Relato: En el fin del mundo (1)





Relato: En el fin del mundo (1)

Esto ocurri� en septiembre del 1973. Por mis ideales
pol�ticos y el clima reinante en mi pa�s, me vi en la obligaci�n de abandonar mi
casa, mi familia y esconderme lejos de mi ciudad para evitar que me mataran, ya
que mi cabeza ya ten�a precio. Muchos de mis compa�eros no corrieron la misma
suerte y hasta el d�a de hoy no se sabe donde se encuentran.



Un amigo de mi padre, me llev� muy lejos de la ciudad, nos
adentramos en un pueblo muy rural y no conforme con esto, comenzamos a entrarnos
entre cerros y mas cerros, hasta que todo lo que en ese tiempo, conoc�a por
civilizaci�n, qued� atr�s. Avanzamos hasta cuando el camino de tierra y piedras
desapareci� y luego de eso, dejamos el auto y comenzamos a subir cerros y
cerros. Cuando ya parec�a que lleg�bamos al lado Argentino, una casa de madera
se vislumbra en el valle.



Un perro flaco y viejo, sale ladrando a nuestro encuentro y
tras el un mujer de unos 70 a�os que nos miraba desde la casa, con cara de
desconfianza. El amigo de mi padre, se acerca a ella y la saluda cari�osamente.
Se presenta como el hijo de don Gregorio casado con la Irmita y no se cuantos
parientes mas. En fin, se trataba de una t�a abuela de el.



Le coment� mi situaci�n y que debido a eso, le solicitaba mi
alojamiento hasta que las cosas se calmaran. La abuela muy sociablemente le dijo
que no habr�a ning�n problema que yo me quedara ah�, y que se fuera tranquilo,
que nunca nadie llegaba por esos lados.



Este caballero le entreg� una caja con provisiones y algunas
ropas de su se�ora, las que la viejita recibi� como si fuera el tesoro mas
preciado del mundo. Luego de permanecer un d�a con nosotros, se marcho,
dej�ndome en el �ltimo rinc�n del mundo.



La Sra Eulalia, que as� se llamaba la viejita, era muy
sociable. Con 70 a�os encima, aun se manten�a muy vigorosa, para su edad. Su
pelo era casi completamente blanco, salvo algunos mechones de pelo negro que
asomaban por ah�. Su cuerpo delgado cubierto con ropa ya muy deste�ida y muy
estropeada. Sus manos eran muy duras, producto del trabajo de a�os.



Me comentaba que en esas lejan�as no ten�a roce con nadie,
excepto por algunos huasos que sub�an al cerro unas tres veces al a�o a buscar a
sus animales, que dejaban en esas tierras a la espera que engordaran. La ultima
vez que anduvieron por ah� fue hace como tres semanas, lo que implicaba que no
aparecer�an en tres meses mas.



Comenc� a vivir completamente alejado de la sociedad, solo
unido a esta, por una peque�a radio a pilas que llevaba.



La vida en ese lugar era incre�ble. En la ma�ana muy temprano
me despertaba por el sonido de los p�jaros y en la noche, el silencio era
absoluto, solo roto por el sonido de los grillos, y alguno que otro p�jaro
nocturno.



En el d�a, la Sra Elulalia se despertaba muy temprano. Ten�a
un peque�o establo, donde se aprovisionaba de leche de cabra, gallinas y unas
ovejas, sin embargo, todo los animales andaban sueltos.



Los d�as pasaron y el aburrimiento era total. Yo en esa �poca
ten�a 25 a�os. Atr�s hab�a dejado no solo a mi novia, si no tambi�n a dos o tres
mujeres m�s que me serv�an de entretenci�n.



En esas lejan�as y en la ausencia absoluta del sexo opuesto,
comprender�n que no me qued� mas remedio que la masturbaci�n, recordando mis
andanzas juveniles, pero ya luego de estar dos meses, mi calentura estaba por
las nubes.



Una ma�ana que decid� ir a dar una vuelta, me encuentro con
dos rocas gigantes, que formaban una especie de gruta donde se refugiaba algunos
de los animales de do�a Eulalia, escap�ndose del calor del d�a. Yo hab�a
escuchado muchas historias de hombre que llevaban a sus animales a pastar a los
cerros, y debido a lo largo de sus viajes, terminaban por tener relaciones con
ellos.



Me paro en una roca y puedo ver a do�a Eulalia en sus que
aceres, a mucha distancia de este lugar. No lo pens� mucho, y me met� entre las
dos piedras, con la idea de saciar mi sed de sexo con alguna de las cabras. Sin
embargo al entrar, estas arrancaron. Fue as� como al otro d�a, me prepar� un
poco mas y sin que do�a Eulalia se diera cuenta, me hice de una soga y me dirig�
al mismo lugar, donde sab�a yo que se encontraban los animales.



Esta vez me qued� en una roca lejana seleccionando cual ser�a
mi presa. Una cabra de color caf� con manchas blancas, me pareci� que ser�a la
mas adecuada para mis necesidades. Haciendo un lazo con la cuerda, volv� a
entrar a la gruta, provocando nuevamente la estampida de los animales, sin
embargo logre atrapara a mi presa, agarr�ndola de una pata. La sostuve por largo
tiempo a la espera que se calmara un poco. Cuando not� que ya estaba algo mas
calmada, proced� a amarrarla a un tronco y comenc� a alimentarla con algunas
ramas que encontr�.



Poco a poco la cabra se fue acostumbrando a mi presencia. Me
baj� los pantalones, y trat� de colocarme detr�s de ella, pero la cabra, como
sabiendo mis intenciones se mov�a de un lado a otro, lanzando alguno, berridos.



