LOS FAMOSOS DE LILY
I
HISTORIAS DE ZOIL�N
Cuando Lily se encontr� a Zoil�n, el pajarito cantor, en su
camino yo a�n no hab�a sido captado por mi dulce panterita para el duro oficio
de satisfacer a las mujeres a cambio de un m�dico estipendio ( d�ganme ustedes
sino es m�dico cualquier precio por llegar al �xtasis, subir al s�ptimo cielo y
bajar, sin verse obligados a degustar el alimento para jilgueritos de pl�stico
de las compa��as a�reas). Por tanto lo que les voy a contar no procede de
cosecha propia, sino del buen vino embotellado y etiquetado por Anabel para el
exquisito paladar de Johnny. Seguro que no tendr� la gracia sandunguera y esa
sensualidad que Dios le dio a mi Any hasta en el tono de su voz, pero les
aseguro que har� lo que pueda para que nada se pierda por el camino.
Ella estuvo presente en la primera entrevista entre ambos, en
la que el ratoncito fue engatusado y transformado en correveidile de Lily entre
los famosos de este pa�s y alg�n que otro pajarraco de fama internacional. Ambas
damas no sab�an qu� pensar de la extra�a man�a de aquel hombrecito que no dejaba
un solo instante de intentar fotografiarlas con sus ojos hasta obtener un primer
plano de sus rostros. A�n no hab�an le�do a Freud y por tanto ni se les pas� por
la imaginaci�n que una persona pudiera llegar a caer en man�as tan surrealistas
y perversas. El esfuerzo de Zoil�n result� in�til (est� por ver el h�tero que
hubiera tenido �xito en lo que pajarito cantor se propon�a). La vista se le
desvi�, contra su voluntad, a los pechos y piernas de aquellos monumentos de
mujer. Se hab�an puesto escuetas minifaldas pensando que as� seducir�an mejor al
hombrecito. �Oh ing�nuas y c�ndidas palomitas!.
Luego de poner cara de circunstancias (me hubiera gustado ver
su jeta) pajarito cantor pidi� permiso para transplantarse al servicio sin pisar
suelo, tal como hac�an en la serie de Star Treak. Y poco le falt� para
conseguirlo porque se volatiliz� delante de los ojos de las damas como un
cohete, peque�o pero cohete, en ignici�n. Lo que sucediera en aquel lugar
retirado o retrete Any no lo supo nunca, pero tanto ella como yo nos lo
imaginamos sobradamente. Regres� p�lido como un muerto y con la respiraci�n bajo
m�nimos. De esta manera pudo hablar con las damas durante media hora sin verse
obligado a poner un candado a su mirada, aunque justo es admitirlo, en un estado
cercano a la catatonia.
Lily, cuenta Anabel con gracia inigualable, le miraba y
remiraba como si un extraterrestre, peque�ito pero extraterrestre, se hubiera
colado por su ventana con el �nico deseo de alegrar su colita, masturb�ndose en
sus narices. No sab�a muy bien qu� tono emplear con aquel rid�culo pervertido
que sacaba su leng�ita y pon�a los ojos en blanco cada vez que fijaba su mirada
atrevida en pechos o muslos. Any, muerta de risa, le ech� una mano, mejor dicho,
un par de tetas y de muslos, y as� mientras la miraba a ella Lily pod�a
reencontrarse y tranquilizarse antes de formular su siguiente pregunta.
-�Es cierto que usted es el periodista de este pa�s mejor
informado sobre los trapos sucios de famosos, famosas, arist�cratas, poderosos y
gente escogida por la vida para ser �nicos e irrepetibles?.
La pregunta no estaba formulada de esta manera pero Any lo
adornaba todo y sus adornos resultaban siempre mejores que el mobiliario, por lo
que mantengo y reitero la pregunta. Se produjo un corte de respiraci�n en
Zoil�n, a quien pon�a en trance hasta el vibrato de la voz de Lily.
-No encontrar� otro mejor. Por un m�dico precio le cuento
hasta la talla de las bragas y calzoncillos de los famosos.
-�Y qu� m�dico precio ser�a ese?.
-Yo preferir�a que se me pagara en carne. Usted me entiende.
-No, no le entiendo, querido amigo. Un polvo con cualquiera
de estas dos damas aqu� presentes le costar�a un ojo de la cara y la mitad del
otro.
Enrojecimiento progresivo y convulso del rostro de Anabel que
estaba a punto de reventar de risa, al tiempo que intentaba controlarse por
arriba, la risa, y por abajo, el pis. Se hubiera ido corriendo tambi�n al
servicio o retrete, aunque por un motivo distinto que Zoil�n, si la sensaci�n de
que se perder�a algo muy importante no la hubiera aplastado contra el sill�n.
Aguant� como pudo y as� yo pude enterarme, con el tiempo, de esta clamorosa
escena. Me la contaba Any entre risa y risa e hipido e hipido. Est�bamos en su
apartamento, concretamente en su habitaci�n y a�n m�s concretamente en su lecho.
