Relato: Cuando mi nabo se bambolea... (01)





Relato: Cuando mi nabo se bambolea... (01)


Cuando mi nabo se bambolea... (1)
por Lado Oscuro 4 (POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO)



Cap�tulo 1. Un don de la naturaleza.




Cuando era chico me avergonzaban mi enorme miembro y mis no
menos enormes bolas, y sol�a andar con la pelvis hundida, para que no se me
notaran mis monstruosidades. A los trece a�os ya ten�a un desarrollo que
produc�a alarma entre las chicas y tambi�n entre algunas adultas, e incluso
adultos de inclinaciones algo dudosas. Fue por ese entonces que descubr� mi
poder. Estaba jugando con Susy, de trece, en el fondo de mi casa. Jug�bamos al
chinch�n. Y cuando le gan� por tres veces seguidas me puse a saltar de gozo,
para burlarme de ella. Y, claro, mis bolas y mi nabo se mov�an libres debajo del
pantal�n suelto, y pronto me di cuenta de que los ojos de Susy estaban
desorbitados. Se hab�a puesto muy colorada, y me asust�. - �Qu� te pasa Susy,
est�s bien?- Y como me pareci� que se estaba por caer la sostuve entre mis
brazos. Claro, al abrazarlo mis grandes atributos se apretaron a su bajo
vientre, y Susy se puso m�s colorada. Entonces tuve una intuici�n maliciosa, y
sin estar muy seguro de por qu�, le refregu� mis pesados adornos a derecha e
izquierda y a arriba y abajo. Y ah� se produjo: Susy se puso a temblar y de
repente sent� en mi polla como su tierno tri�ngulo, que estaba muy caliente,
comenzaba a estremecerse, y Susy se derreng� en mis brazos.




Cap�tulo 2. Mi gran poronga en los bailes.




Durante los d�as que siguieron fui comprendiendo lo sucedido,
y tomando conciencia de mi poder. La siguiente prueba la hice en el baile del
colegio. Hab�a una chica de 15 que me gustaba, y cuando la saqu� a bailar le
pegu� mi enorme poronga, todav�a floja, a su entrepierna. Enseguida not� la
erecci�n de sus pezones. Y empec� a frotarla lentamente, mientras le hablaba de
cosas tontas aparentando no darme cuenta del efecto que le estaba produciendo.
Como las piezas se suced�an sin intervalo entre ellas, continuamos bailando sin
separarnos el segundo tema. Y yo ve�a que su respiraci�n se iba agitando. Y a
medida que mi palo se endurec�a, mayor iba siendo su agitaci�n. A llegar al
tercer tema Marcela ya s�lo me respond�a con roncos monos�labos, y jadeos. Y me
di cuenta que pod�a rematarla, as� que me apret� m�s a su cuerpo, y �s�s! la
chica comenz� a venirse. Su cuerpo se convulsionaba y su pelvis pulsaba y
pulsaba contra mi excitante monstruo. Cuando la dej� en su asiento, se fue
tambaleando con el brillo de sus jugos hasta m�s debajo de las rodillas.


Esa fue, de ah� en m�s, mi diversi�n preferida en los bailes
que siguieron. Hice correrse a todas las chicas que invit� a bailar. Y sent�a
una divertida maldad al hacerlo.




Cap�tulo 3. Mi poronga conquista a una se�ora mayor.




