Relato: Reuni�n de cerdos (1)



Relato: Reuni�n de cerdos (1)

REUNI�N DE CERDOS


Recib� al cartero, el jueves, con un empalme de cojones. El
paquete certificado lleg� un d�a antes de lo previsto. Como los cinco est�bamos
en la misma ciudad y ya de vacaciones, de inmediato se me ocurri� que pod�amos
adelantar el acontecimiento. Telefone� a todos, les inform� de que ya hab�a
recibido el env�o y les convoqu� para esa misma tarde. Los cuatro aceptaron sin
pensarlo. A todos les parec�a bien ampliar el fin de semana, ten�amos las mismas
ganas de mandarlo todo a tomar por culo y celebrar el acontecimiento. A las seis
de la tarde comenzar�a la reuni�n.


Me cercior� de que la nevera estaba bien provista de comida,
birras y todo tipo de bebidas y refrescos gaseosos. Ya no ser�an tres, sino al
menos cuatro d�as de reuni�n: de jueves a domingo, coincidiendo con una ola de
calor que asol� la pen�nsula este verano. El sal�n ya estaba totalmente
despejado, exceptuando el sof� y los colchones que distribu� la noche antes a lo
largo y ancho de su per�metro. Por supuesto, tambi�n prepar� la tele, el DVD y
el equipo de m�sica. Abr� un poco las ventanas, baj� hasta la mitad las
persianas y cerr� las cortinas. Con todo abierto, se formaba una corriente de
brisa m�s caliente que templada, que aireaba ligeramente las s�banas extendidas
sobre los colchones y sobre el suelo. Sal� descalzo a la terraza y me reconfort�
una vez m�s el hecho de que nadie podr�a divisar lo que iba a suceder dentro de
las paredes de mi �tico. Vivo en un octavo, en un piso que corona un edificio
�el m�s alto de la zona, con diferencia- situado a 50 metros del mar. Ni en el
�tico de al lado ni en los dos s�ptimos vive nadie durante el mes de julio. Por
lo que respecta a los dos sextos, ambos est�n habitados por personas muy
mayores; a pesar de que no fu�ramos a actuar precisamente en silencio, a mis
ancianos vecinos del sexto los ruidos les llegar�an tan lejanos que no se
molestar�an siquiera en hacer conjeturas sobre lo que estuviera pasando dos
pisos m�s arriba.


Respir� con seriedad mientras me tostaba los brazos al sol,
contemplando el mar desde la terraza, fum�ndome un peta. Se me hab�a bajado el
empalme, pero al pasar adentro y ver otra vez el paquete certificado encima de
la mesa se me volvi� a remover la polla dentro del ba�ador. Me la sob� un poco,
estrujando mis huevos con la mano. Seg�n lo acordado, lo abrir�amos s�lo cuando
estuvi�ramos los cinco juntos. Respet� el plan y decid� bajar a por m�s cervezas
por si acaso no bastaba con las que hab�a.


Sal� a la calle un poco fumao todav�a. Hac�a un calor de la
ostia y me puse a sudar como un berraco. Pill� una caja de doce birras y di una
vuelta con ellas por el paseo mar�timo, cruz�ndome con algunos chulazos y
maricones de playa. Alg�n paketorro rese�able, tal vez dos o tres muy
rese�ables. Las gotas de sudor me ca�an por la frente y por los sobacos, y mi
camiseta sin mangas termin� toda empapada. En una mano, la bolsa de las
cervezas; con la otra me rascaba los huevos. Me compr� un bocata de bacon con
queso y sub� a casa. Llevaba un mes esperando a que llegara aquella tarde y por
fin era el d�a. S�lo faltaban cuatro horas para que empezara todo. Abr� el
bocata con una extra�a paciencia y me lo jal� despacio, con ayuda de un par de
birras de la nevera.


Con el peta de despu�s de comer, tirao en el sof�, me embob�
pensando en la nueva identidad que hemos adoptado mis colegas y yo. S�lo nos
conoc�amos por fotos que nos hab�amos enviado mutuamente por internet. Nos
hicimos amigos en un chat en el que todas las noches acab�bamos qued�ndonos
siempre s�lo los cinco, llamado "gaywarros25-35". Al principio ten�amos nicks
originales y toda esa movida, pero cuando nos fuimos conociendo mejor uno de
nosotros propuso restringir nuestra identidad a una simple nomenclatura
num�rica, muy en consonancia con la er�tica carcelaria. Aceptamos. Desde hace
dos meses yo soy Cerdo4 y los otros son Cerdo1, Cerdo2, Cerdo3 y Cerdo5. Entre
nosotros no tenemos otros nombres, no hacen falta. Pero, si hasta entonces
�ramos s�lo nombres o n�meros sobre una pantalla, ahora �bamos a ser cerdos de
verdad, de carne y hueso. Era nuestra primera cita en el mundo real.


