UN GAY MUSULM�N
Supe de este
suceso por medio de internet. Se recog�a en uno de esos boletines anuales como
una m�s de las noticias que se publican para recordar al mundo que aun existen
pa�ses, que como si se tratase de un crimen execrable, condenan la
homosexualidad con la c�rcel o incluso con la pena de muerte.
Las leyes de esas naciones no admiten que es el albur de la
naturaleza quien ha planificado la sexualidad de cada uno de los individuos que
nacen. Sentir el deseo de compartir el amor, la vida y desarrollar la expansi�n
sexual, con una persona del mismo sexo, es algo no solo prohibido en esos pa�ses
del mundo, sino que es duramente penado, incluso quitando la vida del que naci�
marcado con esa tendencia sexual.
Parece imposible pensar que a�n existen partes del universo,
que a los que sentimos de esta manera, nos igualan con los peores desalmados o
criminales, no les parecemos personas con los mismos derechos y deberes que los
dem�s mortales y nos encierran o matan.
La noticia me sublev�, me hizo da�o en el coraz�n y me movi�
a que posteriormente intentase ampliar la escueta informaci�n que el bolet�n
publicaba y ahora que s� lo que realmente pas�, para verg�enza de la humanidad
que lo consiente, os lo cuento.
- - - o o o - - -
En el puerto de Nahr-e Oweh
situado en el extremo de la peque�a lengua de tierra iraqu� que alcanza el mar,
cientos de personas se arremolinaban en torno a un peque�o mercante con bandera
de la Arabia Saudita, que fondeado en uno de los muelles, parec�a ya dispuesto a
poner sus motores en marcha, levantar anclas y salir del infierno de la guerra
en que se estaba convirtiendo aquella zona, hasta ahora relativamente tranquila.
En el horizonte, los que ten�an buena vista y los que
utilizaban prism�ticos o catalejos pod�an descubrir la silueta de tres barcos de
guerra ingleses varados en el Golfo P�rsico frente al Kanal - e- Ruka; una
lancha r�pida de las utilizadas en tiempo de paz para vigilancia y salvamento,
que ahora armada de tres ametralladoras de bajo calibre y barriles con cargas de
profundidad, era utilizada junto a dos fragatas del tipo medio, para evitar
pudiesen salir a mar abierto los barcos iraqu�es no autorizados.
En un muelle cercano se amontonaban varios barquichuelos de
pesca vac�os, abandonados a su suerte, mostrando algunos aun la vieja
ametralladora de cinta, con que fueron tristemente armados para oponerse a la
invasi�n, abandonada en un extremo de su puente y que para evitar fuesen
utilizados les hab�an agujereado a ca�onazos desde estos nav�os vigilantes.
La peque�a embarcaci�n mercante, llena hasta los topes de
refugiados, hab�a obtenido permiso para desembarcar, recoger civiles de varias
nacionalidades musulmanas, consideradas amigas y abandonar r�pidamente el
puerto. Las cubiertas estaban llenas de gente que no cab�an en los pocos y
abarrotados camarotes existentes y los que no hab�an podido subirse al barco se
apretaban junto a la escalerilla intentando ser aceptados.
Los que vigilaban la subida a la nave de los que pretend�a
huir, hab�an comprobado los pasaportes de los que ya estaban a bordo y
amenazaban con disparar sus armas contra quien intentara hacerlo sin su permiso.
Despu�s de recibir los ciudadanos de Dubai, Om�n, Yemen y Arabia Saudita,
naciones consideradas amigas de los estados que formaban la coalici�n de guerra,
estaban aceptando a los que pagaban mejores sumas de dinero o entregaban joyas
valiosas. Todos los ricos de la regi�n y altos militares, que se hab�an vestido
de civiles para huir, eran los que hab�an podido embarcar, por ser los �nicos
que ten�an posibles para comprar su libertad.
El ej�rcito, llamado de salvaci�n por las grandes potencias,
hab�a sido aerotransportado y lanzado en paraca�das en Basora, cien kil�metros
m�s al norte y avanzaba, casi sin oposici�n, hacia el borde del mar. Las �ltimas
noticias se�alaban estaban ya al otro extremo de este peque�o enclave, que en
pocas horas estar�a en su poder y llegar�an al puerto, que era la llave de
entrada de la peque�a lengua de agua que pose�a Irak hacia el oc�ano para
exportar su petr�leo.
