Relato: El acomodador





Relato: El acomodador

EL ACOMODADOR



Llevo bastante tiempo asistiendo a las m�s calientes sesiones
de pasi�n y calentura que permanentemente nos ofrecen nuestros amigos. He tenido
por mucho tiempo la intenci�n de contribuir a despertar las vergas y culos de
los lectores con mis aventuras. La cuales son muchas y variadas. Para comenzar
he elegido una de las experiencias m�s exquisitas que me ha tocado vivir.


Todo comenz� un d�a que con mi pareja fuimos a uno de los
cines arte que hay en mi ciudad. Por aquel tiempo acostumbr�bamos a ir a la cine
por lo menos una vez por semana. Siempre �bamos al mismo porque en �l exhib�an
pel�culas cl�sicas. No recuerdo cu�l film estaban pasando ese d�a, pero de lo
que iba a ocurrir despu�s nunca me voy a olvidar.


Ese d�a llegamos algo retrasados, as� que en la entrada nos
recibi� el acomodador para ubicarnos en nuestros asientos. Por alguna raz�n
nunca antes me hab�a percatado en este hermoso ejemplar de la raza masculina.
Quiz�s pudo haber sido porque nunca lleg�bamos atrasados. No lo s�. Pero esta
vez, casi como por arte de magia nuestras miradas se cruzaron como llevadas por
una fuerza, que en ese momento no pude describir. Era el deseo, la atracci�n
animal, no lo s� con exactitud, pero algo lleno de erotismo se apoder� de mi
cuerpo y mente.


Durante toda la pel�cula no fui capaz de sacarme de la mente
la imagen de aquel hombre en su uniforme de trabajo. Mi mente estaba fija en su
mirada, en esa entrepierna que dibujaba algo bastante prometedor. Nada de lo que
ocurr�a en la pantalla lograba borrar de mi mente a ese hombre blanco, de pelo
casta�o, de estatura mediana y con esa mirada intensa. Mirada que dejaba
traslucir un deseo oculto pero potente. Tan potente que, a pesar de su aspecto
varonil, permit�a entrever una pasi�n contenida, deseosa de ser liberada. Fue su
mirada y mis deseos irracionales por comprobar si aquello que estaba viviendo no
era un sue�o, los que me llevaron a salir apresuradamente al vest�bulo al
momento del intermedio.


Con la excusa de ir a fumar fui al encuentro de esos ojos
misteriosos. Entre al vest�bulo buscando a aquel que me hab�a intranquilizado.
Mir� a mi alrededor. No estaba. Sent� que mi esfuerzo hab�a sido en vano.
Desilusionado me sent�. Saqu� un cigarrillo. Lo encend� y comenc� a consolarme
recreando mi vista en los cuerpos de los chicos guapos que estaban el recinto.
Estos chicos me matan. Generalmente son del tipo universitario, con aire de
artistas, medio descuidados en el vestir. Con ropas, que aunque holgadas,
siempre dejan bastante a la imaginaci�n. Algo que adoro de estos chicos es
cuando descuidadamente levantan sus camisas o sudaderas y dejan ver parte de sus
cuerpos firmes y duros desnudos. Me super caliento cuando observo, aunque sea
por algunos segundos, la desnudez de aquello parte de sus cuerpos n�beles que va
desde sus abd�menes hasta la l�nea del pantal�n, que por fortuna acostumbran a
llevar casi al l�mite de sus bellos p�bicos. Eso es un placer para mis ojos. Mi
imaginaci�n se vuelve fruct�fera imaginando a mi lengua recorriendo ese camino
preciado al objeto deseado de mi calentura.


Estaba en ese juego de vista e imaginaci�n, cuando tocan el
timbre anunciando que el intermedio hab�a concluido. Mientras, los j�venes que
hab�a estado desnudando con mis ojos se iban retirando del sal�n, un sentimiento
de frustraci�n comenzaba apoderarse de m�. Entre tanto mancebo bello, hab�a
olvidado la verdadera raz�n que me llev� hasta ese lugar. Estaba preparando para
entrar a ver la segunda parte de la pel�cula, cuando veo que aparece �l sujeto
de mi deseo. No me di cuenta cuando apareci�. Pero por lo visto ya llevaba rato.
Estaba corriendo las cortinas de acceso a la sala de cine.


