Como suelo hacer casi todos lo mi�rcoles por la tarde, me
dirig� a la fruter�a cercana a mi casa. No soy vegetariana, pero me gustan mucho
las frutas y la verdura. Disfruto ese tipo de comida con todos los sentidos. Me
encanta el aroma de las manzanas, me deleito con del tacto de un buen gajo de
naranja deshaci�ndose en mi boca, me vuelve loca el sabor de las fresas maduras,
adoro el sonido de una lechuga crujiente, y me gusta ver en mi cocina un frutero
repleto de colores. Soy una persona sensual, que para sentirme viva necesito
llenarme de sensaciones.
Al llegar al local, me di cuenta de dos cosas; que me iba a
tocar esperar un buen rato porque estaba haciendo su compra el due�o del
restaurante de la esquina; y que sin duda, el dependiente no era el de siempre.
Me entretuve viendo como despachaba el nuevo frutero; lo hac�a con una armoniosa
combinaci�n de fuerza, delicadeza y velocidad. Sus manos fuertes se mov�an con
seguridad y precisi�n. El due�o del negocio es un sesent�n de pelo blanco,
tranquilo y amable. �ste era un tipo de unos 35 a�os, pelo rubio corto, con
barba curiosamente oscura de dos o tres d�as. Estaba como un tren, y la
impecable camisa blanca arremangada cuidadosamente, cuyos dos primeros botones
desabrochados dejaban ver el vello del pecho, le sentaba como si fuera un modelo
de alta costura. Los vaqueros que llevaba se ce��an a su cuerpo en las zonas
adecuadas, resaltando su prometedora anatom�a.
Prendada, mir� como seleccionaba unos melocotones. Su mano
bronceada, que contrastaba con el naranja del fruto, comprobaba la madurez
apret�ndolos delicadamente. Con perversa imaginaci�n pens� en esas manos sobre
mis pechos. Luego cuando �l tomaba unos melones de la repisa, extasiada, fabul�
con tocar aquel culo apretado y del tama�o justo. Mientras �l hablaba con el
due�o del restaurante, me fij� en su boca; la dentadura impecable y unos labios
en su punto de grosor. Con picard�a, y mientras disimulaba como si estuviera
observando las lechugas, me desabroch� un bot�n de la blusa.
Cuando me qued� sola con el en la tienda, me dieron ganas de
echar el cierre y violarle all� mismo. Pero me contuve y sonre� al muchacho, que
me preguntaba: �Qu� desea ? Respond�, sin saber porqu�: Patatas, un par de
kilos. Puse cara de inter�s por las mercanc�as vegetales, mientras pregunt�: �Le
pasa algo a Carlos? Que era el due�o. El dependiente con una sonrisa me
contest�: No, no se preocupe, gracias, ha ido a su pueblo por la venta de unos
terrenos. Soy su sobrino. Con cara de inocente, dije: Ah, me alegro de que est�
bien.
Despu�s de varias peticiones disfrutando de c�mo se mov�a,
ped� tomates porque estaban junto a mi. Se inclin� sobre el caj�n y al hacerlo
rozo mi pierna, disculp�ndose por ello. Con desgana, me retir� para dejarle
espacio. Aspir� profundamente su olor, era una mezcla de colonia de lavanda,
verduras, y c�lida piel. Mi deseo por aquel cuerpo no es que se hubiera
despertado, es que se hab�a echado a correr. Amable y correcto en todo momento,
su cara ten�a una maravillosa expresi�n de alegre cinismo, que me hac�a albergar
esperanzas de un encuentro �ntimo. Cuando termin� mi pedido y mientras escuchaba
el total de la factura, con disimul�, dej� caer la cartera al suelo, y
lentamente me agache a recogerla; y levant�ndome tambi�n despacio, me asegur� de
ofrecer una perfecta visi�n de mi generoso escote. L�nguidamente mis ojos
buscaron los suyos, mmm su mirada chispeaba.
