Relato: Historia de Nicole (6)





Relato: Historia de Nicole (6)

Cap�tulo 6�



Baj� la mirada y me dirig� de nuevo a la habitaci�n. Cog� las
cadenillas y entr� con paso algo vacilante. Me aproxim� a �l y le entregu� aquel
diab�lico juguete.



Me cogi� de un brazo y me llev� hasta una columna al lado del
brasero. Hac�a un calor sofocante, aunque lo que verdaderamente me produc�a el
calor, eran los nervios y el miedo, sobre todo el ver un brasero, me hac�a
erizar la piel.



Me ancl� las pulseras juntas y elevando mis brazos por encima
de mi cabeza me las at� en la columna.



Cogi� un poco de esparadrapo y me lo coloc� en los labios,
sellando de ese modo mis posibles gritos.



Luego se hizo cargo de la fusta y acerc� la bolita espinosa a
mis pezones, jugueteando con ellos.



Las sensaciones eran de lo mas desagradables. Lo acept� como
mejor pude y cerr� mis ojos para no ver las barbaridades que fuera a cometer.



Simplemente, se dedic� a azotarme los pechos y el vientre. Lo
hac�a de un modo suave, aunque en�rgico. Lo latigazos apenas me causaban
trastornos, pero la bolita al incidir sus p�as en las partes mas sensibles de mi
piel, me hac�an ver las estrellas. A�n as�, procur� no removerme mucho.



Despu�s de asestarme unos 50 latigazos, se apart� ligeramente
de m�. Al abrir los ojos, observ� como depositaba la fusta sobre el potro de
tormento.



Pude ver, como cog�a un cigarrillo y lo encend�a con
verdadero placer. Di� varias caladas y se acerc� hasta m�, lentamente. Me
imagin� que apagar�a el cigarro en alguno de mis pechos, este pensamiento hizo
que un escalofr�o recorriera todo mi sudoroso cuerpo.



Pero no sucedi� tal cosa, simplemente al terminarlo lo ech�
al brasero en donde termin� de consumirse.



Luego, se acerc� a m� y mientras me desataba, me dijo :





- Nicole, deseo probar las cadenillas en la parte baja de
tu cuerpo, por tanto elige un lugar que sea apropiado para tal menester.





Recorr� con la mirada toda la sala y no sabiendo que es lo
que quer�a atormentar, le pregunt� :





- Necesito saber, que es lo que desea azotarme.



- �Que est�pida eres!. Las nalgas y los muslos, �claro!.



- Entonces, ancle mis pulseras en la cadena que cae desde
el techo.



- Nicole, menos mal que no eres tonta del todo. No s� que
pudo ver mi hermano en t�, a parte de que es una delicia el someterte. Bien,
ve all�.





Me acerqu� hasta la cadena y elev� mis brazos. El, solo tuvo
que anclar mis pulseras a la cadena, pero no la tens�. Cogi� el l�tigo de
cadenillas y se coloc� a mi espalda.



Y de nuevo comenz� el suplicio. A cada latigazo las
cadenillas se apoderaban de mis nalgas, lo que me obligaba a dar un peque�o
respingo. Ya mis l�grimas hab�an aflorado en mis ojos y surcaban mi martirizada
desnudez.



Me azot� suavemente, pero los infiernos se abrieron ante m�,
cuando pas� a la parte trasera de los muslos.



Cuando lo crey� conveniente, ces� el castigo y me desat�.



Me hizo salir de aquel antro, entre jadeos y estremecimientos
de dolor.



Me sec� las l�grimas y me coloc� el vestido. Luego, me rode�
con su brazo y salimos al exterior. Afuera, segu�an los dem�s. Brigitte al verme
sonri� y susurr� algo al oido de Wanddy, que a su vez tambi�n solt� unas
risitas, mientras me miraba.



Me ofrecieron un asiento, que acept� y las horas pasaron
bastante aprisa, sin que fuera molestada en momento alguno.



El d�a hab�a llegado a su cenit y el calor era bastante
elevado, cuando una de las sirvientas anunci� la comida.



Comimos en el porche. Se estaba agradablemente fresco, aunque
ten�a un miedo espantoso a que terminase la comida, ya que deber�a volver a
aquel antro de perversi�n. No sab�a, como podr�a levantarme y apartarme del
grupo. Lo dej� pasar por el momento.



La comida estaba deliciosa y las atenciones eran un prodigio
hacia todos los presentes.



Cuando el postre termin�, nos sirvieron copas de licor, que
degustamos con calma.



Wanddy y Brigitte, se excusaron y se alejaron dando un paseo.
Los otros varones se retiraron, poco despu�s. Y por �ltimo, Ren� me mir� y tr�s
darme unas palmaditas en la espalda se levant� y se dirigi� a la casa, dej�ndome
a solas con el servicio, que ignor� mi presencia y comenzaron a recoger los
restos de la comida.



Entonces, aprovech� para levantarme y dirigirme con prudente
paso hacia la casa. Entr� y me dirig� hacia la habitaci�n de Ren�.



Me col� dentro sin llamar y me dirig� al cuarto de los
tormentos. Al entrar, comprob� que no estaba. Decid� aguardarle y mientras me
dediqu� a cotillear todos y cada uno de los instrumentos de suplicio. La verdad,
ahora no sent�a miedo alguno.



De repente, sent� pasos a mi espalda. Gir� mi cabeza y le v�.
Estaba algo ebrio, lo que me alert� a que la sesi�n pod�a ser peligrosa para mi
integridad f�sica.



Se acerc� a m� babeante y los ojos enrojecidos por el
alcohol. Se me hel� la sangre en las venas cuando una de sus manos se pos� sobre
mi brazo izquierdo.



Con la otra mano, procedi� a bajarme las hombreras, hasta que
el vestido resbal� a lo largo de mi cuerpo, por su propio peso.



Me sent�a algo inc�moda, pero no dije nada. Permanec� callada
y sumisa, mientras me conduc�a hasta el centro de la sala.



Me coloc� una de sus manazas en mi pecho derecho, apret�ndolo
con sa�a. Yo reaccion� muy mal, ya que intent� zafarme y s�lo consegu� una
c�lera desconocida para m�.



Me agarr� con ambas manos y me abofete� el rostro y los
pechos salvajemente. Luego cogi� las cadenillas y comenz� a flagelarme
descontroladamente. Me proteg� como pude, con las manos y los brazos. Pero todo
fue in�til ante aquella barbarie que le pose�a.



En un momento, ca� de rodillas y el sigui� con sus latigazos
en mi espalda. Luego, ces� el castigo tan rentino como hab�a comenzado. Pero la
c�lera que anunciaban sus ojos, me hac�an temer por mi vida.



