Hace ya un buen n�mero de meses que soy asiduo lector de esta
p�gina y tal vez por ese motivo est� aqu� hoy escribiendo estas l�neas para
vosotros. A lo largo de este tiempo, he le�do un considerable n�mero de relatos.
Algunos buenos y otros� en fin, tambi�n he le�do otros.
Un buen n�mero de autores comienza describi�ndose a si mismo con m�s o menos
detalle. En mi caso no hay mucho que contar. Soy un hombre con la veintena
bastante cumplida y con novia desde hace alg�n tiempo, el resto de detalles creo
que no ser�n de excesivo inter�s por el momento.
Todo comenz� un d�a al salir del trabajo para ir a comer antes de seguir
trabajando otro pu�ado de horas. Como ven�a haciendo d�a tras d�a, me dirig� al
atestado bar de siempre. Siguiendo la monoton�a que parece conducirnos a muchos
trabajadores de ciudad, le� con desgana la carta que ya conoc�a de memoria. Nada
nuevo. La misma comida, un d�a diferente.
Por primera vez en �meses? Me par� a observar el panorama del bar. All� hab�a
gente de todo tipo gritando a pleno pulm�n, como si sus acompa�antes de mesa
sufriesen alg�n problema auditivo irreversible. All� donde mirases, pod�as ver
gente intentando engullir su plato para en seguida, volver como aut�matas
inertes a su aburrido trabajo.
Ve�as a los t�picos hombres conversando sobre los partidos del fin de semana, a
los alegres padres de familia repiti�ndole a su compa�ero, por en�sima vez, esa
palabra nueva que hab�a aprendido su hijita y a diversos grupitos de mujeres
hablando de temas igual de variopintos.
En determinado momento, mi vista se fij� en una muchacha que estaba en la mesa
junto a 2 mujeres m�s y el cuarto integrante de la mesa que era un hombre.
La chica no parec�a muy interesada en la conversaci�n que ladraba una de las
mujeres, pero a pesar de ello, mostraba la t�pica sonrisa-mueca para que su
interlocutora se sintiera feliz. Iba vestida con una falda azul oscura que le
llegaba ligeramente por encima de las rodillas, adem�s, luc�a con bastante
acierto una blusa blanca con unas rayas de color cyan a la altura del pecho,
elegantes zapatos y discreta bisuter�a.
No s� porqu� motivo la continu� mirando m�s tiempo del que hubiese podido
considerarse normal.
All� estaba ella, explorando el bar en busca del camarero con su inteligente
mirada y atrayendo la atenci�n de posiblemente un �nico hombre en la sala. Yo.
Era casta�a, aunque por mi posici�n no consegu� calcular la longitud de su
cabello, �nicamente que le ca�a por la espalda. Sus ojos parec�an tener un color
claro y su peque�a nariz, de un tremendo juguet�n, irradiaba una sensualidad
pasmosa.
Al poco vino el camarero y entre balbuceos, consegu� pedir algo para meterme en
el est�mago.
Tras unos minutos en los que intent� visualizar m�s de sus rasgos corporales,
lleg� mi plato. Con m�s desgana que otra cosa, apur� el plato viendo como �mi
ni�a� se iba junto a sus �compa�eros de trabajo?
La verdad que sent� una rabia incontenible. No sabr�a decir porqu� pero aquel
rostro, aquella mirada, me hab�a llegado muy adentro. Intentando apartar
aquellas ideas de mi cabeza y deseando que aquel fuese su lugar de comida
habitual, esper� a que llegase el d�a siguiente.
Parec�a incre�ble lo lento que hab�an pasado aquellas 24 horas y los infantiles
sentimientos que hac�a a�os que dej� de sentir y que una vez m�s, afloraban en
m�.
Con desesperaci�n y nerviosismo entre en el bar buscando a una sola persona, a
mi querida desconocida.
El bar estaba, como todos los d�as, hasta los topes de gente, lo cual hac�a algo
complicada la tarea. Tras unos instantes en los cuales pens� que aquel no ser�a
mi d�a de suerte, consegu� ver un rostro familiar en un rinc�n del local.
Abri�ndome paso e intentando buscar un hueco avanc� por entre las mesas, hasta
aposentar mi trasero en un hueco libre.