El macizo puso cara de circunstancias y me explic�: Se�ora,
lo siento mucho, pero se me han terminado las bolsas de pl�stico, y no s� donde
est�n guardadas. Yo puse cara de contrariedad y repuse: Vaya, pues no se como me
voy a llevar a casa todo esto. Vivo cerca, pero son muchos paquetes. Reapareci�
su sonrisa de ni�o malo y sugiri�: Vamos a hacer una cosa, en cuanto cierre la
tienda yo mismo se lo llevo a casa, �Querr�a decirme su direcci�n?. Decid� jugar
un poco, contestando: No se moleste, ya vendr� ma�ana a por ello. Contraatac�:
No es molestia, ser� un placer llev�rselo; rematando: Adem�s no tengo prisa por
llegar a casa, estoy solo. Sonre� por dentro, y lanc� un �ltimo ataque: No me
corre prisa, de verdad, mi marido est� de viaje, y yo sola me arreglo con poco.
El recogi� el desaf�o: De verdad se�ora, se lo llevar�, mi t�o me ha pedido que
mime a sus clientes. Acept� y le di mi direcci�n.
Sal� de la tienda y cuando estaba segura de que no pod�a
verme, mi sonrisa aflor� de oreja a oreja. Mi est�mago cosquille�, y mi
calenturienta imaginaci�n hizo que se mojara mi hueco m�s c�lido. Apresur� el
paso para llegar a casa cuanto antes. Quer�a hacer alg�n preparativo por si la
oportunidad se presentaba.
Mir� el reloj, la fruter�a cerraba a las ocho y eran casi las
siete. Dispon�a de una hora. Tire la ropa por el pasillo de casa, desnud�ndome
camino de la ducha. Me vi en el espejo, a mis 44 a�os mi cuerpo no estaba nada
mal. Quiz� alg�n kilo de m�s, pero afortunadamente se emboscaban en mi tripa
d�ndola una curvatura sexy, y en mis pechos que aumentaban un poco de tama�o. Me
frote con abundante espuma, acarici�ndome los pechos y el sexo, excitada por la
incertidumbre de si tendr�a o no, una aventura dentro de un rato.
Mi matrimonio es normal, ni empalagoso, ni un infierno. Por
nuestros trabajos, en ocasiones tenemos que separarnos unos d�as; y a veces eso
me permite tener de a�o en a�o una aventurilla sexual. Me excita mucho la
novedad y un poco la infidelidad corporal, creo que porque tampoco lo he hecho
muchas veces. Todo se queda en eso, puro placer, yo me lo plante� como si fuera
a comer a un restaurante de lujo sin mi marido. Lo que tengo claro, es que por
mi jam�s se enterar� de esos escarceos, ni le preguntar� si el hace lo mismo.
Me seque el pelo, pero teniendo cuidado de dejarlo algo
mojado, porqu� s� que a algunos hombres les excita. Me di crema por todo el
cuerpo para dejar mi piel suave como la seda. Afortunadamente estaba reci�n
depilada. Lav� mis dientes primorosamente. Puse unas gotas de un perfume
discreto en lugares estrat�gicos: cuello, pechos, nalgas, vello p�bico y
mu�ecas.
Ahora deber�a elegir cuidadosamente la ropa. Cog� un tanga
rojo coral, me lo puse y me mir� en el espejo, me gustaba. De lado observe mis
tetas, no estaba ca�das, as� que podr�a prescindir de sujetador. Me puse unos
vaqueros cortados y desflecados, ajustados y con rotos, uno de ellos dejaba ver
la parte inferior de mi nalga derecha. Por ultimo eleg� una camisa azul marino
sin mangas. Al moverme se pod�a ver la parte lateral de mis pechos, el escote
dejaba ver las clav�culas, y era corta como para ense�ar mi tripa hasta el
ombligo. Creo que hab�a conseguido estar explosiva, sin parecer querer estarlo.
Decid� que los pies descalzos ser�an sugerentes y facilitar�an las cosas si
ten�a que quitarme los pantalones.
Fui a la cocina, el reloj se�alaba las ocho menos cinco.
Queda poco, pens� excitada. Saqu� una cerveza de la nevera, as� me relajar�a. En
el sal�n encend� el equipo de m�sica, coloqu� un CD de m�sica lenta. Puse
papeles por la mesa, como si estuviese trabajando. Baj� la persiana para
disminuir la luz. Son� el portero autom�tico, me sobresalt� como una colegiala.