Nunca hab�a dudado de la verdad de lo que cada uno ha contado
sobre s� mismo ni de la correspondencia de las fotos con los cerdos reales. En
estas circunstancias, con estos deseos y pulsiones tan especiales, uno no tiene
motivos para mentir. S�lo me lo pregunt� un instante, en el sof�, poco antes de
que llegaran y comprobase la gran empat�a que surgi� entre todos desde el
momento en que por fin nos vimos los karetos.


No pretend�amos montar lo que se dice una org�a. Desde que
planeamos el encuentro habl�bamos siempre de "la reuni�n". Una org�a es una
pr�ctica en la que equis personas follan sin mirarse a la cara o con mascaritas
y artilugios extra�os y luego se van. Nosotros somos m�s bien una comunidad
fraternal en la que compartimos cosas..., aunque es dif�cil de explicar. No
somos una secta, somos simplemente amigos, s�lo que amigos de verdad. La pasi�n
que compartimos, el guarreo y el voyeurismo a saco, es, reconozc�moslo, poco
frecuente (poco frecuentemente asumida, al menos), por eso estamos tan unidos.
Por otra parte, ninguno de nosotros hemos renunciado a nuestra vida normal ni a
nuestra identidad real al margen de la "comunidad".


De modo que no iba a ser una org�a, sino una reuni�n �de
car�cter sexual, desde luego- entre colegas a un mismo nivel de ilusi�n, deseo y
expectativas. Hab�amos preparado algunas cosas imprescindibles, pero quer�amos
dejar lugar a la improvisaci�n la mayor parte del tiempo. El paquete de Correos
conten�a tres docenas de DVD (cerca de 60 horas de video) de porno cerdo y
voyeur de importaci�n, adquirido por bastante dinero en un portal de internet
holand�s �nico (cada uno pusimos 500 euros y yo me encargu� de hacer el pedido).
No sab�amos bien lo que �bamos a ver, pero s� sab�amos que era lo m�s cerdo y
clandestino que existe en el nuevo mercado del porno gay. Muchas filmaciones
amateur, pel�culas sin t�tulo ni director, grabaciones en vestuarios y meaderos,
cosas as�. Nada de menores; ninguno de nosotros siente atracci�n alguna por los
menores de 20 a�os, y 20 es ya demasiado poco. 30 es la edad perfecta: la que
los cinco rondamos.


Prepar� unos aperitivos y unas birras para dar la bienvenida
a mis amigos. Todos viv�an cerca, pero se iban a trasladar a mi casa durante
varios d�as y los cuatro trajeron consigo unas maletas enormes. Como yo me
encargaba de la manduca y el beberio, y adem�s pon�a la casa, me eximieron de
traer nada m�s a la reuni�n, pero ellos se comprometieron a sorprendernos, cada
uno, con algo impactante y provechoso para la reuni�n. Cuando vi las dimensiones
de las maletas, comprend� que hab�an cumplido su promesa.


Yo no me hab�a cambiado de ropa, llevaba la de por la ma�ana,
ya con el sudorazo bien infiltrado en la camiseta, en el ba�ador y en las zapas.
Llegaron todos casi a la vez, con lo que casi no me dio tiempo a distinguir a un
cerdo de otro. No importaba. Les indiqu� que dejaran las maletas en mi
habitaci�n, les se�al� d�nde estaba el ba�o y la cocina y les invit� a tendernos
directamente en los colchones, tal y como est�bamos vestidos. Todos agradecieron
mucho la disposici�n del sal�n y el esfuerzo que hab�a hecho para organizar la
casa, y elogiaron el juego de luces tenues que hab�a conseguido para acompa�ar
el omnipresente rugido del mar.


Lo primero que percib� en cuanto nos tiramos al suelo fue que
el sal�n se hab�a impregnado ya en aquel momento del calor masculino de los
cinco. Una de las condiciones que nos impusimos �a propuesta de Cerdo1- fue que
ninguno solt�ramos lefazo en los 15 d�as previos a la reuni�n, y seg�n los
�ltimos emails todos hab�amos cumplido. Parec�a como si nuestra testosterona
acumulada hubiera comenzado a expandirse en el sal�n a trav�s de un aspersor
invisible. Bueno, tambi�n segu�a haciendo un calor de cojones. En seguida nos
fijamos todos en los manchurrones de sudor de las camisetas que tra�an todos en
los sobacos y nos re�mos nerviosamente mientras nos endilg�bamos la primera
birra.


