Relato: La ni�a de la calle





Relato: La ni�a de la calle

Bien, ac� me tienen otra vez. Soy Jaime Vargas, "El Vargas".
Ya me pudieron leer en el relato "El Vargas y Mayra", que escribi� y public� mi
buen amigo Caronte. En ese relato yo seduc�a a una joven, pero en el que sigue,
el joven soy yo. Les voy a contar quiz� la historia m�s importante de mi vida,
la que me hizo ser como soy y estar donde estoy. Como no s� muy bien por d�nde
empezar, empezar� por el principio, que es por donde suelen comenzar estas
cosas.


Como ya sabr�n, soy argentino, de la ciudad de Rosario. All�
nac� y all� pas� mi infancia, casi encerrado en mi casa a consecuencia de una
mamita agoraf�bica. Pues bien, la historia nos remonta a cuando yo ten�a seis
a�itos, hace ya casi una eternidad. En esa �poca, mi mayor divertimento era el
mirar a la gente que pasaba por debajo del balc�n de mi casa, hasta que la noche
ca�a, como un gigantesco monstruo oscuro, sobre las calles de Rosario. Pero
sucedi� que un d�a vi a una ni�ita, de unos ocho o nueve a�os, que me atrajo la
atenci�n. Su cara sucia y su ropa- unas braguitas y una camiseta que manten�an
bien poquito de su blanco original- me dejaron claro que era uno de los llamados
ni�os de la calle. Los ni�os de la calle son esas personitas que por no tener,
no tienen ni edad para comprender por qu� carajo son tan pobres. Al principio,
ven�a s�lo por las noches, pero despu�s, justo un mesecito antes de que yo
cumpliera los siete a�os, se empez� a quedar tambi�n por el d�a.


Esa ni�a sobreviv�a gracias a lo que ganaba pidiendo, y
cuando no ganaba lo suficiente, robaba una hogaza de pan de cualquier tienda,
para poder sobrevivir un d�a m�s en el infierno de su vida. Yo, en cuanto mi
profesor particular, un joven universitario que se sacaba algo de plata
ense��ndome a m� por las ma�anas mientras mi mamita se pudr�a en su cuarto o en
el sof�, se marchaba, yo me sal�a a buscar con la mirada a esa nenita de carita
sucia y ojos negros, y casi siempre la encontraba, con un platito roto delante
de ella, con unas monedas casi siempre insuficientes para comprar cualquier tipo
de comida. As� pues, un d�a la pillaron afan�ndose una barrita de pan, y la vi
huyendo de dos polic�as corpulentos, que la alcanzaron justo debajo de mi
balc�n. Entre insultos y patadas, los polic�as le ense�aron lo malo que es
robar, pero no le dijeron ninguna otra forma de sobrevivir. Cuatro semanas le
duraron las marcas de la cara, haciendo que mi s�ptimo cumplea�os fuera el m�s
triste de mi corta vida. La ficharon en las tiendas del barrio, y no tuvo m�s
que liarse a robar comida a los viandantes. Sin embargo, me gustaba lo que
hac�a, por que s�lo robaba a los que se lo pod�an permitir, que en Argentina
eran bien poquitos, y muy desconfiados. Sin embargo, ella siempre consegu�a un
pedacito de pan que llevarse a su boquita.


Ella desconoc�a mi existencia hasta un jueves diez de marzo.
Ese d�a yo la vi rondando a una abuelita ricamente vestida, que llevaba dos
grandes bolsas, una en cada mano. Entend� que le iba a ser muy dif�cil que
consiguiera algo sin ayuda as� que entr� a casa, y cog� mi bal�n de River que me
regalaron mis t�os de Chile, sin saber que mi equipo, por lo menos el de mi
papito, era Rosario Central. Lanc� el bal�n por la ventana, procurando que
botara cerca de la viejecita pero sin darle.