Hab�a sido r�pido el chico, al que abr� enseguida. Apret� la helada lata de
cerveza contra mis pechos para que los pezones duros se notasen m�s a trav�s de
la tela. Me coloqu� la ropa, y asomada impaciente a la mirilla abr� la puerta
cuando el ascensor par� en mi piso. El servicial comerciante sac� las bolsas de
fruta d�ndome las buenas tardes. Las introdujo en mi casa y cuando la �ltima
estaba dentro junto a su portador, cerr� la puerta de la calle. Ya no pod�a
escapar.
�Las dejo en la cocina?. Pregunt� educado. Si por favor,
d�jalas en la cocina. Contest� con la voz m�s envolvente que sab�a poner. Por
aqu�. Indiqu� se�alando con el brazo levantado para que se viera mi pecho
desnudo por el hueco de la tela. Prudentemente, el frutero, me hab�a mirado de
arriba abajo, y creo que el resultado le hab�a gustado, tragaba saliva. D�jalas
ah� mismo, ya las colocar�. Hace calor �Quieres una cerveza o un refresco?. Dije
con la misma voz provocadora de antes. Con una sonrisa respondi�: Una cerveza
por favor, muchas gracias. Abr� la nevera y agachada ofrec� una buena panor�mica
de mi culo, trozo sin pantal�n incluido. Ofrec� un vaso preguntando �Quieres un
vaso?. Contest�: No, gracias me gusta beber de la lata. Por su cara, deduje que
hab�a qu�mica. Yo contest�: A mi tambi�n me gusta hacerlo. Vamos al sal�n hace
m�s fresco. Le di la lata rozando su mano aposta y fuimos al sal�n.
Aquello funcionaba, porque no se le ve�a incomodo. Lo que en
una situaci�n de este tipo es una ventaja y un buen presagio. Nos sentamos en la
mesa, donde estaba mi lata ya abierta. Apart� los papeles, diciendo: Estaba
trabajando un rato, por aburrimiento, porque no me corre prisa. Su sonrisa de
chico malo apareci� mientras dijo: Si, en las tardes de calor, si no hay nada
que hacer te aburres mucho. Yo contest�: Claro. Y me recost� en la silla echando
mis pechos hacia delante. El apoyando los brazos en la mesa, dijo: Y una cerveza
helada en una buena compa��a es algo muy agradable. Yo a�ad�: S�, es mejor beber
en compa��a, que hacerlo en solitario. Despu�s del tanteo inicial, hablamos un
poco de nosotros; nos presentamos, el se llamaba Alberto, yo por cierto, me
llamo Julia. El me explic� que normalmente viv�a en su pueblo, ten�a una
explotaci�n agr�cola, y una peque�a librer�a. Yo utilic� la oportuna casualidad
de trabajar en una editorial.
La segunda cerveza la tomamos ya en el sof�. Estaba
tremendamente atractivo mientras gesticulaba hablando con entusiasmo de los
autores cl�sicos. La verdad es que me importaban un bledo los cl�sicos, pero con
cara de inter�s le miraba deseando besar esos labios sugerentes y tocar ese culo
de apolo. Aunque est� mal que yo misma lo diga, con gran habilidad, lleve la
conversaci�n hacia la literatura er�tica. No llegamos a la tercera cerveza,
porque me bes�. Comenz� con un roce t�mido de sus labios, al que respond�.
Animado abri� un poco sus labios y su lengua entr� despacio en la m�a. Toque su
lengua, y el diestramente la acarici�, roz� mis dientes, el borde de mis labios.
Era un beso de esos que te ponen a cien mientras las salivas se juntan y suben
los latidos por la garganta.
Mi pulso se aceler� aun m�s al abrazarme, y sin dejar de
besarme, sus manos fuertes acariciaron mi espalda. Yo tambi�n le abrac�, y saqu�
la camisa de su pantal�n, tocando su espalda desnuda. Desabroch� los botones de
su camisa. Alberto con gran delicadeza rozo mi pecho en su parte exterior por el
hueco de la manga. Sus h�biles dedos pon�an mi piel erizada de ganas. Una pausa
en el beso y nos miramos con una sonrisa c�mplice, hab�amos llegado a donde
quer�amos llegar. Acarici� el vello de su pecho y le despoj� de la camisa. De un
vistazo comprob� que en su pantal�n ajustado su miembro hab�a aumentado de
tama�o.