Y mis atributos continuaron creciendo. A los veinti�n a�os mi
pija, en reposo, parec�a un chorizo larg�n, y en erecci�n alcanzaba m�s del
doble del tama�o. Y comenc� a hacer estragos con ella. Usaba pantalones c�modos
de tiro largo, que permit�an mostrar el bamboleo a la vista de todos. Tanto las
mujeres como los hombres quedaban mudas y desorbitadas. Tambi�n los j�venes y
a�n ni�os y ni�as. Empec� a recibir propuestas de todo tipo. En una ocasi�n me
invit� a salir una se�ora mayor, cercana a los setenta a�os, que sucumbi� al
apabullante efecto de mis enormidades. Desde que nos encontramos y tambi�n
mientras �bamos a su casa, le hice todo el show. Mi salame y mis bolas se
bamboleaban bajo el pantal�n, que ella no dejaba de mirar de reojo. Para cuando
nos sentamos en el sof� del living pude observar el fuerte rubor en su cara.
Todav�a ten�a buenas tetas, la vieja. Y se pod�a ver cuanto se hab�a calentado
conmigo. - �Esas cosas que se te bambolean bajo el pantal�n son todas tuyas?- me
pregunt� con los ojos brillantes por el deseo. Me sobresalt� un poco, pero
reaccion� bastante r�pido. �S�, se�ora, pero para verlas hay que pagar... -,
-�Ah s�i?- me dijo con su voz m�s c�lida. �Y �hay que pagar mucho?- se interes�,
mientras yo mov�a mi pelvis acomodando mis atributos que sus ojos siguieron como
hipnotizados. Mi erecci�n estaba comenzando. Ella tartamude�: -�mme la
mostrar�as si te pago cien pe-pesos... ? - pod�a ver que la ansiedad era a�n
mayor de la prevista. Se estaba poniendo colorada. ��est�s bromeando, Cristina?-
contest� con mi sonrisa m�s perturbadora. Separ� las piernas, poniendo a su
vista mi erecci�n a trav�s del pantal�n. �por menos de doscientos pesos no te
voy a dejar admirarla... - Cristina abri� su monedero con gesto fren�tico,
poniendo los doscientos sobre el sof�, entre ella y yo. -�Mostrame ya!- dijo con
voz hambrienta. Me par� lentamente, dejando que viera en todo su esplendor la
enorme erecci�n bajo mis pantalones. Y lenta, muy lentamente, fui bajando mis
pantalones. Al terminar, mi aparato, en brutal erecci�n se expuso a sus
calientes ojos con hipn�tica atenci�n. Mi erecci�n superaba los noventa grados,
y oscilaba levemente. -�Qu� poronga!- exclam� la vieja con voz ronca, -�nunca v�
una tan grande y tan gruesa... !- Y alarg� la mano para agarrarla, pero yo dic
un paso atr�s. -�Ah no no nooo! �Vos pagaste por ver, no por tocar! Para tocar
ten�s que pagar por lo menos el doble!- le dije mir�ndola desde arriba con
expresi�n dominante. Cuatrocientos pesos volaron sobre los doscientos en el
sof�. �Est� bien, ahora pod�s tocarla.- La viejita se arrodill� frente a m� y
con ambas manos comenz� a sob�rmela con pasi�n. -�Ay Papito! �d�nde estuviste
toda mi vida... ?- y con una mano me sobaba las bolas, mientras con la otra me
acariciaba el tronco para adelante y para atr�s. Las sensaciones eran
deleitosas, y mi ojete comenz� a apretarse. La visi�n de su cara enrojecida y
sus pechos agitados hac�an lo suyo sobre mi calentura tambi�n. Mi nabo aument�
su inclinaci�n hacia arriba, separ�ndose a�n m�s de los noventa grados. -�Qu�
maravilla!- gimi� la vieja, apretando cada vez con m�s ganas, el grosor de mi
monstruo. -�Yo cre�a que mi marido la ten�a grande, pero al lado de esto era una
insignificancia... !- Y segu�a dale que dale, con un entusiasmo que no paraba de
crecer. Sent� que si segu�amos as� yo no iba a durar mucho m�s. ��Bueno, ya es
suficiente!- le dije, retirando mi poronga dando un paso atr�s, sus manos
siguieron prendidas, y ella las sigui�, caminando con las rodillas. -�No Papi,
no me la saques!- -Es que si segu�s as�, nena, me la vas a hacer acabar. Y eso
no estaba en el trato.- -�Quiero tu leche! �Quiero sac�rtela toda!- jade�,
mir�ndome desde abajo, con ojos enfebrecidos por el deseo. �Seiscientos pesos
m�s- exig�. -��Te doy mil m�s y me dej�s chup�rtela!!- Y puso los mil sobre los
seiscientos que estaban en el sof�. �Est� bien- dije, despatarr�ndome sobre el
mismo con el m�stil apuntando al techo, -date el gusto, nom�s... -