Me dej� por unos instantes y se acerc� a la estanter�a en
donde hab�a todo lo necesario para amedrentarnos. Cogi� unas cadenas con
grilletes y me las puso en los tobillos. Luego me hizo incorporar y me oblig� a
caminar lo m�s r�pidamente posible hacia la estanter�a.



A f�n de no caer, iba dando pasitos muy r�pidos, ya que la
cadena med�a algo menos de 40 cm.



Antes de llegar a la estanter�a, me engarz� las mu�ecas en la
anilla trasera del collar�n. Prosegu� la marcha, muy asustada.



Cuando termin� aquella angustiosa marcha, cogi� una soga fina
y haciendo dos lazos, los rode� por cada uno de mis pechos, apretando los lazos
hasta que mis pechos quedaron aprisionados en la cuerda.



Enseguida me hizo dar media vuelta y me condujo a pasos
forzados hasta la cadena que descend�a del techo. At� las dos cuerdas al extremo
de la cadena y fue tensando el conjunto, hasta que mis pechos hubieron de
soportar todo el peso de mi cuerpo.



Me sent�a morir de dolor, al tener que soportar aquello y que
nunca hab�a padecido. El dolor era tan increible, que cre�a que los pechos se me
iban a desgarrar.



Me azot� salvajemente con la fusta espinosa los pechos, para
despu�s cambiar sin mas dilacciones al resto de mi cuerpo inerte, con el que
emple� las cadenillas.



Sufr� lo indecible en aquella postura. Su sadismo era tal,
que me di� verdadero terror el contemplar sus gestos y palabras soeces.



Cuando crey� conveniente, ces� de azotarme y me descolg� de
la cadena. Me quit� los lazos de mis pechos y a base de manotazos, me hizo
caminar hasta el exterior.



V� como todos nos miraban algo extra�ados. El los ignor� a
todos y llegamos hasta las cuadras. Cogi� uno de los caballos que estaban
preparados y subi� a su montura, tras haberme atado una soga al collar�n.



Y comenz� un nuevo calvario para m�. Me hizo caminar por los
lugares mas terribles, entre zarzas y arbustos espinosos, sin nombrar los cardos
y piedras, que pisaba y que me atormentaban sin cesar.



El calor era tan sofocante, que una amplia estela de sudor se
contemplaba en todo el cuerpo. Ten�a tantos ara�azos y las marcas de las
cadenillas, estaban a�n tan tiernas, que me horrorizaba el contemplarme.



Por f�n divis� unas casetas. Supuse que era all� a donde me
llevaba. Seg�n nos �bamos acercando, pude ver que se trataba de un campo de
trabajos forzados.



El capataz, sali� a nuestro encuentro. Y Ren�, tr�s bajar de
su montura, tir� de la cuerda con fuerza, haci�ndome caer de bruces a los pies
de ellos. Luego me asest� varias patadas en el vientre y las nalgas y coment� :





- Te traigo esta zorra, para que os encargueis
adecuadamente de ella. Quiero que sea castigada con rigor. Adem�s debe ser
sometida a los mas penosos trabajos. Pero sobre todo, debe ser tratada peor
que la escoria. Volver� dentro de 15 d�as. Adi�s.





Le v� subir a su caballo y se alej� a galope.



Yo segu�a tumbada en el suelo, con grandes dolores en todo el
cuerpo. Aquel hombre se inclin� hacia m� y cogi�ndome del cabello, me hizo poner
en pie. Me qued� medio doblada, pero no tuve mas opci�n que seguirle, a la
velocidad que me lo permit�an mis ataduras.



Llegamos hasta una de las casetas y llam� a uno de los
hombres que hab�a por all�. Le dijo :





- Esta zorra, debe pagar sus cr�menes. Ll�vala hasta el
solar y az�tala a conciencia. Luego, la dejas que se tueste un poco al sol.





Y aquella especie de b�rbaro medio desnudo, me condujo a
trompicones hasta lo que llamaban el solar. Se trataba de dos postes, clavados
en la tierra, separados entre s� unos dos metros. No hab�a ni una sombra cerca.



Me quit� los grilletes de los pies y haci�ndome separar en
exceso las piernas, ancl� otros nuevos en mis tobillos que fueron tensados en
cada poste. Luego desancl� mis pulseras y me coloc� sendos grilletes en cada
mu�eca y tens� cada una a un poste.



Me qued� tan r�gida, que no pod�a hacer movimiento alguno.



Enseguida, le v� como cog�a el l�tigo que llevaba en su
costado y lo esgrimi� ante m�, haci�ndolo restallar en el aire.



Y a partir de aquel momento, todo tipo de azotes cay� sobre
la totalidad de mi desnudez. Hasta la vagina me fue taladrada, por las mechas
del l�tigo.



Perd� la cuenta de los azotes, pero debieron ser mas de cien,
cuando ces� el castigo.



Sent�a la boca seca y mis gritos hab�an enronquecido mi
garganta, hasta tal punto que ya no era capaz mas que de gemir y jadear. Se fu�
sin soltarme la mas leve palabra y all� me qued� sola, ante el abrasador sol.



No se cuanto tiempo llevar�a en aquella situaci�n, cuando
apareci� un hombre con un cuenco. Cre� que me dar�a de beber, pero sucedi� lo
peor que pod�a imaginar. Sac� una brocha del cuenco impregnada de un l�quido
bastante apestoso y con el que impregn� algunas partes de mi cuerpo. Entre
ellas, mis pechos y nalgas. Pero tambi�n lanz� contra diversas partes de mi
cuerpo salpicaduras. Y sin m�s se fu� y volv� a quedar de nuevo sola.



No o�a rumor alguno. Cre�a que me iba a volver loca de tanta
y tan perversa soledad.



No habr�an transcurrido ni 10 minutos, cuando escuch� un
zumbido tr�s de m�. Gir� mi cabeza cuanto pude y comprob� que se trataba de un
moscard�n. Se pos� en mi espalda y fu� succionando aquella sustancia, ya seca
completamente. Con sus patas, me produc�a un cosquilleo tan desagradable, que me
puso fren�ticamente hist�rica.



Y antes de que pudiera asimilar aquella sensaci�n, varios
insectos m�s, se adue�aron de distintas zonas de mi cuerpo, convirtiendo
aquellas actividades en las mas s�dicas caricias.



Recobr�, el conocimiento que hab�a perdido, cuando mi mente
asimil� los latigazos que comenzaban a caer sobre las partes mas sensibles.
Luego me desataron y me arrastraron por la tierra hasta una de las casetas.



Abrieron la trampilla de la entrada y me arrojaron al
interior. Cuando qued� a oscuras, pude dejarme vencer de nuevo por el cansancio
y me qued� dormida.



No s� cuanto tiempo permanec� dormida. Me despertaron unas
voces en la caseta. Eran fuertes y potentes y parec�an de alguien muy enfadado.



