Capitulo tercero

Al regresar de la playa decidimos darnos un ba�o en la
piscina , pues todav�a faltaba un buen rato para la hora de comer. Pero al
llegar, mi madre le dijo a Miguel que fuera a su casa r�pidamente ya que sus
padres lo estaban esperando.

Mientras �l marchaba, me explic� que la abuela de Miguel, que
ya era muy mayor y llevaba tiempo enferma, hab�a empeorado y se tem�a lo peor.
Sus padres deb�an desplazarse con urgencia a la ciudad, a unos 50 kil�metros del
pueblo d�nde verane�bamos y ella hab�a propuesto que Miguel se quedara con
nosotros esta noche para evitarle sufrimientos, a lo que accedieron agradecidos.
As� que, hab�a pensado - me dijo - que como nos hab�amos hecho tan amigos,
Miguel pod�a dormir en la cama supletoria que hab�a en mi habitaci�n, aunque si
eso me molestaba lo instalar�a en el cuarto de los invitados. Azorado, simulando
indiferencia, le contest� que no, que no me importaba.

Por supuesto que me importaba. Miguel iba a pasar la noche en
nuestra casa, en mi habitaci�n... Estuve impaciente y nervioso hasta que bien
entrada la tarde apareci� toda la familia y mientras sus padres se desped�an de
los m�os agradeci�ndoles de nuevo su amabilidad, acompa�� al chaval a mi
habitaci�n para que dejara la bolsa que hab�a tra�do con una muda limpia y el
cepillo de dientes. Volvimos al jard�n con el tiempo justo para que se
despidiese de su familia.

Hasta la hora de la cena estuvimos jugando y hablando de
todas las cosas que interesan a los chicos a esa edad : nuestras aficiones,
deportes, equipos de f�tbol, etc. Miguel rebosaba energ�a, infatigable se
esforzaba en los juegos de ejercicio f�sico para superarme a pesar de la
diferencia de complexi�n que nos separaba la edad. Siempre alegre y muy amigo.

Despu�s de cenar mientras mir�bamos alg�n aburrido programa
en la televisi�n, not� un cosquilleo agradable en la nuca y al girarme pude
apreciar que Miguel acariciaba mi cuello con sus dedos mientras sonre�a. La
sensaci�n que produjo me hizo estremecer y creo que si hoy d�a me pidieran
definir la palabra felicidad , creo deber�a referirme a la emoci�n que sent�
aquel escaso minuto, que me hac�a vibrar desde la cabeza hasta los dedos de los
pies como una descarga el�ctrica. No he vuelto a sentir nada parecido en mi
vida. Aquel gesto reflejaba todo : amor, cari�o, amistad, simpat�a, complicidad.
Y dur� poco menos de un minuto porque, de pronto me di cuenta que mi madre nos
estaba observando con una mueca de incredulidad y asombro. Y yo, cobarde,
aterrorizado, realic� un movimiento brusco de la cabeza que le oblig� a retirar
la mano. La imagen de tristeza reflejada en su cara por mi rudo rechazo todav�a
me hiere cada vez que lo recuerdo.

Pas� unos momentos terribles con un sentimiento de furia
interna por mi cobard�a, pero pronto me di cuenta que estabamos fatigados por el
ejercicio de todo el d�a y que Miguel se estaba quedando dormido, lo cual era lo
�ltimo que yo deseaba en aquellos momentos. As� que realizando un bostezo
exageradamente ruidoso, d� las buenas noches a mis padres aduciendo que estaba
muy cansado y me dirig� a mi habitaci�n. Entonces empec�, nervioso, a contar
mentalmente : uno, dos , tres... y antes de llegar al cuatro se produjo lo que
yo esperaba anhelante : La voz de Miguel comentando que �l tambi�n estaba
agotado y que se iba a dormir.

Subimos a la habitaci�n que estaba en una buhardilla del piso
superior, alejada de la de mis padres. Estaba nervioso, convencido que algo iba
a ocurrir, aunque sin saber exactamente el que. Nada m�s entrar, pas� el cerrojo
a la puerta y empec� a tener una erecci�n que no pod�a controlar. Le indiqu�
cu�l ser�a su cama, y mientras Miguel se sentaba en ella me despoj� de la camisa
y los vaqueros, conservando los calzoncillos, pudiendo comprobar en todo momento
que Miguel no quitaba la vista del bulto que all� se marcaba.

Me estir� en mi cama y le ped� disculpas por el gesto de
rechazo, que hab�a realizado instantes antes, aclarando que fue porque mi madre
nos miraba. Sus ojos volvieron a chispear alegres al o�rme, manifestando : Pens�
que te hab�a molestado...

Continuamos comentando alg�n incidente del d�a cuando,
levant�ndose, se acerc� al borde de mi cama y mientras segu�a conversando se fue
desabrochando lentamente la camisa hasta quit�rsela. Prosigui� sin prisas
aflojando el bot�n de sus shorts, bajando la cremallera dej�ndolos caer al
suelo, conservando los calzoncillos. Todo ello a un palmo de mis narices como si
se tratase de un striptise dedicado a mi.

Observaba extasiado aquel cuerpo perfecto de joven atleta, el
contraste de su piel algo bronceada por el sol con sus calzoncillos
impecablemente blancos cuando, recogiendo la ropa del suelo dio media vuelta y
se dirigi� a colocarla en la silla que hab�a en el extremo de la habitaci�n.
Pens� cariacontecido que el espect�culo hab�a finalizado, pero me equivocaba
pues al instante volvi� a colocarse a un palmo de mi cama y con aquella sonrisa
maliciosa que yo ya empezaba a conocer, empez� a bajarse los calzoncillos
manteniendo su mirada fija en mis ojos, los cuales inevitablemente se desviaron
hacia su sexo semierecto el cual contemplaba por vez primera en toda su
plenitud.