Cristina se acomod� entre mis piernas abiertas, y puso ambas
manos a la tarea de pajearme. Sus manitas se aferraron a mi garrote, con pasi�n.
Me llam� la atenci�n que no me lo chupara, ya que hab�a pagado por eso, pero sus
caricias y apretones me sacaron de toda reflexi�n al respecto. Las sensaciones
deliciosas que sub�an por mi miembro anunciaban una cada vez m�s pr�xima
erupci�n. Y Cristina se afanaba para producirla. Sus ojos lujuriosos estaban
puestos sobre la colorada cabezota de mi enorme choto, que se estaba volviendo
p�rpura por sus enervantes caricias. -�Te voy a orde�ar toda la leche que ten�s
en esa pollota... !- dec�a la viejita entre jadeos, y continuaba sobando,
apretando y paje�ndome con un ritmo cada vez m�s acelerado. De pronto se
produjo: un estruendoso orgasmo que estremeci� todo mi cuerpo en convulsiones
imparables, mientras mi nabo comenzaba a expulsar copiosos chorros de cremoso
semen, con una de sus manos Cristina me apretaba suavemente los huevos, como
estimul�ndolos para que entregaran todo lo que guardaban. Las descargas que
sal�an de mi nabo saltante le ba�aron la cara, y abri� la boca para recibir los
�ltimos chorros. Yo me derrumb� sobre el sof�, y entonces ella se meti� el
glande en la boca �y ah� comenz� a chupar! Antes de que yo pudiera recuperarme,
su c�lida boca, me limpi� todo el semen, con ansiosas lamidas, y me lo puso
nuevamente al palo. Yo intent� protestar, pero ella me record� que hab�a pagado
por pajearme y chup�rmela y que el orden lo pon�a ella. Chupaba delicioso, la
viejita, y mientras lo hac�a me acariciaba la garcha con sus manos suaves y
apasionadas. No tuve otra alternativa que entregarme a su lujuria. Mi voluntad
hab�a huido y era un juguete en sus manos. Y en su boca. S�lo ten�a sentidos
para esa lengua que se revolv�a en mi glande, y para esas manos que hab�an
comenzado a orde�arme nuevamente. Bueno, que la vieja me hizo acabar de nuevo, y
esta vez fue en su boca, que succion� hasta la �ltima gota de semen.


-�Otro d�a vamos a seguir jugando, nenito..., tengo mucha
plata para darte por jugar un ratito con esa poronga... !


Me llev� los mil seiscientos pesos, pregunt�ndome si no se
los hubiera pagado yo, por el trabajito que me hizo. Pero Cristina termin�
transform�ndose en una de mis principales fuentes de ingresos.


�Hay que aprovechar para divertirse en la vida, si uno tiene
una poronga como la m�a!




Cap�tulo 4. La novia de mi primo ciego...




�


En una ocasi�n, mi primo Jorge que es ciego, me present� a su
novia. Me invit� a su casa, y ten�amos que viajar en el subterr�neo. La chica
not� inmediatamente mi enorme bulto bamboleante, y no le sacaba los ojos de
encima. Y yo le sonre� con mi m�s amplia sonrisa. Jorge segu�a con su
presentaci�n: -Roberto es mi primo carnal, Alicia.- -Mucho gusto, Roberto... -
dijo Alicia sin despegar los ojos de mi bulto. Y entramos al subte.