De repente, la trampilla se abri� y la luz que entraba por la
abertura me dej� deslumbrada por unos instantes. V� una figura varonil que
parec�a mirarme, pero no estaba segura de que aquello fuera lo que sucediera en
realidad.



Alguien lanz� una cuerda con nudo corredizo, rodeando una de
mis mu�ecas. Al quedar aprisionada, fu� izada sin mas contemplaciones y la luz
se apoder� de toda mi visi�n.



Cuando, estuve arriba completamente, volv� a escuchar la voz
que gritaba momentos antes y que dec�a :





- Como coja al autor de esta fechor�a, le voy a arrancar
los cojones. Coged a esta maldita zorra y zurradla. No me importa si la
violais o no, s�lo quiero que sufra lo que se merece.





Entonces me d� cuenta de que el que profer�a todos aquellos
gritos, era el capataz.



Me cogieron varias manos de los brazos y me arrastraron al
exterior de la caseta, en direcci�n hacia el solar. Sent�a dolor al rozar mi
piel desnuda sobre el rugoso suelo. Lo �nico agradable era la noche. Hab�a
refrescado algo, lo cual agradec�a.



Llegu� hasta los postes en donde hab�a sido torturada durante
el d�a. Y fu� de nuevo amarrada, pero esta vez cabeza abajo. Me sent� morir de
desesperaci�n y desasosiego. Todav�a mi cuerpo estaba dolorido de los tormentos
de la ma�ana.



Hab�a algo que pude apreciar a la luz de la luna. No se
apreciaban marcas aparentes en mi cuerpo. Lo achaqu� al spray que Wanddy me
echara en el coche.



En la postura en la que me encontraba me hac�a sentir a�n mas
miserable. La verdad es que estaba a merced de aquellos s�dicos.



Por momentos, mi mente se iba oscureciendo de nuevo. Sent�a
como las fuerzas me iban abandonando con pasos gigantescos.



Para colmo de males, los cuatro se mearon en mi cuerpo entre
risas y bromas y se marcharon tan tranquilos.



No sab�a que era lo que me iban a hacer, pero por lo que le
hab�a oido decir a Ren�, no me dejar�an morir, ya que �l hab�a quedado en volver
en 15 d�as. �15 d�as!. No hab�a terminado el primero y ya me sent�a con un pie
en el otro barrio.



No s� cuanto tiempo habr�a pasado, cuando los o� acercarse,
haciendo restallar sus l�tigos en el aire.



Me puse tensa y una angustia cruel y salvaje se apoder� de
m�.



Llegaron por mi espalda y como saludo, recib� un fuerte
latigazo en la vagina.



Lanc� un profundo aullido de dolor y mi cuerpo se contorsion�
en lo que le permit�an sus ataduras.



Y tr�s este golpe toda la rabia se desat� sobre mi cuerpo.
Fu� azotada en todas las partes de mi cuerpo, sin excepci�n. Y principalmente en
los muslos, nalgas y vagina.



Mis gritos y lamentos, solo consiguieron el que sus azotes
fueran mas procaces y tediosos.



Ya estaba a punto de perder la noci�n de las cosas, cuando
los azotes cesaron.



Fu� desatada, con lo que qued� en el suelo en una extra�a
postura. Varias patadas y latigazos, hicieron que me levantara.



Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano, pero lo consegu�.
Sent�a unos profundos dolores entre mis piernas, mientras caminaba hacia mi
nuevo destino.



A pesar de mi visi�n nublada, por el dolor y las l�grimas,
pude distinguir una especie de caseron en un estado ruin y miserable. Cuando me
hicieron entrar, pude ver como varias mujeres mov�an un torno a base de l�tigo.



Me pusieron en manos de uno de los guardianes, al que
indicaron que me tratara con mucha rudeza y sin miramientos.



Ocup� el lugar de una mujer, que fue liberada y cay� al
suelo, cubierta de marcas viol�ceas de los l�tigos.



La obligaron a levantarse a base de nuevos latigazos y fue
conducida hasta una mesa de tormento, en donde de nuevo, fue atada y tensada.



Comenc� a caminar al ritmo del l�tigo. Ni siquiera profer� el
mas leve grito, tan s�lo resoplaba a cada azote.



Era una tarea mon�tona y muy cansada. Adem�s los l�tigos
ca�an indiscriminadamente sobre mi cuerpo. Por el momento, segu�a con los ojos
descubiertos, mientras el resto de las mujeres llevaban una venda en los mismos.



Despu�s de unos 15 minutos, uno de los guardianes se sent�
entre mis manos sobre la barra a la que estaba sujeta. Mientras me colocaba una
venda en los ojos, profer�a todo tipo de insultos y amenazas contra mi
integridad.



Sent� como se bajaba de la barra y me animaba a caminar y
empujar con mayor fuerza, a la vez que me rozaba con las mechas de su l�tigo.



Segu� soportando aquel tormento, sin que de mi garganta se
escapara grito alguno. Me sent�a muy mal. Necesitaba beber agua con suma
urgencia. Y debido a la insolaci�n de las horas anteriores, me hab�a
deshidratado bastante.



Sent�a mi cuerpo pesado y mi caminar era errante y sin
fuerza. Adem�s aquellos malditos l�tigos incid�an tanto en mis pechos como en
las nalgas.



No se por cuanto tiempo tuve que animarme a proseguir. El
negarme, me hubiera supuesto atroces castigos. Pero, en un momento dado, el
torno se par� y pude al f�n descansar unos instantes.



Fu� liberada y conducida hasta una celda pr�xima. All�, me
quitaron la venda y me dieron pan y agua. Luego cerraron la puerta y me dejaron
a solas con mi dolor.



Beb� despacio y com� todo el pan, a f�n de recuperar las
fuerzas perdidas. Luego me qued� dormida.



Me despert� el ruido de los goznes de la puerta al abrirse.
Me asust� un tanto, pero en breve tom� conciencia de mi situaci�n.



Aparecieron dos hombres en la puerta. Uno de ellos era el
capataz, que dijo :





- Nicole, un nuevo d�a te espera. Encontrar�s todo de lo
mas tormentoso, pero es tu situaci�n. Ahora bajar�s con nosotros a
desayunar. Despu�s ser�s aseada y mas tarde se te llevar� a los campos de
trabajo. He preparado una nueva actividad para t�.





Les segu� en silencio y llegamos hasta un peque�o sal�n. Me
sirvieron un caldo, agua y pan.



Lo acept� de buen grado y com� con cierta prudencia. Cuando
termin�, un gesto del capataz, me hizo levantarme y seguirle hasta el aseo.



Una vez en el lugar indicado, varias mujeres me lavaron con
estropajos y jab�n, con el agua fr�a. Cuando qued� enjuagada, la voz del
capataz, me anunci� que me secar�a por el camino.



