Relato: Sara (05: El orgasmo de Sara)



Relato: Sara (05: El orgasmo de Sara)

Sara despert� despacio, como si saliera de un lugar muy
profundo. Notaba algo raro, pero no sab�a muy bien de qu� se trataba. Intent�
destaparse y salir de la cama pero... se dio cuenta de que no pod�a mover las
manos, estaban atadas y sujetas a algo por encima de su cabeza. Abri� los ojos
asustada y lo primero que vio fue la sonrisa divertida de su Amo, que la
contemplaba apoyando la cabeza sobre una mano. En un momento, todo lo ocurrido
la noche anterior volvi� a su cabeza y su cuerpo empez� tambi�n a record�rselo.
Antes de poder pronunciar una palabra, el dedo de Juan sell� sus labios:


Tranquila Sara, todo a su tiempo. He visto en tus ojos la
confusi�n que ten�as al despertar y el momento justo en que lo has recordado
todo. Hoy sabr�s en detalle c�mo va a ser tu vida a partir de ahora. Pero
antes de todo ello, �no te qued� ayer algo pendiente? Creo que estabas muy
enfadada conmigo antes de dormir, por negarte lo que m�s deseabas. �Lo
quieres ahora? Si es as�, comienza a chupar ese dedo que tienes sobre tu
boca y lo obtendr�s.


Sara se qued� un segundo sin reacci�n, pero al recordar
la frustraci�n tan profunda que ten�a antes de caer rendida y al notar que
no hab�a pasado durante el sue�o, su lengua decidi� por ella. Asomando entre
sus labios, dio un toque de prueba al dedo largo y masculino que el d�a
anterior tanto la hab�a lastimado. Lo encontr� caliente y salado y ya m�s
decidida, empez� a lamerlo como si de un helado se tratara. Cuando lo tuvo
bien cubierto de saliva, se lo meti� en la boca y empez� a chupar como si en
ello le fuera la vida. Quiz� la vida no, pens� medio en broma, pero apagar
la hoguera que sent�a entre las piernas bien val�a comerse aquel dedo como
si fuese una piruleta deliciosa.


Juan observ� la concentraci�n con que Sara se com�a su
dedo y la delicadeza que pon�a en ello. Su polla, ya despierta por la
habitual erecci�n matutina, se puso a�n m�s dura. Aquella mujer no s�lo le
embrujaba con los ojos, todo lo que hac�a y sobre todo, la forma en que lo
hac�a, pon�a en marcha su libido. Si la sumisi�n que mostr� la noche
anterior era una muestra de la esclava que llevaba dentro, Juan sospechaba
que hab�a encontrado su mujer ideal. Pero ahora quer�a ver su cara cuando se
corriera, ver c�mo el placer contra�a sus rasgos irregulares.


Sacando el dedo de la boca de su esclava, Juan traz� un
sendero mojado por su barbilla y fue bajando por su cuello. Para no
encontrar obst�culos a su trabajo, tir� un poco de la cadena que sujetaba
las esposas de Sara, haciendo que sus mu�ecas quedaran por encima de su
cabeza a la vez que elevaban sus pechos. Asegur� la cadena en esa posici�n,
la vista era inmejorable: los brazos de Sara enmarcaban su linda cabeza, sus
pechos estaban elevados por la postura y se ofrec�an a sus ojos grandes y
jugosos, con unos pezones marrones de un tama�o ideal. Esos pezones iban a
conocer muy pronto el mordisco cruel de las pinzas, pero a�n no. Primero
conocer�an el mordisco de su Amo.


Su dedo sigui� bajando, dibujando las clav�culas de Sara.
Poco a poco baj� a sus tetas, haciendo una espiral en cada una, empezando
por el exterior y acabando en el pez�n. Al llegar a este, el dedo lo golpeo
despacio, haciendo que su dureza aumentara. Juan sonri� satisfecho: la perra
estaba tan caliente que sus pezones apuntaban casi con agresividad, grandes
y duros. El ataque de su dedo s�lo hizo que su dureza aumentara un poco m�s
y arranc� un gemido de la garganta de su due�a. Decidido a hacerla sufrir y
suplicar, abandon� pronto el juego. Hab�a visto en los ojos de Sara que
quer�a que siguiera atormentando sus pezones, seguramente su sensibilidad en
aquella zona era grande, pero eso se pod�a aprovechar de formas m�s
placenteras para �l... y pronto tambi�n para ella.