- �Se�ora! �Se�ora!- le grit� desde mi balc�n, un primer
piso.- �Pod�s lanzarme la pelota? Es que estaba haciendo una chilena como
Valdano, y se me fue.- Si esa viejecita hubiera estado al tanto, hubiera sabido
que el fuerte de Jorgito Valdano no eran las chilenas. La anciana dej� las
bolsas en el suelo, pero la ni�a no parec�a entender. Sin embargo, cuando me
mir�, y vio que yo la sonre�a con la boca y la animaba con los ojos, meti� sus
manos en una de las bolsas y sac� una barra de pan y una bolsita de dulces con
una rapidez y habilidad que ya hubiera querido el tal Ars�ne Lupin del que mi
maestro me hablaba. Despu�s de dos intentos nulos, la viejecita col� el bal�n en
mi casa, recogi� las bolsas y continu� andando sin darse cuenta de nada.
Mientras se marchaba, la ni�a de la calle me lanz� un beso con su manita, pero
yo lo sent� como si me lo hubiera dado directamente al coraz�n. Si yo hubiera
tenido algunos a�os m�s o hubiera sabido qu� significaba esa palabra, habr�a
dicho que estaba profundamente enamorado de esa ni�ita.


- �Baj�! �And� baj�!- me grit� desde la calle.


- No puedo, mi viejita no me deja.


- �Venga! �Y os invito a dulces!- dijo, agitando la bolsita
de dulces que se hab�a afanado con mi complicidad.


- Un momentito.- le dije mientras entraba en casa y me
aseguraba que mi mam� dorm�a. Mi mam� no dorm�a, mi mam� roncaba como un cerdo.
Volv� al balc�n- Ahorita bajo.


En cuanto pis� la calle a la que tanto miedo le ten�a mi
mam�, la ni�ita se me ech� al cuello y me estamp� un sonoro beso en la mejilla.
Aunque ella no se diera cuanta, mis mejillas se volvieron tan rojas o m�s que
sus diminutos labios.


- �Gracias!- me dijo- �Ya cre� que hoy me quedaba sin comer!


- No fue nada.- dije, devorando el dulce que me tend�a.


- �C�mo os llam�s?


Vos primero, que s�s m�s linda- le dije, sonriendo y haciendo
que ella tambi�n se sonriera. Mir� t� por d�nde, esa sonrisa qued� en mi memoria
muy bien guardadita, e incluso ahora parece como si la estuviera viendo sonre�r.


- Me llamo Marta, Martita Valdez, aunque no creo que ahora
importe mucho, mi apellido.


- �Por qu�?- pregunt�, en mi bendita inocencia.


- �Ayy, boludito!- dijo, pas�ndome su mano por mi pelo,
despein�ndome.- Pues por que mis viejitos me botaron de casa.


- Lo siento


- Vos no tuvisteis la culpa �Por qu� lo sent�s?- no supe qu�
carajo contestar.- No me dijiste tu nombre.


- Jaime Vargas- le respond�.


- Vargas, bonito apellido, �Lo puedo usar? Es que el m�o no
me gusta ya.- No entend�a c�mo una chiquita tan interesante como Marta quer�a
usar el apellido de la aburrida familia Vargas. Sin embargo, acept�.- �Qu�
lindo! De ahorita en adelante, me llamar� Martita Vargas.- dijo, volviendo a
sonre�r.


- �JAIMEE! �D�nde carajo te metiste?- era la voz de mi
viejita, as� que me desped�.


- Me tengo que ir, adi�s- dije, mientras entraba al portal.


- �Adi�s!- me grit� la peque�a Martita Vargas, esa hermanita
que mis papitos se negaban a darme por cuestiones meramente econ�micas, y que,
parad�jicamente, la calle me la hab�a dado.


- �Estoy ac�, mamita! Baj� a ver i hab�a correspondencia.-
era la primera vez que le ment�a a mi madre, pero lo volver�a a hacer. Si en
todo el mundo hab�a un solo motivo para mentirle a mi mamita, ese motivo era
Marta Vargas.


