Relato: La lecci�n de Piano Me llamo Mar�a Jos�, pero todos me dicen Maijo. Hoy tengo 21
a�os y vivo en Paran� (Entre R�os). Escribo aqu� por que quiero compartir con
ustedes una historia �nica en mi vida sexual. Fui criada por mis padres bajo
estrictas normas de educaci�n, dado que ambos son un tanto antiguos. Siempre fui
bien parecida porque soy rubia, alta, tengo ojos verdes, mis medidas son 92 - 62
- 92, y aunque suene feo que lo diga yo, soy una mujer atractiva. Me he dado
cuenta de ello porque soy permanentemente hostigada por todos los hombres a los
que miro. Adem�s cuido muy especialmente mi feminidad visti�ndome con ropa que
sea sexy, arregl�ndome permanentemente el cabello, y cuidando mi cuerpo mediante
la gimnasia. Soy cien por ciento mujer, y me encanta estar siempre calentando a
la gente. Ya desde chica me di cuenta que el sexo era algo que se daba
naturalmente en m�. Debute a los 14 a�os con un chico de 20 y de ah� en adelante
no par� nunca de buscar nuevas sensaciones.
De chica fui "obligada" a estudiar muchas cosas, por ejemplo: ingl�s, la
secundaria hasta Facultad, y Piano. Estudiando piano descubr� mi nueva faceta de
mi sexualidad que hasta ese entonces jam�s hab�a existido. Estudiaba piano y me
preparaba para el examen de sexto a�o en la casa de mi profesora, a quien
llamaba la Se�orita Elisabeth. Por aquel entonces ella ten�a 30 a�os, era
morocha de ojos marrones, con un cuerpo espectacular dado que era soltera, (con
novio), y a�n no ten�a hijos, lo que le permit�a conservarse muy bien
f�sicamente. Adem�s, era una persona que se preocupaba mucho de broncearse y de
tener una actividad de gimnasia a diario. Sin embargo, a pesar de su belleza,
a�n no se hab�a casado. Yo por mi parte me encontraba en mis tiernos 19 a�itos y
hac�a solo seis meses que estudiaba con ella pues era ese el tiempo que ella
llevaba viviendo frente a mi casa. Se hab�a mudado en Julio de ese a�o y estaba
sumamente contenta pues el nuestro es en un barrio muy tranquilo. Cuando me
enter� que era profesora, de inmediato me cambie a su estudio, ya que s�lo deb�a
cruzar la calle para ir hasta su casa. Mi madre se quedaba parada en la puerta
hasta que me ve�a entrar a estudiar. Las clases eran de las 3 a las 5 de la
tarde, los d�as lunes, mi�rcoles y viernes.
Al llegar los primeros d�as c�lidos, durante el mes de Noviembre, Elisabeth
hab�a adoptado la costumbre de tomar sol a esa hora. Lo hac�a en el patio
trasero de su casa y cuando yo llegaba me recib�a con su traje de ba�o de dos
piezas. Siempre muy atenta, ella me daba al instante un par de ejercicios y
mientras se cambiaba de ropa, yo empezaba a practicar las lecciones. Yo, a esa
altura, era la mimada de todas sus alumnas; le encantaba la forma en la cual
tocaba y jam�s ahorraba elogios para mi persona. Hasta lleg� a decir que yo era
la reina porque era la m�s bonita de todas sus alumnas. Una tarde que hac�a un
calor tremendo, fui a Piano con la minifalda de tela que usaba para ir al
colegio, una remera corta y mis sandalias. Me encontraba en los �ltimos d�as de
clases y estaba a punto de recibirme de Bachiller. Elisabeth me recibi�
quej�ndose del inmenso calor que hac�a ese d�a, (cerca de los 35 grados), y vi
que la parte de arriba de su traje de ba�o estaba desatada. Solamente se hab�a
tapado los pechos, con una toalla para abrirme la puerta, lo cual me dio la
pauta de que ella hac�a topless en el fondo de casa. Cuando entre, ella fue
hasta su habitaci�n a colocar el corpi�o de la bikini y mientras estaba dentro
me dijo: - "Maijo, disculpa es que me molesta andar con el sost�n puesto
durante los d�as tanto calor. �A vos no?"-
A�n cuando ten�amos ya mucha confianza entre nosotras, me sorprendi� cuando me
hizo esa pregunta, a lo cual le respond� que no. Al volver me aconsej� no usar
sost�n a esa edad porque era malo. La verdad es que me apretaban un poco, mi
madre no conceb�a que siendo yo tan chica tuviera el cuerpo de una se�orita m�s
grande, pero me obligaba a usar sost�n y no dejaba que usara remeras escotadas.
