Relato: Soledad (2)





Relato: Soledad (2)

Antes de continuar con esta saga, quiero agradecer los elogios recibidos y
aclarar que esta es una historia constituye un hecho absolutamente real




SOLEDAD II





Efectivamente y tal como lo hab�a prometido, Soledad pidi�
m�s y hoy, transcurridos varios a�os de aquella relaci�n y sin considerarme para
nada petulante, creo haberle dado TODO lo que me pidi�, en todos los sentidos.



Estaba absolutamente fascinado con ella. A tal punto que no
me daba cuenta de las cosas que no nos pod�amos dar mutuamente, habida cuenta de
la diferencia de edad y especialmente, de lo poco ortodoxa de la relaci�n. No
pod�amos salir libremente porque hubiese sido demasiado peligroso que nos vieran
juntos en actitud de pareja. Por su madre, que alguna vez a la distancia conoc�,
y que hubiese puesto el grito en el cielo sabiendo que su hija de 16 a�os, ten�a
un v�nculo con un veterano de 42. Hasta dej� de verme con Marta, cosa que hoy me
reprocho.



Alguna que otra vez, fuimos a comer a alg�n lugar medio
rec�ndito con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, temiendo que alguien
nos pudiera ver. Aunque entre la ansiedad por estar juntos y el peligro de que
nos vean, se produc�a una qu�mica que posteriormente nos llevaba a tener unas
sesiones espectaculares.



Precisamente en una de esas oportunidades, hab�amos ido a
cenar a un bolichito que quedaba bastante alejado del centro. Era viernes y
Soledad hab�a dicho en su casa que se iba a quedar a dormir en lo de una
compa�era de estudios, que era nuestra c�mplice de correr�as. La fui a buscar a
la Escuela, subieron ambas, la llevamos a Romina hasta su casa y luego nos
fuimos a cenar.



Hac�a varios d�as que no nos ve�amos, por lo tanto est�bamos
muy ansiosos por estar juntos. Dentro del auto, antes de bajar en el Restaurant,
nos besamos largamente con una mezcla de cari�o, temor a ser vistos y calentura.
Como era temprano, hab�a poqu�sima gente cenando. Ella eligi� la mesa, muy
atinadamente, en un lugar apartado y tomamos asiento.



Soledad, desde que la conoc�, hab�a cambiado ostensiblemente
en su forma de vestirse, de conducirse y obviamente en la cama. A decir verdad,
nadie hubiese dicho, al verla, que ten�a 17 a�os. Eso no nos pon�a a salvo de
algunas miradas indiscretas, particularmente provenientes de algunos hombres. Yo
sent�a, al advertirlo, una mezcla de pavura y orgullo de ser el feliz poseedor
de semejante bebota.



Nunca fue despampanante. Digamos que la voluptuosidad no era
su cualidad m�s destacada. Su metro setenta casi, se compadec�a perfectamente
con sus medidas. Pero ahora, se hab�an desarrollado sus pechos, su cola y la
armon�a de medidas de que era portadora, no pasaba inadvertida para los
observadores atentos. Y menos a�n ahora cuando su forma de vestir se acercaba
m�s a la de una mujer que a la de una bebota como realmente era. Aquella noche
llevaba puesto jeans bastante ajustados pero no llamativos, excepto para mi, que
sab�a lo que ocultaban. Una camisa blanca que yo le hab�a regalado, sin corpi�o,
que a veces cuando se mov�a hacia adelante, me permit�a adivinar sus formas,
casi hasta los pezones. Y ahora, en lugar de las acostumbradas zapatillas,
llevaba puestos zapatos, casi sin tacos, que se hab�a cambiado en el auto. En
fin, era toda una novia, sencilla, sin estridencias, pero no dejaba de llamar la
atenci�n.



Mientras nos tra�an la cena, convers�bamos de c�mo iban sus
estudio, pues me preocupaba que nuestra relaci�n interfiera en sus prop�sitos.
Casi actuaba como un padre, cosa que me hizo ver una vez que me demostr� sus
buenas calificaciones.



-No quiero que seas mi pap�...quiero que seas mi papiiito
!!!- en voz baja, con una sonrisa libidinosa.



No pude m�s que re�rme de sus palabras y de c�mo lo dijo. Y
entre esa mirada libidinosa y la pose reclinada hacia delante para poder hablar
sin que nos escuchen, que me permit�a ver sus hermosos pechos casi a pleno,
comenc� a sentir una semierecci�n.



