El Estero 5
Los pajeros
Casi al llegar a la carretera en la cual tomar�a el bus de
regreso a la ciudad, escuch� unos sonidos caracter�sticos. C�mo dispon�a de
algunos minutos todav�a, decid� ir a averiguar de que se trataba.
Efectivamente era lo que me supon�a. Dos adolescentes
imberbes estaban observando las viejas fotos de una revista pornogr�fica,
mientras se masturbaban con lentitud.
Los chicos tendr�an unos 14 o 15 a�os, muy parecidos entre
s�. El que parec�a un poco mayor, era algo grueso de cuerpo, moreno claro, sin
un pelo en el cuerpo, s�lo con un leve vello oscuro. Entre sus piernas se ergu�a
un m�stil de unos 17 cms., delgado y recto, que el chico manipulaba con suma
habilidad. La cabeza era color rojo oscuro, muy redonda y su extremo se hallaba
brillante por la lubricaci�n. El chiquillo medir�a 1,65 y ten�a una cara de
caliente que no pod�a ocultar.
El otro muchachito, de unos catorce a�os, era delgado, con
una piel m�s bien clara, en la cual se dibujaba claramente la marca del traje de
ba�o tipo short que ten�a afirmado en sus muslos. Entre sus dedos sosten�a y
sobaba una herramienta gruesa, de unos 15 cms. de longitud, con una cabeza
puntiaguda, h�meda por los l�quidos lubricantes. Su forma, arqueada hacia abajo,
contrastaba con el f�sico del jovenzuelo, pero se mostraba muy apetecible como
despedida de este magn�fico d�a.
�Les puedo acompa�ar? �les manifest�, con mi zunga a�n
muy instalada en mi cuerpo, pero que mostraba la carpa en su frente.
Eeeeeh, si, si. �contestaron los chicos intentando
ocultar una erecci�n que sus manos no lograron cubrir.
Yo tambi�n ando caliente y la revista parece buena
�prosegu� mientras met�a la mano a mi zunga y me sobaba descaradamente.
Si, est� buena. �Anda de vacaciones caballero?-dijo el
mayor.
Si, bueno, vine a pasear por el d�a para conocer. A ver,
mu�strame las fotos para hacerme una paja tambi�n.
Esta vieja est� rica, mire como chupa el pico. �dijo el
menor mientras me mostraba la foto de una mujer tetona mamando una verga
blanca.
Tienen buen pico ustedes �les dije, mientras observaba
goloso los penes de los muchachitos, quienes inmediatamente adivinaron mi
prop�sito.
�Y anda solo? �pregunt� el mayor.
Si, ahora me voy a Santiago. Voy a tomar el bus. Pero una
pajita no me caer�a mal.
�Y usted est� casado? �dijo el otro, con la
intencionalidad propia de una pregunta de ese tipo.
No, soy soltero -�listo! La siguiente pregunta lo dir�a
todo.
�Y vive solo? -�justo lo que yo supon�a! Estaban
asegur�ndose que yo fuera maric�n.
No, vivo solo ...y no me gustan las mujeres... �Todo
estaba dicho.
A partir de all� las cosas fueron f�ciles. Baj� mi zunga y me
masturb� delante de ellos por unos momentos, al tiempo que me invitaban a
recostarnos junto a unos arbustos, mientras hac�an lo posible por excitarme un
poco m�s, sin saber como proponerme lo que todos quer�amos.
Yo tom� la iniciativa, elogiando sus miembros juveniles.
Luego le dije a Gonzalo, el mayor
Parece que tienes el pico muy duro �le coment�
�Quiere tocarlo? �me dijo
�Puedo? �respond�.
El chico no me dijo nada, simplemente se sent� a mi lado
apoyando sus manos en la hierba. Yo cog� entre mis dedos su duro ariete,
iniciando un sube y baja en�rgico que invit� al menor a acercarse m�s, haciendo
un comentario de "no hab�a visto nunca a un gue�n haci�ndole la paja a otro, en
las puras revistas, pero con minas". Por cierto ese comentario me excit� a�n
m�s, por lo que hice que Manolo se acercara, tom�ndole su pene con mi mano
libre.
Dada la hora del d�a, apresur� los movimientos, pero sin
desaprovechar la oportunidad de volver a comer carne fresca. Me acomod� entre
las piernas de Gonzalo dispuesto a devorarle su herramienta, mientras invitaba a
Manolo a penetrarme mientras lo hac�a. Ambos lolitos no esperaron que repitiera
la invitaci�n, simplemente se acomodaron en sus posiciones y comenzamos la
desigual batalla de dos contra uno.
Yo conserv� puesta mi camiseta, mientras la mochila
permanec�a a un lado como muda observadora.
Advert� que ambos chiquillos eran v�rgenes en estas
actividades, pues tuve que ir dirigi�ndolos en cada etapa del combate. Sin
embargo el m�s peque�o, quien me taladraba mi agujereado orificio, parec�a no
necesitar muchas instrucciones, puesto que pasado unos pocos minutos, se recost�
en mi espalda, pasando su mano por debajo de mi cintura y cogi�ndome el pene con
mucha habilidad, sin que su amigo se diera cuenta.
Gonzalo ya hab�a aprendido a acariciarme el cabello. Con
ambas manos dirig�a mis movimientos y me sobaba la espalda con delicadeza,
mientras lanzaba suaves gemidos que demostraban su calentura. Su pene chocaba
contra mi paladar, mientras mi lengua le acariciaba el glande. Sus jugos sal�an
copiosamente, demostrando el grado de excitaci�n en que se encontraba.
Ambos chicos hac�an comentarios entre ellos que me calentaban
a�n m�s. Aparentemente estaban poni�ndose de acuerdo para irse cortados
simult�neamente, cosa que yo tambi�n quer�a hacer.