Empujando suavemente lo tumb� en el sof�, y me coloqu� sobre
�l. Qu�, con cuidado, desabroch� mi blusa dejando al aire mis tetas. Acarici�
mis pezones que se irguieron en respuesta su caricia. Volvimos a besarnos y note
el tacto de su pelo suave en mi pecho que aplast� contra el suyo en un agradable
abrazo. Coloqu� mi sexo buscando el bulto de sus pantalones y sent� una oleada
de placer al hallarlo. Otro largo y placentero beso, me convenci� del todo de
que Alberto besaba endiabladamente bien, y de que aquella iba a ser una
maravillosa velada.
Nuestras bocas se separaron y con suavidad me tendi� en el
sof�. Alberto comenz� a depositar peque�os besos en mis clav�culas, mientras
acariciaba mis hombros. Me deje hacer con los ojos cerrados. Me di cuenta de que
el CD hac�a rato que termin�. Bes� mis pechos alternativamente y lami� con la
punta de su lengua el escote. Acarici� con los labios mis pezones y las
sensibles areolas, haci�ndome sentir en el cielo. Con las manos junto mis pechos
de forma que mis pezones estaban juntos, se los meti� en la boca y los lami�
r�pidamente, mmmmmmm.
Nos incorporamos, y de pie junto al sof�, otro largo beso
uni� nuestras bocas. Nuestros cuerpos estaban tan pegados que no s� si una hoja
de papel pod�a pasar entre ellos. Sent� sus poderosos pectorales aplastando mis
tetas, y apret� mi sexo al suyo, deliciosamente duro. Por fin acariciaba su culo
y sent�a sus manos en el m�o, en especial en la parte que el pantal�n dejaba al
aire. Me separ� para descalzarle y sacar sus calcetines. Como creo que le pasa a
muchas mujeres, no me parece nada sexy un hombre en calcetines, aunque creo que
esta vez no me habr�a importado. De rodillas, desabroch� su pantal�n dejando que
cayera. Luc�a un maravilloso ajustado b�xer blanco, que destaca m�s su potente
erecci�n.
Sus fuertes brazos, tomaron los m�os y me levant� suavemente.
Ahora �l desabroch� mis vaqueros y con un delicado movimiento de manos me
despoj� de ellos. Me sent� muy excitada, desnuda ante su cuerpo escultural, con
tan solo el min�sculo tanga. Ahora el se arrodillaba ante m�, y mientras sus
manos se posaban cada una en una nalga, su labios besaban mis caderas y mis
piernas alrededor del tri�ngulo de tela. El roce suave de sus manos en mi piel
hac�a que le deseara cada vez m�s. Me flojeaban las piernas, as� que me sent� en
el sof�. Alberto desliz� el tanga con maestr�a y mi sexo empapado quedo a su
merced.
Su cabeza se enterr� entre mis piernas. Su lengua jugueteaba
con los rizos de mi p�bis y cosquilleaba mis ingles. Mientras, sus manos
subieron despacio por mis costados hasta posarse en mis pechos que acarici� con
suave firmeza. Besaba mi sexo con ternura, hasta que empez� a lamer mi vulva
haci�ndome flotar de gusto. Su lengua entr� en mi sexo y el placer aument�. Mis
manos cogieron su cabeza y acarici� su pelo. La lengua lleg� mas dentro
movi�ndose con un agradable ritmo, estaba empezando a perder el control y a
gemir cada vez m�s alto. Con los primeros suaves lametones en mi cl�toris se
dispar� el placer, y en unos segundos me corr� con un grito triunfante.
Hice adem�n de apoderarme de su pene, que segu�a manteniendo
un tama�o notable, pero Alberto me tendi� en el sof� cari�osamente. Colocado a
mi lado acarici� mi sexo con su mano mientras me besaba muy despacio. Sus manos
se paseaban por mi piel, de los hombros a las piernas. Sus dedos se met�an entre
mi pelo y deshac�an los mechones rozando levemente el cuero cabelludo. Sent� sus
labios en mi oreja, y luego el mordisqueo de sus dientes. Poco a poco estaba
encendiendo mi pasi�n de nuevo. Su boca se deslizo por mi cuello, provoc�ndome
un maravillosos escalofr�o. Me dio la vuelta y su lengua viaj� por mi nuca y
prosigui� haciendo zigzag por mi espalda.
