EL HIPNOTIZADOR
Capitulo 1: M/f, HIP, V
Si quiero empezar esta historia desde el principio he de
confesarles que a mi siempre me ha encandilado mi cu�ada Sara, la hermanita
peque�a de mi querida esposa Sof�a.
Lo estoy desde que la conoc�, siendo todav�a una ni�a, pero
que ya lucia un rostro realmente precioso, tapado por una larga mata de pelo
negro y escondido siempre tras unas enormes gafas.
Y me dura hasta los d�as en que transcurri� este relato, y
que ya era una suculenta adolescente, con un cuerpo pleno de firmes redondeces,
que promet�an ser tan llamativas como las de su hermana, y que siempre trataba
de ocultar a la mirada de los hombres con unos sobrios y holgados vestidos.
La verdad es que siempre estuve debati�ndome entre el deseo
prohibido y mi est�pido sentido de la moralidad; y, para que negarlo, la mayor�a
de las veces venc�a mi lado malo, como es normal.
Ella estaba encantada conmigo, pues al ser su �nico cu�ado
siempre la colmaba de atenciones y regalos... y no me faltaba nunca alguna
historia simp�tica que contarle, o alg�n divertido chiste que la hiciera re�r.
Hace algunos a�os, cuando era un poco mas peque�a, sol�a
jugar a menudo con Sara a mil cosas distintas, pero seg�n se fue haciendo mujer
tuve que ir olvid�ndome poco a poco de esos divertidos juegos; aunque he de
reconocer que me encantaban, tanto, o mas que a ella.
Pues tem�a que antes o despu�s se dieran cuenta ella, o mi
celosa esposa, del insoportable estado de excitaci�n en que me pon�an los
inocentes roces con sus grandes y firmes senos, que solo yo parec�a apreciar, o
con su mullido culito resping�n, siempre escondido bajo los holgados vestidos
que ya he mencionado.
No se si alg�n d�a me habr�a atrevido a ponerle la mano
encima de un modo directo, como tanto anhelaba en secreto, si no llega a ser por
su extrema timidez ante los muchachos.
Al principio pens�bamos que era un poco raro que rehuyera de
forma tan tajante todo contacto con los chicos de su edad, alos cuales
practicamente ni se acercaba.
Pero cuando realmente nos preocupamos fue el d�a que regreso
de una de las fiestas del colegio llorando desconsoladamente y neg�ndose en
redondo a ver a ning�n chico mas en su vida.
Por suerte nosotros conoc�amos a un famoso siquiatra,
especializado en atender a adolescentes, y que era un buen amigo nuestro desde
los tiempos del instituto, cuando ambos suspir�bamos por la que hoy es mi amada
esposa. Y, claro, no tardamos mucho en llev�rsela para que la reconociera.
Luis, al cabo de un par de sesiones, nos recomend� que
pusi�ramos a la jovencita bajo hipnosis, para acelerar su curaci�n, y todos
estuvimos de acuerdo en que lo intentara.
Como mi querida esposa tiene un horario de trabajo mas
complicado que el m�o era yo el que la llevaba a la consulta de mi amigo, y el
que la esperaba durante las sesiones.
Una tarde, mientras aguardaba el final de la sesi�n, me quede
completamente solo en la antesala, pues la enfermera, como tenia mucha confianza
conmigo, se fue a hacer un recado, ya que nosotros �ramos los �ltimos pacientes
del d�a.
Aproveche esa oportunidad para espiar, a trav�s de la puerta
entreabierta, como se desarrollaban esas sesiones; y pude ver como mi amigo le
hacia un mont�n de preguntas, de todo tipo, a mi cu�ada Sara, tumbada
c�modamente en un div�n.
Cuando ya estaba a punto de acabar la sesi�n vi como, con
toda la desfachatez del mundo, el hipnotizador le tocaba los pechos a la chica
por encima de la ropa con ambas manos, sin dejar de hacerle preguntas, esta vez
de �ndole bastante personal.
El muy pillo no se conformo con sobar a Sara a trav�s del
vestido y, metiendo sus manos bajo el mismo, acaricio a placer sus voluminosos
senos, estruj�ndolos bajo su juvenil sujetador, que a duras penas pod�a
contenerlos.
Luis deb�a estar muy acostumbrado a estos manejos pues, con
solo unos movimientos le subi� el holgado vestido hasta el cuello, dejando a la
vista su graciosa ropa interior.
Desde mi posici�n privilegiada pude ver como con un par de
tirones liberaba sus bellos pechos del cors�. Eran magn�ficos, blancos y duros
como el marfil, con un grueso bot�n rosado que llamaba poderosamente la
atenci�n. Luego me tuve que conformar con ver como su cabezota iba de uno a otro
sin parar, mientras sus manos se perd�an dentro de sus braguitas, separando sus
piernas para hurgar mejor en su intimidad.
Al cabo de un buen rato, cuando por fin acabo la diversi�n,
la volvi� a vestir pacientemente y le dijo que recordara todo lo que le hab�a
confesado bajo hipnosis menos, claro esta, los abusos de que hab�a sido
objeto... y justo despu�s le dijo una frase muy corta, pero muy tonta, que no
repetir� por los motivos que pronto entender�n.
Nada mas dec�rsela, mi adorable cu�ada sali� del trance, muy
tranquila y feliz, sin recordar, por lo visto, nada de lo que le hab�a hecho el
h�bil hipnotizador.
Yo me apresure a alejarme de la puerta y aparentar que hab�a
estado todo el rato enfrascado en la lectura de unas revistas, para que no
sospechara nada de mi.
Esa misma tarde, aprovechando que Sara se iba a quedar en
nuestra casa a cenar, como hacia muy a menudo, decid� comprobar si mis sospechas
eran ciertas; y, contando con que Sof�a, mi mujer, tardar�a aun varias horas en
llegar del trabajo, me anime a usar la frase anteriormente o�da con mi apetitosa
cu�ada, a ver lo que pasaba.