El dedo curioso sigui� dibujando el cuerpo de Sara. Baj�
por su est�mago, prominente y blando, lleg� al ombligo, un agujero redondo y
algo profundo donde buce� un poco, rascando suavemente con la u�a en su
interior. Sara not� un placer intenso con la caricia, jam�s hubiera
sospechado que su ombligo fuera tan sensible. Despu�s del tormento leve de
sus pezones, tormento que no le hubiera importado que fuera m�s largo y
duro, su co�o ya mojado hab�a empezado a dejar escapar sus jugos como si un
grifo se hubiera abierto all� dentro. Al sentir por primera vez un dedo
husmeando en su ombligo, aquel torrente amenazaba con empapar la s�bana bajo
ella. En su vida hab�a sentido su co�o tan mojado, un anhelo tan profundo en
su vientre. Si Juan segu�a as�, iba a correrse antes de que llegara a su
pubis. Y el maldito lo sab�a, no hab�a dejado de mirarla a los ojos desde
que not� que aquella caricia era especial.


Vaya Sara, �qu� tenemos aqu�? Por tu cara de sorpresa,
jam�s te hab�an metido un dedo en el ombligo, �verdad? Algunas mujeres son
especialmente sensibles en este punto, una caricia hace que su co�o
chorree... como el tuyo ahora mismo. Claro que el tuyo lleva chorreando un
ratito, �eh? Exactamente desde ayer... pero tranquila, pronto le daremos lo
que esta pidiendo con tanto jugo.


La risa divertida de Juan enfureci� a Sara. Sab�a que
estaba jugando con ella, destapando poco a poco sus zonas m�s sensibles,
haciendo que su excitaci�n subiera de grado sin parar. Pero si cre�a ni por
un momento que iba a suplicar por un orgasmo, estaba muy equivocado. Se
correr�a quisiera �l o no, le faltaba muy poco para llegar al punto de no
retorno y si segu�a acarici�ndola as�... no podr�a evitarlo.


No putita, no creas que te vas a correr hasta que yo lo
permita. Crees que seguir� acarici�ndote y no podr� evitar que tu orgasmo
llegue �verdad? No Sara, seguir� haciendo que tu calentura suba, pero no te
correr�s. �Y sabes por qu�? Porque si lo haces, se acaba el juego, me
enfado, te doy una paliza a�n mayor que la de ayer y hasta que no nos
volvamos a ver no obtienes un nuevo orgasmo. Hasta que no lo supliques con
todo tu cuerpo no te doy permiso para correrte, �estamos?


Sara asinti� con un gemido. Hab�a visto el brillo cruel
en los ojos de su Amo y su cuerpo a�n estaba dolorido por los golpes de la
noche anterior. Ahora quer�a disfrutar, no ser castigada de nuevo, as� que
se resign� a esperar que su Amo le diera permiso. Sab�a que si empezaba
ahora mismo a suplicar, no le iba a servir de nada. Juan estaba un poco
enfadado por el intento de rebeli�n de Sara y el resultado pod�a muy bien
ser el que acababa de anunciarle. As� que estir� su cuerpo y lo alz� un poco
de la cama, en se�al de ofrecimiento. Si quer�a hacerla suplicar, iba a
empezar a hacerlo mostrando su sumisi�n.


Juan solt� una carcajada satisfecha. La zorra aprend�a
deprisa, pero eso no era una sorpresa para �l. Hab�a asumido con rapidez que
su futuro estaba atado a �l, a su Amo y lo hab�a hecho con todas las
consecuencias. Le quedaba mucho por aprender, entre otras cosas a controlar
aquellas miradas tan afiladas que mostraban a las claras su oposici�n a las
�rdenes que recib�a y con las que no estaba de acuerdo. Pero a �l le gustaba
aquella chispa rebelde, le indicaba que siempre habr�a dentro de ella un
impulso de oponerse a su Amo y por ello, siempre habr�a un motivo para
someterla y castigarla. Y a �l le encantaba castigar a sus perritas, llevaba
en la sangre el impulso de someterlas quisieran o no.


Sigui� bajando por el vientre de Sara, haciendo dibujos
sobre �l. Tambi�n era blando y prominente, pero eso cambiar�a a partir del
d�a siguiente. Ahora lo que importaba era ver cu�nto aguantaba su esclava
antes de suplicar por su orgasmo. Ya ten�a la respiraci�n m�s que acelerada
y sus caderas hab�an empezado el baile de la seducci�n, pero a�n no hab�a
salido ni una palabra de su boca. Y tendr�an que salir muchas antes de que
�l permitiera que explotara.