Realmente era como la estuve recordando a lo largo de aquellas horas, atractiva
e interesante.
Aquel d�a me apresur� a terminar mi comida antes que ella y sin pens�rmelo dos
veces proced� a seguirla cuando se dispuso a abandonar el local. Ese fue mi
primer error de una serie de largos y terribles fallos.
Fui sigui�ndola a cierta distancia y tras recorrer unas calles, observ� como
entraba junto al resto de sus compa�eros, en una oficina de atenci�n al p�blico.
Algo alelado permanec� en frente de dicha oficina sin saber muy bien como
proceder en ese momento. �Qu� hacer? Realmente, �qu� hac�a all� en lugar de
estar en mi puesto de trabajo?
La tarde ya estaba perdida y tendr�a tiempo de pensar alg�n motivo razonable
para mi ausencia, pero en ese momento lo que contaba era saber m�s de ella.
Sent�a cada vez con m�s fuerza, una imparable necesidad de estar cerca de esa
mujer. No ten�a muy claro qu� pretend�a, ni como lo iba a lograr, pero un bajo y
varonil sentimiento ego�sta se apoderaba de mi mente por momentos. Sin saber
porqu�, ten�a que poseer a esa mujer, a cualquier costa.
A lo largo de cuatro horas, permanec� pensando c�mo cumplir mi objetivo.
Realmente era una locura, pero deb�a hacerse. Hab�a le�do algunos relatos en los
que hombres como yo, hac�an locuras semejantes a la m�a. En muchos de esos casos
se trataban de dos o m�s hombres por lo que las posibilidades se multiplicaban,
podr�a haberla metido en un coche y llevado a alg�n lugar, haberla abordado
entre varios� pero no, estaba yo solo y eso era algo de lo que no dudaba.
Finalmente la vi salir e intentando no llamar su atenci�n, la fui siguiendo. Por
fortuna para mis planes no iba al trabajo en coche. Eso me facilitar�a bastante
el poderla abordar sorprendi�ndola.
Intent� anotar mentalmente cada una de las calles por las que �bamos pasando
para idear algo m�s tarde. Por suerte, pasamos cerca de una calle antigua del
centro de la ciudad, en la que estaban demoliendo un edificio y aquello hizo que
lo viese todo con claridad. Aquel ser�a el lugar adecuado.
A pesar de creer haber descubierto Am�rica, la segu� hasta su piso, el cual
estaba a tan solo 5 minutos m�s de all�. Por lo visto la atractiva dama ten�a
una buena cantidad de dinero para poderse permitir un pisito como aquel,
pr�cticamente en pleno centro de la ciudad.
Volv� andando a mi casa y meditando todas las ideas que pasaban por mi mente.
�De verdad pensaba hacer aquello? �Era consciente de lo que estaba pensando
hacer? De cualquier forma y para desgracia de la chica, una chispa se hab�a
encendido en mi cabeza y ya nada la pod�a apagar.
Volv� a casa para cenar con mi novia. Lo cierto es que no ten�a la cabeza para
ella y tras enfadarse conmigo por no prestarle el m�s m�nimo de atenci�n, se fue
a ver el televisor. Yo prefer� aprovechar para dormir. Hab�a sido un d�a largo y
aquello hab�a que planearlo bien.
Al d�a siguiente fui al trabajo y alegu� estar recuper�ndome de un extra�o
virus, sobre el cual no hicieron demasiadas preguntas por suerte para m�.
A la hora de comer prefer� cambiar de restaurante, sin irme demasiado lejos, con
el fin de comprobar a cierta distancia que por tercer d�a consecutivo, aquella
preciosidad volv�a a su �centro de alimentaci�n�.
Tal y como esperaba as� ocurri� y como pude, dej� pasar el resto de la tarde y
buena parte de la ma�ana siguiente, realizando mi trabajo pero estudiando
mentalmente mis posibilidades.
Finalmente hacia la hora de comer, empec� a comentar que me encontraba mal y
para no levantar demasiadas sospechas vomit� en el cuarto de ba�o de forma que
se pudiese ver mi malestar.
Gracias a ello consegu� la tarde libre y sin siquiera comer, permanec� a la
espera de que apareciese mi dama.
Sin desagradables sorpresas volvi� con el resto de sus compa�eros a su puesto de
trabajo, momento que aprovech� para ir a cambiarme a casa y a realizar algunas
compras.