Deseaba tenerle dentro de m� y tocar su sexo. Me levante y
baj� el b�xer, disfrutando de la visi�n de su pene al aire. Lo tom� entre mis
manos, apret�ndolo con delicadeza, acarici� sus test�culos. Mis manos se
llenaron del tacto de la piel desnuda de su culo y mis labios de su sexo
palpitante. El sab�a que hab�a llegado la hora y separ�ndose un poco de mi, saco
del bolsillo de su pantal�n un preservativo. Chico bueno, pens�, mientras se
colocaba el l�tex sobre su poderosa erecci�n. Abr� las piernas y lo esper�
sentada en el sof�. Alberto se arrodillo en el suelo, junto a m�, penetr�ndome
con suavidad. Sent� con gran placer como entraba y me iba llenando. Se abraz� a
mis piernas levantadas y entr� totalmente. Se movi� despacio al principio, y
poco a poco aumentaba la velocidad, no pude reprimir dar peque�os gritos
animando: As�, as�, sigue por favor. Los embates hac�an temblar mis tetas y
sent�a una agradable sensaci�n vibratoria en todo mi cuerpo. No dur� m�s de
cinco minutos y llegu� al orgasmo, que fue mas intenso que antes. El sigui�
movi�ndose unos momentos m�s, lo que prolong� mi placer. Lleg� al orgasmo
tambi�n �l, entre frases entrecortadas con voz sensual: Eres maravillosa
Julia... Me matas de gusto... Me llevas a la cima.........
Ya fuera de m�, Alberto acerco su boca a mi o�do y dijo:
Gracias, Julia, me haces muy feliz. Me bes� una vez m�s, y una vez m�s yo
respond� con mis labios temblando. Permanecimos en el sof�, abrazados,
llen�ndonos de lentas caricias. La habitaci�n solo estaba iluminada por la luz
de las farolas de la calle, se hab�a hecho de noche. Me pregunt� donde estaba el
ba�o, y se lo dije. Encend� un cigarro y contempl� su cuerpo desnudo alej�ndose
por el pasillo, me volv�a loca aquel cuerpo y su apetitoso culo. Ojal� pudiera
disfrutar de �l toda la noche. Escuch� ruido de agua, y tem� que se diera una
ducha para marcharse.
En cinco minutos ya estaba de vuelta. Se hab�a duchado si,
pero no parec�a estar preparado para marcharse. Una toalla anudada a la cintura
le hac�a m�s atractivo todav�a. Se acerco a mi, bes�ndome, y luego pregunt�:
�Qu� quieres que te prepare para cenar, mientras te das un ba�o, Julia?. Este
hombre es un chollo, pens� para mi. No s�, �algo de pasta?. Contest� con la idea
de reponer energ�as. Me acompa�� al ba�o, y gentilmente me ayud� a entrar en la
ba�era llena de espuma. Se despidi� con un beso y se fue a la cocina, desde
donde se escuchaba ruido de cacharros. Cerr� los ojos y me relaje, pensando que
por que no pod�an ser iguales todos los d�as del a�o.
Me qued� dormida sin darme cuenta, y me despert� el roce de
unos labios. Alberto me besaba para despertarme, y dec�a en voz baja. Si soy tu
pr�ncipe, despierta ya, bella durmiente, la cena espera a su majestad. Lo abrac�
sonriente, manch�ndole de espuma y le di otro beso. Estaba hambrienta, as� que
tras una ducha r�pida sal� del ba�o con un albornoz. Entr� en la cocina. �Qui�n
dice que una cocina no puede ser rom�ntica?. Hab�a puesto un mantel verde, mi
preferido. Colocado las copas, los platos y los cubiertos como en un restaurante
de lujo. La iluminaci�n la proporcionaban dos velas, y se escuchaba de fondo
m�sica cl�sica.
La cena era perfecta. Hab�a preparado una ensalada de tomate,
lechuga, zanahoria y nueces, con una salsa rosa. La pasta consist�a en
tallarines con una espumosa crema de queso, condimentada con una armoniosa
mezcla de hierbas. Para beber, vino blanco, que no s� como hab�a enfriado en el
punto exacto. El pan estaba cortado cuidadosamente y ligeramente tostado. El
postre consisti� en compota de mandarina con helado de chocolate. Comimos,
charlamos y re�mos, sin dejar de aprovechar cualquier ocasi�n para acariciarnos.