Salimos al exterior. Hac�a un d�a excesivamente c�lido. Y en
breves instantes, sent� la reacci�n en mi cuerpo.



Caminamos cerca de 500 metros y llegamos hasta un techado
sujeto por cuatro postes. Hab�a un par de hombres y tres mujeres, tan desnudas
como yo.



El trabajo consist�a en amasar con los pies un barro mezclado
con agua y un polvo desconocido para m�, para la fabricaci�n de ladrillos. Una
de las mujeres se encargaba de ir distribuyendo el polvo y el agua, por el
barro. Las otras dos, se encargaban de recoger la mezcla y echarla sobre los
moldes, dej�ndolos secar al sol.



Como mis manos, no ten�an que ser usadas para menester
alguno, me fueron ancladas en la anilla trasera del collar�n, de esa forma los
l�tigos me llegaban con toda limpieza a las partes que ellos dispusieran.



Pude sentir la perfidia y el amargor del tormento en cada una
de las horas en las que estuve expuesta a semejantes menesteres.



Y as�, pasaron un d�a y otro, hasta que apareci� de nuevo
Ren�.



Supuse que hab�a permanecido 15 d�as entre aquellos odiosos
seres. Mas tarde supe que tan s�lo hab�a estado 6 d�as, que a m� me parecieron
una eternidad.



Para el camino de regreso, fu� atada en aspa a dos troncos
cruzados. Y de esta forma tuve que soportar el sinuoso camino y el sol que
mord�a con fiereza mis carnes expuestas.



Cuando ya se divisaba la mansi�n, fui desatada y obligada a
caminar, acompa�ada de dos odiosos varones que no dejaban de mortificar mi
cuerpo a base de latigazos.



Pude apreciar los rostros, ya conocidos por m�, de Wanddy,
Brigitte y alguno m�s, que en ese momento no recordaba el nombre.



En pocas palabras, estaba en casa.



Me condujeron hasta un s�tano y me echaron sobre un lecho de
paja. Cuando mi cuerpo toc� aquel mullido colch�n, toda mi fuerza se desvaneci�
y perd� la consciencia.



Dorm� durante casi un d�a. Y al despertar, observ� los
cuidados que me hab�an dedicado.



No entend�a lo que suced�a. Poco a poco, fu� capaz de aceptar
la idea de que realmente estaba casada con Armand y que deb�a estar preparada
para �l.



Cuando sal� al exterior, pude apreciar la simpat�a de todos,
incluida la de Ren�. Me adulaba constantemente, como si no me hubiera hecho mal
en su vida.



Me sent�a rara y forzada. He de decir, que vest�a unas ropas
bastante apetecibles, aunque segu�a portando las pulseras y el collar�n.



Y as� transcurrieron 2 d�as. Al atardecer, un gran esc�ndalo
me anunci� que Armand estaba de vuelta en casa. Ya estaba convencida de que era
mi esposo. Pero segu�a sin saber c�mo comportarme.



Cuando le v� ante m�, corr� hacia �l y le abrac�, bes�ndole
dulcemente en los labios. Fu� correspondida y tr�s breves instantes, suavemente
separada. Me pude dar cuenta de que todos nos miraban expectantes.



Me ruboric� ligeramente, pero al parecer nadie le di� la mas
m�nima importancia y en pocos segundos, la algarab�a volvi� a reinar en aquella
casa.



Realmente, no sab�a como comportarme. Me decid� por seguir
sus indicaciones, pero antes, me atrev� a preguntar :





- Querido, �deseas tomar alguna bebida o algo de comer?.





Un asentimiento, junto a una sonrisa me hicieron feliz y
corr� presta a preparar la bebida mejor servida.



En menos de 2 minutos estaba de nuevo ante �l con un vaso
entra las manos.



Le observ� en silencio. Me sent�a gratificada por su
presencia. Los dem�s hablaban y le preguntaban muchas cosas, para m�, sin
sentido.



Y entonces, comenz� a sacar regalos para todos. El m�o lo
dej� para el final. Se trataba de varios vestidos y tres juegos de lencer�a
er�tica.



Cuando Armand, me pidi� que me los probara, un fuerte rubor
se apoder� de mi rostro y ahora s�, pude apreciar las miradas de todos puestas
en m�. A una indicaci�n de Armand, me levant� y pas� a un cuarto contiguo para
cambiarme.



Me sent�a nerviosa de aparecer con semejantes atuendos ante
ellos y �so, a pesar de haber estado desnuda ante todos. Pero �sto, era algo
distinto.



Puse todos los juegos de lencer�a sobre un sof�. Eran
min�sculos y lascivos. Me decid� por el mas decente y me lo coloqu�. Era de raso
negro y se compon�a de un micro tanga y un sujetador min�sculo que tan s�lo
cubr�a mis pezones. Tambi�n ten�a un portaligas de dimensiones �nfimas.



Me decid� de una vez por todas y sal� al sal�n. Todos
exclamaron de asombro y excitaci�n. Particularmente, me encontraba de lo mas
provocativa. Pude ver la expresi�n de Armand y a una indicaci�n suya me acerqu�
ante �l.



Al girar sobre mi misma, la mano de Armand me detuvo y
entonces me pregunt� :





- Nicole. �Qu� significan esas iniciales en tu piel?.



- Me las puso ella.





Armand mont� una bronca tremenda a Wanddy y la despidi� de la
reuni�n con cajas destempladas. En cuanto a m�, le v� como su sonrisa hab�a
desaparecido y me trataba de un modo algo grotesco, tan s�lo se limit� a decirme
:





- Ve y qu�tate esta ropa. V�stete y vuelve aqu�. Me
habeis defraudado completamente.





Me dirig� al cuarto y me quit� aquellas cosas y me vest� con
la ropa inicial. Recog� todo en sus cajas y las dej� bien colocadas en un sof�.
Luego sal� y me acerqu� hasta Armand.



Permanec� en pie a su lado sin decir palabra. Poco a poco, la
expresi�n de alegr�a fue volviendo a su rostro y antes de 15 minutos, todo
parec�a como antes.



Yo parec�a ser la �nica excepci�n, no me hab�a vuelto a
dirigir la palabra en todo el tiempo. Cuando di� por terminada la conversaci�n,
se levant� y cogi�ndome de una mano me hizo seguirle.



Subimos las escaleras y entramos en su habitaci�n. Entonces
me dijo :





- Desn�date y ponte la lencer�a roja que te he regalado.



- La he dejado abajo.



- As� es como agradeces mis regalos. A la primera de
cambio los dejas tirado en cualquier lado. �Baja r�pidamente y c�gelo!. Como
se te ocurra tardar te vas a enterar.