No me pude contener m�s. Incorpor�ndome, le mir� directamente
a sus ojos verdes y atrayendo su cuerpo hacia m� lo abrac� con fuerza, notando
el contacto de su sexo con mis calzoncillos, mientras los dedos de mi mano
izquierda acariciaban su nuca, como �l hab�a hecho poco antes conmigo ante el
televisor. Permanecimos unos segundos de pie, temblando por la emoci�n, mientras
sent�a el calor de su mejilla en la m�a, la suavidad de su cuello, el latir con
fuerza de nuestros corazones en el pecho y el roce de nuestros sexos que no
evit�bamos, teniendo como �nica barrera, la fina tela de mi slip.

Miguel alarg� el brazo y empez� a acariciar el bulto que ya
entonces se marcaba de forma importante en mi ropa interior, para a continuaci�n
dejar deslizar sus dedos, que me pareci� que ard�an, por dentro de la banda
el�stica, entreteni�ndose en juguetear con los rizos de mi vello p�bico para
inmediatamente despu�s palpar el miembro entero, palpitante, provocando que se
me escapara involuntariamente un peque�o gemido. Era la primera ocasi�n que
Miguel me tocaba y la sensaci�n de placer se iba haciendo cada vez m�s intensa.
Nervioso, con mi mano busqu� el suyo vibrante, caliente, extraordinariamente
suave y tambi�n sus test�culos, redondos, duros e incre�blemente sim�tricos.

Entre jadeos entrecortados nuestros labios chocaron
involuntariamente, mientras �l consegu�a bajarme los calzoncillos por completo.
Nos abrazamos fuertemente apretando nuestros muslos contra el otro, forzando la
fricci�n de nuestros sexos calientes. Busqu� sus labios con los m�os y pude
notar, y ver, un esbozo de sonrisa en los suyos cuando contactaron.

Le tom� de la mano y lo conduje a su cama. Se ech� de
espaldas y sin pensarlo dos veces me deslic� encima suyo. Moviendo ambos las
caderas frotamos nuestros sexos firmes mientras nos bes�bamos. Mis manos no
pod�an evitar acariciar su cabello, sus, mejillas, sus orejas y su cuello suave
ba�ado con una fina capa de sudor. Al coincidir los dos en un peque�o gemido
nuestras lenguas se encontraron un segundo provocando un efecto electrizante.
T�midamente busqu� la suya nuevamente para repetir esta sensaci�n que fue
haci�ndose cada vez m�s maravillosa, abandon�ndonos ya definitivamente en la
exploraci�n de la boca del otro aprendiendo por primera vez este nuevo placer
que hasta entonces desconoc�amos.

Despu�s de unos minutos de la felicidad m�s absoluta,
aumentando fren�ticamente el ritmo de frotamiento de nuestros cuerpos, y en
medio de un placer indescriptible y peque�os jadeos incontrolados, Miguel emiti�
un gemido de mayor intensidad y con una serie de peque�as contracciones eyacul�
sobre mi. Lo abrac� con fuerza y tras un par de empujones de mi vientre buscando
el contacto con su sexo h�medo alcanc� el orgasmo m�s intenso de mi vida
vaci�ndome encima suyo.

Permanecimos unidos en la misma posici�n y mientras besaba su
cuello, Miguel con voz temblorosa me confes� que era la primera vez que
eyaculaba y aunque hab�a o�do hablar sobre ello, no pod�a imaginar lo fascinante
que pod�a ser y que se alegraba que esta primera vez hubiera ocurrido conmigo,
puesto que a mi me quer�a. No pudiendo evitar que se me escapase una l�grima le
dije...Te quiero, Miguel, yo tambi�n te quiero. Volvimos a besarnos largamente
hasta quedar dormidos abrazados en la m�s absoluta felicidad.

Despertamos por unos golpes en la puerta y la voz de mi madre
que nos apremiaba a levantarnos y bajar a desayunar. Nos duchamos por separado y
no juntos como hubi�ramos deseado porque el cuarto de ba�o estaba en el pasillo
y mi madre merodeaba por all�.

Una vez vestidos, bajamos a la cocina y all� estaban los
padres de Miguel que ven�an a buscarlo para llev�rselo a la ciudad pues la
abuela segu�a grave.

Se marcharon despu�s de desayunar sin poder despedirme a
solas de Miguel, sin poder decirle tantas cosas como hubiera querido decirle,
sin poder besarle una vez m�s. Me invadi� una sensaci�n de tristeza y soledad
que no me abandonar�a en todo el resto del verano. Y aun m�s triste me habr�a
quedado si hubiera sabido que tendr�an que transcurrir casi dos a�os hasta
volver a verlo, cuando me lo encontr� por casualidad en una calle de la ciudad.
Pero esa ya es otra historia...

FIN

P.D : "Miguel", si alg�n d�a llegas a leer �ste relato quiero
que sepas que nunca te he olvidado.

Cualquier comentario que quer�is hacer, o compartir alg�n
relato de ficci�n o experiencias reales ser�n bien recibidos.

Si recibo e-mails suficientes igual me animo a escribir la
continuaci�n...