Incluso, hasta el d�a de hoy algo me dice si me ve mostrando mucho de arriba, o
mucho de abajo. De todas formas yo hago lo que me m�s place siempre. No le di
importancia al comentario de Elisabeth, y como en todas las clases me sent� en
la butaca del piano a practicar las partituras que luego de memoria deber�a
tocar en el examen. Esa tarde Elisabeth no se cambi� y no puso su silla al lado
de la butaca del piano para corregirme posibles errores como lo hac�a siempre.
Tampoco se sent� al lado m�o, sino que encendi� un cigarrillo y se tir� a
escuchar mi pr�ctica en un sof� que ten�a en el mismo living. El intenso calor,
el hast�o y mis manos mojadas por el sudor hicieron que me equivoqu� un par de
veces. Ella me pidi� que me concentrara m�s en la lectura de la partitura y se
levanto, fumando, par�ndose detr�s de m�. Mientras yo tocaba ella caminaba
silenciosa detr�s. Pod�a sentir su mirada clavada en mi ser y la ve�a por el
rabillo de ojo ir de un extremo al otro de la habitaci�n, de forma lenta y
pausada. Casi como si estuviera evaluando la situaci�n. Como me volv� a
equivocar, ella se levant�, apag� el Marlboro que esta fumando y se vino hasta
el piano.
Me pidi� que me sentara m�s delante de la butaca, casi en el borde y se sent�
detr�s de m�. Esto le oblig� a separar bien sus piernas. Evidentemente que no
hab�a lugar para las dos, as� que Elisabeth qued� con su sexo pegado a mis
nalgas, m�s cuando me dijo que me sentara m�s atr�s para no caerme. L�gicamente
yo no quer�a tocarla, pero termin� pr�cticamente sent�ndome en su pubis.
Recuerdo que mis nalgas encajaban perfectamente en su entrepierna. Pasando sus
brazos por debajo de los m�os, se puso a tocar la partitura y me dijo que
estuviera atenta y que lo hiciera luego igual que ella. Yo la miraba atentamente
porque quer�a seguir el ritmo de la m�sica que ella me ense�aba a tocar. Sus
manos tocaban las notas de la partitura pero sus brazos me ten�an pr�cticamente
abrazada. Mientras tocaba los acordes, rozaba sin querer la parte lateral de mis
pechos con sus antebrazos. Para mi sorpresa, casi de inmediato mis senos
acusaron el roce y los pezones se me pusieron duros, lo cual, de m�s est�
decir... se notaba. Ella segu� tocando y dada nuestra proximidad, hasta llegu� a
sentir en mi espalda el contacto de sus pechos. Cuando termin� el ejercicio, le
ped� de ir a tomar algo de agua fresca para luego continuar. Sencillamente, no
pod�a entender por qu� me encontraba tan excitada. Al volver, al living mis
pezones a�n continuaban duros como clavos, a lo que ella me dijo: - "Maijo,
�Acaso tienes fr�o que se te han puesto los pezones tan duros?." Yo me qued�
muda, no sab�a qu� decirle. La verdad es que no sab�a por qu� se me hab�an
puesto los pezones as�, hoy supongo que fue porque me los roz�. Es una parte de
mi cuerpo d�bil. Sonrojada por la verg�enza fui hacia el piano una vez m�s.