Sal� corriendo a toda prisa y baj� hasta el sal�n. Entr� en
el cuarto y me encontr� cara a cara con Wanddy. La ped� excusas y me dirig�
hasta el sof�. Las cajas ya no estaban. La pregunt� en donde hab�a colocado las
cajas. Se limit� a decir :





- �B�scalas!.



- Pero es que Armand, me est� esperando.



- Pues que espere.



- Por favor, Wanddy. No quiero defraudarle ahora.



- No insistas. No te dir� donde est�n y adem�s, sal de mi
cuarto ahora mismo.





No tuve mas remedio que salir del cuarto. Me dirig� a toda
prisa escaleras arriba y entr� en la habitaci�n. Al verle, solo pude decir :





- No las encuentro. Wanddy, ha debido de guardarlas en
alg�n sitio y no quiere decirme donde.



- Empezamos bien la fiesta. Vuelve a buscarlas y no
regreses sin ellas, me da lo mismo lo que tengas que hacer, pero te dir� que
por cada minuto que tardes, deber�s apuntarte un castigo de 10 latigazos.





Me dejaron muy preocupada sus palabras, pero sal� de nuevo de
la habitaci�n y baj� hasta el cuarto de Wanddy. Llam� a la puerta y su sonrisa
mal�fica apareci� frente a m�.





- Por favor, Wanddy. Necesito mis regalos. Har� lo que me
pidas, pero ahora dime donde est�n.



- Esta bien, por esta vez te conceder� tu deseo, pero
antes necesito un ba�o y quiero que me lo des t�.





Haciendo un c�lculo r�pido, supuse que ser�a castigada con no
menos de 300 latigazos. Pero no me qued� mas opci�n que aceptar la propuesta.



Entramos al ba�o y me desnud�, a f�n de no mojar el vestido.



Tuve la suerte de que la ba�era ya estuviera llena de agua.
Cuando ella se introdujo ayud�ndose de una de mis manos, la dej� sentada y
comenc� a acariciar su espalda con mimo. Tuve que lavarla, lenta y suavemente
todas y cada una de las partes de su cuerpo, incluida su vagina y ano. Cuando
por f�n estuvo lista, la ayud� a levantarse y la sequ� con esmero. Luego la d�
la bata y tr�s secarme un poco la acompa�� hasta la cama.



Entonces ella, me indic� con su dedo la parte alta del
armario. All� estaban las cajas. Me acerqu� las cog� y tr�s ponerme el vestido,
sal� disparada de la habitaci�n. Sub� las escaleras lo mas r�pido que pude y
entr� en la habitaci�n sin llamar.



Armand, al verme dijo :





- Nicole, has tardado mas de lo que esperaba, pero me
alegro de que est�s aqu�. Ahora ponte el regalo elegido y sal a la terraza,
te espero.





Abr� las cajas y encontr� el mencionado conjunto rojo. Era la
mas lasciva e insultante prenda que se pudiera imaginar. La tela era muy suave
por fuera, pero basta y espinosa por dentro. El sujetador era de muy reducidas
dimensiones y adem�s un agujero en el centro contorneaba cada pez�n y una
peque�a porci�n de seno. La braguita se compon�a de un cord�n lleno de nudos del
mismo material que el sujetador.



Cuando me lo coloqu� me sent� sucia y desesperadamente
molesta.



No lo pens� m�s y sal� a la terraza. Me qued� r�gida al
comprobar que hab�a un hombre junto a Armand.



El hombre me daba la espalda, pero Armand me hizo un gesto de
que avanzara.



Avanc� t�midamente hacia ellos. Cuando ya estaba a s�lo un
par de metros de ellos, el hombre se gir� y me encontr� cara a cara con �l.



Me sent� horrorizada de la verg�enza que Armand me hac�a
pasar. Me present� como su esposa y �sto termin� por aniquilarme moralmente.



El hombre sonri� maliciosamente y coment� :





- Una estupenda hembra, Armand. �Puedo mirarla un poco
mas detenidamente?.



- �Por supuesto, querido amigo!. Consid�rese en su casa.





De esta manera tan simple, fu� taladrada por la mirada de
aquel individuo, que no se amilan� ni un �pice y hasta lleg� a tocar partes
sensibles de mi cuerpo.



Mientras me contemplaba, haci�ndome girar sobre m� misma,
Armand dijo :





- Querida, prep�ranos algo de beber. Tenemos que seguir
discutiendo unos proyectos.





Me dediqu� a preparar unas bebidas y alg�n aperitivo en una
mesita que hab�a all� mismo, frente a ellos. De reojo pude apreciar que no
quitaba la mirada de m�.



Les serv� la bebida y los aperitivos y me mantuve en pie
junto a ellos. Armand mientras hablaba coloc� una de sus manos en torno a mi
muslo izquierdo y comenz� a acariciarme sin ning�n rubor.



Luego, coloc� su mano entre mis muslos y la fue subiendo
hasta llegar al vello p�bico. Me acarici� lenta y pausadamente, mientras una
gran tensi�n se apoderaba de todo mi ser.



De repente, separ� la mano y un gran alivio me invadi�, pero
no dur� lo que esperaba. Armand, dijo :





- Cari�o, qu�tate la braguita. Este amigo, precisa el
hacerte unas mediciones.





Le obedec� ciegamente y cuando me la quit�, sent� como si
estuviera mas vestida. El hombre, abri� un malet�n que ten�a junto a s�. Estaba
lleno de artefactos, que similaban falos.



Me oblig� a doblarme por la cintura y apoyar mis manos sobre
los brazos del sof� de Armand, luego me hizo entreabrir las piernas y de esa
forma mis nalgas quedaron expuestas ante su cara.



Por entre mis muslos le v� hurgar en la maleta y coger un
falo de tama�o medio. Sin decir palabra, me lo coloc� entre las nalgas y lo
empuj� con violencia contra m�. El falo se hundi� en el ano y acto seguido
comenz� a producirle un movimiento hacia adelante y atr�s con vigorosa energ�a,
hasta que un timbre son�.



Entonces lo sac� con la misma violencia, lo que me produjo
una desagradable sensaci�n.



Armand, me hizo poner al rev�s, es decir ahora mostr�ndole
toda la parte anterior de mi cuerpo y por supuesto la vagina.



Le v� como introduc�a el mismo falo en la vagina. La
violencia parec�a ser una caracter�stica com�n en aquel ser. Me produjo
verdadero dolor, pero no se inmut� y procedi� a meterlo y sacarlo hasta que el
timbre son� de nuevo. Entonces, los extrajo con enorme violencia, provocando el
que un grito ahogado se escapara de mi garganta.



Cuando por f�n, me hicieron poner en pie, el hombre dijo :





- Armand, tengo ya las medidas. Las he acortado en 2 cm.
a f�n de que no oprima demasiado. Por otra parte, he de decirte que tu
esposa es algo mal educada y deber�a trat�rsela adecuadamente.