Su dedo lleg� al pubis y enseguida se encontr� con el
pelo negro y ensortijado. Se notaba que Sara cuidaba de que por los lados
estuviera arreglado, pero no parec�a que se lo hubiera afeitado nunca por
completo. Y era una pena, porque su co�o era grande y jugoso y el vello
escond�a aquellos labios gordezuelos. Cuando despareciera para siempre, el
co�o de Sara iba a ser uno de los mejores que hubiera tenido nunca.


Abri� aquella raja y enseguida se top� con el bot�n del
cl�toris. La noche anterior se hab�a sorprendido agradablemente al ver el
tama�o y la dureza de aquel pene en miniatura, el descaro con el que se
ergu�a y ped�a su raci�n de caricias. Naturalmente no lo hab�a tocado,
sospechaba que el orgasmo de Sara ser�a imparable si lo hiciese, pero su
aspecto le hab�a inspirado mil formas de aprovechar aquel descaro. Ahora
mismo estaba duro y henchido, reclamando la atenci�n de su dedo curioso.
Mir� el rostro de su esclava, el placer contra�a sus rasgos y los gemidos no
dejaban de salir de sus labios. Presion� un poco y obtuvo por fin lo que
buscaba:


Por favor, Amo, por favor... no puedo m�s, permita que me
corra, me voy a morir si no lo hago.


�De verdad, puta? �Te morir�s si no tienes un orgasmo? Lo
dudo mucho, no he o�do tus s�plicas hasta ahora. Si tan necesitada estabas,
no lo has demostrado...


Amo, se lo suplico... haga lo que quiera conmigo despu�s,
az�teme, hum�lleme, h�game gritar de dolor... pero consienta que me corra.
Me siento explotar y si no tengo permiso, no puedo hacerlo...


Bien zorrita, bien. Veo que has asumido totalmente que
soy el due�o de tu placer. Tienes permiso, es m�s, te ayudar� a correrte...
pero quiz� llegues a suplicar tambi�n porque deje de ayudarte.


Sara casi no prest� atenci�n a las �ltimas palabras de
Juan. Este hab�a empezado a acariciar expertamente su cl�toris y el orgasmo
lleg� como una ola gigante, subiendo por su cuerpo y llegando a su cerebro.
Se estremeci� con espasmos que hac�an que su cuerpo se tensara y un grito
continuado se escap� de su boca. �Dios! En su vida hab�a sentido un orgasmo
igual, parec�a que un muelle enorme se hubiera tensado en su vientre y el
dedo de Juan hubiera apretado el resorte que lo liberaba. Los gritos se
convirtieron en sollozos de gratitud.


Pero el dedo de Juan no hab�a parado su masaje; quer�a
saber hasta d�nde pod�a llevar a Sara y cuando el primer orgasmo acab�,
advirti� en su rostro la sorpresa de su esclava �otro orgasmo anunciaba su
presencia! Juan sospechaba de la capacidad multiorg�smica de Sara e iba a
descubr�rsela en ese mismo instante. Sigui� con la caricia circular en su
cl�toris, llevando a la zorrita a un segundo orgasmo, tan grande como el
primero. Pero a�n no era suficiente. Su dedo empez� a recorrer los laterales
del bot�n, aumentando la presi�n lentamente, volviendo a atormentar aquel
cl�toris que no perd�a la firmeza.


Los orgasmos se suced�an sin parar. Sara hab�a alcanzado
un estado de excitaci�n como no hab�a conocido en ninguna de sus relaciones
anteriores. Parec�a que el placer no iba a acabar nunca y su cuerpo se
estremec�a cada vez que alcanzaba el cl�max; hab�a perdido ya la cuenta de
las veces que se hab�a corrido, pero su cuerpo a�n quer�a m�s, le gritaba
que aquel placer sin fin no acabara nunca. Su respiraci�n era agitada y
entrecortada, sus pulmones apenas ten�an tiempo de coger el aire
imprescindible y este escapaba en jadeos y gritos de placer. �Aquello era la
gloria! Bien val�a haber soportado el castigo anterior si ello significaba
recibir despu�s aquel r�o de placer.


