Las aventuras de Sara (3� parte)
El d�a tres de Sara en el campo fue un d�a normal, ya desde
el desayuno quedamos todos de acuerdo que no le �bamos a hacer nada en todo el
d�a y tampoco por lo menos hasta el mediod�a del d�a cuatro. Sus primeros dos
d�as ya hab�an sido bastante agitados y necesitaba recuperaci�n. El d�a cuatro
almorzamos temprano, quer�amos que pasara el mediod�a r�pidamente para comenzar
a jugar con Sara nuevamente.
Era divertido ver como almorz�bamos los cinco juntos sin
decir nada pero sabiendo que esper�bamos con ansias que pasara el mediod�a para
nuevamente poner nuestras manos sobre Sara, hablamos de distintas cosas y todos
la mir�bamos casi todo el tiempo a mi mujer, para ver alguna reacci�n en su
mirada sabiendo que en pocos minutos mas �bamos a estar los otros cuatro jugando
nuevamente con su cuerpo.
Terminamos de almorzar tranquilos, con sobremesa de caf� y
luego, finalmente llego la orden para que Sara se fuera a cambiar. Lo que le
dimos para que se ponga para esta nueva etapa era medias de algod�n blancas,
botas altas hasta la entrepierna de cuero rojo y taco alto ancho, una bombachita
de encaje roja, un arn�s a manera de corpi�o que enmarcaban sus tetas dej�ndolas
libres, un collar de cuello de cuero rojo, mu�equeras y tobilleras reforzadas de
cuero negro y un cinto ancho bien ajustado a su cintura.
As� vestida la sacamos afuera y la hicimos caminar unos 60
metros hasta el lugar a donde la �bamos a torturar por las pr�ximas horas, el
galp�n principal del campo, un galp�n grande, con techos de chapa muy altos,
varias cadenas colgando del techo por medio de roldanas, algunos elementos de
tortura disimulados como muebles de trabajo, varios rollos de cuerda colgados en
una pared, en un armario varias cuerdas mas especiales para bondage junto con
l�tigos, fustas, dildos, etc, etc.
Tambi�n hab�a en el galp�n un tractor, la camioneta del campo
y un disco de siembra. Sara sabia, present�a que esa tarde iba a ser torturada
en el galp�n, y cuando llegamos Gonzalo, Daniel, Mar�a, yo y los perros que nos
segu�an todos detr�s de nuestra prisionera, Sara a la orden de Mar�a se detuvo.
Ah� le colocamos una barra separadora de piernas a los tobillos, le sujetamos
las mu�equas a la espalda al cinto que tenia a su cintura, bajamos del techo una
de las cadenas y la enganchamos al medio de la barra separadora, y la comenzamos
a elevar hacia el techo, dej�ndola suspendida en el aire en medio del galp�n con
las piernas separadas y hacia el techo, las manos sujetas a su espalda y su
cabeza flotando a un metro del piso.
Acto seguido, Mar�a toma una fusta del armario y Gonzalo un
l�tigo de varias puntas, y comienzan a azotarla. Nos vamos alternando en el uso
de los implementos de castigo, azot�ndola con fusta y l�tigo todo el cuerpo, con
especial predilecci�n por pegarle en el culo y las tetas, pero sin dejar de
recibir tormento sus piernas, abdomen, vagina, espalda en incluso alg�n castigo
sobre la cara.
Despu�s, en la misma posici�n la elevamos aun mas, dej�ndola
con sus piernas hacia el techo separadas pero con su cabeza flotando ahora a
unos cuatro metros del piso. Un rato as� y luego la bajamos al piso y tras unos
minutos de recuperaci�n la llevamos a su pr�xima tortura, el potro, donde la
sentamos y mientras estaba ah� la seguimos molestando.
Pasado el potro, la atamos tipo cruz de san Andr�s pero sin
cruz, en medio del galp�n, y esta vez jugamos usando una hidrolavadora con la
que la ba�amos con presi�n, peg�ndole con agua a presi�n todo el cuerpo de
frente y espalda. Luego decidimos violarla por detr�s acostando su cara y
abdomen sobre una mesa tipo banco carpintero, para eso le quitamos la bombacha
mojada por el ba�o a presi�n. Los perros aprovecharon para meterle sus hocicos y
lengua en la concha luego de haber sido violada por los tres hombres.
Despu�s la subimos a este banco, mesa de tortura, acost�ndola
boca arriba derechita, los brazos por sobre su cabeza atados a un extremo de la
mesa, y las piernas juntas atadas al otro extremo; en este extremo hab�a
colocado un tambor que servia para girar y as� estirar a la persona que ten�amos
atada sobre la mesa. Una vez bien, bien estirada llego la hora de la velomancia,
todos ten�amos nuestra vela para derretirla sobre el cuerpo de Sara. Despu�s
tambi�n la atamos con cuerdas al tractor, contra un poste, nuevamente del techo
pero de los brazos, y luego de brazos y piernas, y siempre molest�ndola,
toquete�ndola, meti�ndole cosas en el culo, la concha y la boca. Estuvimos hasta
la tarde ah� jugando con nuestro juguetito hasta que ya comenzaba a caer el sol.
Sara, ya con otros tormento, hab�a quedado completamente
desnuda, y decidimos dejarla descansar, por lo menos un rato hasta la noche,
pero la �bamos a dejar en el galp�n, descansando en el galp�n mientras nosotros
nos volv�amos a la casa. Para ello, la dejamos que se vuelva a colocar las
botas, y solo con las botas puestas la metemos dentro de una jaula peque�a donde
apenas se pod�a mover, y ya dentro de la jaula, desnuda y con botas puestas, le
colocamos candado y mediante cadenas elevamos la jaula hacia el techo dej�ndola
colgada a mi mujer dentro de esa jaula colgando a unos cinco metros del piso,
cerca del techo del galp�n. Nos fuimos, aunque de tanto en tanto alguno volv�a
al galp�n para ver si ella estaba bien, b�sicamente para vigilar que no fuera
atacada por alg�n ave o murci�lago.
La dejamos como una hora y media en la jaula, y luego fuimos
dos para bajarla y para que pueda venir a la casa a recuperarse, ducharse,
cambiarse y prepararse para la cena.
Ella sufri� y gozo con las torturas, violaciones, castigos a
la que la sometimos por tantas horas dentro de ese galp�n, y por su puesto
estaba agotada. Luego de comer se fue a acostar de lo agotada que estaba, y as�
termino de pasar su cuarto d�a de campo.