Relato: Memorias de un fetichista de tacones stiletto...



Relato: Memorias de un fetichista de tacones stiletto...

Autoria: Regy ( Es traducci�n de un original Ingl�s)


Titulo:


MEMORIAS DE UN FETICHISTA DE TACONES STILETTO ALT�SIMOS.


Resumen:


LO QUE LE SUCEDE A UN FETICHISTA POR MIRAR UNOS FINOS TACONES
ALT�SIMOS EN UNA MUJER SEXY.


Ubicaci�n: Fetichismo por tacones.


Estaba sentado en uno de los bancos en el hall de espera de
una nueva galer�a de arte algo peque�a, en el centro de la ciudad de Oxford, un
sitio poco com�n, que parec�a tener varias funciones a la vez, arte en el d�a,
m�sica en la noche, y otras cosas que se suced�an tambi�n en algunos momentos.


Ahora, estaba contento de poder relajarse y refrescarse, ya
que tambi�n hab�a visitado otras cuatro galer�as de arte esa misma ma�ana, y
tanto su espalda como sus piernas estaban empezando a dolerle. Hab�a tomado
temprano un tren que bajaba desde Londres, y ahora se sent�a cansado y un poco
so�oliento, mientras se fijaba en la bullente actividad que se suced�a alrededor
del Museo Ashmolean, antes de que viajara en el tren de vuelta a su casa.


El asiento miraba hacia otro igual y opuesto, donde como el
suyo, seis a ocho personas, sentadas en grupos, conversaban u observaban los
folletos en la pared, acerca de las pr�ximas atracciones. Hab�a montones de
otras personas que remolineaban cerca, ya que las atracciones por suceder hab�an
creado un gran inter�s en los habitantes locales y algunos for�neos.



Una pareja se levant� y se retir�, dejando un espacio
enfrente de donde estaba sentado. Magn�fico pens� �l, ahora puedo estirar bien
mis piernas, y estaba ya a punto de hacerlo, cuando una dama se desliz� al
espacio vac�o desde alguna parte, llenando el sitio a su alrededor con una
cantidad de bolsas de compras, algunas de las cuales ostentaban el nombre de
lujosas y caras tiendas de Oxford. Ella se ve�a cansada tambi�n, sin duda ella
hab�a tenido una ardua ma�ana de compras en las tiendas. El estim� que ella
estar�a cerca del final de sus a�os 30, y estaba vestida con un elegante abrigo
caf�. Levemente irritado por la p�rdida del espacio para estirarse, pronto la
ignor� y volvi� a sus pensamientos previos.


Mientras revisaba las listas de los eventos musicales que se
hallaban cerca de la puerta, percibi� d�bilmente que ella estaba registrando su
carga de bolsas de compras. No hab�a raz�n alguna para ello, salvo el
extraordinario ruido que ella hac�a con el fino papel de envolver, que esta
sacando desde una de las bolsas. El la observ� de nuevo, y le pareci� mayor esta
segunda vez, y se preguntaba porqu� se preocupaba a�n de pensarlo, ya que su
cara y su pelo no eran posibles de describir, ya que estaba completamente
envuelta en su abrigo, y desaparec�a r�pidamente en lo que parec�a ser una
interminable cantidad de fino papel de envolver .


Repentinamente, con un eficiente barrido de su enguantada
mano, el papel de seda fue levantado y lanzado dentro del un basurero vac�o. Una
sonrisita de satisfacci�n pas� por sus labios. Se sac� los guantes, apareci� una
cartera y sac� fuera de ella una cigarrera dorada y un encendedor. De ella
extrajo un cigarrillo, con los que �l no pudo sino notar que eran unos dedos
primorosamente manicurados. Sus u�as sorprendentemente largas, estaban pintadas
de un rojo profundo, que hacia juego con el tono de su l�piz labial. Ella
encendi� su cigarrillo y lo aspir� deleitosamente, y mientras exhalaba el humo,
sus ojos encontraron los suyos por un instante que fue casi un poquito mas largo
que lo confortable.


El sinti� correr por su espalda un singular escalofr�o.
�Porqu� en este mundo.....? Tal vez estaba algo cansado... Volvi� a mirar su
folleto.


Ella estaba dejando resbalar su zapato. Instant�neamente el
movimiento capt� la atenci�n de sus ojos. Siempre lo excitaba la vista de una
mujer ajust�ndose el calzado.