Juan miraba a su esclava complacido. Ve�a c�mo el placer
retorc�a su cuerpo y lo te��a de un leve color rosado. El sudor hab�a
perlado su piel con miles de gotitas como diamantes y su rostro era la
expresi�n perfecta del cl�max. Pero lo que m�s le atra�a era la expresi�n de
sus ojos: perdida en su mundo, los ojos de Sara brillaban como si tuviera
fiebre, sin abandonar el rostro de quien le proporcionaba el orgasmo m�s
brutal y largo de su vida. Llevaba ya un buen rato, m�s de media hora,
alcanzando un orgasmo tras otro y sus ojos brillaban un poco m�s en el
momento supremo. Era una imagen cautivadora y Juan se prometi� que no iba a
ser la �nica vez que la contemplara.


Pero el cuerpo humano tiene un l�mite y Sara iba llegando
a �l. Los orgasmos segu�an, pero su cl�toris y la zona circundante empezaban
a doler por el frotamiento continuo, sus pulmones protestaban por conseguir
aire suficiente y los continuos espasmos hab�an cansado su cuerpo. Sus
gemidos de placer iban mezcl�ndose con otros de dolor y una idea empez� a
filtrarse en su cerebro inundado por la sensaci�n de �xtasis: si su Amo no
paraba pronto, iba a desmayarse; y no daba muestras de tener la menor
intenci�n de hacerlo.


�Qu� te ocurre, puta? �Ya te has cansado de correrte, te
duele, verdad? Como ves el placer tambi�n puede traer dolor. Sospecho que
nunca te hab�as corrido de esta manera ni durante tanto tiempo y ahora
empiezas a notar las consecuencias de tanto placer. Pero si quieres que
pare, tambi�n tendr�s que suplicarlo, aqu� no hay nada que se te conceda si
no lo pides antes.


Amo, por favor, no puedo m�s. Si sigo corri�ndome, me
desmayar�. Agradezco el placer que me has proporcionado... pero te lo
suplico... no puedo maaasss...


Al o�r las �ltimas palabras de su esclava, Juan retir�
bruscamente el dedo del cl�toris y lo meti� en la boca de Sara, para que lo
limpiara y saboreara el sabor de su propio placer. Con suspiros
entrecortados y luchando por hacer su respiraci�n m�s regular, Sara lami�
aquel dedo que la hab�a llevado a un lugar desconocido para ella hasta
entonces. Cuando termin�, su cuerpo qued� tendido en la cama, totalmente
desmadejado. No ten�a fuerzas ni para moverse un poco y dejar de apoyar su
parte inferior en las s�banas empapadas por sus propios jugos, s�lo pod�a
pensar en descansar. Aunque segu�a con los brazos inmovilizados por encima
de su cabeza y la postura no era c�moda, Sara sinti� una relajaci�n total y
sus ojos empezaron a cerrarse.


Pero Juan ten�a otros planes, su verga a�n no hab�a
obtenido la satisfacci�n que ped�a y, si al despertar ya estaba erecta
ahora, despu�s del espect�culo que hab�a contemplado, casi dol�a. Se puso a
horcajadas sobre el vientre de Sara y sin miramientos, le dio dos bofetadas
para despejarla. Los ojos de Sara se abrieron de par en par, furiosos, pero
al ver la mirada cruel de su Amo, los entrecerr�, temerosa �Qu� querr�a
ahora su Amo de ella?


No putita, a�n no es hora de descansar. T� ya has tenido
tu raci�n, pero yo a�n tengo hambre, mucha hambre. �Ves c�mo tengo la polla?
No creer�s que se va a quedar as�, �verdad?


Perd�n Amo, cre� que despu�s de esto, podr�a descansar.
El placer que me has proporcionado ha sido tan intenso que estoy destrozada.
Comprendo que mi obligaci�n es complacerte, as� que �qu� puedo hacer para
servirte? Quiz� si desataras mis manos, podr�a hacerlo en mejores
condiciones...


As� me gusta, que seas sumisa y pongas por encima de todo
mi placer. Pero no pienso desatarte para ello. �Tus tetas se han quedado un
poco hu�rfanas, no? No les hemos hecho mucho caso, as� que creo que me soy a
servir de ellas para satisfacerme. No necesitas las manos para eso y la
postura que tienes es perfecta para lo que pienso hacer.