Ella me hizo nuevamente un lugar en la diminuta banqueta y yo volv� a mi lugar,
sentada delante de su pubis, solo que esta vez mi cola estaba pr�cticamente
rozando en su hueso p�lvico. Al comenzar a tocar sent�a su respiraci�n pausada
acariciar mi cuello, lo cual es fatal en mi caso. Repentinamente comenc� a
equivocarme a lo cual ella me pidi� que me detuviese. Con un tono de voz un poco
m�s severo me dijo que el sost�n que llevaba puesto era la raz�n, pues el mismo
me quedaba chico, y as� no pod�a estar tocando el piano. Aduciendo que mi prenda
�ntima me quitaba libertad de movimiento, Elisabeth meti� sus manos por delante
de mi remera (Este modelo se desabrocha desde adelante) y sin dejar de hablarme
me lo desabroch� y me lo quit� arrojando la prenda sobre el div�n y apoyando sus
manos sobre mis muslos. De m�s est� decir que yo me estaba exitando de verdad.
Las dos solas en la casa, la tarde calurosa, la seguridad de que nadie vendr�a a
interrumpir nuestra clase... Todo parec�a conjugar. Comenc� una vez m�s a
ejecutar y la pieza, pero esta vez me llam� la atenci�n c�mo Elisabeth hab�a
empezado ya a respirar un poco m�s agitadamente, Pod�a percibir claramente el
viento de su aliento rozar la base de mi oreja y todo mi cuello. Para ese
entonces ya sent�a que mi entrepierna estaba un tanto mojada al tiempo que mis
pezones parec�an estallar. Ella observaba por sobre mi hombro y hoy no tengo
dudas de que debe haber disfrutado mucho de semejante espect�culo.
Estando las dos en esa situaci�n, ella tomo a�n m�s la iniciativa. -Caramba
Maijo, debes estar ovulando pues pareces tener all� dos clavos bajo esa remera
dijo casi sin inmutarse. - �Acaso no te duelen?. Yo estaba estupefacta
por sus preguntas sin que pudiese articular respuesta alguna. Segu�a ejecutando
mi ejercicio en el piano, al tiempo que sus indiscretas preguntas provocaban en
mi varias sensaciones. Ella advirti� esto y continu� su avance. - A ver ni�a.
Tu sigue tocando. No termin� de pronunciar la frase cuando sent� como volv�a
a introducir sus manos por debajo de mi remera para ponerlas inmediatamente
entre mis pezones que estaban verdaderamente duros. Me pregunt� si me dol�an y
le dije que s�. Era verdad, parec�a que algo iba a salir por ellos. Me dijo que
no me asustara, que era porque estaba creciendo y ya era toda una mujer. Apoy�
sus manos en mis senos, y empez� a acariciarme los pezones. - "Sigue
tocando"- dijo casi en tono imperativo, lo cual hice. -"Vas a ver que
este masaje te calmar� el dolor"-. La situaci�n me hab�a puesto a mil. Su
aliento en mi cuello me hac�a erizar, mi piel era la piel de una gallina y
encima sus manos no paraban de masajear mis senos. - "Ves - me dijo al
o�do - Lo bien que se siente cuando te acarician ac�" - . Yo segu�a
tocando pero juro que me divid�a entre la curiosidad de ver hasta d�nde iba a
llegar aquello y el miedo de abordar una situaci�n que desconoc�a.
Sus caricias hab�an acelerado mi coraz�n y mis manos ejecutaban los ejercicios
de repetici�n varios tiempos m�s r�pidos que los indicados. Ella noto esto y si
dejar de acariciarme dijo a mi o�do - Mas despacio Maijo, no te apresures.