Mientras me re�a, entre caliente y temeroso de que puedan
saber nuestros temas de conversaci�n, comenz� a pasar su pie descalzo por mi
arma. Me tom� totalmente de sorpresa, aunque no fuera esta la primera vez que lo
hac�a, y no atin� mas que a seguir riendo nerviosamente, imaginando que se
avecinaba una noche sin igual.



Esta era una de las cualidades de soledad que m�s apreciaba.
Su desfachatez y naturalidad. Y ni qu� hablar de pensar que en ese momento ten�a
sus piecitos, que eran mi locura, apoyados sobre Braulio, como ella misma lo
bautizara.



Terminamos de cenar frugalmente y al subir al auto, nos
besamos casi con desesperaci�n. Ella llev� su mano a mi paquete que comenzaba a
hacerse ver a trav�s de mi vaquero y yo toqu� sus pechos, pellizcando suavemente
sus pezones ahora erectos.



Fuimos a un pub a tomar un caf�. Como es de suponer, la
oscuridad propia de estos lugares, nos permit�a una intimidad que ni bien nos
trajeron lo pedido, nos fundimos en un beso sumamente h�medo y calenturiento.
All� aprovechamos a acariciarnos casi salvajemente, dando rienda suelta a
nuestros instintos, con algunas reservas, por supuesto, pero demostrando que la
cena hab�a producido el mismo efecto en ambos. Yo para entonces ten�a una gran
erecci�n, con la presencia de l�quidos preseminales y Soledad me confes� lo
mojada que estaba. Con el �ltimo sorbo de caf� me pidi� que nos vayamos a lo que
me negu�, pues quer�a extender el tiempo de nuestra calentura hasta el borde del
orgasmo, le expliqu�. Con una sonrisa maliciosa, un abrazo y un beso apasionado,
accedi� gustosamente.



-Tomate un whisky con bastante hielo- me dijo, bes�ndome
ligeramente en los labios y posando su mano all� donde mas notoria era mi
calentura.



Me trajeron el whisky mientras convers�bamos. Se fue el mozo
y nos volvimos a besar con pasi�n. Estaba muy entretenido con el l�bulo de su
oreja cuando siento que se separa, se descalza y me manipula de forma tal que
quedamos sentados frente a frente, lo cual permit�a en el espacio entre ambos,
una gran intimidad, a salvo de miradas indiscretas.



Mientras me dedicaba a acariciar sus hermosos piecitos, que
eran mi delirio, ella tom� un cubito de mi vaso, le pas� la lengua, abri� el
cierre de mi pantal�n y suavemente ayud� a salir mi erecci�n. Con la otra mano
lo tom� y lo acarici� muy despacio, con movimientos ascendentes y dej� fuera el
glande, que a esa altura era portador de gran cantidad de l�quidos. Se puso todo
el cubito en la boca, lo sac� y a continuaci�n comenz� a pasarlo por el ojo de
Braulio, mezcl�ndolo con mis l�quidos y produci�ndome un placer inmenso.
Alternativamente lo pasaba por all� y volv�a a introducirlo en su boca, hasta
que por evaporaci�n desapareci� convirti�ndose en agua.



Sin dudarlo, tom� un cubito y comenc� a hacer lo propio en
sus pezones, que estaban a punto de explotar. Lament� no poder sacarle el
pantal�n para hacer lo mismo en su almejita. Volvimos a besarnos y disfrut� del
sabor de su boca, fresco, acuoso y con rastros de mis emanaciones.



Obnubilado por la conducta adulta y experimentada de esta
hermosa bebota, cuya sabidur�a era, casi en su totalidad, producto de mis
ense�anzas y otra parte de su astucia e intuici�n, no me di cuenta en el momento
en que se movi� y no s� c�mo, puso mi lingam en su boca y comenz� a ejecutar un
solo de oboe que me derret�a en placer. Sin atinar a nada, s�lo a percatarme que
el resto de los presentes estaban en sus cosas sin importarles qu� hac�amos
nosotros, la dej� seguir. Cuando sent� que estaba por acabar intent� que
suspenda la acci�n, pero...



-Quiero hasta el final !!!- con la m�s absoluta de las
convicciones y siguiendo sus caricias con las manos.



No pude oponerme y asent� con un gesto que inmediatamente
interpret� afirmativo, llev�ndoselo a la boca y continuando con fruici�n el
concierto. En pocos minutos perd� todo control y me vine completamente en su
boca, haciendo un gran esfuerzo por no gritar y alertar a todo el mundo de
nuestros escarceos.