Juan agarr� un pecho con cada una de sus manos y empez� a
amasarlos. No lo hac�a con delicadeza, los apretones eran fuertes y hac�an
gemir de dolor a Sara. Tambi�n dedic� tiempo a los pezones, pellizc�ndolos y
retorci�ndolos sin ning�n miramiento, haciendo que Sara volviera a
excitarse. El dolor volv�a a mezclarse con el placer, la dureza que ya
ten�an los pezones aumentaba el dolor y Sara pens� que Juan se los
arrancar�a en alguno de aquellos retortijones. Cuando pens� que no podr�a
soportarlo m�s, Juan agach� su cabeza y mordi� sin compasi�n cada uno de
ellos. Sara grit� sin poder contenerse, el dolor fue indescriptible pero, a
la vez, sinti� un orgasmo en su interior. Sus pezones siempre hab�an sido
muy sensibles y aquel tratamiento brutal y desacostumbrado, tambi�n hab�a
resultado placentero. Estaba descubriendo que su cuerpo disfrutaba con la
tortura cruel a que la somet�a Juan.


Este hab�a notado los espasmos del orgasmo, aunque Sara
hubiera intentado disimularlos. Decidi� que era un �ltimo regalo para su
esclava pero ahora que hab�a preparado el terreno, le tocaba a �l. Agarrando
con fuerza los pechos y junt�ndolos, cre� un canal perfecto para su verga y
de un envite seco, la meti� entre los dos pechos. Empez� un lento vaiv�n de
sus caderas, sentado sobre el vientre de Sara, frotando su pene entre las
paredes de aquel canal blando y delicioso. Sus dedos apretaban y soltaban a
la vez los pezones que coronaban aquellas dos masas, al mismo ritmo con el
que masturbaba su miembro. Los gemidos de la perra a�n excitaban m�s su
deseo y pensando s�lo en su propia satisfacci�n, fue incrementando el ritmo
hasta que sinti� la proximidad del orgasmo.


Sara hab�a soportado la cubana que su Amo se estaba
regalando con gemidos suaves. Las manos de su Se�or hab�an apretado sin
ning�n reparo sus pechos, caus�ndole dolor una vez m�s. Su pene restregaba
con fuerza su piel y sus pezones recib�an apretones al mismo ritmo que su
Amo se masturbaba. Cuando el dolor alcanz� un grado casi insoportable, de
repente ces� y dej� de sentir el peso de Juan en su vientre. Vio entre sus
p�rpados entrecerrados c�mo se ergu�a sobre las rodillas y casi de inmediato
not� c�mo su leche se derramaba por su cara y su cuerpo, embadurn�ndola y
mezcl�ndose con su propio sudor. Sara se sinti� m�s humillada que ninguna
vez antes: la primera vez que Juan se corri� al menos ella hab�a podido
tragarse su leche, pero esta vez su Amo hab�a decidido que no era digna de
ella, que s�lo merec�a recibirla en su cuerpo. Fue el golpe de gracia a su
dignidad, ya maltratada. Las l�grimas empezaron a derrarmarse.


�Lloras, zorra? No te ha gustado que me corriera encima
de ti �eh? Quer�as tragarte mi semilla de nuevo. No, esclava; si est�s
pensando que lo he hecho para humillarte, tienes raz�n. De momento, no eres
digna de recibir en tu boca ni en ning�n agujero m�s de tu cuerpo mi leche.
Ya la has recibido en dos ocasiones, m�s que nada para que supieras lo que
es y sintieras a�n m�s profundamente su p�rdida. S� que es cruel, pero... es
parte de tu aprendizaje. Y ahora, te desatar� para que puedas limpiar ese
cuerpo de cerda que tienes. �Has visto lo pringosa que est�s? Venga, r�pido
a la ducha, que vigilar� que no dejes ni un cent�metro sin limpiar a
conciencia.


Con una risita cruel, Juan desat� las mu�ecas de Sara y
d�ndole un azote seco y doloroso en el trasero, la inst� a levantarse y
pasar al cuarto de ba�o. Camin� tras ella, admirando las huellas de la
paliza. Hab�a disfrutado enormemente, pero no era obst�culo para seguir
haci�ndolo �no? Le encantaba ayudar al aseo de sus putas y ten�a a�n todo el
fin de semana por delante para disfrutar de �sta en particular.




Bueno, queridos lectores, esta nota es para agradecer a
los que me han mandado e-mails su inter�s y su apoyo con esta novata. Y
tambi�n para agradecer a todos los que han le�do mis relatos que se hayan
fijado en ellos. Os deseo una Nochevieja intensa, inolvidable y muy muy
sensual. Seguir� con la serie despu�s de A�o Nuevo... yo tambi�n tengo
planes para una Nochevieja muuuy intensa, jajajajaja. Nos vemos y gracias de
nuevo.


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Relato: Sara (05: El orgasmo de Sara)
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