Pareces estar un poco tensa. Permite que te ayude - Estaba pensando que
responderle cuando saco una de sus manos debajo de mi remera solo para corre mi
largo pelo hacia un costado y empezar a pasar la punta de su lengua en mi nuca y
en el cuello. Se sent�a fresca, yo estaba traspirada y empez� a gustarme esa
frescura que no sab�a de qu� se trataba Instintivamente hice a un lado mi cabeza
ofreci�ndole mi cuello. No conforme con pasar su lengua, empez� a darme peque�os
mordiscos en el cuello mientras me ped�a por favor que siguiera tocando. Yo a
esa altura entre la confusi�n, el calor, y la partitura no sab�a siquiera que
ejercicio estaba ejecutando. Empez� a masajearme los pechos nuevamente con ambas
manos, pero m�s fuerte, y empec� a sentir como refregaba su sexo contra mis
nalgas. Yo ya no pod�a tocar porque me estaba moviendo ella y le estaba errando
a las notas que ten�a que ejecutar. Dej� mis pechos y llev� sus dos manos a mis
muslos, y su mano derecha empez� a acariciarme desde mi rodilla hasta casi
llegar a mi vagina, recorriendo en el camino toda la parte interna de mi muslo.
Yo apoy� mis dos manos en el teclado porque estaba sintiendo cosas muy parecidas
a las que sent�a cuando me masturbaba en casa.
Entonces sent� como toda su mano se apoderaba de mi entrepierna y casi
naturalmente, sin darme cuenta, apoy� con firmeza mis piernas en el suelo hasta
quedar semi parada. Fue justo en ese momento cuando uno de sus dedos corri�
suavemente el el�stico de mi bombachita para rozar los labios de mi vagina.
Elisabeth se sorprendi� al sentirme tan mojada y tiernamente me dijo al o�do
- "Estas hecha una laguna Maijo" -. Era cierto, estaba empapada, y a�n
cuando esto pareci� agradarle... yo no pod�a evitar sentir un poco de verg�enza.
Estaba parada, con mis piernas semi flexionadas y completamente entregada a lo
que sucediera. Al tiempo que pasaba unas cuantas veces su dedo mayor a todo lo
largo de mi vagina, con su otra mano dejo mi pecho para levantar mi remera y
empezar a lamerme la espalda haciendo que se me pusiera la piel m�s erizada
todav�a. Ella hab�a llegado con su dedo a ese lugar que yo ten�a como secreto y
las sensaciones no me daban tiempo ni siquiera a pensar. Sus dedos acariciaban
mi cl�toris de una forma divina y en poco tiempo tuve un orgasmo impresionante
que ella noto gustosa. Sin darme respiro, me oblig� a reclinarme a�n m�s contra
el piano, al tiempo que retiraba la banquera y se arrodillaba detr�s de m�.
Introdujo sus dos manos debajo de mi minifalda y me bajo la bombacha hasta los
tobillos. Acto seguido, meti� la cabeza debajo de mi pollerita. Empez� a darme
besos suaves sobre las nalgas, mientras un dedo de su mano derecha volv�a una
ves m�s a jugar en �se lugar que ella hab�a descubierto y que me desmoronaba en
una catarata de placer. Inesperadamente se detuvo. - "Esta cola hermosa la
voy a guardar para m�s adelante"- dijo y se par�. Me dio vuelta en forma un
tanto brusca y tom�ndome del cuello con su mano derecha me meti� la lengua en la
boca en un beso largo y apasionado. Su mano izquierda baj� lentamente por mi
espalda hasta alcanzar mis nalgas duras acarici�ndolas. No tuve m�s remedio que
abrazarla por el cuello y abandonarme por completo a lo que mi cuerpo deseaba.
Recuerdo que en ese momento se me sali� una sandalia. Cuando termin� de besarme
me llev� de la mano hasta su cuarto, siempre abrazada a m� mientras me tocaba
todo lo que me pudiese tocar y ya no me besaba sino que me lam�a la cara y el
cuello.
