Relato: Blanche (27)





Relato: Blanche (27)

No sólo las ratas habían
muerto, sobre la mesa y el suelo se veían centenares de cadáveres
de cucarachas, arañas, y otro animales que sin duda estaban en el
cuarto cuando pasó el espíritu.



Cuando Blanche recobró la
lucidez, comprendió lo cerca que había estado de la muerte
aquel día ya lejano, en que pretendió intimidar a Barza.



Recordaba claramente que aquel recipiente
y, aquella piedra, habían estado siempre en el cuartucho y, que
incluso Derim había llegado a tomar la piedra en la mano.



Seguramente hubieran muerto las
tres, ya que suponía que Derim y su hija no habían tomado
antídoto alguno, pero eso era lo de menos. Efectivamente, si Derim
hubiera querido ella no hubiera salido viva de aquel lugar.



No, Derim no había mentido
aquel día, y si no lo había hecho sobre eso por qué
iba a mentir sobre el no tener miedo a una muerte dolorosa?. Seguramente
la negra guardaba todavía más secretos que Blanche ignoraba
totalmente.



Cuando salió se sentía
todavía ligeramente mareada, no la apetecía volver a las
tareas rutinarias y fue a acostarse durante un rato. Pero antes de dormirse,
descubrió por fin el extraordinario poder que aquella negra la había
ido transmitiendo.



Si todo lo que la había enseñado
era verdad, y no había motivos para dudarlo, se había convertido
en dueña de la vida y la muerte de cuantos la rodeaban. Comprendió
con horror, el daño que podía producir si empleaba mal aquellos
poderes y, rogó al buen Dios que nunca la dejara emplearlo para
hacer daño a sus semejantes.



Sin embargo, junto a al miedo y
la euforia que la producía saberse dueña de tantos secretos
y de tanto poder, sintió de nuevo la punzada de la impotencia. Ella
que ahora podía casi todo, no podía hacer nada para quedarse
embarazada, nada que no fuera hacer el amor con Richard y rogar al buen
Dios que, algún día comenzara a sentir los síntomas
de la preñez.



Despertó completamente restablecida
y hasta llegó a pensar que lo sucedido no había sido más
que un sueño pero no, ella sabía que no había tal
sueño.



Mientras anotaba lo sucedido en
el cuarto de Derim llegó Richard preocupado de que Blanche se pudiera
encontrar mal, acostarse a media mañana era algo que rompía
las costumbres.



Después de tranquilizarle
le pidió que fueran a dar un paseo, Blanche necesitaba estar cerca
de él durante un rato, necesitaba ser tranquilizada por su presencia,
verle, hacer una vida normal y gozar de su cariño durante el tiempo
necesario para que su espíritu se tranquilizara después de
los extraordinarios acontecimientos vividos.



Ajeno a las preocupaciones de Blanche
y más tranquilo al ver que no padecía ningún mal,
Richard ordenó a las esclavas que manejaban el transportín
que encaminaran sus pasos por los caminos que rodeaban a la casa.



A pesar del intenso frío,
se sintió aliviada al salir de la pesada atmósfera de la
casa y al oír las alegres notas que Richard arrancaba a su inseparable
armónica.



Ya no eran los bramidos arrítmicos
que producía al principio, ahora eran ya nítidas notas que
se enlazaban unas a otras produciendo canciones que deleitaban los oídos
de Blanche.



Con ejemplar machaconería,
Richard se había dedicado durante aquellos meses, a ensayar con
la fuerza y el tesón de quien sin tener otra cosa que hacer, encuentra
de pronto algo que le divierte y para lo que está dotado.



Mientras caminaba a su lado, Blanche
recordó como al principio había tenido que aconsejar a Richard
que se tomara los ensayos con más calma, sus labios se habían
vuelto ásperos en unos días y amenazaban con llegar a enfermar.



Sólo el intenso tratamiento
a base de manteca evitó que eso ocurriera. En la lejanía,
Blanche vio a Camana cargada con dos cántaros de agua que se dirigía
hacia la casa y, se reconfortó ante la idea de que cuando regresara,
se podría dar un baño caliente que aliviara el frió
que sentía.



- Blanche, dijo de pronto Richard
interrumpiendo súbitamente la canción que estaba interpretando.