El efecto fue fulminante, pues nada mas pronunciarla se quedo
r�gida, con la mirada perdida, a la espera de nuevas ordenes. Al principio me
limite a acariciarle los pechos por encima de la blusa, y a manosearle un poco
el trasero por debajo de la falda, mientras le hacia preguntas intimas, como
hacia nuestro amigo el psiquiatra, pero poco a poco fui cogiendo la confianza
suficiente como para pedirle que fuera ella la que hiciera cosas.
Lo primero que logre fue que desnudara sus magn�ficos senos
para mi, mientras yo los chupaba y lam�a sin descanso, al mismo tiempo que los
estrujaba loco de deseo, disfrutando de la sabrosas frutas prohibidas. Despu�s
hice lo mismo con su intimidad, saboreando embelesado su sabrosa hoquedad, pero
me tuve que abstener de poseerla, como era mi intenci�n, porque ella me confeso
que era completamente virgen. Con eso quiero decir que solo hab�a recibido unos
cuantos besos en la boca, alguno con ligero toque de pechos incluido, y que
desconoc�a todo lo dem�s.
Como hab�a descubierto una mina de oro decid� tranquilizarme,
y pensar en como explotarla, en mi propio beneficio, tom�ndome para ello todo el
tiempo que hiciera falta.
Capitulo 2: 2M/f, �m/F, HIP, C
Lo primero que hice fue convencer a mi amigo el psiquiatra de
que yo deb�a participar en la cura de mi cu�ada; dejando caer, como quien no
quiere la cosa, que sabia como "curaba" a sus j�venes pacientes.
El, claro, cedi� r�pidamente al peque�o chantaje, no solo
porque yo pod�a arruinar su reputaci�n sino, y de esto no supe nada hasta mucho
mas tarde, porque as� tenia la oportunidad de estar mas cerca de mi esposa, con
la cual segu�a obsesionado todav�a.
Para ser sincero aclarare que lo suyo era mas deseo que amor,
pues Sof�a era, a sus treinta y pocos, una mujer de bandera, que hacia volver la
mirada a todos los hombres con los que se cruzaba.
Su pelo largo y rizado enmarcaba un precioso rostro ovalado
en el que destacan poderosamente sus jugosos y gruesos labios.
Su mirada traviesa y sus ojos oscuros le dan un aire de
diablesa que poca gente puede dejar de apreciar.
El hacer mucha gimnasia, y la rigurosa dieta que segu�a, le
permit�an lucir su enorme busto con orgullo, pues su firmeza natural hacia de
sus sujetadores un mero adorno, del que sol�a prescindir bastante a menudo.
Y si a todo esto unimos su vientre liso y su p�treo trasero
comprender�n un poco mejor su oscuro deseo.
As� que aquella misma tarde mi amigo despidi� a la enfermera
antes de tiempo y se dispuso a explicarme lo que deb�a hacer para obtener el
m�ximo provecho de la curiosa situaci�n en que se encontraba mi cu�ada.
En cuanto la tuvo hipnotizada con la frase m�gica me permiti�
entrar en la consulta y me cont� cual era su problema; este era en verdad muy
simple, la chiquilla hab�a vivido obsesionada, desde siempre, por la sombra de
su hermana mayor.
Para compensar el exceso de feminidad que tenia Sof�a, Sara
hab�a sido siempre muy machorra, intentando ganarse a sus amigos como si fuera
uno mas de ellos, ya que su cuerpo de ni�a no les atra�a lo mas m�nimo.
Al principio le iba bien; pero, cuando empez� a despertar
entre los chicos el deseo sexual, ella dejo de ser una mas para convertirse en
un medio de alcanzar a su deseable hermana mayor.
Pues no en vano Sof�a era la chica mas deseada del
vecindario, aunque estuviera a punto de ser mi mujer. Sara, a petici�n de mi
amigo, empez� a contarnos algunas de sus travesuras de esa �poca; mientras, uno
a cada lado, acarici�bamos sus senos desnudos mientras o�amos el relato.
Dado que Sof�a sol�a estar casi todas las noches de fiesta
conmigo y trabajaba por las ma�anas en el comercio de sus padres, se pasaba las
tardes durmiendo pesadamente, como hace siempre; pues tiene un sue�o muy
profundo del que es dif�cil despertarla. Eran esos ratos los que aprovechaba su
hermana para divertirse con sus amigos por toda la casa, ya que sus padres no
abandonaban el comercio hasta bien entrada la noche, y Sof�a no se iba a
despertar por mucho esc�ndalo que armaran. La primera vez que los amigos de Sara
demostraron inter�s por su hermana mayor ella misma los ayudo a introducirse en
su habitaci�n, e incluso la destapo para que la pudieran ver en camis�n. Pero,
desde ese d�a, solo quer�an pasar las tardes metidos en el cuarto de Sof�a,
disfrutando del ansiado cuerpo dormido que se les ofrec�a en bandeja.
Al principio Sara les dejaba hacer a su antojo, e incluso les
ense�aba como aflojarle los lazos de los camisones, para que no tuvieran
obst�culos a la hora de ver y de tocar sus abultados pechos desnudos. Llegando
al extremo de bajarle las braguitas a Sof�a en varias ocasiones para que estos
tuvieran acceso a su espeso felpudo y a su intimidad.
Pero, poco a poco, se fue encelando, al ver como era su
hermana la que recib�a los besos y caricias que ella tanto deseaba. Como era muy
sensible se fue encerrando en si misma, alej�ndose de los chicos, por mas que
ellos intentaban atraerla, pues sabia ver en sus p�caros rostros que solo la
quer�an para poder estar cerca de su hermana mayor.
Al poco tiempo, cuando nos casamos, y nos mudamos de barrio,
ella ya estaba totalmente sola y sin amigos. Pues con el paso de los meses se
fue apartando de todos los chicos, y as� fue como llego hasta este triste
estado.
En ese instante mi amigo me pidi� que dej�ramos de jugar con
su cuerpo, pues necesita o�r lo que le hab�a sucedido la noche del baile sin que
nada enturbiara sus pensamientos.
