Relato: Serena, mi sobrina (5)





Relato: Serena, mi sobrina (5)

Autor: Salvador


Director: POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO


Serena, mi sobrina ( 5 )



Griselda, mi sobrina, qued� extenuada y demor� algunos
minutos en recuperar la normalidad, tendida sobre el sof�. Yo, en tanto, ca� a
sus pies y de espaldas en el suelo intentaba volver a respirar. Y Serena, su
hermana, apoyada en un pilar del segundo piso, abr�a sus piernas y dejaba correr
abajo los jugos mientras una sonrisa de satisfacci�n bailaba en su bello rostro.
Los tres hab�amos tenido nuestros respectivos orgasmos y la sensaci�n de
satisfacci�n que ahora ten�amos cada cual nos invitaba a guardar unos momentos
de reposo.



Despu�s de unos momentos, Griselda pregunt�:






A esto hab�a venido, t�o. Hace mucho tiempo que deseaba
ser tuya.


Yo tambi�n te he deseado desde hace mucho, cari�o. �No
est�s arrepentida?


No, en absoluto. Pero, �qu� haremos de ahora en adelante?


Si t� lo deseas, me encontrar�s cuando quieras.


Si me haces tan feliz como hoy, creo que te buscar�
seguido, pues nunca me hab�an hecho sentirme como lo hiciste t�.


Es que con una mujer como t�, es dif�cil no sentirse como
me hiciste sentir hoy.


�En serio?


Si, cari�o, es cierto. Eres tan exquisita que cada vez
que te miraba no pod�a ocultar la excitaci�n.


Si me hubiera dado cuenta, entonces esto de hoy habr�a
sucedido mucho antes.


Pero finalmente fuiste m�a y eso es lo que importa, �no
cr�es?


Si, t�o.


�Te gustar�a volver a sentir lo mismo?


�Ya, t�o!






Sabiendo que Serena nos observaba desde su escondite en el
segundo piso y que hab�a accedido a mis juegos con su hermana, de espaldas en el
suelo y con mi verga completamente parada nuevamente, invit� a Griselda a que se
montara sobre m�, a lo que accedi� gustosamente, encaram�ndose encima y abriendo
sus piernas, que puso una a cada uno de mis costados, y se inclin� de manera de
que mi trozo de carne quedara en posici�n a la entrada de su t�nel de amor. Lo
tom� con una de sus manos y lo dirigi� de manera que su cabeza quedara a la
entrada de su vulva y despu�s se dej� caer, con lo que mi trozo de carne se
perdi� en su interior.



Con mi verga en su sexo, Grises se enderez�, cerr� los ojos y
con sus manos apret� su senos, acarici�ndolos mientras disfrutaba la sensaci�n
de sentir en su interior mi verga apretando las paredes de su vulva. Serena, en
tanto, observaba con sumo inter�s c�mo su hermanita se tragaba mi instrumento,
en tanto yo la sujetaba por las caderas. La mir� y le sonre�, mientras mov�a el
cuerpo de su hermanita sobre mi sexo y ella me devolvi� la mirada y la sonrisa,
como alent�ndome a seguir adelante. Con un movimiento de la cabeza la invit� a
unirse a nosotros, pero ella se neg� de plano, siempre sonriendo, pero con un
gesto que indicaba el temor que le produc�a la posibilidad de que Griselda se
enterara que su hermana mayor tambi�n se entend�a con el t�o, lo cual podr�a
aceptar, pero que ambas participaran en esos encuentros era otro cuento.






Qu� rico, tio


T� haces que se me pare de esta manera, amor


Qu� rico, t�o.


�Te gusta que tu t�o te lo meta?


S�, eres rico, t�o.


�Sigo?


S�. M�s, m�s.


�Te gusta?


S�, amor. Es rico.


�Te gusta la verga de tu t�o?


S�, es rica.


�Te gusta que tu t�o te culee?


S�, t�o, culeame, culeame.


Me encanta tu chucha, mijita rica.


Y tu, eres rico, t�o. Sigue.