- Sí, dime.



- Sería conveniente comenzar
a abonar las tierras del jardín, si no llegará la primavera
y no podremos empezar a plantar.



- Ya lo había pensado, pero
he estado tan ocupada que lo he ido dejando.



- No es necesario que tu te ocupes
de ello, da simplemente la orden a Drum y yo, me encargaré de supervisarlo.



Blanche sintió agradecimiento
hacia él. La idea del jardín era de ella pero él pensaba
y colaboraba como si hubiera sido propia.



- Puedes encargarte de decírselo
tu mismo?.



- Claro, pensé que deseabas
hacerlo tu?



- Si, pero voy a estar ocupada todavía
durante un tiempo.



- Con Derim?.



- Sí.



- Parece que has encontrado en ella
algo que los demás no sabemos ver?.



- Te molesta que pase con ella tanto
tiempo?.



- No, debo decirte que al principio
me preocupé un poco por ti, la fama de esa negra no es buena, pero
luego comprendí que no había nada malo en que te enseñara
a hacer perfumes y, si he de serte sincero me gusta mucho el notar que
mi mujercita huele mejor que las rosas y que además tiene la fuente
de los perfumes en su propia casa. Contestó con una sonrisa.



Blanche se sintió halagada
por sus palabras e impresionada por la inocencia de Richard. El creía
que ella y Derim tan sólo se dedicaban al inocente juego de preparar
perfumes.



- No crees que podíamos dedicarnos
a algo más, a algo más productivo que plantar el jardín?.



Richard la miró un momento
incrédulo, no podía creer lo que estaba oyendo.



- Algo cómo que?.



- No sé, a criar animales
por ejemplo.



Richard esbozó una sonrisa
antes de contestar.



- Eso ya lo hacemos, los negros
apenas si dan trabajo y son muy rentables.



- Ya lo sé, pero yo me refiero
a otra clase de animales, como cerdos, gallinas, conejos.



- Eso da mucho trabajo.



- A quien?.



Richard se quedó un momento
pensativo sin saber que contestar. A los negros. concluyó Blanche,
tenemos más negros de los que se pueden necesitar para criar cuantos
animales podamos pensar. Es una forma de usar esos negros y negras que
se pasan todo el día zascandileando y, que lo único que producen
son mamones.



- Pero para eso tendríamos
que comprar al menos unos cuantos animales.



- Claro, sobre todo cerdos, los
conejos y las gallinas los podemos coger a los negros, ellos tienen en
abundancia.



- Pero son suyos. Dijo Richard.



- Cómo que son suyos?. De
quién son los negros?.



- Nuestros.



- De forma que podemos coger a los
negros y venderlos, o matarlos si nos da la gana, y no vamos a poder cogerles
unos cuantos conejos y gallinas. De verdad Richard que no te entiendo.
Los conejos y gallinas son tan nuestros como los propios negros.



Richard tuvo que admitir que el
razonamiento de Blanche era impecable. Tanto los negros como todo lo que
ellos poseían les pertenecía y podían hacer con ellos
lo que les diera la gana.



- Eso te gustaría más
que plantar el jardín?. Preguntó dándose por vencido.



- No tonto, eso además del
jardín. Podemos hacer las dos cosas todo es cuestión de organización.



- Cómo los venderíamos
Blanche.



- No te preocupes por eso, déjame
que yo me ocupe a su debido tiempo, ya verás como encuentro la forma
de hacerlo.



- Dónde montaríamos
los corrales?.



- Para eso si que te necesito, para
eso tu tienes mucho mejor ojo que yo.



- Te parece que mañana salgamos
a buscar un sitio apropiado?.



- Tampoco urge tanto. Tan sólo
necesitaba que estuvieras de acuerdo.



- Por qué no voy a estar
de acuerdo. Nos puede hacer eso algún daño?.



- Creo que no.



- A lo sumo perderemos un poco de
tiempo y de dinero, pero conociéndote como te conozco, dudo mucho
que al final la empresa no sea rentable.



Halagada por las palabras de Richard,
Blanche siguió caminando al lado del transportín, mientras
su mente pensaba en como dar forma a la nueva empresa.



Medio ateridos de frío volvieron
a la casa y Blanche con el espíritu mucho más sosegado que
cuando había salido de ella se hizo preparar un baño por
Tiara.