El interior del vag�n estaba repleto de gente, como
correspond�a a esa hora pico. Y yo me acomod� atr�s de Alicia. Fue cuesti�n de
segundos que Alicia me arrimara su sabroso culo. -�Qu� barbaridad!- comentaba
Jorge, -�A esta hora no se puede viajar!- Mi bulto hab�a comenzado a crecer y
Alicia, al advertirlo, acomod� sus c�lidos gl�teos de modo de recibirlo entre
ellos. �Qu� nalgas! Mi primo hab�a encontrado un tesoro. Y yo, como miembro de
la familia, deb�a apoyar ese noviazgo, o por lo menos ese orto. Y se me puso al
palo. Jorge, por supuesto, ni se daba cuenta, pero Alicia s� que se daba cuenta.
Todav�a faltaban m�s de diez estaciones, as� que podr�amos aprovechar el tiempo.
�Vas a ver, Roberto, que bien cocina Alicia..., �qu� vas a hacernos esta noche,
mi vida?- Alicia ya sent�a mi tronco abri�ndole la raya. �Cho-chorizo a la
ca-cacerola, creo... - dijo con la voz un poco ronca y entrecortada. -�Y no ser�
muy pesado, mi cielo?- -Ss�, es muy pesado, por lo que siento..., voy a
acompa�arlo con una ensaladita... - -�Ensaladita de qu�?- pregunt� Jorge, ajeno
a lo que estaba pasando. -�De nabo!- respondi� la chica sin vacilar. -�Un solo
nabo? �no ser�an mejor varios?- pregunt� el ingenuo. �No, un solo nabo, si es
bien grandote, alcanza- Alicia no pod�a dejar de restregarme el orto. Y s�lo
hab�an pasado dos estaciones. En la tercera me desabroch� la bragueta y pel� el
nabo. Le levant� la pollera, y cuando se lo puse entre las nalgas, Alicia tuvo
un tremendo estremecimiento, y se corri� entre convulsiones. Sent� como sus
humedades ba�aban mi glande. �Te felicito por tu novia, Jorgito- Ahora Alicia
hab�a apretado mi nabo entre sus suaves muslos, de modo que la cabeza de mi
monstruo, le frotaba la base de su co�o, y su ojete. Y empez� a pajearme con su
tierno rinc�n. �S�- admiti� Jorge- es una chica muy laboriosa y seria- Alicia
continuaba d�ndome amorosos apretones con sus muslos y nalgas. �Creo que
encontr� un joyita- concluyo Jorge con orgullo. Los frotones de su novia se
intensificaron, y sin poder contenerme m�s, comenc� a soltarle guascasos en el
interior delantero de su pollerita tableada. Al sentir mi polla pulsante y los
chorros de leche, Alicia acab�, con d�biles gemidos ahogados. -�Est�s bien, mi
vida? Me pareci� que te quejabas... - -Es que me empujaron cielo, pero estoy muy
bien, muy pero muy bien... -


En la casa continuamos con la fiesta. En la cocina, mientras
ella preparaba la cena, le saqu� la bombacha y le introduje un poco el nabo en
su conchita, por detr�s, lo que pude. Jorge estaba poniendo discos, "para
entibiar el ambiente". Al sentir el tremendo grosor de mi polla que abri�
desmesuradamente su co�ito, ella me pidi� que fuera cuidadoso, y tras decir esto
se corri� como loca.


Por suerte, para disimular nuestros olores, Alicia decidi�
cambiar el men� y cocinar pescado. As� que cuando me tir� sobre el sof� con los
pantalones en los tobillos y se puso a chuparme el nabo, Jorge ni sospech�.
-�Que rico estuvo el pescado! �no? Aunque dej� toda la casa llena de olor... -
-Despu�s ventilamos, coraz�n- mientras traga los chorros que sal�an a raudales,
relami�ndose de gusto. �Ahora mejor no, as� no se enfr�a la casa... -


Cuando me despidieron, Alicia me dijo: -�ten�s que venir m�s
seguido, Robertito. La pr�xima vez te voy a hacer entrar por la puerta de
atr�s... !- -Ah, si, -corrobor� Jorge, -la entrada trasera te va a gustar mucho-
Suerte que no pod�a ver las enormes ojeras que luc�amos su novia y yo.




Capitulo 5. M�s diversi�n en los bailes...




