Relato: Celeste



Relato: Celeste

Yo, entre otras cosas, me dedico a trabajar en temas
sociales, en ayudar a colectivos desfavorecidos y a personas que, por una raz�n
u otra necesitan que se les eche una mano. Por lo general la cosa es bastante
dura y suele ser muy frustrante. Tambi�n tiene satisfacciones, es verdad, pero
no muchas. Una de ellas es que es un mundo, el de la gente que trabaja en estas
cosas, de mujeres: puedo estar semanas sin hablar con un hombre, a parte de los
camareros en los bares o de los usuarios de nuestros servicios de ayuda. Tal vez
por eso me comunico muy bien con ellas; est�n encantadas con c�mo las escucho y
lo razonable que puedo ser: soy el novio que querr�an para su mejor amiga. Pero
est� bien, casi siempre me las acabo follando porque necesitan un poco de
comprensi�n y cari�o y sus parejas, novios o maridos, s�lo las abren de piernas,
les meten la polla y se corren sin que en la mayor�a de casos ellas disfruten
mucho. Conmigo sienten que son ellas las importantes (nunca me corro hasta que
no lo hacen ellas, a poder ser un par de veces) y acaban haciendo lo que jam�s
se abr�an imaginado, quiero decir que normalmente les chupan la polla a sus
parejas, en general sin ganas pero "obligadas" por ellos pero siempre lo escupen
mientras que conmigo lo hacen con ganas (de lo agradecidas que est�n de que les
lama bien el co�o) y se lo suelen tragar todo. Y luego est� la de culos que he
roto; no sabr�a decirlo pero creo que dos de cada tres co�os que he catado de
todo este colectivo me ha acabado dando el culo para que se lo abriera. Y
despu�s del sexo siempre mucho cari�o y mimos que es lo que de verdad ven�an
buscando: ponen el co�o para que yo las abrace. Tambi�n es verdad que no dura
demasiado, que no son relaciones estables porque tienen sus parejas y dem�s,
est�n atadas y no se qu� tonter�as mas, pero para m� est� bien porque siempre
hay otra para follar; incluso hay veces que vuelven de vez en cuando a por su
raci�n de cari�o y de orgasmos.


Esta larga introducci�n es para que quede claro que en el
momento de que sucedieran los hechos que voy a narrar las cosas me iban
relativamente bien, no ganaba mucho pero trabajaba en algo que me gustaba y
cataba mas co�os de los que me abr�a imaginado nunca. El caso es que me
invitaron a participar en unas jornadas en una ciudad de Castilla sobre la
discriminaci�n de gays y lesbianas en el Estado Espa�ol (as� se titulaba el
asunto ese) para hablar de la discriminaci�n en general. En aquel momento yo no
ten�a ning�n plan, la estancia estaba todo pagado y estaba bien para mi
curr�culo. As� que all� que me fui. Unos d�as antes un colectivo gay de mi
ciudad me invit� a ir con ellos en su furgoneta y como el viaje no era pagado y
yo sab�a que estos eran una banda de locas muy divertida no dud� ni un momento
en irme con ellos. El viaje fue como esperaba: muy cachondo.


Al d�a siguiente de nuestra llegada ten�a que presentar yo mi
ponencia y, como domino bastante el tema, y no suelo dar charlas magistrales,
realic� mi exposici�n a base de juegos y actividades. Quedaron encantados. Tanto
que enseguida comenc� a tener un trato personal con los asistentes a las
jornadas y sobre todo con las asistentes. He de decir que, excepto el bedel que
abr�a y cerraba las puertas y la se�ora de la limpieza, el �nico heterosexual
que hab�a por all� era yo. Yo ten�a la intenci�n de seguir por all� unos d�as,
los que duraba la reserva en mi habitaci�n del hotel, y hacer un poco de
turismo, pasando de las dichosas jornadas, pero hablando con unas y con otras me
qued� con ellas sin darme mucha cuenta. Fuimos a comer todos juntos, a las
ponencias de la tarde y luego a cenar y a una especie de baile que organizaron
ellas: las chicas con las chicas y los chicos con los chicos. Yo no bail� nada,
o mejor dicho, no bail� nada agarrado con nadie, todos en grupo haciendo el
indio.