Tu chucha es exquisita, amor.


Y tu pico tambi�n, t�o.


�Te gusta como te entra y te sale mi pico en tu chucha?


S�, mijito rico. M�teme el pico, t�o. M�s, mas.






Y sub�a bajaba su cuerpo sobre el m�o, con sus senos
apretados por sus propias manos, en tanto yo sujetaba sus costados para que su
cuerpo enloquecido por el placer no se desviara, de manera que a pesar del
movimiento de subida y bajada fren�tico de Griselda, �sta siguiera teniendo mi
verga en su interior. Llev� mis manos a sus nalgas, las que apret� a manera de
asiento, poniendo uno de mis dedos a la entrada de su gruta posterior,
presionando con suavidad, mientras su cuerpo segu�a movi�ndose sobre m�. Mi dedo
empez� a entrar por su parte posterior, donde lo dej� unos momentos para que
ella lo disfrutase, pero al cabo de un rato lo retir�. Mi sobrina baj� una de
sus manos y tomando mi mano la puso nuevamente a la entrada de su culo,
invit�ndome a seguir adelante con la incursi�n posterior, en tanto el resto de
su cuerpo segu�a subiendo y bajando sobre el pist�n que entraba y sal�a de su
vulva. Mi dedo entr� decididamente en el culo de mi sobrina, hasta la primera
falange.






�Te gusta, mijita?


S�, mijito. Si.


�Qu� te gusta m�s?


Mmmmmmm


�Mi pico o mi dedo?


Mmmmmmmm


�Dime?


Ambos, mijito. Los dos.






Y su cuerpo inici� un enloquecido movimiento, en que
intentaba que mi verga entrara y saliera desde su vagina y que mi dedo penetrara
m�s a�n en su culo, con lo cual se me hizo muy dif�cil controlar su cuerpo,
cuyos movimientos escapaban a mi control. Era una situaci�n incre�ble, en que mi
sobrina parec�a enloquecida, pose�da por la pasi�n que se hab�a apoderado de su
cuerpo, que buscaba con desesperaci�n el pr�ximo orgasmo en las manos de su t�o.
Era un espect�culo ver su entrega al placer en manos de un hombre experimentado
en estas lides. Y finalmente se rindi� en un orgasmo que la hizo perder
completamente el control de su cuerpo y soltar sus fluidos �ntimos sobre mi
verga, mis entrepiernas, mis muslos y la alfombra que nos hab�a servido de
lecho. Y una vez agotada la corriente seminal, las fuerzas le abandonaron y se
ech� sobre mi pecho, con mi dedo a�n hundido en su culo y mi verga, aun parada,
en su vulva.



Serena, mi querida sobrina-amante, en el segundo piso, hab�a
reiniciado sus caricias �ntimas, al comp�s del acto sexual entre su hermana y su
t�o, del que no perd�a detalle. Se hab�a situado ahora en el �ltimo escal�n y,
con sus piernas abiertas, se masturbaba con frenes�, sin dejar de observar como
su hermana sub�a y bajaba de mi verga, la que se perd�a en su interior y volv�a
aparecer, mientras uno de mis dedos se hund�a en su culo, lo que parec�a tenerla
muy a gusto. Serena mov�a sus piernas mientras dos de sus dedos entraban y
sal�an de su vulva, de tal manera que parec�a simular una copula. Se hab�a
situado de tal manera que pod�a verla sin perder detalle de lo que estaba
haciendo, lo que a ella parec�a producirle un placer extra. Y yo no apartaba mis
ojos de ella, de sus piernas y de lo que estaba haciendo para que la viera. Al
fijar mi vista con m�s atenci�n pude percatarme que su otra mano estaba debajo
de sus nalgas, lo que me hizo sospechar de alguna incursi�n posterior que no
alcanzaba a ver. Me qued� con la duda de si la cara de gozo de mi sobrina se
deb�a a lo que estaba viendo, a lo que estaba haciendo con su vulva, a su dedo
en su parte posterior, al hecho de que yo la estaba viendo hacerlo o a todo ello
a la vez. Lo cierto es que en un momento determinado su cuerpo se envar� y qued�
en posici�n horizontal mientras sus piernas se estiraban por la escalera, donde
empez� a hacer m�s fren�ticos los movimientos en su vagina, hasta que un nuevo
orgasmo la envolvi� por completo.



Una vez repuesta, Griselda no tard� en darse cuenta de que mi
verga segu�a en su interior, completamente dispuesta a terminar su batalla. Con
sorpresa y una sonrisa de satisfacci�n se dio a la tarea de iniciar un nuevo
acto sexual, pero la apart� y le ped�a que se pusiera en cuatro pies.






�Quieres hacerlo a lo perrito, tio? Me pregunt�
mientras se acomodaba.



Si, mijita. �Te gusta?


Es exquisito, t�o.


Pero con la verga de tu t�o te va a gustar m�s, mijita.


Me lo imagino, mijito.






Cuando mi verga la penetr�, sus nalgas se echaron hacia
atr�s, logrando con ello que mis bolas golpearan contra su vagina con cada
empuj�n. La tom� de los senos colgantes y con ellos en ,mis manos, me dediqu� a
buscar mi propia satisfacci�n, que cre�a bien merecida a estas alturas.






Eres rica, mijita.


Dale, t�o, dale


�Te gusta mi pico?


S�, t�o, es rico tu pico. Siiiiiii


Toma, mijita rica, toma, toma.


�Te gusta mi chuchita, t�o?


Eres rica, amor, exquisita.


�Te gusta met�rmelo, t�o?


Eres rica, mijita. Eres incre�ble. Tu chuchita es rica,
amor.


�Te gusta culearte a tu sobrinita linda?


Si, mijita linda. Eres exquisita para culiar, amorcito.


�La mejor?


Mmmmmmmm


�La mejor, tio?


Voy a acabar, voy a acabaaaaaarrrr


Sigue, sigue, mijito


Tomaaaaaaaaaaaaa mijitaaaaaaaaaaa


Guauuuuuuuuuuuu, ricoooooooo


Siiiiiiiiiiiiiiiiiii. Yaaaaaaaaaaaaaaaaa


Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyy






Mi sobrina termin� sobre el piso y yo sobre ella, con
nuestros cuerpos completamente sudados y respirando con dificultad, en tanto
Serena en el segundo piso no pod�a contener los jugos seminales que flu�an de su
cuerpo despu�s de una tercera y desenfrenada masturbaci�n observando a su
hermana ser pose�da por su t�o-amante.



Como si despertara de un sue�o, Griselda se volvi� hacia m�,
se apoy� sobre sus codos y mir�ndome fijamente, con un rostro en que se mezclaba
la curiosidad y la molestia, me pregunt�:






�Qui�n es la mejor?


Tu, mi amor.


No, no seas mentiroso. Dime la verdad. �Qui�n es?


�Por qu� piensas eso?


Cuando te pregunt� no respondiste. Y te pregunt� dos
veces.


Es que . . .


�No ves?






Lo que Griselda no pod�a adivinar era que la mujer que m�s
feliz me hab�a hecho estaba ah� mismo, a unos metros de ella. Era Serena, la que
no me hab�a autorizado a revelar nuestra relaci�n. Pero sent�a que la situaci�n
estaba tomando un giro adecuado para intentar hacer part�cipe a ambas hermanas
del mismo secreto y pudieran compartir a su t�o. Si me decid�a a confesarle a
Griselda que Serena tambi�n era mi amante, las pondr�a en una situaci�n
delicada, en que ambas se ayudar�an para preservar el secreto y evitar el
esc�ndalo. Pero no estaba seguro de la reacci�n de Serena, mas conservadora en
este tipo de situaciones, a diferencia de su hermana menor que siempre se hab�a
mostrado m�s liberal. Pero no quise seguir pensando, tentado por la posibilidad
de superar otra barrera m�s en este juego que hab�a iniciado con mis dos
sobrinas, y decid� dejar fluir la situaci�n y tratar de manejarla de la mejor
manera que pudiera.