Soledad nunca hab�a llegado hasta el final. Siempre que nos
acost�bamos hac�a su experiencia y me permit�a guiarla hasta que estaba a punto
de estallar, se lo dec�a y abandonaba y segu�amos con otras tareas, pero nunca
la dej� y tampoco insisti� en llegar a estas instancias. Pero eligi� el momento
m�s adecuado. Entre su creciente habilidad de concertista y la situaci�n
extremadamente temeraria, me proporcion� un placer s�lo comparable a la vez que
me permiti� convertirla de ni�a en mujer.



Tomamos un poco de whisky cada uno, nos besamos y coincidimos
en lo deliciosa que resultaba la mezcla de sabores entre su saliva, la m�a, el
whisky y los restos de mi n�ctar.



Dejamos pasar un rato para permitirle a Braulio volver a su
tama�o original. Tomamos lo que quedaba en el vaso y nos fuimos de la mano yo
medianamente satisfecho y ansioso por llegar a casa pensando en lo que me
esperaba hoy que Soledad estaba especialmente desinhibida.



Llegamos a casa y a pedido de ella nos servimos otro whisky,
nuevamente con bastante hielo. Cuando llegu� al sill�n donde estaba sentada con
solo su camisa y su tanga, serv� la bebida y me sent� a su lado. Brindamos, nos
besamos y pude percibir lo mojada que estaba.



-Vamos a ba�arnos ?- me dijo



-No...primero quiero tomar esos juguitos- le contest�
mientras ya de rodillas, le sacaba la tanga y me dedicaba a cumplir con mi
promesa.



Empec� besando largamente los dedos de sus pies, que s� que
aunque no son caricias er�ticas, en el entorno en que est�bamos y con los deseos
acumulados por Soledad, resultaban de lo m�s placenteras, cosa que demostraba
largamente con suspiros casi gritos. Bes� eternamente esos piecitos que tan loco
me vuelven y segu� ascendiendo por sus tobillos, sus pantorrillas, rodillas y me
detuve en el interior de sus muslos, logrando que acabe silenciosamente y que su
almejita se vea repleta de fluidos.



Estaba dispuesto a retribuir lo que hab�a sucedido en el Pub.
Alcanc� el whisky, tom� un cubito y levant� sus piernas hasta que los pies
apoyaron en el sill�n. De ese modo tuve a mi alcance su almejita rebosante de
jugos pero cerrada a�n. Comenc� a pasar el cubito a todo lo largo del altar que
lentamente se iba abriendo. Me detuve en el cl�toris, movi�ndolo en forma
circular. Soledad se desesperaba y me ped�a que llegue all� con la boca. Acced�
y tras el fr�o, producto del hielo, apoy� mi lengua sobre �l y comenc� a moverla
lentamente mientras ella suspiraba y se encend�a cada vez m�s. Cuando supe que
iba a tener su primer orgasmo tan deseado, tom� el cl�toris entre mis labios y
lo chup� en�rgicamente hasta que sent� que se contra�a violentamente
demostr�ndome que estaba acabando. Entonces, lo abandon� para meterme con la
lengua dentro suyo, lo m�s profundo que pude, disfrutando de sus jugos que
manaban sin cesar. Hasta cre� que se estaba orinando. Sin dejar su interior, me
mov� muy r�pido haci�ndole aumentar la sensaci�n de placer y logrando que
alcance otro orgasmo, en continuidad con el anterior. Inmediatamente alcanc�
otro cubito y repet� la maniobra mientras disfrutaba con sus ojos cerrados y una
sonrisa de placer por los dos orgasmos alcanzados.



La acarici� muy despacio, por todo su cuerpo, deleit�ndome
con la tersura de su piel. Me ergu� para besarla largamente en la boca y me
abraz� con brazos y piernas. Otra de las cosas que me atrapaban de Soledad. Su
gran efusividad para demostrar su cari�o con todo su cuerpo. No creo exagerar al
decir que me resulta tan placentero una demostraci�n as� de su cari�o como el
acto sexual mismo.