En este grupo, esa noche, una de ellas no se apartaba nunca
de mi lado. Era una mujer de unos cuarenta y tantos, delgada (era vegetariana)
y, como me fij� en los d�as siguientes, siempre vestida con medias a rayas de
lana fina, jers�is muy anchos con una camiseta debajo y unas faldas de lino o
lana muy anchas y largas, casi hasta los tobillos. El pelo en media melena y
revuelto, casi sin peinar. La t�pica jipi un poco trasnochada. El caso es que me
di perfecta cuenta que no hablaba con nadie, m�s all� de los temas de las
jornadas, y estaba casi siempre sola. Conmigo tampoco hablaba mucho, pero estaba
ah�. Yo, casi por deformaci�n profesional, entabl� conversaci�n con Celeste, as�
se llamaba, que era interrumpida constantemente por gente que ven�a a que
bailara con ellas o para que les contara cosas, las que fueran. La primera vez
que eso sucedi� y yo regres� a su lado (ella no baila) sent� como se hinchaba de
contento de que no la dejara abandonada.


Al d�a siguiente fui al centro cultural en donde se
celebraban las jornadas para enterarme si habr�a otra juerga de estas. Me sent�
en el auditorio (la ponencia ya hab�a comenzado hac�a rato), y la casualidad
hizo que me sentara al lado de Celeste. En ning�n momento lo hice con intenci�n,
ni siquiera me hab�a fijado en quien se sentaba en el asiento de al lado, pero
ella crey� que la hab�a buscado. Por delicadeza no la saqu� de su error. Despu�s
de comer, uno de las organizadoras, uno t�a muy simp�tica que siempre estaba
metiendo mano a su novia reci�n salida del instituto (luego me dijo, en un
ataque de sinceridad et�lica, que no sabr�a cuanto iba a durar lo suyo, pero que
mientras tanto, siempre que pod�a, la masturbaba para que no sintiera deseos de
irse con otra; tantas veces la masturbaba que a la pobre criatura no le qued�
mas remedio que ir sin bragas por que le hab�a roto unas cuantas ya, y su madre
se estaba empezando a preocupar. Ten�a el co�o muy bonito, sonrosadito, con el
felpudo bien depilado por los lados: una de las veces en que la estaba
masturbando me encontr� en la misma sala y, aunque ellas no me vieron, yo pude
verle toda la almejita porque estaba sentada en una mesa con las faldas
levantadas y las piernas totalmente abiertas y su novia le frotaba el co�o
mientras le dec�a barbaridades al o�do; yo no pude resistirme y me hice una paja
estupenda viendo ese precioso chochito. La leche la ech� en el suelo y me
pregunto qu� pensar�a la se�ora de la limpieza al verla all�) se me acerc� y me
dijo, riendo, que c�mo es que estaba con Celeste todo el tiempo. Yo, la verdad,
no supe qu� contestar. Luego me cont� que Celeste era una de las lesbianas del
colectivo local, muy peque�o, y que ninguna se pod�a acostar con ella porque
siempre, antes de follar les dec�a que nada de meterle nada en el co�o, ni
siquiera un dedo, porque hab�a tenido no sab�an qu� mala experiencia con un
m�dico cuando era peque�a (luego me enter� que con trece a�os su madre la llev�
al m�dico porque no le bajaba la regla, y este, en la exploraci�n, la desvirg�
con la mano y, de paso, se corri� encima de sus tetas mientras la madre estaba
en la sala de al lado hablando a voces con el m�dico, sin sospechar que este
casi se folla a su hija. El sistema fue eficaz: esa noche le baj� la primera
regla de su vida) y no dejaba que ninguna le metiera nada. Por lo que se ve ella
usaba muy bien la lengua, pero era demasiado rara para sus compa�eras y, dec�an,
hac�a a�os que nadie le tocaba un pelo. Yo agradec� el comentario y segu� a mi
royo. Por la noche otra vez juerga. Esta vez, sin embargo, ella no paraba de
hablar (as� me enter� de lo del m�dico; acordaos que dije que siempre las
mujeres me lo contaban todo y esta, aunque lesbiana, tambi�n). Yo le confes�
haberle visto el co�o a la Ni�a (as� la llamaban todos) pero no le dije que me
la casqu� vi�ndola. Celeste murmur� algo as� como que a ella le encantar�a ese
chochito para ella sola y que estaba harta de ver pel�culas y de frotarse el
conejo. Yo le sonre�, con mi sonrisa de cari�o y mimos, y le dije que pronto se
arreglar�a todo. Al final de la noche me dijo que llevaba tiempo con un gran
agotamiento f�sico y no sab�a por qu�. Yo le dije que necesitaba un masaje y que
cuando quisiera yo se lo daba. En este punto he de decir que durante un tiempo
fui masajista pero la competencia es demasiado dura y alguien sin titulaci�n
como yo ten�a pocas esperanzas de seguir en el negocio. Desde luego no hab�a,
por mi parte, ninguna intenci�n oculta. Ella me dijo que si, que ya me llamar�a.