Es verdad que la mayor�a de los ciudadanos iraqu�es, cuando
el presidente de los Estados Unidos anunci� que derrocar�a al s�trapa de Husse�n
se alegr�, pero pens� utilizar�a otro sistema de conseguirlo, seguir con el
bloqueo econ�mico, organizar motines por medio de la CIA entre los propios
mandos, ofreciendo a los que consiguieran matar al dictador importantes puestos
posteriormente, pero no una guerra sin cuartel contra el pueblo iraqu�. El resto
crey� en las bravatas que el dictador grit� por sus medios de comunicaci�n, pero
ahora todos hu�an despavoridos ante el avance de las tropas de la coalici�n que
se hab�a formado.
El doctor Jameil, ciudadano kuwait�, estaba entre los que
pretend�a huir del pa�s. Hab�a permanecido, por cumplir con lo que consideraba
su deber, en su puesto de trabajo todo lo que fue posible, atendiendo gente
herida que hu�a de la confusi�n, de los combates y de la aviaci�n extranjera,
pero cuando vio se quedaba solo, porque los principales jefes y responsables
hu�an en manada, pens� que deber�a tambi�n cuidar de s� mismo.
Dentro de la milicia, por el trabajo que hab�a desarrollado
se le consideraba un civil, pero el hecho de haber trabajado para el ej�rcito,
pod�a considerarse por las fuerzas ocupantes que era un militar y colaborador de
Husse�n y por ello tem�a ser apresado.
Llevaba sirviendo al gobierno iraqu� casi dos a�os. Hab�a
contestado a un anuncio/petici�n que esta naci�n hab�a formulado a los pa�ses de
alrededor, solicitando doctores y �l que acababa de terminar su carrera de
medicina, pens� era una buena oportunidad para aplicar los conocimientos que
acababa de estudiar.
Hab�a otra raz�n para postular al puesto ofertado, habiendo
nacido con la tendencia de preferir el amor de los hombres al de las mujeres y
temiendo, que por alguna raz�n, se supiera o conociera entre sus allegados,
ten�a miedo que el deshonor cubriese a su familia. Pens� que vivir fuera del
�mbito familiar era mucho mejor para quien entendiese esa manera de sentir el
amor. En su pa�s se castigaba severamente esa tendencia sexual.
El r�gimen chi�ta de Irak se llamaba musulm�n, pero exist�a
una cierta permisividad para estas cuestiones. En su patria estaba tan mal visto
y se consideraba tan deshonroso ser homosexual, que era normal ser repudiado por
su propia familia para evitar ser apartada de la sociedad y llegar a sufrir
encarcelaci�n. Al gay encontrado en situaci�n embarazosa con alguien de familia
influyente, se le pod�a llegar a castigar con la pena de muerte, por presi�n de
�sta, que siempre estaba dispuesta a declarar y a pagar grandes sumas de dinero
a los corruptos jueces, asegurando que su v�stago hab�a sido inducido a pecar.
Lo mejor que pod�a obtener, si se le somet�a a juicio por sodom�a, era una
encarcelaci�n por muchos a�os.
Trabaj� duramente durante el tiempo que llevaba en Irak y de
un cambio a otro de puesto, hab�a reca�do finalmente, como m�dico en la
comandancia de marina de aquella villa, que deber�a cuidar tanto de los
militares que se ocupaban de la peque�a guarnici�n, que cuidaba de los
oleoductos de salida del petr�leo, como de los pescadores y gente de mar del
lugar.
En cuanto a calmar su tendencia sexual no se extralimit�, no
lleg� a tener pareja fija pero pudo encontrar a varios de su misma tendencia y
deseos y siendo muy precavido, apagar los ardores genitales que a su edad
normalmente se le presentaron.
Cuando lleg� al peque�o puerto comprob� que el �nico y �ltimo
modo de abandonar aquel pa�s, estaba a rebosar de gente y dispuesto a hacerse a
la mar en unos pocos minutos. Se hab�a acercado a codazos y empujones a la zona
donde estaba la �ltima pasarela de entrada a la barcaza que quedaba en puerto y
cuando vio se dispon�an a retirarla para hacerse a la mar y los marineros
pegaban con largos palos a los que nadando intentaban subir a la borda, desde
cubierta un hombre con una bocina solicit�.
�Hay alg�n m�dico entre ustedes?
Jameil grit� con toda la fuerza que pudo, avanzando hasta el
borde.
- �� Yo soy m�dico !!.