Luego describir� los rasgos f�sicos particulares de cada
cerdo. Creo que por ahora basta con indicar los aspectos comunes de todos: los
cinco somos de estatura media-alta; ninguno gordo ni tampoco "gordito" (aunque
casi todos con un poquillo de barriga, eso s�); tirando a morenos de piel y de
pelo, m�s peludos que no peludos (ninguno nos afeitamos rabo, sobacos, pecho o
culo; los pelakos son una de nuestras perdiciones); y dir�a que, todos tambi�n,
aceptablemente guapos y atractivos. Y todos vamos rapados al uno. En cuanto a la
f�rmula est�tica, todos tirando a skinetes y makineros, pero sin piercings ni
tatuajes (otra coincidencia colectiva): vakeros ajustaos (excepto yo, que ese
d�a llevaba ba�ador), camiseta de cualquier color (dos iban con camiseta
militar), zapas (3 de nosostros) o botakas (2), calcetos blancos y, tal y como
hab�amos acordado, gayumbos blancos. Se me olvid� decirlo antes, yo los llevaba
debajo del ba�ador.


-Bueno, aqu� est� el pakete, cuando quer�is lo abrimos -dije.


-�Cu�l de los cinco? Jajajaja �pregunt� Cerdo1, provocando la
carcajada general.


-Eh, t�os �dijo Cerdo2- todos hab�is cumplido la promesa de
no echar el lefote en estos 15 d�as, �no? A m� me ha costao mazo...


-S� que ha costao, colega, pero aqu� estamos, con leche de
sobra, �no?-. Todos afirmamos con la cabeza.


-Vamos a abrir esto, t�os, que estoy impaciente... �dijo
Cerdo5.


Mientras Cerdo1, Cerdo2 y Cerdo5 desliaban el paquete, Cerdo3
y yo estuvimos comprobando que la tele y el DVD funcionaban correctamente en
conexi�n con el equipo de m�sica. Pondr�amos un primer disco y, cuando acabara,
meter�amos el segundo. Y as� todo el fin de semana, con algunas pausas si lo
consider�bamos necesario. A�n no sab�amos si dormir�amos algunas horas o no,
pero, por muy bien que nos lo estuvi�ramos pasando, d�bamos por hecho que
caer�amos rendidos en alg�n momento u otro.


Los v�deos constitu�an uno de los principales reclamos de la
reuni�n y todos est�bamos dispuestos a no dejar ni una sola imagen de ellos sin
visionar (a pesar de que, como ya he dicho, en total eran nada menos que 60
horas de metraje). Ver v�deos no era lo �nico que pens�bamos hacer, pero tampoco
eran una simple excusa para encontrarnos. No s�lo crear�an una atm�sfera
extremamadamente estimulante, sexual �y a la vez agradable; todos somos grandes
porn�filos-, y no s�lo ofrecer�an, tampoco, simples referencias ic�nicas en las
que fijar nuestra atenci�n. Los v�deos eran la materializaci�n de nuestros m�s
�ntimas aspiraciones, una especie de c�dice sagrado, una forma de explicarnos
nuestros actos, una manera de honrar un patrimonio despreciado, ciertamente
abandonado a su suerte. Alguien propuso grabar con videoc�maras la reuni�n, pero
concluimos que esa opci�n restar�a naturalidad y espontaneidad a la hora de
desenvolvernos.


Estuvimos revisando las car�tulas de los discos un poco
nerviosos. Algunos eran simples ced�s piratas que no tra�an ninguna informaci�n.
Otros conten�an t�tulos escritos a mano en ingl�s, alem�n, holand�s y franc�s. Y
otros estaban provistos de algunas capturas de los v�deos... realmente
sugerentes. Joder, t�os, aqu� qu� co�o pone; c�mo molan estas fotos; este yo
creo que va a ser la ostia... Pasamos un buen rato intercambiando frases de este
tipo, como recre�ndonos en el tacto del material recopilado.


-Yo creo que lo mejor es elegir al azar �propuso Cerdo3.


-Yo tambi�n. Cuando se acaben, vamos cambiando �dije-. Sab�is
todos como funciona el DVD, �no? Ah� est� el mando. Dejamos aqu� la caja y vamos
pillando cuando se terminen. Sea el que sea, el v�deo va a molar...


-Oye, �no est�is ya calientes, colegas? �pregunt� Cerdo1, sin
esconder el gran bultako que formaba su entrepierna-. Cerdo2 respondi� con un
gran KRRKRRKKRKRRKR!!!!, o sea, con un eruktazo bestial, que mereci� los
aplausos entre risas de la concurrencia.