Esa noche, le deslic� unas mantas y una almohada a Marta,
pues el invierno se aproximaba y sab�a que la iba a necesitar. Desde ese d�a,
Martita comenz� a dormir justito enfrente de mi balc�n. Adem�s, algunas tardes,
mientras mi mam� dorm�a, yo me bajaba con Marta y juntos habl�bamos, nos
mir�bamos en silencio o me ense�aba a besar. Ella ten�a tres a�os m�s que yo,
pero nos quer�amos, nos quer�amos mucho. Yo, siempre que pod�a, le pasaba comida
o ropa que me ven�a grande, sin que mamita se enterara. De mi papito, en cambio,
no estaba tan seguro, por que siempre que me ve�a en el balc�n, se sonre�a, pero
no dec�a nada. Y es que �l s� que iba a la calle pronto todos los d�as, a
trabajar, y ve�a dormidita a Marta, y se sonre�a, la acariciaba la cabeza y se
marchaba. Y yo eso lo sab�a por que me levantaba cuando �l cerraba la puerta, yo
me levantaba, e iba a ver a mi �ngel, dormidito, enfrente de mi balc�n.


Una tarde me asust� al ver manchas de sangre en las mantas de
mi �ngel. Sin embargo, ella me coment� que era algo normal, que le pasaba a
todas las mujeres, y que, si se lo preguntaba a su mamita, seguro que le iba a
responder lo mismo. Yo no se lo pregunt� a mi madre, con el tiempo hab�a llegado
a verla loca, pero s� que se lo pregunt� a mi papito, que me explic� muy
detalladamente el tema de la menstruaci�n femenina. Entonces, fue cuando me
tranquilic�.


Sin embargo, una noche ocurri� algo muy extra�o, era tarde,
muy tarde, yo no pod�a dormir y me sal� al balc�n a ver como dorm�a mi Martita,
iluminada por el halo de una farola. Muchas veces me hab�a pasado lo mismo, y me
quedaba dormido en el balc�n, mirando a Marta. Pero siempre despertaba en mi
cama y por la noche, cuando llegaba mi pap�, �l s�lo sonre�a y no dec�a nada.
Pero esa noche fue distinta. Yo ya ten�a ocho a�itos, y Martita once, y mientras
dorm�a, un hombre muy alto y muy vestido de negro, se acerc� a Martita. La
despert� con una de sus enormes manazas, sacudiendo a mi diminuto �ngel mucho
m�s de lo que me hubiera gustado.


De repente, mientras Marta se frotaba los ojos, el hombre
alto sac� un fajo de billetes de d�lar del bolsillo, y le dijo algo al o�do a mi
peque�o �ngel. Martita asinti� y el hombre, que estaba en cuclillas, se levant�.
Entonces se abri� la bragueta del pantal�n y sac� una pilila muy grande, y muy
llena de pelos. Cuando Martita la toc�, pude ver que tambi�n era dura, y
entonces mi �ngel se meti� esa pilila tan grande en la boca. El se�or alto
comenz� a coger la cabeza de Marta y a moverla adelante y atr�s, mientras Marta
tragaba y devolv�a esa verga (ella me ense�� que se llamaba verga). El hombre
alto estaba gimiendo algo, pero como era en ingl�s no lo entend�a. S�lo a�os
despu�s sabr�a lo que significaba "�Yeah! �Oh, yes, little bitch!". Entonces, el
hombre movi� la cabeza de Marta muy r�pido justo antes de dejar, durante varios
segundos, su verga completamente dentro de la boquita de Marta, esa boquita que
tantas y tantas veces me hab�a sonre�do. Martita hizo como que se atragantaba,
pero el hombre no la dej� mover su cabeza de donde estaba. Entonces el hombre
sac� su pene (mi profesor era el que me ense�� que se llamaba pene) de la boca
de Marta, se lo guard� en la bragueta y le tir� el fajo de billetes al suelo.
Marta no tard� en cogerlo y ocultarlo debajo de las mantas. Yo miraba la escena
entre asustado y excitado, pues mi pene era una dura ramita dentro de mi
pantal�n.