- �� Salte !! - le ordenaron porque el barco hab�a
iniciado ya su movimiento de despegue.
Sin pens�rselo dos veces salt� hasta la cubierta donde le
recogieron unos brazos que evitaron cayera de bruces al suelo.
Soy el piloto de este barco - se present� el que
hab�a solicitado un doctor por medio de la bocina - Llevamos a bordo
solamente un enfermero, pero ahora con toda esta gente, alguna va herida,
necesitamos un m�dico - le explic� se�al�ndole por donde se bajaba al
peque�o hueco donde atend�an los enfermos.
- All� encontrar� al enfermero que le explicar� lo que
necesite. Yo contin�o con los preparativos de marcha. �� Al� le de suerte !!.
Al asomar la cabeza por el cuchitril que le hab�an se�alado
comprob� que un chico, rayano en los veinte a�os, estaba atendiendo a un hombre
tumbado sobre una camilla.
Esper� terminase para presentarse.
Soy Jameil, un m�dico que han admitido a bordo para que me
haga cargo de la salud de esta gente.
Me alegro de tenerle a bordo doctor, para m� es un alivio su
presencia. Me llamo Ismal - le tendi� la mano.
Jameil estudiaba al muchacho que ten�a delante mientras le
tend�a la suya. Le parec�a un bello ejemplar masculino. Unos ojos negros le
miraban con p�cara curiosidad. Era bastante alto y aunque se le notaba enjuto de
carnes, no parec�a delgado o d�bil. Estaba muy moreno, m�s por lo que le hab�a
tostado el sol que por la tonalidad de su verdadera piel.
- El �nico problema doctor es la manera de arreglarnos para
dormir en este sitio tan estrecho - le sonre�a dejando ver unos brillantes
iguales y blancos dientes.
- Por mi parte no deseo ocasionarlos - asegur� Jameil
mientras pensaba que ser�a un placer compartir la diminuta habitaci�n con aquel
bello joven.
- Por la m�a tampoco.
No ten�a la menor idea hacia donde se dirig�an, supo despu�s
que har�an la primera escala en Ad-Dammam de la Arabia Saud�, pero ya el salir
del agujero que significaba quedarse y enfrentarse a las tropas inglesas que
avanzaban, seg�n se rumoreaba, cometiendo tropel�as y encarcelando a todos los
que hubiesen participado con el r�gimen de Hussein, era un triunfo.
Se hicieron cargo de todas las personas hacinadas que iban a
bordo, algunas nunca hab�an viajado por mar y se marearon terriblemente y otros
heridos, necesitaban curas y medicamentos de los que no hab�a demasiados en el
barco. Jameil consider� que su pago del pasaje era trabajar lo m�s que pudiera
en atender a los que lo necesitasen y as� lo hizo acompa�ado de Ismal.
Cuando lleg� la primera noche estaba tan agotado, que pleg�
la camilla para dejar sitio a que dos personas se echaran en el suelo, sobre un
par de mantas extendidas, en el mismo lugar que hab�a servido de dispensario.
Sin embargo y a pesar del cansancio f�sico que tambi�n
deber�a tener su ayudante, este soli� al exterior y le oy� regresar pasado
bastante tiempo.
Al segundo d�a, cuando el barco avanzaba muy despacio por un
mar en calma, Jameil fue llamado al camarote donde le recibi� el capit�n que
mandaba aquel cascar�n.
Constaba de dos peque�as piezas, la parte donde le recibi�,
que pod�a ser utilizada como sitio de reuni�n, despacho de �rdenes y lugar de
estudio y un peque�o recinto detr�s, comunicado por una puerta, que era donde
estaba su dormitorio.
El capit�n era un hombre de unos cincuenta a�os, respond�a al
nombre de AliKan, muy moreno, vestido con una t�nica id�ntica a la que usaban
los sacerdotes fundamentalistas iran�es y con la barba recortada igual que
ellos, que le salud� solamente con un peque�o movimiento de cabeza y le record�
para qu� estaba all�.
Espero que todos los pasajeros de este mercante desembarquen
por su propio pie al llegar a sus pa�ses.
�� Al� nos ayude a conseguirlo !! - contest� Jameil.
- �� As� sea !!
- - - o o o - - -
Lo que he narrado hasta
este momento se ajusta lo m�s posible a la realidad de lo sucedido. Me fue
contado por un testigo de excepci�n que viaj� en aquel barco mercante saudita y
que contactado por m� me describi� el inicio de este suceso. Me pidi� silenciase
su nombre porque sinti�ndose sexualmente gay ten�a el temor de ser descubierto.
Vive actualmente en un pa�s, que aunque la pena de muerte,
por presi�n mundial, ha sido abolida, los terribles castigos que aun infringen a
los homosexuales quiz� la hagan desear en algunos casos.
El me dijo, que como homosexual que es, hab�a notado las
miradas y los gestos de ambos cuando estaban juntos y sabiendo lo que pod�a
suceder estuvo vigilante y conoci� posteriormente el desenlace porque ayud� en
lo que pudo al muchacho posteriormente a huir.
Me facilit� el nombre supuesto que ahora utilizaba el chico y
con posterioridad el correo electr�nico, que a otro tambi�n supuesto ten�a
abierto, para que nos pudi�ramos poner en contacto. Me cost� bastantes esfuerzos
el convencerle que es conveniente que estos actos salgan a la luz para que las
naciones occidentales obliguen, a las que practican este genocidio, a cambiar
sus leyes, creo que lo hizo como pago de los favores recibidos de la persona que
nos permiti� comunicarnos.
Tomamos todas las precauciones posibles para que no fuera
localizado para lo que cambi�bamos de correo continuamente. Al final me asegur�
que colaborar�a y me facilit� el texto que os pongo a continuaci�n. Despu�s
anul� todo contacto conmigo, pero mi nombre y correo lo conoce y sabe que si
necesita algo puede acudir a m�.
- - - o o o - - -
Me llamo Ismal y fui criado
en el orfanato de la ciudad de Manama y aunque no conoc� la nacionalidad de mis
padres s� que ahora soy ciudadano saudita.
Tengo diecinueve a�os, a punto de cumplir los veinte y debo
permanecer bajo la tutela de AliKan, capit�n del barco mercante Aurora, hasta
los veintid�s a�os. Estaba en esta embarcaci�n, haciendo la funci�n de
enfermero, cuando recogi� en Irak refugiados para llevarlos hasta sus
respectivos pa�ses.
Sab�a muy poco de la vida hasta los catorce a�os porque, como
he dicho he vivido desde que nac� en un orfanato, bajo la tutela del estado de
la Arabia Saudita.
Fue a esa edad cuando not� que mi desarrollo sexual se
encaminaba a buscar, como compa�ero, a otro ser de mi mismo sexo. No sab�a bien
en aquel entonces que lo que notaba interiormente era, si se daba a conocer, una
cosa prohibida en mi patria.
En el centro donde crec�a uno de los cuidadores se dio cuenta
que mis miradas se encaminaban a admirar el cuerpo de mis compa�eros y se lo
comunic� al director.
Tanto el que mandaba en el orfanato como aquel cuidador eran,
lo supe despu�s, unos verdaderos canallas, homosexuales como yo, aunque
exteriormente manifestaban su total rechazo a esta opci�n sexual, insultando con
el apelativo de maric�n a todos los asilados y castigando severamente a los
heterosexuales que iniciaban su vida sexual y ejecutaban actos de sexo, me
enga�aron haci�ndome creer eran mis amigos, que me iban a proteger de los males
que reca�an sobre los que sintieran como yo.
En un principio cre� sinceramente que me estaban ayudando y
tapaban lo que aquellos malditos denominaban "tu vicio". Efectivamente
encontrarme entre los brazos de un hombre y que mi orificio fuese cubierto por
su aparato me produc�a placer y originaba en m� sensaciones que me saciaban
sexualmente pero me convert� para aquellos desalmados en su desahogo sexual.
As� ambos durante casi de dos a�os saciaron sus deseos con mi
cuerpo tantas veces como lo desearon. Lo �nico que recib� a cambio fue algo m�s
de comida, no sufrir castigos corporales y el placer de correrme con la polla de
un hombre metida en mi culo.
Cuando cumpl� los diecis�is a�os ten�a obligatoriamente que
abandonar aquella instituci�n. Si alguien, que el tribunal que decid�a esta
cuesti�n encontraba aceptable se hac�a cargo de m�, me manten�a y ense�aba un
oficio, me entregar�a a su tutela
Reunido el tribunal consider� que Alikan capit�n del barco
mercante Aurora era una persona id�nea y me pusieron bajo su tutela.
Lo que el tribunal no sab�a, yo lo call� por miedo, que aquel
hombre conoc�a mi sexualidad por hab�rsela dicho el director del orfanato
Del trato f�sico que he recibido de Alikan no me puedo
quejar, toda la severidad, que muestra su aspecto, desaparece cuando desnudo me
encuentro en su cama entre sus recios brazos. Me abraza, me besa y promete amor
eterno mientras desahoga y descarga sus genitales
Despu�s de la satisfacci�n, tengo orden terminante de salir
de su c�mara y hasta que vuelva a la noche siguiente dirigirme a �l como los
dem�s trabajadores del nav�o, como a un superior. Llevo de esta manera tres
a�os. Me ha prometido que si acepto voluntariamente cuando reciba la mayor�a de
edad unirme a �l, vender�a su barco y nos ir�amos a vivir a alg�n pa�s en el que
pudi�ramos demostrar tranquilamente nuestra condici�n gay. Por ello ha preferido
que no aprenda a navegar, no piensa lo necesite para un futuro que me ofrece
prometedor a su lado.
Ante el resto de los subordinados y los que le conocen
comercialmente muestra la cara religiosa, la de ser fiel cumplidor de los
mandatos de Mahoma.
Me ha encargado del botiqu�n del barco, un puesto que no hace
sorprender a los dem�s marineros, que vaya a su camarote todas las noches para
inyectarle sus medicamentes porque ha dicho es diab�tico y necesita pincharse
diariamente una inyecci�n de insulina.
Durante el viaje en que sucedieron todos esos desagradables
sucesos, en el que nos ordenaron transportar una gran cantidad de gente Alikan
entendi� que era necesario disponer de un m�dico, lo solicit� entre la multitud
que esperaba en el muelle despu�s de comprobar que a bordo no hab�a subido
ninguno y as� fue como conoc� al doctor Jameil.
Desde el primer momento que se present� y comprob� la forma
como me miraba, comprend� le hab�a gustado como hombre, hice todos los posibles
por mirar hacia otro lado para no descubrirme ante �l que me estaba sucediendo
lo mismo.
Durante la segunda noche que dormimos juntos, casi pegados,
en el suelo que utiliz�bamos de dispensario durante el d�a, sobre unas mantas
que pon�amos debajo, hab�a regresado de servir de puto del capit�n que me hab�a
follado como de costumbre sin preocuparse si yo hab�a sentido igual placer. Es
decir no me hab�a corrido y el acto que hab�an desarrollado sobre mi cuerpo
hab�a encendido un volc�n sexual en mi ser y dejado sin apagar.
Cuando tumb� mi cuerpo junto al suyo, el doctor hab�a tomado
la posici�n fetal de manera que por la zona de su trasero el espacio dejado era
m�nimo. Tuve que tomar una posici�n parecida de manera que mis genitales
quedaron pegados a su culo. El deseo insatisfecho y el contacto de aquel
caliente, joven y proporcionado cuerpo hizo que mi verga no solo no se ablandase
sino que consiguiese tal dureza que creo Jameil lo lleg� a notar.
Not� se despert� de pronto e intent� asustado apartar su
cuerpo del m�o, pero despu�s creyendo yo estaba dormido, simul� una respiraci�n
compensada, volvi� a pegarse a m�. Despu�s not� que despacio intentando mantener
la rigidez del cuerpo para que no notase el movimiento de su brazo, comenz� a
masturbarse muy lentamente.
Por mi mente pasaron r�pidamente numerosas ideas. Todas me
indicaban me diera a su conocimiento que sab�a lo que pasaba y que era
placentero para m� lo que hac�a y deseaba continuase. Pero pudo m�s el miedo que
Alijan me infund�a y as� pasando un verdadero suplicio, dej� pasar aquella noche
sin mostrarle le deseaba tanto con notaba en �l.
La siguiente intent� correrme durante el folleteo con el
capit�n y lo logr� paje�ndome despu�s que acab�, mientras se levantaba y
limpiaba. Necesitaba volver a mi cubil con la libido baja y con mi polla como un
higo maduro. Pero no contaba con mi querido doctor. Creo estuvo esper�ndome para
poder repetir lo de la noche anterior, porque en cuanto me tumb� sobre la manta
que se hab�a puesto en el suelo y me di vuelta hacia la pared fue �l quien peg�
su cuerpo a mi trasero.