Ese eructo recuerdo que me impresion� tanto que mi polla dio
un brinco s�bito hacia arriba. Le pegu� un trago a mi birra, acerqu� mi mano a
la de Cerdo 2 para choc�rsela y, cuando nos palmeamos, le solt� al kareto un
KRRRKKRKRR!!! de complicidad. Luego volv� a dar otro trago -esta vez gordo- a la
birra, y de regalo escup� al suelo. Con ese primer lapo cervecero dimos por
inaugurada la reuni�n.


-Preparado �dije toc�ndome los huevos y tendi�ndome en un
colch�n al lado de Cerdo2.


Mientras tanto, Cerdo5 se hab�a acercado al DVD y hab�a
metido el primer disco. La pantalla a�n estaba azul. En esos segundos se oyeron
tres o cuatro carraspeos y lapos lanzados al aire, al suelo o a cualquier parte
del cuerpo del lapero en cuesti�n. Cerdo1, Cerdo2, Cerdo3 los combinaban con
eructos cortos pero vibrantes. Cerdo5 ven�a desde el DVD sac�ndose un mokarro
verde que se peg� sin pudor en la parte del sobaco de su camiseta blanca, a la
vez que se rascaba la zona. Yo estaba en la gloria y la cosa no hab�a hecho m�s
que comenzar. Todos, en realidad, est�bamos ya en la gloria, seg�n empezamos a
comentar.


El primer v�deo era una grabaci�n de procedencia alemana de
skinorros, una bastante potente de las que cita Skinmarvin en su p�gina web, con
ostiazos, pollazos en kareto y meadas y lapos por doquier. Lo mejor para
ponernos a tono sin miramientos de ning�n tipo. El sal�n ya ol�a a salivorra y a
cerveza lapeada, un olor que se confund�a con el del sudor que todos
desprend�amos y que inspir�bamos con ansia. Una de las acciones que hab�amos
convenido por email era no quitarnos la ropa hasta al menos la primera
medianoche, para sudarla bien e impregnarla de las fragancias corporales de
todos nosotros, as� que ninguno nos sacamos ni siquiera la polla. Molaba
estrujarse las pelotas y el nabazo por encima de la ropa. Durante aquellas
primeras horas, cuando alguien se levantaba por ejemplo a la cocina a por una
birra, se ten�a que pasear con la tienda de campa�a montada, lo cual era un gran
aliciente para los cinco, pues, como ya he dicho, todos somos unos voyeurs
encendidos.


Ese primer v�deo fue muy comentado entre todos. En fin, como
los dem�s que siguieron. Hab�a oportunidad para expresar todo tipo de
impresiones, y ya desde el principio hubo confianza para hablar sobre la
originalidad de los contenidos o los aspectos t�cnicos de cada pel�cula. Pero
sobre todo nos gustaba emprender comunicaci�n con los protagonistas de las
pelis, diciendo cosas como: "�Dale, cerdo, cabronazo, pat�ale, marikon�ale as�,
guapamente!"; "�C�mo me molar�a que me escupieras y beber tu meada de ese plato
en el suelo!"; "�T�rate un pedo caliente en mi boca, mam�n, que me lo voy a
comer!". Cuando dec�amos cosas as�, muchas veces imit�bamos la escena que
est�bamos viendo, s�lo que nosotros con ropa todav�a.


Igual que el primer eructo �el de Cerdo2-, el primer pedo que
lleg� en la reuni�n lo tengo bien grabado en la memoria. Cerdo5, que era el que
ten�a los mejores manchurrones en los sobacos, llenos poco a poco de mokarros y
lapazos, fue el receptor de un pedako tremendo que se tir� Cerdo3 delante de sus
morros, agachando el culo a un palmo de su jeta y por la cual frot� sus vaqueros
un buen rato cuando se evapor� el olor del pedo. El cabr�n de Cerdo5 era como si
esnifara una sustancia adictiva. Le lape� en los pantakas en la zona de la raja
del culo y luego le dio un par de ostias �muy fuertes- en un jamonako del culo,
tir�ndolo de boca contra el colch�n. Todos, que nos hab�amos acercado a oler
como perros, nos descojonamos y volvimos a nuestros sitios.


-El que se vaya a tirar otro que me lo diga, que tengo hambre
�replic� Cerdo5. Pero el siguiente privilegiado receptor iba a ser yo, diez
minutos despu�s.