- Act�a t� en consecuencia.



- Lo deber�a hacer, pero no tengo tiempo. He de visitar a
otros clientes. Te llamar� ma�ana. Adi�s.





A m� tan s�lo, me di� un ligero pellizco en uno de los
pezones y le v� como desaparec�a. Cuando el hombre desapareci�, Armand se encar�
conmigo y me amonest� severamente, por mi mal comportamiento.



A una indicaci�n suya, me volv� a colocar la braguita y me
sent� a su lado, mientras le�a algunos papeles. Entonces, me pregunt� :





- �Te han gustado mis regalos?.



- S�lo los vestidos, mi Se�or. Me siento como una
cualquiera con este atuendo.



- Me alegro de tu sinceridad. Pero te los he regalado y
te los pondr�s todas las veces que me apetezca, porque deseo que te sientas
siempre como lo que eres. Una perdida. Ahora, ve a por un l�tigo y vuelve
aqu� para que te azote adecuadamente.





Me levant� despacio y me adentr� en la habitaci�n. Busqu� un
l�tigo con el que me hiciera pagar mis atenciones. Descubr� uno enrollado sobre
la cama. Lo cog� y sin pararme a pensar en sus posibles efectos, sal� de nuevo a
la terraza, dispuesta a sufrir ante �l y por �l.



Me acerqu� a �l y se lo entregu�. Se puso en pie y me condujo
hasta la barandilla. Hab�a un arbol de tronco recio con una rama lateral a una
altura de unos 3 metros. De la rama colgaba una cadena, a la que enganch� mis
pulseras, para despu�s tensar todo el conjunto.



Qued� apoyada tan s�lo con los dedos de los pies. Enseguida
me quit� aquellos ropajes y los llev� junto a su silla.



Se sent� en otra cercana a m�. Y as� mientras saboreaba su
bebida, se qued� contemplando mi indefensa desnudez.



Ya estaba comenzando a caer la tarde. Sent�a un frescor en
toda mi desnudez que agradec�a, aunque sab�a que eso durar�a poco.



Armand, parec�a disfrutar teni�ndome desnuda y atada en aquel
lugar. La verdad es que todo el que pasara por delante de la casa pod�a
contemplarme. Pero �so, me daba igual, aunque segu�a turb�ndome en p�blico.



De repente, un silbido anunci� el trallazo. Me qued�
congestionada por el dolor, pero no solt� grito alguno. Mantuve la respiraci�n
en lo que me permit�an mis ataduras y fu� soportando como pude el tormento.



El l�tigo mord�a mi piel con una rabia inusitada. Todo mi
cuerpo temblaba de dolor cuando son� el tel�fono. De esta manera pude descansar
de los terribles latigazos.



Le o� conversar. No sab�a de quien se tratar�a, pero por las
cosas que comentaba, me imagin� que se trataba de aquel malvado hombre que hab�a
estado momentos antes.



Cuando colg�, se coloc� frente a m� y recogiendo el l�tigo me
asest� un par de latigazos en cada pez�n, con el extremo del mismo, mientras me
dec�a:





- Nicole, est�s de suerte. Tenemos que parar el castigo
para ir a ver a tu nuevo modisto. Le has gustado tanto, que pretende hacerte
entrar en calor personalmente ante sus invitados, pero antes pasaremos por
su almac�n, tiene unos modelos ya construidos.





Cuando me desat�, le pregunt� :





- �Que ropa crees que debo ponerme?.



- No creo que sea necesario el que te vistas, pero ya que
mis regalos no te han gustado, ponte la lencer�a roja y s�gueme.





Baj� la cabeza y recog� aquellas malditas prendas. Me las
puse con toda la desgana del mundo. Y le segu� en silencio.



Un coche nos aguardaba en el exterior. Pude observar la cara
que pon�a el ch�fer al verme, pero no dijo palabra alguna.



El coche sali� zumbando. Tr�s media hora de viaje lleg� hasta
unas instalaciones inmensas. El coche franque� la puerta principal y se dirigi�
hacia unas naves al otro extremo.



Cuando el coche se detuvo, pude ver a aquel hombre. Me
produc�a mas terror que durante la tarde.



Salud� efusivamente a Armand y a m� me dirigi� una sonrisa, a
la vez que me atizaba un fuerte manotazo en las nalgas, que reson� en toda la
estancia, a d�o con su asquerosa carcajada.



El suelo de la nave era de m�rmol blanco. Estaba tan fr�o,
que sent�a como ascend�a �ste por mis pies.



Por f�n llegamos hasta una especie de puertas. En el centro
de las mismas, hab�a 2 protuberancias extra�as. Y en variados lugares,
terminaciones similares a argollas. Entonces, aquel hombre me dijo :





- Nicole, desn�date y deja la ropa en este lugar, ahora
no vas a necesitarla. Tenemos que probarte nuevos atuendos.





Me hizo caminar a empujones, hasta una puerta con los
artilugios ya mencionados.



Hab�a una banqueta junto a la puerta. Me oblig� a subirme en
ella y colocarme de espaldas a la puerta. Me oblig� a obedecerle y al hacerlo,
sent� aquellas protuberancias como me rozaban el ano y la vagina. Ya no me qued�
duda alguna, de que estaban destinadas para penetrarme, pero un angustioso
espanto me invadi�.



El hombre empuj� mi cuerpo hacia abajo, hasta que aquellos
falos me poseyeron a fondo. Luego me hizo colocar los codos sobre la puerta,
anclando mis antebrazos en sendas argollas.



Sin mediar mas sonidos que mis exclamaciones de espanto y
dolor, retir� la banqueta y me v� colgada sobre los falos, que se introdujeron
con mayor profundidad en mis partes �ntimas. Y por �ltimo ancl� mis tobillos en
una argolla doble y uni� mis pulseras.



Era espantosa aquella postura. Adem�s era de lo mas
humillante, ya que quedaba con mi cuerpo hacia adelante, pero incapaz de
realizar movimiento alguno.



Varios focos me iluminaron y entonces escuch� los aplausos de
Armand.



Se sentaron frente a m� disfrutando con mi sufrimiento. Y
aquel hombre se limit� a contar, todas las posibilidades que ten�a aquel
sistema. O� como Armand, le ped�a una instalaci�n completa para su casa.



Tr�s varios minutos de charla, se fueron dej�ndome a solas en
la mas completa oscuridad.



Sent�a fr�o, pero sobre todo miedo y soledad.



No se cuanto tiempo permanec� aislada de ellos, pero cuando
las primeras voces se oyeron, me sent�a cansada y muy angustiada.