Al d�a siguiente no fui por la sede de las jornadas porque ya
me aburr�a de las tonter�as que all� se dec�an, he hice un poco de turismo. A la
hora de la comida, eso s�, aparec� por el restaurante. Celeste estaba casi
hist�rica y al verme le falt� poco para echarse a llorar; a la pobre nadie le
hac�a demasiado caso y yo era una especie de tabla de salvaci�n. Me hizo
prometerme que esa misma tarde, despu�s de las charlas, ir�a a su casa ha
hacerle el masaje. Yo, la verdad, no ten�a ninguna gana de ir porque me
imaginaba que al ser esta la �ltima noche de las jornadas, la fiesta iba a ser
sonada: pero me dio tanta pena verla tan desvalida que no pude decirle que no.
Adem�s pens� que despu�s de la sesi�n de masaje, me podr�a incorporar a la
fiesta en cuesti�n. Ella ten�a una sonrisa que era un primor v�rsela.


Por la tarde, fuimos los dos a su casa, un sitio muy bonito,
peque�o, en una calle c�ntrica de la ciudad, en una casa antigua. Me dijo que en
toda la calle, ella era la �nica que ten�a menos de sesenta a�os y que era una
pena que nadie joven viniera a instalarse all� (era una visionaria: a�os m�s
tarde llegaron las inmobiliarias y los ayuntamientos a especular con esos
terrenos). Subimos a su piso y me encontr� con una decoraci�n que estaba en
consonancia con su vestuario: telas, cortinas, cojines, velas, alfombras, todo
muy jipi. Me ofreci� un zumo natural y yo casi lo acept� por compromiso,
esperando a entrar en materia lo antes posible he irme. Le pregunt� por aceites
de cocina para usarlos en el masaje y ella, orgullosa, me ense�� unos cuantos y
unas cuantas esencias para que yo eligiera. Hab�a ido a comprarlos por la
ma�ana. En ese momento me di cuenta que ella esperaba un masaje de verdad,
profesional, no una tonter�a en los hombros y ya. Mi estrategia de irme pronto
se empezaba a caer.


Yo, lo mas profesional que pude, le dije que necesitaba una
habitaci�n tranquila, con luz suficiente, pero no mucha, y con una temperatura
agradable. Me indic� que la siguiera y me llev� a su habitaci�n, que la hab�a
preparado seg�n un libro que hab�a comprado junto con los aceites: hab�a quitado
hasta la cama y preparado en el suelo una estera con un coj�n para mis rodillas.
En el libro que me mostr�, las personas que daban y recib�an los masajes estaban
desnudas. Yo, que nunca he dado un masaje sin ropa, para ver si ella es echaba
para atr�s le dije: "empecemos" y me comenc� a quitar la ropa. Ella, al
principio estaba un poco cohibida, pero se quitaba la ropa de espaldas a mi,
mir�ndome de reojo para saber cuando parar. Pero yo estaba un poco mosqueado y
segu� hasta el final, hasta que mis huevos quedaron al aire: ella, con un
suspiro, se quit� las bragas y le vi el culo, duro y peque�o. Le dije que se
tumbara en la esterilla y, antes de que me diera cuenta, estaba echada boca a
bajo. Normalmente hay que empezar al rev�s pero me dio un poco de pena decirle
que se diera la vuelta y la dej� as�.


