El castigo de los sesenta golpes
Los castigos del Maestro Domador constaban siempre de sesenta
golpes, que aplicaba implacablemente por cada falta leve que comet�amos. Todas
conoc�amos muy b�en el precio m�nimo de nuestras faltas leves, eso formaba parte
de nuestra educaci�n disciplinaria. Los 60 golpes deb�an ser aceptados
explicitamente, contando y agradeciendo cada uno de ellos sin la m�s m�nima
queja o s�plica, solo nos eran permitidos alg�n leve gemido y las l�grimas,
aunque esto siempre bajo el riesgo de que el Maestro Domador lo considerara
excesivo y por lo tanto decidiera imputarnos una nueva falta leve. No se trataba
de un castigo sino de educaci�n, por esa raz�n nunca se castigaban dos faltas
leves seguidas, si contabas con m�s de una recibias tu castigo en d�as sucesivos
hasta un m�ximo de cinco en una semana. A partir de ah� se convert�a en una
falta grave, algo realmente temible y duro que relatar� m�s adelante.
De los sesenta golpes, el Maestro Domador aplicaba siempre
los primeros veinticuatro en las nalgas con una pala parecida a las de ping pong
semir�gida con la intenci�n de abarcar siempre la mayor cantidad de superficie
posible. Los doce primeros eran muy fuertes y espaciados, aproximadamente unos
quince segundos entre uno y otro y durante los cinco primeros segundos el
Maestro Domador sosten�a la pala firmemente clavada en la parte afectada a fin
de maximizar el dolor mientras que con voz alta y clara gritabamos:
- UNO, GRACIAS MAESTRO DOMADOR ...
Los doce siguientes los aplicaba con mucha m�s rapidez
concediendonos apenas el tiempo de agradecerselos, repasando duramente las
partes m�s laceradas.
Para los siguientes doce golpes ten�amos que apoyar todo el
peso de nuestro cuerpo sobre las nalgas, levantar las piernas abiertas y
extendidas al m�ximo, y sujetarnoslas por las rodillas con las manos. As�
dispuestas voluntariamente y sin sujeci�n alguna se nos impon�an los siguientes
doce golpes en la parte interior de los muslos con un gato de nueve colas que
gracias a la experiencia del Maestro Domador escoc�a terriblemente,
insoportablemente, pero no her�a. Adem�s pon�a especial cuidado en no alcanzar
el sexo ya que esa parte estaba reservada para m�s tarde.
Con voz alta y clara segu�a la cuenta...
- ... VEINTICINCO, GRACIAS MAESTRO DOMADOR ... VEINTISEIS,
GRACIAS MAESTRO DOMADOR...
A�n faltaban veinticuatro golpes. Para los siguientes doce
nos colocabamos de pie, con las manos en la nuca, la cabeza hacia atr�s con la
mirada clavada en el techo, la espalda lo m�s curvada posible para que el culo
quedara lo m�s expuesto posible por detr�s y el pecho igualmente por delante.
Las piernas juntas para tener presente los rigores de la parte anterior del
castigo y entre los labios menores deb�amos sostener la fusta con la que se nos
aplicar�an los �ltimos doce golpes en esa misma zona, que completaban el
castigo.
El Maestro Domador en esta parte del castigo nos vendaba los
ojos para que no pudieramos anticipar ning�n golpe. A continuaci�n comenzaba a
girar en torno nuestro y lanzaba inesperadamente autenticos trallazos con el
mismo gato de nueve colas de la parte anterior atacando los costados y
procurando en la mayor parte de los casos que el golpe alcanzar� una u otra teta
impactando plenamente en el pez�n (evitaba siempre atacar las dos para mantener
la tensi�n de cual y de cuando ser�an castigadas).
En esta parte del castigo lo m�s dificil era mantener la
concentraci�n, con lo que eso implica de consciencia absoluta del dolor, para no
perder la posici�n, no dejar caer la fusta que maliciosamente ten�amos que
mantener entre los labios menores de nuestro sexo, y por supuesto, con voz alta
y clara, no perder la cuenta... (los puntos suspensivos indican el tiempo que se
tomaba entre golpe y golpe)
... ... TREINTA Y SIETE, GRACIAS MAESTRO DOMADOR ...