Pero se trataba de los trabajadores de aquella nave. Se
mofaron de m�, me insultaron y hasta me pegaron, dentro de la impunidad que les
permit�a el aislamiento.



Y se pusieron a trabajar como si yo no existiera. Y as�
permanec� hasta que el due�o de todo aquello apareci�.



Se limit� a desenganchar las argollas de mis tobillos y
acercar una banqueta. A una indicaci�n suya presion� mis pies contra la banqueta
y logr� que salieran aquellos falos de mi interior. Luego, termin� de desatarme
y me hizo bajar.



Las piernas se me doblaron y ca� al suelo. Sus manos me
recogieron y me obligaron a incorporarme. Luego, me dijo :





- Querida, has de saber que estabas maravillosa. Ahora,
nos tocan unas horas de diversi�n, pero antes iremos a buscar esas ropas que
tanto te agradan.





Camin�, dando traspi�s hasta donde hab�a dejado aquella
porquer�a de atuendo. Me lo puse a una indicaci�n suya y me dej� llevar hasta
donde �l quisiera llevarme.



No me di� explicaci�n alguna de su conducta o de mi destino.
La verdad es, que tampoco me importaba. Sab�a que lo iba a pasar mal y era
seguro que ser�a humillada totalmente.



Llegamos por un pasillo interior, hasta la gran casa. Pude
escuchar entonces una m�sica mel�dica y dulce. Y de pronto una luz cegadora me
deslumbr�, a la vez que varias voces exclamaron de admiraci�n.



No v� a Armand y s�lo escuch� de �l, que me presentaba como
una amiguita.



Un corro se hab�a formado en torno a m�. Hab�a hombres y
mujeres bien vestidos, aunque algo bebidos.



Fu� conducida hasta la mesa en donde se estaba sirviendo el
segundo plato. Me dejaron en pie dentro del c�rculo que formaban las mesas. Me
sent�a totalmente angustiada, sin saber que hacer ni donde mirar. Todos parec�an
atentos a cada uno de mis movimientos.



Entonces el anfitri�n dijo :





- Parece ser que os molestan sus ropas. La verdad son
algo indecorosas. Ha llegado el momento de hacer entrar en cintura a esta
promiscua joven. La desnudar� para vosotros y luego podreis solicitar el que
realice la fantas�a que prefirais, o bien, eleg�s la zona de su cuerpo que
os gustar�a fuera maltratada. Ahora seguid con los postres.





Se plant� ante m� como por arte de magia. Me desnud�
completamente y cogiendo un l�tigo que le ofrec�a uno de los sirvientes, me
conmin� a que atendiera las peticiones de sus invitados.



Una de sus invitadas grit� :





- �Que salte!





A un gesto del anfitri�n, comenc� a dar saltos cortos, pero
lo suficientemente insinuantes como para que mis dos senos botaran de una forma
algo agresiva.



Al poco, otro anunci�, que mientras saltaba me pellizcara los
pezones con los dedos.



Obedec� ciegamente y de ese modo pude oir las risas, y hasta
carcajadas, de todos los presentes.



Tuve que realizar varias versiones con mis pechos, sin dejar
de dar saltos. Me sent�a desesperadamente angustiada. Sab�a que en breve ser�a
atormentada con todos los rigores, pero aquello era una humillaci�n excesiva y
no menos fatigosa para mi ser.



Tr�s unos minutos de aquella parodia, me pareci� que se
aproximaba mi f�n. Una de las invitadas, pidi� el que fuera contemplada como si
fuera el postre, para lo cual deber�a estar rellena de pastel en todas mis
cavidades y otras zonas de mi cuerpo. Y en la boca deb�a mantener una manzana,
cual si de un cerdito se tratara.



Una mesa fue introducida en el c�rculo. Me obligaron a
tumbarme bocarriba y colocar mis brazos y piernas en aspa.



Todas las mujeres me rodearon con aparatos de reposter�a en
las manos. Lo primero que hicieron, fue el anudar mis pezones con cuerdas, que
apretaron hasta que la aureola creci�. Luego, dejaron una vela en medio y
tensaron todo el conjunto.



Sent� tanto dolor, que cre�a que se me iban a seccionar los
pechos, pero no fue as�. Entonces me ataron a las esquinas de la mesa y
comenzaron por cubrirme de crema todo el cuerpo. En mi boca, colocaron una
manzana que deb�a mantener, pasara lo que pasara. Mi vagina la llenaron
completamente de merengue, mediante una manga de resposter�a.



Tan s�lo me dejaron descubiertos los ojos y los orificios
nasales. Pude ver como encend�an la vela que portaba mis pechos.



Y se dedicaron sin m�s, a degustar aquel postre servido sobre
mi desnudez.



La verdad es que no me import� demasiado aquella mascarada,
aunque me disgust� enormemente c�mo introduc�an sus cucharillas en mi vagina, a
f�n de apurar el dulce que quedaba en mi interior.



Una de las mujeres, anunci� :





- Esta jovencita est� demasiado pringosa para nuestros
fines. Debemos darla el ba�o apropiado y despu�s, ser�a interesante el
flagelarla y colocarla en el trono.





Escuch� aplausos y aprobaciones, llenas de risotadas y
gracias de mal gusto, al menos para m�.



Sin m�s, fu� desatada y obligada a caminar hasta el exterior
de la casa. Hab�a una playa cercana a la casa, a donde fu� conducida a base de
manotazos y patadas.



El agua estaba helada, pero para ellos era su juerga y mi
sufrimiento les alegraba.



Cuando estuve lo suficientemente limpia para ellos, me
condujeron hasta una gran cruz clavada en la arena. Me conminaron a que me
agarrara a dos protuberancias que sal�an del tronco.



Ya sab�a lo que me esperaba de aquella cruz.



Me indicaron que no me soltara por nada.



Me flagelaron todas las partes traseras de mi cuerpo. No
solt� aquellos falos que me sujetar�an poco despu�s.



Cuando me tuvieron lo suficientemente marcada, me hicieron
dar la vuelta y me indicaron el que procediera de la misma forma.



Y volvieron a azotarme completamente, esta vez en las partes
mas sensibles. No solt� aquellos falos en momento alguno, pero mis gritos no
pude contenerlos y los esparc� por el silencio de la noche.



Estaba a punto de dejarme vencer y soltar aquellos falos,
cuando uno de los varones aproxim� una especie de escalera.



Varias manos se dispararon contra mi rostro y otras varias
sujetaron mis mu�ecas, mientras era obligada a subir pelda�o a pelda�o, aquella
escalera.



Cuando los falos rozaron mis partes �ntimas, proced� a que se
introdujeran en mis correspondientes canales y dej� que extendieran mis brazos
hasta los anclajes correspondientes.



