Relato: El viejo verde





Relato: El viejo verde

-Don Juli�n, como los puros. As� se llama nuestro
protagonista. Para comenzar les voy a hacer un ligero p�rfil de nuestro
pervertido de turno; vive en una linda casita, en un lindo bosque... ja ja ja
ja. No, no, seamos realistas. Vive en Madrid (la selva donde todo tipo de razas
conviven) en un apartamento de alquiler de renta antigua hasta que la muerte le
separe de �l. Porque de su mujer ya lo separ� esta hace unos a�itos. Despu�s de
una descansada vida de funcionario, ahora tiene un descansado retiro pagado
tambi�n por la seguridad social. Que no ha olvidado sus 50 a�os de productivo
servicio a la comunidad.


Don Juli�n ha perdido, o ha tenido que perder muchas cosas;
su afici�n al tabaco, a la bebida, al caf�, a las tragaperras. Pero no ha
perdido su afici�n a las mujeres. Le siguen gustando como el d�a que se le
empalm� el ciruelo por primera vez siendo muy chico. Viendo como se le levantaba
la falda por descuido a su vieja asistenta. Don Juli�n no ha cesado de admirar
las femeninas curvas y muchas de las mujeres a las que clava los ojos, ni tan
solo llegan a sospechar los caldeados pensamientos que pasan por la mente de ese
aparentemente santo abuelito que las observa.


A muchas de las mujeres cercanas a su vida diaria, le
encantar�a darles un buen repaso. Pero su t�cnica de cortejo, como su pelo, ha
ido cayendo con los a�os. Quedando olvidada como qued� olvidada la lista de los
reyes godos. A�n as� no decae, ni quiz� decaer� nunca, su animo por retozar con
las f�minas. Pues como ha estado acostumbrado toda su vida a trabajar, comer,
dormir y retozar con las mujeres. Pues eso no se puede borrar como con una goma
de borrar.


De vez en cuando don Juli�n apaga su tele y se va a dar un
paseo por el parque. A contemplar la linda cascada de la fuente y contemplar
tambi�n las ni�as que juegan en el cesped cercano a la fuente, con sus
hermanitos, o sus mascotitas. La furia viril de Don no se apagado con el pasar
de los a�os. Pero eso solo lo sabe �l, pues es el �nico que nota como su
pantal�n impide que su instrumento se desplegue en su m�ximo esplendor,
estirado. Tan excitado se pone Don viendo las ni�as jugar en el parque, que
cuando regresa a su casa sus calzonzillos suelen estar manchados de sabo. Como
que esto de ir al parque es una costumbre frecuente y est� Don muy atento. Se
sabe de memoria los nombres de muchas de las ni�as que a menudo son llamadas a
gritos por sus madres o sus ni�eras.





Le gustan muchas de ellas, pero hay una que hace engordar
especialmente la poronga de don Juli�n. Se llama C�liz; debe tener unos 10 a�os
y no tardar� mucho en abandonar los juegos del parque, pues son estas las m�s
grandes que un d�a dejan de aparecer. C�liz es una chava bonita. Cara bonita
como raro ser�a no tenerla a su edad. Un traserito inchadito que revela que por
su sangre corren hormonas femeninas y no masculinas. Y un torso que si bien a�n
no est� tetudo, su oronda forma augura un buen par de melones cuando crezca.
C�liz, al ser la mayor, suele ser la que lleva el bast�n de mando en los juegos
del parque. Y alguna vez la madre la abandona al cuidado del resto de tropa
mientras se va a alg�n quehacer. En una de estas cesiones de mando es cuando
toma sitio nuestro cuento.


Susana la oronda ni�era, deja a Cal�z al cuidado de tan solo
un chaval�n mientras ella va a hacer un par de compras. C�liz juega un poco con
Tom�s a chutarle penaltis y que Tom�s se los pare. Pero al cabo de un ratito
llega la supuesta madre de Tom�s que lo recoge para llev�rselo a casa. C�liz se
queda entonces sola, y sola se queda sentada en un banco quiz� esperando que
venga alguno de sus amigos. Don Juli�n siente la llamada de la selva al ver su
�dolo sentada sola en un banco, y se acerca para "echar la ca�a"


-Juli�n: hola bonita.


-C�liz: hola se�or.


-Juli�n: te veo muy sola, �qu� te han abandonado tus amigos?