Al verlo todo en m� volvi� a ser pasi�n. Sin pensarlo dos
veces, met� las manos en mi bolsillo, saqu� nuevamente la cajetilla de cigarros
y encend� otro. Me sent� algo turbado, pero no quer�a pensar. S�lo quer�a dejar
al destino que actuara. �l termino de cerrar las cortinas y se dirigi� hacia la
puerta que daba a la calle. Cuando pas� por mi lado nuevamente pos� sus ojos
sobre los m�os. Sent� que todo en m� se estremec�a. No me hab�a equivocado. Algo
en ese hombre dec�a que estaba ardiendo por sentir un cuerpo ardiente junto al
suyo. Como un aut�mata llevado s�lo por el deseo, me levant� de mi asiento y fui
hacia donde estaba.


-La pel�cula ya comenz� � me dijo


-s�, ya me di cuenta, pero he tenido un d�a tan agitado que
he tenido poco tiempo para disfrutar de un cigarrillo � respond� como
justific�ndome - �Quiere uno?


-Gracias, me vendr�a muy bien. Estire mi mano con un cigarro
sobresaliendo del paquete. �l lo tom�. As� pude fijarme en su mano. Era grande y
fuerte. Las venas sobresal�an entre unos deliciosos vellos negros que resaltaban
a�n m�s la blancura de su piel. Aquello fue el detonante para iniciar un camino
sin retorno.


-�Quiere que se lo encienda?


-Por favor�es que aqu� no dejan que uno fume, por eso salgo a
la calle a ver si pasa alguien para pedirle uno. Disculpe.


-No te preocupes � le dije mientras rozaba con una de mis
manos las suyas que puso para proteger la llama del viento. Sentir su piel fue
un orgasmo mismo. Mi pene estaba duro como una roca. En este contacto pude
percibir toda la fuerza de viril de quien me hab�a embrujado. No hab�a dudas.
Nuestros deseos se hab�an cruzado. Era eso lo que actuaba como un magnetismo
imposible de evitar.


A dentro del cine la pel�cula segu�a su curso. Mi pareja
comenz� a inquietarse. Sinti� que algo me estaba sucediendo. No era habitual que
me retrasara, sobre todo porque yo era el que m�s insist�a en ir al cine. Algo
no estaba bien y estaba decido ir a averiguar qu� era. Se estaba levantando de
su asiento cuando yo volv� a su lado. Haci�ndome el sorprendido le pregunt� que
a d�nde iba. Me respondi� que hab�a pasado, por qu� me demor� tanto. Tratando de
mantener la serenidad, contest� lo que invent� en el camino desde que dej� a mi
acomodador adorado.


-Nada importante. S�lo que no me siento bien. Estuve en el
ba�o�tengo un fuerte dolor de est�mago...algo de lo que comimos me sent� mal.


-�Si quieres nos vamos?


-No, si ya estoy mejor � Respond� presurosamente. No pod�a
irme. No sin antes volver a contemplar los ojos de hombre que hab�a hecho que
mis interiores estuvieran completamente mojados.


An�bal trat� de insistir en su propuesta, pero la llamados al
silencio de los espectadores que estaban cerca ayudaron a que no siguiera
hablando. Me acerca a su o�do y le dije:


-No te preocupes. Estoy bien.


El asinti� con la cabeza y seguimos viendo el film. Claro que
s�lo �l estaba concentrado en celuloide, porque yo ten�a todas mis energ�as
puestas en la conversaci�n con el acomodador.


-�T� trabajas hace tiempo aqu�?. Creo no haberte visto antes.


-S�, tengo como dos a�os en este puesto. Seguramente no nos
hab�amos tomado. Lo que pasa es que yo trabajo por turnos.


-Ahh


-Y �Ud. Siempre viene a este cine?


-Regularmente. Por lo menos una vez por semana. Los mi�rcoles
para ser exacto.


-Yo tampoco lo hab�a visto antes


Lo �ltimo que dijo me dej� mas interesado a�n. Mis sospechas
eran ciertas. Sus miradas no eran casuales. Se hab�a fijado en m�. Esto me dio
fuerza para empezar a concentrar mi atenci�n y mis miradas en algo m�s que su
cara y sus lindos ojos. Mientras habl�bamos fui recorriendo su cuerpo con mis
ojos. Estaba realmente muy apetecible. Su cuerpo se dibujaba muy bien en ese
uniforme azul. No s� por qu�, pero los hombres que usan uniformes siempre est�n
como estrechos en ellos.