Metida plácidamente en el
agua caliente, recordó como había visto a Camana doblada
por el peso de los cántaros, mientras parte del agua helada, se
derramaba sobre su espalda.



Unos días después
salieron en busca del lugar apropiado para los corrales. Blanche, no tardó
en descubrir uno que según ella reunía las condiciones ideales,
era llano y despejado de árboles en lo alto de una loma.



- Demasiado cerca de la casa. Objetó
Richard cuando se lo comunicó.



- No veo la importancia que eso
pueda tener, mejor incluso, así podremos vigilarlo con más
frecuencia.



Richard no dijo nada, pero ordenó
a las negras que dirigieran el transportín hacia las chabolas de
los negros.



Ya desde lejos, Blanche comenzó
a sentir el desagradable olor que aquel lugar despedía, a pesar
de estar en pleno invierno.



A su mente vinieron los recuerdos
de aquel día, en que fue testigo de como el reverendo Allen y sus
dos amigos violaban a la negra y, recordó también el intenso
hedor que entonces despedía el lugar, concluyó que efectivamente
Richard tenía razón, el lugar elegido por ella estaba demasiado
cerca de la casa.



Sin duda, en los días de
viento el desagradable olor llegaría hasta ella molestándoles
profundamente.



Se imaginó que aquello pudiera
ocurrir un día en que ellos dieran una fiesta y, pensó el
mal rato que podían pasar ante sus invitados.



Richard encaminó el transportín
hacia otro lugar más alejado de la casa, caminaron por espacio de
casi una hora hasta encontrar el lugar que Richard consideró adecuado.



Al igual que el elegido por Blanche,
estaba situado en una pequeña colina, pero mucho más cerca
del camino que discurría, en aquel trozo, paralelo a la plantación
y, que permitiría en el futuro, la entrada y salida de animales
sin necesidad de circular por los caminos internos de ella, evitando así
que sus habitantes pudieran ser molestados por su presencia.



Una vez decidido que el lugar era
el más apropiado para la cría de ganado, comenzaron el camino
de regreso. Blanche pisó una piedra que apenas sobresalía
de entre la hierba, dio un paso en falso y cayó al suelo quejándose,
mientras sus manos se apretaban sobre un tobillo.



Trató de ponerse en pie y
caminar pero no podía hacerlo sin que el dolor se reavivara a cada
paso.



Richard alarmado y preocupado por
ella, hizo detener el transportín y acurrucándose los dos
en él como pudieron, dio la orden a las negras de ponerse en marcha
de nuevo.



Poco después las sobrecargadas
negras comenzaron a sudar a pesar del intenso frío, pero lo que
realmente preocupaba a Blanche era que las varas del transportín
pudieran romperse.



Cada vez que las negras pillaban
un bache o pisaban defectuosamente por el exceso de peso, la silla se balanceaba
preocupantemente, amenazando con partir las varas que soportaban todo el
peso.



Caminaron así durante un
rato, hasta que por fortuna, se encontraron con un fornido negro que avanzaba
por el camino. Blanche le detuvo y subiéndose sobre su espalda,
se hizo transportar así hasta la casa, sintiendo el calor y el olor
del negro a través de las ropas y con los brazos rodeando su cuello.



Fue una experiencia excitante, sentir
el contacto con aquel cuerpo servil, sometido a su voluntad y usado como
bestia de carga, la produjo una excitación hasta entonces desconocida.
Siempre había rechazado el más ligero contacto con un negro,
la sociedad rechazaba todo contacto entre una mujer y un negro y ella,
educada en tales principios había sentido siempre asco a que tal
cosa pudiera suceder.



Pero la experiencia no sólo
no resulto desagradable, sino que además fue reconfortante y reveladora.



Sintiéndose turbada trató
de alejar de su mente los pensamientos y deseos que acudían a ella,
hasta el punto que ya cerca de la casa ordenó al negro que parara
para bajarse pero, cuando intentó andar el dolor se reavivó
incluso más que cuando se lo había dañado.



Richard la sugirió que volviera
a montar sobre la cabalgadura al ver el gesto de intenso dolor que deformaba
su rostro al intentar caminar de nuevo.