Este tipo de maniobras le provocaba siempre algo sexualmente
extra�o. Era un zapato elegante, pero sin nada que lo destacara de lo com�n,
pero la manera con que ella se hab�a dado vuelta en su asiento para deslizar sus
dedos pierna abajo, hasta llegar al costado de su calzado, hab�a dejado resbalar
su abrigo por el costado de la pierna, mostrando un elegante traje sastre caf�,
la ce�ida falda del cual se apretaba tensa sobre el muslo y se deten�a
exactamente sobre su rodilla. Detr�s de la rodilla aparec�an unas inequ�vocas
arrugas de una media elasticada. Sus dedos se deslizaron lentamente por las
medias hacia arriba de la pierna, desde los dedos del pi� hasta la rodilla, se
detuvieron, las suavizaron y las llev� hasta su cadera. Con un estremecimiento,
�l se dio cuenta de que los ojos de ella estaban de nuevo sobre los suyos, pero
los retir� al instante, en el momento en que �l se dio cuenta. De nuevo hubo el
asomo de una sonrisa.



El se sinti� torpe y tonto como un colegial pillado mirando
las faldas subidas de una chica.



Ella puso sus ojos en un sitio intermedio, y de all� los
volvi� a una de sus bolsas. Los mantuvo all� por un minuto o algo as�. Y
entonces muy lentamente, su mano se introdujo en la bolsa. All� revolvi� algo
que el no pudo notar. Lo solt� y enseguida volvi� a tomarlo. El no fue capaz de
darse cuenta de porqu� estaba tan interesado en observar a una extra�a registrar
una de sus bolsas. Bueno, era precisamente--- bueno---algo que hab�a en el modo
de como ella estaba haciendo las cosas. Algo as� como si estuviera actuando para
una audiencia. �l.



Enseguida la mano sali� de la bolsa. Sus ojos estaban ahora
sobre lo que sosten�an, sin embargo el sent�a que ella a�n estaba de alg�n modo
observando sus reacciones y llamando su atenci�n. Y atenci�n era lo que ella
ten�a para el, porque all�, en su mano bellamente manicurada, estaba posado un
inmaculado zapato nuevo.



No lo estaba sosteniendo como se hace con un zapato, sino de
un modo, parecido a como se sostiene una costosa escultura; estaba erecto en la
palma de su mano tal como en una vitrina, y sin duda era una exhibici�n, y para
�l. Ella detenidamente lo levant� al nivel de sus ojos, la punta hacia su cara,
el taco hacia el. Esta vez un peque�o fruncimiento de concentraci�n cr�tica
cruz� sus verdes ojos. Y as� ella examin� el zapato por todo un minuto.



Su conducta sigui� ignorada en la populosa galer�a. Despu�s
de todo no era nada tan inusual ver una cansada compradora examinando sus
compras. �Era as�?. Pero por supuesto, para el,--- aqu�,--- ahora, y en este
lugar que el recordar�a para siempre. S� que lo era.



Las modas van y vienen, y mucha gente las deja pasar sin
pensar. Pero para �l, los tacos alt�simos de aguja ten�an un significado
demasiado especial. Hab�an llegado a representar algo profundamente sexual en su
psiquis, simbolizando lo mas femenino, perfecto en sus formas y---si, por
supuesto�escultural en su dise�o.



Imposiblemente impr�cticos, se hab�an ganado la furia de las
feministas y por lo tanto firmemente descritos por si mismos como la llave de
todas las fantas�as masculinas. Por supuesto, ahora totalmente fuera de moda, no
eran posibles de ver en parte alguna. Excepto ahora y ah�, enfrente de sus
propios ojos.



El zapato era exactamente del mismo color que su traje, del
cual se hab�a percatado que era de cuero. El taco era probablemente de cinco
pulgadas de altura y m�s delgado que un l�piz, excepto en la tapilla donde se
convert�a delicadamente en una espiga dorada en la �ltima pulgada. La planta era
de cuero color crema. La cubierta era de fina piel de cabritilla, adornada con
hojas entrelazadas. Delgadas tirillas de charol negro se entrelazaban en las
costuras. No era un barato modelo para chuscas ordinarias: Ese par deb�a haber
costado por lo menos, sobre unos cuatrocientos d�lares. Imposiblemente altos de
tacos, pero sumamente elegantes, hermosos, muy delicados y tan femeninos, no
habr�an estado fuera de lugar, a�n en un lugar como las carreras reales en
Ascot. Una delicia obviamente hedon�stica relumbraba en sus ojos.



Ella podr�a haber sido su amante, provoc�ndolo con aquello
que ella bien sab�a que lo excitar�a. Ella podr�a haber sido una dise�adora de
calzado, sopesando su forma, su calce o su color. Ella podr�a haber estado
simplemente insatisfecha con aquello que hab�a adquirido, y pr�xima a
devolverlo.