Por lo que deje de succionar su duro pez�n y me apresure a
sacar mi mano del interior de sus braguitas, a pesar de lo a gusto que estaban
all�, escarbando en la ansiada cueva prohibida.
As� fue como me entere que esa noche en cuesti�n hab�a
coincido en la fiesta con uno de los chicos que mas le hab�a gustado desde
peque�a, y que se hab�a sentido muy feliz al ver que este le hacia mucho mas
caso que de costumbre.
Cuando la fiesta estaba ya bastante animada la hab�a sacado a
bailar, d�ndole una gran alegr�a, que se fue diluyendo conforme bailaban, pues
el joven, con evidentes s�ntomas de embriaguez, no dejaba sus manos quietas ni
un solo instante.
Como su vestido era bastante holgado se dedico a tocarle su
firme trasero, a dos manos, sabiendo que nadie pod�a ver lo que le estaba
haciendo oculto bajo los numerosos pliegues de la ropa.
Sara, quiz�s influida por los viejos recuerdos, se dejo
acariciar, e incluso besar, sin demostrar excesiva resistencia.
Pero, cuando una de sus manos encontr� un hueco y se
introdujo bajo el vestido, en busca de sus c�lidos senos, decidi� que hab�a
llegado el momento de pararlo.
El chico no hab�a esperado encontrar unos pechos tan firmes,
y tan crecidos, bajo el deforme vestido, as� que no quiso abandonar tan
f�cilmente su gran descubrimiento, y jugo un poco mas con ellos, hasta que vio
que Sara se enfadaba de verdad.
Entre el alcohol, y el deseo, la saco, lo mas r�pidamente que
pudo de la fiesta; y, a solas, en el jard�n del instituto, volvi� al ataque,
apoy�ndola contra un �rbol para facilitar sus manejos.
Ella, ilusionada por el inusitado inter�s que despertaba en
el joven le dejo hacer, entregando gustosa sus labios para que la besara con
ardor.
El chico, mientras la besaba, hab�a hallado el medio de
introducirse bajo su blusa, apoder�ndose r�pidamente de sus soberbios pechos.
Sara le dejo cierta libertad, pero cuando noto que sus
dedazos no se conformaban con acariciar, y estrujar, sus delicados senos,
pellizcando burdamente sus sensibles, y grandes pezones; sino que intentaba,
adem�s, soltarle el sujetador, para dejarlos en libertad, le volvi� a frenar.
�l, esta vez, no quiso atender a razones; y, entre otras
muchas cosas, le dijo que no deb�a ser tan estrecha, que deb�a lucir el cuerpo
como lo hacia su hermana, si quer�a atrapar un marido rico, como ella. Sara, al
o�r nombrar a su hermana Sof�a, se volvi� a encerrar en si misma, de manera mas
f�rrea aun, intentando huir de su sombra, y se marcho corriendo de la fiesta
dispuesta a no acercarse a un hombre nunca mas.
Mi amigo fue buscando entonces su punto d�bil, hasta que
descubri� que Sara hab�a disfrutado con las caricias en los pechos, hasta que
estas se hicieron demasiado bruscas.
Una vez que hubo averiguado este secreto la hizo despertar,
despu�s de hacerle olvidar nuestras caricias, y le aseguro que no hacia falta
que volviera por la consulta, que solo deb�a pasar mas tiempo con un hombre con
el que tuviera confianza, como yo, para que se curara del todo.
Sara le quedo muy agradecida, pues no le hacia ninguna gracia
eso de ver a un psic�logo, y se comprometi� a pasar aun mas tiempo conmigo,
hasta que se le pasara la crisis.
Una vez que estuvimos a solas me explico sus intenciones; o,
al menos, parte de ellas.
Yo deb�a lograr que ella perdiera la virginidad por voluntad
propia, para conseguir que se entregara a mi sin que le afectara
psicol�gicamente.
As� que yo deb�a ir haciendo de ella una chica liberada,
hasta conseguir que se acostara con alg�n amigo suyo, y despu�s podr�a tener un
precioso juguete sexual cada vez que lo deseara.
Tenia la ventaja de conseguir que obedeciera todas mis
ordenes, siempre que estas no entraran en conflicto con su voluntad, y de que
conoc�a al chico de la fiesta, puesto que era el hijo de uno de los socios de mi
empresa.
Capitulo 3: m/f, HIP, V
Lo que primero que tuve que hacer fue hablar en privado con
el p�caro chaval y convencerle de que Sara estaba enamorada de �l, lo cual no
era del todo falso; y, que despu�s del disgusto que le hab�a dado en la fiesta,
deb�a de invitarla al cine, para hacer las paces.
Rafa, el chico, estaba un poco receloso al principio, pero
termino viendo en mi un c�mplice que le pod�a allanar el camino, y acepto
encantado mi sugerencia.
Con mi cu�ada fue mucho mas f�cil.
Bajo hipnosis la convenc� de que deb�a cambiar de vestuario,
y me fui con ella a unos grandes almacenes para ayudarla a escoger el tipo de
indumentaria que me interesaba.
Como estabamos en primavera compre unos vaqueros bien
ajustados, para que luciera sus bonitas piernas y se marcara mejor su apetecible
trasero resping�n; varios jerseys de lana muy finos, en los que destacar�an
poderosamente sus grandes y firmes senos, y una preciosa camisa de botones algo
transparente, para empezar poco a poco.
No solo consegu� que Sara aceptara, encantada, su invitaci�n
de ir al cine, sino que la hice vestirse con los vaqueros, y la fina camisa;
bajo la cual la obligue a ponerse un viejo sujetador de mi mujer, que ya le
venia peque�o.
Este, aparte de quedarle lo suficientemente holgado como para
que la libertad de movimiento de los senos fuera mas espectacular, por su
firmeza, era de un tejido caladito muy sexi, que dejaba transparentar los
pezones con toda claridad.