-C�liz: s�, ya no queda nadie, si en un ratito no viene
nadie, regresar� a casa.


-Juli�n: �uy! que pena, tener que acabar la tarde tan
temprano. Si no son ni las 6.


-C�liz: s� pero que le voy a hacer, si no viene nadie, no
tengo con quien jugar.


-Juli�n: je je, qu� mal que lo ves. Qu� te parece si sub�amos
aqu� a mi casa, que est� al lado y jug�bamos al parch�s?




-C�liz: �uy! pues, pues s�, �porqu� no? �Podemos ir?


-Juli�n: s� claro, venga, c�gete de mi mano que en un momento
estar�mos sentados d�ndole a los dados.


Y como dice don Juli�n, en un momento est�n en su apartamento
con vistas al parque.


-Juli�n: toma el tablero de parch�s que est� en ese caj�n,
mientras yo cojo un par de bebidas de la cocina.


As� lo hace C�liz, que despliega el tablero encima la
alfombra y se sienta en el suelo esperando a Juli�n. Cuando llega este sirve las
naranjadas en la mesa pero le dice:


-Juli�n: �donde vas en el suelo, esperas que yo me siente
ah�? Quita chica, coge el tablero y despli�galo aqu� que jugaremos sentados en
la mesa.


As� lo hace C�liz que redespliega el parch�s en la mesa
ansiosa para empezar la partida.


-Juli�n: venga, primero tiramos los dados para ver quien
empieza.


Juli�n saca un 4 y C�liz un 3, por lo que empieza Juli�n. Las
fichas y los dados transitan un rato encima del tablero, mientras ambos "pelean"
para ser el ganador del juego. En un momento dado, una ficha de Juli�n tiene el
turno de mover, saca un 3 y es precisamente ese numero el que le da la opci�n de
comer una de las fichas de C�liz. Juli�n mueve la ficha y la pone encima de la
ficha roja de Cal�z. Y haci�ndole una broma, toma las dos fichas y con ellas en
la mano le hace cosquillas a C�liz en la barriga diciendo:


-Juli�n: �que te como, que te como!


-C�liz: �ja ja ja ja! �ay para! �ja ja ja ja!


Pero don Juli�n no para de hacerle cosquillas. Es m�s, se
levanta para tenerla m�s a mano y entre risas y cosquillas, C�liz cae al suelo
sin para de carcajear.


-C�liz: �ay para, por favor! �ja ja ja ja! �que me vas a
matar de risa! �ja ja ja ja!


Don Juli�n se ha tomado las cosas bien a mano. Y se ha
sentado de rodillas inmovilizando con ellas a C�liz para tratar de hacerla
llorar de risa. Sus manos se han metido dentro de la blusita de C�liz y de
pronto Juli�n detiene su vigoroso cosquilleo convirtiendo en una caricia lo que
hacen sus manos.


Juli�n: bien, �c�lmate vale?


-C�liz: claro, claro, ha ha, lo que t� digas.


Las manos de Juli�n prosiguen su caricia, sobando los planos
pechos de C�liz y despertando en esta una sensaci�n hasta entonces nunca
conocida.


-C�liz: �? �Qu� pasa?�Qu� haces?




-Juli�n: �te gusta lo que te hago?


-C�liz: mmm s�, mucho, �qu� es?


Ante tal afirmaci�n, Juli�n no contesta. Solo acerca su boca
a la de C�liz y le entrega un h�medo beso franc�s que C�liz recibe como la mayor
sorpresa que ha tenido en la vida. Nota ella como una lengua se mete dentro de
su boca, y le encanta tocarla con su propia lengua y jugar con ella como
cachorros. Las manos de Juli�n contin�an a�n acariciando el torso de C�liz. La
blusita est� levantada mostrando un bell�simo cuerpo de 10 a�os, acariciado por
una cuidadosa mano de m�s de 60. Juli�n pega sus labios a la barriguita de C�liz
y chupala toda como si estuviera cubierta de nata. Tambi�n sorbe con cuidado los
primerizos pezones, exalando C�liz con ello, los primeros gemidos sexuales de su
vida.


-C�liz: ooooh, ooooh, Juli�nnnn, mmmm, �como se llama esto?
mmmmm.


-Juli�n: no tiene nombre hijita, ni falta que le hace.