Pareciera que siempre les quedaran peque�os. Pero bueno, eso
en vez de ser una desventaja siempre resulta algo beneficioso para alguien como
yo gusta de deleitarse con los contornos abultados que ellos marcan. El caso de
Javier no era la excepci�n. La estrechez de su uniforme permit�a resaltar
aquellos atributos de los cuales mis miradas se hab�an apoderado. A pesar de
llevar una peque�a chaqueta, la anchura de su espalda y t�rax no se ve�an
disminuidos, sino que los resaltaban a�n m�s. Sus brazos se sent�an apreciados
en esas mangas azuladas. Sus piernas parec�an a punto de reventar las costuras
del pantal�n. Lo atl�tico de su fisonom�a me permiti� llevar la conversaci�n
hacia el terreno que estaba deseando. Sin mayor pre�mbulo le pregunt� si hacia
deportes.


-En mi tiempo libre me dedico a arbitrar partidos de f�tbol
amateur


Esto despert� todav�a m�s mis instintos sexuales. Imagine su
cuerpo debajo del agua, mientras a su alrededor una veintena de machos rudos,
peludos y varoniles refrescaban sus cuerpos, despu�s de probara su hombr�a
detr�s de un bal�n. Estuve tentado a indagar por el cuerpo de esos hombres que
lo acompa�aban cada fin de semana en las duchas de una cancha de barrio. Pero me
contuve. Hab�a que ir de a poco. Por suerte, fue �l quien detuvo mi posible
indiscreci�n, cuando me dijo:


-�Por qu� me lo pregunta?


-Bueno�e ve que tienes un f�sico trabajado�pens� que eras
fan�tico del gym. Y como yo estoy interesado en asistir a uno�.pens� que pod�as
recomendarme el que tu asistes.


-No, yo s�lo hago deportes � cuando dijo esto a mi mente
nuevamente vinieron escenas del deporte que yo estaba deseando practicar con �l.


Fueron tan intensos mis pensamientos que apenas logr� retener
la historia de su vida que me estaba contando. De lo que pude registrar fue que
era casado, que su esposa hacia poco tiempo le tuvo un nuevo hijo, que estaba
preocupado porque no le hab�an pagado el sueldo y otras cosas que no recuerdo.
Mientras hablaba no pude dejar de acompa�ar a mi imaginaci�n con unas intensas
miradas al bulto que llevaba entre las piernas. Sin duda, debajo de ese uniforme
algo ra�do se escond�a un moustro del placer. Ser�a porque le quedaba estrecho o
por alguna otra raz�n, frente a mis ojos se revelaba un paquete ansioso de ser
liberado.


Desde el momento que pos� mis ojos en �l, ya no pude
quit�rselos de encime. M�s a�n, cuando en un aparente descuido pon�a sus
varoniles manos en �l. A estas alturas ya nos hab�amos fumados como tres
cigarros cada uno. Fue cuando fui a sacar el cuarto que me percat� que el tiempo
hab�a pasado, que quiz�s la pel�cula pronto iba a terminar y yo segu�a sin
regresar al lado de mi pareja. El temor a ser descubierto en abierta conquista
me llev� a reprimir mis instintos y hacer una �ltima consulta.


-�C�mo funcionan tus turnos?


-Una semana de d�a y otra de noche.


-Ah, pero como �te quedas toda la noche?


-S�, hasta las siete de la ma�ana.


-Entonces la pr�xima semana estar�s de d�a y la siguiente de
noche. �Me equivoco?


-No, as� es.


Sus palabras sonaron como un canto de �ngeles. Si lograba
coordinar bien las cosas, en una semana y media m�s, podr�a seguir con lo que
por fuerza mayor ten�a que dejar inconcluso. Ya que hab�a sacado lo cigarros,
aproveche de dejarlo uno m�s mientras me desped�a. En un arrebato incontenible
de excitaci�n estire mi mano para despedirme. Javier puso la suya sobre la m�a y
nos dimos un apasionante apret�n. Esto fue como la antesala de lo que vivir�a
despu�s.


CONTINUAR�


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