El masaje era normal, con el susto inicial de ella al sentir
mis manos toc�ndola (la primera vez le pasa a todo el mundo) pero relaj�ndose
poco a poco. Cuando llegu� a su culo, ella volvi� a tensarse, pero la masajee
con cuidado y se volvi� a relajar. En ese momento yo notaba que mi polla estaba
en una situaci�n como de calma: ni tensa ni fl�cida, en un t�rmino medio. No
hab�a tensi�n sexual ni nada parecido: yo s�lo quer�a irme. Cuando acab� por
detr�s le dije que ya hab�a terminado y que si quer�a pod�a seguir por delante o
que lo dej�bamos as�: para mi fastidio, ella, tras dudar un momento, se dio la
vuelta despacio. Me sonre�a completamente relajada, y me dijo que nunca hab�a
estado tan a gusto con alguien. Ten�a unas tetas peque�as pero duras, con los
pezones erguidos y rosaditos. El cuerpo era delgado, la dieta hace milagros, y
mi sorpresa fue enorme al ver que ten�a el co�o completamente depilado. Ella,
azorada, me dijo que siempre se depilaba entera porque nunca perd�a la esperanza
de que alguna mujer se lo lamiera. Le alab� el gusto. Le dije que cerrara los
ojos para poder seguir y cuando lo hizo la mir� de nuevo, m�s despacio.
Definitivamente me gustaba su raja bien afeitada. Me puse detr�s de su cabeza y
empec� con su cara; pero no pod�a dejar de mirar ese co�o tan limpio. Desde esa
postura se ve�a perfecto, con sus dos tetitas a los lados. Con calma baj� mis
manos hasta sus tetas y esper� a que se le pasara el susto y se las frot� con
calma, pasando la palma de las manos por sus botones durante m�s tiempo del
necesario. Ten�a las tetas tan duras como a simple vista parec�a, bien hechas,
erguidas sin necesidad de sujetador. En ese momento me percat� que ten�a la
polla dura como hac�a tiempo que no estaba, y mis huevos cre� que me hab�an
desparecido de lo prietos que los ten�a. Notaba su respiraci�n que, por la
postura, me llegaba a la parte de debajo de mis huevos y eso me estaba excitando
sobre manera. Me apart� enseguida de esa posici�n porque no quer�a que abriera
los ojos y se asustara al verme as�. De hecho casi dejo en ese momento de dar el
masaje, pero segu� intent�ndome concentrar s�lo en lo que hac�a. Pero mi cabeza
iba por un lado y mi polla por otro: cre� que me iba a reventar. Yo segu� con el
masaje, llegando ahora al vientre, duro todo el, y hasta el pubis, sin llegar a
tocar en ning�n caso la rajita que ve�a perfectamente; mi polla no hac�a m�s que
cabecear, y vi c�mo sal�a l�quido preseminal. La cosa se pon�a muy mala. Segu�
por las piernas y, en su momento se las abr� para poder masajear los muslos.
Contra mi voluntad, sub� la vista por sus piernas y vi su co�o. No estaba
abierto, ni excitado ni nada parecido: estaba completamente relajado. En ese
momento, casi instintivamente, tom� una decisi�n. Con mucha delicadeza, le dobl�
una pierna y puse su pi� a un lado de la esterilla; luego con la otra hice lo
mismo: ten�a su co�o completamente abierto. En voz baja, con mucha dulzura le
dije que enseguida acab�bamos, que no se moviera; lo hice para que no se
asustara o creyera que ya estaba al notar que yo separaba las manos de su
cuerpo. Al estar ella tan abierta me lleg� el aroma de su raja, una mezcla de su
olor natural y a jab�n �ntimo que casi hace que me corriera. Hac�a tanto tiempo
que no estaba tan excitado que ni me acordaba siquiera. Con mucha calma me unt�
la polla con el aceite de masajes porque estaba claro que de su co�o no iba a
salir nada con lo que lubricarlo y con mucha calma me acerqu� a ella y, sin
tocarla, me coloqu� encima, sujet�ndome con la mano izquierda en su costado. Con
la derecha sujetaba mi polla. Estaba preocupado por no acertar a la primera
porque estaba seguro que no abr�a otra oportunidad de penetrarla con tanta
tranquilidad. Ella, al notarme encima, ya digo, sin tocarla ni sentir mi polla,
abri� los ojos y me sonri� con mucha felicidad y pereza "�Qu� bien estoy!" me
dijo. En ese momento no pude resistir m�s y se la clav�: tuve suerte, entr� a la
primera. Su primera reacci�n fue de sorpresa, de no entender que le pasaba en el
co�o: me pregunt� "�Pero qu� haces?" mas extra�ada que asustada. Me excit� m�s
y, tras la primera envestida que me qued� a la mitad, empuj� otra vez y se la
met� hasta los huevos. El placer era inmenso, tanto que me corr� en ese
instante. Ella ya comprendi� que me la estaba follando y comenz� a llorar. Se
llevaba una mano a la cara y se tapaba con ella los ojos "�Porqu�, porqu�?"
preguntaba sin parar. Para callarla le dije que porque ten�a un co�o muy
hermoso. Yo, en ese momento descubr� con alegr�a que mi polla segu� dura y que
podr�a volverla a follar sin problemas y eso comenc� a hacer. El chocho estaba
desvirgado pero no estaba abierto y lo ten�a muy pero que muy estrecho, tanto
que a veces cre� que me iba a arrancar la polla. Pero el placer era inmenso.
Ella segu�a llorando, casi sin moverse de lo impresionada que estaba, por haber
pasado de la experiencia mas bonita de su vida a una violaci�n en toda regla.
Mientras la jod�a me di cuenta que estaba diciendo algo en voz baja: "si eres
gay" era lo que dec�a una y otra vez, en cada golpe de polla en su co�o. Al
darme cuenta de lo que dec�a par� de cabalgarla y, mir�ndola, le dije "Porque t�
seas tortillera no quiere decir que yo sea maric�n, mi peque�a puta. Te estoy
follando porque no se le puede poner a un hombre el co�o delante y esperar que
no te jodan" "Pero t� no me est�s follando, me est�s violando" me dijo entre
l�grimas. Nada m�s decirme eso se la volv� a clavar para que sintiera de verdad
que la estaba follando. Ella tuvo otro ataque de llanto y cuanto mas lloraba m�s
me gustaba a mi. Cuando estaba a punto de volverme a correr ella, dejando de
llorar, me puso las dos manos en la cara y me dijo "Por favor, por favor, no te
corras dentro, hazme ese favor, �eh? Por favor" Yo par� un momento, y
sonri�ndole con mucha calma le dije "ya me he corrido, idiota. Ahora me voy a
volver a correr y te voy a dejar pre�ada" "�No, por favor, no!" Ya no pude
resistirme m�s y me corr� dici�ndoselo "�Me corro, putita!" El ataque de llanto
fue enorme.