Est�n los dos tumbados en la alfombra mientras Juli�n pasa
alternativamente, de besar a la francesa, a chuparle los pechitos. Mientras a la
vez sus manos estimulan las inchadas caderas, prepar�ndola al contacto con el
chochito. El est�mulo de las manos de Juli�n en los laterales de las caderas de
C�liz, hace surgir en esta un reflejo instintivo surgido de su propia alma, que
ni tan solo ella sabe por qu� lo hace. Y es que sin hacer nada ella, sus piernas
se abren y cierran con vigor, como tratando de cazar un pajarito juguet�n.


Pero no es un pajarito lo que, sintiendo la llamada de las
piernas, se mete entre ellas para estimular lo pedido inconscientemente. El dedo
de Juli�n recorre lentamente la rajita haciendo que C�liz ya grite de placer,
pues no sinti� hasta el momento nunca nada similar. Las vozes de esta son
acalladas por el franc�s beso. Que traga todos los gritos que exala ella,
mientras a la vez explora la peque�a boquita con su gran lengua. Entre una cosa
y otra, el pijote de Juli�n est� ya a la vista. Est� gordo e inchado y casi que
tiembla de excitaci�n. �l pone la mano de C�liz encima de su miembro para que se
vaya acostumbrando a lo que va a ser el fruto m�s preciado de su vida. Siguiendo
la indicaci�n de la mano de Juli�n, su propia mano sube y baja la piel del
miembro. Logrando que este casi que estalle de lo gordo que se pone.


Juli�n no piensa dejar que acabe estallando su miembro y
procura por ello; con C�liz tumbada ante �l, la orienta en su misma vertical
para alinearla a lo que ser� un r�tmico mete-saca. Le apunta el capullo en la
entrada de la concha, y preveyendo una un poco traum�tica penetraci�n, le hace
olvidar todo lo concerniente a sus entrepiernas y la besa con renovada pasi�n
mientras sus manos hacen todo el cari�oso recorrido entre su pecho y sus
caderas.


Quiz� no pensaba ya en ello C�liz cuando llega la primera
acometida de Jul�an. Pero sin duda recibe una sorpresa mezcla entre placer y
dolor, que expulsa desde su boca una tambi�n mezcla entre gemido y grito. Pero
que resulta de nuevo tragada por el pecho de Juli�n, que puede tragar gritos
como este y m�s grandes. Acomete de nuevo Juli�n y nuevamente se queja mudamente
C�liz. Aunque sabiendo del resultado del anterior, no es este gemido/grito tan
fuerte, o quiz� es que la m�xima punzada de dolor ya se ha dado/roto con la
primera. Es entonces cuando Juli�n, seguro de lo que est� haciendo, decide
proseguir su follar como es debido. Inserta su pene al m�ximo y esta vez ya no
es una mezcla sino un verdadero gemido de placer lo que sale de C�liz.


-C�liz: ooooooh, �se�or!


Ante tal celebraci�n de placer, Juli�n da por consentido su
coger y prosigue su follar pero con el ritmo debido.


-C�liz: oooooh, oooooh, se�or Juli�n!!! oooyyh, ooyyyh,
oooomm, mmmm.


-Juli�n: �a qu� hora tienes que volver a casa?


-C�liz: ooooh, ooooh, a las 8, mmmm, ooooh.


-Juli�n: bien, tenemos un buen rato, prep�rate porque no
olvidar�s este d�a nunca.


-C�liz: ooooh, �qu� me va a hacer? No sea malo-oooooh,
oooooh.


Juli�n prosigue su coger todo el tiempo que le da el reloj
para ello. C�liz acaba llorando y temblando de placer. Mientras con Juli�n todo
encima, soporta ella a todo un toro encima suyo. Cuando �l mira su reloj y ve
que faltan 10 minutos para las 8, se decide a correrse. Se nota claramente que
se est� corriendo porque del chochito sale un liquido blanco que salpica a cada
una de sus finales acometidas. Cuando ha terminado su sentir, Juli�n se retira
de encima de su amada. La alfombra est� un poco manchada de rojo y Juli�n
maldice su falta de predicci�n por no haber puesto una toalla debajo. Ayuda a
vestir a C�liz que un poco escoz�a (patiabierta) se acaba marchando con prisas a
su casa, para que no le pregunten donde estuvo.


-Juli�n: �ma�ana ir�s a jugar al parque?


-C�liz: s�, a jugar, s�, a jugar.


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Relato: El viejo verde
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