Not� el fuego de sus genitales y la dureza de su m�stil y no
solo eso, cuando permanec� quieto haci�ndome el dormido, sus dos manos puestas
hacia delante, empezaron a acariciar mi masculinidad asi�ndola con su mano
abierta y comenz�ndola a mover compasadamente. A pesar de haberme derramado
hacia poco mi pene, sin pedirme permiso, respondi� a sus caricias.
No pod�a permanecer haci�ndome el dormido mientras me
masturbaban y apretaban una polla contra mi culo, sin gemir y suspirar. Jameil
creo sab�a desde el principio que estaba totalmente despierto porque esta vez no
se asust�, solamente acerc� sus labios a una de mis orejas y mientras la
mordisqueaba, le o� me dec�a.
- Te deseo con toda mi alma.
Por contestaci�n gem� de nuevo e intent� pegar aun m�s mi
cuerpo al suyo. Despu�s le dej� hacer, busc� el agujero de entrada a mi tesoro y
colocando la punta de su pene sobre �l se dispuso a follarme en cuanto yo le
ayudase. Estaba mi culo tan acostumbrado, que inici� por su cuenta el movimiento
adecuado.
Pero esta vez fue diferente a lo que hab�a tenido metido
hasta entonces. Mi cuerpo no solamente recib�a sino que entregaba, se daba, se
ofrec�a y yo disfrutaba como nunca lo hab�a hecho.
Nos dijimos palabras de amor, nos dimos besos, abrazos y al
final derramados y sin fuerzas quedamos dormidos uno encima de otro.
Pasamos as� tres d�as de eterna felicidad mientras
descargamos, en la primera de las escalas, la de de Arabia Saudita mi patria,
parte de los pasajeros del Aurora, en el puerto de Ad-Damman que une, por una
reci�n construida autopista, el mar con Riad su capital y seguimos rumbo a Dubay
donde en Abu Dhabi esperaban a sus conciudadanos que hab�an permanecido en Irak
durante el conflicto.
No s� si nuestro rostro lo demostraba de tal forma que todos
se daban cuenta que nos am�bamos con locura. Tampoco s� si es que mientras el
capit�n follaba mi cuerpo, le sinti� extra�o porque se sinti� rechazado o si
alguien nos vio y fue a cont�rselo, el caso es que lleg� a saberlo. No esper� a
la noche, me mand� llamar y cuando estuve en su presencia solamente me dijo
mir�ndome fijamente.
- Es lo peor que podr�as haber hecho conmigo - y me
orden�, abriendo la puerta de su c�mara - Pasa a esa habitaci�n y en ella
permanece callado.
Lo supe despu�s, mientras estuve encerrado mand� tambi�n
hacerlo con el medico Jameil. A este le encerr� en el cubil que nos serv�a de
dispensario y dormitorio, con la orden de que atendiese a los que le pasaban,
para ello puso un guardi�n armado en la puerta.
No pod�a salir de aquella habitaci�n porque ten�a que pasar
por el camarote donde permanec�a mi protector y tutor y llorando a escondidas
pensaba lo que podr�a estar sufriendo mi amado Jameil
De esta forma el Aurora descarg� gente de Dubai en Abu Dhabi
su capital y en Om�n tambi�n en su capital en Mascate y puso rumbo a Al Hudaydah
el puerto principal del Yemen.
Al llegar a esta naci�n, lo supe despu�s por el que me ayudo
a escapar y que ahora ha hecho de intermediario, Alikan baj� a tierra, habl� con
las autoridades y vali�ndose de su autoridad como capit�n del Aurora, les
comunic� hab�a arrestado a un hombre acusado de intentar efectuar sodom�a sobre
un joven. Qu� hab�a actuado a tiempo para evitarlo, pero que siguiendo la
doctrina de Ala se ve�a obligado a acusar y entregar a las autoridades al
asqueroso homosexual.
Jameil fue bajado a tierra, encerrado en la c�rcel de Sana_a,
donde fue juzgado sumar�simamente y condenado a la horca. Mataron a mi amor a
los dos d�as de ser entregado por el capit�n Alikan ��� Maldito sea !!!.
El Aurora lleg� a su etapa final a Jiddah donde estaban
desembarcando multitud de peregrinos que quer�an acercarse a La Meca. Entre la
confusi�n reinante pude aprovechar la ayuda, que el que te puso en contacto
conmigo, me prest� para huir, refugiarme y esconderme donde actualmente estoy,
llorando a�n al mejor hombre que Al� permiti� nacer sobre la tierra.