Me tir� en la cama. Recuerdo que ca� de espaldas y vi c�mo se quitaba la parte
de arriba de su traje de ba�o, que estaba suelta, y c�mo se bajaba el bikini,
hasta quedar totalmente desnuda frente a m�. Yo me sent� y ella se acerc� hasta
m� tom�ndome de la remera para quitarla. Hecho esto Elisabeth me recost� boca
arriba sobre la cama y con ambas manos apret� mis pechos como si quisiera
juntarlos lamiendo mis pezones en forma fren�tica. Los lam�a en c�rculos
recorriendo la aureola y d�ndome peque�os mordiscos en los pezones que parec�an
que iban a salirse de su sitio. Yo sent�a peque�as convulsiones entre mis
piernas, estaba tremendamente mojada y estaba ba�ada en sudor por el calor que
hac�a, y por el calor que me transmit�a el cuerpo de Elisabeth que a esa altura
estaba montado sobre el m�o. Lentamente fue dejando de chuparme los pechos, y
con su lengua comenz� a bajar en un sagaz recorrido, lami�ndome la barriga y el
ombligo. Se incorpor� y mir�ndome a los ojos me tir� de la mini hacia abajo, la
que pudo sacarme sin problemas porque s�lo ten�a un el�stico. Empez� a darme
besos suaves sobre el vientre, para luego empezar a jugar con su lengua
recorriendo mi conchita a lo largo de toda su extensi�n. Como explicar con
palabras las sensaciones que ella me hac�a sentir. Mi cuerpo vibraba al son de
sus lamidas. El placer intenso que me proporcionaba su lengua me hac�a arquear
la espalda, quedando todav�a m�s expuesta y abierta que antes. Ten�a mis manos
apretando las s�banas en una posici�n defensiva, tratando de retener el m�ximo
tiempo posible mi segundo orgasmo. Su lengua era una sensaci�n de placer hermosa
que me rozaba sin descanso. Con cada uno de esos roces que ella produc�a, yo
ten�a la necesidad de sentirla m�s y m�s veces lami�ndome all�. Mi coraz�n lat�a
a mil por hora, pod�a sentir como golpeaba en mi pecho al tiempo que mis gemidos
empezaban a inundar la habitaci�n cuando de repente sin poder aguantar m�s...
acab�. Ese segundo orgasmo fue indescriptible. Intenso. Inolvidable.
Mi sexo estaba completamente empapado y a duras penas comprend�a lo que me
estaba ocurriendo. Cuando entreabr� mis ojos, Elisabeth ya se hab�a puesto de
rodillas frente a mi, y sin dejar pasar mucho tiempo levant� mis piernas
flexion�ndome las rodillas. Ahora estaba bien abierta de gambas, posici�n que
ella aprovech� para empezar a lamerme los muslos. Los mismos golpes que sent�a
en el pecho, los sent�a en la parte superior de mi sexo. Mi cl�toris que estaba
hinchado y pronto para recibir su merecido tratamiento. Elisabeth fue bajando
con su lengua por mis piernas, recorriendo la cara interna de mis muslos hasta
llegar nuevamente a mi sexo. A esta altura mis jugos corr�an por mi vagina hacia
abajo, se paraban un instante en mi ano y luego empapaban la s�bana. Realmente
estaba dejando un verdadero charco en esa cama. Elisabeth separ� con mucho
cuidado mis labios vaginales. Con su mano izquierda separ� los labios que
recubren el cl�toris y empez� a darme peque�os toques con la punta de su lengua.
Recuerdo que yo saltaba de placer. Tanto que Elisabeth me pidi� que me quedara
quieta. Es que yo jam�s hab�a estado hasta entonces con otra mujer y no sab�a
qu� era lo que ten�a que hacer. Tom� mi cl�toris con el labio inferior de su
boca mientras que con la lengua lo levantaba y lo acariciaba. Lo ten�a
aprisionado. Tres veces seguidas sent� esos espasmos tan lindos. Luego tom� mi
cl�toris entre ambos labios y los apret�, como si quisiera mord�rmelo, y en
forma fren�tica empez� a mover su lengua de izquierda a derecha a una velocidad
alucinante. Para que! Empec� a retorcerme en la cama, sent�a mi vientre como si
estuviera hinchado, y lo que ten�a en la vagina eran verdaderas convulsiones.