Yo ya sabia a que pel�cula iban a ir, as� que me adelante a
ellos y pude sentarme justo detr�s suya, sin que se dieran cuenta. Desde all�
pod�a ver perfectamente como se divert�a la parejita.
La verdad es que el chico no era nada sutil, y nada mas
terminar los t�tulos de cr�dito ya estaba buscando la mejor postura para jugar
con mi cu�ada, mientras empezaba a besarla.
Por suerte los ajustados vaqueros de Sara no le dejaban mas
opci�n que la de acariciar sus pechos, tentadores e indefensos. Y ella, esta
vez, le dejar�a mas libertad; pues, obedeciendo mis ordenes, le dejar�a
toc�rselos, mientras disfrutara con ello.
El joven no tardo mucho en pasarle un brazo por encima del
hombro, ni en soltarle un par de botones, para poder ver lo mucho que Sara tenia
para ense�ar, antes de meter la mano hasta el fondo. Mi cu�ada, al principio, se
quedo bastante r�gida, mientras �l la besaba ardorosamente, al mismo tiempo que
introduc�a su mano bajo la camisa.
Pero, despu�s, cuando las caricias hicieron mella, se entrego
d�cilmente al placer, dejando v�a libre a Rafa, para que explorase a gusto sus
colinas. El chico apenas si se entero de la pel�cula, pues se paso todo el rato
con sus manos, e incluso su cabeza, dentro de la amplia camisa de mi cu�ada.
Llego a coger tanta confianza el chaval que en mas de una
ocasi�n pude ver desde mi privilegiada posici�n como asomaba alguno de sus
n�veos senos por el escote de su camisa.
A la tarde siguiente, mientras la peque�a Sara me contaba el
final de la velada bajo hipnosis, y yo jugaba como de costumbre con sus pechos
desnudos, me di cuenta de que era mucho mas receptiva a mis caricias,
comport�ndose de una manera mas natural, sin la rigidez de los primeros d�as.
Me cont� que, a la salida del cine, como ella se negaba en
redondo a tocarle su intimidad, �l la llevo a un parque cercano a su casa, donde
desnudo sus pechos por completo, sac�ndoselos del sujetador, y abri�ndole
totalmente la camisa para v�rselos bien a gusto, mientras los chupaba y
acariciaba. Al mismo tiempo restregaba su duro paquete contra la entrepierna de
Sara; y ella cree que incluso llego a correrse en los pantalones, antes de
dejarla por fin vestirse.
Capitulo 4: 3m/f, HIP, EX
Mi cu�ada estaba bastante colada por el chico, as� que no me
fue dif�cil convencerla de la ropa que deb�a ponerse, para agradarle y, al mismo
tiempo, excitarle.
Empez� por ponerse los finos jerseys y los vaqueros. Y,
aunque no le hacia ninguna gracia que todo el mundo se fijara en su espectacular
silueta, cuando vio que Rafa, y sus tres amigos, no la dejaban ni a sol ni a
sombra, comenz� a cogerle gusto a la cosa.
Rafa siempre iba acompa�ado por esos tres amigos, de los que
se consideraba el l�der; y, aunque quer�a a Sara solo para �l, le gustaba
horrores presumir de su nueva conquista ante sus amigos.
Ese era el principal escollo que tenia que resolver cada vez
que somet�a a mi cu�ada a la hipnosis.
La verdad es que me costo bastante conseguir que accediera a
los sucios deseos de Rafa, pero, por suerte, los magreos que el chico le
prodigaba, cuando la acompa�aba por las tardes a su casa, me la estaban
volviendo mas d�cil, y asequible.
Lo mas dif�cil fue conseguir que se dejara besar delante de
los amigos de Rafa, pero una vez que lo logre, el resto vino casi rodado. Pronto
me entere, por sus confidencias bajo hipnosis, de que Rafa la besaba, y
acariciaba, sin parar, cada vez que iban todos juntos a alguna parte; llegando a
meter las manos bajo su ropa, sin importarle quien los viera.
La cosa no tendr�a mayor importancia si no fuera porque Rafa
parec�a muy interesado en compartir su dicha, y �ltimamente la acariciaba de tal
forma que sus amigos pod�an ver con claridad su ropa interior, y a veces hasta
lo que esta ocultaba a duras penas, para irritaci�n de Sara.
Como ve�a que, de seguir as�, el chico iba a estropear mis
progresos, fui a ver al hipnotizador, para que me aconsejara; y este me
recomend� un truco para evitar que mi cu�ada se volviera recelosa.
Solo tenia que lograr que Sara se volviera completamente
despistada, ignorando todo lo que ocurriera a su alrededor.
Me costo un mont�n de horas el conseguirlo; pero, al final,
logre que no se diera por enterada de nada de lo que suced�a a su alrededor, si
yo no se lo preguntaba bajo hipnosis.
Para probar los efectos le baje del todo la bragueta de los
pantalones y me la lleve a dar un paseo por el barrio. Fue todo un �xito, pues
aunque ella misma se vio reflejada en algunos espejos, no parec�a darse cuenta
de que estaba ense�ando sus braguitas a todo el mundo.
Sin embargo, cuando le pregunte en casa, bajo hipnosis, lo
que hab�a visto, no solo me cont� las veces que se hab�a visto las braguitas,
sino que incluso me dio detalles sobre las personas que se la hab�an quedado
mirando, y de aquellas que le hab�an hecho se�as disimuladas, que Sara fingi� no
ver ni entender.
Ahora ya no importaba tanto que Rafa abusara de ella en
publico, pues Sara iba siempre tan despistada, en apariencia, que no se daba
cuenta de lo que pasaba.
Pero su aprendiz de novio si se dio cuenta, enseguida, del
enorme chollo que era tener un ligue tan despistado.
Un d�a, despu�s de un peque�o round amoroso entre clases,
Sara se olvido de abrocharse los dos �ltimos botones de la camiseta que antes le
hab�a abierto Rafa para acariciarla mas c�modamente mientras la besaba. As� que
tanto el, como casi toda la clase, pudieron disfrutar de una preciosa panor�mica
de buena parte de sus generosos pechos, durante el resto de la tarde.
