Ese d�a le hab�a prestado el departamento a Arturo para que
se reuniese con su amiga, as� que me avoqu� de lleno a mi trabajo, dedic�ndole
m�s de la cuenta no tanto por el amor al yugo sino por el arte de sacarme esa
espina de celos que me hab�a quedado, sabiendo que �l disfrutaba de mi estancia
con una mujer, v�a por la que pod�a perderlo.
No quise darle importancia pero all� estaba la idea y, en
cada distracci�n me sorprend�a imaginando lo pasaba en mi departamento entre �l
y su amiguita.
Era consciente de que lo quer�a bien y de que aquello alguna
vez deb�a suceder como tambi�n de que lo nuestro tarde o temprano deb�a
terminar.
Le hab�a prestado mi morada para las horas de la siesta, as�
que a eso de las veinte deb�a estar desocupado, seg�n lo pactado, pero vaya mi
sorpresa cuando ingres� al departamento y me los encuentro semi vestidos.
Arturo con su mejor bolero, un tri�ngulo de tela conten�a su
aparato sujeto a el�sticos que se enancaban en sus caderas con un tercero que se
perd�a en la raja de su culo, dejando sus hermosas y duras nalgas bien
expuestas.
No pude evitar extasiarme en su imagen de macho joven y
hembra m�a.
� Es Graciela, dijo present�ndome a su amiga, una joven de su
edad de largos y renegridos cabellos que le ca�an en cascada por los hombros,
ojos azabaches de mirada profunda, tez trigue�a, menuda, enfundada en una
playera sin brasiere y un breve pareo.
Me salud� con un beso en la mejilla que retribu� gustoso. En
verdad formaban una buena pareja.
� Los padres de Graciela no est�n, as� que puede quedarse
ac�, si lo permites, dispar� Arturo y me v� durmiendo en el sof�.
� Por supuesto, contest�, pero d�jenme cambiarme que ha sido
un d�a largo, y pidan algo de comer, con lo que me dirig� a la habitaci�n, que
estaba hecha un desastre con la cama destendida, donde me desnud� y me fu� a la
ducha para un reparador ba�o.
El agua tibia calm� mis ansiedades y relaj� mis m�sculos.
No puede evitar pensar en esa chica, pero lo m�s inteligente
que pod�a hacer era asumir la situaci�n y dejar que corriera, que sea lo que
deba ser.
A�n estaba en la ducha cuando llamaron la puerta y supe que
era el pedido.
Sal� del ba�o, me puse una bermuda, una camisa abierta y, en
ojotas, me present� en el estar, donde ya estaban servidas las empanadas y la
cerveza.
Entramos en charlas de circunstancias mientras com�amos, con
un fondo musicial de un CD rom�ntico, hasta que romp� el fuego:
� Supongo que la pasaron bien, dije
� Muy bien, fue fabuloso, dijo Arturo y Graciela contest� con
moh�n. "Graciela es una gran profesora", agreg�, a lo que intervino �sta,
toda colorada, asegurando "no es cierto", y �l insisti� "sabe hacer el
amor como los dioses y me hizo gozar como loco", y ella, "callate, ya",
a lo que intervine dici�ndole "no sientas verg�enza, no hay cosa m�s bella
que hacer el amor y gozar con la otra persona, hablar de ello es bueno porque
nos permite conocernos mejor y aprender lo que le gusta al otro, as� que no te
pongas vergonzosa.", a lo que ella dispar� sin tapujos "yo s� todo lo que
pasa entre ustedes.", dej�ndome petrificado, "es decir, continu�, s� que
gusta hacer el amor con hombres y mujeres, me lo cont� Arturo".
Fue un baldazo de agua fr�a que me dej� helado, sin palabras
y seguramente con una expresi�n de bobo, porque agreg� "no te enojes, yo
ten�a una amiga con la que hac�amos cosas".
� �Qu� cosas? Inquir� para relajarme despu�s de tama�a
sorpresa. El que no parec�a sorprendido era Arturo que miraba la escena con una
sonrisa c�mplice. "Las cosas que se hacen entre mujeres, dijo, yo te ense�ar�,
agreg�, claro que no hay mujer, pero es parecido; despu�s me ense�as t� como
lo hacen los hombres.."
Evidentemente no era una santa y le llevaba kil�metros a
Arturo, quien reci�n ten�a su primera experiencia con ella. "Est� bien",
dije aceptando la propuesta a�n sin haber entendido bien como era la cosa.
Arturo removi� la ratona y sac� a bailar a su amiga.
Inmediatamente se fundieron en un abrazo al comp�s de sus ardores m�s que al
comp�s del bolero que llenaba la habitaci�n.
Ella colgada literalmente del cuello de �l, con sus manos
asidas a la nuca, su cabeza apoyada en la clav�cula de �l porque no le alcanzaba
al hombro, sus cuerpos adheridos entre s�, mientras el con sus manos sobre las
nalgas de ella la presionaba hacia el propio cuerpo.