Cuando advert� que Manolo aceleraba sus movimientos de
penetraci�n, llev� mi dedo del amor disimuladamente al ano de Gonzalo. El chico
separ� sus piernas ligeramente y me dej� sob�rselo con delicadeza. Luego tom� mi
mano como autoriz�ndome a ser m�s osado. Entonces la saqu� de ese lugar, la
humedec� con mi propio lubricante y volv� a la carga.
Manolo no hab�a perdido el control de mi pene. Junto con
manosearlo con energ�a, pasaba sus dedos por mi extremo, recog�a gotas de
lubricante, que luego distribu�a a lo largo de mi herramienta, haciendo m�s
placentera la paja.
Gonzalo separ� un poco m�s sus piernas y empuj� mi mano entre
ellas. Como respuesta hurguete� en su agujero, logrando introducir la mitad de
mi dedo, donde empec� a juguetear, provocando las convulsiones del chico, el
cual apretaba sus m�sculos anales lo cual me demostraba lo mucho que estaba
disfrutando.
Manolo me acariciaba los test�culos mientras me pellizcaba
delicadamente las tetillas. Yo llevaba mi otra mano hacia atr�s y le cog�a sus
huevos suavemente, para luego jugar en la entrada de mi ano. Enseguida recorr�a
lo poco que sobresal�a de su verga, bajaba a sus coquitos, segu�a m�s all� y
masajeaba el espacio que va desde el ano hasta la base del pene. Tantas veces
hice esto, que el chico pronto me mostr� por el engrosamiento de su nervio, que
ya estaba pronto a acabar. Adem�s increment� sus movimientos de mete saca y la
profundidad de sus penetraciones.
Gonzalo entendi� lo que estaba pasando, seguramente porque
los chicos se miraron entre si. Yo penetr� m�s a�n su ano con mi dedo; el chico
comprimi� su agujero y arque� levemente su cuerpo. Le se�al� con mi mano a
Manolo que me masturbara m�s r�pido. El ni�o entendi�. Apret� mi miembro con
fuerza y comenz� a imprimirle m�s velocidad a la paja que me estaba prodigando.
Mi miembro se cubri� de lubricante, endureci�ndose m�s que nunca.
De pronto Gonzalo dobl� sus piernas y las separ� lo m�s que
pudo, casi hasta que sus rodillas tocaron el suelo, irgui� su ingle y apret� mi
cabeza contra su vientre. Sus pelos penetraron en mi nariz, donde me llenaron de
sus juveniles olores de macho virgen, bueno ex virgen. Luego dej� de respirar y
con un suspiro inmenso, comenz� a llenarme de su leche caliente, pegajosa y
azucarada.
Manolo me masturb� mucho m�s r�pido. Pronto sent� que su
verga crec�a en tama�o y su nervio se hinchaba enormemente. Sent� en mis dedos
como pasaba el viril l�quido, el cual estall� en mi interior con fuerza juvenil,
llenando cada espacio de mi ano. El l�quido brotaba como de una llave de jard�n,
copioso, abundante, en�rgico. Pocas veces he sentido, realmente, como mojan mi
interior, pero este mocoso lo hab�a conseguido. No solo sent�a que su pene era
m�s grueso, sino que percib�a el golpe de su juvenil semen en mis entra�as. Era
fant�stico, maravilloso. Cuando ello estaba sucediendo, el chiquillo manej� con
suma habilidad mi pene, comunic�ndome que ya era tiempo que yo le acompa�ara. La
eyaculaci�n sali� inesperada, incontrolable, caliente, abundante. Sin yo
ped�rselo, el muchachito recogi� una parte de mi leche y la distribuy� en mis
mejillas, en mis nalgas, en mi pecho y en mi espalda.
La risa brot� espont�nea, juvenil, alegre. Gonzalo sac�
disimuladamente mi dedo de su ano, al tiempo que re�a ruidosamente. Todos
re�amos con ganas. Yo me tumb� en la hierba, mientras limpiaba lo que pod�a de
mi pegajoso cuerpo. Observaba la alegr�a reflejada en el rostro de los mocosos.
Era hermoso ver a esos adolescentes jugar con sus a�n erguidos penes, los cuales
me los ofrec�an para que se los dejase limpios y relucientes. Mientras me
vest�a, saqu� cada resto de sus jugos, aprovechando de tocar un poco m�s su
tierna piel
Tanta algarab�a produjimos, que unos muchachos que acertaban
pasar por ah� se acercaron a ver qu� pasaba. Cuando llegaron ya est�bamos
vestidos y yo hab�a comenzado a alejarme de ah�, ya que la hora era avanzada y
quer�a coger el �ltimo bus a la capital. Imagino, por los gritos y risotadas que
escuch� a mis espaldas, que los chicos le estaban contando la haza�a a sus
amigos. Por supuesto me sonre�, reci�n estaba sembrando y la cosecha pod�a ser
muy abundante.
Cuando desde el puente que cruza el estero volte� para
despedirme de mis reci�n conocidos amigos, los seis chiquillos que hab�an
llegado reci�n me mostraban imp�dicamente sus maravillosos sexos, invit�ndome a
bajar para "hacerles el favor" como ellos le llamaban.
La tentaci�n era muy grande. Pero ya era muy tarde para
regresar. S�lo atin� a gritarles un d�a de la semana siguiente para
encontrarnos. Como respuesta los chicos me mostraron sus ya erguidos miembros y
dos de ellos, no s� si en serio o no, me mostraron sus tiernas nalgas.
No volv� a mirar para atr�s. Mis aventuras en el estero
reci�n estaban comenzando.
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