Era incre�ble la confraternizaci�n que gozamos desde el
principio. Ninguno de nosotros hab�a experimentado jam�s nada semejante con
nadie, y desde los primeros minutos nos sent�amos como hermanos, s�lo que encima
nos atra�amos inmensamente. Ten�amos la libertad de hacer lo que nos saliera de
las pelotas �con la �nica barrera de algunas condiciones que hab�amos convenido
previamente, como la de no quitarnos la ropa hasta la primera medianoche- y
adem�s ten�amos la certeza de que nuestra libertad no invad�a la de los dem�s.
No pod�a haber nada mejor.


No me fij� en ninguno de ellos en particular. Los cuatro me
gustaban a rabiar. M�s tarde supe que ellos ten�an id�ntica impresi�n que yo de
los dem�s: lo bueno de aquella reuni�n, de aquellos cinco rabos y diez cojones
reunidos en mi casa era la cosa colectiva, el sentirse parte de un grupo de
cerdos. No voy a negar que uno de nosotros tiene el culo, los sobacos y el rabo
m�s peludos (Cerdo5, el esnifapedos, el de aspecto m�s duro de todos. Es el
mayor de los cinco); luego est� el que tiene el rabo m�s gordo y largo (ese es
Cerdo3, el que se tir� el primer pedako en la jeta de Cerdo5, un t�o bastante
callado, con un napi�n del tres); Cerdo1 es el m�s joven, el m�s guapo y
estilizado. Se ha puesto muy moreno el cabr�n y est� de vicio. Y tiene las
mejores piernas del reino warro; Cerdo 2, por su parte, es el maestro de las
meadas, un cervecero bastante simp�tico y muy delgao, con barba de tres d�as y
un culo perfecto. En cuanto a m�, mi especialidad son los lapos y mi mejor
atributo, los cojones: gordos, colgantes y peludos. Pero, en general, y como el
lector se va a hacer un poco de l�o con los nombres, se puede decir que a todos
nos gusta de todo y que todos tenemos las herramientas bien dotadas, bien
entrenadas y a punto. Eso es lo que importa.


Espero poder estar transmitiendo la escena con claridad.
Recapitulemos. Son las ocho. Un sal�n lleno de colchones que ya empiezan a estar
sucios y malolientes alrededor de un televisor de 27 pulgadas. Sobre los
colchones, cinco tiakos sudando como cerdos y magre�ndose las bolas por encima
de la ropa mientras comentan las pelis warras en el DVD. Al lado de los
colchones empiezan a acumularse las botellas de birra vac�as. Cerdo5 est�
acabando de liar el porro 20 (los est� dejando todos alineaos al lao del sof�,
en cuyo asiento tiene apoyada la cabeza). Cerdo2 est� mojando un deo en un lapo
que yo acabo de tirarle a su brazo. Se mete el dedo en la boca y luego me lo
deja oler. Huele de la ostia. Cerdo3 est� espatarrao y de vez en cuando levanta
el culo para tirarse un pedako que todos nos apresuramos a oler de cerca, sobre
todo Cerdo5, que entrecierra los ojos cuando wele. Cerdo1 se ha levantao y ha
ido enfrente del televisor a sobarse el paquete delante de los protagonistas de
la peli, provoc�ndoles y dici�ndoles: "Comedme la polla, marikones".


Tampoco tardamos en mantener los primeros contactos
corporales entre nosotros. Seguimos en la escena de cuando ve�amos la primera
peli. Cerdo3 se sienta en mi kareto y me apesta con sus pedales (no tardar� en
repetir la acci�n, pero luego ser� Cerdo5 quien reciba). Yo le he chupao el
vakero hasta casi notar el sabor del culako warro. Cerdo5 ha repartido unas
ostias por aclamaci�n popular. La m�s fuerte se la lleva Cerdo1, que gime de
placer oli�ndose el sobaco. Cerdo2 ya se ha meado un par de veces y nos ha dado
de beber directamente desde el bajo de su pantal�n vakero (ha habido raci�n para
todos, incluso para �l mismo, que ha bebido del suelo). Yo no he podido evitar
chuparle las suelas de las zapas meadas y luego el lapo se lo he echao a Cerdo3
al jetazo. Tambi�n me ha molado cuando Cerdo5 se ha arrancao pelos de los
sobacos y ha sacao una mata de pelillos que nos ha ido echando uno por uno en
las botellas de birra. A las ocho y media cambiamos la primera peli. Creo que no
le hicimos mucho caso, pero al ser la primera no ten�amos prisa por nada. Cerdo1
meti� el segundo DVD en el aparato: nos esperaba un v�deo de t�os cagando en el
servicio de un pabell�n deportivo suizo.


CONTINUAR�



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Relato: Reuni�n de cerdos (1)
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