Nuestras piernas estuvieron entrelazadas bajo la mesa, todo el rato. Hizo caf� y
me prepar� un arom�tico mojito.
La mezcla agradable de sabores hab�a exaltado mis sentidos, y
el efecto del alcohol desinhib�a mis, de por s�, escasas represiones sexuales.
Cog� su mano y le llev� al dormitorio, donde al quitar la toalla de su cintura,
descubr� satisfecha su creciente erecci�n. Me despoj� del albornoz y ofrec� mi
cuerpo desnudo sobre la cama. Nos abrazamos y disfrut� del contacto de su piel
en la m�a. Pose�dos del ardor del deseo, los besos y las caricias fueron cada
vez apasionados. El roce de su pene enhiesto sobre mi cuerpo me volv�a loca.
Necesitaba sentir su semen entrando en mi sexo, as� que abiertamente le
pregunt�: �Alberto, que te parecer�a hacerlo sin preservativo? Llevo un DIU, no
soy promiscua y hace poco me hecho una revisi�n. Me bes� levemente y contest�:
Tampoco yo lo soy, y conf�o en tu palabra, Julia. Aferr� su miembro con mis
manos y le rogu� que me poseyera. Entr� en mi sexo lubricado por el deseo,
coloc�ndose sobre m�, que le recib� boca arriba. Era maravilloso sentir su p�bis
presionado el m�o, hasta el punto de casi enredarse nuestros vellos. Abr� m�s
las piernas hasta notar el contacto de sus huevos apretados contra mi cuerpo.
Acariciaba su pecho peludo, cosquilleando sus pezones y disfrutando del vaiv�n
de su pelvis. Apret� su cuerpo contra el m�o presionando su culo de estatua
griega. El orgasmo se apoder� de mi cuerpo y casi unas d�cimas de segundo
despu�s not� en mi interior como flu�a su delicioso licor caliente, se�al de que
tambi�n el se hab�a corrido.
Permanecimos abrazados, unidos por los sexos. Era agradable
darme cuenta de c�mo su erecci�n bajaba poco a poco. Sent�a su oreja pegada a mi
pecho y escuchaba su suave respiraci�n. Yo dibujaba letras en su espalda y
claro, acariciaba aquel culo que me volv�a loca. Mi sexo estaba maravillosamente
pegajoso de la mezcla de l�quidos. Sali� de mi, y d�ndome la vuelta, se sent�
con cuidado sobre mi culo para empezar a darme un agradable masaje en el cuello,
los hombros y la espalda. Estaba a punto de dormirme cuando sus sabias manos
acariciaron mis nalgas. Con cuidado cosquille� mi ano y la parte inferior de mi
sexo. Una vez m�s despert� mi deseo. Esta vez quer�a tragarme su pene. Le asalt�
gentilmente y tumb�ndolo boca arriba, met� su glande en mi boca. Explore con la
lengua su textura y su sabor. El con voz temblorosa dec�a: Julia, mmm Julia, vas
a matarme Julia.......
Apret� suavemente los labios sobre su glorioso cilindro y lo
introduje mas dentro de mi boca, para despu�s sacarlo, y volver a meterlo. Lo
lam�a de cuando en cuando, prosiguiendo con las entradas y salidas. Alberto me
avis�: Julia, cuidado me voy a correr. Aceler� el ritmo, sent� como su semen
brotaba en mi boca, y sabore� el premio a mis caricias, que tragu� para tener la
sensaci�n de que me tragaba parte de �l. Antes de que bajase su erecci�n,
Alberto que demostraba ser un hombre experimentado, me puso de lado y penetro en
mi sexo desde detr�s. Su duro falo sumado a la excitaci�n que me hab�a causado
el haberlo tenido en mi boca, hizo que sintiera un gran placer con aquella
postura. Sus manos con la fuerza suficiente para causar un agradable y leve
dolor, pellizcaron mis pezones. La profunda penetraci�n junto con los impetuosos
movimientos hicieron que me corriese una vez m�s.
Fatigado, Alberto, se tendi� en la cama jadeando. El
cansancio hizo que su pene se pusiera peque�o. Me abrac� a el apretando mi sexo
contra su culo, que era mi debilidad. Llen� su espalda de peque�os besos y mis
manos navegaron por el pelo de su pecho. Estaba decidida a que todav�a no
terminase la noche porque ten�a un peque�o capricho por cumplir. Mis manos
bajaron y acaricie su sexo jugando con su escroto. Con un dedo acarici� su ano,
lo moje con mi saliva y se lo met� despacio. Mordisqueando su nuca y susurrando
de cuando en cuando obscenidades, consegu� que el pene volviera a ponerse duro.