Sin embargo, cuando vi que Martita intentaba escupir lo que
ese se�or le hab�a dejado en la boca, me sent� m�s asustado que excitado, y mi
pene se retrajo un poco. La excitaci�n desapareci� por completo cuando vi que
Marta se acercaba a una papelera y comenzaba a vomitar. Cuando termin�, volvi� a
su "cama" si es que eso se pod�a llamar cama, pero me vio. M�s concretamente,
vio mi carita de preocupaci�n.


- No os preocup�s, no es nada. Y adem�s tengo plata.- Me dijo
bajito y sacando de su escondite el fajo de d�lares.


Sin embargo, s� me preocup�, y le pregunt� qu� hab�a pasado a
la tarde siguiente.


- Eso, bebito, es una mamada.- me dijo, secamente. A ojos
vista, poco quedaba de la dulce Marta que me lanzaba besos con la mano.


- �No me llam�s bebito! �Sab�s que lo odio!- le dije, pues
era verdad.


- �Vos quer�s que te haga lo que le hice al gringo?- me
pregunt� pero no supe qu� decir.- Ven�.


Me cogi� de la camiseta con las manos y me llev� al portal de
mi casa, meti�ndome justo en el hueco que quedaba debajo de las escaleras, a
salvo de miradas. Me baj� los pantalones y, aunque intent� imped�rselo, tambi�n
los calzoncillos. Al descubierto quedaron mi diminuta verga y mis igualmente
diminutos huevitos. A ella no pareci� importarle, pero a m� s� por que no pod�a
compararme con la vergota del gringo. Sin embargo, ella se arrodill� delante de
m�, y mi diminuto pene se cans� de ser diminuto y comenz� a par�rseme. Ella
sonri� complacida y comenz� a chuparme mi miembrecito mientras yo empezaba a
sentir un calorcito interior muy rico. De repente, el calor fue aumentando, y
sent� buenas ganas de hacerme pis. Mi cuerpo se convulsion� y llegu� a mi primer
orgasmo sin siquiera correrme, pues a�n no estaba suficientemente desarrollado.


�Qu� me pas�?- le pregunt� mientras me sub�a los
calzoncillos.


Eso, Jaime, es que tuviste un orgasmo.


�Y eso es bueno?- pregunt�, inocentemente. Marta se ri� y
dijo:


Pues claro que es bueno, tont�n. �Que no te gust�?


S�, claro que me gust� pero...


Sin peros, bebito.- fui a protestar, pero puso un dedo en mi
boca- a eso es a lo que me voy a dedicar a partir de ahorita. No me gusta, pero
se gana plata, mucha plata.


�Y para qu� quer�s vos plata?- dije llorando, a�n no s� por
qu�.


Para marcharme de ac�. Quiero irme a otro pa�s, all� lejos,
muy lejos. Quiero ir a Espa�a. Me han dicho que un hombre viejo y malo, que
hac�a mucho da�o a sus ciudadanos, muri� hace poco y que las cosas est�n
mejorando mucho. As� que quiero irme all�, a un pa�s donde no haya ni�os de la
calle como yo. Quiero dejar de ser pobre, y �sta es mi �nica opci�n.


No te march�s Martita, no te march�s.- le supliqu�- �Que har�
yo sin vos?


Lo siento cari�o, pero si consigo la plata suficiente, me
marchar� y no volver� a verte. Lo siento, pero es lo mejor, para ti y para m�.-
dijo, intentando ocultar unas l�grimas furtivas, que no llegaron a brotar.


Pero hasta que lo consigas...- �sa era mi �nica esperanza-
hasta que lo consigas �Te quedar�s conmigo?- como �nica respuesta, me dio un
beso en los labios, que yo interpret�, acertadamente, como un s�.