Cada vez sent�a m�s espasmos, Elisabeth segu�a jugando con su lengua y me hac�a
pegar saltos en la cama, con el frenes� que ten�a mi cuerpo se hab�a movido un
poco sin darme cuenta, pero ella tom�ndome firmemente de las caderas me
acomodaba a su gusto y antojo para seguir chup�ndome a m�s no poder. No pod�a
sacarla de encima. Sent�a que iba a explotar y lo hice. Mi tercer orgasmo fue
fenomenal.
Ahora el calor era insoportable, la s�bana estaba empapada con mi sudor y mi
jugo. Hab�a quedado tumbada de lado sintiendo todav�a los �ltimos rebotes de
placer por todo mi cuerpo cuando Elisabeth decidi� que deb�a cambiar mi
posici�n. Hizo que me pusiera de rodillas sobre la cama, mirando hacia la pared
y apoyando las manos sobre la misma. Al lograr la posici�n, instintivamente
separ� las piernas y le par� un poco el culo para que lo viera. Elisabeth se
acost� en la cama boca arriba, y meti� nuevamente su cabeza entre mis piernas.
Me tom� de la cintura y me dijo que bajara mi sexo hasta su boca. Nuevamente me
tom� el cl�toris entre los labios y empez� a jugar con su lengua. Esta vez me
ten�a agarrada de las nalgas y tiraba hacia los costados abri�ndomelas, lo que
me produc�a un fuerte dolor, pero gustoso. S�bitamente comenc� a sentir como con
su dedo mayor de la mano derecha acariciaba en c�rculos mi ano como si quisiera
meterme el dedo pero sin hacerlo, hasta all� hab�a llegado mi jugo, y esa zona
era una rara mezcla de sudor y jugo que todo lo lubricaba. Dispuesta a todo,
abr� mis cantos con mis propias manos y alc� un poco el pubis. Ella lo noto y
aprovechando el espacio creado ahora recorr�a con su lengua el sendero que va
desde el cl�toris pasando por la entrada de mi vagina, para llegar finalmente
hasta el orificio de entrada de mi culo. Me ten�a aprisionada, cada leng�etazo
suyo me dejaba dando saltitos de placer lo cual promov�a que Elisabeth me
sujetara con m�s fuerza como para no dejar de lamer mi sexo, ya en forma
ensa�ada. Me pidi� que me cambiara de lugar, y a su vez me pidi� que empezara a
hacerle las mismas cosas que ella me hac�a a m�. Me incorpor�, me di vuelta,
apoy� mi sexo nuevamente en la cara de Elisabeth, y lentamente baje mi cabeza
hasta su sexo para hacer mi primer 69. Con su mano izquierda pude ver como se
separaba la carne para que su cl�toris quedara al descubierto. Con su mano
derecha empez� a acariciarse y me dijo que as� deb�a hacerle yo con mi lengua.
Pude ver que su jugo era blanco y espeso. La turra estaba tanto o m�s mojada que
yo.
Torpemente puse mi cabeza tratando de tomarle el cl�toris con mi boca, y
recuerdo que hund� mi nariz en su sexo lo que me aterr� porque con sus jugos se
me tap� la nariz y no pod�a respirar. S� que Elisabeth tuvo un orgasmo, y
l�gicamente yo tuve otro, el cuarto de la tarde para ser m�s exacta.
Sorprendentemente son� el tel�fono. Ambas saltamos espantadas. Eran las 5:10 de
la tarde, y era mi madre que llamaba para ver por qu� no llegaba a casa.
Elisabeth le dijo que hoy me quedar�a una hora m�s a practicar, porque hab�a
estado fallando. Yo aprovech� a ir al ba�o a hacer pis y Elisabeth vino conmigo
y ambas nos higienizamos. Me pidi� encarecidamente que no le contara a nadie
nada de todo eso. Me explic� que ya ten�a 17 a�os y por ende que era yo toda una
mujer. Me dijo que entre mujeres siempre hab�a secretos que no se les contaban a
nadie. Ni siquiera a nuestras propias madres. Luego me coment� que estaba
fascinada con mi cuerpo. Est�bamos a�n en el ba�o, bajo la ducha, cuando ella
entr� detr�s y empez� a masajearme las nalgas. Yo paraba la cola tratando de que
mis cantos se abrieran al m�ximo posible. A lo cual ella dijo - Como sigas
parando as� esa colita.... te la voy a tener que hacer"- Yo qued� muda, pero
alucinada. Salimos de la ducha y me sec� con una toalla, sin perder cuidado de
cada cent�metro de piel.
Me llev� nuevamente para el cuarto, y luego de hacer a un costado la s�bana
h�meda y cambiarla por una nueva, me dijo que me acostara boca abajo. Estando yo
acostada boca abajo mirando hacia la cebecera de la cama, ahora le daba mi
espalda y en consecuencia ya no la pod�a ver. Me pregunt� si acostumbraba a
masturbarme, y recuerdo que t�midamente le dije que si. Entonces me pidi� que le
levantara un poco la cola para verme, cosa que hice de inmediato. Ella tom� una
almohada de plumas bastante abultada y la puso a la altura de mi pelvis. Me dijo
que metiera mi mano entre mis piernas y que me acariciara, hasta sentir lo que
ella me hab�a hecho sentir. Yo sab�a bien lo que ten�a que hacer. Con el culo un
poco arriba pase mi mano por debajo de mi panza hasta que mis dedos alcanzaron
mi concha. Comenc� a masturbarme al tiempo que percib�a como ella sub�a tambi�n
a la cama y se colocaba detr�s de mi. Aumente el ritmo de mi masturbaci�n cuando
percib� su aliento ba�ando mis cachas. Ella me hizo cosquilla con sus u�as sobre
mi baja espalda y mi reacci�n fue arquearme a�n m�s, lo cual hizo que mi culo
quedara m�s hacia arriba. Sus manos se posaron sobre mis cantos abri�ndolos
despacito. Movi� sus dedos, apoyando sus los pulgares bien al costado de mi ano
para abrirlo al m�ximo posible y dijo - "Ahora vas a ver lo que es bueno"-.
S�bitamente sent� su lengua recorrer todo la raja del culo llenando por completo
mi cavidad anal con su saliva. Este primer leng�etazo franco y pleno, me hizo
ver las estrellas.
Continu� con sus lamidas haciendo serpentear a su lengua por sobre todo mi ano
de una forma descomunal. Luego de un rato, la puso bien en punta y comenz� a
ejercer presi�n en la puerta de mi culo, el cual por cierto cedi�, permitiendo
la entrada de su h�medo m�sculo casi por completo. Sus movimientos hac�an que la
misma entrara y saliera ejerciendo en cada estocada m�s y m�s presi�n. Por un
lado separando al m�ximo mis nalgas y por el otro metiendo hasta el fondo su
lengua, la que por ese entonces se hab�a adue�ado por completo de mi parte
trasera m�s �ntima puesto que entraba y sal�a de m� ser a su entero antojo. Me
estaba penetrando sin tregua, y yo a esa edad no ten�a idea de lo que me estaba
haciendo, pero lo cierto es que me gustaba y le ped�a casi a gritos que no se
detuviera. Elisabeth segu�a, parando solo breves instantes para decirme alguna
guarangadas del tipo -"Sabe tu mam� que sos tan putita, sabe que te gusta
tanto por la cola".- Esto, lo �nico que lograba, era ponerme a�n m�s
caliente. Ya no solo me masturbaba fren�ticamente sino que ahora le levantaba la
cola lo m�s alto que pod�a a fin de que me haga feliz. Sabiendo por mis
incontrolables espasmos que me encontraba al borde del quinto orgasmo, Elisabeth
tom� mis cachas una vez m�s y separ�ndolas al m�ximo agarr� un pote de gel para
manos y virti� un poco de contenido directamente sobre mi ano. El fresco de la
sustancia arranc� un gemido de mis labios pero ella al instante me dijo -
"Tranquila nena, que a esta cola la pienso disfrutar".-
Sin perder m�s tiempo apoyo su dedo mayor sobre mi culo y lo froto con ansias
haciendo que el mismo se embadurnara con el gel. Yo continuaba masturb�ndome al
tiempo que le implora -"Despacito Eli... despacito por favor". - Pero
ella me hizo guardar silencio. -"Ahora putita, no hay "por favor" que valga.