Disminu� las luces dejando el ambiente en agradable penumbra
y me sent� en un sill�n a ver el espect�culo que me hab�an prometido, con un
vaso de licor en la mano y dispuesto a dejar que pase lo que deb�a pasar.
Desde mi posici�n no pod�a evitar ver, en primer plano, la
zona de los cuerpos donde el termina el tronco, es decir la genital. En el paso
de la danza, el muslo de �l ingresaba entre las piernas de ella y, con sus
brazos, la apretaba contra s� haciendo rozar el muslo contra el cl�toris de la
hembra, quien se entregaba a esa placentera caricia, se abandonaba al var�n.
Ella ten�a los ojos cerrados por lo que deb�a estar entregada
a sus sensaciones, en especial sintiendo el calor de la verga ya visiblemente
erguida, casi sali�ndose del suspensor que la conten�a.
La habitaci�n ard�a y el calor de la pareja se contagiaba a
todas las cosas, incluso a mi, que ya me hab�a sacado la camisa, quedando con el
torso al aire y empinado el sexo, a pesar de no quererlo.
Arturo subi� sus manos, enganch� la playera y la tir� hacia
donde estaba, liberando los pechos de la mujer que, de inmediato se asentaron en
el torso del hombre, quien con sus manos le acariciaba la espalda y a veces las
tetas, relami�ndosela con besos tanto en la boca como en nuca.
Pod�a sentir los jadeos de ambos, ya casi desnudos,
meci�ndose al son m�s de sus propios ardores que de los arpegios.
El baj� una de sus manos y desprendi� el breve pareo que vol�
al piso dejando el espect�culo de la mujer desnuda.
Su cuerpo joven y menudo reconoc�a las gr�ciles formas
femeninas y una armon�a interna resaltaban los contrastes de sus trazos. Los
hombros y pechos medianos diverg�an de sus anchas caderas, sus no menos
ostentosas nalgas, y sus muslos gruesos, fuertes y bien torneados.
Deb� reconocerlo que, no siendo una potra, era una mina
fuerte.
La mujer baj� sus brazos, acarici� el torso de Arturo, al que
no dejaba de besar y mordisquear en los pezones preferentemente, apoy� sus manos
en el regio y lampi�o culo de mi amante, acarici�ndole fuertemente, y le liber�
su sexo dejando caer la prenda masculina.
Ya libre la verga de Arturo luc�a en todo su esplendor,
apoyada sobre el vientre de la mujer quien, descaradamente, refregaba su
cl�toris en el muslo de su amigo.
El olor a sexo invad�a la habitaci�n y no era inmune, as� que
debo haber hecho alg�n gesto como acariciarme mis pezones o tocar mi pene, que
fue respondido por Arturo jal�ndome con su mano hacia ellos. Los tres quedamos
abrazados en esa improvisada pista de baile. El le dio un apasionado beso en la
boca a Graciela mientras con su mano masajeaba mi pija, para despu�s meter su
lengua en mi cavidad y hacerme sentir suyo, abandonado en sus brazos
irresistibles, para separarse de mis labios y ofrecerlos a ella, quien se peg� a
mi boca perfor�ndome con su lengua, la que explor� vehemente y sedienta mi
caverna.
Arturo aprovech� la ocasi�n para liberarme de la bermuda y mi
cuerpo qued� desnudo, sintiendo la mano de la mujer descubriendo mis genitales.
Estaba desnudo y entregado a ese juego er�tico de los tres y ya hab�a perdido
toda capacidad de resistencia.
Estaba preso de la pasi�n que herv�a sangre al ritmo de la de
ellos, quienes se liaron entre s�, ocasi�n que fue aprovechada por mi para bajar
besando y mordiendo el torso y los pezones de ambos hasta arrodillarme dejando
mi boca a la altura de los genitales de ambos.
La verga estaba enorme, nunca antes la hab�a visto en esas
dimensiones y no pude evitar met�rmela a la boca y empezar una breve mamada que
interrump� para olisquear el sexo de ella, embriagarme de su olor de mujer
mezclado con el aroma de la leche de �l, clitorearla con suaves leng�etazos que
se expandieron tambi�n por el resto de su concha en llamas.
Estaba en esos menesteres cuando la pija de Arturo se
present� a mi boca. Se hab�a colocado atr�s de ella y, entre sus piernas, pasaba
su pedazo en busca de la vagina, as� que aprovech� para mamarla un instante
antes de que Arturo se sentara en el posabrazo de sill�n desde donde atrajo a la
mujer para clavarle su estaca en la vagina, la que penetr� de un solo golpe,
ensart�ndola entre jadeos y ayes.