Es que no es f�cil decirlo, amor


Entonces es cierto, no soy la mejor para ti.


No me entiendes, cari�ito.


No veo porque podr�a ser tan dif�cil. �Soy o no soy?


Si, lo eres. Eres lo m�ximo, pero no la �nica.






Sab�a que Serena, en el segundo piso, estaba escuchando y que
intu�a el giro de nuestra conversaci�n. No quer�a imaginar lo que estaba
sintiendo, solamente sab�a que la situaci�n era tan excitante que no deb�a
dejarla pasar. Griselda, por otro lado, hab�a endurecido su rostro pues no le
hab�a agradado en absoluto mi respuesta. Hab�a otra y eso no le agradaba. Lo que
no sab�a era quien era la otra. Ni se lo imaginaba.






Entiendeme, cari�ito.


Mmmmmm


Comprende. T� eres de lo mejor.


Pero no la �nica.


Pero no sabes quien es la otra.





�Existe mujer que quede indiferente a este tipo de
preguntas? Mi sobrina tampoco.





�Qui�n es?


Es que. . .


�Qui�n?


No, no me atrevo


�Por qu� no te atreves a decirmelo?


Te vas a molestar


No, �c�mo se te ocurre? Anda, dime.


No me atrevo.


�Por qu� podr�a molestarme? Ni que fuera. . .


Si, ella






Griselda no se dio cuenta de que hab�a jugado con ella,
llev�ndola sin que ella se diera cuenta, para finalmente revelarle el secreto.
Pero era ella misma quien hab�a llegado a plantearse el nombre de su hermana. Yo
hab�a sido fiel a mi promesa a Serena y no la hab�a delatado, pero hab�a
manejado el dialogo de manera que las cosas fluyeran por si solas.






Pero, �c�mo?, �Cu�ndo?


Por favor, no me hagas preguntas.


Por eso siempre me hablaba de ti con tanto entusiasmo.


�Te molesta?


Mmmmmmm. No, la verdad que no. Bueno, algo.


�Ves por qu� no quer�a dec�rtelo?


No, la verdad es que me molesta, pero es porque ella
estuvo primero contigo. Ya no soy la �nica. Y cada vez que la vea pensar� si
viene de estar contigo y si te hizo m�s feliz que yo. Quer�a ser la �nica
para ti.


Pero eso no tiene por qu� cambiar, vida.


Si, pero yo quer�a ser la que te hiciera completamente
feliz. Y no ser� as�.


No veo raz�n para que no lo sea, cari�o


�C�mo que no? Serena te hace m�s feliz que yo.


No he dicho eso. Dije que tu y ella me hacen igualmente
feliz. Las dos.


Eso lo dices para dejarme contenta.


No, es la verdad. Las dos me hacen feliz de la misma
manera.


Bueno, pero es una situaci�n que no puede continuar.


No lo creo, cari�o.


�C�mo?


Si, pienso que es mejor que ambas lo sepan.


�Estas loco?


No, me parece l�gico y seguro que ambas sepan lo que
sucede. Es m�s seguro para ambas, pues as� pueden protegerse de las dem�s
personas guard�ndose las espaldas.


Mmmmm. No s�


Pero si es l�gico, amor. Es m�s seguro para las dos.


Bueno, si, tienes raz�n. Pero . . .


�Pero qu�?


Imagino que t� se lo dir�s a ella, pero no s� c�mo podr�
enfrentarla la pr�xima vez que la vea, sabiendo que ambas nos acostamos con
el mismo hombre, nuestro t�o.






Me levant� sin responderle y me dirig� a la escalera que va
al segundo piso, al final de la cual Serena me miraba con una expresi�n de
alarma y de ansiedad que la hac�an lucir a�n m�s bella en su completa desnudez.
Su cabeza se mov�a fren�tica de un lado a otro, neg�ndose a lo que intu�a yo le
pedir�a, en tanto sus manos intentaban cubrir parte de sus senos y de su sexo,
del que colgaban las �ltimas gotas de sus efluvios seminales.


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