Todos mis intentos eran en vano, ya que la cabra no se dejaba
montar. Me encontraba en esos intentos cuando escucho la vos de do�a Eulalia que
aparece entre la piedras con un palo grande en sus manos.



Yo qued� helado del susto y de la verg�enza, con mis
pantalones a media rodilla, y sujetado al lomo de la cabra.



�Eras tu! � Dice la viejita � Escuch� a la cabra y pens� que
era un zorro el que ten�a atrapada.



Yo no supe que decir, me qued� helado ante esta situaci�n,
solo atin� a subirme los pantalones.



Se nota que eres de ciudad � me dijo - , a si nunca lo
conseguir�s, debes amarrar las patas delanteras, para que no se te mueva. � Y
diciendo eso, con la misma soga se agach� y amarr� las patas delanteras de la
cabra.



�Ya esta, con esto se queda quietecita....! ahora te dejo
solo para que te desahogues, y diciendo esto se march�.



Con la experiencia vivida, ni ganas le ten�a a la cabra, por
lo que la desamarre y la dej� ir. Me mor�a de verg�enza volver a la caba�a, pero
si no volv�a era peor, ya que la viejecita pensar�a que me estoy dando el
banquete con su animalito.




Volv� a la caba�a y encontr� a do�a Eulalia recogiendo los
huevos del establo.



Me acerque t�midamente a darle mis disculpas, sin embargo
ella me dijo que no me preocupara, ella estaba acostumbrada a ese tipo de cosas
y que en esos parajes, eso era algo completamente normal y habitual. Tambi�n me
cont� que ella hab�a tenido 8 hijos y al ser ella la �nica mujer en kil�metros y
kil�metros, a todos no les hab�a quedado mas opci�n que descargarse con las
cabras.



Incluso me coment� que hace a�os, despu�s que falleci� su
marido, ella tambi�n se desquitaba con los machos del reba�o, pero que hace
tiempo que no lo hac�a, por los problemas de su espalda.



Ella comentaba estas historias de una forma tan natural, que
poco a poco se me fue perdiendo la verg�enza que sent�a, mas aun despu�s que
confes� sus aventuras zoof�licas.



Pasaron los d�as y mi excitaci�n segu�a en aumento, mas aun
incrementado con el morbo de la imagen de la viejita teniendo sexo con sus
animales.



Un d�a en que mi calentura ya no daba mas, nuevamente tom� la
soga y me dirig� al mismo lugar, encontrando a la misma cabra que hab�a sido mi
objetivo d�as atr�s. Ya un poco mas diestro con los animales, no me costo mucho
sujetarla y al poco rato ya la tenia atada de patas, dej�ndola completamente a
mi merced.



Me coloque tras de ella y le empec� a acariciar el lomo para
tranquilizarla un poco. Mi excitaci�n estaba a mas no poder. Por f�n ten�a a una
hembra para saciar mis instinto sexuales, sabiendo perfectamente que en esa
oportunidad no ser�a interrumpido por do�a Eulalia.



Acariciando su pelaje, fui descendiendo con mis manos hasta
que busque bajo su cola, la entrada de su vagina, al verla me pude dar cuenta
que no tendr� ning�n problema para hacerla m�a. Comenc� a estimularla con mis
dedos. Poco a poco fui meti�ndole mi dedo hasta que su entrada se dilat�. Me
baj� los pantalones y dirigiendo mi verga a su entrada, comenc� a penetrarla
lentamente.



El placer que sent� es indescriptible, por fin mi verga
estaba dentro de una cavidad h�meda y apretada. Comenc� a penetrar a la cabra la
cual no pon�a mucha resistencia a la violaci�n.



Los meses de abstinencia hab�an sido demasiados y como no
deb�a aparentar nada, ni dejar satisfecha a mi pareja, comenc� a acabar casi
inmediatamente, litros de semen dentro de mi peluda compa�era. Debo haber estado
d�ndole a la cabra como 15 minutos, sintiendo como mis jugos se mezclaban con
los de ella, sintiendo un placer que hace mucho tiempo no sent�a.



Me sent� en una roca a fumar un cigarrillo, sin soltar a mi
compa�era, mir�ndola como no hac�a el menor intento de escapar, quedando ah� a
la espera de que yo recuperara las fuerzas para volverla a violar.



A los 15 minutos me encontraba nuevamente listo, me coloque
nuevamente detr�s de ella y esta vez, como un animal, comenc� a violarla. No se
cuanto tiempo habr� estado penetr�ndola, pero fue bastante, hasta descargarme
varias veces en su interior.



Ya era casi hora del almuerzo, por lo que libere a mi
compa�era la que sali� corriendo y volv� a la caba�a, satisfecho completamente,
y con ganas de lavarme mi verga para evitar alguna infecci�n.



Al entrar a esta, veo que do�a Eulalia, muy contenta,
terminando ya de preparar el almuerzo. Me dice que atr�s ten�a un balde con agua
para que me vaya a lavar mi cosa, para que no se me infecte.



� Era imposible !, me hab�a asegurado muy bien de que ella
estuviese ocupada en cualquier cosa, para realizar mi acci�n en la completa
soledad. Trate de negarlo, pero no me dio tiempo. Me dijo que ella conoc�a
perfectamente el sonido de una cabra cuando se la estaban metiendo. Al principio
me dio verg�enza, pero nuevamente ella lo tom� como algo completamente natural y
que se alegraba por mi, que ya me estaba ambientando.



Fin primera parte



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