Yo no sab�a qu� hacer. Martita se iba a ir, y yo me quedaba
todas las noches mir�ndola, para ver si en sus sue�os, a�n se acordaba de m�, o
s�lo so�aba con aqu�l nuevo pa�s. El hombre alto sigui� viniendo todas las
noches, y todas las noches Marta le hac�a mamadas, como ella las hab�a llamado.
Martita com�a bien todos los d�as, e incluso se compr� una cajita de aluminio
con un candado para mantenerla cerrada y guardar all� la plata. Desde entonces,
siempre llevaba la llave colgada al cuello. Pero lleg� un d�a que el hombre alto
lleg� con no uno, si no dos fajos de billetes. Marta pareci� extra�ada, mientras
yo lo ve�a todo desde mi balc�n. El gringo le dijo otra cosa al o�do y despu�s
de un momento de duda, Martita asinti�. Entonces el hombre alto comenz� a
bajarle las bragas hasta los tobillos, y Martita, obediente, se las quit� del
todo. Entonces el gringo sac� otra vez su vergota del pantal�n, pero esta vez no
se la meti� en la boca, empuj� a Martita contra la pared y se la meti� en lo que
mi pap� hab�a llamado "vagina", al explicarle la regla. Se la meti� muy fuerte y
muy dentro, y Marta no pudo ocultar un grito que desgarr� el silencio de la
ciudad. El gringo la besaba para ocultar sus gritos, pero no ten�a nada para
ocultar sus l�grimas. Martita lloraba y lloraba de dolor, pero al gringo parec�a
no importarle. La penetraba con violencia creciente, y parec�a que disfrutaba
con el dolor de mi �ngel. Cuando acab�, al igual que hab�a hecho el resto de
noches, se guard� su vergota y tir� el dinero al suelo. Martita lo cogi� y lo
guard� en su cajita m�gica, como ella la llamaba. Entonces, mientras ese maldito
gringo que tanto la hab�a hecho llorar se marchaba, Marta mir� su vaginita y vio
que sangraba abundantemente. Yo tambi�n me di cuenta y le dije:


- �Voy a llamar al doctor!


- �Ni se te ocurra!- me grit�, fuerte y seca, vestida s�lo
con su camiseta.


- �Esper� que ahora bajo!- no tard� en bajar, bien surtido de
servilletas, vendas, y todo lo que encontr� en el botiqu�n de mis papitos. Una
hora tardamos en frenar la hemorragia, con vendas y gasas.


- Gracias, amor- dijo, plant�ndome un beso en todos los
labios, e intentando meter la lengua. Yo abr� lentamente mi boca y ella se
introdujo en m�. Nuestras lenguas batallaron, m�s por instinto que por t�cnica,
y yo la volv� a sentir mi �ngel durante los segundos que dur� ese beso.


- No pod�s seguir as�, de verdad. Har� lo que quieras, le
pedir� de rodillas a mi papito que te pague el viaje a Espa�a, pero no sigas,
por favor.- le ped�, suplicante.


- Lo siento, mi amor, pero tengo que irme solita. Cuando me
vaya, te dejar� sin debernos nada m�s que alguna carta de vez en cuando. Lo
siento pero si puedo seguir.- me sub� llorando, m�s por impotencia y rabia que
por miedo, y me tir� en la cama, a ahogar mis gritos en la almohada.


El gringo sigui� viniendo durante mucho tiempo, dejando plata
y m�s plata, y tambi�n sangre y m�s sangre, por que desde ese momento ya no
quiso m�s que Marta se la chupara, ahora quer�a foll�rsela.. La cajita casi
estaba llena y Martita cada d�a estaba m�s feliz.