D�ndole la vuelta abrigu� su sexo entre mis tetas, masaje�ndolo. En esta postura
y con voz de ni�a caprichosa, pero un poco perversa, rogu�: Alberto, mi vida,
quiero que me la metas por el culo, lo deseo mucho.
Me tumb� boca abajo, deseosa de que me penetrase as�. Con
ternura, separ� mis nalgas y lami� mi ano abundantemente, metiendo la lengua
todo lo dentro que pudo. Me estaba volviendo loca y acarici� mi sexo excitada.
Luego sent� su glande abri�ndose camino despacio. La sensaci�n de sentirle
entrar era inenarrable. M�s, le supliqu�, mientras continuaba masturb�ndome. Con
infinita delicadeza logr� la penetraci�n total y sin duda visiblemente excitado
se movi�, pero despacio. Yo me corr� cuando sent� dentro de mi todo su sexo
caliente eyaculando. Hac�a tiempo que no gozaba tanto del sexo anal. Con todas
las precauciones para no lastimarme sali� de mi, y nos dimos un largo beso,
lleno de la ternura de nuestros cuerpos exhaustos y sudados. Fuimos al ba�o por
turnos y volvimos a la cama. Alberto me abrazo amoldando su cuerpo a mi espalda,
su campe�n presionaba suavemente mis nalgas, y su respiraci�n se hac�a cada vez
m�s lenta, mientras en voz muy baja repet�a: Julia eres maravillosa. No s� cual
de los dos se durmi� primero. Pero si s� que me sent�a feliz y a gusto con mi
cuerpo abrazado por �l.
Me despert� con la agradable sensaci�n de no saber donde
estaba. Hab�a olor a caf� y a pan tostado. Estaba sola en la cama, comprob� con
tristeza, que se disip� al sentir el peso del cuerpo de Alberto en ella. Me bes�
y coloc�ndome el pelo revuelto dijo: Buenos d�as, mi princesa, el desayuno te
espera. Me levant� y me puse una leve bata. Abraz�ndome a �l fuimos a la cocina.
La mesa estaba puesta y hab�a caf�, leche, tostadas y zumo de naranja. Una rosa
descansaba sobre la mesa. Lo abrac� y bese, sin poder evitar preguntarle de
donde hab�a salido la flor. Con sonrisa traviesa contest�: De la terraza de tu
vecino. Le contest� con un beso, y un "eres un ladr�n maravilloso". Desayunamos,
poco despu�s del amanecer con las ojeras puestas y un brillo de felicidad en
nuestras miradas. Lo arrastr� a la cama de nuevo y entre besos apasionados
hicimos el amor una vez m�s. Me quede dormida con su sexo dentro del m�o y su
boca en mis labios.
Cuando abr� los ojos supe que �l ya no estar�a
definitivamente. Por la luz que invad�a mi habitaci�n deduje que la ma�ana hab�a
avanzado mucho, y llegar�a tarde a trabajar. Pero por una causa muy justificada.
En la cocina perfectamente recogida, hab�a un termo con caf� caliente, que me
sentar�a de maravilla. Junto al recipiente una peque�a nota dec�a:
Mi adorada Julia: "Comer del dulce fruto prohibido, me ha
llevado al para�so, nunca se ir� su sabor de mis labios, y en mi boca se llamar�
Julia mi Eva, poniendo siempre el conjuro de sus letras, un beso en mi piel m�s
profunda, y una sonrisa radiante en mi rostro. Gracias." Alberto.
La le� veinte veces, entre sorbo y sorbo de caf�. Despu�s me
levant� para ordenar un poco la casa, vagando por los territorios de nuestra
noche salvaje, pero todo estaba colocado y limpio. Sonre� pensando en Alberto.
Hasta hab�a guardado perfectamente la compra, la dulce culpable de una noche
dif�cil de olvidar. Met� la rosa entre las p�ginas de un grueso tomo de las mil
y una noches, y guarde la nota en la caja de mis recuerdos especiales, sonriendo
para Alberto.