Me asustaba bastante la posibilidad de que ella me viese el rostro y que debido
a la proximidad de nuestros lugares de trabajo, nos encontr�semos
posteriormente. Por ello, me dirig� a una armer�a cercana para comprar todo lo
necesario. El lugar era el correcto. All� ten�an todo tipo de material, desde
unas pr�cticas esposas, hasta una basta colecci�n de armas entre las que poder
elegir.
Unas esposas, un buen cuchillo para intimidar y un pasamonta�as militar serian
todo lo que necesitaba.
Tuve que esperar dos horas hasta que ella saliese del trabajo, pero la espera
vali� la pena. Ya iba siendo de noche, aunque a�n hab�a algo de luz. Con suerte,
desaparecer�a pronto.
Ese d�a vest�a pr�cticamente igual que en las anteriores ocasiones. Si bien su
vestuario no parec�a muy variado, le favorec�a en demas�a.
Avanzamos m�s despacio de lo que mi masculinidad pod�a soportar, pero finalmente
llegamos a la esquina correcta.
Me aproxim� a ella hasta tenerla a un metro de distancia. A esa distancia pod�a
apreciar su suave y femenino perfume. Era irresistible.
Aunque poca, algunas personas circulaban por esa calle, de modo que vi frustrada
la opci�n de ponerme el pasamonta�as antes de abordarla.
En ese momento pens� en desechar todo el plan por miedo a que ella pudiese verme
y posteriormente reconocerme, pero en aquel momento ya no pod�a razonar
conscientemente, solo actuar.
Con disimulo (eso espero), saqu� el cuchillo de una bolsa donde ten�a todo el
material y tap�ndola como pude con mi abrigo me aproxim� a ella al m�ximo.
Cuando me quise dar cuenta, le toque su espalda con el cuchillo y me sorprend� a
m� mismo diciendo:
- Ni se te ocurra darte la vuelta.
Por suerte no lo hizo. Simplemente se qued� parada, no, helada es m�s bien la
palabra. Tendr�a que actuar r�pido o alguien podr�a ver lo que estaba ocurriendo
all�.
Sacando fuerzas de dentro de mi, la agarr� de la cintura y la empuj� hac�a el
antiguo callej�n.
Por suerte, la �nica farola de la zona estaba rota o apagada, lo cual me
sorprendi� gratamente. Observ� el lugar y era perfecto. La poca luz que iba
quedando a esas horas, no entraba en aquel oscuro callej�n.
Fui caminando con ella unos cuantos metros.
Me sorprendi� que no dijese nada. No protestaba, ni intentaba darse la vuelta.
Nada. De momento todo iba bien.
Una vez al lado de la obra le ordene que entrase. En aquel momento dud� y sin
pens�rmelo dos veces le arre� un fuerte empuj�n que la hizo trastabillar.
Uno de sus tacones se hundi� en los escombros de la entrada y all� se qued�.
Llev�ndola a empuj�n limpio, conseguimos entrar a una sucia habitaci�n. El lugar
era realmente deprimente.
Ahora s� que comenzaba a notar el nerviosismo de la chica. Intent� darse la
vuelta, tal vez intentando huir, por lo que sin pens�rmelo m�s introduje una de
mis piernas entre las suyas y la tir� al suelo.
Ella no se esperaba algo as� y cay� con todo su peso en tierra. Estaba
conmocionada, momento que aprovech� para darle uso a las esposas. Cuando quiso
darse cuenta, el fr�o metal cubr�a sus dos mu�ecas.
Estaba sentado encima de ella cuando empez� a chillar. Aquello me pill�
totalmente por sorpresa y el miedo que sent� hizo que la golpease con fuerza en
la espalda.
Fe un golpe terrible e inhumano. Comenz� a toser, no s� si por el polvo o por el
golpe que le propin�.
Aprovechando su ausencia, le coloqu� el cuchillo en su cuello, pas�ndoselo por
delante y dici�ndole:
- Eres demasiado bonita para morir, as� que no me obligues a hacer una tonter�a
as�.
Entonces pareci� comprender todo y comenz� a llorar d�bilmente. No hac�a ruido,
as� que no molestar�a demasiado.