- Creo que ya queda poco, Jaime. Dentro de una semana estar�
de viaje a Espa�a.- me dijo un d�a, diez de marzo, el mismo d�a que me conoci�.
Sin embargo, ese d�a feliz fue un d�a muy triste. El gringo no volvi� es noche,
ni la otra, ni la siguiente. Ya nadie le pagaba a Martita, que cada vez
engordaba m�s y m�s, y las tetitas le crec�an m�s y m�s. Como si supiera lo que
hab�a hecho, el gringo desapareci� de nuestras vidas dejando pre�ada a Martita.
S�lo yo me ocupaba de ella, y le iba a comprar comida, y le insist�a en llevarla
a un hospital. Ella no quer�a, se negaba en rotundo, pero yo segu� a su lado.
M�s de una vez me qued� dormidito a su lado, y por la ma�ana mi papito me
despertaba y me mandaba para arriba, no fuera que mam�s se fuera a enfadar. Y
por fin, un veintiuno de septiembre, que mi pap� estaba de viaje de negocios,
pas� lo inevitable. Yo estaba en casa, y eran las ocho de la noche cuando
Martita comenz� a gritar. Ten�a que hacer algo, ten�a que llamar a alguien, a un
m�dico, pero necesitaba a mi madre.


- Mam�, a M...- estuve a punto de llamarla Marta, pero mi
mamita no pod�a saber que la conoc�a.- Mam�, a esa ni�a le duele.


- Dej�la, ni�o, son mierda.- fue la �nica respuesta que
obtuve.


- Pero mam�... Hay que llamar a un m�dico,- nuestra
conversaci�n casi no se o�a por los gritos de Marta. Me lanc� a coger el
tel�fono para llamar a un doctor, pero mi mam� me lo impidi� cogi�ndome por las
axilas y levant�ndome del suelo. Yo gritaba para que llamara a alguien, pero mi
mam� estaba loca, y yo lo sab�a. Su agorafobia hab�a empeorado y se hab�a vuelto
dura y arisca. Me arrastr� a mi cuarto y me ech� dentro. Luego, lo que m�s me
doli�, es que cerrara la puerta con llave.


A�n pod�a escuchar los gritos de Marta, y yo aporreaba la
puerta de mi habitaci�n pidi�ndole piedad a mi madre, piedad para m� y piedad,
sobre todo, para Marta. Viendo que mi madre no respond�a, me lanc� hacia la
puerta ciego de rabia.


- �Martaaa! �MARTAA! ���MARTAAAAAAA!- gritaba y golpeaba la
puerta, pero ni mis gritos ni mis golpes la mov�an. Media hora estuve aporreando
sin descanso la puerta, gritando el nombre de mi �ngel, escuchando sus gritos de
dolor. Al final, ca� agotado. El brillo del sol en mi ventana me despert�.
Estaba en la cama, y la puerta estaba abierta. Baj� corriendo a la calle,
pasando por delante de mi madre sin querer decirle nada. Esperaba ver a Martita
sentada en sus mantas, sosteniendo un peque�o bebito en sus brazos, pero me
encontr� otra cosa. Un grupo de mujeres de avanzada edad conversaban sobre lo
ocurrido. "Una desgracia, �Verdad?", "Se la encontr� un barrendero, y a�n
respiraba", "No pudieron hacer nada en el hospital, ni por ella, ni por el
ni�o". Yo romp� a llorar. Sub� llorando, casi a ciegas por el r�o de l�grimas
que inundaba mis ojos. Llegu� a mi casa, y no s� que barbaridad le grit� a mi
madre, pero fue una muy gorda por la cara que puso. Llegu� a mi habitaci�n e
intent� apagar mis lloros con la almohada, como hice aquella vez, que tambi�n
llor� por ella. Mi padre lleg� esa misma ma�ana de su viaje. Yo s�lo o�a lo que
se dec�an �l y mi viejita.


�Qu� pas�? �Por qu� hay tanta gente all� bajo?


�Bah! Esa sucia ni�ita que rondaba por ac�, pari� y muri� en
el parto- era mi mam� la que hab�a hablado.


�Pero c�mo? �No la atendieron bien?


