boca y lo recibi� en ella sabiendo lo que ten�a que hacer. A�n sollozaba al tiempo que me proporcionaba una colosal mamada, que dada la excitaci�n que yo ten�a, solo dur� un par de minutos antes de llenarle la boca con mi leche caliente. Le dije que me la mostrara antes de tragarla y abriendo su boca, cumpli� mi orden. C�mo me fascinaba el espect�culo de su delicada boca llena de mi esperma caliente, sabore�ndolo, manteni�ndolo ah� hasta que le orden� tragarlo. Entonces cerr� su boca y pude ver el abultamiento que bajaba por su cuello, al tragar todo el semen que le hab�a descargado.
Luego le dije que se parara frente a m� y lentamente se fue incorporando. Intent� acariciar su cola, pero se lo imped� deteni�ndola con mis manos. Le prohib� que se tocara o acariciara. Le expliqu� que el dolor, tanto como el placer, era para sentirlo y asimilarlo. Tom� sus mu�ecas y las gui� a rodear mi cuello, mientras yo la abrazaba por su cintura. Apoy� su cabeza en mi hombro y llorique� durante algunos minutos m�s, hasta que se calm� y volvi� a agradecerme.
Despu�s la llev� al ba�o y le frot� un poco de alcohol en gel para su desinfecci�n. Esto le provoc� bastante ardor. Luego le apliqu� una crema que suaviz� su piel, la humect�, refresc� y la ayud� a calmarse. El resto de la tarde lo pasamos en el dormitorio, teniendo abundante sexo, rico en intensidad y placer. Cecilia se entregaba cada vez m�s y comenzaba a transformarse en una mujer capaz de vivir una notable plenitud sexual y sobre todo, me brindaba una maravillosa actitud de sumisi�n que sublimaba su entrega a m�. Tambi�n disfrutamos de los momentos de descanso, en los que aprovech� para entregarle su nuevo diario y le di un rato para que empezara a escribir sus primeras experiencias conmigo. En ese tiempo me dediqu� a algunos quehaceres m�os que ten�a pendientes.
Tambi�n le dije que quer�a anotarla en un club deportivo para que hiciera determinadas actividades f�sicas y otras disciplinas que servir�an a su aprendizaje. El club ser�a elegido por m�, ya que ten�a un amigo que era dirigente en uno muy adecuado para ella. Le pregunt� si su madre tendr�a inconveniente en darle permiso y pagarle la cuota, a lo que me dijo que no habr�a problema... que de hecho ella misma le hab�a insistido en que hiciera alguna actividad para distraerse y no estar tanto tiempo sola en su casa. De modo que mi plan de educaci�n de mi esclava comenzaba a tomar forma.
Cuando me dispon�a a llevarla de regreso, le entregu� un cd que hab�a preparado para ella el d�a anterior y le di instrucciones de escucharlo en la cama, antes de dormirse y con auriculares. Deb�a hacerlo todas las noches y ten�a masturbarse pensando en m� mientras lo hac�a. Lo que ella no sab�a era que yo le hab�a mezclado mensajes subliminales a todas las canciones. Es sencillo hacerlos, si se cuenta con un buen programa de edici�n de audio. Los mensajes subliminales eran del estilo de: �Adoro el sexo con mi due�o, mi felicidad es ser esclava sexual de mi profe, hago lo que sea por mi amo sexual, etc�. No es que sean infalibles, ni m�gicos. Pero en una persona que ya de por s� desea estas cosas, los mensajes refuerzan las ideas en gran manera. Luego la llev� al auto y partimos.
Espero que les guste esta tercera parte. En la pr�xima tendr�n detalles del entrenamiento de Cecilia y de c�mo fue progresando. Debo pedirles mil disculpas a todos, porque en mi �ltimo relato publiqu� err�neamente mi correo. La direcci�n correcta es:
Perd�n por el inconveniente y gracias por leer y votar. Ahora s� tienen un correo v�lido para comunicarse. Hasta pronto.
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