Despu�s de correrme me ech� sobre ella para que no se moviera
y esper� un poco porque sab�a que me la iba a follar de nuevo. As� sent� su co�o
pelado en la base de la polla y poco a poco me fui excitando de nuevo. Ella
segu�a llorando y pidi�ndome que se la sacara. Su llanto creci� al notar como mi
polla tambi�n crec�a y sab�a que me la iba a joder otra vez. Cuando termin�, me
sal� y me tumb� a su lado, eso s�, con una mano en su co�o, con un dedo dentro
para que, si hac�a un movimiento, tirar de �l. Le dije porqu� lo hac�a y no se
movi� en absoluto. Tampoco dijo nada. S�lo lloraba. Estuvimos as� un par de
horas o tres: en cuanto me empalmaba, me la follaba de nuevo. Es evidente que al
final no ten�a mas leche que sacar y la �ltima vez me cost� un triunfo correrme
al final. Ella s�lo lloraba, sin cesar, todo el tiempo, con ataques de llanto
cada vez que se la met�a.


Cuando acab� (una l�stima, no la pod�a tener as� mucho m�s
tiempo, mi polla ya no daba para m�s) me vest� y me acerqu� a ella, que segu�a
tumbada, en posici�n fetal y le dije como despedida "Espero que de esta te
quedes pre�ada, putita. Y si lo est�s, ni te me acerques" Vi c�mo le ca�a la
�ltima l�grima por la cara. En ese momento me sent� muy mal, pero me fui.