No, no la atendieron. Tu hijo quer�a llamar a un m�dico, pero
no lo dej�. Ser�a tirar el dinero.- Entonces se oy� una sonora bofetada, un leve
"Est�s loca", y mi padre vino corriendo a mi cuarto.


Ha muerto, pap�, ya no est�.- le dije, llorando.


S�, hijo, s� que est�. Est� ac� dentro.- me dio un golpecito
en el pecho- en tu coraz�n, y si no la olvidas, jam�s morir�.


Los dos, padre e hijo, nos fundimos en un abrazo.


�Qu� pasar� con... ya sab�s, su cuerpo?


�Ay, hijo, no ten�a plata, as� que la enterrar�n como una
do�a nadie, y si la entierran!- mi pap� era muy franco, pero no llor�.


S� pap�, s� que ten�a plata.- Baj� a la calle, con los ojos
todav�a brotando l�grimas, me introduje entre el marem�gnum de cotillas y
buitres, y me puse a escarbar en sus mantas. Saqu� la cajita de plata, la apret�
contra mi pecho, volv� a cruzar entre la multitud y se la ense�� a mi padre.


Sab�s, papito. Ella dec�a que era de este color por que antes
era de madera, pero que ella la sumergi� en el R�o de la Plata y que se volvi�
de plata. �Qu� tonto verdad?- Era tan tonto, que volv� a llorar. Lloraba por que
al final no iba a viajar a Espa�a, ni se iba a hacer rica all�, ni la iban a
adoptar. Su vida acab� cuando a�n so�aba con angelitos. Igual que yo, yo so�aba
con ella, con mi �ngel.


Fuimos al hospital a recoger la llave que siempre llevaba al
cuello. Nos hicimos cargo, mi papito y yo, de todas las exequias, y la
enterraron en un cementerio muy bonito, en una tumba muy bonita, que pon�a:


MARTA VARGAS



1977 � 1989



semper viva


in mai alma


Y encima de la l�pida, c�mo no, un angelito que cuidara de
sus sue�os, de su sue�o, sue�o eterno. A su lado, tambi�n enterramos al ni�o. Lo
llamamos Rom�n Vargas, como mi papito, a petici�n m�a.


Pocas, poquitas personas fueron a su entierro. Sus viejitos,
los que la botaron de casa por que su pap� abus� de ella (me lo cont� una noche
que andaba algo tristona), y su mam� la llam� mentirosa cuando se chiv�, pues
sus viejitos tambi�n fueron al entierro. Y cuando preguntaron "�Por qu�
�Vargas�?", yo no tuve fuerzas para contestar, y mi papito lo hizo por m�.


- Por que ella lo quiere.- dijo abraz�ndome un poquito m�s
fuerte.


Sus papitos lloraron. Despu�s de botarla a la calle lloraron
su muerte. Es como prender fuego a un �rbol y llorar por que se han muerto los
pajaritos que anidaban en �l. Les habr�a puesto de hip�critas hasta arriba, pero
yo tambi�n estaba llorando.


Despu�s de eso, fui yo el que viaj� a Espa�a. Y a cada
monumento que ve�a, lo iba describiendo, como si ella estuviera a mi lado,
sonri�ndome de esa forma que tanto me gustaba.


A�n guardo su llave. Su cajita, seg�n mi papito, qued�
estupenda como maceta para las flores de su tumba. De su tumba y de la de Rom�n,
ese hijito que tanto estar� cuidando en el cielo.



FIN


Por favor vota el relato. Su autor estara encantado de recibir tu voto .