Cuando estuve amarrada por las mu�ecas y ya, con los falos en
mi interior, separaron la escalera de golpe. Ca� pesadamente y mis piernas
inertes quedaron suspendidas. A continuaci�n, mis tobillos fueron separados y
atados al tronco en la parte trasera, con lo que mis sensaciones de dolor se
incrementaron en mi vagina y en el ano.



Y as� permanec� durante toda la noche. He de decir, que la
mayor presi�n la soportaban mis brazos ya que sujetaban todo el peso de mi
cuerpo.



Ellos se hab�an ido hac�a largo rato, dej�ndome sola y
desamparada en la inmensidad de la soledad.



Pas� una noche increiblemente angustiosa.



Al amanecer, el anfitri�n baj� a la playa y se plant� ante
m�. Tan s�lo se limit� a mirarme. Se di� media vuelta y desapareci�.



Un poco antes del mediod�a, volvi� a aparecer. Ven�a
acompa�ado de un sirviente. Este tra�a una escalerilla.



La coloc� ante m� y fu� desatada sin m�s.



Cuando consiguieron que me reanimara, me obligaron a caminar
hasta la casa a base de latigazos.



Al llegar a la explanada, pude ver a dos mujeres
encapuchadas, pero que ten�an el resto del cuerpo desnudo. Portaban una fusta y
un l�tigo de nudos. Entre ellas hab�a dos columnas con cadenillas terminadas en
grillete.



Cada una de mis mu�ecas fue anclada a un grillete y
posteriormente tensaron las cadenillas, hasta que qued� de nuevo a merced de mis
verdugos.



La mujer de la fusta se coloc� ante m� y la del l�tigo de
nudos a mi espalda. Y comenz� un nuevo calvario para m�.



Grit�, llor� y me contorsion�. Todo fue in�til para m�,
excepto el dolor que me hicieron padecer.



Fu� soltada de aquellos postes y obligada de nuevo caminar.



Entramos en la casa y entonces aquel hombre me dijo :





- Queda algo mas de 3 horas para tu recogida. �Prefieres
el trono o quiz�, unos tormentos en el potro?.





Sin pens�rmelo detenidamente, le espet� :





- �Es Ud. un maldito hijo de perra!.





Me arrepent� al oir mis propias palabras, pero m�s cuando le
o� decir :





- �Eres una maldita zorra y adem�s est�pida!. Ser�s
atormentada con todo rigor hasta la entrega.





El desconsuelo ya no cab�a en m�. Me sent� desesperadamente
perdida.



Me condujo hasta el s�tano y caminar por una pasarela que
daba a varias naves, en las que estaban siendo atromentadas 3 jovencitas. Una de
ellas parec�a una ni�a.



Debi� notar algo en m�, porque inmediatamente de ver a
aquella joven, me condujo por unas escaleras hasta la c�mara de tormento de
aquella jovencita.



Estaba atada a dos columnas con los brazos y piernas
separados. Hab�a 4 hombres con ella, de los cuales dos, la ten�an cogidos los
pezones con alicates, mientras un tercero se los quemaba con los tizones qu
recog�a del brasero. La joven no pod�a chillar, dado que estaba amordazada, pero
si pod�a ver los tormentos que la infer�an. El cuarto hombre, la ultrajaba
brutalmente sus partes con un baston calentado en el brasero.



Unos sudores fr�os se apoderaron de m� y un copioso sudor
inund� todo mi cuerpo. Mi acompa�ante, tan s�lo se limit� a enganchar mis
pulseras por mi espalda y decirme :





- Conf�o en que disfrutes. Luego vas t�. Antes te
relatar� el mal de esta joven. Ella, tan s�lo desobedeci� una orden m�a. Y
era muy simple. Se trataba de dar las gracias a uno de mis chicos. Tan s�lo
la hab�a azotado una veintena de veces las nalgas. Pero esta est�pida se
neg�. Y adem�s se atrevi� a decirme que era ruin. �Qu� te parece?. Es lo
menos que puedo hacerla, teniendo en cuenta que es la hija de mi hermana.



- Se�or, con todos mis respetos he de decirle que
realmente es Ud. ruin. Una persona normal no someter�a a este escarnio a una
joven por el simple hecho de haberle perdido el respeto.



- Nicole. Parece que te gusta hablar. Y mas de la cuenta.
Quedan todav�a dos horas para que Armand vuelva, pero adem�s he de decirte
que puedo retenerte un d�a entero m�s. Vas a ser sometida a todo tipo de
escarnio. Y va a ser ahora mismo, pero en otro aposento especialmente
preparado para t�. �S�gueme!.





Le segu� en silencio y con la cabeza baja. Mis piernas
temblaban de un modo tan obstensible, que cre�a que s�lo conseguir�an acrecentar
mis penas, si �l se daba cuenta.



Llegamos a una estancia en la que hab�a 4 aparatos de
tormento. L�tigos. Brasero. Pinchos. Insectos.



Me arrodill� ante �l y le ped� a voz en grito que me
disculpara por mis torpezas.



No esperaba aquello y me dej� algo perpleja, pero sucedi� que
no fu� sometida a ninguno de los escarnios. Simplemente me perdon�, dici�ndome :





- Nicole, has sabido reaccionar a tiempo. Ahora
subiremmos a mi habitaci�n. Te dar� 200 latigazos y podr�s volver con tu
esposo. Pero antes, me tienes que jurar, que exigir�s a Armand el que te
ceda a m� por motivos profesionales. Cuanto antes lo consigas mejor para t�.
Tengo tormentos que quiero experimentar contigo. �J�ramelo!.



- Se�or.....�Podr�a saber que tipo de tormentos ser�an a
los que me expongo?.



- �No!. Ahora �Jura!.



- Lo juro. Juro que har� todo cuanto est� en mi mano por
volver junto a Ud. y ser sometida a cuantos escarnios desee.



- Me complace. Te has librado de los 200 latigazos.
Bueno, realmente ser� Armand quien te los d�. Ma�ana ir� a visitarte. Deseo
que me trates con mucho respeto y hagas todo lo que tu esposo te diga. Ahora
espera aqu� y ponte esa asquerosa ropa.





Me qued� sola en aquella habitaci�n. Mir� a mi izquierda y
contempl� la lencer�a que me hab�a regalado Armand. Me la puse con l�grimas en
los ojos y aguard� nuevos acontecimientos.



Se abri� la puerta de golpe y apareci� Armand. Tan s�lo, me
levant� y me abrac� a �l.



Tras unos segundos, me separ� bruscamente y me dijo :





- �Es cierto que le has prometido volver?. �Responde!.



- Querido, me ha hecho jurar el convencerte, para que me
dejaras volver por asuntos profesionales.



- �Ah!, en ese caso estoy conforme. Y, �cuando debes
dedicarle tu tiempo?



No lo ha especificado.




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Relato: Historia de Nicole (6)
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