Desnudos, por m�s se�as, y en el relajo subsiguiente a un polvo antol�gico en el
que ambos dimos lo mejor de nosotros mismos, sin dejar ni un litro de gasolina
en la reserva. A mi me entr� sue�o, indome�able y evidente, y Any, despierta,
como Julieta en el balc�n esperando otra vez a Romeo, decidi� que la �nico forma
de mantenerme despierto, con el posible premio de otro polvote de propina, era
contarme una nueva historia de Zoil�n, un personaje que me resultaba
particularmente simp�tico y divertido. Se pueden imaginar la escena con muy poco
esfuerzo: dos cuerpazos de primera, desnudos sobre la cama revuelta, ri�ndose a
mand�bula batiente conforme la historia avanza.
Zoil�n se puso como la grana y mir�ndose la puntera de los
zapatos, pudo apenas balbucear:
-Eso�eso ya lo supon�a yo. No pido tanto. Solo que me deje
mirar por un agujerito lo que hacen sus pupilas. Pido poco. Tengo un defecto que
me impide disfrutar plenamente del sexo.
-Seguro que es usted uno de esos rapiditos que no te dejan ni
preguntar si ya han entrado (porque no sientes nada de nada) cuando ya han
salido.
Zoil�n no sab�a d�nde meterse. De pronto se le soltaron unos
inmensos lagrimones por la cara y casi de rodillas suplic� a las damas.
-No se burlen de mi, por Dios. Si son buenas conmigo pondr�
en sus manos un mont�n de famosos. Podr�n hacer con ellos lo que quieran,
siempre que les paguen, por supuesto, pero tampoco tanto como piensan. Se
asombrar�an ustedes de lo que estar�an dispuestos a cobrar. Una bicoca para
usted, se�ora Lily.
La se�ora Lily se qued� pensativa. Si Zoil�n no ment�a, la
tentaci�n de utilizar famosos para clientes escogidos, era una tentaci�n
demasiado fuerte para ella, una empresaria de primera y una voyeur vocacional
que nunca desaprovechar�a contemplar el polvo de un famoso.
-D�game alg�n nombre, Zoil�n. Para que me haga una idea. No
le pido que me cuente todos sus secretos� no, a�n no.
Fueron brotando nombres de aquella boquita de pi��n que
hicieron relamerse de gusto a Lily. Any, que la conoce bien, en ese aspecto
mejor que yo, me describi� los gestos por los que ella dedujo el enorme inter�s
que suscitaban los nombres que iba desgranando pajarito cantor. Lo disimul�
bastante bien. Un buen negociante nunca debe mostrar el enorme inter�s que
siente por un negocio determinado o el precio subir� por las nubes. Lily en esto
era una maestra. Hubiera sido capaz de jugar al rat�n y al gato con el mism�simo
Belceb�.
Se hizo la desconfiada.
-�Qu� pruebas tengo de que esto es as� y no me echar�n de su
casa con cajas destempladas.
Zoil�n, ni corto ni perezoso, pidi� un tel�fono y marc� un
n�mero.
-Hola encanto. Soy Zoil�n�Muy bien preciosa. No te pregunto
c�mo est�s t�, porque no hay mujer en el mundo tan hermosa. Ya te lo he dicho
muchas veces�S�, s�, sabes que no es un halago, sino la pura realidad�Si�s�
Mira, � recuerdas lo que hablamos el otro d�a?. Pues tengo a mi lado a una mujer
que podr�a darte lo que pides y algo m�s. Todo con discreci�n absoluta�.Es de
fiar. Puedes matarme si no te resulta como yo te digo� �Qu� quieres hablar con
ella?. Ahora mismito de la paso. Chao, preciosa. Un beso. Nos vemos ma�ana.
Se puso Lily y ambos mantuvieron una conversaci�n que hubiera
helado a un ping�ino. Hablaron de n�meros, de lugares, de c�mo hacer que su
relaci�n fuera m�s discreta que la de Ad�n y Eva cuando, en el para�so terrenal,
ni siquiera hab�a entrado la serpiente tentadora. Se pusieron de acuerdo con una
facilidad pasmosa. La famosa (actriz conocid�sima y un poco en horas bajas por
su edad y porque el teatro sufr�a una de sus c�clicas crisis y en el cine
espa�ol se iniciaba t�midamente el destape que echar�a de la pantalla a grandes
actrices, con cuerpos ya un poco maduritos para el gusto del p�blico, que iba a
Perpi��n para ver El �ltimo tango en Par�s de Bertoluchi, donde el culo de la
Schneider era a�n juvenil y turgente) se comprometi� a venir a cenar a casa de
Lily, siempre y cuando �sta garantizara discreci�n en el transporte, un coche
con cristales oscuros, y discreci�n en la servidumbre, nadie se ir�a de la
lengua. Lily le dio tales garant�as que la otra qued� conforme. Any cuenta que a
Zoil�n le falt� tiempo para pedirle a Lily que cerrara el trato y le garantizara
un sustancioso cobro en carne.
Lily hizo una se�a a Anabel y �sta puso delante de Zoil�n el
album de fotos de sus pupilas que acostumbra a ense�ar a los nuevos clientes,
para que elijan a su gusto. En �l, entre otras muchas, aparecieron desnudas y en
posturas realmente excitantes (yo conocer�a muy bien ese album) Anabel, Venus de
fuego�.
Continuar�.