En los bailes del colegio, me divert� con truculencia. Sacaba
a bailar a una chica, y sin perder tiempo le hac�a sentir mi bulto contra su
pubis. Apenas me mov�a, pero llevaba el ritmo de la m�sica con mi miembro,
contra su co�o, a trav�s de la pollera, o el pantal�n. Las chicas reaccionaban
inmediatamente. Se dejaban frotar, y comenzaban a jadear suavemente. Yo
continuaba con las brotaciones y mi nabo se iba poniendo cada vez m�s duro.
Pronto ten�a las manos de la chica engarfiadas en mi espalda, aferr�ndome para
que no dejara de apoyarla. Entretanto, yo procuraba mantener una charla trivial,
como si no me diera cuenta de lo que le estaba pasando. �As� que sos compa�era
de Betty... - Y le iba frotando el co�o cada vez m�s r�pido y fuerte. La chica
respond�a lo que pod�a, en forma algo incoherente, y con voz ronca y
entrecortada. Muchas, a esa altura, levantaban la pelvis para ofrecerme su co�o
a la frotaci�n que les estaba dando. La novia de Eduardo, por ejemplo, se corri�
en medio del abrazo, mientras su novio la aguardaba en la mesa. Las novias de
todos mis amigos estaban enviciadas conmigo, y siempre lograban el permiso "para
un bailecito". Y ��cate. El olor a acabada de hembra se quedaba pegado en mis
pantalones.




Cap�tulo 6. Los muchachos tambi�n me ten�an afecto...




Tambi�n jugu� con algunos chicos. Algunos, en el vestuario,
se me quedaban mirando, sin poder creer lo que estaban viendo. Entonces ten�a yo
la iniciativa. Mientras me duchaba le daba al candidato un buen espect�culo,
dej�ndolo encandilado con mi miembro al palo, que yo acariciaba como al
descuido. Mi tremenda erecci�n los dejaba sin habla. Cuando se hab�an ido todos,
el candidato a�n permanec�a, como no pudiendo irse. Y yo continuaba con mi
exhibici�n, hasta que ve�a que hab�a demolido toda posible resistencia o pudor
moral. �Carlos, �no quer�s chuparme un poco la poronga?- y se la plantaba frente
a la cara, mi polla erguida, se balanceaba y emanaba un olor que deb�a
resultarles irresistible. La vacilaci�n, si la hab�a, era de apenas segundos. Y
Carlos, siguiendo con el caso, abri� la boca como para pronunciar una enorme "o"
y comenz� a chuparme la cabeza. Carlos era el novio de Teresita, que la noche
anterior hab�a sucumbido a mis frotadas durante el baile. Pero a mi se me hab�a
metido entre ceja y ceja, o mejor ser�a decir, entre huevo y huevo, cogerme a
Carlos. Era una delicia hacerme chupar por otro var�n, m�s cuando sab�a que era
su primera vez.


Carlos hab�a perdido toda compostura. Sac�ndole el chipote de
la boca, lo acost� panza arriba en el suelo. Me acuclill� sobre su cara.
�Chupame las bolas- y puse mis peludas pelotas al alcance de su boca. La lengua
de Carlos no se hizo esperar. Mientras yo pod�a ver su polla parada a m�s no
poder. Me fui corriendo hasta que mis peludas nalgas cubrieron su cara. Su
lengua comenz� a lamerme el ojete. Su respiraci�n se escuchaba agitada all�
abajo. Y su pija se balanceaba locamente en el aire. �Lubricame bien el orto,
que quiero sentir tu pija adentro- le orden�. Y su lengua obediente se met�a
cada vez m�s profundamente en mi ojete. Entonces me levant� y sent�ndome sobre
su poronga me la fui enterr�ndo poco a poco. Mi enorme miembro se revoleaba ante
sus apasionados ojos. -�la quer�s! �verdad?, ahora cuando me largues tu lechita
te la voy a poner- y lo iba orde�ando con mi ojete. Pronto sent� que su polla se
hinchaba y comenzaba a llenarme el culo de leche. Cuando me levant�, Carlitos
yac�a derrengado a mis pies. Y mi polla segu�a al m�ximo. �Ahora me toca a m�...
- le dije con una sonrisa mal�vola, mir�ndole a los ojos. Pod�an verse el temor
y el deseo en ellos.


