Llegu� a Hong Kong un lunes por la tarde. Despu�s de llevar 3
meses viajando solo por Asia con una mochila al hombro, decid� aceptar la oferta
de una amiga: ella hab�a vivido all� y se hab�a hecho muy amiga de unos
diplom�ticos latinoamericanos donde me podr�a alojar. La verdad es que ya estaba
extra�ando poder conversar en castellano, tener una ducha tranquilo y poder
comer dulce de leche.
A mis 24 a�os, part� sin rumbo fijo a conocer las ant�podas.
Quer�a probarme a mi mismo que me pod�a valer solo, oblig�ndome a conocer gente
y a desenvolverme en un medio opuesto al propio. Sin comodidades, me fui
alojando en albergues juveniles y haciendo amigos con cuanto gringo y europeo
loco andaba por esas latitudes en la misma onda que yo. Amistades temporales,
pero que van dejando un aprendizaje.
No se por qu�, pero siempre me imagin� que estos "amigos
diplom�ticos" era una familia de se�ores mayores e hijos adolescentes, as� que
deber�a comportarme como todo un caballero. Tremenda fue mi sorpresa cuando
llegu� al aeropuerto: el letrero con mi nombre lo llevaban dos chicos de mi
edad, cada cual con mejor facha que el otro. "Deben ser los hijos", pens�, "si
tengo suerte me tocar� compartir habitaci�n con ellos".
Me reconocieron en seguida. Era obvio, no ven�an muchos
mochileros en el vuelo procedente de Bangkok, y menos a�n con una polera con la
bandera chilena. "�Hola, que gusto de conocerte! Soy Ignacio", me dijo uno de
ellos. "Y yo soy Javier", agreg� el otro, mientras me ayudaba con mi mochila
para llevarme al auto.
"Asi que eres amigo de Carola", parti� la conversaci�n y nos
fuimos conversando de ella, de mi viaje y de la vida en Hong-Kong durante todo
el trayecto a la casa. Siendo los tres hombres, y de la misma edad que yo, uno
de los temas recurrentes fue el sexo. Me preguntaron qu� tal mi viaje, cu�nto
hab�a tirado, si me hac�a muchas pajas viajando solo, etc. Por su parte,
me contaban que las chinas eran tremendamente calientes, que era llegar y
tirar, y que ten�an mucho m�s �xito que en casa.
El que estaba tremendamente caliente con la conversaci�n era
yo, ya que Ignacio y Javier eran unas m�quinas de sexo. Adem�s, cada uno era un
modelo de ropa interior hecho realidad. Javier, de 28 a�os, era casta�o claro y
ojos verdes. Ignacio, de 24, era moreno e incre�blemente peludo.
Me preguntaron si estaba muy cansado, ya que ven�an saliendo
del trabajo y acostumbraban ir al gimnasio a relajarse. "Si quieres puedes nadar
mientras nos esperas", dijeron, "y luego nos vamos a comer algo antes de ir a la
casa". Para mi era un sue�o hecho realidad, as� que partimos al mejor Health
Club, que estaba en la base militar que Inglaterra ten�a en la ciudad. Si ya
ven�a caliente con la conversaci�n con estos dos especimenes masculinos, la
visita al gimnasio me termin� de llevar al climax con la visi�n y el aroma de
tanto marine americano andando alrededor completamente desnudos. Algo que no me
hubiera imaginado jam�s en la vida que me iba a pasar.
Disfrut� de la piscina, regocij�ndome con estos machos
nadando con sus speedos, lentes y gorra de ba�o; pero especialmente disfrut� del
sauna y de la visi�n que se ten�a de la ventanita�directamente a las duchas, que
estaban dise�adas para el placer del hombre voyerista.
Pero adem�s de mirar a estos espl�ndidos ejemplares, tuve la
gran sorpresa de poder ver por primera vez a mis dos anfitriones desnudos. Lo
que se ve�a con ropa, mejoraba sustancialmente sin ella, ya que Javier e Ignacio
ten�an un f�sico digno de modelo de pasarela. Todo su cuerpo marcado, con un
color de piel hecho a mano, abdominales que se pod�an contar uno a uno, piernas
firmes torneadas por el spinning, y unos pistones de carne que ya te entregaban
placer con s�lo mirarlos. El reverso era mejor, ya que cada uno ten�a un lomo
que hac�a honor a la fama de la carne argentina, y que terminaba en unos culos
firmes y carnosos, como un durazno en pleno verano.
Durante la cena, en un restaurante espl�ndido desde donde se
ve�a toda la bah�a, una buena conversaci�n pas� a otra, y sent� que me iba
haciendo amigo de estos chicos. Me enter� que no eran hermanos, sino primos, y
que ambos trabajaban en la embajada. Pero ansiaba con llegar pronto a la casa,
ya que igual estaba algo cansado con el viaje.
Finalmente, lleg� la hora de partir. Y entonces me percat�
que los amigos diplom�ticos �eran ellos! (y no sus "padres" como yo me hab�a
imaginado). Viv�an en un departamento peque�o desde donde se ve�a todo Kowloon,
con dos habitaciones: una con una cama King Size y la otra con una cama de una
plaza. Yo empez� a desarmar mi mochila para poner mi saco de dormir en el sof�
del living, pero me dijeron: "No, loco, si vos vas a ocupar esta pieza. Nosotros
compartiremos la otra, para que est�s m�s c�modo".
"Que buenos primos", pens�, "�o ser�n m�s que primos?". Pero
no quise darle mucha cuerda a mis pensamientos, por los que los ahogu� en una
exquisita paja esa noche acordandome de todo lo que hab�a visto en el gimnasio.
Asi, pas� la semana en que durante el d�a ellos trabajaban y
yo recorr�a, nos junt�bamos a almorzar, y en la tarde nos junt�bamos en el
gimnasio y luego sal�amos de joda a las mejores discoteques. Ah� pude conocer a
varios amigos m�s, latinoamericanos y espa�oles, de los cuales me fui haciendo
amigo.
Pero en el proceso, me fui enganchando, especialmente con
Ignacio, con quien se empez� a dar una amistad que me daba un poco de susto por
las sensaciones que me provocaba.
Para colmo de los males, en la ma�ana ellos ten�an la "sana
costumbre" de practicar el nudismo, por lo que circulaban por la casa como
llegaron al mundo, tomaban desayuno asi, se duchaban, y como nos pasa a muchos,
a veces uno amanece con una gran vitalidad, y a ellos parec�a no causarles
ning�n problema. Obviamente, que yo reaccionaba a los est�mulos y ellos me
dec�an "A este chilenito va a haber que conseguirle una chinita pronto", y
jod�an abriendo mi cama para ver si hab�an rastros de paja.
Ellos no lo negaban, que les encantaba la paja, y que se
hac�an al menos dos al d�a, normalmente en la ducha, y que muchas veces lo
hab�an hecho en el gimnasio.
Y result� que el fin de semana siguiente hab�a vacaciones, y
estaban planificando un viaje a una isla cercana. Se incorporar�a Jordi, un
catal�n que ya le hab�a echado el ojo en el gimnasio y en las salidas nocturnas.
Pero como eran tres, y hab�an arrendado dos caba�as de dos camas, me invitaron.
Y as�, lleg� el dia de partir, por una semana, de vacaciones.
Esta historia continuar�. Sus comentarios a
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO
Gracias por sus valoraciones anteriores.