Vos dejame hacer a m�. Ya vas a ver como este culito se lo traga a pleno".-
Y sin m�s pre�mbulos apoyo la punta del dedo y empez� a ejercer presi�n
meti�ndolo hasta el primer nudillo. Juro que me sent� desfallecer. Mi ano virgen
se dilato como si toda su vida hubiese estado esperando ese dedo. -"Ves que
f�cil. Ahora te lo vas a guardar entero".- Instintivamente pare el orto lo
m�s alto que pude y comenc� a masturbarme fren�ticamente mientras sent�a el
largo dedo de Elisabeth deslizarse por completo hacia mi interior. Perder la
virginidad anal con ella fue algo maravilloso que jam�s olvidar�. Al llegar al
final yo ya estaba tocando el cielo cuando le sent� decir -"Ahora este dedo
te va empezar coger por atr�s"- e inmediatamente comenz� a meterlo y a
sacarlo en un ritmo perfectamente acoplado a la masturbaci�n que llevaba yo con
mi mano. De m�s est� decir que empec� la corrida final acelerando el ritmo de mi
masturbaci�n, lo que hizo que Elisabeth comenzara tambi�n a mover su dedo a
mayor velocidad. -"Si por favor. As�, no pares".- Le dec�a yo totalmente
abandonada al placer, mientras sent�a una bola de fuego crecer en mi interior
que anunciaba el mayor y mejor orgasmo que haya tenido en la vida. - "Que
hermosa puta que sos Maijo. Que hermosa puta. Siempre supe que ibas a terminar
as�".- Ella continuaba cada vez m�s r�pido con su fest�n cuando de golpe no
aguante m�s y acab� con todo mi ser en un orgasmo lleno de espasmos y gemidos
que parec�a no tener fin. Sostuve mi posici�n aprovechando el placer que sent�a
hasta el �ltimo instante, momento que Elisabeth aprovech� para retirar su dedo
de mi interior suavemente. Completamente agotada y feliz dej� caer mi humanidad
sobre la cama nuevamente empapada de sudor y fluidos.
Elisabeth se levant� y prepar� una vez m�s el ba�o. Espantada por la hora volvi�
a la habitaci�n y me dijo que fuera al ba�o a higienizarme r�pido. Era in�til...
yo todav�a ve�a mariposas. Junt� mi ropa y volvi� hacia d�nde yo estaba.
Acarici� tiernamente mi mejilla y me ayud� a incorporarme en la cama, para darme
los �ltimos besos suaves en los labios. Ya en el ba�o me ayud� a vestirme y me
pein�. Volvi� a decirme que lo que hab�a ocurrido era un secreto que deb�a
guardar bien, y que ni siquiera mi madre deb�a saberlo. Esa misma noche
Elisabeth le habl� y le dijo que deb�a empezar a practicar tres horas por clase,
y que no nos cobrar�a m�s por eso, dado que yo era su mejor alumna pero que el
verano me hab�a puesto un tanto floja. Pese a que mis padres se enojaron un poco
con eso, nos vino bien porque era nuestra oportunidad de estar juntas. Elisabeth
me ha marcado para toda mi vida, si bien ahora ya no la veo m�s, debo confesar
que ha ensa�ado mucho, sobre todo que una mujer la puede pasar muy bien con
alguien del mismo sexo. Supe, con el correr de nuestras reuniones que ella era
lesbiana y no bisexual, como es mi caso. Hoy me encuentro de novio con un chico
de mi misma edad quien no sabe (Aunque probablemente si todo sigue bien alg�n
d�a se entere) que su novia tuvo la experiencia que les acabo de relatar. Lo
gracioso del caso es que ya me insinuado un par de veces que su mayor fantas�a
es estar junto con dos mujeres y que entre ellas no pongan reparos para dejarse
amar. Quien sabe... a lo mejor se le d�!
Besitos!
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Relato: La lecci�n de Piano
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