TREINTA Y OCHO, GRACIAS MAESTRO DOMADOR ... ... TREINTA Y NUEVE, GRACIAS
MAESTRO DOMADOR ... .... ... ... ... ... CUARENTA, GRACIAS MAESTRO
DOMADOR... CUARENTA Y UNO, GRACIAS MAESTRO DOMADOR... CUARENTA Y DOS,
GRACIAS MAESTRO DOMADOR... .... .... .... .... .... ... ... ... CUARENTA Y
TRES, GRACIAS MAESTRO DOMADOR... ... ... CUARENTA Y CUATRO, GRACIAS MAESTRO
DOMADOR... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... CUARENTA Y CINCO,
GRACIAS MAESTRO DOMADOR ... ... ... CUARENTA Y SEIS, GRACIAS MAESTRO DOMADOR
... ... CUARENTA Y SIETE, GRACIAS MAESTRO DOMADOR... ... ... ... ...
CUARENTA Y OCHO, GRACIAS MAESTRO DOMADOR...
Una vez cantado el golpe cuarenta y ocho, la mente se viene
abajo por el exceso de tensi�n acumulada, con lo que el peso del dolor del
cuerpo se duplica, pero antes de que podamos recuperarnos tenemos que girarnos,
hincarnos de rodillas y empujar la fusta que sostenemos entre los labios menores
de nuestro sexo por la raja del culo hasta ponerla al alcance del Maestro
Domador. El la toma y empieza a deslizarla adelante y atr�s. Es la se�al para
que adoptemos la posici�n debida para recibir los �ltimos doce golpes que seran
aplicados con la fusta directamente en el sexo. Separo las rodillas hasta que el
Maestro Domador detiene su humillante caricia. Luego tenemos que inclinarnos
hasta que los pechos queden totalmente aplastados contra el suelo poniendo
especial cuidado en que los pezones queden con la m�xima presi�n, para lo cual
nos esta permitido hacer uso de las manos hasta posicionarnos de forma adecuada.
Despu�s separamos los brazos de manera perpendicular al cuerpo, sin separarlos
del suelo, es la se�al que indica que estamos preparadas. El Maestro Domador
observa la posici�n, y si la encuentra adecuada procede a aplicar la �ltima
parte del castigo, en caso contrario, corrige la posici�n e impone una nueva
falta leve.
Lo �nico bueno del castigo en el sexo es que mientras te
preparas tienes algo de tiempo para mentalizarte, luego todo es un intolerable
dolor. El primer fustazo provoca impulsos de dolor por todo el cuerpo, que
alcanzan incluso las puntas de los dedos de los pies. Aunque piensas que no, que
el siguiente no lo sentiras tanto, durante los seis primeros es peor cada vez.
El Maestro Domador lo sabe, por esa raz�n se detiene en el sexto y aplica hielo
en esa parte, poco tiempo, lo justo para enfriarla un poco. Lo retira y pide la
comparecencia de la siguiente aspirante a sumisa que ha de ser castigada por una
falta leve. Debe explicar cual ha sido su falta as� como su deseo de ser
castigada por ella y su compromiso de no repetirla (la repetici�n de una falta
leve en el mismo mes se castiga con el doble de las veces repetidas, es decir,
si repites una vez se te imponen dos faltas leves, si repites dos veces se te
imponen cuatro, si repites tres es una falta grave con castigo adicional... no
se tolera la repetici�n de m�s de seis veces la misma falta leve en un mismo
mes)
Mientras tanto, mi sexo recupera la temperatura normal pero
dolorido y muy sensible.
El Maestro Domador vuelve a su posici�n para terminar mi
castigo. Ordena a la siguiente que se situe detr�s de �l para que pueda observar
parte de lo que le espera.
S�lo me quedan seis golpes, por favor, �qu� son seis golpes
despu�s de cincuenta y cuatro?
Mi sexo me duele mucho, y temo simplemente el m�s m�nimo roce
de un dedo, o de la ropa cuando se me permite llevarla, pero lo que va a
acariciarlo no es precisamente un dedo, sino el golpe certero y riguroso de la
fusta de mi Maestro Domador, el sudor resvalando por mi espalda y mi pelo mojado
evidencian mi estado de ansiedad y de miedo y ...
Zas... por unos segundos creo no tener voz, mi cuerpo
completamente tenso esta a punto de desplomarse, pero...
la cuenta contin�a...
CINCUENTA Y CINCO, GRACIAS MAESTRO DOMADOR...