Lo volte� culo arriba, y tomando el pomo de vaselina que
siempre tengo a mano para esos casos, le inyect� una copiosa carga en el ojete.
Bien envaselinado, sus posibilidades de aguantar me tremenda poronga eran
mejores. Pero a�n deb�a trabajarlo mucho. As� que le met� un dedo en el orto.
Entr� con facilidad, y Carlitos gimi� de placer. Y sus gemidos continuaron
cuando comenc� a revolverle el dedo, dilatando su agujero. Y le met� un segundo
dedo, y le fui cogiendo el culo con los dos dedos. Carlos se dejaba ortear y se
ve�a que con placer. Cuando le met� el tercer dedo su orto estaba bien
ensanchado, y Carlitos levantaba sus hermosas nalgas, como ofreci�ndolo.
Entonces lo puse en cuatro patas y comenc� a entrarle. Cuando sinti� mi glande
adentro, lanz� un gran suspiro y empuj� un poquitito. La lubricaci�n me permiti�
meterle otro cent�metro. Y me qued� entrando y saliendo en ese tramo de seis o
siete cent�metros, Carlos balanceaba el culo acompa�ando. Entonces le entraron
tres o cuatro cent�metros m�s y me qued� cogi�ndolo hasta ah�, sin forzar.
Carlos gem�a de placer. Y pronto acompa�� mis suaves embestidas con las suyas.
Su ojete estaba portentosamente abierto, y no le dol�a. Y as�, paso a paso, se
le met� hasta el fondo. En ese momento se corri�, cayendo sobre su vientre. Y
ah� comenc� a cog�rmelo, con vaivenes adentro-afuera que lo llenaban por
completo. Su culo estaba abierto a mi lujuria y yo aprovechaba su devoci�n. Mis
embestidas y vaivenes fueron volvi�ndose m�s r�pidos y m�s violentos. Y sus
gemidos de placer los acompa�aban. Finalmente llegu�, y le llen� su ano con
chorros y chorros de espeso semen, meti�ndosela hasta el fondo del fondo.
Carlitos se corri� nuevamente. Permanec� un rato con mi nabo metido en su
horadado orto, y �l continuaba gimiendo. Cuando se la saqu� pude ver el enorme
agujero que le hab�a hecho. Parec�a una flor abierta, y continuaba
estremeci�ndose.


A partir de ah� no dejaba de buscarme para repetir la
experiencia. Y, claro que la repetimos.




Cap�tulo 7. A la familia no hay que negarle nada...




Con Miguel, otro primo, hice algo distinto, pero igualmente
divertido. Lo invit� a comparar pijas, y �l, hasta ese momento orgulloso de la
suya, acept�. Est�bamos en su dormitorio y no hab�a nadie en casa. Cuando le
exhib� mi poronga en estado de reposo, se le par� la suya. Y a�n as� era la
mitad de la m�a. Se acerc� y comenz� a manose�rmela. Un placer. Y lo dej� hacer,
y cuando mi monstruo alcanz� todo su esplendor, lo puse al lado de su miembro
erguido, y apret�ndolos con ambas manos, tronco contra tronco, iniciamos una
frotaci�n enervante, que pronto produjo una eyaculaci�n de Miguel que enchastr�
mis pendejos, y enseguida una m�a, mucho m�s abundante, que le dej� el bajo
vientre, los pendejos y parte de los muslos enchastrados de mi semen. Qued� tan
loco que se empe�� en chup�rmela con devoci�n. Repetimos el encuentro, y a la
segunda vez se ve que le hab�a trabajado la cabeza, y me pidi� que se la
metiera. Fueron buenos encuentros familiares.




Capitulo 8. No hay que encerrarse en la familia.




Tambi�n me la hac�a chupar por las chicas en los bailes.
Incluso las novias de mis amigos. Pero eso quedar� por contar para un pr�ximo
encuentro.


Los gays, en las playas, se volv�an locos conmigo. Y me
hacian todo tipo de proposiciones, que yo sol�a aceptar a cambio e un pago. Pero
eso tambi�n quedar� para mi siguiente relato.



Soy un argentino heterosexual. Los tramos gay de este relato
fueron escritos en colaboraci�n con Gaby, un simp�tico venezolano de esa
tendencia. Si te ha gustado este relato, escr�bime a
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Hasta la pr�xima.


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