As� abrazados, me desprend� un poco para poder disfrutar esas
turgentes tetitas, que con el correr de nuestra relaci�n iban tomando unas
formas espectaculares. Las chupaba alternativamente y con suavidad mordisqueaba
sus pezones. Estas caricias comenzaron a encender nuevamente los �nimos de
Soledad. Ahora mov�a su pelvis para restregar su almejita contra mi erecci�n y
me incitaba a que la penetre. Yo me hac�a desear todo lo que pod�a, hasta que
estir� mi brazo para alcanzar uno de los cubitos que todav�a resist�an dentro
del vaso lo pas� por la puerta de su altar, lo detuve en el cl�toris y en un
solo movimiento lo empuj� con mi dedo mayor dentro de ella, haci�ndola
sobresaltar por el fr�o y la excitaci�n que le produc�a. Y detr�s del hielo
llegu� yo con Braulio, empujando muy lento.



Era una sensaci�n de lo mas extra�a y a la vez placentera. El
calor de su cuevita en contraste con el fr�o del hielo. Pronto, como es de
imaginar, se derriti�, mezcl�ndose con sus jugos y mis l�quidos preseminales,
entonces comenc� a moverme desde el glande hasta el final de mi pene, que no es
demasiado, por cierto, muy muy despacio. Disfrutando y haci�ndola disfrutar a
ella cada mil�metro que penetraba y que luego sal�a.



Soledad ten�a tomada mi nuca con sus piecitos y con sus manos
me atra�a hacia si, cuando nuestras pelvis iban a encontrarse, profundizando
todo lo posible la penetraci�n. As�, lenta, muy lentamente, sin acelerar el
ritmo y sin emitir sonido, acabamos casi al un�sono y entonces si se escucharon
nuestros suspiros y exclamaciones de placer llenando por completo el ambiente.



As�, sin salir de dentro de ella, y antes de entrar en el
estado de flaccidez post eyaculaci�n la cargu� y nos fuimos al ba�o. Abr� la
ducha con una mano mientras que con la otra la sosten�a, nos sentamos al borde
de la ba�era bes�ndonos, acarici�ndonos y disfrutando uno del otro, mientras el
agua corr�a hasta tomar la temperatura adecuada.



Obligatoriamente deb� abandonar su interior transcurridos
unos minutos y nos pusimos de pie ya bajo el agua caliente. Nos duchamos,
enjabon�ndonos uno al otro, explorando nuestros cuerpos, bes�ndonos,
acarici�ndonos. Despu�s de un buen rato de nuestra ceremonia exploratoria e
higi�nica, nos secamos mutuamente, nos volvimos a besar y Soledad fue a la cama
mientras yo iba al living por nuestras bebidas, reponiendo los cubitos que se
hab�an perdido en las maniobras amatorias anteriores.



Al llegar a la habitaci�n con los whiskys renovados, ella
estaba sac�ndose la toalla que la envolv�a y sacando de la mochila su pijama.



-Esto significa que se acab� la fiesta ?- pregunt�.



-Por mi no, pero no quer�a abusar de un se�or mayor !!!- me
contest� sonriendo y tir�ndose en mis brazos para besarme efusivamente.



Chocamos nuestras copas en se�al de brindis. Cada uno dej� la
suya y comenzamos a besarnos y acariciarnos.



Esta vez me detuve bastante saboreando sus tetitas,
chup�ndolas pellizc�ndolas suavemente y comenc� a notar que se iba humedeciendo
al correr de las caricias. Cuando baj� mi mano y not� sus fluidos correr, la
mov� como para que quede encima m�o pero con su almejita al alcance de mi boca y
mi lingam en la suya.



Cada minuto que pasaba era m�s experta en esas artes.
Mientras, yo gozaba de su almejita que se abr�a para dar paso a mi lengua a su
interior y a sus l�quidos al exterior. As� alcanz� otro orgasmo muy singular que
la hizo arquearse dejando por la mitad el concierto, pero poniendo a mi alcance
su culito a quien le dediqu� sutiles caricias con mi lengua, pues al ser una
zona inexplorada todav�a, no quise asustarla y ser rechazado.



Muy lejos estaba de recibir una negativa de su parte. Cuando
not� lo que disfrutaba me anim� e introduje mi lengua en ese preciado agujerito,
haci�ndola alcanzar un orgasmo continuado con el anterior, mientras vivamente me
ped�a m�s y m�s. Yo segu� complaci�ndola hasta que cay� sobre mi, con
intenciones de abandonar toda tarea amatoria.



