Comenzando
Hace ya muchos a�os, ten�a 10 y sol�a gastar mi tiempo con
dos amigos Luis y Omar, ambos de 12, a quienes les deb�a el haberme salvado de
la golpiza que quer�a darme un grandote a la salida de la escuela. Nos
junt�bamos todas las tardes en una especie de caba�a que hab�amos hecho junto a
un �rbol, para hablar tonter�as (sobretodo de sexo, que siempre estaba en
nuestras mentes) y para hacer vanos intentos de espiar desnuda a una se�ora cuya
casa pod�a verse desde el �rbol. Ellos que eran m�s grandes, cuando la charla se
pon�a caliente sol�an jalarse sus pijas. Yo sent�a verg�enza pues la m�a era m�s
peque�a y sin pelitos. Muchas veces me insist�an que me dejara coger, a lo que
siempre me negaba. Otras, se les antojaba tocarme la cola o apoyarme, pero todo
quedaba ah�.
Una noche, mientras jug�bamos con otros chicos, nos
escondimos con Omar en una especie de pasillo. El se coloc� atr�s m�o y
haci�ndose el distra�do apoy� su pito dur�simo contra mis nalgas. Como ambos
ten�amos puesto shorts pude notarlo claramente y sent� como un estremecimiento,
una sensaci�n desconocida pero placentera. La situaci�n dur� menos de un minuto,
pero resulta a�n inolvidable.
Al d�a siguiente, al llegar a nuestro refugio, mis
amigos estaban muy interesados en mirar una revista que uno de ellos hab�a
conseguido. Vale la pena describir a la revista: era una especie de fotonovela
en blanco y negro con mujeres no muy agraciadas pero que s�lo vest�an en ropa
interior (nada que ver con lo que hoy est� en el mercado). A�n as�, en esa
�poca, a esa edad, era para todos un preciado tesoro. Quise compartir con ellos
el repaso de aquellas im�genes, pero se negaron dici�ndome que era muy chico,
haciendo que llegara a fastidiarme. L�gicamente insist� casi hasta el punto de
ponerme a llorar de la rabia hasta que Luis (quien hab�a conseguido el ejemplar)
me dijo que s�lo me dejar�an verla si a mi vez me dajaba coger. Volv� a negarme
y, entonces, me propusieron darme la revista a cambio de que les dejara ver mi
cola para poder hacerse sus pajas. Nuevamente sent� esa sensaci�n placentera de
la noche anterior y ced� a sus pedidos aunque las piernas me temblaban.
Me dieron la revista y los dos se pararon atr�s m�o
como a dos metros, sacando sus pitos al aire. Cuando estaba a punto de desistir
y salir corriendo, uno de ellos (ya no recuerdo cu�l) me indic� que deb�a
bajarme el short y los calzoncillos como hab�amos acordado. T�midamente, deslic�
un poco mis prendas, pero insistieron en que deb�a mostrarles mis nalgas
completas. Tuve que hacerlo, sin m�s remedio.
Me qued� ah� parado y temblando, trat� de mirar la
revista por la que tanto hab�a cedido, pero no pod�a concentrarme en las
im�genes, sino en los sonidos y jadeos de aquellos a quienes estaba mostrando mi
intimidad. Los jadeos de Omar se fueron incrementando hasta que produjo un
resoplido muy sonoro, al acabar y expulsar su semen. Gir� mi cabeza y pude verlo
satisfecho y con los ojos cerrados, recuperando el aliento. Luis por su parte
estaba rojo y no dejaba de mirar mi culo, sent� un poco de verg�enza y volv�a a
darle la espalda, totalmente ajeno a la revista. Me pidi� que le mostrara el
agujero de mi culo para poder terminar. Como quer�a que ese tiempo ya pasara,
dej� la revista en el suelo, agach� mi torso y con mis manos separ� mis nalgas
para darle el espect�culo completo que me reclamaba. Al hacerlo reci�n advert�
lo dura que estaba mi peque�a pija, que parad�jicamente parec�a mas grande que
lo habitual.
En ese momento, sent� un poco de temor porque not� que
se acercaba a m�, se escuch� un fuerte suspiro y sent� que un chorro de semen y
luego otro mojaban mis nalgas. Pero, por suerte todo hab�a terminado. Estaba
rojo de verg�enza, pero ellos hab�an quedado muy contentos. Me prometieron ser
siempre mis mejores amigos y hasta me regalaron la apetecida revista. Algo
abochornado y para poder meter la revista en mi habitaci�n antes de que
volvieran mis padres, regres� a mi casa.
Totalmente aturdido por la situaci�n, entr� en mi
cuarto, me recost� en la cama y mientras hojeaba aquellas p�ginas por las que
hab�a dado tanto, comenc� a hacerme mi primer paja. Lo que ve�a, pero sobretodo
lo que hab�a sucedido minutos antes provocaron que explotara muy pronto y mi
leche comenz� a salir en borbotones y fort�simos chorros que saltaron mucho m�s
all� de mi cama. Me qued� tumbado con los ojos cerrados, esperando que cesaran
los espasmos de mi primer orgasmo. Sin quererlo, mi mano recorri� una de mis
nalgas donde estaba el testimonio ya reseco de mi primer dosis de semen ajeno:
el de mi gran amigo.