Rafa, para asegurarse de que mi cu�ada era en verdad un
despiste ambulante, se paso los siguientes d�as dej�ndole la ropa bastante
suelta, para ver como Sara se olvidaba de ella, hasta que �l se lo recordaba.
Como prueba final, pidi� a mi cu�ada, durante un recreo, que le dejara el
sujetador que llevaba puesto por unos d�as... como una especie de recuerdo.
Ella no dudo lo mas m�nimo en entrar en el cuarto de ba�o
para quit�rselo; sin darse cuenta, aparentemente, de que sus firmes pechos se
marcaban de una forma realmente descarada en el fino jersey; sobre todo sus
gruesos pezones, que parec�an querer atravesarlo, para alegr�a de su novio.
Despu�s de semejante �xito, Rafa no dudo lo mas m�nimo en
compartir su inesperada buena suerte con sus dos inseparables amigos.
As�, la siguiente vez que fueron al cine, aviso a sus
compinches de que prestaran atenci�n al incre�ble regalo que les iba a ofrecer
esa noche.
Durante la proyecci�n de la pel�cula no se conformo solamente
con dejarle casi todo el sujetador a la vista mientras le devoraba la cara a
besos; sino que, dado que Sara no parec�a darse cuenta del inusitado espect�culo
que ofrec�a, le saco un seno fuera del mismo. As� los amigos pudieron ver
perfectamente como el novio jugueteaba con su grueso pez�n, pellizc�ndolo con
sus dedazos, hasta hacerlo endurecer, mientras la besaba.
Se divirtieron todos tanto con la experiencia que, a partir
de ese d�a, Rafa no escatimaba esfuerzos para conseguir que sus queridos amigos
pudieran ver los pechos de su chica.
Como ya hacia bastante calor, obligue a Sara a vestir casi
siempre sin sujetador bajo sus finas camisas; pues la verdad es que yo tambi�n
me divert�a horrores cuando, bajo hipnosis, mi adorable cu�ada me contaba todas
las travesuras que le hac�an, mientras yo disfrutaba, golosamente, de sus
bonitos globitos desnudos.
Ahora lo ten�an mucho mas f�cil, pues Rafa solo tenia que
dejarle descolocados un par de botones, para que todos pudieran ver las
maravillas que ocultaba bajo la camisa.
Desde entonces raro era el d�a que sus pezones no acababan a
la vista.
Pero, claro, no se conformaron con eso, y Rafa pronto ideo
otra diversi�n.
Muchas noches, cuando pod�an hacerlo con disimulo, se la
llevaba a un apartado banco del parque, donde pod�a acariciarla con toda
libertad, lejos de las insidiosas miradas de los transe�ntes; all� pod�a,
incluso, desnudar sus preciosos pechos sin que Sara pusiera ninguna objeci�n.
Lo que mi adorable cu�ada tardo bastante tiempo en averiguar
era que los avispados amigos de Rafa se escond�an detr�s de ese mismo banco, al
abrigo de unos arbustos.
Y, cuando veian el momento oportuno, intercambiaban sus
ansiosas manos por las de Rafa, para poder toquetear, por turnos, el enorme
fruto prohibido. As�, mientras su novio la manten�a ocupada, devorando su dulce
boca a besos, sus tres amigos se turnaban en silencio para magrear el tierno
pecho indefenso durante todo el tiempo que les dejara Rafa.
Ella, por supuesto, cuando se dio cuenta se irrito bastante;
pero, gracias a la hipnosis, consegu� que siguiera haci�ndose la despistada,
aunque me costo horrores convencerla.
Menos mal que por esas fechas llegaron las ansiadas
vacaciones de Semana Santa y pude preparar meticulosamente la siguiente fase.
Tenia que conseguir que Sara dejara que su vicioso novio
tuviera v�a libre hasta su intimidad; pues, hasta que Rafa no venciera su
resistencia, ninguno tendr�amos acceso a sus zonas mas deseadas, e inaccesibles.
Y este paso era indispensable si quer�a llegar a tenerla solo para mi este
verano, como tenia previsto.
Capitulo 5: M/F, HIP, EX, V, C
Lo que yo no sabia es que, preocupado como estaba con mi
cu�ada, le estaba dejando v�a libre a Luis para que hiciera lo propio con mi
esposa; pues, con la excusa del tratamiento, ahora hab�a llegado su anhelada
oportunidad.
Mi mujer trabajaba en la tienda de sus padres, como
encargada, dado que estos hacia ya algunos a�os que se hab�an retirado al pueblo
a descansar. Aunque sabiamos que lo hacia como una forma de pasar el tiempo,
pues pod�amos vivir con mi sueldo perfectamente. Pero ella quer�a dej�rsela a su
hermana menor cuando esta terminara los estudios, y por eso la continuaba
regentando.
As�, mientras yo me encargaba de suprimir las defensas de mi
cu�ada, este se pasaba casi todas las tardes por la tienda de ropa, para ir
venciendo la escasa resistencia de mi esposa; hasta que esta, medio en broma
medio en serio se dejo hipnotizar en la trastienda un d�a que apenas hab�a
clientes.
Una vez que le hubo inculcado la frase m�gica, distinta de la
que yo usaba con Sara, empez� a disfrutar de la situaci�n. Durante los d�as
sucesivos sol�a encerrarse con mi esposa en la trastienda, pues la intimidad de
esta le permit�a desnudar a Sof�a con tranquilidad. As� pod�a deleitarse con el
cuerpo que tanto hab�a ansiado, sob�ndolo y us�ndolo con toda desfachatez.
Luis no tardo mucho en descubrir que el punto d�bil de Sof�a
era que le encantaba exhibirse ante los hombres, para sentir su deseo; y lo uso
para ablandar su moral, como yo con su hermana menor, con intenci�n de
convertirla pronto en su amante.
Dada la afici�n de Luis por el v�deo y la fotograf�a supongo
que tendr� un amplio dossier de esas fogosas jornadas. Aunque la pasividad de mi
esposa le sacaba de quicio, por lo que decidi� no volver a pasar por la tienda,
para no dar que hablar a la gente, mientras trataba de convertirla en una
autentica zorra con la que poder disfrutar mejor.
Pero como le gustaba controlar los sucesos en directo,
utilizaba su tel�fono m�vil para llamar al de ella, y as� poderle dar las
ordenes a distancia.
Se tuvo que gastar una fortuna en llamadas, pues pasaba horas
enteras en el bar que hay enfrente de la tienda de mi esposa, tel�fono en mano,
provocando la r�pida ca�da de Sof�a en su poder.
Lo primero que hizo fue convencerla de que dejara de usar
sujetadores.
La verdad es que esto no debi� de resultarle dif�cil, pues
ella tan solo los utilizaba cuando su ropa era demasiado transparente, o
provocativa.
Que fue, precisamente, el tipo de ropa que tuvo que empezar a
utilizar a partir de entonces, debido a sus ordenes.
Si antes los hombres la admiraban en silencio, ahora eran
pocos los que pod�an contenerse a su paso, sin decirle un piropo, o alguna
barbaridad.
Y no solo ellos cayeron bajo el hechizo de sus encantos.
Sof�a tenia una ayudante en la tienda; una jovencita,
bastante delgada, y poquita cosa, que se llamaba Eva y que aparentaba bastante
menos de los dieciocho a�os que tenia.
Mi esposa sospechaba que era lesbiana; pues mas de una vez la
hab�a sorprendido mir�ndola, con una mezcla de deseo y admiraci�n, cuando Sof�a
se probaba alg�n conjunto nuevo en la trastienda, como tenia por costumbre. Y el
�nico chico con el que se relacionaba era con su hermano Antonio; un adolescente
de unos quince a�os, tan t�mido como ella, que sol�a ir a menudo por la tienda,
para ganarse alg�n dinero extra, ayud�ndolas a ordenar los fardos mas pesados.
Pues bien, desde que Sof�a empez� a lucir sus encantos de
forma exagerada, por orden de Luis, la pobre chica se pasaba el d�a con los ojos
como platos, fijos en su cuerpo, mientras el rubor te��a sus mejillas.
El hipnotizador tambi�n lo sabia, por las confesiones que le
hacia Sof�a mientras el disfrutaba de su cuerpo desnudo en alg�n rinc�n
apartado, pero antes de sacar la vena lesbica de mi mujer tenia que estimular su
exhibicionismo.
Sus primeras v�ctimas fueron algunos incautos clientes, que
entraban a solas a comprar algo de ropa para sus novias o esposas, pues la
tienda solo tiene prendas femeninas.
En cuanto aparec�a alguno de estos, Luis llamaba a mi esposa;
y, tras la frase m�gica, la obligaba a despacharles con su mejor sonrisa,
ense�ando todo cuanto pudiera... sin que se notara que lo hacia a prop�sito.
Fueron bastantes los clientes que se hicieron asiduos al
local, para poder disfrutar de sus mas que generosos escotes, o poder ver sus
picaras braguitas cuando Sofia se agachaba descuidadamente para mostrarles
alguna pieza en concreto.
Con el paso de los d�as mi esposa se volv�a cada vez mas
descarada, luci�ndose mucho mas de lo que le ped�a el hipnotizador. As� que
pronto sus escotes se hicieron tan holgados que la mayor�a de sus clientes
conoc�an ya sus rosados pezones casi tan bien como yo mismo. Y su lencer�a
intima era tan breve que todos conoc�an ya el color de su pubis.
Una tarde, mientras Luis esperaba ansioso en el bar de
enfrente a que apareciera alg�n cliente id�neo, vio al hermano de Eva acercarse
a la tienda, para ayudarles a colocar el ultimo material recibido, como le hab�a
pedido mi esposa.
El p�caro hipnotizador no quiso perder la oportunidad y llamo
r�pidamente a Sof�a, para que esta le recibiera adecuadamente. Cuando el chico
entro en la trastienda ella estaba mas que dispuesta para el trabajo, con la
camisa casi desabrochada y un hermoso regalo oculto bajo la minifalda.
No hab�an abierto ni cuatro cajas cuando Sof�a pudo apreciar,
por el considerable bulto que se le formo en los pantalones, que al chico le
gustaba lo que ve�a.
Y no era para menos, pues el chaval ve�a sus soberbios pechos
casi por completo; y lo poco que no ve�a se transparentaba claramente en la fina
camisa, bastante transparente.
Pero cuando el joven se puso enfermo de verdad fue cuando mi
esposa se subi� a una corta escalera, para colocar el resto de la ropa en los
estantes superiores... pues fue cuando Antonio vio que no se hab�a puesto las
bragas.
A Sof�a no debi� disgustarle el inter�s que pon�a el chico
por situarse en la mejor posici�n bajo la escalera, para contemplar el bello
espect�culo que tenia a un par de palmos de la cara; pues ella misma, sin
necesidad de ninguna nueva orden del hipnotizador, fue la que abri� sus piernas,
de una forma aparentemente natural, para que el muchacho no se perdiera ni el
mas m�nimo detalle de unas cuevas tan oscuras como deseadas.
Algo mas tarde, cuando Luis se dio cuenta del r�pido progreso
que hab�a experimentado su v�ctima, tras el minucioso relato telef�nico de los
hechos que ella le narro bajo hipnosis, decidi� empezar a saborear su anhelado
triunfo.
As� que esa misma noche, aprovechando que nuestro dormitorio
da a un callej�n bastante solitario, se armo con su c�mara de v�deo, y su
tel�fono, y aparco su coche frente a nuestra ventana.
La verdad es que lo tuvo de lo mas f�cil, pues solo hubo de
llamar a mi esposa, para que esta le informara de que yo no pensaba despegarme
de delante de la tele hasta que acabara el interesante partido de f�tbol que
estaban transmitiendo.
El resto vino rodado, en cuanto Sof�a descorri� las cortinas,
Luis preparo su c�mara, para dejar fiel constancia, para la posteridad, de unas
escenas inolvidables. El lento strip-tease que hizo mi mujer quiz�s no fue
demasiado original, pero de seguro que fue efectivo, pues Luis tuvo que hacer
acopio de toda su fuerza de voluntad para que no le temblara el pulso.
Despu�s de ense�arle hasta el ultimo cent�metro de su
anatom�a, en una larga serie de posturas er�ticas, a cual mas indecente, dignas
todas de la mejor revista de desnudos, Luis decidi� ver hasta donde llegaba la
entrega de mi esposa.
El fue el primero en reconocer que no esperaba que Sof�a
estuviera tan motivada; pues, sin apenas pens�rselo, ella empez� a acariciarse
el cuerpo, con ambas manos, en cuanto Luis se lo pidi� por tel�fono. Este solo
tuvo que utilizar el zoom para captar en todo su esplendor la masturbaci�n que
ella se hizo, tumbada sobre nuestra cama, totalmente abierta de piernas.
Mi esposa, mientras se introduc�a hasta dos dedos a la vez en
su c�lida gruta, al mismo tiempo que se estiraba los gruesos pezones, gem�a de
una forma tan dulce y tan elocuente que no cabia la mas m�nima duda de lo poco
que le costaba entregarse al placer. Sus gemidos fueron tan intensos, que
tambi�n Luis mancho sus pantalones, cuando ambos llegaron al orgasmo.
Desde esa noche Luis solo tuvo que empujarla, poco a poco,
para que Sof�a precipitara su propia ca�da a la lujuria y el desenfreno.
Capitulo 6: �M/F, F/F, HIP, EX, C, V
El hipnotizador disfrutaba como un ni�o peque�o viendo como
sus continuas llamadas al m�vil hac�an que mi mujer se exhibiera, todav�a mas,
delante de quien �l quer�a.
Gozaba sobre todo cuando los lucimientos de Sof�a eran en un
sitio publico, especialmente si yo estaba presente y no me daba cuenta de lo que
pasaba.
Como por aquellas fechas estaba obsesionado con pervertir a
mi cu�ada, casi no prestaba atenci�n al comportamiento an�malo de mi amada
esposa; sobre todo por que a esas alturas ya estaba mas que acostumbrado tanto a
verla vestir con ropas llamativas, y siempre sin sujetador, como a que ella
contestara llamada tras llamada por el tel�fono m�vil, estuvi�ramos donde
estuvi�ramos.
Precisamente de eso se aprovechaba el rufi�n de Luis, y as�
pod�a divertirse viendo como otros hombres disfrutaban de lo que solo a mi me
pertenec�a por derecho.
Con el tiempo he sabido de alguna de sus multiples
jugarretas. Lo mas normal era que la obligara a agacharse, para ponerse bien las
medias, en aquellos lugares donde los hombres pod�an disfrutar mejor de las
preciosas vistas de su ropa interior que generosamente les regalaba.
Pero seg�n ve�a que mi esposa se entregaba al juego sus
ordenes eran aun mas audaces.
Un d�a que estabamos comiendo en un conocido restaurante la
obligo a entretenerse con los botones de su camisa, mientras escog�amos el men�
para que, amparada por la carta, yo no pudiera ver como el joven camarero, de
pie junto a ella, contemplaba atentamente, sin ning�n problema, todo el seno
desnudo de mi mujer. Luis, desde la barra, ve�a como los comensales de la mesa
que estaba frente a nosotros no dejaban de admirar las piernas de mi esposa por
debajo del mantel, por lo que pidi� a esta que les alegrara el d�a. Y as� lo
hizo, se subi� tanto la minifalda que todos pudieron verle su escueta ropa
interior.
Pero peor fue la noche en la que, mientras tom�bamos un par
de copas, sentados en la barra de un pub que soliamos frecuentar, la llamo para
ordenarle que se quitara las bragas en el cuarto de ba�o, guard�ndoselas despu�s
en el bolso.
Luis quer�a, adem�s, que Sof�a se bajara bastante la
cremallera posterior de la minifalda, para que todo el que pasara por detr�s
nuestra pudiera verle una buena porci�n del trasero. Y la verdad es que fue todo
un �xito.
El pod�a ver, desde una mesa cercana, como se formaban
verdaderas filas de mirones detr�s nuestra; adem�s Sof�a cooperaba bastante con
el espect�culo, pues tenia el culo casi fuera de la banqueta, con lo que la
vista era aun mejor.
Mas tarde, en confesi�n telef�nica, mi mujer le cont� al
hipnotizador que no supo quien fue el p�caro ayudante que, ampar�ndose en el
tumulto que pronto se formo a sus espaldas, le bajo la cremallera hasta el
final, logrando que la panor�mica de su trasero fuera casi completa.
Cuando Luis vio que las manos de mas de un sujeto de los que
estaban junto a nosotros se met�an donde no deb�an, aprovechando la forzada
pasividad de Sof�a, que soportaba estoicamente todas las caricias, hizo de buen
samaritano, y la volvi� a llamar, para que arreglara el desaguisado.
Nada mas levantarse del taburete para regresar al ba�o se
pego a su espalda un individuo que, ni corto ni perezoso, meti� toda la mano por
la amplia abertura, alcanzando f�cilmente su intimidad.
Sof�a no pod�a andar mas r�pido, en parte porque el bullicio
del local la frenaba, y en parte porque los dedos del desconocido, rapidamente
alojados en su sagrado orificio practicamente no le dejaban ni dar dos pasos con
comodidad.
Tan h�bil era el sujeto que ella tuvo que esperar en la
puerta del aseo a que este la terminara de masturbar, pues estando tan cerca del
cl�max ya no quer�a ni pod�a parar.
Cuando mi esposa alcanzo por fin el silencioso orgasmo se
refugio a toda prisa en el ba�o, algo avergonzada por lo que hab�a pasado, sin
querer siquiera mirar hacia atras.
Y un rato despu�s, al salir, ya arreglada y compuesta, no vio
a nadie fuera.
Pero Luis todav�a prefer�a la tienda, por su intimidad, y
all� fue donde continuo con sus fechor�as.
Un d�a, mi mujer, siguiendo sus instrucciones, le aconsejo un
atrevido top para su novia a uno de esos clientes que se hab�an echo tan asiduos
en los �ltimos tiempos.
Como el tipo no estaba muy convencido de que a esta le
quedara bien algo tan atrevido Sof�a le sugiri� que la acompa�ara hasta el
probador, y que viera como le sentaba a ella.
El sujeto no pod�a creerse la suerte que tenia; y, como no,
la sigui� de mil amores.
Mi esposa le hizo esperar fuera, junto al espejo, mientras
ella se lo pon�a dentro.
Luego, cuando sali�, casi le provoca un infarto al pobre
hombre, pues el descarado top ense�aba bastante mas de lo que escond�a. Sof�a no
se quedo conforme hasta que el cliente, despu�s de haberlo visto bien de cerca,
desde todos los �ngulos, se quedo con la picara prenda.
Ese fue el comienzo de una campa�a de ventas de lo mas
exitosa.
Se ve que los entusiasmados clientes, muy satisfechos por el
peculiar servicio que se les prestaba, empezaron a correr la voz entre sus
amistades, y pronto todos tuvieron la oportunidad de realizar sus compras mas
fantasiosas.
Y as�, Sof�a, siempre obligada por las ordenes telef�nicas de
Luis, se convirti� en la modelo mas solicitada de la temporada, poni�ndose
conjuntos cada vez mas atrevidos.
Los clientes pronto pasaron de los tops de fantas�a a las
camisas casi transparentes, y de estas a los bodys y sujetadores de fino encaje.
Al final, como no, termino poni�ndose para ellos la lencer�a mas caladita y sexi
que hab�a en toda la tienda.
Las cajas de sujetadores y bragas transparentes volaron en
cuesti�n de d�as, as� como el enorme surtido de tangas y picard�as; y un
afortunado cliente tuvo la oportunidad de ver a mi esposa, durante casi media
hora, con un feisimo cors� muy antiguo, que solo tenia una virtud, la de servir
de soporte a los senos desnudos de Sof�a, los cuales aun destacaban mas
realzados por esta prenda.
Por primera vez en muchos a�os la tienda de mi esposa se
quedo sin lencer�a, y con muy pocas prendas sexis. Mientras esperaba que le
llegara una nueva remesa, mi esposa, comprensiva con sus clientes mas asiduos,
cumpliendo as� las ordenes que le daba Luis, les dejaba que permanecieran con
ella en el interior del probador mientras se pon�a las pocas prendas que le
quedaban por vender.
All� pod�an contemplar, bien a sus anchas, sus maravillosos
pechos desnudos, mientras Sof�a se probaba la ropa escogida por ellos.
Por esos d�as fue cuando uno de los clientes mas
perseverantes, un rico vejete la mar de simp�tico, le pidi� a Eva que se probara
un sujetador, casi infantil, que quer�a regalarle a su nieta.
El mas sorprendido por lo que ocurri� a continuaci�n fue
Luis.
Pues antes de que Eva respondiera al sujeto Sof�a, que volv�a
de atender a un lujurioso cliente en la trastienda, le dijo al o�do que
aceptara, que ella sabr�a devolverle con creces el favor.
La frase por si misma no era nada rara, pero la manita que,
como quien no quiere la cosa, apoyaba mi esposa en el trasero de la chica, le
daban un significado muy expresivo.
Eva, roja como un tomate, acompa�o al travieso cliente al
probador, mientras mi mujer comenzaba a cerrar la tienda, pues ya era casi la
hora. Al cabo de bastantes minutos, cuando sali� el cliente del probador, muy
satisfecho por la compra realizada, Sof�a termino de cerrar la tienda, y paso al
interior, pues Eva aun no hab�a salido del probador.
Nada mas entrar mi esposa, Eva, con los ojos llorosos, se
abrazo a ella y, entre sollozos, le cont� lo mal que lo hab�a pasado mientras el
cliente le hacia quitarse, y ponerse, varias veces la reducida prenda, hasta
estar seguro de que era justo lo que estaba buscando.
Sof�a, comprensiva, le acariciaba los largos cabellos,
mientras la chica restregaba sus h�medas mejillas entre los voluminosos senos de
mi mujer.
Despu�s, durante su relato, fue intercalando peque�os besos
por las amplias colinas carnosas; y, al ver que mi esposa no reaccionaba mal,
uso sus peque�as manitas para soltar los pocos botones que le quedaban a la
camisa, y as� tener un acceso mas f�cil para sus fogosos labios. Los cuales en
seguida encontraron un r�gido pez�n, esperando impaciente una boca que lo
devorara.
Si bien es cierto que Sof�a no coopero en todo lo que sucedi�
a continuaci�n, no es menos cierto que no opuso la mas m�nima resistencia en
ning�n momento.
Dejo que la chica se desnudara, y la desnudara, mientras
recorr�a todo su cuerpo con mil besos, mordiscos y caricias. Despu�s, mientras
le devoraba los pechos, de los que parec�a no cansarse nunca, sus h�biles dedos,
introduci�ndose por ambos orificios, a la vez, lograron que alcanzara un primer
orgasmo. El cual fue seguido de otro, aun mayor, cuando la incansable boca se
apodero de su calida gruta, mientras sus finos dedos exploraban, y se
introduc�an, por su entrada mas estrecha.
Pero el orgasmo mas poderoso sobrevino cuando la chica se
tumbo sobre Sof�a y, mientras amasaba h�bilmente los agradecidos pechos, con sus
manos, restreg� su h�meda intimidad con la suya, hasta que ambas gritaron de
placer, a la vez.