A el no le importaba cosa alguna. Su pene hab�a pasado
instant�neamente a una incontenible erecci�n tan pronto como el zapato apareci�
dentro de su l�nea de visi�n. Su boca estaba seca, sin embargo pod�a sentir como
una pre- eyaculaci�n humedec�a su pierna. El no estaba listo para esta reacci�n.
Sus rodillas le temblaban, sus manos comenzaban a tiritarle incontroladamente.
Las dej� caer en su regazo, esperando que ella no hubiese notado nada inusual, o
no se hubiera dado cuenta de sus encendidas mejillas y su mirada est�tica, que
no se hubiera imaginado que ella estaba sentada enfrente a un fetichista del
calzado, y que tomado pavor y r�pidamente se hubiese levantado e ido....



Alabados sean los dioses. No. Lejos de ello. El zapato
descendi� lentamente de su tan exaltada posici�n, la sonrisa retorn� a sus
labios. Ella se retorci� algo mas en su asiento, volviendo a deslizar el pi�
dentro de su calzado. El se dio cuenta que ella estaba usando medias de nylon,
no panties, no medias corrientes. Nylons, Verdaderos nylons. Esas fabulosas
medias que tienen un tejido mas obscuro que se curva por detr�s del tal�n,
extendi�ndose hacia arriba por atr�s de la pantorrilla, llegando a unas 5
pulgadas sobre el borde del zapato, terminando en un corte recto horizontal
conocido como tal�n Cubano. Con una costura que corr�a desde sus preciosamente
pedicurados y barnizados dedos de su pie, tan rectos como una l�nea dibujada,
hasta arriba de la pierna, hasta el tirante y apretado cielo, de la obscura liga
en el borde superior de las medias, suspendidas lejos, dentro de las secretas
delicias de su ajustada falda de cuero.



El casi se desmay� del espect�culo tan intensamente sexual.



Los momentos siguientes fueron probablemente no mas largos de
un minuto, pero para �l, podr�a haber sido una hora. O dos. Todos sus sentidos
estaban como lanzados dentro de una turbina, sus pies, sus dedos de las manos,
el zapato, todos parec�an moverse en movimiento retardado mientras sus ojos
beb�an esa deliciosa sensualidad desplegada delante de el. Pensar que el hab�a
estado a punto de levantarse e irse, poco antes de que ella llegara.



El zapato ya en su pie, la mujer proced�a ahora a examinarlo
en detalle. El pi� fue volteado hacia uno y otro lado, lo levant� mirandose la
punta, lo volte� para observarle el esbelto tac�n por atr�s, lo balance� sobre
sus dedos, enterr� el tac�n en la alfombra y lo retorci� all�. El fruncimiento y
su sonrisa se alternaban, sus delineadas cejas se frunc�an, se arqueaban y se
relajaban. El restante zapato fue sacado de la bolsa y colocado en su otro pie.
El espect�culo se repiti� denuevo completamente. Mas a�n, ella se levant� y dio
unos pasitos balanceantes, volviendo a dar un vistazo a los tacones y lo recto
de las costuras antes de retornar a su asiento. El abrigo volvi� a abrirse
nuevamente y �l pudo ver claramente la silueta de los botoncitos de los tirantes
del portaligas bajo la apretada falda, que ahora hab�a subido para mostrar el
diminuto creciente de la liga superior de la media. �l estaba pegado a su
asiento, absolutamente hechizado.



Despu�s de lo que le pareci� una toda era en el tiempo, �l se
atrevi� a dar una ojeada a su cara. Sus ojos estaban sobre �l--- �O talvez no?.
Su sonrisa distante retorn�, sin embargo sus ojos parec�an mirar a trav�s de �l,
mas que a �l directamente. Era como si ella estuviera sintiendo la completa
humedad de �l en su entrepierna, sintiendo que lo hab�a esclavizado, y que
supiera que as� lo hab�a convertido en su perrito faldero.



Repentinamente ella se puso de pie.



El cigarrillo fue descartado en un cenicero cercano, los
elegantes guantes fueron repuestos, y cada dedo amorosamente deslizado
suavemente. La falda fue enfundada hacia abajo sobre las caderas, Las bolsas de
compra juntadas. Saltando con gracia sobre los pies de sus vecinos, a pesar de
los gloriosos tacones, ella se desliz� liviana y muy r�pidamente hacia la puerta
de la calle. En el �ltimo instante ella se volvi�, lanzando una mirada sobre el
todav�a lleno foyer, fij� sus ojos sobre el. �Era acaso un latigazo de una
invitaci�n? El se par� saltando sobre sus pies, mientras la espalda de ella se
daba vuelta de nuevo. Ella pas� a trav�s de la puerta y sali� a la calle.