Sinti�ndola totalmente indefensa, comprend� que no intentar�a huir, por lo que
decid� ponerme el pasamonta�as.
Una vez bien oculto le di la vuelta y dej� que me mirase. Deb�a de parecer
cualquier cosa lleno de polvo y suciedad, aunque ella no estaba mucho m�s
aseada.
Usando el cuchillo le rasgu� con pasmosa facilidad la blusa de punta a punta.
Ella estaba totalmente paralizada. Se le ve�a el miedo en los ojos e intentaba
suplicarme con aquella dulce mirada que no lo hiciese.
Sin hacerle caso, intent� romper su sujetador con el cuchillo, aunque esto no me
result� tan sencillo. Prob� varias veces y lo �nico que consegu� fue hacerle un
peque�o corte en el centro de sus apetecibles pechos. Algo fastidiado por ello,
decid� levantarle el sujetador.
Ten�a unos bonitos pechos. Peque�os pero bonitos.
En ese momento trat� de zafarse de m�. Sin sentir ninguna l�stima por ella le
golpe� en la cara haci�ndola sangrar al instante. Tras esto pareci� dejarse
llevar a lo inevitable.
Baj� hasta sus piernas y una vez m�s hice uso del cuchillo para dejarle la falda
partida por la mitad.
Unas blancas bragas me decepcionaron moment�neamente. �Qu� esperaba ropa
interior roja? Tal vez, no lo s�.
Recuerdo lo bellas y suaves que me parecieron sus piernas, aunque no pude
aguantar mucho m�s sin rasgarle aquellas bragas.
Lanz� un peque�o gritito que ahog� instant�neamente a causa de mi mirada.
Ten�a un co�o bastante poblado. Me hubiese gustado que lo hubiese tenido algo
m�s cuidado pero bueno, supongo que tampoco podr�a hacer peticiones, �no?
En un abrir y cerrar de ojos me arroj� sobre ella. Su suave y fr�a piel me
maravill�.
La pobre chica se revolv�a debajo de m�. Intentaba ir sin demasiada convicci�n,
tal vez cohibida por el arma que apretaba su garganta.
Acerc�ndome a sus labios, apreci� de nuevo aquel suave olor de su perfume. Era
una diosa y por unos minutos ser�a mi diosa.
No pude resistir la tentaci�n de besar sus gruesos labios. Al rehuir mi lengua,
el cuchillo entro en acci�n, dej�ndome paso a una h�meda y gloriosa boca
femenina.
Creo que en aquel preciso momento hubiese podido correrme. Por suerte no fue as�
y mientras continuaba rob�ndole aquel beso, fui penetr�ndola de forma bastante
inesperada para ella.
Le deb� de hacer bastante da�o y de hecho me lo hice yo tambi�n, pues estaba
totalmente seca. Tampoco me import� demasiado, pues en ese momento ya estaba en
su c�lido interior. Era incre�ble. Ah� estaba yo en el interior de aquella
diosa�.
Apoyando mis rodillas sobre el sucio suelo, comenc� un lento mete-saca de su
cueva.
Ten�a miedo de correrme, as� que fui todo lo despacio que pude para hacer durar
el momento.
Ella apart� la cara de m� y la ech� a un lado. Quise continuar bes�ndola pero
renunci� a esa idea. En esa postura podr�a verla durante todo el acto.
Mientras con una mano la agarraba del pelo, con la otra fui acarici�ndole su
pecho derecho.
Era una dulzura. Toda ella era suave como un reci�n nacido.
Haciendo caso omiso a las piedrecillas que se clavaban en mis rodillas, aceler�
mis embestidas para finalmente, terminar dentro de ella, mientras ve�a como sus
l�grimas surcaban sus mejillas.
Parec�a totalmente ausente. Su mirada ahora ya no era alegre. Estaba totalmente
apagada.
Unos minutos despu�s, me acerqu� a su o�do y le di las gracias. Fue un detalle
morboso, tras lo cual me puse en pie e intent� adecentarme para no llamar la
atenci�n en la calle.
Cog� su destrozada falda y la met� en la bolsa, junto con su blusa y su bolso,
as� m�s tarde podr�a saber el nombre de m� amada.
Este fue la primera de una serie de agresiones que desde aquel momento ha
elaborado mi obsesionada mente.
Ojal� os haya gustado.