Blanche se dejó convencer
y montó con gusto sobre la espalda del negro tratando de no pensar
en los sentimientos e imágenes que se formaban en su cerebro.



Nada más llegar a la casa,
a pesar de tener el tobillo visiblemente hinchado rogó a Richard
que subieran a la habitación y allí dio rienda suelta a su
imaginación haciendo el amor de una forma apasionada y gozosa.



Rápidamente Richard se hizo
cargo de los trabajos de abono de los campos del jardín, mientras
en la colina elegida para instalar los corrales comenzaban las perforaciones
de un nuevo pozo capaz de suministrar el agua necesaria para la cría
de animales.



Blanche hubo de permanecer en casa
durante una semana con el tobillo hinchado pero no perdió el tiempo,
Durante una semana Derim la enseñó a preparar y manejar los
ingredientes necesarios para controlar "El espíritu de la muerte".



Así lo denominaban entre
ellas por que no conocían otra forma de denominarlo, ninguna de
las dos eran conscientes de lo que era un gas, y ni siquiera se daban cuenta
de que estaban continuamente sumergidas en uno de ellos, gracias al cual
respiraban y vivían, el aire.



Mientras, Barza y Nancary habían
comenzado a sustituir a Derim en la fabricación de perfumes de forma
que la producción no bajase.



Entretenida en estas labores Blanche
vio como los días comenzaban a alargarse al tiempo que el crudo
invierno comenzaba a dar paso a la primavera.



El reverendo Allen, que había
venido a "visitarles" varias veces durante el invierno volvió
una vez más.



Blanche le recibía siempre
con cortesía pero con frialdad, tenía la intuición
de que era mejor llevarse bien con las fuerzas vivas de Bigstone, pero
no sentía ningún apego por la religión y sus representantes.



Mientras el reverendo permanecía
en Viento del Norte, Richard pasaba muchas horas con él discutiendo
sobre religión y, sobre los asuntos mundanos, hasta que cansado
de su presencia terminaba por darle una limosna para su iglesia y, el reverendo
se volvía tan contento al pueblo.



Durante su estancia Blanche de lo
único que tenía que ocuparse, era de que una negra estuviera
dispuesta, a la puerta de su habitación esperándole, para
satisfacer las necesidades que pudiera tener.



Durante más de un mes Derim
se encargó de ir perfeccionando los conocimientos de Blanche hasta
que un día, contra todo pronostico, al levantarse se sintió
con el estómago revuelto y con unos deseos incontenibles de vomitar.



Mientras el estómago se vaciaba
en medio de la habitación, no había tenido tiempo siquiera
de tomar el orinal, pensó que la cena de la noche anterior la había
sentado mal pero, cuando el mareo y el vomito se repitieron varios días
seguidos la ilusión, una ilusión que dormía agazapada
en su ser se despertó de pronto, creándola una gozosa ansiedad
hasta entonces desconocida.



- ¿Estaré embarazada?.
Se preguntó sin atreverse a comunicar sus ilusiones a Richard.



Nunca, salvo los primeros tiempos
en que se dedico a la prostitución, había observado las fechas
de sus reglas, éstas se presentaban cada mes pillándola de
improviso, pero ahora fijó aquella fecha en su memoria, tenía
la sensación de que hacía mucho tiempo que no había
tenido la regla, pero su memoria, en ese aspecto era poco fiable.



Pero estaba segura de que su ultima
regla había sido antes de que en el cuartucho de Derim asistiera
al experimento del espíritu de la muerte.



A medida que pasaban los días
los síntomas se hicieron más evidentes, alborozada notó,
como sus pechos se endurecían he hinchaban hasta producirla un ligero
dolor.



Richard, al principio preocupado
por sus vómitos, comenzó a mirarla más detenidamente
cuando pensaba que ella no se daba cuenta y, lo que podía descubrir
le llenaba de gozo.



Un intenso brillo en la mirada de
Blanche y, su continuo buen humor le indicaron que algo estaba pasando,
pero estuvo muy lejos de descubrirlo.



Blanche dejó pasar el tiempo
cada vez más convencida que no había sido solo una falsa
alarma y, sólo cuando hubieron pasado dos meses de los primeros
síntomas sin que la regla reapareciera, le comunicó a Richard
que creía estar embarazada.



Continuará...



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