Pero despu�s de unos minutos as�, en que acariciaba mi
erecci�n con habilidad y ternura y yo a mi vez pasaba mis dedos a todo lo largo
de su almejita y terminaba en la cola, se dio vuelta sent�ndose sobre mis
muslos. Se corri� hacia atr�s para continuar con su arte musical, abandonado al
momento de acabar y retom� en la misma nota en que hab�a dejado con id�ntica
habilidad que cuando suspendi� la tarea.



Supo exactamente el momento en que estaba a punto de llenar
su boca por segunda vez en la noche y dej� para seguir muy despacio con las
manos. Se movi� hacia mi acercando la entrada de su preciosura llena de jugos a
mi arma erecta y en un movimiento sumamente lento, haci�ndome disfrutar
plenamente y disfrut�ndolo tambi�n ella, fue escondiendo dentro suyo cada
cent�metro. Se movi� varias veces ascendiendo, descendiendo y en forma circular
hasta que acab� casi en silencio, pero desde lo m�s profundo de su ser, mientras
yo hac�a un gran esfuerzo por contenerme y gozaba de verla satisfecha y de sus
hermosas tetitas con mis ojos y mis manos.



-Quiero que acabes, por favor- me dijo casi en un ruego.



As� como estaba, con todo mi ser dentro suyo, comenz� a
moverse primero desde abajo hasta arriba en toda la extensi�n, que ya dije que
no es mucha, de Braulio. Cuando llegaba al final se deten�a y generaba unas
contracciones en su interior, apretando mi glande que me volv�an loco por
completo. As� repiti� una y otra vez, teni�ndola a la entrada y luego en el
fondo de su ser.



En un momento comenz� el movimiento descendente y en cada
escala volv�a a contraerse. Lleg� a tenerme todo adentro y se contra�a cada vez
m�s r�pido y me apretaba mas fuerte, produci�ndome un placer, que hasta ese
momento ninguna mujer hab�a logrado. Ten�a un control absoluto de la situaci�n y
especialmente de mi.



Abr� los ojos y vi claramente que disfrutaba de tener el
mando y yo no ten�a ninguna intenci�n de frustrarla, as� que me dej� llevar por
sus deseos. Me agarr� de sus pies, que sabiendo que me gusta tenerlos tomados,
los puso uno a cada lado m�o. Ahora estaba totalmente dentro de ella y contra�a
su conejito r�tmicamente, d�ndome un placer indescriptible. Pr�cticamente sin
moverse. Adivin� el momento exacto en que me iba a derramar dentro de ella,
levant� su pelvis hasta el glande, lo apret� firmemente en su interior y en el
preciso instante en que comenzaba mi orgasmo, se lo introdujo totalmente
mientras segu�a contrayendo la almejita, exprimiendo hasta la �ltima gota de mi
n�ctar y d�ndome un placer exquisito.



As�, yo de espaldas y Soledad arriba m�o, nos dormimos
absolutamente agotados y satisfechos, hasta que en mitad de la noche nos
despertamos, nos besamos ligeramente y nos volvimos a dormir abrazados de
costado.



Tarde, casi al mediod�a, nos despertamos. Era hora que ten�a
que regresar a su casa para no despertar sospechas. Salt� de la cama, previo
beso de buenos d�as y mientras ella se duchaba yo la observaba desnuda bajo el
agua, deleit�ndome con ese cuerpo que iba floreciendo con el correr de las
sesiones amorosas e iba dejando de ser ni�a para transformarse en mujer. Y a la
vez sintiendo un gran orgullo de ser yo su poseedor.



Tomamos caf� y nuevamente la llev� hasta la esquina del S�per
a la vuelta de su casa. Estaba hermosa, sonriente y algo ojerosa. Pero
verdaderamente, sin pecar de inmodesto, ten�a todo el aspecto que caracteriza a
una mujer satisfecha.



Nos besamos a modo de despedida, largamente. Y al bajar del
auto me dijo...



-Te gust� lo que aprend� en el programa que dan en Infinito
?- sonriendo maliciosamente.



-Me encant�- contest�.



-Bueno, ahora vos ten�s que complacerme a mi con un antojo
que tengo- dijo riendo



-Lo que vos quieras. Ya dalo por hecho- contest�



Baj� del auto, me hizo abrir la ventanilla e introduciendo la
mitad de su cuerpo dentro...



-Mi cola te desea y ahora no te pod�s negar...ya me dijiste
que si- dijo d�ndome un beso en los labios y retir�ndose en medio de sonoras
carcajadas...


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Relato: Soledad (2)
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