Número de votos: 7
Media de votos: 10.00


Si te gusta la web pulsa +1 y me gusta






Relato: La ni�a de la calle
Leida: 1457veces
Tiempo de lectura: 14minuto/s





Participa en la web
Envia tu relato







Contacto
Categorias
- Amor filial
- Autosatisfacci�n
- Bisexuales
- Confesiones
- Control Mental
- Dominaci�n
- Entrevistas / Info
- Erotismo y Amor
- Fantas�as Er�ticas
- Fetichismo
- Gays
- Grandes Relatos
- Grandes Series
- Hetero: General
- Hetero: Infidelidad
- Hetero: Primera vez
- Intercambios
- Interracial
- L�sbicos
- MicroRelatos
- No Consentido
- Org�as
- Parodias
- Poes�a Er�tica
- Sadomaso
- Sexo Anal
- Sexo con maduras
- Sexo con maduros
- Sexo Oral
- Sexo Virtual
- Textos de risa
- Transexuales
- Trios
- Voyerismo
- Zoofilia


Encuestas

Afiliados



























Relato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatorelatos.eroticos..si.chupamela.bien.ahh.que.rico.toma.mis.tetas.con.mi.vecinorelatos cogiendome a mi sobrinaabriendo las piernas a mi primita de doce relatosRelatos gays uuuff q ricomi padre me puso en bandeja de plata ami madre mi relato pornotodorelatosXXX mis ahijadas provocando al plomeroRelato hijastraRelato erotico con mi madrerelato porno retrasadaRelatos de sexo no consentido con misioneras americanasRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatoRelatos eroticos gratis incesto sobrina de 13 añitos primera vezver de follarrelatos xxx sobrinita de 9 relatoseroticos chantaje vrelato erotico mi hija susanaempeze hacerle cosquillas a mi tia y terminamos follando relatosRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatorelatos sexo anal con suegrasrelato erotico mi hijita 10Relatos pornos de do�a chelaxxxrelatos madre e hijaRelatos xxx drogue y viole a m� hermanalicra relatos eroticos mi sobrinitaRelatos eroticos las nenitas bonitasrelatos pornos filialrelatos de incestoanoche escuche mi suegro estaba cojiendo rico mi bragRelatos erotico si pude coger a mi suegrarelatos violacion gayrelato ami hermanita y ami nos cojieronrelato erotico travesti camionerowww.relatos.pornograficos.incestosrelatos erotico d bacaciones con mama y papaConfesiones candentes de madre e hija lesbianahija y nietas relato eroticoRelatos cojiendo con mama en el ranchorelatos me folle a mi hermanitarelatos eroticos de incestoRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatorelatos eropticosrelatos eróticos sexo sin querer con mi nuerarelato erotico con fotosviole eróticorelatos porno sobrina 11relato sexo hermana..relatos porno gay me coje borrachoRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatocon mi hija relatos pornorelatos eroticos de la bella y la bestiaRelato erotico la nenarelato con culonarelato erotico supositoriorelatos eroticos sexo anal compadre y comadreme saque las ganas de cojer con un negro . Relatorelatos porno viudas violadas por penes grandes relatos xxxx pequeña pervertida de ochojugando con mi hija la culona historias eroticasrelatos sexuales con mi tiaHistoria Porno mi hermano me enseño a cojeme a mi noviarelato erotico mi hijo y yorelatos eroticos de abuelo y nieta o hijastrasRelatos xxxxporno relato mi nenas de 7 ya quieren follarmi yerno se convirtió en mi amante relato eroticowww.relatos.pornograficos.incestosrecien casados xxx relatos cortosrelato porno cogido por mi perro a mi 10mujeres pegadas perro zofiliadesquinte a mi hermanita relato eroticoIncesto con la abuela relatadosIncesto con la abuela relatadosvideos eroticos lesbicosporno relatos mi sobrina lupitarelato porno tuve que complacer a mi esposomi hijita de 9 añitos relatoIncesto con la abuela relatadosRelatos porno muy calientesrelatos espiando ami mamárelatos porno media mas de 30 cmhistorias eroticas de repegones en el metro historias gratisRelatos cachondosrelatos porno 12Historias porno de hombres gay mi alunmo quiere perder la virginad con migo Eduardito la fiesta de disfrases parte #2eroticos cadiz