En el tiempo en que el lleg� afuera, ella ya estaba 40 metros
delante. Sus tacones hac�an un r�pido e inequ�voco �toc,toc� entre las altas
murallas de la angosta calle trasera de Oxford Street, un sonido que �l no hab�a
escuchado hace a�os y que ahora lo gozaba extasiado. Por supuesto que �l la
estaba alcanzando, sus pasos eran enga�osamente diminutos sobre sus mareantes
tacones. El no quer�a que ella lo viera persigui�ndola como un ansioso perro en
celo en una leva, pero, �Qu� es lo que deseaba �l exactamente? El no pod�a
continuar adelante y decirle; "Hola". Yo soy un fetichista de tacones alt�simos
y medias, por favor quiere Ud. desnudarme, encadenarme, y provocar mi palpitante
pene con sus maravillosos zapatitos" �Ahora, podr�a hacerlo?.



Ella lleg� a la esquina, y los excitantes "toc" se
eclipsaron.



La multitud qued� atr�s, mientras �l los adelantaba
aceleradamente, Oh! no. Pens� �l. No te pierdas, no te vayas, por favor d�jame
saber m�s. �Qu� podr�a decirle �l?. �Que pensar�a ella?. Seguramente, a pesar de
su apariencia arrolladoramente er�tica, su apostura tan femenina, y sus
deliciosos juegos con sus maravillosos tacones en la galer�a. �Acaso ella era
s�lo una mujer corriente comprando zapatos? �No una domadora de fetichistas, que
los hiciera arrastrase a sus pies? A�n, si ella lo fuera. �C�mo podr�a el romper
el hielo sin parecer loco aburridor? . �Se atrever�a �l, a imaginar siquiera,
que ella era un sue�o como ese?



Dio vuelta la esquina, con sus ojos busc�ndola
fren�ticamente. Fue todo lo que �l pudo hacer para evitar toparse con ella a
boca de jarro, porque ella estaba detenida justo despu�s de la esquina. Ten�a
que pasarla o ser descubierto infraganti. En cuanto lo hizo, ella volvi� sobre
sus pasos, dio vuelta denuevo a la esquina y desapareci� nuevamente, pero el ya
hab�a dado unos veinte pasos antes de darse cuenta de su maniobra, porque no se
atrev�a a volver su mirada. Captando una mirada su sobrecalentada mente se
percat� de lo sucedido y �l volvi� atr�s, tornando a la esquina.



Esta vez ella no estaba esperando a la vuelta. Estaba
atravesando la calle dirigi�ndose a otra calle fuera de �sta. Mientras ella
bajaba por all�, �l la segu�a como guiado por su pene.



Lleg� justo a tiempo para verla zambullirse en otra tienda de
calzados. �l sigui� y pas� frente a la tienda. Por fortuna hab�a un puesto de
diarios al otro lado de la calle, el entr� all� y tom� una revista fingiendo que
la hojeaba. Los minutos transcurrieron. Cinco. Luego diez. El vendedor de las
revistas empez� a darle sospechosas miradas, mientras sal�a del mes�n. �l
devolvi� la revista, tir�ndola dentro del estante y sali� corriendo.



Ahora ella estaba parada en la vereda, fuera de la puerta de
la tienda, con un tel�fono celular en el o�do. Los preciosos zapatitos caf� se
hab�an esfumado.



En su lugar calzaba un par mucho mas fino a�n, de color muy
parecido, pero esta vez sus tacones eran de casi siete pulgadas de altura. Como
sus preciosos pies eran muy peque�os, sus menudos tobillos se curvaban por el
empeine enteramente hacia atr�s como el cuello de un cisne, mientras estaba
parada, fabulosamente alta y erguida sobre ellos, hablando por tel�fono. �l se
par� mortalmente paralizado, mientras una lujosa limousina Bentley se deslizaba
hasta detenerse en el bordillo junto a ella. El chofer salt� �gilmente a abrirle
la puerta reverenciosamente.



Adi�s para siempre. Pens� el. �Oh, como alguna vez podr�
volver a encontrarla?.



El Bentley permaneci� donde estaba. S�bitamente, �l se dio
cuenta que el chofer manten�a la puerta abierta, hacia el lado hacia donde �l
estaba. Pudo verla sentada relajadamente adentro, sus ojos brillando, sus cejas
arqueadas en interrogaci�n hacia el. Sus finas y elegantes manos enguantadas
jugaban con un peque�o l�tigo de montar caf�... Sus piernas estaban sensualmente
cruzadas mostrando sus brillantes medias, mientras los vertiginosos y alt�simos
tacones parec�an sonre�rle irresistibles.



Traducida del Pattent Letter N� 10,Special, July-1996. Por
REGY, Julio 2000


Fiction story, OXFORD. Copyright- Stella M 1996




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