Cavafis por Dimitris Yeros
Las im�genes, inspiradas en
Constantinos Cavafis (Alejandr�a, Egipto; 1863-1933), del fot�grafo
Dimitris Yeros nos ofrecen tanto un alimento para el pensamiento como una
experiencia est�tica conmovedora.
Cada fotograf�a es una
traducci�n bell�simamente precisa, compuesta cuidadosamente en blanco y negro,
llena de detalles. Las im�genes son variadas -algunas celebran el cuerpo
masculino desnudo, otras un encuentro er�tico fortuito, a�n otras el interior de
un taller, un paisaje sensual, o una vista excitante de una villa campestre y
sus hombres.
El espectador es invitado a
contemplar los lazos entre la poes�a y el arte, a preguntarse porqu� cada imagen
fue elegida, y a considerar c�mo las dos formas art�sticas se entrelazan y
resuenan.
Cavafis escribi� alguna vez que
"El Arte conoce c�mo dar forma a la Belleza, / casi imperceptiblemente,
completando la vida.". Ciertamente Dimitris Yeros nos ha brindado un arte
que ayuda a completar la vida."
Lauren E. Talalay
Directora actuante y curadora asociada, Museo Kelsey,
Universidad de Michigan.
MICHEL TOURNIER
Velas
Los d�as del futuro se alzan ante
nosotros
como una hilera de velas encendidas
-doradas, vivaces, c�lidas velas.
Los d�as del pasado quedaron tan atr�s,
f�nebre hilera consumida
donde las m�s cercanas a�n humean,
velas fr�as, torcidas y deshechas.
No quiero verlas; su aspecto me aflige,
meaflige recordar su luz primera.
Miro ante m� las velas encendidas.
No quiero volverme, y estremecerme la contemplar
qu� r�pidamente se alarga la hilera sombr�a,
qu� r�pidamente crece con sus velas ya consumidas.
CHARLES HENRI FORD
Para convocar a las sombras del fantasma
Una vela es suficiente. Su llama suave
se adecua m�s a las cosas que ser�n m�s tiernas
cuando vengan, cuando el Fantasma del Amor llegue.
Una vela es suficiente. Esta habitaci�n esta noche
no deber�a tener demasiada luz. Todo ca�do en enso�aci�n,
en perfecto control, y con la luz tenue
-la suficiente con la que, entre sue�os, formar� visiones de
las que vendr�n, las Sombras del Fantasma del Amor que llega.
DAVID LEDDICK
Al placer sensual
Alegr�a y mirra, incienso de mi
vida, memoria de los tiempos
que goc�, aquellos que apres� raudo con placer sensual, de mi propia clase.
Alegr�a y mirra, incienso de mi vida, solamente m�a, cuando miro
por encima del hombro todos los pedestres asuntos del amor.
DUANE MICHALS
La mesa adyacente
No puede tener m�s de veintid�s a�os.
A�n as�, estoy seguro que, hace casi el mismo n�mero
de a�os, yo goc� de �l, justo el mismo cuerpo.
No, no est� hablando mi fiebre er�tica.
Y ha pasado apenas un instante desde que entr� al casino;
No tuve siquiera tiempo para beber mucho
-Yo goc� justo de ese mismo cuerpo.
Y si no recuerdo d�nde -un fallo en la memoria-,
eso no significa nada.
Ah, all� pues, �l viene a sentarse a la mesa adyacente.
Conozco cada gesto que su cuerpo hace -es entra�able
para m�- y bajo sus ropas, veo de nuevo las extremidades
que am�, desnudas.
PIERRE AND GILLES
Candelabro
En una pieza vac�a y peque�a, s�lo cuatro
paredes,
cubiertas por telas �ntegramente verdes,
un hermoso candelabro arde, todo de fuego;
y en cada una de sus llamas una fiebre sensual,
un impulso lascivo, resplandece con ardor.
En la peque�a pieza, que brilla iluminada
por el fuego vigoroso del candelabro,
no es en absoluto usual esta luz que brota.
Para cuerpos sin audacia no est� hecha
la voluptuosidad de este calor.
WILLIAM WESLOW
Recuerda, cuerpo...
Recuerda, cuerpo, no s�lo cu�nto fuiste
amado,
no solamente en qu� lechos estuviste,
sino tambi�n aquellos deseos de ti
que en otros ojos viste brillar,
y temblaron en otras voces -y que humill�
la suerte.
Ahora que todos ellos son cosa del pasado,
casi parece como si hubieras satisfecho
aquellos deseos -c�mo ard�an,
recuerda, en los ojos que te contemplaban;
c�mo temblaban por ti, en las voces, recuerda, cuerpo.
Murallas
Sin consideraci�n, ni piedad, ni recato
estas grandes y altas murallas en torno a m� construyeron.
Y ahora estoy aqu� y me desespero;
otra cosa no pienso: este destino devora mi esp�ritu;
tanto, tantas cosas tendr�a por hacer fuera de aqu�.
Ah, cuando estos muros constru�an,
�c�mo no estuve atento?
Sin embargo nunca escuch� ruido, ni rumor de constructores.
Imperceptiblemente fuera del mundo me encerraron.
Una noche
La habitaci�n era pobre y vulgar,
escondida en los altos de la taberna equ�voca.
Desde la ventana se ve�a la calleja,
estrecha y sucia. Desde abajo
sub�an las voces de unos cuantos obreros
que distra�an su tiempo jugando a las cartas.
Y all� sobre un lecho barato, miserable,
el cuerpo tuve del amor, los labios
voluptuosos y rosados de la embriaguez
-tal embriaguez, que a�n ahora
cuando escribo �despu�s de tantos a�os!
en mi casa vac�a me embriago de nuevo.
El sofista abandonando
Siria
Insigne Sofista, ahora que abandonas Siria
y tu mente se prepara para escribir un libro sobre Antioqu�a,
har�as bien en mencionar a Mevis en tu obra,
el c�lebre Mevis, ya sabes, sin duda
el m�s agraciado de los j�venes, el m�s amado
de todos los de Antioqu�a. Ning�n otro mancebo, gan�ndose
el sustento de ese modo, pagar�a tan galanamente
como �l. Por tener a Mevis
s�lo durante dos o tres d�as, pueden ofrecer a menudo hasta
cien talentos. -As� se los hice saber en Antioqu�a.
As� es pues, y tambi�n en Alejandr�a, e incluso en Roma:
ning�n mancebo existe tan deseable y amoroso como Mevis.
***
[ fuente:
]
Versi�n en espa�ol por clarke
(algunos poemas son traducci�n de Jos� Mar�a �lvarez), mail to:
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