Al d�a siguiente ella no fue a la jornada de clausura pero si
la polic�a (hasta ese momento no se me ocurri� que me pod�a denunciar) y me
llev� detenido. Me tomaron declaraci�n y yo les dije que ella me lo hab�a
pedido, que la follara, porque quer�a tener un hijo y no pod�a pagar la cl�nica
de fecundaci�n artificial. Que yo hab�a aceptado, y que es verdad que hab�a
llorado un poco, pero que eso es porque es lesbiana y no le gusta que un hombre
le meta la polla, y que cuando yo le dije de parar ella me suplic� que me
corriera lo antes posible. Y que me ayud� a empalmarme otras veces masaje�ndome
la polla. Y que no sab�a cuantas veces me la hab�a follado. Y que yo no era
maric�n y que todos lo sab�an en las jornadas, que yo hab�a venido en calidad de
ponente sobre la marginaci�n.


En fin, que yo no daba ni un duro por mi en ese momento
porque no cre� que ning�n imb�cil se creyera lo que yo les hab�a contado. Pero
mantuve mi declaraci�n ante la jueza de instrucci�n y ella comprob� que en el
parte m�dico se pod�a observar que en la mujer hab�a una cierta cantidad de
semen, de un solo hombre y probablemente de diversas eyaculaciones pero que las
paredes vaginales y que la vulva no ten�an signos de violencia. En ese momento
agradec� enormemente que me hubiera untado la polla con el aceite. Su co�o, como
ya he dicho, lo ten�a abierto cuando la penetr� por primera vez. La gente de la
organizaci�n corrobor� mi historia de la ponencia y de mi sexualidad y en mi
oficina dejaron claro a qu� me dedicaba yo. Incluso mi jefa, a la que de vez en
cuando me sigo follando, les dijo que por mi car�cter era muy f�cil que me la
hubiera tirado para hacerle un hijo a una lesbiana que "no tiene posibilidad de
pre�arse de otra manera"


A la pobre Celeste, por mucho que grit� y chill�, no la crey�
ni su propia abogada. A mi me soltaron pidi�ndome mil disculpas y la jueza me
dijo que "no hiciera ese tipo de favores con tanta alegr�a, que luego pasa lo
que pasa"


Todo esto acaba de la mejor manera posible, al menos para mi:
a los ocho meses de esta historia, un s�bado se me presenta Celeste en la puerta
de mi casa a las nueve de la ma�ana. Yo ya no pensaba en ella en ese momento.
Vino para decirme que iba a tener una hija y que ven�a para que lo supiera, para
que en todo el barrio supieran que yo la hab�a violado y embarazado. Yo le hice
que pasara a casa porque no pod�a estar dando ese esc�ndalo en la escalera. Ella
pas� con cierta dificultad: estaba muy pre�ada y ten�a una barriga enorme.
Mientras la ayudaba a llegar a mi habitaci�n para que se tumbara en la cama
volv� a tocarle el culo, duro como antes, y me volv� a empalmar. Seg�n la ayud�
a echarse en la cama, le sub� las piernas, el alc� el vestido de premam� y le
apart� las bragas, unas de esas enormes de pre�ada. Ella apenas tuvo tiempo de
reaccionar, s�lo dijo "�otra vez no!" Yo la amenace con golpear su tripa y,
simplemente, se abri� de piernas, mostr�ndome el co�o perfectamente afeitado
(luego me enter� que en el colectivo de lesbianas de su ciudad se peleaban para
ver quien se lo afeitaba porque les daba mucho morbo follarse a una pre�ada). Yo
s�lo tuve que abrirme el albornoz y meterle la polla hasta dentro. Me la estuve
follando sin parar hasta que pari� tres semanas m�s tarde. Despu�s de parir, y
tras salir del hospital, ella se march� dej�ndome a la ni�a a mi.


No s� si os he dicho que me encantan los ni�os y que siempre
quise uno, pero no quer�a soportar a la madre y la adopci�n para un hombre solo
es casi imposible. Ahora, mi hija de tres a�os, juguetea por casa y me desordena
todos mis archivos, pero es maravilloso tenerla conmigo. A la madre le quitaron
la custodia por abandono y ahora es s�lo m�a.


Adem�s, no sab�is como le pone a las mujeres un padre
soltero. Creo que me he follado a todas las mamas de los compa�eritos de Andrea
de la guarder�a.




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Relato: Celeste
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