Graciela estaba a mi portento. Estaba sentada con la espada
del hombre en su agujero, d�ndole la espalda, y ofreci�ndome su frente. No
esper� la orden, sub� a besarle los pechos, con leves mosdiscones a los pezones,
acarici�ndola por entero para luego arrodillarme y darme un banquete chup�ndole
la concha mientras la penetraban, lamer el tallo que la perforaba y mamar los
huevos de mi amante.
Los gemidos de ambos daban cuenta de su pasi�n, as� que me
concentr� en el cl�toris de la mujer masaje�ndole con mi lengua en forma
circular, lo que aument� su excitaci�n: agarr�ndome la cabeza, movi�ndose como
loca, arque� su cuerpo y experiment� un intenso y prolongado orgasmo.
La contracci�n involuntaria de su concha, con sus labios
rojos e hinchados y su bot�n engrandecido, se contagi� a mi lengua que sinti�
como los m�sculos de ella se tensaron y se dilataron al m�ximo en el momento del
�xtasis, para continuar con contracciones involuntarias menores que fueron
mermando en su intensidad hasta quedar lasa apoyada en Arturo, quien la abrazaba
con su verga erecta adentro de su cueva.
El sexo de la mujer fue relaj�ndose pero antes de terminar
este proceso nuevas y suaves contracciones se desencadenaron en la zona.
Ella retir� suavemente mi cabeza de entre sus piernas y se
par�, liberando la pija de Arturo que continuaba adentro de su vagina, para
reponerse en el sof�. Ante m�, ese hermoso instrumento del hombre insatisfecho,
era una tentaci�n irrefrenable, por lo que le dediqu� mis mejores artes
mamatorias, haci�ndole todo lo que sab�a le gustaba, lo que era recibido con
fruici�n por el macho enardecido.
Casi repuesta se acerc� y me dijo al o�do "me has hecho
gozar como mi amiga".
La escena entre ambos hombres debi� excitarla porque me
retir� del pingo y me sent� en el sof�, para luego traer a Arturo, quien,
poniendo mies piernas en sus hombros, me ensart� con su extraordinario obelisco.
Usando su saliva por todo lubricante me apunt� su instrumento y sin mucho
esfuerzo abri� mi puerta sac�ndome un gemido que se extendi� todo el tiempo que
dur� su perforaci�n hasta el tope.
El pij�n de Arturo me era conocido y, por su tama�o, cada vez
que me la daba por el culo me desgarraba por dentro. Cuando hizo tope se detuvo
para que me acostumbre a esa mezcla de ardor-dolor que sent�a en mi trasero, se
dilate mi cuenco y amanezca el deleite de ser pose�do.
Cuando se distendi� mi rostro �l empez� un bamboleo con su
m�stil que estiraba a�n m�s mis profundidades, arranc�ndome olas de intensa
sensualidad. Ella, en tanto, se acomod� a la grupa de Arturo y comenz� un beso
negro como pocos, cogi�ndole y acarici�ndole por dentro con su lengua, ora
us�ndola de pala, ora endureci�ndola como peque�o rabo.
El placer que le depar� la mujer en su trasero excit� m�s a
Arturo, y sent� como su pija se abultaba a�n m�s y, transformado su rostro,
comenz� un vehemente pistoneo que no se detuvo hasta que explot� llen�ndome las
entra�as con la violencia de sus sacudidas y las emanaciones intermitentes de su
esperma.
Goc� de su explosi�n y de su relajaci�n.
Fl�cida, su enorme arma abandon� mi culo, asom�ndose por mi
agujero la mezcla de los humores propios y de Arturo.
Mi verga permanec�a erecta por lo que la mujer, sin decir
palabra, se aboc� a una breve fellatio hasta descargarme.
Quedamos poco menos que deshechos, reponi�ndonos.
Con las primeras fuerzas serv� licor para todos y bebimos
entrelazando los brazos entre los tres.
Luego fuimos al dormitorio a compartirnos amontonados en la
cama.
Nuestra enriquecida relaci�n, ahora de a tres, continu�
durante todo el tiempo que duraron los estudios universitarios de ambos, que no
fue poco.
Con el tiempo descubr� que el p�caro de Arturo le hab�a
ocultado una parte importante de nuestra relaci�n a Graciela, su pasividad. Fue
durante una sesi�n entre los tres, cuando, consumido por la pasi�n, pidi� que lo
penetrara por atr�s mientras la ten�a clavada a ella, quien sinti� el impacto de
mi culeada a Arturo por el crecimiento, a�n m�s, de la verga en su interior, las
expresiones de placer y el gozo extremo que experiment� al eyacular y
descargarse en su orgasmo anal.
Despu�s de esa experiencia inolvidable les regal� un
consolador y le ense�� a Graciela a manejarlo, arranc�ndole los m�s
extraordinarios placeres.
Ha pasado mucho tiempo, ahora viven en otra ciudad y de vez
en cuando mantenemos alg�n contacto.
Agradecer� califiquen esta historia.
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO